Los hermanos (2)

Ninguno lo esperaba, pero era inevitable, y mas despues de lo que pasó previamente.

LOS HERMANOS – 2ª PARTE

Realmente había sido de total intensidad la noche, desde las 2200 h aproximadamente que comenzamos, hasta las 2400 h que eran en este momento.

Yo había tenido 2 orgasmos intensos, tanto que aún me temblaban las piernas camino del dormitorio de mi hermano. El segundo especialmente, cuando mi hermano me ayudó a terminar una formidable masturbación, con todo su pudor y excitación, tanteando lo poco que yo le permití y bajo la toalla que cubría nuestro cuerpo de cintura para abajo.

No es que fuese la primera vez que me masturbaba dos veces en el mismo día, pero nunca había sido tan seguido ni tan intenso. El compartir la experiencia con mi hermano era una novedad para ambos y a mí me había causado tal turbación que, ya digo, me temblaban las piernas cuando caminaba por el pasillo.

Mi hermano había ido a tomar un vaso de leche y yo le dije que iba a ver si nuestra madre estaba bien y me adelantaría hacia su habitación para irme acomodando, pero que me trajese otro vaso a mí.

Quedamos en eso y cuando me aseguré que nuestra madre dormía tranquilamente, me fui a su dormitorio, encendí la televisión ansiosa por ver la película que se presentaba como muy excitante por el tema y las circunstancias, pues, como dije antes, se trataba del tema del incesto entre unos padres y sus hijos, aunque ya éstos parecían creciditos pero no mas allá de 16 o 18 años.

De momento la película transcurría sin pasar a mayores y los cuatro, en bañador, tomaban unos refrescos en una piscina. Los hijos saltaban al agua ante el regocijo de sus padres que aplaudían su estilo. El chico, mas joven la su hermana, era un efebo extraordinario, sin vello y perfectamente formado. Ella, una rubia candorosa que lucía unos pechos incipientes y tersos. El padre, un hombre fuerte y velludo, de unos 40 años, estaba en lo mejor de su vida y ella, la madre, también rubia, dejaba mostrar un cuerpo de aproximadamente 38 o 40 años lleno de vitalidad y perfectamente moldeado. Se presentaba una historia del todo excitante.

Llega mi hermano, con su toalla y un vaso de leche fresca para mí que le agradecí, pues tenía la boca reseca. Viéndome en su cama, me preguntó si me he quitado la toalla, pues con la ropa de cama evitaríamos vernos desnudos ya que él sí deseaba quitarse esa molesta prenda para las labores que pensaba realizar. Yo, le dije que no, pero que lo haría si prometía no mirar, algo que cumplió sin problema. Con cuidado, me quité la toalla y quedé desnuda de cintura para abajo, dándome la vuelta a continuación, para evitar ver a mi hermano desnudo para meterse en la cama conmigo. El estaba desnudo completamente, pues en la parte superior, no llevaba prenda alguna, tan solo la toalla.

Se acomodó y yo me situé boca arriba dispuesta a disfrutar de la película. El hizo lo mismo. Nuestros cuerpos estaban en contacto directo y esto, reconozco, me excitaba. Por otra parte y a través del suave edredón que nos cubría, podía apreciar el estado de emoción de mi hermano, que empezaba a manifestarse en las dimensiones de su pene, algo que me admiró, dada su potencia. Yo, aunque estaba del todo satisfecha y sin deseos de llegar mas allá, reconozco que me excitaba el contacto con la piel de mi hermano, a pesar de nuestro parentesco. El no parecía tener intenciones mas allá de compartir con una hermana una pequeña travesura sin mayores consecuencias.

Mi deseo se iba acrecentando a medida que la película avanzaba en su trama argumental, si es que puede llamarse así al desarrollo de este tipo de películas, sobre todo cuando el padre comenzaba a dar crema a su hija, tendida sobre el césped, e intencionadamente llevaba sus manos a los pechos de la muchacha y a su sexo. Ella parecía reprobarle sin demasiado interés en que dejase su labor. La mueca de placer de ella al introducir su padre la mano bajo el minúsculo bañador, me excitó notando como se mojaba mi sexo nuevamente. Mi hermano estaba ya a tope y me pidió que cuando quisiese podía empezar a darle el prometido masaje. Yo sentía un deseo y una curiosidad especial por tocar directamente el pene de mi hermano, pues era mi primera experiencia a pesar de mi edad, así es que con cierta timidez, extendí mi brazo en dirección a la zona y rápidamente encontré lo que buscaba. Se trataba de un magnífico ejemplar que nada tenía que envidiar a los que estábamos viendo en la televisión. Mi hermano dio un prolongado suspiro cuando sintió mi mano, algo fría del nerviosismo, sobre su pene y solo exclamó "Humm, que bien!".

Yo comencé suavemente y como esperando instrucciones, sobre la técnica mas adecuada, pero mi hermano cerró los ojos y no decía nada. Yo palpaba su pene y testículos y reconozco, me iba excitando poco a poco; por otra parte, la película se estaba poniendo al rojo vivo. El padre había cambiado de posición y de ser él el que daba crema a su hija, era la hija la que le daba crema a él y ahora era ella la que metía su mano bajo el bañador descubriendo el miembro de su padre, que comenzó a chupar ávidamente.

Por su parte, el hermano penetraba desde atrás a su madre, que a cuatro patas sobre el césped, suspiraba de placer.

Reconozco que a veces yo perdía el ritmo en la frotación de mi hermano, llamándome él la atención en dos o tres ocasiones y requiriéndome mas esmero en la labor que estaba realizando. En ese momento los cuatro protagonistas de la película estaban fornicando, y yo ya había alcanzado un nivel de excitación que no sabía que hacer, así es que se me ocurrió comenzar a chuparle el pene a mi hermano y, lo confieso, con la esperanza de que él hiciese lo propio conmigo. Yo ya no estaba pendiente de si estaba desnuda o no y de si mi hermano me veía o no, tan solo quería disfrutar el momento y no me preocupé de nada mas.

Mi hermano comenzó a gemir y decir "sí, así, sí…" y yo me esforzaba por complacerle en justa correspondencia con lo que él había hecho antes conmigo.

En unos minutos comprendí que estaba a punto de alcanzar el orgasmo, por lo que decidí parar un poco para no acelerar en exceso el momento y le propuse ver un poco la televisión para relajarnos ambos y estuvo de acuerdo, aunque ambos estábamos del todo acelerados y era difícil contener nuestro ímpetu, especialmente cuando en la película hicieron intercambio de parejas y ahora los padres se hacían un 69 mientras los dos hijos hacían lo mismo.

Esto, inevitablemente me dió la idea y le propuse a mi hermano imitar a los actores, aceptando en el acto.

Nadie se puede imaginar el tremendo placer que sentí al notar la lengua de mi hermano en mi cuevecita, y la sensación tan gratificante de estar gozando con una persona tan cercana a mí y con la que compartía una intimidad tan estrecha. Realmente no sé como habría sido con otro hombre, pero con mi hermano fue perfecto, pues conocía su pulcritud e higiene y no sentía repugnancia alguna en estas actividades. Por lo que me dijo, él sentía lo mismo conmigo.

Después de pasar unos minutos practicando el sexo oral, mi hermano, con un control para mí increíble, me propuso parar otra vez y rebajar la excitación que ambos teníamos, pues íbamos a terminar demasiado pronto. Yo accedí de no muy buen grado, pero comprendiendo que el placer se iba a prolongar un rato mas.

Nuevamente frente al televisor, ambos destapados y desnudos por completo, mi hermano lucía un ejemplar extraordinario, hasta el punto de no poder quitar mis ojos de su miembro. Deseaba tocarlo, chuparlo, restregármelo por todo mi cuerpo y… por qué no?, metérmelo hasta el fondo de mis entrañas!! Estaba negando la evidencia y la realidad era que sentía unos deseos tremendos de hacer el amor hasta saciar mi atroz apetito que me consumía desde hacía años, resultándome del todo insuficientes las masturbaciones a las que me sometía casi todos los días. No quería alarmar a mi hermano con esta confesión, pues todo parecía ser algo mas inocente, pero la realidad era que me hubiese tirado sobre él y le hubiese exigido que me traspasase con su anhelada verga.

Yo sentía mis mejillas ardiendo de pasión, pero mi hermano no debía estar mejor, pues estaba tremendamente enrojecido y sentía su corazón latir al mismo ritmo que el mío o mas.

Como un mecanismo de control, se me ocurrió la idea de ir a ver a mi madre, tratando de rebajar la pasión que me consumía y evitar que mi hermano o yo, hiciésemos algo que fuese irreparable, pero eso parecía inevitable; aún así, yo mantenía un mínimo de control y mi hermano, a pesar de la naturalidad que mostraba en esta situación, no parecía preocuparse de lo que pudiese pasar, algo que me preocupaba.

Me levanté, me puse una bata y me fui a ver a mi madre, que dormía tranquilamente. Regresé de nuevo a la habitación de mi hermano y ahí seguía él, con su sable desenvainado y sin quitar ojo de la pantalla. Me senté a su lado unos segundos tratando de recuperar la conciencia de lo que sucedía y mi hermano me indicó mirase la pantalla, pues ahora estaban los protagonistas de la película fornicando intensamente, pero los padres por un lado y los dos hermanos hacían lo propio al lado de ellos. Bueno, creo que aquí fue donde mi debilidad me arrastró a cometer mi primera experiencia incestuosa, experiencia, por cierto de una extraordinaria satisfacción mutua.

Sin mediar palabra, mi hermano tendió sus manos hacia mí que me acerqué favoreciendo su maniobra y me cogió la cabeza que acercó a la suya para facilitar un beso en mis labios exquisito, intercambiando la lengua durante unos segundos. Yo, presa de la pasión mas ardiente que jamás he sentido ni volveré a sentir, me incorporé ligeramente sin despegar mi boca de la suya y pasé mi pierna derecha sobre el cuerpo de mi hermano, colocando su pene justo en la entrada de mi vagina que goteaba de flujo candente sobre su pene. Apenas tuve que hacer esfuerzo alguno para la penetración, pues aunque sentí la dureza y dimensiones del miembro que me atravesaba y cruzaba el umbral de mi sexo, éste no tuvo dificultad alguna en alcanzar mi mas profundo ser. Me dejé caer sobre mi hermano casi desvanecida y comenzamos a trotar con un ritmo frenético, ambos emitiendo quejidos entrecortados de placer y abrazándonos con tal fuerza que apenas dábamos juego a nuestros sexos fundidos en una sola pieza. Mi hermano me apretaba los carrillos de mi trasero y yo me abrazaba a su cuello, hasta que sentí como él se arqueaba completamente provocándome una penetración tan profunda que realmente sentí muy dentro de mí ese dolor-placer intenso que te impulsa a apretar mas en lugar de alejarte. Fue el orgasmo de mi hermano, que me inundó mi vagina con su semen, comenzando a notar que comenzaba a derramarse sobre él su propio semen y mi flujo, tan abundante como su eyaculación. A pesar de su orgasmo, no se separaba de mí, y continuaba moviéndose rítmicamente, intensamente y con unos espasmos que me contagiaron, llegando yo, casi de inmediato, a disfrutar de mi propio orgasmo que fue, como digo, el mejor que he gozado en mi vida.

Nuestro estrépito, gritos y ruidos, despertaron a mi madre, que estaba en la habitación contigua y me llamaba con tono preocupado. Le dije que iría enseguida y me recosté sobre mi hermano, sin desenvainar su sable de mi vaina y esperé a que los espasmos propios de nuestro orgasmo se consumiesen en ese abrazo sudoroso y estremecedor que nos dedicábamos el uno al otro. Mi hermano, casi susurrando, me dijo al oído que pensaba hacer esto todos los días varias veces, y sonrió con una mueca desencajada por el placer, su broma. Yo le prometí que me aseguraría de que cumplía su palabra y ambos reímos, sin separarnos del abrazo intenso que disfrutábamos. Yo aún sentía su pene duro dentro de mi vagina y me estremecía de placer con los últimos latidos de mi pasión. Mi madre volvió a llamar.

Con desagrado me separé lentamente de mi hermano sintiendo salir su pene milímetro a milímetro en una vagina hipersensibilizada por el placer disfrutado y me prometí volver a esta posición inmediatamente. El pene de mi hermano cayó pesadamente sobre su pierna aún goteando y con todos sus genitales chorreando de los flujos del placer que habíamos consumido.

Le dejé completamente desmadejado y con los ojos cerrados. Su pecho mostraba los intensos latidos de su corazón. Me limpié mi sexo y mis piernas chorreantes y con la bata me acerqué a la habitación de mi madre a explicarle que estábamos viendo la televisión en la habitación de mi hermano y era un programa muy gracioso. Me alertó sobre la hora y me dijo que me acostase cuanto antes, pues ya era tarde.

Le hice caso y volví a la habitación de mi hermano, que continuaba como le dejé. Me propuso comer algo, darnos una ducha y volver a su cama a repetir, si teníamos aún deseo o a dormir, en caso contrario.

Apagamos la televisión y la luz y nos fundimos en un tierno abrazo que desembocó en una posición clásica para hacer el amor, situándose mi hermano sobre mí que le abrí las piernas ansiosa de volver a desahogarme de la represión que, sin ser consciente, había estado sufriendo. Hicimos el amor una o dos veces mas, no lo recuerdo, pero sí recuerdo los días siguientes, con nuestros prejuicios superados y con la pasión y el deseo propios de nuestra edad y abstinencia hasta ese momento.

Desde entonces, ya digo, hace aproximadamente un mes, prácticamente hacemos el amor a diario, por lo menos una o dos veces, en la ducha, en el salón, en la terraza al sol o bien simplemente en la cama, pues desde aquel día dormimos juntos. Los viernes sigue siendo para nosotros una fiesta y procuramos imitar todo lo que vemos en las películas porno, lo que nos está enseñando mil y una formas de practicar el sexo.