Los Guerreros del Amanecer

Un joven idealista ingresa en una minúscula secta de carácter esotérico-deportivo, en la que un líder carismático maneja en la sombra los hilos y manipula las conciencias de sus adeptos. La sexualidad grupal es regulada de manera férrea por el amado líder, que obtiene ingresos extra gracias a ello.

AVISO PARA NAVEGANTES: RELATO DE TEMATICA S/M

Me sentí muy halagado cuando, tras un duro proceso de selección, fui aceptado en aquella organización deportiva que promovía los valores del esfuerzo, la disciplina y la excelencia física y mental.

Había respondido a la publicación de un anuncio en las páginas de una página web especializada en contactos amorosos, creación de grupos con intereses afines y actividades de ocio compartidas. El texto de la inserción lo expresaba bien claro: "Se busca joven de sexo masculino de 18-21 años, de preferencia rubio y con ojos azules y aspecto germánico y/o eslavo para rodar película de arte y ensayo e ingresar, de forma gratuita, en asociación deportiva dedicada a las artes marciales extremas. Abstenerse curiosos".

El anuncio me interesó por partida doble, pues cumplía de sobra con los requisitos pedidos. El "casting" en cuestión fue bastante simple: tras enviar un par de fotos, una de cara y otra de cuerpo entero, a su dirección de correo web, al cabo de un par de semanas me escribieron para decirme que había sido preseleccionado para el puesto, a la vez que me citaban para dentro de una semana en la sede de su asociación. Esta resultó ser un pequeño gimnasio de barrio al que se ingresaba por la trasera de una calle peatonal, lo que ya de por sí le convertía en un lugar algo misterioso y de difícil acceso; si a esto añadimos que la asociación en sí, llamada "Guerreros del Amanecer" estaba compuesta por tan sólo seis personas, una mínima fracción de los socios abonados del gym, entonces el aura de misterio y la sensación de pertenecer a una élite de privilegiados aumentaba de forma considerable.

La organización estaba formada por el sublime ser humano conocido por todos como "General" y "líder supremo", un joven de origen ucranio de unos 25 años, que pese a su juventud era el dueño del gimnasio "oficial", estaba dotado de un cuerpo espectacular, fuerte y fibrado como pocos haya visto en mi vida, y que era el único que dominaba el arte del amor tántrico y el control a voluntad de la eyaculación. El ostentaba el liderazgo absoluto de la organización, todos los demás le debían respeto absoluto y lo que puede considerarse un cierto tipo de sumisión. El "General", como nos gusta llamarle a sus seguidores, es profesor de artes marciales, capoeira, y está especializado en la enseñanza a grupos selectos de la especialidad conocida como "valetudo", una disciplina deportiva muy exigente a nivel físico y mental.

Inmediatamente detrás de él en la jerarquía venían otros dos socios, conocidos en el argot propio de la secta como "iniciados" o "maestros de luz", uno de origen ucranio y otro español, que habían evolucionado bastante en el conocimiento de los misterios ocultos que enseñaba el "General" en sus charlas nocturnas sobre el poder de la mente y la realidad de este mundo físico de simples apariencias, de "sombras en movimiento" como le gusta decir a él. Ambos eran expertos en MMA y en capoeira y jiu jitsu de forma respectiva, y su nivel de excelencia física y mental era evidente a todas luces. Su consejo era muy buscado por los otros tres miembros de pleno derecho de la organización, menos aventajados que ellos, ya que el acceso al "General", debido a sus frecuentes retiros espirituales, no siempre resultaba posible, mientras que ellos dos siempre estaban accesibles para nuestros turnos de ruegos y preguntas.

Por detrás de ellos dos se encontraban dos socios a tiempo completo, considerados como "maestros", un término algo excesivo ya que realmente estaban muy rezagados respecto a los otros tres miembros de la escala superior de nuestra pequeña familia de guerreros espirituales. Sin embargo, ambos, uno de origen español y otro de ascendencia rumana, poseían un físico privilegiado, producto de sus muchas horas machacándose en el gimnasio a base de sesiones intensivas de pesas, boxeo y deportes extremos de contacto, pero andaban bastante pez en cuanto a evolución interna, y sólo habían asistido a unos pocos retiros en la sede de la organización, situada en el sótano del gimnasio, un lugar oculto e inaccesible para el resto de abonados al club deportivo.

Por último, el sexto integrante de nuestra familia de creyentes era un joven español que había ingresado seis meses antes que yo y había realizado hacía poco su primera iniciación. Era un chaval muy fuerte, física y mentalmente, que había ingresado en la asociación por estricta invitación de uno de los miembros, y su inclusión en el organigrama interno del grupo estaba supeditada a la superación progresiva de una serie de pruebas físicas y mentales.

Por último estaba yo, el benjamín de la "familia" y el único ajeno al gimnasio en donde se había conformado el "núcleo duro" de la organización. A mí me dejaron claro desde un principio que mi ingreso en tan selecta hermandad secreta respondía al deseo de su líder de facilitar la vida diaria del resto de los socios, algunos de ellos aún poco evolucionados en su lucha interior contra el materialismo externo y las tentaciones de la carne, si bien en principio yo desconocía cual sería el papel asignado por el "General" hacia mi humilde persona. Sabía que mi candidatura había sido apoyada y aprobada en última instancia por nuestro respetado líder supremo, un hombre de extrema perfección física y mental, y yo me sentía tranquilo y relajado con respecto a mi futuro en aquel paraíso terrenal.

Las primeras ordenanzas internas que recibí me sorprendieron hasta cierto punto, pero estaba dispuesto a cumplirlas a rajatabla: no podía comentar a ningún miembro de mi familia ni dar detalles precisos del lugar donde se celebraban nuestras prácticas (y este escrito no viola esas estrictas normas, además de haber sido aprobado y corregido por mis superiores directos, que desean promover en los grupos de población mas afines la creación de este tipo de células de progreso físico-espiritual), y tenía prohibido a partir de ese momento cualquier tipo de relación de carácter sexual con miembros del sexo opuesto, considerados "entes impuros" dentro de la filosofía que nuestra dirigencia había desarrollado para nuestro bienestar interior. Dejé, por tanto, sin pensármelo dos veces ni ofrecer ninguna explicación en concreto, la relación que mantenía con mi novia desde hacía unos meses, y debo decir que me siento mejor por ello y mas fuerte a todos los niveles desde que mis intercambios con mujeres de todo tipo y edad se han vuelto mas funcionales y esporádicos. "Con ellas, el trato justo: no les concedamos ni un segundo mas de nuestro sagrado tiempo", es uno de los hermosos "mantras" de mi querida hermandad de creyentes.

Mi entrenamiento físico en el gimnasio, debo decir que totalmente gratuito, consistía en duras sesiones de MMA, capoeira, jiu jitsu y ejercicios cardiovasculares, dentro de una exigente rutina que el "General" de la Orden había diseñado de manera exclusiva para mi desarrollo muscular y mental. A esto había que añadir mis primeros retiros de meditación durante los fines de semana, que yo ocultaba a mis padres con todo tipo de excusas vanas, que ellos, ensimismados en su prosaico mundo de engañosas apariencias, creían a pies juntillas o, en cualquier caso, no se molestaban en comprobar en absoluto.

Mi avance en el interior de la Orden fue rápido, y mis superiores alabaron desde un principio la perfecta simbiosis de belleza física clásica y perfección moral, cualidades inusuales de encontrar reunidas en una sola persona, según me aclararon desde muy pronto mis maestros de luz.

Pasados unos meses de duro entrenamiento físico y mental, yo me sentía mucho mas fuerte y con un poder de concentración creciente, y, según mis cuidadores, me encontraba preparado para mi primera iniciación, que, en mi caso, por estar dominada mi alma por los rayos de comprensión de los planetas Venus y Marte, no podía ser de otro tipo mas que sexual. Aunque yo desconocía aun las peculiaridades de esta singular ceremonia, debo decir que ésta resultó muy placentera, puesto que iba destinada a satisfacer los mas groseros y superficiales instintos de la especie: el placer personal y la autosatisfacción. Para ello, un domingo por la tarde, día en que el gimnasio se encontraba cerrado, me ordenaron tenderme desnudo boca abajo sobre una esterilla en el sagrado suelo del tatami destinado a la práctica de distintas artes marciales, y entre los tres miembros inferiores de la Orden de Guerreros (excluyéndome a mí, que no era aún un miembro de pleno derecho) me aplicaron todo tipo de ungüentos aromáticos sobre mi desnuda piel, proporcionándome un placer inmenso con el leve toque de sus mágicas manos sobre mis hombros, espalda y culo.

Aquellos enviados divinos me producían escalofríos de placer con cada simple toque y cada friega con los embriagadores aceites que utilizaban de manera experta sobre mi pálida piel, y yo respondía a sus atenciones con espasmos compulsivos y una incipiente erección, que no me molestaba en ocultar (tampoco había porque hacerlo).

Mis tres masajistas personales pusieron un especial interés en la zona perianal, hurgando con sus hábiles dedos en el interior de mi virginal esfínter y lubricándolo adecuadamente, práctica que me recomendaron hiciera todos los días en la intimidad de la habitación de la casa de mis padres, utilizando diferentes esencias para facilitar la apertura de tan importante canal de comunicación con nuestros semejantes, al menos para la élite de privilegiados elegidos por los poderes sobrehumanos para entregar nuestro cuerpo mortal al disfrute de nuestros semejantes (pero sólo de los que lo merezcan, por supuesto, no se puede regalar margaritas a los cerdos).

Acto seguido me rogaron que me diera la vuelta sobre la esterilla, y se dispusieron a completar el proceso de manera integral, bañando mi pecho, abdomen y piernas de los mas agradables perfumes, y deslizando sus manos expertas sobre las zonas erógenas por excelencia de mi anatomía, resultando todo ello en un grado de excitación nunca conocida hasta entonces. La presión de sus dedos sobre mi pene y sus juguetonas lenguas recorriendo todo mi cuerpo me provocaban auténticas convulsiones de placer, acrecentadas con sus besos de tornillo en mi sedienta boca, que ya sólo dejaba escapar suspiros de inmenso placer, hasta que, de forma natural, un enorme chorro de semen salió disparado de mi cuerpo, y el magnífico ritual llegó a su fin con una meditación en grupo en torno a mi cuerpo cubierto de semen, ahora consagrado por fin para el placer grupal.

Y mi oportunidad de devolver a la Comunidad todos los parabienes recibidos hasta entonces llegó unas semanas mas tarde, cuando se me informó de que debía estar preparado a todos los niveles para mi prueba de iniciación definitiva, que significaría mi entrada como miembro de pleno derecho de los "Guerreros del Amanecer". El escenario de tan noble ritual sería en esta ocasión la sala de pesas del gimnasio un domingo por la tarde, pero en esta ocasión nos acompañaría un equipo de grabación formado por cuatro personas ajenas a la Organización y de origen balcánico, a loa que teníamos terminantemente prohibido comentar nuestra pertenencia a un club de carácter secreto, o "privado", como nos gusta definirlo a nosotros de una manera mas correcta. Por fin iba a ser el protagonista principal de la supuesta película de "arte y ensayo" que me atrajo en principio hacia la Orden, y que representaba además una forma fácil y rápida de financiar nuestras actividades deportivas. Para mí, además, suponía una oportunidad única de devolver todo el amor y las atenciones recibidas por parte de mis "hermanos mayores" a lo largo de los meses anteriores.

Para ayudar a crear una sensación de intimidad desinhibida, nuestro líder desconectó los aparatos de aire acondicionado que daban servicio al local, por lo que el calor en aquel recinto abigarrado en pleno mes de julio era notable, y nuestro deseo de ir desprendiéndonos de ropa, mientras fingíamos entrenar para la cámara de nuestros patrocinadores, algo natural y nada forzado por una guionización previa. Mis seis camaradas y yo fuimos posando con total naturalidad mientras entrenábamos en la sala de pesas, atendiendo a las indicaciones del director artístico de aquel proyecto creativo, cada vez con menos ropa encima de nuestros cuerpos, adoptando las poses y posturas que ellos, expertos al fin en la materia, consideraban mas oportunas.

Por indicación expresa de mis superiores, yo fui el primero en despojarme completamente de ropa, y también el adelantado en mostrar una erección total en pantalla, posando orgulloso con el pene erecto en el asiento del press inclinado. El director de la película sugirió entonces que dos de mis compañeros mas queridos, uno de ellos ucraniano y otro rumano, posaran a mi lado en ropa interior mientras yo fingía levantar la barra del press inclinado; debo aclarar que la sesión grabada era doble, pues así se cobraba mas dinero utilizando la misma cantidad de tiempo, y consistía de una sesión fotográfica y otra en vídeo de alta definición.

Pronto me cercioré de que los sagrados rabos de mis muy queridos compañeros estaban empezando a crecer de manera natural dentro de aquellos sudados calzoncillos, y que, a instancias del director de la cinta, cada vez acercaban mas el contenido de sus paquetes hacia mi cara, hasta que al fin se liberaron de los engorrosos "slips" y dejaron caer sus pollas en estado morcillón sobre mi piel, rozando mis mejillas de forma natural y nada forzada. Mis compañeros tenían absolutamente prohibido forzar ninguna situación sexual conmigo, y, por tanto, si yo no hubiera deseado continuar, nadie, ni siquiera el líder supremo, podría haberme obligado a hacer algo que yo no quisiera en mi fuero interno (tal vez se me habría acusado de insubordinación y de poco agradecido, y quizás hasta podía haber sido expulsado de la Orden, pero desde luego no podía ser obligado a hacer algo en contra de mi voluntad, como todas las ordenanzas reconocían).

Fue, por tanto, decisión propia el dejar que aquellas preciosas pollas pertenecientes a unos seres dotados de la mas alta perfección física y moral, que resbalaban ansiosas por mi cara sin decidirse a taladrar mi cavidad bucal sin mi permiso previo, fueran encontrando de manera lenta y deliberada el acceso al interior de mi boca, que dio buena cuenta de sus glandes, antes de proceder a sepultar su interior hasta mi garganta, tal y como había sido aleccionado a hacerlo por mis superiores con anterioridad (pero sólo en un nivel teórico, pues estaba prohibido realizar sexo real conmigo antes de mi graduación definitiva). La prueba resultó un éxito y el resto de mis compañeros, excepto el "General", que observaba con aire calmo nuestras evoluciones desde una prudente distancia, fueron ofreciéndome lo que a mí me parecieron sus enormes rabos sedientos de placer, eso sí, sin violencia alguna y con unas muestras de cariño y complicidad que sorprendieron muy gratamente al equipo de rodaje (que mas tarde admitieron que nunca a lo largo de sus vidas profesionales habían conocido a un pasivo tan bien tratado y respaldado por sus compañeros en una sesión de sexo en grupo).

Tras adquirir mi primera experiencia práctica en el noble arte de la felación a otros machos, fui trasladado por mis compañeros, en volandas y en medio de las mayores muestras de cariño, hasta la sala principal de artes marciales, en cuyo centro nos esperaba el "General" sentado desnudo en estado de meditación profunda sobre unas colchonetas colocadas de manera estratégica en torno suya. Debido al respeto extremo que siento por nuestro líder me arrodillé de manera natural ante él, postrándome ante su sagrada presencia, maravillándome al levantar la vista y comprobar la enorme erección que manifestaba, incluso superior a la de sus compañeros menos evolucionados.

Las cámaras de filmación se situaron de manera discreta detrás nuestra, y el Guerrero Supremo, abriendo de repente sus maravillosos ojos azules llenos de compasión y sabiduría y con una expresión de amor incondicional surcando su agraciado rostro, me llamó por mi nombre con su voz tonificante y me pidió que me acercara a su lado. Yo estaba algo nervioso, pues intuía desde tiempo atrás que él sería el encargado de desflorarme, pero por aquel entonces desconocía que el proceso sería grabado y comercializado en circuitos muy restringidos, compuesto de personalidades muy pudientes radicadas en países del este de Europa y de Extremo Oriente, zonas planetarias muy interesadas en nuestra cultura de excelencia moral y sexual.

El "General" me pidió que fuera dejándome caer muy despacio sobre su rabo enhiesto, sin dejar de mirarle a sus hipnóticos ojos en ningún momento, e incluso me permitió, para facilitar la relajación requerida durante el delicado proceso de penetración, que le besara en los labios e introdujera mi impura lengua en su boca y contactara con la suya propia. Cuando el líder supremo me rodeó con los brazos y me besó con lentitud pero de forma apasionada, todos mis posibles temores desaparecieron de mi mente, me sentí transportado a una nube, y apenas fui consciente de que su considerable dotación no dañaba mi virginal esfínter mientras me ensartaba en su glorioso rabo eslavo.

Lejos de perder el control durante la introducción de su pene, el "General", que presumía de mantener un estado de abstinencia sexual absoluto desde la formación de la Orden, se movía en mi interior muy lentamente, de forma casi invisible, pero, de alguna manera, muy eficiente, porque sentí una cadena de vibraciones concéntricas a lo largo de todo mi cuerpo, y una oleada de placer que subía desde la base del primer chakra hasta la punta de la coronilla, por donde se supone que se encuentra el séptimo de estos órganos internos de despertar espiritual a realidades superiores.

Por increíble que parezca, y toda la escena está grabada para los pocos privilegiados que tengan acceso a ella, durante mas de veinte minutos el líder se mantuvo en esa misma postura, realizando sólo leves cambios de ritmo en el interior de mi recto, mientras yo a duras penas podía resistir las ganas de gritar debido al placer orgásmico que disfrutaba en su compañía, un placer, debo señalar, que no era tan sólo genital, sino que se distribuía a lo largo de todo el cuerpo en espasmos sucesivos que arrancaban de la base de la espina dorsal y culminaban, como ya he dicho, en la coronilla. Cuando llegó el momento de la eyaculación, mi maestro supremo depositó su sagrado semen ucranio en el interior de mi cuerpo, bendiciéndome de por vida de este modo, en medio de convulsiones violentas por ambas partes. Las lágrimas de placer y emoción afloraron a mis ojos, al mismo tiempo que los suyos mostraban el mayor nivel de sincronía y amor en estado puro que yo haya presenciado jamás. El amado líder se mantuvo en mi interior por espacio de varios minutos mas, energizándome hasta unos niveles impensables, y puedo decir sin faltar a la verdad que me sentía mas poderoso que nunca después de haber compartido una migaja de amor ultraterreno a su lado. El se limitó después a besarme de nuevo en los labios y a susurrarme al oído que confiaba plenamente en mi capacidad de entrega incondicional hacia mis hermanos de filosofía, animándome a dar lo mejor de mí mismo a partir de ese momento. A continuación, el "General" se retiró, sin la menor solemnidad por su parte, en dirección al sótano del gimnasio para continuar con sus valiosas introspecciones diarias.

El resto de la jornada de desvirgamiento colectivo no resultó tan sublime como los extraordinarios hechos narrados, pero yo había sido instruido desde el principio para otorgar placer erótico a mis camaradas. Los cinco participantes en la sesión de sexo sagrado que vino a continuación me fueron penetrando por riguroso turno, de acuerdo a la jerarquía interna de la Orden. Por sugerencia de los realizadores de la película, que admitieron mas tarde haberse sentido extasiados durante la (discreta) grabación de la escena de sexo tántrico profundo anterior, mis amigos se unieron por parejas para penetrar a un tiempo mi boca y mi culo, cabalgando los cinco sobre mí como potros encelados, obligándome a descender a la Tierra de nuevo con sus fogosas penetraciones sucesivas, sus múltiples besos y sus tiernas caricias, que me trasladaron a un paraíso de sensualidad, nunca hollado por mí con anterioridad.

Tras casi una hora de juegos sexuales de toda índole sin inhibiciones de ningún tipo, pues todos somos hermanos en nuestra organización, los cinco se corrieron casi al tiempo en el interior de mi sedienta boca. Debo aclarar respecto a este punto que las ordenanzas internas de la Orden imponen que solo nuestro reverenciado líder podrá descargar su semilla sagrada en el interior de mi cuerpo, purificándolo de este modo para que pueda ser usado de manera continuada por el resto de mis compañeros.

Es una auténtica bendición contar con un líder tan compasivo, pues él acostumbra a hacerme el amor al estilo tántrico una vez al mes desde entonces, sin necesitarlo siquiera, pues ha alcanzado un grado de iluminación interna tal que la propia luz interior que emite le aleja para siempre de este tipo de groseras sensaciones terrenales, pero, llevado de su fuerte empatía y amor hacia todas las criaturas humanas, deposita generosamente de forma periódica en mi interior su carga energética, que "limpia" todos mis tejidos de impurezas y me otorga nueva vida espiritual cada vez que lo hace. Su altruista labor purificadora de mi cuerpo (el único de propiedad colectiva dentro de la Orden, pues por tan noble motivo fui llamado a ingresar en sus filas) permite desde entonces a mis compañeros mantener algún tipo de relación sexual en sus consagradas vidas. De otro modo mis cinco camaradas se verían obligados a soportar una castidad para la que es evidente que aún no están preparados; las ordenanzas internas son nítidas en este apartado y especifican que todos ellos tienen rigurosamente prohibido mantener sexo entre sí o con alguien ajeno a la organización, debiendo limitarse sus descargas seminales a las encendidas sesiones que mantienen conmigo cada domingo en la sala de artes marciales del gimnasio de nuestro amado líder.

Es un orgullo inmenso para mí pertenecer a este estirpe de guerreros espirituales, y no cambiaría mi papel asignado de "amante universal" dentro de sus estructuras por nada del mundo. El amor y la gratitud que recibo de todos ellos y sus muestras de agradecimiento en privado cada fin de semana me hacen sentir mas vivo y realizado que si tuviera una pareja estable en el así llamado "mundo exterior". Y es que para mí no hay amor mas grande y gratificante que el de aquel que ofrenda su cuerpo a sus hermanos espirituales sin condición alguna a cambio.

FIN