Los Gonzalez

Mis aventurillas como Baby Sister en una casa de familia.

LOS GONZALEZ

Todo empezó como una noche de sábado perfectamente ordinaria y terminó como una noche perfectamente maravillosa, en la que quizá haya cambiado mi estilo sexual para siempre.

Ya que vivo en casa con mis padres, en ese entonces hace unos 6 años cuidaba bebés de los vecinos para ganar suficiente dinero para continuar mis estudios de prepa y para tener algún dinero extra para mis gastos. El nuestro era un vecindario promedio, de clase media y la gente es buena, aunque tengo que admitir que hasta esa noche nunca pensé que fuera excitante alguna de las personas con las que trabajaba. Yo sospecho que la curiosidad extrajo lo mejor de mí aquella noche, y terminé tratando a los González un poco más de lo que hubiera esperado. Ellos son Francisco y Laura, una linda pareja cerca de los treinta años.

Yo cuidaba a su bebé de un año, Rosita. Ella es una beba muy tranquila y de buena conducta, y es por eso que me sorprendí tanto aquella noche cuando Francisco, después de haberse ido sólo por unas pocas horas, regresó a la casa. Dijo que sólo quería ver como estaba su nenita, pero yo podía percibir que algo pasaba. Finalmente Francisco admitió que él y su esposa, habían tenido una discusión en la fiesta en la que estaban y que la había dejado allí. Me dijo que ella pasaría la noche con una amiga, y mientras tanto, me preguntó si podría pagarme por quedarme unas horas y hacerme cargo del bebé. Me encantaría, le respondí, y luego llamé a mis padres, les expliqué la situación, y me dieron permiso para hacer lo que fuese necesario.

Cuando volví, Francisco me había servido un trago y la bebé estaba dormida. Podía sentir que él necesitaba alguien con quien hablar, así que instintivamente le ofrecí mi hombro para que se apoyara, nunca pensando ni por un minuto que todo aquello conduciría al sexo. Pero en poco tiempo, Francisco se disculpó por charlar continuamente acerca de sus problemas y me preguntó acerca de mis amigos, acerca de qué me gustaba del sexo opuesto. Una cosa llevó a la otra y pronto hubo un sentimiento de cercanía y nos vimos envueltos en un cálido abrazo. No pasó mucho tiempo antes de que él dirigiera mi mano hacia su cremallera, me incliné y saqué su pija. Arrodillada, cerré lentamente mis labios alrededor de su pija. Habría dado todo por ver la expresión en su cara en ese momento, pero dada mi situación, tenía que tomar su latiente erección como mi única evidencia de cuanto apreciaba lo que le estaba haciendo.

Cerré mis ojos para degustar su sabor y sentirla en mi boca, lentamente, acercando mi lengua a lo largo del borde de la circuncisión. Podía oír su repentino jadeo de placer mientras mi boca se cerraba alrededor de su verga. Su mano me sujetó fuertemente, acercándome más, mientras su cadera embestía vigorosamente hacia atrás y adelante. De nuevo cerré los ojos, chupando afanosamente y con fuerza sus veintidós centímetros de largo. Podía sentir la cabeza de su verga golpeando el fondo de mi garganta con cada poderosa embestida, y esto me excitaba mucho.

La sensación de su dura y tensa tranca en mi boca, despertó un hambre salvaje que casi no había conocido antes, pero que no podía esperar para satisfacer. Para ese entonces, él estaba cogiendo mi cara con cortos y fuertes golpes, pero a mí me encantaba y quería más. Lo recibía en cada embestida tanto como podía, pero yo la deseaba toda, imaginándome que lo que él estaba cogiendo era mi caliente y húmeda concha. Su gran polla se deslizaba dentro y fuera de mí mientras los ruidosos y húmedos sonidos ocupaban nuestros oídos. El respiraba fuerte y presionaba mi cara tanto que mi nariz estaba contra el hueso de su pelvis.

Mi lengua recorría todo su tallo, sintiendo su pulsante vena presionar mi mejilla. Yo no podía siquiera tocarme el clítoris, estaba tan excitada por esta aventura prohibida! Las manos de Francisco sujetaban mi cabello, pero yo mantenía su verga prisionera en lo profundo de mi boca, esperando ansiosamente que brotaran los chorros calientes de leche que podía sentir que se formaban en sus testículos, Luego sentí las calientes, húmedas y viscosas descargas. Mamé fuerte mientras estrujaba sus pelotas hinchadas con semen y trataba de extraer las últimas y preciadas gotas y degustar su delicioso sabor.

Para mi entera sorpresa, después de esto comencé a acabar. De todos los tipos a los que se las había chupado, ninguno me había dado nunca antes un orgasmo, al menos no sin comerme como yo lo había estimulado a él recién. Mi vagina se contrajo una y otra vez, enviando olas de placer a través de todo mi cuerpo. Saqué mi mano de la concha y la sostuve en la verga brillante de Francisco como si me aferrase a la vida misma, respirando jadeante a través de mis fosas nasales mientras las últimas gotas de leche llenaban mi garganta y me las tragaba. Para entonces ya me había calmado lo suficiente como para dejar que la pija de Francisco se librara de mi asidero, pero aún me aguardaba otra sorpresa. Podía sentir mi respiración, había chupado lo último de su leche y había abierto los ojos. Parada en la entrada estaba Laura, la esposa de Francisco, el la vio al mismo tiempo que yo y su cuerpo se tensó mientras yo saltaba hacia atrás, lista para cualquier cosa.

Laura no dijo una palabra mientras se acercaba hacia nosotros. Yo ya estaba parada, alisando mi vestido y buscando un lugar donde esconderme, cuando ella puso sus manos en mis hombros y me miró profundamente a los ojos. " Esto no puede ser lo que yo imaginé que era, verdad?, tuve mi primer pensamiento mientras sus manos tocaban mis hombros. Una parte de mí pensaba que seguramente la mujer me iba a estrangular en ese instante, mientras que la otra parte sentía un extraño hormigueo en la espalda. Por un momento me tensé, luego me relajé, mientras las manos de Laura me tocaban y presionaban las tetas. Me encontré besándola, lenta y profundamente, su lengua indagaba la profundidad de mi boca, produciendo calor en nuestros cuerpos, hasta la pasión total. Ambas presionábamos fuertemente a la otra, uniendo las vaginas mientras nuestras lenguas se entrelazaban desvergonzadamente justo enfrente de su esposo. Podía sentir las manos de ella desabotonando mi blusa mientras nos besábamos y sus manos pronto tenían un fuerte asidero en mis tetitas. Ella estaba pellizcándome cada pezón con su pulgar y su dedo índice mientras nos apoyábamos mutuamente.

El foco de lujuria en mi concha crecía insoportablemente. De alguna u otra manera, los tres nos las arreglamos para ir en dirección al dormitorio. Ahora Francisco era parte del asunto, ayudando a quitarme la falda mientras tomaba parte en quitar el sostén de su esposa, así que pude tocar todas sus suaves tetas.

Los pechos de Laura son mucho más grandes que los míos, y yo, inconscientemente, siempre se los había envidiado. Pero ahora no podía esperar para envolver mis labios en sus pezones y chuparlos como su pequeña hija. Con los tres desnudos sobre la cama, al fin Laurita abrió sus piernas satisfaciendo mi apuro por colocarme encima de ella. Mi mirada se dirigía, como si fuera un imán, a su suave y ardiente concha, entonces estiré vacilantemente mi mano para tocarla. Francisco estaba detrás mío, sus manos me aferraban las tetas mientras se apoyaba sobre mi hombro. "Besala, bebé.

Cómeme la concha." le escuché susurrar a Laura, y yo me dirigí irresistiblemente a ella. Francisco se ubicó a mi lado y puso su mano detrás de mi cabeza, empujándome dulcemente al clítoris de su esposa. Inmediatamente ella me recompensó con un suspiro de placer mientras alzaba sus caderas y sacaba del camino las manos de su marido, así podría enterrar mi cara en su maravillosa concha. Llevé mi lengua a través de sus labios vaginales, arriba y abajo, y le introduje la lengua bien profundo cuando me afirmé en una dura y rosada "V". La comencé a menear para intimar con ella mientras las manos de Laura asían mi cabello y me mantenían firmemente en el lugar. Mi trasero estaba en lo alto mientras doblaba mi cuello y mis hombros para introducir mi lengua a más profundidad.

Cualquier cosa para darle placer a ella, en lo que era, mi primera vez con esta mujer. Los gemidos y los gritos de placer de Laura eran entusiastas, diciéndome lo bien que se lo hacía cada vez que yo tocaba su clítoris. La única vez que sus manos soltaron mi cabello fue para abrir más sus rosados y deliciosos labios vaginales.

Francisco había engordado de nuevo su dura y firme pija sólo de observar toda la acción. El regresó a mi lado, arrodillándose del mismo modo en que yo me arrodillé detrás de los dulces muslos de su esposa, y comenzó a jugar con mi concha, saboreando su sudor y a veces abriéndola hacia abajo con sus manos. Al mismo tiempo, podía sentir que él tomaba su pija llena de sangre en sus manos y probaba mi concha y mi culo. El solamente me clavaría la puntita en mi concha y llevaría bastante jugo del amor hacia mi ano. Entonces, recién ahí me probaría, clavando contra el rugoso y estrecho agujero con insistente fuerza. Finalmente, yo ya no podía esperar la próxima vez que él me pondría su pene en la concha, levanté mi cabeza y presioné hacia atrás hasta que llegue a él, tan fuerte que su grosor se incrustó hasta el fondo.

Laura gritaba, "Oh, dios, no te detengas! No pares de comer mi concha!" y se esforzaba desesperadamente por volver a poner mi cabeza abajo. Pero ella no tenía que preocuparse. Yo no tenía ninguna intención de parar de comerla. Francisco empezó a bombear en mi vagina y a sujetar un montón de carne de mis caderas mientras se la enderezaba de nuevo y me embestía con una intensidad cruel y sin compasión. Laura estaba fuera de sí debido a la tensión y a la expectativa del clímax que aumentaba dentro nuestro. Ella estaba retorciéndose por toda la cama tan enloquecida que yo no sabía si podía manejarla todavía lo suficiente como para encontrar su dulce concha y comérsela un poco más.

Pero cuando la encontré, su estremecedor clímax parecía desatar el mío y me corrí por los bordes de a chorros. Mi concha se amoldaba convulsivamente alrededor de la maravillosa verga de su esposo, que arremetía contra mí y entonces sentí que dentro de mí brotaba algo con mucho ímpetu, rociando mi interior con semen. Laura gemía estúpidamente, agitando los brazos mientras acababa, y su esposo vaciaba su carga en mí. Por mi parte, todos mis músculos y mis articulaciones habían practicado mientras el golpeteo de Francisco se había repetido unas diez veces. Los tres acabamos casi al mismo tiempo, un retorcijo mental, una explosión estrepitosa de huesos, que nos dejó fatigados y exhaustos. Francisco lentamente se deslizó fuera de mi concha y nos envolvimos en un montón de brazos y piernas deseosos, sobre la colcha.

Ninguno de nosotros habíamos tenido la oportunidad de pensar sobre la noche anterior, pero Laura luego me explicó que ella había estado disfrutando actos lésbicos con algunas de sus amigas durante algún tiempo y que había estado poniendo a un extraño en su matrimonio.

Ahora que nosotros habíamos establecido un trío, y que ella me podía compartir con su marido, se sentía mucho más feliz y más segura con respecto a su matrimonio.

Probablemente, como habrán adivinado, los tres continuamos viéndonos bastante en las semanas y meses subsiguientes, claro, ya no para cuidar su bebita...

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