Los intrincados caminos de un amor (02)

Los intrincados caminos de un amor. Capítulo 2

Los intrincados caminos de un amor

Capítulo 2

Pablo

Fui al dormitorio a ver como se sentía Patricia, me pareció que dormía y no quise despertarla, ya lo haría cuando estuviera lista la comida.

Volví a la cocina, me abrí una lata de cerveza y entre tantos pensamientos, recordé cuando tras aquella entrevista de trabajo, la de aquella fatídica tarde en que mi vida cambió por completo, había quedado preseleccionado junto a tres postulantes más, de los cuales, luego de otra entrevista un poco más específica en cuestiones técnicas, quedamos solo dos, una chica de nombre Fernanda y yo.

Al mes siguiente, comenzamos a trabajar ambos en el mismo equipo de trabajo.

Al ser “los nuevos”, y como ya habíamos coincidido algunas veces, nos empezamos a relacionar, tratando de aprender lo necesario para las tareas que teníamos que llevar adelante. Compartíamos los conocimientos nuevos y sacábamos las mutuas dudas que se nos iban presentando.

Poco más de cuatro meses después, ya trabajando a buen ritmo dentro del equipo, nuestra confianza iba creciendo, nos íbamos conociendo y llevando cada vez mejor, nos complementábamos muy bien y nuestra parte del trabajo iba cada vez mejor.

Se aproximaba la fiesta de fin de año de la empresa y hablábamos decidiendo si ir o no, dado que al ser los últimos en entrar no teníamos demasiado trato con los demás compañeros.

Fernanda era algo retraída, pero muy inteligente, este era su primer trabajo, pero era muy capaz y le ponía mucho empeño.

Un metro setenta calculo yo, unos centímetros menos que mi metro setenta y ocho, pelo castaño claro casi rubio, ojos color café, anteojos de marco negro, delgada, pero con cuerpo armonioso, aunque no era muy proclive a mostrarlo, siempre vestía correctamente sin insinuar nada, ni escotes, ni ropa ajustada, ni polleras cortas, siempre muy formal digamos.

Con el contacto diario, seguimos entrando en confianza y me daba cuenta, que el trato conmigo se iba soltando, no así con los demás compañeros del equipo, y menos que menos con los demás.

Supe por ella que varios hombres, ya le habían soltado los perros invitándola a salir o a tomar un café, pero ella no había aceptado ninguna proposición.

Me contó que estaba sola, que vivía en un departamento céntrico desde que se había recibido.

Los comentarios de compañeros más antiguos, daban cuenta de las fiestas que montaba la empresa para fin de año, siempre en algún hotel importante o salón de fiestas, todo el mundo elegante como si de un casamiento se tratase, comida y bebida de primera, todo pagado por la empresa, lógicamente.

Después de tantos meses de estar solo, ir conociendo cada vez más a Fernanda, me hacía sentir muy bien, la confianza que habíamos logrado, la cercanía, e ir sabiendo muchas cosas de su vida, me hacían verla de otra manera, para que negarlo, me estaba pareciendo que quizás me gustaría intentar algo con ella, aunque aún no había podido superar completamente, la forma en que había terminado la relación con Marianela.

-FERNANDA: Pablo, no sé qué hacer con el tema de la fiesta, no me cuadra mucho el tema, y encima no tengo nada para ponerme, no voy a ir con la que vengo a trabajar todos los días.

-PABLO: No seas boluda, no me vas a dejar solo!

-FERNANDA: Para colmo, tampoco soy muy noctámbula, tengo menos noche….!

-PABLO: Vamos un rato, por lo menos hasta después de la cena, como para hacer acto de presencia y no quedar como que los nuevos somos unos cortados.

-FERNANDA: Bueno, todavía falta una semana, dejame ver si consigo algo para ponerme!

La fiesta era el primer viernes de diciembre, hacía calor y cuando salimos del trabajo, nos despedimos con los compañeros hasta las nueve de la noche, hora en la que nos habían citado en ese hotel céntrico.

-FERNANDA: ¿Vas de traje?

-PABLO: Si, gris oscuro, camisa blanca y corbata bordó, no tengo mucho para elegir! ¿Qué te vas a poner al final?

-FERNADA: Ya vas a ver! Pero me voy a sentir súper rara, nunca me puse algo así, pero mi amiga me prestó algo de ropa y me hinchó tanto, que al final le dije que me lo iba a poner!

-PABLO: Fer, ¿querés que te pase a buscar y llegamos juntos?

-FERNADA: Me daba vergüenza, pero te lo iba a pedir, llegando sola me moriría de vergüenza!

-PABLO: ¿Paso por tu casa a eso de las nueve menos cuarto te parece bien?

-FERNANDA: Dale! A esa hora te espero lista!

Nos despedimos y me fui para casa, me dormí una siesta y tipo ocho me di un baño, me afeité y me cambié, estaba tan desacostumbrado de usar corbata, que no lograba que el nudo quedara bien, soy un desastre! Lo acomodé lo mejor posible y salí para lo de Fernanda.

Llegué nueve menos veinte, desde el auto parado en la puerta de su casa, le mandé un mensaje avisándole que ya estaba abajo. De allí al hotel teníamos un viaje de menos de diez minutos, así que estábamos bien de tiempo.

Casi nueve menos diez, salía del palier del edificio y me quedé gratamente sorprendido, era otra mujer, el pelo recogido con una cola por detrás, sin los anteojos, con un vestido negro diez o quince centímetros por sobre las rodillas, pegado al cuerpo, denotando sus curvas, no pronunciadas pero si bien proporcionadas, de mangas cortas, con un escote en V y unos zapatos también negros de taco alto.

Antes de llegar al auto, me miraba y dio un giro completo cual modelo de pasarela, para que vea el look por completo, el vestido era con escote también en la espalda, y al parecer, iba sin corpiño. Un collar que adornaba su escote y una pequeña cartera negra con una cadena dorada.

-FERNANDA: ¿Qué tal?

-PABLO: Estás diosa nena! Donde tenías guardado todo eso!

-FERNANDA: Ay callate boludo! Me hacés poner colorada!

-PABLO: En serio Fer! Estás hermosa!

-FERNANDA: Gracias Pablín! Vos también estás muy guapo!

-PABLO: Pero tuve problemas con el nudo de la corbata, ¿me quedó re mal, no?

-FERNANDA: Permitime!

Y girándonos para quedar frente a frente, me acomodó el nudo de la corbata, verla hermosa como estaba, y tenerla a pocos centímetros de mi, sentir su perfume y la mirada fugaz hacia su escote, me aceleraron el corazón, ¿me está pasando algo con ella?

-PABLO: Tengo que decirte que, si con ropa de trabajo, te soltaron los perros, esta noche vas a necesitar guarda espalda si querés espantar a los moscardones que te van a rondar!

-FERNADA: No seas exagerado Pablín! Hay montón de chicas más lindas en la empresa!

-PABLO: Ya vas a ver! Vas a llamar la atención de todo el sector masculino!

Llegamos minutos antes de las nueve, le dije de fumar un cigarrillo antes de entrar, por las dudas no se pueda fumar adentro.

En la puerta nos saludamos con los compañeros que iban llegando y Fernanda no paró de recibir halagos. Me sentía bien con la cercanía que teníamos y pensé que según como se presente la noche, podría avanzar un poco más con ella, me imaginaba, un baile, alguna cercanía algo más íntima, quizás un beso, jaja, llené de películas en mi cabeza.

El salón del hotel era tremendo, mesas redondas como para ocho o diez personas, decorado excelentemente, centros de mesa con flores, mozos por doquier ofreciendo bebidas y canapés, todo de primera. Nos encontramos con el resto de los compañeros de nuestro equipo y nos pusimos de acuerdo para sentarnos juntos en la misma mesa.

Fernanda no se separaba de mí y eso me hacía sentir muy bien, tomamos los dos unos aperitivos, y seguimos charlando, comentando la elegancia de todo el mundo, sobre todo de las mujeres, que aprovechaban la fiesta para mostrarse como no podían hacerlo en la empresa. Por supuesto, Fernanda fue blanco de un montón de miradas, algunas hasta descaradas diría yo, aunque como decía ella, había muchos bombones en la empresa, ella destacaba, quizás por el contraste en su vestuario, respecto del que utiliza a diario y por dejar a la vista su figura, oculta para todos, incluso para mí, hasta ese momento.

Llegó la hora de la cena y nos ubicamos en nuestra mesa. Durante la cena tomamos vino, veía que Fernanda, estaba un poco alegre y se empezaba a reír de cualquier cosa, le pregunté si estaba bien y me dijo que no acostumbraba tomar tanto. Yo no iba a tomar mucho porque tenía que volver manejando.

Me gustaba verla sonreír, después de la comida y antes de los postres, pusieron música para bailar, Fernanda me agarró de la mano y se podría decir que me arrastró hasta la parte del costado del salón donde mucha gente se puso a bailar bajo un impresionante juego de luces.

Estuvimos bailando un rato y riéndonos mucho, antes de volver a la mesa, pasamos por la barra para pedir algo de tomar. Yo me pedí un ron con cola y Fernanda un jugo, no quería seguir con el alcohol para no terminar mal y hacer algún papelón.

Volvimos a la mesa y un momento después, me pidió que la acompañara al baño, le dije que sí, yo también necesitaba ir.

En aquel pasillo al final del salón estaban los sanitarios, a mitad de pasillo el de mujeres y al fondo el de hombres. Entré en el de hombres, como los tres mingitorios estaban ocupados, entré en uno de los cubículos con puertas, mientras hacía lo mío, escuché a dos muchachos hablando:

“La viste boludo, no la tenía así de buena a la nueva, nunca muestra nada!, sin los anteojos y con ese vestidito está para matarla, acordate lo que te digo, esta noche de acá se va conmigo, y le voy a sacar ese vestidito con los dientes!”

La puta madre, este cancherito le habían echado el ojo a Fernanda. Esperé que salieran del baño y yo salí detrás de ellos, la esperé en el pasillo y volvimos a la mesa. Trajeron los postres y después volvió la música para bailar, le pregunté a Fernanda:

-PABLO: Fer, ¿querés tomar algo? Voy a la barra a buscar un trago

-FERNADA: Ay bueno Pablín! Traeme un agua saborizada o un jugo de naranja!

Me fui para la barra esperé que me sirvieran las bebidas y al girar, veo al cancherito que había hablado de ella en el baño, sentado en la mesa junto a Fernanda. Me dio cierta punzada en el estómago, ¿celos quizás? aquel tipo ya estaba intentando algo con ella.

Hice un poco de tiempo entre la gente, como para ver qué pasaba. Un momento después el tipo se levantó y se fue. Tenía que hacer algo, era indudable que me estaba pasando algo con ella y quizás sería el momento de decirle algo, no sé quizás mostrarle en algo mi interés por ella.

Llegué a la mesa, le di su bebida y se me ocurrió preguntarle.

-PABLO: ¿Y Fer, viste algún buen partido?

Y con una hermosa sonrisa, su respuesta me sorprendió.

-FERNANDA: Si Pablín, el tres a cero a Racing!

-PABLO: Jodeme que sos de River! Nunca hablamos de futbol, creí que no te gustaba!

-FERNANDA: Si Pablín, me gusta! Y soy gallina hasta la médula!

-PABLO: Fer, yo también soy de River, jaja! Qué partido! Pero yo te decía de algún candidato

-FERNANDA: No Pablín, no estoy acá por eso, y menos que menos alguien de la empresa!

Un revés a mis probables intenciones, pero quizás tendría que jugar alguna otra ficha, tirarle alguna flor, decirle algo que en algún punto pudiera revertir ese pensamiento.

Charlamos un rato más, y en un momento la miré a los ojos y hablándole seriamente, le dije:

-PABLO: Fer, la verdad es que en este tiempo que llevo de conocerte, me parecés una mina bárbara y permitime decirte que hoy la verdad, estás realmente hermosa!

-FERNANDA: Gracias Pablín, vos también me pareces un buen tipo y me tratás muy bien! Estoy segura de que vamos a ser muy buenos amigos!

Aquellas palabras, me plantaron un muro delante, ¿solo amigos? ¿Así es como Fernanda me veía? Seguramente no era su tipo, y la verdad es que a mí el chamuyo nunca se me dio muy bien, no soy de esos tipos que te llenan de palabras el oído para convencerte y terminar una noche en la cama, lo mío va por otro carril, por conocerte, por acercarme con buena onda, con buenas intenciones, con atenciones, no sé, no sirvo para ser galán de una noche, más bien soy de tiro largo.

Volvimos a bailar otro rato, tuve que ir al baño nuevamente y cuando salí, ahí estaba el cancherito otra vez sentado en nuestra mesa, hablando con Fernanda, los dos se reían y gesticulaban.

Llegué y me senté, no me dieron mucha bola y no me quise meter en la conversación. Un rato después se fue y volvimos a charlar con Fernanda, que no me comentó nada de ese tipo, creí que me diría que era un pesado y que no sabía cómo sacárselo de encima.

No me sentía bien con esa situación, aunque no éramos nada, había venido y estado toda la noche conmigo, y por momentos me sentí desplazado, ¿celoso?

Nuevamente volvimos a bailar otro rato, eran casi las dos de la mañana y necesitaba ir al baño nuevamente, ya me imaginaba que al volver, estaría el tipo otra vez hablando con Fernanda.

Al volver no la vi en la mesa, estaba bailando con el cancherito y eso ya me cayó muy mal, ya estaba viendo que se iba a salir con la suya y Fernanda se iría con él.

Me quedé en la mesa, hasta que un rato después, dicho y hecho, mis presentimientos se hicieron realidad, Fernanda vino a buscar su cartera y me dijo:

-FERNANDA: ¿Pablito, vos te quedás otro rato?

-PABLO: No sé, ¿vos?

-FERNANDA: Ignacio me dijo de ir a una fiesta en casa de unas amigas, así que me voy con él y después me lleva para casa. Gracias por la compañía!

-PABLO: No hay por qué! Pasala bien!

Me dio un beso y se fue con el cancherito. La puta madre, que pelotudo me sentí, por no decirle que me gustaba, por no mostrar mi interés en ella, por no tirarme de una a decirle de irnos para mi casa o la suya.

Ya no quise estar más allí, me tomé otro trago y me fui para casa, solo, por lo boludo que me sentía.

El lunes siguiente Fernanda estuvo más distante y yo también, no sabía si preguntarle cómo le había ido el viernes, aunque su distancia me decía que seguramente, algo había pasado esa noche con el tipejo aquel.

A partir de ese día, ya no almorzábamos juntos, ni salíamos juntos de la empresa, una semana después, me dijo que se cambiaba de equipo de trabajo, que la habían pedido, casualmente del equipo del tal Ignacio. Y ahí me tuve que guardar en el bolsillo, todo lo que me estaba pasando.

El tiempo pasó y casi cuatro meses después, yo estaba sentado en una mesa tomando un café en un bar cerca de la empresa, cuando ella entró y al verme se acercó con una media sonrisa en su cara:

-FERNANDA: Hola Pablo, ¿me puedo sentar?

-PABLO: Si, claro! ¿Cómo estás?

-FERNANDA: Bien, pero necesitaba hablar con vos

-PABLO: Si decime!

-FERNANDA: No nos hemos visto en este tiempo y necesitaba decírtelo, creo que no me porté bien con vos.

-PABLO: ¿Por qué lo decís?

-FERNANDA: El día de la fiesta de la empresa me fui con Ignacio y te dejé colgado, en ese momento no me di cuenta, pero después me sentí mal, me sentí una desagradecida, siempre fuiste muy bueno conmigo y no te tendría que haber hecho eso.

-PABLO: Todo bien Fernanda, no pasa nada.

-FERNANDA: Incluso me siento una estúpida ahora, Ignacio me engatusó, me hizo el entre y yo caí como una boluda, me pensé que le gustaba pero lo único que quería era acostarse conmigo y llevarme a trabajar con él, porque su equipo estaba muy despelotado y atrasado en las etapas de proyecto, ahora resulta que sale con otra mina y yo me la paso laburando por él.

-PABLO: Cuanto lo siento Fernanda, la verdad es que me da pena por vos, una lástima que no hayas podido darte cuenta que clase de tipo era él en ese momento.

Le hice seña al mozo para que me trajera la cuenta.

-FERNANDA: Y ahora me siento peor!

-PABLO: Es una lástima, en aquel momento, cuando me dijiste que no querías nada con nadie, y menos con alguien de la empresa, no te quise decir que creía que me estaba enamorando de vos, hubiera sido una boludez, ¿no? Pero luego entendí! Que se le va a hacer!

El mozo trajo la cuenta, Fernanda me miraba, creo que sin poder digerir lo que acababa de decirle, pagué y le dije:

-PABLO: Bueno Fernanda, me tengo que ir!

-FERNANDA: Esperá Pablín! No te vayas! Perdón! Fui una desconsiderada, pensando en todo ahora me doy cuenta, que tarada! ahora entiendo por qué me dijiste todas esas cosas aquella noche, pero te juro que nunca tuve intención de hacerte sentir así, y esto que me decís, me deja descolocada.

-PABLO: No pasa nada Fernanda! Eso ya pasó, ya me pude dar cuenta de varias cosas!

-FERNANDA: Perdón Pablo! ¿Podremos seguir siendo amigos aunque sea?

-PABLO: Si, claro! Aunque no te puedo asegurar de que sea como antes, pero sí! De hecho ya no trabajamos juntos y estoy evaluando cambiar de trabajo.

Y dándole un beso me fui del bar, caminando tranquilo para casa, si algo le pasaba conmigo, quizás me buscaría, aunque no sé si me iba a encontrar, creo que no la conocía, creo que no es como yo creía que era, me di cuenta que quizás la vi con los ojos con los que quería verla…

Pero eso, eso también es parte del pasado…


Patricia

Era miércoles por la tarde, estaba sentada en el sillón de casa, un poco cansada, cuando sonó en mi teléfono una llamada de número desconocido, al atender, me saludó María Marta muy amablemente y me dijo que al día siguiente, me podría recibir el secretario de salud del sindicato a las veinte horas. Le dije que no había problema, que allí estaría.

Cerca de las seis, llegó Pablo, tomamos unos mates, nos contamos las novedades de nuestras jornadas y le conté de la reunión del día siguiente. Me dijo que me podría llevar hasta el sindicato, pero que luego tenía una cena con el dueño de su empresa y unos nuevos clientes, que si mi reunión se demoraba más de una hora no podría traerme de vuelta a casa. Le dije que no se hiciera problema, que me volvía en un taxi.

Pablo me comentó que el viernes de la semana siguiente, se hacía una fiesta de la cámara de empresarios que agrupa las empresas de manufactura de productos de mar, y que por supuesto, quería que lo acompañara. Eran fiestas de etiqueta, ya estaba pensando que ponerme, las mujeres siempre se tiran el placard encima, a ver cuál de todas es la más elegante o con las mejores ropas. Yo me aburría un poco en esas fiestas, más que nada por no conocer a nadie, pero a Pablo siempre le gustó que compartiéramos esos momentos y yo siempre lo acompañé.

Al día siguiente, llegué del trabajo y luego de una pequeña siesta, esperé a Pablo con la merienda. Me fui a cambiar para ir al sindicato, nada del otro mundo, un jean, una camisa azul y unos zapatos azules de taco bajo. Pablo me dijo que me podía esperar hasta nueve menos cuarto, si demoraba más que eso, me tendría que volver en taxi. Quedamos así, a las ocho en punto entré al sindicato y Pablo se quedó esperando en el auto.

Me acompañaron al primer piso y me dijeron que en los asientos del pasillo lo podría esperar.

Carlos, el secretario, estaba reunido con alguien y tuve que aguardar que esa reunión terminara.

Ya eran ocho y media y todavía no me había atendido. Le mandé un mensaje a Pablo y le dije que no esperara más, todavía no me habían atendido y que me volvía en un taxi. Me dijo que tuviera cuidado y que lo mantuviera al tanto.

En el sindicato ya no quedaba casi nadie, a esa hora todos se iban retirando, y yo todavía seguía esperando, ya me estaba contrariando un poco.

María Marta me saludó antes de irse y ya no podía ver a nadie más dando vueltas por allí.

Mientras esperaba, pensaba en la fiesta de la semana siguiente, ¿Qué me pondría? Y pensando aquello, recordé la primera fiesta a la que fui con Pablo, fue en un hotel y yo estaba bastante nerviosa, no acostumbraba a salir de noche y menos que menos a una fiesta de gala, Pablo llevaba un traje negro con camisa blanca y corbata roja, estaba muy lindo, aquel traje le daba a su casi metro ochenta, tal elegancia, que no pasó desapercibido para varias mujeres que le echaron el ojo, sin importarles que yo fuera tomada de su brazo.

Esa noche, llevaba un vestido un poco por debajo de las rodillas, algo escotado para mi gusto, no tengo las tetas muy grandes, más bien normales diría yo, pero el conjunto que me había puesto, las insinuaba más de lo que me hubiera gustado, el vestido se ajustaba al cuerpo, y se notaban mis curvas, nada exagerado, nada provocativo, tampoco tengo muchas curvas que mostrar, mi metro sesenta y siete, mis caderas no muy anchas, y mi culo, en la media, ni grande ni chico, al decir de Pablo, tengo un cuerpo hermoso. Nunca fue mi estilo mostrarlo, más bien todo lo contrario, siempre visto normal y casi nunca con tacos, pero esa noche, completaban mi atuendo unos zapatos de taco alto negros y una pequeña cartera negra con detalles en plateado. Los accesorios, también plateados, unos aros y un colgante haciendo juego.

Pablo estaba fascinado con mi look de esa noche, antes de salir de casa, me miró con tanto amor mientras me decía lo diosa que estaba y la suerte que tenía de que una mujer tan hermosa como yo, se hubiera enamorado de él. Cómo no enamorarme de ese hombre, si desde que nos conocemos, ha sido todo para mí, su amor, su preocupación, sus atenciones, siempre tan pendiente de lo que me pasa o me pueda pasar, siempre apoyándome y dándome fuerzas para seguir adelante, siempre bancándome en todas, siempre!

Y no solo eso, nuestra vida sexual es plena, si con Mariano había aprendido tantas cosas, con Pablo aprobé todas las materias y con las mejores notas, puedo decir que él me hace ver las estrellas, y no lo digo por su tamaño, aunque es bastante más dotado que Mariano, sino por la dedicación que pone en cada encuentro para hacerme gozar, me da tanto placer que a veces tengo miedo de no corresponderle, que lo que yo le ofrezco no sea todo cuanto él espera o necesita de mí.

Aquella noche, nos quedamos hasta que comenzó el momento del baile, cómo no salía seguido de noche, nunca habíamos ido a bailar a una discoteca y Pablo quería que, al menos por un rato, disfrutara de bailar. Cerca de la una de la mañana, volvimos a casa, yo estaba bien, y quería hacer el amor, Pabló me preguntó si estaba segura, si no era muy tarde para hacerlo y yo le dije que estando en casa y con él, si me daba una crisis, estaría en mi cama y nada malo me podría ocurrir. Tuvimos una noche muy pasional, de mucho contacto, muchos orgasmos y de mucho amor.

La primera vez que hicimos el amor con Pablo, fue casi cuatro meses después de conocerlo. En esa oportunidad, yo iba caminando por la calle mirando vidrieras, y de repente me desperté en la guardia de un hospital, a unos metros, un hombre sentado en una silla observándome con cara de preocupación, y yo por supuesto sin entender nada y sin saber como había ocurrido esta vez.

En ese noviembre de dos mil catorce, ese hombre me había visto caer, se acercó, me sostuvo la cabeza durante la convulsión, llamó a una ambulancia, me acompañó al hospital, se quedó todo el tiempo conmigo y al salir horas después, me acompaño hasta casa en un taxi. Me preguntó si vivía sola, si no tenía quien me hiciera compañía, y que se podía quedar hasta que estuviera recuperada. Solo le pedí que me acompañara hasta mi piso, pues solo iba a acostarme a dormir, estaba molida.

Me senté en el sillón, mientras él sacaba un papel de su mochila y escribía algo apoyado en la mesa del comedor. Le agradecí infinitamente, nos despedimos y se fue. Estuve un rato sentada en el sillón y me dormité, cuando me levanté para irme a la cama, miré  aquel papel, estaba su nombre, que por estar tan voleada ni se lo había preguntado, Pablo, y su número de teléfono.

Al día siguiente, ya recuperada de la convulsión, lo llamé para agradecerle, me preguntó cómo me sentía, y para mi sorpresa, me dijo que la mejor manera de agradecerle, era aceptándole un café. Quedamos para ese viernes a las cuatro de la tarde. En ese café, me encontré con un hombre maravilloso, con una ternura en su mirada, que me atraía, con una forma pausada de hablar que me tranquilizó a los cinco minutos de llegar, con una sonrisa que me daba confianza.

A los tres meses de ese café, después de varios encuentros, me confesó que se enamoró de mí en el momento que me vio, antes de la caída, y yo…, yo me enamoré de él, después del tercer café.

Ahí comenzó el dos mil quince y lo que es para mí, desde ese tiempo, el mejor momento de mi vida.

El ruido de la puerta al abrirse me sacó de mis pensamientos, dos personas salieron de la oficina y se saludaban despidiéndose, no podía ver al tal Carlos, solo escuchar su voz grave.

Les indicó que cerraran bien la puerta al salir, que seguramente, ya no quedaba nadie.

Aguardé sentada a que me viera o me llamara, un momento después, salió de la oficina

-CARLOS: ¿Señorita Patricia Miralles?

-PATRICIA: Si señor!

Me puse de pie y me acerqué, estirando su mano nos saludamos. Alto, unos centímetros más que Pablo, de piel morena, pelo corto con algunas canas, con un traje azul oscuro y una camisa blanca sin corbata, espalda ancha, cuerpo como de deportista, esbelto y elegante, calculé que no llegaba a los cincuenta años, una media sonrisa mostró una perfecta y blanca dentadura y su mirada de ojos café… profunda, penetrante, mi mano era pequeña en comparación con la suya y en esos pocos segundo que duró el saludo, me sentí algo intimidada, quizás por su tamaño, por su voz o tal vez por su mirada, no pude sostener la mía en sus ojos.

-CARLOS: Carlos Morales Brito, un gusto conocerla!

-PATRICIA: El gusto es mío!

-CARLOS: Pase usted, por favor! Tome asiento!

-PATRICIA: Muchas gracias!

-CARLOS: Antes que nada, dos cosas, primero disculparme por hacerle esperar, fue una reunión imprevista, esta gente se vuelve ahora para Tres Arroyos y no pude evitar la reunión. Y lo segundo, es que si usted no tiene problema, me gustaría que nos pudiéramos tutear!

-PATRICIA: Si claro, ningún problema!

En tan solo dos frases, me hizo tranquilizar y hasta olvidarme de lo molesta que me había puesto la espera.

-CARLOS: Patricia, leí la nota que presentaste y en la comisión, decidimos preparar un petitorio para tenerlo listo y presentarlo en las próximas reuniones paritarias, estos temas, se tratan en paritarias, y para esto necesitaría ponerme un poco más al tanto.

-PATRICIA: Perfecto!

-CARLOS: Tenía pensado empezar a redactar un escrito más detallado, sobre tu situación y darle el formato correspondiente, para ser refrendado por la comisión y tenerlo listo. La reunión anterior nos ha quitado tiempo y supongo que ya deberás volver a tu casa para la hora de la cena, ¿qué te parece si planteamos otra reunión?

-PATRICIA: En realidad, mi esposo está en una cena de su empresa, si usted no tiene problemas, podemos comenzar ahora con el escrito y así poder terminarlo.

-CARLOS: No tengo quien me espere en casa, si querés empezamos, si no lo terminamos hoy, seguimos otro día. Y por favor tutéame.

-PATRICIA: Bueno, dale!

-CARLOS: Perdón Patricia por mi ignorancia, pero no conozco ninguna persona con epilepsia, no es mi especialidad y no tengo muy en claro muchas cosas que viven las personas que la sufren. Necesitaría que me cuentes un poco, al menos lo que la epilepsia significa en tu vida. Mi conocimiento sobre la enfermedad no es muy profundo y menos que menos actualizado, pero viendo tu caso, veo que la enfermedad no te ha limitado, de hecho tenés dos títulos y enseñás en una escuela pública, eso muestra que podés tener una vida normal.

-PATRICIA: En realidad, las personas que convivimos con la epilepsia, ya sabrás que no somos todas iguales, a todos no afecta de diferentes formas, en la mayoría de los casos, depende del efecto que tengan los tratamientos que nos indican los médicos. En mi caso, la mayoría del tiempo, están controladas por la medicación, pero hubo épocas en que los medicamentos dejan de tener efecto y los debo reemplazar por otros, y en ese proceso, que puede durar semanas o meses, es cuando tengo ciertas posibilidades de tener crisis. También pueden aparecer si no descanso las horas suficientes, o con luces intermitentes, como las de las discotecas, o por tomar alcohol.

-CARLOS: Entiendo, ¿te parece que vayamos escribiendo todo esto?

-PATRICIA: Si claro!

Sobre el escritorio, tenía su laptop y en ella comenzó a escribir y me iba leyendo lo escrito para que yo diera mi opinión o hiciera acotaciones.

Eran casi las diez de la noche, cuando de repente todo quedó a oscuras, se había cortado la energía eléctrica.

Carlos se asomó por la ventana, comprobando que el corte era en una amplia zona.

-CARLOS: Patricia, te propongo algo, yo vivo a unas cuadras de acá y por lo que vi por la ventana, en mi casa, no se ha cortado, ¿Qué te parece si terminamos el escrito en mi casa?

Para no hacerte venir otra vez, después no tengo problemas en llevarte a la tuya, pero entiendo si no querés, no hay problema, lo terminamos en algún otro momento!

-PATRICIA: No, no hay problema, así podemos terminarlo.

Salimos del sindicato con toda la cuadra a oscuras, cerró la puerta y caminamos hasta su auto, un BMW blanco. Hicimos unas cuadras a oscuras, hasta que al cruzar una avenida, todo estaba iluminado normalmente. Durante el trayecto me dijo:

-CARLOS: Espero no lo tomes como un atrevimiento, pero como te trastoqué la hora de la cena, si te parece, pedimos algo para cenar, en la esquina de casa hay una casa de comidas a la que siempre le pido, hacen una ensalada de pollo asado y verduras buenísima, ¿Qué decís? Y mientras comemos terminamos el escrito.

-PATRICIA: No quiero ponerte en molestias!

-CARLOS: No es molestia, hoy no tuve tiempo de almorzar y estoy muerto de hambre.

De camino desde su teléfono en modo manos libres, llamó a esa casa de comida y pidió la cena para los dos.

Llegamos a su casa, un edificio céntrico, subimos hasta el piso quince, entramos y me dijo:

-CARLOS: Sentate Patricia por favor, tengo que pasar al baño.

Me senté en el amplio sillón, el departamento era enorme, muy delicadamente amueblado y decorado, estaba muy ordenado y limpio, no parecía la casa de un hombre solo.

Volvió al estar y tomando la computadora de su maletín, se ubicó en la mesa mirando hacia donde yo estaba.

-CARLOS: Mientras llega la comida, podemos seguir escribiendo, ¿Qué te parece?

-PATRICIA: Bárbaro, dale!

Seguimos con aquel escrito por unos momentos, cuando sonó el timbre, atendió y me dijo que bajaba a buscar la comida.

Me dio curiosidad por la vista desde la ventana de aquel ambiente y me tomé el atrevimiento de correr las cortinas y ver la fantástica vista de la ciudad iluminada y de fondo el mar.

En eso estaba cuando volvió con el pedido, al verlo, le dije:

-PATRICIA: Perdón por el atrevimiento, pero tenía curiosidad por la vista desde acá arriba.

-CARLOS: Tiene su encanto la vista nocturna, pero también durante el día, sobre todo ver amanecer, algunas noches cuando vuelvo de madrugada, abro las cortinas y me siento a esperar que amanezca, es la mejor vista.

-PATRICIA: Me imagino, debe ser hermoso verlo desde acá.

-CARLOS: Si alguna vez querés ver el amanecer desde acá, solo me lo tenes que decir, es una vista maravillosa!

No respondí a aquella frase, dejé pasar ese comentario, ver el amanecer desde esa ventana, implicaba estar de madrugada en su casa y eso no iba a pasar, hasta me pareció un comentario algo fuera de lugar.

Preparó todo perfectamente en la mesa, y muy caballerosamente, me sirvió la cena y me llenó la copa de agua, él tomaría cerveza, me ofreció pero le dije que no podía por la medicación.

La cena estuvo bien y la charla muy distendida, hablar con Carlos era muy entretenido, no se acababan los temas y su forma pausada y de un vocabulario que está mucho más allá de lo que cualquiera puede suponer de un sindicalista.

Luego de cenar, terminamos el escrito y cerca de las once de la noche, le dije que ya me iba para casa.

-CARLOS: Vamos que te llevo!

-PATRICIA: No te molestes Carlos, me tomo un taxi!

-CARLOS: No me quedo tranquilo si te vas en taxi, no es molestia y después de todo, por mi culpa fue que se demoró todo.

-PATRICIA: Bueno, está bien!

Bajamos, subimos a su auto y le indiqué la dirección de casa, me comentó que hacía muchos años, había vivido a dos cuadras de mi casa y que conocía muy bien el barrio.

-CARLOS: Patricia, ¿tienen delegado sindical en tu jardín?

-PATRICIA: No, aunque varias de las chicas estamos afiliadas, nunca elegimos delegada!

-CARLOS: En un par de meses, son las elecciones de delegados, ¿Por qué no te postulás?

-PATRICIA: En verdad, nunca lo había pensado!

-CARLOS: Pensalo!, te puede ser útil en lo referente a tu reclamo. Y ahora se me ocurre que si fueras delegada, podrías formar parte de la comisión y pelear los reclamos desde un mejor lugar, ¿qué decís?

-PATRICIA: La verdad lo tendría que pensar y lo tendría que hablar con mi marido, a ver qué le parece.

-CARLOS: ¿Le tenés que pedir permiso?

Aquella pregunta me sorprendió y con algo de molestia y en voz enérgica le contesté:

-PATRICIA: Claro que no! No nos pedimos permiso! Solo es que hablamos todo lo que nos pasa, lo que queremos y siempre nos escuchamos nuestras opiniones.

-CARLOS: Perdón Patricia, no quise ser hiriente, te pido disculpas! Quizás sea mi concepción un poco machista de las cosas, te vuelvo a pedir perdón!

-PATRICIA: No pasa nada, pero con mi marido lo hablamos todo, y él siempre me ha apoyado en mis elecciones y decisiones, tanto como yo a él.

-CARLOS: Tenés razón! Te vuelvo a pedir perdón, quizás al no tener pareja, me falten esas vivencias compartidas.

Llegamos a casa casi a las once y media, supuse que Pablo aún no habría llegado. Nos saludamos y antes de bajar, me dijo que pensara la propuesta, que lo hablara con mi marido y que hablaríamos la semana que viene.

Entré en casa, me preparé un té y me senté a esperar que llegara Pablo mirando uno de los capítulos de las series que sigo. Casi a las doce y media, llegó Pablo, por su cara, me podía dar cuanta que había tomado un par de copas, no estaba borracho, pero sí, un tanto alegre. Decidí no comentarle la propuesta hasta el otro día, quería que estuviera con los cinco sentidos, quería saber su opinión, aunque la idea me había entusiasmado.

A la mañana siguiente, mientras desayunábamos, me contó de la cena, que el cliente había quedado conforme y comenzaban a trabajar con él.

-PABLO: Contame como te fue anoche!

-PATRICIA: Bien, lo tuve que esperar casi hasta las nueve, no paraba de disculparse. Estuvimos hablando de la epilepsia en general y después de mi caso, cuando estábamos haciendo el escrito, se cortó la luz!

-PABLO: ¿Y qué pasó? ¿Se cortó la reunión?

-PATRICIA: No, en realidad, como me había hecho esperar, me dijo si no tenía problema de terminar el escrito en su casa.

-PABLO: ¿En su casa?

-PATRICIA: Vive cerca del sindicato y no me pareció mal, es un tipo muy educado y respetuoso y no tuve problema en ir a su casa para poder terminar la nota.

-PABLO: ¿Y hasta que hora estuviste ahí? No me dijiste nada!

-PATRICIA: Tenés razón! Perdoname, quería terminar para no tener que volver otro día!

-PABLO: ¿Volviste en taxi?

-PATRICIA: No me dejó venir en taxi, me trajo él. Pero por favor no pienses nada raro, es muy educado y en ningún momento insinuó o dijo nada fuera de lugar!

-PABLO: No lo decía por eso, era porque no volvieras tan tarde y sola.

-PATRICIA: Y te quería contar algo más, cuando volvíamos me preguntó si en el jardín teníamos delegado gremial, y como le dije que no, me dijo que me podría presentar como candidata y si salía elegida,  podría darle fuerza al reclamo desde la comisión de salud del sindicato, ¿a vos que te parece?

-PABLO: No me parece una mala idea, pero pensá si vas a tener tiempo para dedicarle a las asambleas, reuniones y todo eso, ¿a vos te entusiasma la idea?

-PATRICIA: En realidad, un poco me entusiasma, como yo debe de haber más docentes o auxiliares, no creo ser la única con epilepsia en la provincia, y puede que se pueda lograr conseguir algúnresultado con el reclamo.

-PABLO: Si decidís hacerlo amor, sabés que tenés mi apoyo! Solo te pido que lo pienses según lo que te demande ese trabajo.

-PATRICIA: Ya lo sé mi vida, y te lo agradezco siempre! Trataré de ponerme un poco al tanto y ver si puedo hacerlo.

La semana siguiente, una tarde al salir del jardín, pasé por el sindicato, hablé con María Marta y me puso al tanto de todo lo que tenía que hacer para presentar mi candidatura a delegada en las próximas elecciones, llené todos los papeles, firmé las notas necesarias y me fui para el centro a ver que me podía comprar para la fiesta del viernes. Pablo me apoyaba con el tema sindical y yo no le iba a hacer un desplante con la fiesta.

Busqué algo lindo, algo que a Pablo le gustara, no salimos mucho y en estas ocasiones me gusta ponerme linda para él. Encontré un vestido no muy escotado, algo corto para mi gusto, pero a Pablo seguro le iba a gustar. Lo quería sorprender con mi vestuario esa noche.

Llegó el viernes, día de la fiesta, primero fue mi turno de bañarme y mientras Pablo se bañaba, me fui preparando para él, un conjunto de ropa interior blanco bien sexy por si se nos daba al volver a casa, el vestido nuevo que no había querido mostrárselo para sorprenderlo, los zapatos de taco alto, los accesorios y mientras él se cambiaba, yo me pintaba en el baño chico, para que ya me viera lista. Cuando me preguntó si ya estaba lista, le dije que me esperara en el estar, que quería sorprenderlo.

Él se pondría el traje azul oscuro que le queda tan bonito, con una camisa blanca y una corbata en tonos de azul y turquesa y los zapatos negros, le queda realmente hermoso! Es realmente hermoso! Me encanta verlo tan elegantemente vestido, el traje le queda pintado y lo hace un hombre muy atractivo.

Me encantó la cara que puso al verme, era todo cuanto quería! Volverlo loco…! Sí! Nada me gusta más que volver loco al hombre que amo! Me derrito cuando me mira con esa cara de amor que no miente, su mirada siempre me lo dice todo, es tan expresiva su mirada, que lo hace transparente, al menos para mí, su mirada me basta para saber lo que piensa y lo que siente, y lo que siente por mí, es lo que me tiene tan atada a él, es lo que me hace sentir que es el hombre de mi vida, con el que quiero vivir lo que me quede por vivir, sí! Es el amor de mi vida…

Continuará…