Los fontaneros ya no son lo que eran

¿Merece la pena esperar tanto tiempo para ser atendida como una se merece por el técnico de la lavadora?

¿Es usted Ana Gámiz?

Sí. Soy yo. Le digo sin preguntar quién es.

Verá, que llevo quince minutos esperándole en la puerta de su casa y me estoy preguntando si va a venir usted, o dejamos la reparación de la lavadora para otro día.

¡Maldita sea! ¡La lavadora! ¡Dios que cabeza! ¿Cómo le digo que se vaya? Si me ha costado una semana para que me den cita.

Voy de inmediato caballero. No más de diez minutos. De verdad, por favor, no se vaya... Intento poner mi voz más sensual para que el tipo no se largue, explicándole que es prioritario, que lo necesito

Termino de pagar en Intimitty mis últimos caprichos de lencería y salgo pitando del centro comercial a toda pastilla. Me entremezclo en el bullicio, con los consiguientes golpes, empujones, acaloramientos. Alcanzo la escalera mecánica y llego de inmediato hasta el parking. Que subidón de adrenalina. Estoy goteando por la espalda. Que calor

Llego a casa todo lo deprisa que puedo y efectivamente, ahí estaba esperando. Nada más verlo, empiezo a poner cara de circunstancias para que me perdone, utilizando mis trucos de mujer para seducirle y así evitar que se acuerde de la tardanza. Se me queda mirando como desafiante, pero noto su mirada clavadita en mis tetas. Con las prisas de subir, bajar y correr, mi camisa de seda se ha quedado adherida a la piel. Normal que mire, si hasta yo mismo noto la respiración entrecortada como pareciendo que vengo de pegarme una olimpiada de follar, en vez de tiendas. Incluso tengo los pezones hinchados

Una vez que se presenta, como Javier Roldán, acreditando ser del servicio técnico de IMPOSTRUN, SL adheridos a ZANUSSI, le hago entrar.

Al final, por favor, pase.

Detrás de usted, señora.

Me doy cuenta que se ha quedado justo detrás pudiendo ver el vaivén de mi faldita al andar, por el largo pasillo, que da a la cocina y después al office.

¿Una cerveza, Javier? Le digo con amabilidad mientras intento disimuladamente adecentarme un poco, dejando mis compras sobre la mesa.

No gracias, después en todo caso. Vamos a la faena, que ya es tarde

Pues yo sí mira, que vengo muy acalorada con las carreras

Me mira como queriendo comerme enterita, pero se queda quieto. Haciéndose el disimulado. Será miedo, o profesionalidad o porque a pesar de tener aspecto de guerrera pidiendo caña, todavía no me he insinuado lo suficiente.

Sigo mirándolo embobada y me pensamiento vuela… Eso me gustaría a mí, meterme en faena. Pero ahí mismo. Ese chico no se ha dado cuenta, pero me ha puesto a mil. No se si ha sido su mirada, su voz varonil, su mono azul de trabajo impecablemente limpio, su complexión, su educación, su olor. Porque como olía… ¡mamma mía! Como recién duchado. Nada de los típicos fontaneros guarros, sudados, calvos, barrigones, enseñando la raja del culo al agacharse. A este chico se le empezaba a notar que los treinta no los volvería a cumplir (ni falta que le hacía) y con esas bonitas canas adornando sus lindos y morenos pelos, que eran como la guinda al pastel.

En eso estaba yo, cuando me dice, sentado sobre la banqueta delante de la lavadora

  • Ana, guapa. No se si seré capaz de arreglártelo. Te podría hacer un apaño, en todo caso. No se si te has dado cuenta que tu lavadora no es de nuestra marca, además esta es muy nueva, casi todo es eléctrico y no quisiera estropeártela más. Me haría falta el manual del modelo.

¿Guapa? ¿Con ese tono entre queda bien y haber si te enteras que yo también quiero meterte mano? Hum, me estoy mojando. Lo noto. La naturaleza hace su cometido y mis hormonas están revolucionadas. Claro. Mañana me debería bajar la regla y tengo unas ganas

¡Pues que le den a la lavadora y hazme un apaño! ¡Mejor me haces dos! Estuve a punto de gritarle, para que se enterara de lo que realmente quería.

Haz lo que puedas, por favor. Le dije con una vocecita dulce y tierna, mientras lo miraba pícara.

Esto me va a llevar mucho tiempo

No te apures, cuando termines, te pago lo que me digas. Eso lo remarqué, para ver si era capaz de entrar al trapo y comenzar un juego de seducción.

Entonces, ¿puedo ponerme cómoda?

Sí, sí. Voy a empezar con un programa delicado y luego pasaré a algodón, a ver que tal

Yo no se si empezaba a decirme algo tierno, pero el caso es que le dije:

  • ¿Quieres algo delicado?

Lo noté un poco nervioso, parece que le gustase sentirse ser el objeto de mi deseo. El juego acababa de empezar

He comprado esto esta misma tarde. Le dije mientras sacaba unas bonitas braguitas semi-transparentes a juego con los sujetadores sin aros, donde podrían apreciarse claramente los senos una vez los tuviera puestos, además llevaba dos camisones finísimos, casi sin tela, con unas rajas considerables por aperturas, tanto por delante como por detrás.

Las cogió suavemente, mirándolas con cara de vicio a la vez que de incredulidad.

Bueno esto no es del todo delicado, pero vamos a ver que tal

Lo introdujo con sumo cuidado en el interior del tambor, tecleó tres o cuatro veces la pantalla táctil. Se quedó mirando con un gesto de media aprobación y dijo:

Ahora, si no te importa sí me apetece esa cerveza.

¿Ya funciona? Le dije de espaldas a él, sabiendo que tendría sus ojos clavados en mi culo, mientras me dirigía al frigo.

No lo sé. La he programado para que sea ella la que diga si está lista o no. En diez minutos debe decirnos si esa carga es adecuada a la selección del tejido y si automáticamente es capaz de empezar a funcionar sin que debamos de preocuparnos ni estar encima.

¿Diez minutos? Vale entonces voy a darme una ducha rápida ¿no te importa, no?

No. Ya me quedo yo vigilando

¿Por qué me has dicho que ‘esa’ ropa no es ‘delicada’?

Me refiero a que no sabrás si es todo lo delicada que debe ser si no la has usado todavía. Entonces no sabrás si la lavadora hace realmente su papel.

Ah. Vale. Entonces prueba con esto

Me puse delante suya y fui bajando muy despacio el tanga que llevaba puesto. Lo hice de pie. De frente. Para que no pudiera verme desnuda. Si lo hacía de espaldas tendría una visión inmejorable de mi culo. No iba a ganársela, así como así. Las recogí cuidadosamente, las doblé, mientras él no perdía detalle, se las alargué y le dije:

Por favor, Javi, ‘guapo’ mételas en la lavadora para comprobar que son delicadas

Se lo dije con cariño, con malicia, con lujuria, como una Lolita, pero a la vez, autoritaria. Para que no tuviera más remedio que, al menos, tenerlas entre sus manos. Se quedó de piedra. Con la boca abierta. Yo me moría, por la excitación, por la escena, por saber que en el momento en que sus dedos se pusieran sobre ellas, notarían lo mojadas que estaban

Tardo cinco minutos solo. En la ducha soy muy rápida

Me metí en el baño, abrí el grifo de la ducha, para que él lo escuchara. Dejé la puerta entreabierta para poder observarle, desde unos estratégicos espejos colocados a lo largo del pasillo, como se levantaba lentamente, supongo que por la sorpresa inicial.

Lo que pude contemplar después me dejó helada. Javier abrió las bragas y se la llevó a la nariz. Aspiró como si allí estuviera el manjar más exquisito del Mundo. Casi me muero. Joder nadie me había puesto tan cachonda en la vida...

Luego se abrió la bragueta del mono, sacó el pene erecto, con el glande rojo, a punto de estallar, como una seta y se acarició con ellas. Aquello era el colmo. Aunque os parezca mentira, me sentí amada, querida, deseada, pero a la vez violada (aunque con consentimiento) Era una mezcla indescriptible de sensaciones.

Me eché un chorro de bodymilk por el cuerpo para simular que me había duchado deprisa y salí con un camisón ajustado color berenjena. Llegué a la cocina dispuesta, ya, a todo cuando sin explicarlo el subconsciente me jugó una mala pasada. En vez de atacar, reculé:

Perdóname, no se lo que me ha pasado… no quería… ahora pensarás que soy una cualquiera… me siento mal… vulgar

Nada de eso. Aquí no ha pasado nada. Todavía… si supieras la de cosas que tengo que ‘aguantar’ a diario. Al menos, a ti no me importaría ‘aguantarte’ lo que quisieras

¿Te pongo otra cerveza?

Venga y sin que sirva de precedente te cuento las ‘ocurrencias’ de las amas de casa para que veas que lo tuyo no es nada. Tranquilízate, mujer.

Empezó a contar entre excitado y gracioso que una mujer se la chupó hasta correrse con tal de que le instalara un lavavajillas antes que a su vecina. Que otra, una vez le sirvió mejillón natural de tapa con la cerveza. Se refería a su coño. Dijo que sí que se lo comió, mientras le echaba la cerveza por el mismo. Que una señora muy mayor le dijo que quería que le ‘desatascara’. A eso no accedió. Incluso algún gay le propuso jugar con su ‘herramienta’. La conversación se hacía pornográfica. Hasta que mirándome muy fijo, dijo:

¿Y bien? ¿Qué se le ofrece a la señora?

Que me comas el coño o si lo prefieres que te comas un mejillón de tapa

Dicho y hecho. Se puso de rodillas levantó el camisón hasta el ombligo y empezó a jugar con mi chochito, sin mediar más palabra. Yo me imagina en plena escena de película pornográfica y me dejaba hacer. Al fin y al cabo había empezado yo. Después de estar durante un buen rato metiendo la punta de la lengua por mis rincones vaginales, se acomodó en la banqueta, me hizo sentar en el filo de la mesa, yendo a parar mis pies sobre sus muslos. Estaba casi en el aire. El culo en el filo y el coño completamente abierto en el aire, para que mi gentil fontanero se lo comiera. Mira que me han comido veces el coño, pero como esa

Yo no se si sería postura, pero el caso es no podía de dejar de mirar hacia abajo para ver que aquella boca enorme cogía mis labios que desaparecían como si lo devorara. Daba la impresión que aquel chico no había comido en días. Sobretodo el ritmo que le imprimía. Estaba loca porque me estrujara los pezones.

Cuando a puntito estaba de llenarle la boca con mis jugos, se paró en seco, me cogió de las manos para bajarme de la mesa, ordenándome que me sentara en la banqueta. Que me ordenara me excitó de una manera terrible. Joder, encima eso

Emplea tus manos, solo para sacármela.

Se puso justo delante e hice lo que me pidió. Subí su bragueta (en los monos van al revés) y saqué su polla. Se veía durísima. No era exageradamente larga, pero sí gorda. Puse mis manos en la espalda como una niña buena y empecé a darle golpecitos con la lengua. No podía atraparla porque no se estaba quieto. Eso aumentaba el deseo de engullirla. La tenía a mi alcance, pero no llegaba

Por fin, la atrapé. No me cabía entera ni por asomo, me costaba mantener el ritmo, aun así empecé a salivar para que esa maravillosa polla se apoderara de mi cavidad bucal, quería que supiera que mi boca era en ese momento solo para ello. Cerré los ojos de puro deseo y noté como mi cuerpo se estremecía.

Me agarró de la cabeza con una mano y fue dirigiendo el ritmo de la mamada. No hay cosa que más me guste que sentirme utilizada. Él mandaba. El aceleraba y reducía, a su gusto, las embestidas. El no saber que van a hacer conmigo me pone loquísima. Chorreaba

Ahora vamos a desatascarte cariño

Me levantó de un puñado, puso las palmas de mis manos sobre la mesa y sus manos empezaron a amasar mi culo. Por fuera, por dentro de los pliegues entre las nalgas. Su dedo meñique, hábil y maestro donde los hubiera iniciaba el camino a mi interior. Parecía que ese dedo tuviera vida propia. Es como si su dueño lo hubiera educado solo para ese menester, para encontrar el placer. Ronroneaba de puro extasis.

Esto va a precisar de algún liquidito que nos ayude...

Note un chorro de aceite resbalar desde la mitad de la espalda, parándose en la entrada de mi culo. Un nuevo chorro hizo que no pudiera abarcarlo todo, cayendo al suelo.

Así estaba completamente abierta, deseando ser follada como cualquier animal, aunque para mis adentros imaginaba asemejarme a una perra en celo por el deseo tan incontrolable.

Empezó a metérmela despacito, despacito. Agarrado a mi cintura, notando como con cada golpe de su cintura su polla se abría camino, rozándose con las paredes vaginales. La sacaba y la metía. El cabrón la sacaba del todo, para restregarse el capullo con mi clítoris y otro empujón de nuevo que aunque previsible no por ello menos inesperado.

Así estuvo un rato alternado los mete saca de su polla con los mete saca de sus dedos en el ano. A veces no podía ni controlar si tenía alguna parte de su cuerpo dentro de mí o todas a la vez.

Rozó toda la largura de su polla sobre mi ano un millón de veces, pero al no dilatar del todo, se quedó en embestidas de todos los tamaños, sin que llegara a haber una penetración total, pero sí al menos parcial.

Me puse de pie y me folló frente a frente. Ahí fue suave. Constante, muy constante. Pero suave. Noté el hinchazón de su glande y unas sacudidas enorme de lefa que mi coño engulló. Al hacerlo se retiró levemente hacia atrás, con lo que su prepucio quedó en la puerta de mi coño, notando así todo la carrera de sus espermas en mi interior. Fue delicioso. Como todo en aquel chaval.

Dijo que volvería la semana siguiente a ‘desatascar’ el lavavajillas. Lo espero ansiosa, para que me llene el culo de leche caliente. Tiene que ser una maravilla, notar su semen escupir dentro de mi apretado culito.

En esta semana solo quiero que te masturbes pensando en mí

Sólo lo haré si me prometes no follarte a las ‘amas de casa’

Lo prometo, a las amas de casa, no

Se fue con una sonrisa preciosa en su boca, dejándome babeando

por todos los agujeros de mi cuerpo.