Los hermanos sean unidos... final.

Desenfrenado y lujurioso desenlace de esta historia de incesto entre hermano y hermana.

FINAL DE ESTA INTENSA HISTORIA ENTRE MIGUEL Y MARIA:

Miguel pasó toda la tarde de aquel día "comiéndose la cabeza", meditando sobre si debía enfrentar a su hermana y decirle todo lo "puta" que era, y el desprecio que sentía, y de qué forma hacerlo: si era mejor hacerlo en cuanto volviera, o sorprenderla otro día in fraganti, si ser comprensivo al respecto, o irse y no volver a verla nunca más...

Al final, pudo más su cobardía, no se atrevió a enfrentarla. Volvió carisbajo y no dijo una palabra al respecto. Le siguió el juego cuando ella hablaba sobre su día en la oficina, respondiendo escuetamente y casi sin mirarla a los ojos. Pero una sensación de furia y desprecio se hacían cada vez más fuertes en su interior y moralmente se sentía por encima de ella. Entre otros muchos pensamientos, le repugnaba el hecho de dormir en la misma cama dónde su hermana tenía sexo con esos tipos. Entonces un día, al volver del trabajo y luego de bañarse, Miguel salió de la ducha y no se tomó el trabajo de cubrirse, así, con el pene semi erecto se paseó por los escasos espacios de la habitación. María, a quién ya se le había pegado la tonada porteña, no demoró en apercibir a su hermano:

-Qué hacés pelotudo?

-Qué hago con qué?

-Qué hacés así paseándote en pelotas, no ves que estoy yo también?

-Te jode?

-Sí, me jode.

-Pasa que hoy en un rato libre que tuvimos, nos pusimos a jugar al fútbol con todos los compañeros, y me dieron un pelotazo justo en los huevos, y todavía me duele.

-Uh, estás bien?

-Creo que sí, pero preferiría no ponerme el calzóncillo por esta noche, podrá ser?

-Bueno, en este caso, lo entiendo. No te hagas problema.

A todo esto, tampoco María, que nunca había puesto atención en su hermano, pudo dejar de notar el inmenso contraste entre el delgado y fibroso cuerpo de Miguel, con el grosor de su miembro viril, incluso sin estar completamente erecto.

Esa fue la primera vez, pero Miguel comenzó a abusar del derecho que sentía poseer, al ser su hermana una "puta", y frecuentemente salía del baño desnudo, pretendiendo al comienzo haber olvidado la toalla o con alguna otra excusa si su hermana le preguntaba, para luego ya hacer de ello una práctica cotidiana. También al dormir, se abrazaba de María, pero ya no como antes, si no buscando sus senos y ubicándose en la cama de manera tal que su miembro quedara a la altura de la cola de María.

Otro día, cuando ella entró a bañarse, el ingreso al pequeño baño momentos antes de que ella acabara, y simuló tener que hacer algo. Antes de salir de la ducha, María le pidió que le alcanzara la toalla, a lo que él contestó que no podía. Esa fue la primera vez desde el incidente en que volvió a ver sus senos, con la diferencia de que ésta vez los tenía a centímetros suyo. Estaban mojados, eran dos perfectos senos de mujer, firmes y lo suficientemente grandes como para llamarle la atención a cualquiera. Fue de este modo que Miguel dejó atrás cualquier vestigio de verguenza, y comenzo a aprovechar cualquier oportunidad que se presentaba para mostrarse, o para verla a ella. Finalmente, y dadas las circunstancias, también María dejó de preocuparse por usar corpiño frente a su hermano y ya en pleno verano, decidió que no era necesario taparse los senos en su presencia.

Así, la confianza de Miguel escalaba de manera estrepitosa y al ver que su hermana terminaba siempre por aceptar sus condiciones, fue aumentando cada vez más su osadía. Lo próximo sucedió durante un domingo, al despertarse comenzó a masturbarse ahí mismo en la cama. Su hermana aún dormía al lado suyo. El colchón era viejo, se sacudía y hacía ruido. Prontamente ella también se despertó, "buen día" dijo con los ojos cerrados, sin recibir respuesta. Cuando finalmente los abrió, quedó anonadada ante lo que vió.

-Miguel, que estás haciendo!?

-Dejame, no puedo más...

-Sos un asco, andate ya mismo al baño!

-Si no querés verme, andate vos. Porque no te quedaste dormida la puta madre!

María contempló la escena durante algunos segundos más, con estupor, y con sorpresa: el miembro de su hermano era notoriamente más grande que el de casi todos sus clientes. Tras esto, se bajó de la cama y se fue al baño. La excitación de Miguel por lo que acababa de hacer era tremenda, a estas alturas lo carcomía el morbo, pero ya no le importaba eso. Se levantó y fue hasta el baño también. Cuando su hermana lo vió, reaccionó de inmediato.

-Qué hacés?

-No me dijiste que fuera al baño?

-Sos estúpido o qué? Salí de acá enseguida!

-Me quiero lavar la cara.

-Bueno entonces me voy yo.

Fue el disparador para que ahora que había alimentado su morbo al cien por cien, y había perdido todo el respeto por María, Miguel le echara en cara lo que sabía.

-Me vas a decir que te molesta ver una pija?

-Sí, me molesta ver la tuya, encima tan cerca.

-Ah, pero la de los viejos esos que traes acá no te molestan no?

-Que???

-Decime, ya entregaste el culito?

María se puso pálida, no esperaba esto.

-Se lo que hacés. Sos una puta, lo sé, te ví.

Ahora era ella la que se había quedado sin habla.

-Te vi chuparsela a un viejo de mierda, y que después lo dejaras cogerte.

Ella se apoyó sobre la pared, realmente pálida, parecía que le iba a dar algo.

-"Papi papi, cogeme papi..." Sos una negra sucia. Así que ahora no te hagás la santurrona conmigo, si está bien que esos tipos te manoseen toda, y te la metan, yo tengo derecho a mirarte todo lo que quiera.

Ella yacía completamente indefensa, en su psiquis, en su moral. Por primera vez se había quedado sin palabras. No podía reaccionar, y Miguel se aprovechó totalmente de la situación. La tomó de la cintura y rápidamente colocó sus dos manos en sus senos, como venía imaginando desde hacía tiempo ya. Eran livianos, suaves, perfectos. Tal como los imaginaba. Luego de unos minutos de hacer esto, mientras frotaba su pene contra la cola de su hermana, comenzó a masturbarse frenéticamente, con sus ojos cerrados esta vez, y la mano que le quedaba libre sujetando uno de los senos de María.

Pero ella, lentamente había empezado a juntar fuerza en su interior y si no toleraba el abuso de nadie, tampoco lo haría de parte de su hermano menor. Se dió la vuelta y le dijo:

-Sabés una cosa? Sí, soy una puta, pero gracias a mí comemos y nos vestimos, porque tu trabajo es una mierda.

E inmediatamente tras decir esto, le asestó tremendo golpe con la palma en el medio de sus partes, lo que hizo a Miguel soltarla y caer al suelo de inmediato, en un fuerte gemido. María entonces se repuso, y fue a preparar su desayuno. Miguel quedó en el baño, sobre el suelo en posición fetal, tociendo.

Varios minutos más tarde María salió, sin dirigir ni una sola palabra a su hermano y cerró la puerta de un portazo. Pasó todo el domingo afuera, pensando, como lo hiciera Miguel cuando descubrió aquello, ahora era ella la que se cuestionaba todo: Que decirle al volver? Perdonarlo? Pedirle perdón por haberle pegado? Seguir viviendo como hasta ahora, o separarse y que cada uno se las arreglara como pudiera. Al final, se decidió por lo último, era momento de cambiar aquella situación. Pero cuando volvió a la pensión, se encontró con una escena, que le hizo bajar todas sus defensas. Ahí estaba Miguel, en la cama, pero en posición fetal como había quedado antes. Entendió en ese momento que jamás podría abandonarlo, y un remordimiento atroz se apoderó de ella por lo que había hecho.

-Miguel.

No obtuvo respuesta.

-Miguel...

Era en vano, él no hablaba.

-Perdoname...

Miguel seguía mudo. Ahora María estaba a punto de llorar.

-Perdoname por favor.

Se dió vuelta hasta el otro lado de la cama, para verle la cara, mas él cerró sus ojos. Por su expresión, ella notó que había estado llorando.

-Te duele todavía?

Al ver que no iba a conseguir nada hablando, María rápidamente decidió acercarse de otra forma.

-Tenés razón, soy una puta. Pero no tenía alternativa, con tu sueldo no alcanzaba, y no pude conseguir nada. Ahora podemos comer bien, y vestirnos, y en algún tiempo, vamos a poder alquilar un departamento. Vos pensás que a mí me gusta lo que hago? Ponete un poco en mi lugar.

Miguel seguía sin hablar. Entonces ella siguió, ahora con un tono más enfatico, casi enojado.

-Vos te das cuenta de que la ropa que usas y la comida que comés, la pago yo no?

Miguel abrió sus ojos, ahora era él quién comenzaba a sentir culpa.

-Para mí hubiera sido más fácil decirte "bueno, ahora que los dos tenemos trabajo, que cada uno haga la suya", pero no lo hice, seguí con vos. Vos querés eso, querés que cada uno haga la suya? Porque si querés eso, decime ya, y se termina la historia.

Frente al ultimatum, Miguel reaccionó con un tímido:

-No...

Era poco, pero fue suficiente para que María se quedara tranquila.

-Comiste algo hoy?

-No.

-Bueno, quedate ahí que ahora preparo algo.

Ella preparó una cena, pero Miguel no quiso comer, seguía ahí acostado, en posición fetal, respondiendo "sí" o "no" a todas sus preguntas. Ya era tarde y al otro día tenían que trabajar. Pero tras lo acontecido, ella decidió que podían tomarse un franco.

-Mañana llamalo a tu jefe y decile que te sentís mal, que no podés ir. Yo me tomo el día también, y nos calmamos un poco los dos, eh?

-Bueno.

Luego de cenar, bañarse y hacer alguna otra cosa, María se dispuso para dormir. Miguel estaba en el centro de la cama, así que tuvo que pedirle que se corriera. El, sin decir una palabra ni abandonar su postura, se corrió hacia la derecha, dónde siempre dormía ella. Ella se recostó, mirando al techo y pensando en qué podía hacer para alivianar las tensiones entre ambos.

Entonces giró hacia su hermano y lo abrazo, apoyando sus senos contra su espalda.

-Te gustan mis tetas no?

-Sí...

-Perdoname que te pegué, estás bien?

-No sé.

-A ver, dejá que me fije. Separá las piernas un poquito.

Muy suavemente, ella acarició con la llema de los dedos, dónde antes había golpeado fuerte con la palma. La reacción de Miguel no se hizo esperar, pero no fueron palabras, ni movimientos, sino una pronta erección que le dejó saber a María que sí estaba bien.

-Hermanito, como estás...

El rió, sin poder evitar ser oido.

-Vos te hacés el dolorido para que yo te atienda me parece...

Rió nuevamente, ya sin querer pasar desapercibido.

-Te voy a decir una cosa, pero no quiero que te agrandes como un porteño, está?

-Bueno.

-Pero no te vas a agrandar?

-No.

-Prometemelo.

-Te lo prometo.

-Sabés que la tenés más grande que todos los tipos que he conocido?

El volvió a reir.

-Sos un animal Miguel, las vas a volver locas a las porteñas vas a ver...

Se callaron. Hubo un silencio, y luego, habló él:

-Mari, no puedo más...

-Yo se...

Entonces ella dejó de acariciar sus testículos, y tomo su hinchado pene por la base.

-Yo te voy a ayudar. Date vuelta, acostate.

Miguel se tendió, mirando hacia el techo. Se miraron, había ternura en ambos.

-Te quiero mucho Migue.

-Yo también te quiero mucho.

Entonces María comenzó a masturbarlo, primero con un poquito de aprensión, después de todo, Miguel era su hermano. Pero poco después, la profesional que había en ella no pudo contenerse más y empezó a masturbarlo, como si fuera otro cliente, excepto que a este cliente, ella lo quería.

Miguel se sentía desbordado en todos sus sentidos, esta era su primera vez, y como si eso fuera poco, quién lo desvirgaba era su mismísima hermana mayor. A la vez, María disfrutaba de ver un miembro tan fuerte, tan grande, y el cuerpo en perfecto estado de Miguel. Sumado a esto, el hecho de hacer las paces hacía de la experiencia algo enteramente gratificante para ella también.

-Podés tocarme las tetas todo lo que quieras, hoy tenés pase libre.

Ahora Miguel podía hacer sin restricciones lo que había intentado a la mañana con dolorosas consecuencias. Ver esos senos perfectos, empujados por la gravedad, era un espectaculo en sí mismo que cualquiera desearía disfrutar. El los acariciaba, los apretaba, no sabía más que hacerles, y en eso, habló ella.

-Querés que te la chupe? Te quiero chupar la pija.

Miguel no necesitó emitir sonido para expresar su respuesta, su mirada lo decía todo. Fue entonces que se encontró con el pene dentro de la boca de una profesional, dentro de la boca de María. Ella lo succionaba con un placer inmenso, a estas alturas, también el morbo la había tomado prisionera y no quería escapar. Subía y bajaba, insertando más y más el pene de Miguel en su boca, cubriéndolo todo de saliva. Miguel no podía más, esto era mucho, demasiado...

-Quiero que me cojas.

-Te quiero ver la concha.

-Sí hermanito, mirame toda.

María se quitó la única prenda que vestía: su diminuta tanga, y Miguel pudo observar algo que lo venía obsesionando desde el morboso descubrimiendo, el pubis de María. Era perfecto, un perfecto triángulo de vello en una pelvis perfecta, debajo de una cintura perfecta.

-Tocame.

Ella se paró al costado de la cabecera de la cama, y el se sentó. Comenzó a acariciar la vulva de su hermana que estaba completamente empapada en fluídos.

-Así no, más despacio.

María tomo su mano y le indicó cómo y dónde debía tocarla, mientras, Miguel se masturbaba.

-Mmmmmmm. Ajjjjjjjjjjjj.

María no podía contener sus gemidos, los cuales a diferencias de los que habitualmente se daban lugar en la pieza: eran reales.

-Que verga que tenés Miguel, la quiero, la vas a coger a la hermana?

El respondió con un gesto afirmativo, pero ella tenía la cabeza mirando al techo y sus ojos cerrados, así que no pudo verlo.

-Me vas a meter esa verga Miguel, me vas a coger?

-Sí. (Respondió).

-Quiero que me cojas Migue, quiero que me cojan de verdad.

-Yo también quiero. (La excitación de Miguel no le permitían emitir mejores respuestas).

-Antes quiero comerme esa verga una vez más, me dejas? La dejás a la hermanita?

-Sí.

-Parate.

Miguel obedeció, y ella se puso de rodillas, tal como estaba aquella mañana en que Miguel la había visto por la ventana.

-Dios, que pedazo de vívora que tenés...

Tras esto, volvió a meterse el miembro de su hermano en la boca, y con sumo placer repitió el movimiento de atrás hacia delante con su cabeza, brindándole a él, un placer indescriptible. Ella lo tomaba de las nalgas, y él, completamente extasiado, la miraba desde arriba. Entonces tomó su cabeza por la parte de atrás, como para empujarla más hacia él. Ella colocó su mano por encima de la suya, en un gesto de permiso. Entonces Miguel con mucha suavidad empujó en cada "cabeceada" un poco más a su hermana contra su miembro, llegando en varias oportunidades a hacerla tocer, no porque la empujara fuerte (ella estaba acostumbrada) sino porque el tamaño de su pito hacía que el menor movimiento de más, fuese demasiado profundo.

Entonces, ella dejó de practicarle sexo oral por uno segundos, lo miró a los ojos con el pito sostenido firmemente en su mano y habló:

-Me querés?

-Sí María.

-Decimelo.

-Te quiero.

-Necesito que me coja alguien que me quiere, me vas a cojer?

-Sí.

-Acostate.

El se tendió en el centro de la cama, mientras ella se limpiaba la saliva de la boca y se posicionaba por encima suyo.

-Pendejo tenés una anaconda entre las piernas... la quiero sentir adentro.

Se puso así en cuclillas sobre la pelvis de su hermano, le tomó el miembro con determinación y lo ubicó, hasta que el glande estaba posicionado y en contacto con el centro de su vulva, entonces simplemente dejó que la gravedad hiciera efecto, y se sentó...

-Ajjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj

El pene de Miguel fue desapareciendo dentró de su hermana.

-Ay que rico.... (dijo ella en un susurro, Miguel no pronunció palabra).

Luego María se dejó caer por un momento apoyando sus manos en el colchón. Necesitaba un momento para disfrutar el mero placer de sentir un miembro tan poderoso en su interior.

-Estás bien? (dijo ingenuamente Miguel)

-Sí, sí, no te muevas.

Después volvió a incorporarse y lentamente comenzó el conocido proceso de subir y bajar.

-Mmmmmmmmmmmmm.

Ahora el morbo era de los dos, y por parte de María se sumaba la intensa sensación de ser penetrada de tal manera.

-La vas a coger a la hermana, le vas a dar murra a esta putita? Ay que rico se siente...

Ahora el movimiento era más intenso, subía y bajaba con velocidad y fuerza. Duró unos pocos minutos, hasta que María tuvo su primer verdadero y completo orgasmo desde que estaba en Buenos Aires:

-Ay, no puedo más, no puedo más! Ajjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj Sí......

Se dejó caer sobre Miguel y lo besó en la boca. El respondió como pudo, pero no era necesario que hiciera mucho, ella hacía todo por él, solo necesitaba abrir la boca. Luego se recostó sobre él, y se relajó por completo. Pero había un asunto: El miembro de Miguel seguía tieso.

Ella levantó su cola solo lo suficiente para dejarlo salir, y lo contempló desde dónde estaba.

-Sos una bestia, no se te baja más... (y para sus adentros pensó: "Dios.. por qué no hice esto antes... este pendejo me hubiera alegrado todas las tardes) Te animás a cogerme otra vez?

-No puedo más Mari, claro que me animo.

-Bajate y parate a los pies de la cama.

El obedeció, y ella se colocó "en cuatro".

-Metemela. Ajjjjjjjjjjjjjjjjjjj!!!!!!

Ahora Miguel era rápido en reaccionar...

Comenzó entonces nuevamente el ajetreo, con el miembro de Miguel penetrando más y más profundamente el cuerpo de su hermana. Tras un minuto aproximadamente, ella volvió a darle indicaciones.

-Para, vení.

Como estaba, se fue hasta la cabecera de la cama y se apoyó en la pared.

-Ahora sí, cogeme toda papi.

Miguel siguió dándole a su hermana con la fuerza de un toro joven. María quería más y más...

-Apretame las tetas.

Miguel acataba sus instrucciones con sumo placer. María pronto volvió a tener un orgasmo.

-Ajjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj Sí... Dios....

Sin embargo, no había fuerza en la tierra que frenara la erección de Miguel, y éste todavía no acababa. Ella se voltió y se acostó boca arriba, completamente satisfecha y feliz. Minutos después, giró la cabeza para mirarlo a él... Miguel estaba ahí de pie, observandola, y su "amigo" también: de pie, preparado.

-Qué vamos a hacer con vos hermanito?

-Te cojo?

-Después, ahora te toca a vos.

Entonces se dió cuenta de que la experiencia era muy fuerte para su hermano, y de que además, siendo tan joven y siendo su primera vez, era natural que demorara en acabar. Así que decidió recurrir a todas sus habilidades y explotar el morbo de la situación para conseguirlo, después de todo... Miguel bien ganado lo tenía.

-Así que te gustan mis tetas eh?

-Sí, me gustan mucho.

-Agarralas...

Miguel volvió a obedecer.

-Y mi concha?

-Me encanta...

-A mi me gusta tu verga, ojalá me la hubiera comido antes. Me encantan las vergas, no puedo parar. Te jode que sea tan puta?

-No...

Inmediatamente notó que la conversación excitaba todavía más a Miguel.

-Me encanta que me cojan entendés?

-Aja...

-No me puedo dormir de noche si no me cogen bien. Necesito un buen macho que me de pija. Vos te animás?

Miguel estaba que explotaba...

-Sí.

-Me dejás que te la chupe de nuevo?

-Sí, me gusta mucho.

-Mmmmm que machote.

Ahora sentada en la cama, y con su hermano de pie a pocos centímetros de su cara, tomó su miembro con una mano mientras con la otra tomaba sus testículos.

-Con esto te voy a compensar por lo que te hice hoy, la vas a perdonar a la hermana?

-Sí...

-Es mala la hermana... la tenés que coger fuerte para que se calme.

Entonces María aplicó una de las técnicas que siempre le resultaban cuando quería que un cliente terminara rápido y poder atender a otro: succionar su miembro mientras lo masturbaba y jugaba con sus testículos. Mientras hacía esto, ocasionalmente le decía algo bien erótico a Miguel, para ponerlo aun más loco de lo que estaba.

Cuando vió que se estaba acercando a ese punto, sacó el pene de su boca, lo puso contra su cara (sin dejar de usar sus manos...) con los ojitos cerrados, descansando brevemente, y habló:

-La hermana quiere leche, me vas a dar tu lechita?

-Sí...

-Toda?

Miguel ya no podía contenerse más.

-Si toda...

-Mmmmm que rica... quiero probar la lechita de este machote.

Maria abrió su boca ampliamente y ubicó a "Miguel" justo sobre sus labios, mientras seguía masturbándolo de la forma descripta. Entonces fue Miguel quién empezó a gemir.

-Ah, ah! No puedo más Mari, ahhhhhhhhhhh!!!!

El primer chorro fue tan potente, que a pesar de tener el pito en su mano, ella no pudo controlarlo, y le fue derecho al pelo, entonces se metió el pene en la boca y se aseguró de que todos los restantes quedaran dentro suyo.

Por fin el pene de Miguel lentamente comenzaba a perder fuerza, aunque no sería por mucho tiempo. Cuando terminó, el acarició su mejilla desde arriba, mirándola, completamente sudado. Ella, en una muestra de total entrega, le devolvió la mirada y abrió su delicada boca, para mostrarle que allí estaba todo el semen que él había descargado: tenía la boca llena. Un hilito alcanzó a escurrirsele, así que antes de que ocurriera nuevamente, ella tragó, y de nuevo le mostró su boca a Miguel, para que viera lo que hacía por él. Ahora no quedaba semen. Juntó ese hilito "rebelde" del fluído de su hermano con dos dedos, y los lamió, hasta que también fueron a parar a su interior. Miguel no podía salir de su entumecimiento mental, lo que estaba viviendo era una fantasía más salvaje que cualquiera que hubiera podido imaginar jamás. María entonces apoyo su pequeña cabeza contra el vientre de su hermano, y él la tomó, abrazándosela. Se acostaron, frente a frente, por primera vez. Se miraron con la mirada más tierna, y luego compartieron la más cómplice sonrisa que dió lugar a una pequeña carcajada. El la besó, ella lo abrazó, y siguieron besándose, hasta que no mucho más tarde, los cuerpos de ambos les pidieron más...

Al otro día, ambos se dieron franco a sí mismos. Y continuaron teniendo el más prohibido de los amores: el amor incestual. Pero el deseo era más fuerte...

María no podía resistir sus ganas de ser poseída por Miguel, y éste tampoco podía contener su deseo por su hermana. Con el tiempo su situación mejoró notablemente, gracias a los ingresos de ella. Y Miguel pudo dejar su precario trabajo como peón. Se dedicó a administrar el "negocio" y a cuidar a su hermana. Aunque tal actividad le molestaría cada vez más, porque la quería solo para él, también aprendió a convivir con ella: habrían pactos entre ambos, "reglas" sobre con quién sí y con quién no. Eventualmente juntarían el dinero suficiente para comprar dos departamentos (además del que usaban para vivir y trabajar) que alquilarían y mejorarían todavía más su nivel de vida. Pero la costumbre y la seguridad de sus ingresos mantendrían a María en su actividad. Habrían peleas al respecto, discusiones, alejamientos, pero estos hermanos nunca podrían separarse, los unia un amor muy fuerte, un secreto solo de ellos, y un sexo que pocas personas tienen oportunidad de experimentar.