Los fuertes brazos de mi vecino II
Con vanos esfuerzos intenté abrir la puerta, él tenía una fuerza muy superior a la mía. Me giré para verle y ahí estaba. - No tengas tanta prisa, en este lugar mando yo.
Los fuertes brazos de mi vecino II
Este relato es la continuación de "Los fuertes brazos de mi vecino" previamente publicado.
"El se levantó y me tomó para que me levantará con él. Se quitó la camiseta. Puede apreciar su atlético cuerpo que parecía sacado de alguna escultura griega. Con sus grandes hombros, definidos pectorales y abdominales que me hacían entender que él era un hombre de verdad y que me iba a tocar hacer de mujer..."
Entonces me miró fijamente y sentí como nacía desde mi cuello un temblor que recorrió cada centímetro de mi cuerpo. Observé sus labios eran gruesos y rojos. Y como si de una hipnosis me gritaban que me acercara a ellos. Fue cuando me sostuve sobre las puntillas de los pies y me aproximé a él. Replicó mi movimiento arrimándose a mí y me empezó a besar. Reposó las sus manos sobre mis hombros mientras nuestras lenguas jugaban. Posteriormente elevó sus manos hacia mi cuello, con suavidad pero firmeza.
En aquel momento una sensación de incomodidad me invadió. - ¡Pero que estas haciendo! - me dije a mi mismo. En en ese momento quite sus manos de encima. - Disculpas pero me tengo que ir ya ¡Adiós! - le comuniqué rápidamente y me dispuse a caminar hacia la puerta. Cuando estaba a un segundo de tocar el pomo de la puerta noté una presión en mi brazo derecho que tirada en la dirección opuesta en la que me dirigía. Hice un movimiento rápido para zafarme y alcancé el agarrador de la puerta pero de nuevo Iván apareció en escena bloqueando la puerta con su mano. Con vanos esfuerzos intenté abrir la puerta, él tenía una fuerza muy superior a la mía. Me giré para verle y ahí estaba. - No tengas tanta prisa, en este lugar mando yo. - enunció con cierto tono dominante y con risa maliciosa. Me cercó la salida colocando el otro brazo a mi lado y se mordió él labio con expresión de victoría.
Una mezcla de sentimientos encontrados se originaban dentro mió. Por un lado quería escapar de aquel lugar del que me sentía prisionero e incomodo. Por otro la idea de estar atrapado, sin escapatoria a merced de lo que mi vecino musculoso que me sacaba tres cabezas quisiera me parecía demasiado excitante; nunca había tenido semejante mezcla de emociones. Iván se abalanzó sobre mí y me empezó para besarme. No tenía otra opción, se había apoderado de mi y me dejé hacer. Entonces me comenzó a besar muy sensualmente. Me excité más al notar el ardor de sus labios contra los míos.
Se alejó unos centímetros y me incliné hacia el con los ojos cerrados, pero no lo encontré abrí los ojos y ahí estaba, con su mirada penetrante. - Hoy te haré mía. - determinó. Noté como se ruborizaba mis mejillas y como hervía mi cara. Me mordí el labio inferior de manera instintiva. Estaba muy excitado y solo lo podría remediar de una forma. Volvió a besarme esta vez en un tono más salvaje como un depredador devorando a su presa. Acomodé mis manos sobre sus grandes bíceps que no llegaba cubrir. Él dejó de bloquear la puerta y puso sus brazos de nuevo sobre mis hombros. En un instante, cogió de mi pelo con una de sus manos y tiró hacia un costado y me empezó a besar el cuello. Percibí como mi respiración se aceleraba rápidamente y una sensación de placer inundó mi ser.
Sus manos me retiraron la camiseta y me sentí más débil e invadido. Pero dicha sensación se esfumó cuándo me percaté de su suave piel tocando mi cuerpo provocadome una acariciante sensación de protección. Deslizando sus manos por mis brazos para luego redirigirlas hacia mi abdomen agarrandome de la cintura para al final dividirse y acabar tomando mi cuello con una y rozando mi pene por encima de la ropa con la otra. Me levantó a horcajadas mientras nos seguíamos besando para llevarme hacia una colchoneta. Me adherí a él con mis piernas rodeando su cadera. Me dejó en la colchoneta y me situé de rodillas como prediciendo lo que ocurriría en el futuro más inmediato.
Se colocó delante de mi, me aferró del pelo. - Desvísteme, vamos. - ordenó. Le quité el cinturón para desabrochar el botón y finalmente bajar la cremallera. Puse una mano a cada lado y le bajé el pantalón hacia abajo. Sin llegar a levantar la cabeza, alcé los ojos y pude vislumbrar su paquete por encima del bóxer ceñido. Se me encogió el corazón y se me aceleró el pulso, era mucho más grande que el mio. Aquello fue como una visión clarividente, yo estaba ahí para servirle, satisfacerle y proporcionarle todo el placer que pudiera.
Me atraía a el, acariciaba sus pectorales, bese su abdomen hasta llegar a los marcados abdominales inferiores mientras con la otra mano sobaba su largo y grueso pene, que sin verlo ya tenía ganas de jugar con el. Con un dedo levantó mi mentón para que le mirará y sonrió eufórico del regalo que le iba a entregar por primera vez a cualquier hombre. Puse mis manos sobre sus enormes muslos que casi hacían tres de los mios y con los dientes agarré el borde su bóxer y lo bajé cuidadosamente. Noté el momento exacto en el que salió catapultado fuera de la ropa. - Madre mía, debe ser enorme. - pensaba. Pese a estar de rodillas su hombría me llegaba a la altura de la boca, parecía ser hecho a medida.
Su miembro me hechizó, no había marcha atrás. Ahora tenía que culminar mi misión.
CONTINUARÁ...