Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus

Fantasía del romance entre las deidades que generan esta idea. Cómo se encontraron, y cómo inicia la unión entre polos opuestos

Alguna vez se han preguntado ¿por qué dicen que las mujeres son de Venus, y los hombres de Marte? Esta es una historia de mi propia inspiración, tratando de explicarlo.

Hace mucho tiempo, en el Monte Olimpo, los dioses habitaban entre placeres y alegría. Cada uno realizaba su trabajo, ¡y a la perfección! resolviendo la vida de los hombres. Es en este paradisíaco lugar, donde Venus, la más bella diosa jamás conocida, vivía su desgracia.

Siempre oculta, en su estanque con pétalos de rosa, inspiraba a los humanos para enamorarse. Unía a las parejas de las maneras más insospechadas, miraba cómo las personas se conocían, se amaban, se brindaban placer, y todo gracias a ella.

Pero en su vida no había amor, ella vivía siempre sola, sin haber sentido jamás aquello que tanto brindaba. Un momento se sumergía en el estanque, otro momento caminaba por sus laderas.

Del lado opuesto del Olimpo, Marte, con su imponente gallardía y gran fortaleza, dirigía las guerras del mundo. Siempre luchando, siempre peleando, no tenía tiempo de pensar en otra cosa.

Se recreaba viendo morir a las personas por golpes de espadas, y siempre intervenía en las batallas más encarnecidas. Ni un solo enemigo podía contra él, no tenía un solo rasguño en todo su magnífico cuerpo. Por algo era un dios.

Fue un misterioso día, entre las batallas, cuando Marte se perdió, entre la polvareda del campo de batalla. ¿Cómo se puede perder un dios? Pregúntenselo a Zeus. Marte siguió caminando, el polvo se desvanecía, y a su paso dejaba ver un espeso follaje.

Abriéndose paso entre la hierba, comenzó a percibir el aroma de las flores, el canto de las aves, cosas para él desconocidas. Paso a paso, descubría más flores, el follaje se abría, y llegó a una pequeña laguna, con agua cristalina, con cisnes nadando en sus aguas, y pétalos de rosa flotando con ellos.

Pero lo que más lo sorprendió, fue encontrar, al centro de la laguna, el más delicado ser que jamás haya visto. Una hermosa joven, parada al centro del estanque, dándole la espalda. Su cuerpo estaba sumergido hasta la cintura, y fuera del agua logró ver una espalda blanca, fina, y seguramente suave. Unos hombros estrechos, de los que colgaban dos tirantes, que sostenían el delgado vestido de la mujer. Sus rubios cabellos, recogidos por una tira de perlas, caían ligeramente sobre su cuello.

Realmente quedó pasmado, y quiso acercarse sigilosamente; mas, por error, pisó una pequeña rama, que crujió bajo su peso. La joven volteó sorprendida, dejando ver unos enormes ojos verdes, enmarcados por largas y enchinadas pestañas, una nariz delgada y pequeña, y unos labios carnosos que invitaban al amor.

Ella a su vez lo miró, alto, fuerte, con unas piernas largas y musculosas. Caderas afiladas, torso ancho, cubierto por una pesada armadura; unos brazos que podrían levantarla en vilo si así lo quisieran. La piel morena del hombre la impresionó, sus facciones duras, viriles, con ojos profundos y expresivos; cabello quebrado, negro, largo hasta los hombros. Por un momento pensó en Adonis, pero no, al chico le faltaba mucho para verse tan varonil.

Se miraron en silencio, sin moverse, recorriendo cada uno el cuerpo del otro. Venus por fin volteó completamente, descubriendo unos pechos perfectos, medianos, firmes… y vírgenes. Cubiertos apenas por el delgado vestido, que dejaba traslucir todos los detalles. Avanzó a la orilla, lentamente, haciendo que Marte sintiera nervios, ¡que extraño! nunca los había sentido.

Ella emergió completamente del agua, la parte inferior de su vestido se había adherido a su cuerpo, él notó una cintura muy pequeña; unas caderas redondas, deliciosas; unas piernas bien torneadas y unos minúsculos pies, de piel blanca, con dedos perfectos, únicos.

  • ¡Vaya que eres casi una diosa!- Atinó a exclamar el aturdido guerrero. Ella sonrió, y bajo la mirada sonrojándose.

  • Lo soy.- Aclaró finalmente, mirándolo a los ojos. – Soy Venus

  • ¡Mira! Oía hablar de ti, pero eres mejor de lo que creí.- Contestó él, correspondiendo la sonrisa. Se sorprendió, sonriendo por primera vez. ¿Será posible que una mujer logre eso? Esta mujer sí.

Venus lo tomó de la mano, lo condujo a una terraza griega, y le sirvió vino.

  • Ahora eres mi invitado.- Afirmó, estirándole la copa de plata. Él la tomó y bebió, sin dejar de mirarla. Realmente esa sonrisa la hacía brillar aún más. ¿Podría escapar del hechizo?

-¿Quieres bañarte?- Cuestionó ella, después de un momento. Marte se petrificó con la pregunta. Dejó la copa sobre la mesa de mármol y la miró aturdido.- Te ves cansado.- Continuó ella.- Puedes bañarte si quieres.- Invitó, señalando el estanque.

Por alguna razón, sin saber cual, pero feliz de aceptar, él asintió y comenzó a quitarse la pesada armadura, mientras ella miraba. Cuando se quitó el peto, Venus observó esos bellos pectorales, y ese abdomen tan marcado, tan varonil. No pudo evitar que sus pezones se endurecieran, mientras bajo el vestido, su sexo se humedecía. Bajó la mirada apenada.

Él terminó de desnudarse, y comenzó a introducirse en el estanque. Primero las piernas, hasta las rodillas, el agua comenzó a cubrir esos torneados muslos, hasta mojar las nalgas redondas y duras del hombre. Quedó, de la cintura para abajo, bajo el agua.

Venus levantó la mirada, y observó cómo él se mojaba los brazos, el pecho, hasta que en un golpe, se sumergió completamente para inmediatamente salir de nuevo, escurriendo esa agua perfumada que recorría todo su cuerpo. Venus estaba excitadísima, no le quitaba los ojos de encima, sus pezones se dibujaban a la perfección en su vestido, y su rostro estaba enrojecido. Suavemente se mordía los labios, deseándolo cada vez más. Marte se percató de esa reacción, al verla así, sentada en su silla, respirando agitada, con el vestido transparente moviéndose al compás de su pecho. Se excitó también, y su pene comenzó a responder bajo el agua.

  • Venus, ven aquí.- Pidió él, en un tono de amable ordenanza. Ella lo miró sorprendida, sintiéndose descubierta.

  • Venus, ven, te lo suplico.- Pidió nuevamente, estirando la mano para invitarla a entrar.

Ella se levantó, misteriosa, tímida, a fin de cuentas nunca nadie la había tocado. Lentamente se acercó a él, introdujo sus pies en el agua, que fue abrazando suavemente sus piernas, sus caderas, bajo el agua el vestido se movía libremente. Tomó la mano de aquel apuesto hombre, y él la atrajo a sí.

La tomó de los hombros, la miró un momento, y ansiosamente besó sus labios, ella gimió, lo que lo encendió más, con su lengua le abrió los labios y buscó la de ella, que temblaba frágilmente entre los brazos de Marte. Ella comenzó a tocarlo; acarició sus brazos, siguió por su espalda, pasó a su pecho y recorrió su vientre. Realmente era perfecto, con músculos firmes, marcados. Le gustaba que la tomara así, con cierta rudeza, era un soldado a fin de cuentas.

Él la acarició, primero los brazos, los codos, la cintura, tan pequeña que sentía romperla, puso sus ásperas manos en las caderas de Venus, la abrazó, con una mano le rodeaba la cintura, mientras que con la otra acariciaba sus redondas nalgas. Se pegó a ella todo lo que pudo, dejándola sentir en su vientre el erecto pene que deseaba poseerla, lo frotaba contra ella. Subió la mano hasta sus pechos y comenzó a masajearlos, pellizcando levemente sus excitados pezones.

-¡Oh Marte!- Exclamó ella, soltándolo de su prolongado beso. Sus ojos se entrecerraban, embriagados por el placer. Ella le besó el pecho, jugó un poco con sus vellos, pasó su lengua por las tetillas de su hombre, él se estremecía con la caricia. En un brusco movimiento, él tiro de su vestido, rasgándolo, dejándola completamente desnuda frente a él. La miró… ¡Preciosa! Pensó. Sus rozados pezones estaban totalmente erectos, y bajo el agua alcanzaba a ver un fino vello que cubría ese inmaculado recinto, que sería solo para él.

Su pene estaba tan erecto que el glande asomaba un poco fuera del agua, ancho, duro. Venus se acercó un poco y puso su mano en el pecho de él. La deslizó lentamente hacia abajo, tocó el glande con la punta de sus dedos, y se fugó hasta tomar las pesadas bolas entre sus manos. Él jugueteaba con sus pechos, los acariciaba, y los lamía de cuando en cuando. Venus se inclinó hacia él, se puso de rodillas, el agua le llegaba a la barbilla, y suavemente, muy despacio, lamió el exquisito glande que ya comenzaba a lubricar, probó sus jugos, lamía como si de un manjar se tratara. Él gemía con las sensaciones. La diosa le estaba proporcionando su primer oral, ¡y lo hacia bien además!

Él sabía que si quería más, tendría que ir a un lugar menos profundo. La tomó de un brazo para levantarla, la cargó entre sus brazos, sacándola completamente del agua, ella le sonrió; se besaron mientras él caminaba a la orilla del estanque. Se detuvo donde había pasto seco, tibio a la luz del sol, y la recostó en él. Ella quedó boca arriba, mientras él lamía cada uno de sus pechos con adoración. Lentamente recorrió su estómago con la lengua, rodeó su ombligo, y siguió más abajo. Sentía cómo ella le acariciaba el cabello, y escuchaba su respiración entrecortada.

Besó las ingles de esa bella mujer, le levantó las piernas, y las abrió. Con la lengua recorría lentamente los muslos de la joven, que temblaban de vez en vez, sintiéndose estimulados. Bajó hasta su sexo, y con la lengua separó los labios que cubrían la entrada de su vagina. Recorrió toda su vulva, haciéndola estremecer. Ella gemía deliciosamente. Se concentró en su clítoris y notó que estaba muy hinchado, lo estimuló con la lengua, mientras con el índice de una mano acariciaba la entrada de su vagina, sintiendo lo empapada que estaba, con un flujo resbaladizo que lo incitaba a buscar más.

Bajó su boca, al momento que ella le obsequiaba un orgasmo, y bebió sus fluidos, introduciendo su lengua para alargar los espasmos. Ella quedó tendida en el pasto, temblando cada vez menos, el orgasmo había pasado. Entonces él tomó una posición dominante. Se arrodilló sobre ella, por arriba de sus hombros, y con su enorme pene acarició su rostro. Ella lo tomó con desesperación, lamió el glande, lo metió en su boca. Y con las manos frotaba el resto del tronco. Marte estaba tan excitado, que se inclinó hacia delante y llevó el ritmo él mismo, metiendo y sacando todo su tronco de la boca de ella. Venus disfrutaba completamente ese dominio, y mientras con una mano estrujaba las jugosas bolas de su hombre, con la otra se masturbaba volviendo a excitarse, mojándose más. En un potente bombeo, él se corrió en la boca de la diosa, quien se tragó toda esa espesa y caliente leche que se le había dado a beber. El se deslizó hasta alcanzar a besarla en la boca, limpiando los restos de semen que quedaban en sus labios.

Marte se tendió a su lado, Venus le acariciaba el rostro, el cuello, y le sonreía. Entonces, ella se levantó, se puso a gatas, mostrándole la exquisita vista de su trasero, y metiendo un dedo en su vagina, lo invitaba a continuar. Él se puso a mil de inmediato, su pene se endureció hasta el límite, dejando saltar las venas que lo rodean. Se incorporó, y comenzó a lamer el ano de esa mujer, que, en conjunto con su vagina, era virgen. Se chupó el dedo mayor de su mano, y lentamente lo metió por ese apretado orificio, ella saltaba de placer, emitiendo gemidos y de cuando en cuando un leve grito. Empezó el movimiento de vaivén, ella estaba penetrada, por un lado, por el dedo de él, y por el otro, por su propia mano.

  • ¡Oh! ¡Cielos! ¡Tómame ya Amor! ¡Tómame!- Gritó ella, sin poder contener el nuevo orgasmo que se le presentaba, los fluidos escurrieron por sus piernas, mojando el pasto.

Marte aprovechó esa lubricación, y con el dedo la arrastró hasta el ano de Venus. Se enderezó hasta poder alcanzarla, y de un solo golpe metió la mitad de su miembro en el apretado recinto. Ella gritó de dolor y placer al mismo tiempo. Más lentamente la volvió a sacar y meter, hasta que estuvo totalmente dentro de ella. Con movimientos pausados se movió, de adentro hacia fuera, y de regreso. En determinado momento le daba nalgadas, haciendo que ella temblara de excitación, él comenzó a sudar por el calor que generaba, y después de un momento, se vino en su interior, estremeciéndose.

Ella estaba ya muy caliente, lo que a él le produjo más deseo, sin perder totalmente la erección la volteó dejándola boca arriba, lamió y mordió frenéticamente sus pechos, y cuando su pene estuvo de nuevo firme, la ensartó de un golpe, haciéndola gritar, se detuvo un momento, y cuando hubo pasado el dolor, la poseyó con todas las ganas que cabían en su ser. En un instante él bajó la mirada y vio su pene empapado de fluidos y sangre, señal de que era el primero en estar con ella. La idea lo excitó aún más, y la embistió con fuerza, casi con brutalidad. Ella gemía y sudaba, enajenada. Al cabo de unos minutos ambos se corrieron, por las paredes vaginales de Venus se fugó un poco de esperma. Marte quedó rendido, recostado sobre ella.

Sus cuerpos empapados en sudor brillaban a la luz del sol de la tarde. Se tendieron juntos en el suelo, abrazados, se compartieron frases de amor, y al cabo de un rato, se dejaron vencer por el sueño, perdidos en un paraíso de deidades, habiendo conocido aquello que llena la vida de los hombres… y hay quien dice… hay rumores… que de cuando en cuando, en periodos de paz, Marte visita a su amada en busca de Amor y Pasión.