Los intrincados caminos de un amor (20)

Los intrincados caminos de un amor Capítulo 20

Los intrincados caminos de un amor

Capítulo 20

Pablo

Esa semana había vuelto a recobrar mi vida, volver a encontrarnos sexualmente con Patricia, me había devuelto la vida que añoraba. No podía decir que me había olvidado de lo ocurrido, la culpa seguía dentro de mí, y también el sentimiento de dolor que me provocó la infidelidad de Patricia, pero este presente maravilloso, no me dejaba tiempo para pensar en eso, solo pensaba en futuro, solo pensaba en nuestro hijo y en nosotros nuevamente juntos, dice el dicho que no hay más ciego que el que no quiere, en ese momento tenía muchas cosas para ver, pero un hijo, en mí lo cambió todo.

Sabía que en algún futuro el tema de nuestras infidelidades volvería a salir a flote, pero estaba seguro que nuestra forma de tratarlo sería diferente, ahora ya no éramos una pareja que había atravesado momentos difíciles, ahora sentía que éramos una familia, ¿si nuestra relación estaba asegurada?, no lo podría afirmar, esas heridas dejan marcas.

El fin de semana fue una locura, la lluvia hizo que nos quedáramos en casa disfrutando de nuestros cuerpos, volver a sentirla, de la manera en que la sentí, no hacía más que confirmar cuánto la amaba y cuán feliz estaba que llevara mi hijo en su interior.

El jueves siguiente tenía turno con Inés, la ginecóloga, para el control y para una ecografía, nos había dado ese turno para que, luego de realizada la ecografía, poder controlar a Patricia en la consulta.

Los dos estábamos ansiosos, y llegamos minutos antes del horario fijado, hicimos los trámites, y esperamos a ser llamados en la sala de espera, Patricia estaba algo nerviosa, yo trataba de tranquilizarla. Cuando la puerta se abrió y dijeron su nombre, entramos los dos, Patricia llevaba un vestido, el cual se podría levantar para dejar su panza al descubierto.

La técnica que haría el estudio, le pidió que se recostara en la camilla, Patricia se recostó y levanto su vestido, dejando su pancita a la vista.

Le colocó el gel de rigor y comenzó a pasar el aparato por su panza. Lo movía de un lado a otro, mirando la pantalla, pero sin decir nada, yo tenía a Pato tomada de la mano.

-PATRICIA: ¿Todo está bien?

Tardo unos segundos en contestar, y nos miramos con Patricia. Sabía que era a un muy pronto para saber el sexo, por eso no lo pregunté, siguió moviendo el aparato, luego dio por terminado el estudio, sin decirnos nada.

Patricia volvió a preguntarle sí todo estaba bien y su respuesta fue " ahora los va a atender la doctora y les va a informar el resultado, disculpen pero yo no soy su doctora y no les puedo dar ninguna información”.

La cara de Patricia se transformó, podía ver su preocupación, no le pedíamos informe, con que nos dijera que todo estaba bien, nos bastaba.

Patricia acomodo su ropa y nos indicó que volvamos a la sala de espera, hasta que la doctora nos llamara.

No quedamos preocupados, el semblante de ambos, había cambiado, a Patricia le brillaban los ojos, supongo que conteniendo las lágrimas.

Los minutos que esperamos a que la doctora nos llamara, nos parecieron eternos.

Por fin se abrió la puerta, salió la paciente anterior, Inés nos hizo pasar y tomar asiento.

-INES: Ya vuelvo chicos, voy a buscar la ecografía.

Salió del consultorio y tardo otros eternos cinco minutos, volvió al consultorio, cerró la puerta y se sentó frente a nosotros en su escritorio.

-PATRICIA: ¿Está todo bien Inés?

La cara de la doctora, no era la de dar una buena noticia, y en mi interior, me temía lo peor.

-INES: Pablo, Patricia, tienen que saber, que muchas veces, nuestro cuerpo se comporta, de maneras que no comprendemos y a muchas mujeres y en muchos embarazos, les suele ocurrir, lamento decirles, qué el embarazo no ha prosperado, es una noticia que no hubiera querido darles, pero sepan qué podemos tratar de averiguar lo que pasó, para que no vuelva a suceder en el futuro.

Patricia explotó en llanto y a los gritos:

-PATRICIA: Noooooo! Otra vez nooooo! ¿Por queeeeee otra vez?

La abrace contra mi pecho su angustia me traspasaba, sabía el dolor qué significaba esto para ella, también para mí, pero era su segundo embarazo y eso la destrozaría, cargaba con todo ese dolor qué nuevamente se volvía a repetir.

Ya no pudimos escuchar qué más dijo la doctora, solo que se tendría que internar al día siguiente, para practicarle un legrado, y eso fue aún peor.

La doctora abrazo a Patricia y le dijo que lo lamentaba mucho, pero que no se viniera abajo, que luego tratarían de descubrir los motivos, que a muchas mujeres les pasa y que haría todo lo posible para que no vuelva a pasar.

Salimos del consultorio, Patricia casi no podía caminar, aquello la había destrozado.

Entramos al auto y su mirada se perdió en algún lugar, no decía nada, pero sus lágrimas seguían cayendo, la volví a abrazar y lloramos juntos.

No sé cuánto tiempo estuvimos ahí, hasta que le dije que fuéramos para casa.

Cuando llegamos a casa la recosté en nuestra cama.

Nos abrazamos y seguimos llorando, ese veintidós de junio, quedaría marcado en nuestras vidas para siempre.

La dejé un momento en la cama, y fui al comedor para llamar a Don Mario para avisarle lo sucedido y pedirle unos días.

Don Mario muy amablemente me dijo que me tomara los días que necesitara.

También llamé a su neuróloga, le conté la situación y me dijo que volviera a tomar las pastillas para dormir, eso le iba a ayudar a descansar.

Volví a la habitación y Patricia seguía con la vista fija en algún sitio, cómo ida.

Me recosté con ella y la volví a abrazar, no encontraba que decir ni qué hacer, nada podría con este dolor.

Le traje un vaso de agua y le di la pastilla, le pregunté si quería comer algo, y me contestó que no tenía hambre.

No sé en qué momento nos quedamos dormidos, me desperté por la mañana y Patricia aún dormía.

Me levanté y llorando preparé el desayuno, sabía que en este momento, aunque duro para los dos, lo era más para ella, y yo tendría que ser su sostén.

No sabía las reacciones que podría tener, depresión, infinito dolor, enojo, ira y necesitaba estar fuerte para ella.

Apenas logré qué tomara un té y comiera una tostada.

A las dos de la tarde, teníamos que ir a la clínica, para el legrado, ese sería otro golpe bajo.

La ayudé a levantarse y entrando al baño nos bañamos ambos, tuve que bañarla no tenía voluntad para hacerlo por sí misma.

No decía nada, tampoco yo lo pretendía, pero no emitía palabra y su mirada seguía perdida en algún lugar.

Le sequé el pelo la ayudé a vestirse, le preparé algo de ropa en un bolso y nos fuimos.

Llegamos a la clínica y nos dieron la habitación donde se internaría.

Ya en la habitación la enfermera le dio las indicaciones, le colocaron un suero y al rato vinieron a sacarle sangre.

Como a las cuatro de la tarde, pasó la doctora Inés y nos dijo qué a las dieciocho horas, tenía reservado el quirófano, al salir, me hizo una seña para que yo también saliera, y en el pasillo me preguntó:

-INES: ¿Cómo está?

-PABLO: Destrozada! Cómo ida, no habla y no quiso comer nada!

-INES: Está en shock, yo te recomendaría que viera a un psicólogo y un psiquiatra, creo que sería necesario para poder sobrellevar esta situación.

-PABLO: ¿Me podrás recomendar alguno, no conozco a nadie que se ocupe de estos casos?

-INES: En estas situaciones, en general se los derivo a una psiquiatra y a una psicóloga que trabajan juntas en una clínica. Mónica López y Fabiana Garciarena, son dos excelentes profesionales y se ocupan desde hace mucho tiempo de casos como este.

Me quedé con ella todo el tiempo, faltando minutos para las seis de la tarde, un camillero vino a buscarla, la miré a los ojos la abracé, la besé y le dije que todo iba a estar bien y qué juntos íbamos a salir de esta.

Cuándo se estaba yendo de la habitación le dije:

-PABLO: No olvides cuánto te amo! Estoy con vos!

Una hora después, la volvieron a traer a la habitación, estaba dormida, supongo que por la anestesia.

Me quedé con ella toda la noche, apenas pude cerrar un ojo por momentos, estaba todo el tiempo pendiente de ella.

A la mañana siguiente, a eso de las nueve de la mañana, pasó la doctora, Patricia aún dormía, me dijo que todo había salido bien, que no había encontrado nada raro y qué le harían algunos análisis para ver si se podían saber las causas de la interrupción del embarazo.

Debo reconocer qué la doctora se portó muy bien con nosotros, sabiendo de nuestro dolor, hizo todo lo que estaba a su alcance, para poder salir de esta situación, y en el caso de pensar en un futuro embarazo, todo vaya bien.

Después del mediodía, la doctora le dio el alta, ya podíamos volver a casa.

Patricia seguía sin hablar y yo entendía y respetaba su silencio.

Volvimos a casa, Patricia seguía con la mirada perdida, solo contestaba mis preguntas, con pocas palabras, o a veces solo con un sí o un no.

Sabía que vendrían tiempos difíciles, que iba a necesitar todo mi apoyo, y yo por supuesto tenía que estar para ella, no me podía permitir derrumbarme y decidí que cuando tuviera necesidad de llorar, lo hagamos juntos.

Me comuniqué por teléfono con la psicóloga y con la psiquiatra qué me había recomendado Inés.

Les expliqué la situación, quién nos había recomendado y les pedí qué me dieran turnos por la tarde, en una semana o dos, tenía que volver a trabajar y quería acompañarla.

Don Mario me había dicho qué me tomara el tiempo que necesitara, pero no podría ser mucho más que un mes, y llegado el momento de volver a la empresa, pensaba en quién podría acompañar a Patricia durante mis horas de trabajo para que no se quedara sola.

El primer turno que conseguimos, fue al miércoles siguiente, en esa primera consulta, ambas profesionales  hablarían con ella.

Llegamos a esa clínica y nos anunciamos, minutos después, la puerta de un consultorio se abrió, y una de las doctoras, la llamó. Yo me levanté para entrar con ella, pero esa doctora me pidió que en esta oportunidad esperara afuera.

Aquella primera sesión duro casi una hora y media.

Patricia salió llorando, y me abrazó. La otra doctora, me entregó una tarjeta con su teléfono. La guarde en el bolsillo y volvimos para casa.

Patricia se fue a recostar a la cama, y al sacar la tarjeta, vi que era de Mónica López, la psiquiatra, y  que en el revés, decía: "Llamame a este número, cuando no estés con de ella".

Me recosté con Patricia un rato, seguía con su mirada perdida, la abracé, acaricie su pelo y se quedó dormida.

Un rato después, se despertó sobresaltada y llorando, la volví a abrazar hasta que se calmó.

-PABLO: ¿Qué te gustaría cenar amor mío?

-PATRICIA: La doctora me dijo que tengo que comer, hacé lo que vos quieras.

Le dije que tenía que hacer algunas compras y salí de casa.

Aproveché para llamar a la doctora.

-PABLO: Hola doctora, soy Pablo el esposo de Patricia.

-MONICA Hola Pablo, necesitaba hablar solo con vos, pero no quería hacerlo delante de ella, ¿vos estás trabajando?

-PABLO: Estos días no, no quiero dejar sola a Patricia.

-MONICA: Necesito que vengas a verme, pero no se lo comentes por ahora, inventá alguna excusa, no llevará más de media hora. Te espero mañana a las tres tarde en la clínica.

La llamada con la doctora, me dejó muy preocupado, podía ver el estado en que estaba Patricia, pero no sabía que necesitaba decirme o preguntarme, quizás me daría algunas pautas para acompañarla en este momento.

Volví a casa con las compras, Pato dormía y me puse a preparar la cena.

No quiso levantarse y le llevé la cena a la cama, logré que comiera algo, la mitad del plato de pastel de papas qué había hecho.

Junté y ordené todo y me fui a la cama con ella.

Me dormí pensando qué excusa le pondría al otro día, para ir a ver a la doctora.

A la mañana siguiente, mientras preparaba el desayuno, se me ocurrió decirle que tenía que pasar por la empresa a firmar unos papeles importantes, y que sería un poco más que una hora.

A las tres en punto estaba en la clínica, me anuncié y momentos después me atendió la doctora López.

-MONICA: Adelante Pablo, tomá asiento!

-PABLO: Gracias doctora!

-MONICA: Solo Mónica, nos vamos a comunicar muy a menudo y para mi es más cómodo tutearnos.

-PABLO: Si claro!

-MONICA: Necesitaba verte para saber algunas cosas de Patricia, el otro día apenas pudimos lograr que nos diga algo. ¿Tiene familia, padres, hermanos, primos?

-PABLO: No, es hija única y sus padres fallecieron hace algunos años, solo tiene una tía y dos primas que viven en Bahía Blanca, pero con las que no tiene casi trato, hace años que no se ven.

-MONICA: ¿Solo te tiene a vos?

-PABLO: Y tiene algunas amigas cercanas!

-MONICA: Pablo, tengo que decirte que la situación que ustedes están pasando, es de las peores que le puede pasar a una persona. Y en el caso de Patricia particularmente, por ser su segundo embarazo perdido. ¿Cómo es la relación entre ustedes?

-PABLO: Nos amamos, aunque venimos de una situación complicada de pareja y luego de la noticia del embarazo, volvimos a estar juntos.

-MONICA: Tengo que decirte que la situación de Patricia no es nada fácil, todavía no hemos empezado a trabajar con ella, pero por la experiencia en otros casos similares, te tengo que decir, que el proceso de recuperación puede ser muy largo, puede atravesar por distintos momentos, de depresión, de ira, de frustración, de odio, y un montón de reacciones que incluso no sean comunes en ella. También tengo que decirte, que tu relación con ella se puede resentir, puede pasar que no quiera hablarte, que no quiera tocarte, que no quiera que la toques, que se enoje con vos, pero tenés que entender, que eso puede pasar.

-PABLO: Lo que más me preocupa es que no pueda salir adelante y seguir con su vida.

-MONICA: Vamos a hacer todo lo posible para que pueda salir adelante, pero también vos estás sufriendo esta pérdida, no solo ella, a las mujeres les resulta más difícil, porque son las que tiene el hijo dentro, pero sabemos que también hay que tratar a los padres, ¿Vos estás haciendo terapia?

-PABLO: Si, no hace mucho pero sí!

-MONICA: ¿Quién es tu terapeuta?

-PABLO: Daniela Vazquez

-MONICA: Ah, la conozco! Es buena profesional! Será muy importante que no la dejes y que trates este tema con ella. También tengo que decirte, por lo que pudimos ver en el primer encuentro, que Patricia se siente culpable, por el bebé y por vos. No descarto que llegado el caso, sea necesario internarla por un tiempo para un tratamiento más exhaustivo y controlado.

-PABLO: Entiendo!

-MONICA: También tengo que prevenirte, no se aún si es el caso de Patricia, pero en algunas mujeres se presentan actitudes autodestructivas, puede no querer comer, no querer tomar la medicación, aferrarse al alcohol, y hasta incluso llegar a pensar en quitarse la vida. Tenés que estar atento a sus actitudes, nadie la conoce más que vos, y podrás detectar alguna actitud que no sea normal en ella, tratá de controlar que tome su medicación, que coma bien, que tome agua, que trate de hacer alguna actividad física, caminar por lo menos, y si es posible que se distraiga con alguna otra cosa.

-PABLO: Si, perfecto!

-MONICA: Por el momento creo que el hecho reciente, la tiene como anestesiada, pero con el correr de los días, ciertos sentimientos se pueden agravar y aparecer otros nuevos, incluso inusuales en ella, como por ejemplo, que en algún momento pueda romper cosas, tirar recuerdos, o cosas así.

-PABLO: Voy a estar atento estos días que estoy en casa.

-MONICA: Te voy a dar la receta de dos medicamentos para que ya los empiece a tomar, un antidepresivo y un relajante. Empezamos con esta dosis y vemos como funciona.

-PABLO: Patricia está medicada por su epilepsia, toma Valproato de sodio.

-MONICA: Es importante saberlo, después te voy a pedir el contacto de su neurólogo para coordinar la medicación y que no interfiera con su tratamiento. Por ahora esto es todo, ya tenés mi teléfono, cualquier cosa que pase me llamás, no importa la hora. Yo te voy a tener al tanto de lo que vayamos viendo en las sesiones.

-PABLO: Gracias Mónica! Muchas gracias!

-MONICA: Y por favor cuidate vos también y no dejes tu terapia! Vas a tener que ser el sostén de Patricia y para eso tenés que estar lo mejor parado posible.

Salí de la clínica llorando, no imaginaba que en su estado Patricia pudiera intentar lastimarse y eso me hizo pelota.

Traté de tranquilizarme antes de llegar a casa, trataba de no llorar delante de ella.

Compré la medicación qué me había indicado Mónica y llegué a casa, Patricia estaba dormida y preparé unos mates para tomar con ella cuando se despertara.

Un rato después se despertó y mientras tomábamos unos mates con unas tostadas, le tuve que decir, qué la doctora me había enviado un mensaje para que comprara una medicación qué tendría que empezar a tomar.

-PABLO: Son para que te sientas un poco mejor.

Y cambiando el tono de voz que traía en estos días me respondió

-PATRICIA: ¿Y quién te dijo que me quiero sentir mejor?

-PABLO: Es un momento difícil para los dos amor, tenemos que tratar de superarlo y seguir adelante!

-PATRICIA: Para vos será difícil, para mí es la peor mierda qué me toca tragar! No tenés ni idea de cómo me siento! ¿Cómo carajo hago para vivir con esto? ¿Cómo? Explicame vos!

Ya no pude decir más nada y abrazándola me largué a llorar.

Eso hizo que bajara el tono de voz y me dijera:

-PATRICIA: Perdón amor! No sé lo que digo! Vos no tenés la culpa! Toda la culpa es mía!

-PABLO: Claro que no! Vos no sos culpable! Nadie es culpable! Vaya a saber cuál fue la causa, pero vos no sos la culpable!

Se levantó al baño y me quedé en la cama pensando en las palabras de la doctora, en lo que puede estar sintiendo y en sus reacciones.

Los días por venir, no serían fáciles, me tenía que preparar para reacciones de este tipo o tal vez peores y tener paciencia, tragar mi dolor y estar lo más entero posible para ella.

En los días siguientes Patricia pasó por diferentes momentos, horas sin hablar con la mirada perdida, momentos de enojo y momentos en que podíamos hablar algo más tranquilos.

En la semana entrante, empezaban las sesiones, los lunes con Mónica, la psiquiatra y los jueves con Viviana la psicóloga.

Yo la acompañaba, pero a las sesiones entraba ella sola.

Sin excepción de todas salía llorando, enojada o hecha un trapo.

Para principios de agosto, luego de una sesión con la psiquiatra, al salir, me abrazo fuerte, no entendía que había pasado, pero Mónica, sin que lo viera Patricia, me hizo una seña para que la llamara por teléfono.

Llegamos a casa y ni bien entramos me volvió a abrazar fuerte, y llorando me dijo:

-PATRICIA: No me quiero ir! Me quiero quedar con vos!

-PABLO: ¿Dónde te vas a ir corazón?

-PATRICIA: Me va a internar! No me quiero internar! ¿Porque no me dejan sufrir en paz?

-PABLO: ¿Mónica te dijo qué te iba a internar?

-PATRICIA: Sí! Me quiero quedar en casa! Decile que no! Que no me quiero internar! ¿Para qué me quiere internar? ¿Para sacarme este dolor? ¿ Para hacerme mejor persona? ¿Por qué no me dejan en paz? Dejenme sola! ¿Qué mierda saben de mi dolor? ¿No se dan cuenta que soy una mierda? ¿Qué no sirvo para tener un hijo? ¿Qué no soy una buena esposa?

Lloraba y gesticulaba muy exaltada, estaba como desencajada.

-PATRICIA: ¿Por qué no se van todos a la mierda? ¿No se dan cuenta que ya no tiene sentido mi vida? Hice mierda todo lo que me rodea! Todo en mi vida estuvo mal! Hice todo mal! Todo es una mierda! Me quiero ir con mi mamá!!! Me quiero ir con mi mamá!! Necesito tu abrazo, llevame con vos mami! Decile que no me interne! Pablo no me quiero internar!

-PABLO: Mi cielo, la doctora es la que sabe qué es lo mejor para vos en este momento, sabés que yo te amo y quiero lo mejor para vos, para los dos, y si ella cree que en este momento es lo mejor, lo tenemos que hacer, para mí también va a ser muy difícil, porque no te voy a tener a mi lado en este momento.

Se tiró en la cama a llorar y un rato después se quedó dormida, aproveché en ese momento para llamar a Mónica, y efectivamente me dijo que la internaría, que la había visto muy desequilibrada y muy negada con la vida. Que a ella le había dicho por unos días, sin especificarle cuantos, pero sería de por lo menos un mes. No pude sino largarme a llorar solo en el lavadero.

Me dijo que le preparara un bolso con tres mudas de ropa cómoda, ropa interior y dos o tres calzados cómodos y que al día siguiente la llevara a la clínica, qué la estarían esperando. Lo que me atravesó el pecho, fue cuando me dijo que en un principio, durante quince días o quizás más, no tendría contacto con nadie, pero qué depende como responda al tratamiento, ese tiempo se podría extender.

También me aconsejó qué antes de entrar no le dijera que no nos íbamos a poder ver, pero que ella me tendría al tanto y que también podía llamar a la clínica y preguntar por su estado.

Tuve que hacer un gran esfuerzo para no flaquear delante de Patricia. Pero el no poder verla ni hablar con ella me iba a destrozar a mí también.

Al día siguiente desayunamos juntos y salimos para la clínica, Patricia no me soltaba, mientras manejaba me agarraba del brazo, al llegar a la clínica, me siguió abrazando todo el tiempo, no se quería despegar de mí y yo tampoco de ella, pero si eso era lo necesario para poder sobrellevar esta situación, había que hacerlo.

Cuando la recibieron dos chicas muy amables, no paraba de llorar y su mirada en la mía me mataba, me llenaba de angustia.

Nos dimos un último beso y un abrazo y le dije:

-PABLO: Quédate tranquila corazón, todo va a estar bien, yo voy a estar siempre, cuando me permitan verte voy a estar acá con vos.

-PATRICIA: Por favor, no me dejes! Te voy a extrañar mucho! No sé cómo voy a hacer sin vos a mi lado.

Ella recorrió ese corto pasillo, acompañada por una de las chicas y antes de atravesar esa puerta, se dio vuelta para mirarme, como solía hacer cuando nos despedíamos en algún viaje, hizo un corazón con los dedos, y yo llorando, le dije “te amo” en silencio, sin saber en ese momento, qué estaríamos cuarentainueve  días sin vernos.

Al día siguiente volví a trabajar, quedarme en casa solo en casa sería peor.

Recién cinco días después, me llamo Mónica para ponerme al tanto en todo lo referente al tratamiento, tenían distintas sesiones, con distintos profesionales, compartían espacios con otras dos mujeres en su misma situación. No me contó demasiado sobre cómo estaba Patricia, sus respuestas eran poco explicativas, solo me dijo, “quedate tranquilo que está bien” sin más detalles, estaba seguro que no me quería contar todo.

Me pidió algunas cosas más para Patricia, algunos productos de aseo y algo más de ropa, que le llevé al día siguiente.

La soledad de la casa me mataba, yo continúe con mi terapia con Daniela, tratando de superar, no solo la muerte de nuestro hijo, sino también la falta de Patricia a mi lado, justo en el momento más feliz, llegó el más amargo de mi vida.

La terapeuta me dijo que tendría que prepararme para lo que podría suceder de aquí en más. Fundamentalmente para poder sobrellevar su internación, pero también me dijo que quizás, después de este período, la relación con Patricia no fuera la misma, dependiendo de cómo ella pudiera procesar su dolor y el sentimiento de culpa. Pero lo que más me afectó, fue que Daniela me dijera que no tenía que descartar la posibilidad de que Patricia, afectada por la culpa, se distanciara de mí o incluso que ya no quisiera seguir la relación conmigo.

¿Cómo haría yo para poder enfrentar esa hipotética situación?

Los días eran interminables, Miguel fue un gran sostén, pero los fines de semana eran una tortura, interminables horas de soledad y tristeza.

La cerveza volvió a ser mi fiel compañera y los fines de semana me emborrachaba solo en casa para no pensar.

Sí bien siempre fui relativamente flaco, en esos días, había perdido casi cinco kilos y decidí dejarme la barba hasta volver a ver a Patricia, la verdad es que ni sé porqué.

Mónica me llamaba una o dos veces por semana, para contarme como iba Patricia en su tratamiento, Me contaba que la veía mejor y que siempre le preguntaba por mí.

Cada vez que hablamos le preguntaba cuándo podría verla y le pedía que le dijera cuánto la amaba, aunque no sé si eso llegada a oídos de Patricia.

En alguna de las primeras llamadas, me dijo qué trabajaban sobre el sentimiento de culpa qué atormentaba a Patricia, y qué por algunas actitudes y algunos comentarios, no descartaron la idea de qué se pudiera lastimar a sí misma, tanto físicamente, cómo en su psiquis.

Incluso en una de las llamadas me contó qué en una de las sesiones, le dijo que yo jamás la iba a perdonar por haber matado a mi hijo, y lloré, lloré desconsoladamente.

Por momentos creo qué me tendrían que haber internado a mí también, no podía con mi vida.

Un fin de semana, junté todas mis fuerzas y al salir el viernes del trabajo me fui para Rosario, a visitar a mi sobrina Sara, necesitaba tratar de poner la cabeza en otras cosas, y extrañaba a esa chiquilla que me había ganado el corazón, necesitaba un poco de su cariño y su frescura.

Me quedé hasta después de cenar el domingo, no me importaba llegar a casa de madrugada y a las pocas horas, tener que volver al trabajo. Esos días los pasé muy bien, mi cuñada no me permitió ir a un hotel, había lugar en la casa y podría estar todo el tiempo con ella.

Salimos a pasear el sábado y la llené de regalos que me agradecía con un “gracias tío” y un abrazo y un beso, que eran un mimo al alma.

En el viaje de regreso, no pude sino llorar pensando que podría haber vivido algo así con un hijo, pero se nos había truncado, dejándome un enorme vacío.

Cuándo por fin Mónica me dijo que al día siguiente la podría ver a Patricia por quince minutos, me quería morir, ¿solo quince minutos, después de cuarentainueve días? Pero no me importó, necesitaba verla, abrazarla, besarla, decirle cuánto la amaba y cuánto la necesitaba.

La hora pactada, eran las cinco de la tarde pero mi ansiedad por reencontrarme con ella, me hizo llegar quince minutos antes. Me recibió una de las chicas qué nos habían recibido el día del ingreso,  pero me dijo que allí los horarios, se respetaban a rajatabla, qué eran parte de las rutinas diarias.

Me aconsejó, en lo posible, no mostrarme triste ni angustiado aunque así lo estuviera, qué no sería favorable para ella, también que el encuentro duraría solo los quince minutos pactados, ni uno más.

Le había comprado un regalo y pregunté si podía dárselo, era una pulsera con su nombre, me dijo que sí y eso me alegró.

El encuentro sería en una especie de comedor con un montón de mesas que utilizaban para comer y para otras actividades.

Me hicieron pasar y sentarme a esperarla en una mesa, mientras esperaba, recordaba las películas en las que van a visitar a los reos a una cárcel y esperan a que el guardia lo traiga de su celda.

Minutos después apareció Patricia, corrió hasta donde yo estaba y nos dimos un abrazo y un beso. Los dos estábamos llorando.

Tenía el pelo mucho más corto de lo que nunca lo había tenido, estaba más delgada, pero su mirada era la que tanto extrañaba.

-PATRICIA: ¿Y está barba?

-PABLO: Es barba de cuarenta y nueve días, los días que estuvimos sin vernos.

-PATRICIA: Te queda muy linda! Pero vos con barba o sin barba igual sos lindo!

-PABLO: Vos estás más linda que la última vez que te vi!

-PATRICIA: Mentiroso!

-PABLO: No te miento! Te veo y me parecés la mujer más hermosa del mundo mundial!

-PATRICIA: ¿Vos cómo estás?

-PABLO: Bien amor, deseando que vuelvas a casa!

-PATRICIA: Yo deseando salir de acá! Parece el servicio militar! Nos tienen cagando todo el día!

-PABLO: ¿Contame cómo te sentís?

-PATRICIA: Con ganas de irme, te extraño mucho y extraño a los chicos!

-PABLO: Ya falta poco mi cielo! cada vez falta menos!

-PATRICIA: ¿Te portaste bien?

-PABLO: ¿Qué sería portarme bien?

-PATRICIA: Si te fuiste de joda por ahí, mientras yo estoy acá encerrada!

-PABLO: Claro que no corazón! Solo salgo de casa para ir a trabajar y para hacer las compras!

Qué le podía decir, ¿qué estaba hecho mierda y que mis días son un calvario?

-PATRICIA: Era broma tonto! Sé que no la estarás pasando bien, pienso mucho en eso. ¿Me podrás perdonar?

-PABLO: ¿Que tengo que perdonarte?

-PATRICIA: Lo de Clara, lo que pasó en Brasil, y todas las boludeces que hice, todas la mentiras, me arrepiento una y mil veces de todo aquello!

-PABLO: Eso está perdonado, ver tu arrepentimiento fue mi perdón!

-PATRICIA: Aunque sé que por nuestro hijo, no vas a perdonarme!

-PABLO: Por nuestro hijo no hay nada que perdonar,  tan solo no pudo seguir adelante, no fue ni decisión, ni responsabilidad tuya, yo no te culpo por lo que pasó y nunca en la vida, voy a permitir que nadie lo haga!

-PATRICIA: Te amo! Te extraño!

-PABLO: Yo también mi vida! ¿Y vos podrás perdonarme?

-PATRICIA: Ya te perdoné! hace tiempo que lo hice!

Los quince minutos, pasaron en un abrir y cerrar de ojos, quería decirle tantas cosas...

Pero me conformé con verla y escucharla, todo el tiempo estuvimos tomados de la mano, y cuando llegó la hora de irme, no la quería soltar.

Nos despedimos con un beso y un abrazo, cómo extrañaba sus besos.

Al salir, Mónica me dijo que la esperara un momento que necesitaba hablar conmigo.

Un momento después, me hizo pasar a su consultorio.

MONICA: Pasa Pablo, Tomá asiento!

-PABLO: Gracias!

-MONICA: Patricia está mucho más estable, ha respondido muy bien a los tratamientos, aunque aún sigue muy medicada. Este breve encuentro, era necesario para evaluar su reacción después de verte. Aunque ha mejorado, todavía seguirá internada un tiempo más, no solamente por ella, junto con Patricia, en su misma situación hay internadas dos mujeres más, Manuela y Ana Paula, y en los últimos tiempos Patricia ha sido muy importante en la relación con ellas. No solamente es útil para esas chicas, sino que también a ella le ha servido mucho. Aunque no sé si sea bueno para vos, pero ya ha dejado de preguntar todo el tiempo cuando podía verte.

-PABLO: Entiendo, pero ¿cuando crees que pueda volver a casa?

-MONICA: En este momento está muy medicada, a partir de la semana que viene o la otra, vamos a empezar a reducir las dosis, a ver si ella puede sostener por sí misma su estado anímico, no nos podemos arriesgar a una recaída, para eso vamos a necesitar ir evaluándola con menos medicación, pero en un principio, no menos de quince o veinte días, quizás un mes.

No sé cuál habrá sido mi cara, pero supongo qué la habrá notado, porque me preguntó:

-MONICA: ¿Vos cómo estás? ¿Seguís con la terapia?

-PABLO: La verdad, cómo puedo, me está resultando muy difícil estar solo, fue demasiado brusco, pasar de una felicidad enorme, a la mayor tristeza, la verdad me está costando mucho.

-MONICA: Ya lo sé, pero por lo poco que te conozco, creo que sos más fuerte que Patricia, aunque sé que no la estás pasando bien.

Nos despedimos y volví para casa, quizás Patricia se sienta mejor después de habernos visto, pero a mí me había dejado muy triste, sobre todo el saber que todavía tenía que seguir internada.

Recién dos semanas después Mónica me avisó que el viernes podía volver a visitar a Patricia, nuevamente quince minutos, la puta madre! Solo quince minutos con todo lo que yo la necesito!

Lo único que me reconfortaba, era pensar que luego de todo este tiempo, volveríamos a estar juntos Y tratar de seguir adelante con nuestra vida. Ya casi no recordaba, el tema de nuestras infidelidades, todo aquello había quedado tapado por el dolor y por su ausencia.

Los fines de semana, seguían siendo un martirio, no sabía qué hacer con tanto tiempo y con tan pocas ganas de nada.

Llegó por fin el viernes nuevamente a las cinco de la tarde, pregunté en la clínica si podía llevarle flores, me dijeron que sí y le compré un ramo de fresias, que sé que le encantan.

Entré a las cinco en punto y volví a esperarla unos minutos.

Se abrió la puerta y la vi entrar, esta vez no corrió hasta mí, vino caminando con su hermosa sonrisa, una remera, un jean y zapatillas, con el pelo recogido y la pulsera que le había regalado la visita anterior.

-PABLO: Hola mi amor! Que hermosa estas! Qué bien se te ve!

Nos abrazamos y nos besamos, quizás más tiempo que solo un saludo, pero lo necesitaba, después de besarnos, seguimos abrazados.

-PABLO: ¿Cómo estás mi cielo? Qué ganas tenía de verte! Si supieras cuánto te extraño!

-PATRICIA: Yo también mi amor, ya quiero volver a casa!

-PABLO: Falta poco mi vida! Falta poco!

-PATRICIA: ¿Vos cómo estás?

-PABLO: Ahí voy! Trabajando y en casa!

-PATRICIA: No saliste con los chicos a tomar alguna cerveza?

-PABLO: No mi vida, y Miguel paso algunos días por casa y nos tomamos unas cervezas y nos comimos unas pizzas, solo eso!

Y tomando mi cara con ambas manos, y mirándome a los ojos, me dijo:

-PATRICIA: No te olvides lo que yo te amo!

-PABLO: Cómo podría olvidarlo! Y lo que yo te amo y te extraño! Me cuesta mucho dormir solo!

-PATRICIA: A mí también! Extraño dormir abrazados! Me gustas con barba!

-PABLO: Hasta que no salgas de acá, no me la voy a afeitar!

Saqué de la bolsa el ramo de fresias y se lo di, con una hermosa sonrisa me las agradeció.

Durante los quince minutos, estuvimos tomados de las manos, nos mirábamos a los ojos todo el tiempo, me contó algunas cosas que hacían durante el día, se preparaban las comidas, lavaban y ordenaban la ropa y que hablaban mucho con Manuela y Ana Paula, qué se habían hecho amigas y que ya se habían puesto de acuerdo, para seguir viéndose las tres cuando salieran.

Una de las chicas entró y supe que los quince minutos ya habían pasado, qué rápido la puta madre!

Nos volvimos a abrazar y besar para despedirnos y al oído me dijo:

-PATRICIA: Tengo muchas ganas de volver a casa con vos, tengo ganas de vos!

-PABLO: Yo también mi cielo, yo también! Ya falta menos!

Nos vimos un último beso y la miré hasta que se fue, antes de cruzar la puerta, me volvió a hacer el gesto del corazón con los dedos y yo le tiré un beso y a saludé con la mano.

No lo pude evitar y volví a salir llorando.

Me estaba resultando muy difícil su ausencia.

El veintiuno de septiembre, me llamo Mónica para decirme que seguramente los primeros días de octubre, le daría el alta, pero que igualmente, continuaría con la terapia ambulatoria y los controles en la medicación

Me alegró mucho la noticia, tan solo serían unos diez o doce días más.

Y en ese momento, me puse a pensar qué podría hacer en nuestra casa para recibirla.

También se me dio por pensar, sí después de lo que pasó, ¿nuestra relación seguiría igual?, tenía cierto temor, de qué por lo que tuvo que atravesar, Patricia no fuera la misma, y que ese sufrimiento le dejara marcas imborrables, tal como la vez anterior y cómo me lo había hecho ver mi terapeuta.

También pensaba en sí yo sería el mismo, la sigo amando y la sigo necesitando, pero también sabía que ese dolor estaría siempre ahí, al igual que nuestros errores como pareja, en algún rincón de nuestro ser.

Decidí hacer algunos cambios en la casa, algunos que alguna vez habíamos pensado.

Compré un nuevo mueble con espejo para el baño, también una mampara para cerrar la bañera.

Pinté el estar y el comedor de color tostado claro y nuestro dormitorio de blanco con una de las paredes, la que está detrás de nuestra cama, de color bordó. También compré un montón de estrellitas fluorescentes autoadhesivas para el cielorraso, las que al apagarse la luz, simulaban un cielo estrellado.

Un par de lámparas nuevas para las mesitas de noche, una nueva pantalla de TV de cincuenta pulgadas para el estar y la de treinta y dos la instalé en la salita.

Quería que al llegar sintiera que todo aquello era para que se sienta más cómoda y que podamos arrancar nuevamente.

Hablé con Daniela esa semana sobre la visita a Patricia y me pidió que le contara los detalles y como la había visto, de cómo me había recibido, su forma de hablar y de mirarme.

Después de contarle todo con detalles, me volvió a decir que tendría que estar preparado para los cambios en las actitudes y los comportamientos de Patricia, en el caso que se produzcan, que luego de lo que le tocó vivir, muy probablemente, no sea la misma, incluso en la relación conmigo. Y que no me tenía que venir abajo, si en alguna circunstancia, Patricia se distanciaba de mí, aquello podría surgir en nuestra vida diaria, incluso en nuestra sexualidad.

El viernes seis de octubre de llamó Mónica, para comunicarme que el viernes siguiente  a las cuatro de la tarde, externarían a Patricia y una emoción enorme me invadió, aunque hasta ese día no podría verla.

La ansiedad me carcomía y los días parecían no pasar nunca, todas los cambios que se me habían ocurrido hacer en casa ya estaban listos.

El jueves dejé todo preparado en casa para el otro día, le avisé a don Mario que saldría del trabajo un rato antes e iría directamente a la clínica a buscarla, después de tanto tiempo, volvíamos a estar juntos, aunque sin tener muy en claro, cómo sería nuestra vida y nuestra relación a partir de ahora, es más, tampoco tenía en claro si tendríamos una relación, lo que nos había vuelto a unir ya no existía…

Continuará…