Los fantasmas del pasado
Hace tiempo que escribí "Las decisiones de Blanca" y han sido muchos los lectores que me han pedido una segunda parte. Aprovechando la invitación de Sigrid1 (Cristina) a crear un relato basado en el escrito de Randor "Espiando a Bea" os dejo mi historia "Los fantasmas del pasado" Es conveniente que te leas "Las decisiones de blanca" para entenderlo mejor. https://www.todorelatos.com/relato/125556/
No sé por qué el tema de la infidelidad es algo que tanto a hombres como a mujeres le provoca un enervamiento de todos los sentimientos imaginados o por imaginar. La traición a una ilusión, a un deseo de amor infinito aunque curiosamente no siempre la infidelidad o la traición sea al amor, hace que se nublen los ojos por las lágrimas, el corazón por el dolor, la esperanza por la falta de color.
Hace tiempo que descubrí ESPIANDO A BEA y de ahí nació un reto al que se sumaron mis mejores amigos, entre ellos tuve el privilegio de que lo hiciera Fernando, un extraordinario creador de palabras que son capaces de envolverte en su manto de ilusión. Que la ilusión sea siempre el motor de tu palabra
Gracias Fernando por tu maravillosa aportación.
Un beso enorme.- Cristina
Los fantasmas del pasado
Ya hacía un año que Ana y yo nos habíamos venido desde Leverkusen en Alemania, hasta Málaga en España, aunque los dos éramos de Madrid, volver a nuestra tierra nos hizo mucha ilusión y más después de la oferta que me hicieron. Los dos trabajamos para una conocida marca farmacéutica y estuvimos tres años en esa ciudad donde sin lugar a duda, después de mi experiencia traumática con mi ex, Blanca, los cuidados, mimos y amor de Ana recuperaron al Luis que fui siempre, dinámico, alegre, competitivo y muy enamorado de su pareja.
Eso de alguna manera ayudó a que en un congreso en el que fuimos los dos, una conocida marca de medicamentos de una empresa estadounidense se interesase primero por los dos, pero al final confesaron que realmente quien les interesaba era yo. En un principio rechacé la oferta por considerarla una falta de respeto hacia Ana, discriminatoria y misógina, pero una última oferta monetaria próxima a las siete cifras al año nos hizo cambiar de idea.
Sopesamos los pros y los contras, lógicamente Ana dijo que aunque ella no estaba contratada en esa empresa no se quedaba en Alemania ni loca, era estar muy lejos de mí y eso no lo soportaría.
—Como mucho voy a pedir mi traslado a Madrid de nuevo, me dijo Ana. Todos los viernes me cojo el AVE (tren de alta velocidad) y estoy contigo todo el fin de semana hasta el domingo por la noche.
Así lo hicimos, Ana pidió el traslado y se lo concedieron, fuimos a buscar casa a Málaga y encontramos una que nos gustó a los dos en una urbanización. De momento era de alquiler y con el piso amueblado, cuando todo se asentase ya veríamos si comprábamos algo o no. El edificio solo tenía cuatro plantas y dos puertas por planta. Éramos pocos vecinos y nos encontramos con algunos que nos corroboraron que el sitio era un mar de tranquilidad.
Nos fuimos a Madrid y buscamos un apartamento cerca del trabajo de Ana, que sería donde haría la vida de lunes a viernes, con todo arreglado, me quedé con ella los dos días que nos restaban de permiso hasta que al lunes siguiente empezásemos a trabajar.
Ya de momento la despedida el domingo por la tarde fue muy dolorosa, incluso hubo lágrimas de ambos, quizás os parezca ñoño o cursi, pero habían sido tres años con ella sin separarnos y estábamos hechos a estar el uno con el otro. Esa semana fue horrible para ambos, por la noche una video llamada nos mantenía pegados al móvil hasta que nos íbamos a dormir. Cuando llegó el fin de semana y Ana bajó del tren nos lo dijimos todo con la mirada, compramos algo para cenar y nos fuimos al piso a follar como descosidos hasta el domingo por la tarde que volvió a ocurrir lo mismo de la vez anterior.
Semana a semana veía como Ana y yo mismo entrábamos en una depresión que nos tenía distraídos y fuera de juego toda la semana y esto no podía continuar así, Ana quería estar conmigo y yo con ella, así que después de meditarlo mucho, a los dos meses Ana pidió la excedencia en su empresa y se vino a Málaga a vivir conmigo. No había problema económico, todos los meses ganaba un pastizal y nos podríamos mantener los dos con lujo.
Aun así Ana no se estuvo quieta y empezó a buscar trabajo por la zona de Málaga y alrededores, pero la cosa no estaba muy bien, con la preparación que tenía mi niña y los sueldos que ofrecían, era irrisorio encontrar algo. Ella no cejó en su empeño de buscar algo, pero como me decía, era feliz, estaba conmigo y todos los días nos veíamos aunque ya no trabajásemos juntos. Ocupaba su tiempo en algunas actividades aparte de la de buscar trabajo. Tanto recorrerse Málaga hizo que descubriera sitios increíbles que más tarde me mostraba. Aparte que le gustaba cuidarse e iba a pilates y salones de belleza, sinceramente era una mujer increíble y estaba perdidamente enamorado de ella, creo que cualquier hombre en mi lugar sentiría lo mismo. Ana era una diosa, mi diosa.
Durante los meses que siguieron a la mudanza de Ana a nuestro piso, reconozco que yo hice poca vida social con los vecinos, no conocía a nadie y Ana que estaba más tiempo en casa, sí que había conocido a algunos de nuestros vecinos.
—¿Sabes cariño? Hoy he conocido a nuestra vecina de enfrente. Se llama Beatriz y madre mía, es una preciosidad, una rubia alta, guapísima, con una cara y un cuerpo que es una envidia, no hemos hablado mucho, pero seguro es modelo…vamos que la quiero hasta para mí.
Me eche a reír por la ocurrencia de mi mujer y he de confesar que sentí mucha curiosidad y quise conocer a esa mujer que había impresionado tanto a Ana. Pasaron los días, las semanas y ese encuentro esperado por mí no ocurrió.
Otro acontecimiento vino en parte a turbar nuestras vidas. Debido a mis responsabilidades y a la carga de trabajo empecé a viajar muchas veces a Madrid y una vez al mes tenía que viajar a Estados Unidos. En principio Ana se venía conmigo y comía con sus amigas y conocidas del trabajo, pero se cansó de tener que estar encerrada en el hotel sin saber muy bien lo que hacer y lo mismo pasó con los viajes a EEUU. Hizo mucho turismo pero sin mí, y me dijo que aunque no deseaba separarse de mi prefería quedarse en Málaga, allí ya conocía a algunas personas y estaría más entretenida.
Todo en esta vida lleva un proceso y aunque nos gustaría verlo en un "Time Lapse" para ver el resultado final, los pequeños cambios, los pequeños matices en una relación al principio imperceptibles, se dejan notar pasados unos meses con resultados inesperados. No digo que Ana abandonase sus responsabilidades hacia mí ni hacia nuestro hogar, pero si ligeros cambios en su forma de ser y de vestir, ya no estaba tan pendiente de mí, y si le decía que me marchaba de viaje, antes que ponía mala cara, ahora lo entendía sin problema.
Aunque me prometí a mí mismo cuando salí de la relación que mantuve con Blanca, que nunca dejaría de hablar con mi pareja si algo me parecía extraño o cambiaba algo en nuestra relación, no quise ser tan quisquilloso y lo achaqué a que Ana gozaba de otras libertades ahora que no estaba atada a un trabajo. Ese fue uno de mis primeros errores porque nos fuimos distanciando muy poco a poco, como he dicho de manera imperceptible.
Las semanas siguieron cayendo y Ana hablaba mucho de Bea. Que si Bea esto, que si Bea lo otro, que si Bea sus amigas y yo nos hemos ido de compras y lo hemos pasado genial, que si me ha invitado a su casa a tomar café y yo la he invitado a la nuestra…Bea…Bea…Bea. Y yo siempre diciéndole lo mismo:
—A ver si un día coincidimos y la conozco, ya tengo mucha curiosidad.
—Le he hablado mucho de ti y también está deseando conocerte, decía Ana alegre, casi me estoy planteando el que quedemos las dos parejas una noche a cenar y nos conozcamos, seguro que te van a encantar.
—¿Tú conoces a su marido? Pregunté con curiosidad.
—Bueno no es su marido, es su pareja, como nosotros, también guapísimo, hacen una pareja divina.
Me sentí molesto con el adjetivo que uso para referirse a la pareja de esa chica "guapísimo". Conocía a Ana y en su escala de belleza masculina era como decir "Esta bueno hasta decir basta". No sé por qué una punzada de celos se agarró a la boca de mi estómago. Atribuí eso a que al haber pasado tanto tiempo juntos los dos, no había otras personas que robasen la atención de mi amada, en cambio ahora estaba descubriendo algo nuevo, las relaciones entre vecinos.
Lo recuerdo perfectamente, fue un viernes que llegaba de viaje y estaba esperando el ascensor. Estando dentro y cerrándose las puertas oí la voz apurada de una mujer que venía corriendo.
—Espera….espera…esperaaaaa.
Pulsé el botón de apertura de puertas y cuando entró supe enseguida que esa mujer era Bea. Ana no exageró en absoluto, incluso creo que se quedó corta porque era una diosa altísima, rubia y con unas tetas enormes que se mostraban insultantemente altivas bajo esa blusa y ese sujetador. Dejó unas bolsas del Mercadona en el suelo y cuando fue a pulsar el botón de su piso me miró alegre.
—¡¡Andaa!! ¡¡Vas a mí mismo piso!! Seguro que tú eres Luis la pareja de Ana, ¿A que si?
—No te equivocas, dije mirándola embobado, y tú eres Bea, ¿Cierto?
—Jajajajaja…siiiiiii. Rió divertida.
Diciendo esto pasó un brazo por mi cuello me atrajo hacia ella clavando sus impresionantes tetas en mi pecho y me dio dos sonoros besos.
—Ya tenía yo ganas de conocerte, Ana me ha hablado muchísimo de ti.
—Espero que te haya contado algo bueno.
—Pero si la tienes loquita, dijo Bea risueña, solo habla bien de ti y de lo mucho que la quieres.
—Si, nos queremos mucho. Dije deseando llegar a nuestro piso.
No niego que Bea era una mujer de bandera, de ese tipo de mujeres que casi te apabulla al llevarla a tu lado porque eclipsa todo lo bueno que pueda haber en ti, pero había algo en ella que no sabía cómo explicarlo me puso en alerta. Fueron unos escasos quince segundos en los que no dijimos nada hasta que llegamos a nuestra planta. No quise parecer descortés y agarrando sus bolsas se lo dije con una sonrisa.
—Déjame que te ayude con esto, se te ve sofocada y cansada.
—Muy amable Luis, acompáñame.
Dejé mi maleta a la puerta de mi casa, y ella abrió la puerta de la suya y me hizo que la acompañase hasta la cocina. Cuando dejé las bolsas y siguiendo las estrictas normas de buenos vecinos ella me ofreció algo de beber, que rechacé de inmediato porque no quería quedarme a solas con ella y además tenía la maleta en la puerta de mi casa. Cuando salí al rellano nuevamente, Ana ya estaba esperándome apoyada en el marco de la puerta.
—Veo que ya os conocéis, dijo Ana con una gran sonrisa, ya iba siendo hora.
—Tu chico es un cielo, dijo Bea, todo un caballero que me ha ayudado con las bolsas del Mercadona.
—Ahora solo te queda conocer a Carlos el novio de Bea, dijo Ana alegre.
—Y seguro que nos conoceremos. No quiero parecer mal educado, pero acabo de llegar de viaje y quiero ducharme y ponerme cómodo. Bea ha sido un placer conocerte, dije despidiéndome dándole dos besos.
—Claro Luis, encantada igualmente, ya nos veremos.
Cuando Ana cerró la puerta vino hacia mí, se colgó de mi cuello y me comió a besos. Me agarró de la mano, me llevó a nuestro dormitorio y desnudándonos nos fuimos a la ducha.
—Estaba deseando que llegases mi amor, decía Ana excitada, quiero que me folles, no me hagas el amor, solo limítate a follarme como a una vulgar puta.
Se lo que eso significaba para ella, me lo había pedido muchas veces y sabía lo que tenía que hacer. Tenía una verga de considerables dimensiones y sabia como utilizarla y no me costó arrancarle gritos de placer a mi chica cuando la follaba con dureza en la ducha y le arrancaba unos orgasmos que la dejaban rota. Cuando dábamos rienda suelta a nuestra pasión, muchas veces tenía que tapar la boca a Ana porque en vez de follar parecía que la estaba matando.
Comimos algo rápido y descansamos un poco en el sillón los dos desnudos, acariciándonos, sintiéndonos. No tardamos mucho tiempo en volver a la cama y esta vez más tranquilos, hacer el amor como dos enamorados. Ana tenía un cuerpo precioso que me encendía como a una tea y hacía que nuestras sesiones de sexo fueran largas, casi inacabables.
Parece ser que a partir del día que conocí a Bea, todo se alió para que coincidiésemos más veces. Aunque nuestras conversaciones de ascensor eran muy cortas, sé que ella como buena conversadora intentaba retenerme algo más para que nos conociésemos mejor, pero es que estar junto a ella era no poder mirarla a los ojos, la niña estaba de muerte y eso me ponía nervioso.
Fue inevitable el que también conociese a Carlos el novio de Bea un día que llegaba yo a casa y estaban ellos esperando el ascensor. He de reconocer que cuando vi a Carlos entendí a mi mujer cuando decía que era guapísimo. A diferencia de su novia Bea, Carlos era más afín a mí. Siempre trabajando, viajando y esperando llegar a su casa para sumergirse en los placeres que debía de proporcionarle Bea y es que no era para menos. Creo que nos caímos bien enseguida y conectamos muy bien, tanto es así que pasada una semana de ese primer encuentro Ana me confirmó que ese sábado por la noche cenaríamos con ellos en su casa.
Creo que esa cena me ratificó que no me sentía a gusto con Bea y no por que fuese desagradable, era un cielo de mujer además de bellísima, pero había algo que rechinaba entre Carlos y Bea y eso era su manera de comportarse, siempre con frases de doble sentido, era algo frívolo que desde luego no era de mi agrado. Intenté por todos los medios que no se notase mi incomodidad pero creo que Ana se dio cuenta enseguida de que algo no funcionaba bien. Cuando terminamos de cenar nos sentamos en el sillón a tomar una copa, lo más lógico es que Carlos y Bea se hubiesen sentado juntos, lo mismo que Ana y yo, pero no, digamos que hubo un "cambio" de parejas y Bea se sentó muy cerca de mí, demasiado para mi gusto.
Apremié con la mirada a Ana para que terminase su infusión, creo que me entendió perfectamente, ya que yo terminé mi copa y fingiendo cansancio nos levantamos para irnos.
—Chicos ha sido una velada muy agradable, pero estoy algo cansado de la semana y me apetece meterme en la cama.
—¡¡Ayyyy… pillín!! Rio Bea divertida, tú lo que quieres es irte a la cama con Ana, pero no para dormir.
Esbocé una sonrisa de compromiso ante un comentario totalmente fuera de lugar. Que quisiese ir a la cama a follar o no con Ana era cosa solo de los dos, no sería de dominio público. Definitivamente con estos chicos no me encontraba a gusto.
Hubo más momentos con Carlos y Bea, encuentros en la piscina de la urbanización y alguna vez que no me quedó más remedio que pasar un día de playa con ellos ya que a Ana le hacía mucha ilusión. Si ver a Bea vestida era ya de por si excitante, verla con esos diminutos bikinis era algo que te podía sacar de quicio. Incluso Ana que era más comedida en su vestimenta de baño, empezó a utilizar bikinis tan pequeños, que al menor descuido mostraba más de lo que debía, al igual que Bea. Eso me molestaba bastante ya que cuando me percaté de este hecho nos vimos rodeados de hombres que disimulaban tomar el sol, pero que estaban listos con sus teléfonos móviles para tomar alguna foto en uno de esos descuidos.
Llegué a la conclusión que Carlos y Bea eran unos exhibicionistas, les gustaba que la gente mirase, los mirase a ellos y como se mostraban, pero lo que realmente me indignaba es su empeño perpetuo en separarnos a Ana y a mí y hacer ese "cambio" de parejas en que no sé por qué estaban empeñados.
Digamos que todo cambió de alguna manera ese día de playa, esos pequeños cambios y esos sutiles detalles habían dejado paso a algo muy descarado. Estaba medio tumbado al lado de Bea que boca abajo charlaba conmigo. A lado de Bea estaba Carlos y más allá estaba Ana tumbada boca arriba, nos tenían totalmente separados y eso a Ana parecía no importarle. En un momento dado vi que Ana se reía y cuchicheaba algo a Carlos y este cogiendo el bronceador empezó a echarle en pecho, abdomen y piernas. Enseguida todas mis alarmas se dispararon y se confirmaron cuando vi las manos de Carlos acariciar el pecho de Ana.
—Ehhh…¿Carlos puedes venir un momento? Dije casi increpándole.
—Espera Luis déjame que termine esto. Me comentó con una sonrisita sin importarle que fuese la pareja de Ana.
—¡¡CREO QUE NO ME HAS ENTENDIDO!! Dije elevando la voz. ¡¡QUE VENGAS YA…JODER!!
Mi voz sonaba autoritaria, no estaba para bromas. Tanto Ana como Bea me miraron sorprendidas. Carlos se levantó y se arrodilló a mi lado y le planté en su mano de mala manera el bronceador de Bea.
—Preocúpate de Bea, parece que se está quemando. Dije con ironía. De Ana ya me preocupo yo.
Me levanté y me fui al lado de Ana, me arrodillé en la toalla en la que hace unos momentos estaba Carlos y la mire enfadado.
—¿A qué coño estas jugando Ana?
No me dijo nada, pero bajo sus gafas de sol sentí su mirada de odio hacia mí. No me dejó ponerle una mano encima y fue ella la que se extendió la crema bronceadora que le había puesto Carlos momentos antes. Solo de ver las manos de Ana extendiendo la crema me puso enfermo imaginando las lascivas manos de ese tío sobre el cuerpo de mi amada.
Mi amada, ese adjetivo había tomado una connotación muy diferente ya que en esos momentos no conocía a la mujer de la que me enamoré perdidamente. Ese día sé que fue difícil para todos ya que el "rollito" que se creían, teníamos entre los cuatro, era como papel mojado que se deshacía entre los dedos.
Durante todo el día que restaba hasta que llegamos a casa Ana y yo no nos dirigimos la palabra. Bea elevó un poco más la tensión y decidió hacer topless. Joder que pedazo de tetas tenía la niña en comparación al cuerpo tan delgado pero proporcionado que poseía. Ana me quiso tocar aún más las narices e hizo algo que sé que nunca haría en público, quedarse con las tetas al aire. Cuando lo hizo me miró desafiante como diciendo, "Ahora te jodes".
Esa noche cuando llegamos a casa tuvimos la primera gran bronca desde que nos enamoramos. Eso hizo que nos separásemos aún más, que nuestra relación para mi idílica se fuese a la mierda. Al final se lo dije intentando aguantarme las lágrimas.
—¿Te quieres follar a Carlos? Pregunte entre la ira y el miedo.
—Pues mira, quizás ahora no me importe darme un revolcón con él. Dijo Ana intentando hacerme daño.
—Ana, no nos compromete nada. No hay papeles firmados que nos vinculen, podemos dejar la relación en este mismo momento.
—¿Me estás diciendo que rompamos lo nuestro? Dijo con miedo.
—Dado tu comportamiento…¿Qué otra cosa si no?
Ana rompió a llorar y no entendía porque, ya que pensaba que tenía las cosas muy claras, pero veía que no.
—Me estas demostrando que no me quieres nada, decía Ana entre hipidos, que nuestra relación no te importa.
—Te voy a decir algo Ana, Carlos y Bea te han cambiado, esos dos no me gustan nada, algo traman y tu estas influenciada por Bea. Y si te digo esto es porque lo nuestro me importa mucho, TÚ me importas mucho y por nada del mundo quiero que acabe, pero así no voy a seguir. Empieza a comportarte como la mujer de la que me enamoré.
Sinceramente empezaba a replantearme el buscar otra casa y dejar ese piso. Los vecinos que teníamos no me gustaban nada y empezaban a ser algo molesto para mí y mi relación con Ana. Esa primera semana después del incidente en la playa Ana y yo casi ni nos hablábamos, notaba la tristeza en su mirada, pero mi cabeza hervía cada vez que me iba a trabajar o de viaje, pensando que es lo que haría a mis espaldas. Es triste pero en pocos meses la confianza ciega que tenía en esa mujer había desaparecido.
No sé por qué motivo me dediqué a observar más la vida de Carlos y Bea. Empecé a controlar horarios, salidas, viajes y algo seguía chirriando muy fuerte en esa pareja. Carlos viajaba bastante; viajes de dos, tres días a lo sumo. Siempre que eso ocurría dos amigas suyas, unas auténticas bellezas también venían a su casa, imagino a charlar o a pasar un rato agradable. Pero no siempre era así, empecé a reparar que cuando faltaba Carlos muchas veces había un Smart For Two Cabrío blanco que no pertenecía a la gente de la urbanización.
No me costó averiguar que pertenecía a un hombre alto que siempre que no estaba Carlos visitaba a Bea alguna vez en su casa a solas o cuando estaban también sus amigas incluso a veces también venia con un amigo. No quise comentarle nada a Ana. Eso me pondría en una posición difícil de explicar y por qué no decirlo, quizás si se lo contaba descubriese algo que no me gustaría nada.
La cosas queramos o no volvieron a su cauce después de ese incidente, pero tardamos cerca de un mes en volver a la normalidad. Ana estaba convencida de no hacer nada malo y en ningún momento dijo lo siento y yo lo veía con otros ojos, intuía el peligro.
Pasaría más de un mes cuando un viernes por la noche llamaron al timbre de nuestra casa, cuando fui a abrir me encontré con Carlos y Bea que me miraban interrogantes.
—Hola Luis, dijo Carlos, ¿Nos invitas a pasar?
—Que sorpresa, dije incómodo, claro, pasad dentro, Ana está en el salón.
Vi que Luis traía una botella de wisky y Bea dos botellas de dos litros de coca cola. No pude dejar de fijarme en Bea, de acuerdo había algo que no me gustaba en ella, pero joder, es que estaba buenísima. Venía con un body muy escotado y una minifalda que quitaba el hipo.
Cuando pasaron vi que Ana se ponía en pie y les daba dos besos a cada uno. Su cara no reflejaba sorpresa, esto era algo premeditado, solo faltaba que me dijeran a que habían venido. He de reconocer que fueron muy modositos, no venían provocando, bueno, Bea si, con esa faldita tan corta no me fue difícil mirar su entrepierna y en algún momento ver el nacimiento de su perfecto culo.
—Veras Luis, empezó diciendo Carlos, creo que hemos empezado con muy mal pie y solo queremos Bea y yo que esto no nos separe. Sois una pareja increíble y nos encanta estar con vosotros.
—Por supuesto, pero tú con Bea y yo con Ana. Sentencié tajante.
—Eso no lo dudes y te debemos de pedir disculpas por el incidente de la playa, creo que ese día nos tomamos más confianzas de las debidas.
Esperaba que Ana dijese algo, que también se disculpase, pero permaneció sumisa, callada, mirando al suelo. Eso me enfadó.
—Por eso os invitamos a una casa rural a la que hemos ido muchas veces. Os garantizo que no os vais a arrepentir y va a ser divertido. Eso hará que nos conozcamos mucho más. Luis te aseguro que no somos mala gente, déjanos demostrártelo.
Esa noche no dio para mucho más, tomamos algo de beber y charlamos de todo un poco. Bea se encargó de calentarme como una estufa, desde el incidente de la playa y aunque según Ana todo estaba bien, no me dejaba tocarla un pelo, seguía enfadada conmigo. Quedamos para el viernes siguiente que saldríamos por la tarde aunque, por lo que pudiese ocurrir, cada pareja fue en su coche.
No me hacia una idea de lo clarificador que ese viaje seria para mí. En ningún momento me sentí incómodo y todo fue más o menos divertido. Ana parecía más relajada y por primera vez en más de un mes hicimos el amor como cuando nos conocimos.
El domingo por la mañana, todos menos Ana nos levantamos temprano. Desayunamos y Carlos y Bea me dijeron que ellos se iban a pasar la mañana a unas piscinas naturales que había cerca de allí. Yo me quedé en casa esperando a que Ana se levantase, pero cuando fui a llamarla me dijo que la dejase dormir y le comenté que me iba a dar una vuelta.
Desde luego el sitio era idílico, frondoso, con mucho verde y tranquilo, no había masificación se estaba realmente bien. Me puse a andar sin rumbo fijo, solo pensando en mis cosas pero sin pensar en llegar a ningún destino. Solo cuando me encontré ligeramente perdido, supe que tenía que regresar. Mas o menos desandé lo andado y por lógica no era el mismo camino, bueno, llevaba mi móvil y si realmente me perdía me ayudaría a llegar.
Pasados unos kilómetros oí de fondo un murmullo y me dirigí hacía donde provenía. Según me acercaba ese murmullo se empezaba a convertir en jadeos y frases entrecortadas por la excitación, la curiosidad me picó y llegué cerca, muy cerca de donde dos personas Carlos y Bea totalmente desnudos follaban sobre una gran toalla en medio de la naturaleza. Por primera vez vi el cuerpo desnudo de Bea con la polla de su novio metida en su depilado coñito entrando y saliendo con parsimonia. Mi polla se puso en pie de guerra enseguida viendo semejante espectáculo. Sin pensármelo saqué mi teléfono y me puse a grabar.
—Joder cariño como me pone oírtelo decir, decía Carlos excitado, repítelo.
—Quiero…quiero la… la polla de Luis en mi coñoooo.
Las manos de Carlos agarraban el perfecto culo de Bea, haciendo que sus caderas bailasen sobre su polla. Sus tetas, colgaban y se mecían con el movimiento de ella, mientras la boca de su chico alternaba entre sus pezones, mimándolos, mordiéndolos, chupándolos sacando de la garganta de Bea auténticos gemidos de placer.
—¿Y tú mi amor? ¿Te gustaría follarte a Ana? Preguntaba jadeando Bea.
—Diooooos, me encantaría. El día de la playa aunque me costó rompí sus defensas, porque se metió Luis, si no ese día terminamos follando.
Siguieron follando mientras en mi cabeza lo repetía una y otra vez, "cabrones, sois unos cabrones" Aunque no estaban follando con dureza imagino que tener la polla metida dentro del coñito de esa mujer explosiva no debía de ser fácil. En esos momentos Bea sacó de su interior la verga de Carlos y me decepcionó, pensé que tendría un pollón descomunal, pero era normalita, digamos dentro de la media nacional. Bea se puso en cuatro ofreciéndose a Carlos provocativamente, desde donde estaba lo que veía me tenía encendido, me bajé el bañador que llevaba y mi polla saltó furiosa ante esa visión.
—¡¡VAMOS FOLLAME!! Exigía Bea moviendo su culo. ¿Sabes lo que me ha contado Ana?
Carlos no decía nada, estaba comiéndole el coño a Bea, solo se oían los chupetones y el chapoteo de su lengua dentro de su coño.
—Me ha contado que Luis…aahhh mi amor sigueeee…tie…tiene un pollón enorme. Confesaba Bea gimiendo.
Carlos se puso tras ella y apuntó su polla al coñito de Bea que lo esperaba impaciente. Mi polla estaba como una piedra viendo y escuchando todo eso, mientras me hacia una paja mirando ese coño y ese culo perfectos que me estaba llevando al orgasmo.
—¿Te gustaría tener ahora mismo a Luis detrás de ti? Pregunto Carlos apuntando su polla.
—Diooooos…siiiiiiiiii.
—Pues piensa que es su polla quien te folla.
De un violento movimiento de caderas se la clavó hasta que no había más polla que meter. Bea levantó su cara cogiendo aire y empezó a gritar de placer mientras se oían los choques de pelvis y Carlos tapaba la boca de esa mujer que gritaba de placer para que no fuese tan escandalosa. Mi paja ya me tenía al borde del orgasmo viendo a Bea llena de sudor mientras sus tetas se mecían al son de las embestidas de su novio. Se oían sus gritos ahogados por la mano que tapaba su boca cuando vi como ponía sus ojos en blanco y su cuerpo se convulsionaba
—Diooooos Beaaaa…me vas a arrancar la pollaaaaa…me corroooooo.
Su orgasmo fue violento e hizo que yo me corriese también como si estuviésemos sincronizados. Creo que nunca había soltado tanta leche viendo a dos personas follar. Cuando los tres nos tranquilizamos miré hacia abajo y las hojas del arbusto que me protegía de no ser descubierto estaban llenas de mi corrida que formaba hilos y caían hacia el suelo.
Vi como los dos amantes se separaban y caían agotados sobre la toalla, la polla de Carlos se había reducido a la mínima expresión, Bea permanecía abierta de piernas mostrando su precioso coño mientras de su vagina rezumaba la corrida de su novio.
—¿Sabes? Empezó a decir Bea. Ana es muy pardilla, muy inocente y bastante influenciable, creo que va a ser más fácil que tú te la folles a que yo me folle a Luis. Además no me costó sonsacarle su deseo más oculto, quiere que la follen dos tíos a la vez y quien mejor que tú y Luis.
—Yo quiero ver cómo te folla y quiero que veas como Anita se derrite con mi polla dentro.
—¿Pero te diste cuenta cómo iba vestida el otro día cuando fuimos a su casa? Iba enseñando prácticamente todo, solo faltaba grabarme en la frente "FÓLLAME" y el tío ni se inmutó.
—Seguro que te llega a ver ese profesor de baile tuyo y no te hubieses escapado. Dijo algo molesto Carlos.
—No empieces otra vez con eso, ya te he dicho que entre él y yo no ha ocurrido, ni ocurrirá nada. Dijo Bea incómoda.
Ya no me quise quedar más, paré la grabación del móvil, me subí el bañador y me fui hacia la casa, esperando encontrar el camino. Eché una última mirada a esa diosa que se mostraba lujuriosa y desnuda y deseando recibir una buena follada. En esos momentos creo que si salgo de mi escondite la habría follado hasta dejarla el coño totalmente abierto, lleno de leche y escocido.
Pero no, me podéis llamar de todo, pero mi amor, la persona que amaba y que me hacía respirar, estaba en una casa esperando a que llegase, yo nunca haría nada a sus espaldas. No me costó encontrar el camino de vuelta, al poco oí de nuevo gemidos e imaginé que esos dos volvían a follar.
Cuando llegué a esa casa rural donde nos alojábamos, vi a Ana en la piscina dándose un baño. Yo me desnudé completamente y me lancé al agua emergiendo a su lado. La abracé conta mí y nos besamos con pasión, juntando nuestras lenguas. Sus piernas enseguida rodearon mi cintura mientras mis manos se aferraban a su perfecto culo.
—¿Estas desnudo, con lo que eres?, ¿No temes que aparezcan estos? Preguntó Ana susurrando en mi oído.
—Bueno, si aparecen que miren y aprendan como se hace el amor a la persona que más quieres.
—¿Y si quieren participar y se meten desnudos en la piscina? Preguntó Ana.
—¿Te gustaría ver cómo me follo a otra mujer delante de ti? ¿Eso te gustaría?
—Dios no, creo que me moriría. ¿Y tú? ¿te gustaría verm…? Cortó enseguida Ana. Perdona cariño, dijo abrazándose a mí y recordando mi mala experiencia.
—Luego quiero enseñarte algo que he presenciado esta mañana.
—¿Me va a gustar?
—Creo que más que gustarte te va a aclarar muchas cosas.
—Andaaaa, enséñamelo. Dijo Ana poniendo morritos.
—No mi amor, primero quiero hacer el amor con mi mujer. La he echado mucho de menos.
Fue Ana la que se desnudó para mi dentro de la piscina y la que sentándose en el borde con las piernas bien abiertas me lo dijo con carita de traviesa.
—Cómeme el coño mi amor.
Nunca me cansaría de su aroma y su sabor y nunca me cansaría de ese coñito fino, cerradito y precioso que tenía mi chica y que me lo ofrecía para que la llevase al orgasmo que me pedía. Mi lengua conocía bien por donde moverse en ese lugar y no le costó nada llegar a su orgasmo, mientras apresaba mi cabeza entre sus piernas para que no dejase de lamer. Se metió en el agua conmigo y abrazándome con sus piernas, mi polla abrió su coñito hasta que solo los huevos quedaron fuera.
—Mi amoooor…nunca me cansare de sentir como tu verga me abre totalmente…follameeeee, follameeeeeeeeee.
Y eso hice, me folle a mi diosa, a la mujer que más amaba y la única que ocupaba mi corazón. Mentiría si no dijese que en algún momento Bea se metió en mi cabeza y pensé que era a ella a quien estaba abriendo ese coñito que tenía, pero era oír los gemidos de mi chica y mi mundo se abría ante ella.
—Fuerteeee mi amoooor…clavamelaaaa fuerteeee…asiiiiiiii.
El contraste del agua fría con la calidez del coñito de Ana era brutal. Pensé que después de la paja que me había hecho mirando como esos dos follaban, aguantaría mucho más, pero era tal la entrega de Ana, su pasión y su cariño que empecé a notar como mi orgasmo crecía dentro de mi imparable.
—Anaaaaa…me voy a correeeer…
—Y yooooo mi amoooor…y yooooo…diooooos siiiiiiiiiiiiiiiii.
Ana se abrazó con una fuerza brutal a mí y note sus convulsiones y como su vagina exprimía mi polla sacándole hasta la última gota de esperma. Estuvimos abrazados un buen rato mimándonos y acariciándonos, no me había salido de su interior y permanecíamos unidos en un vínculo increíble. Empezamos a oír voces que se acercaban, nos miramos complicemente y echándonos a reír salimos de la piscina y nos pusimos los trajes de baño rápidamente. Para cuando llegaron Carlos y Bea, Ana y yo retozábamos en la piscina como niños y ellos tardaron poco en unirse a nosotros. No pude dejar de admirar el cuerpazo de Bea mínimamente cubierto por su bikini y pensando que hacía un rato estaba totalmente desnuda.
El día transcurrió con normalidad, Bea se mostró seductora frente a mí, pero lo que me molestaba es que Ana la miraba embelesada y no reaccionaba ante sus provocaciones, es que hasta sirviendo el café me ponía el culo frente a mi cara solo cubierto por la leve tirita del tanga.
Solo por la noche tuvimos la suficiente intimidad para que Ana pudiese ver el video que había grabado. Lo vio por dos veces y estaba muy seria cuando me entregó mi teléfono móvil.
—Vaya no me esperaba esto de verdad. Dijo Ana molesta.
—Ana ese es tu problema estos quieren hacer un intercambio de parejas, pero tú parece que no quieres verlo.
—Yo he hablado con Bea, al igual que vosotros habláis de chicas, nosotras hablamos de vosotros y me pregunto que como la tenías.
—Joder…¿En serio? ¿Y se lo dijiste?
—Cariño yo estoy muy orgullosa de ti, de cómo eres y de lo que me haces sentir con tu pollón. Claro que si se lo dije y babeó cuando le conté lo que te medía y como era de gruesa. Me dijo «Un día me lo follo» pero pensé que no lo decía en serio.
—Pues creo que lo desea, los dos lo desean y no me gusta nada el juego que se traen entre manos.
Nos quedamos callados los dos, Ana no decía nada pero en mi cabeza todavía estaba el comentario de Bea sobre el deseo oculto de Ana.
—Y ahora me gustaría hablar de tu deseo oculto, ese que no me has contado.
—Ya, imaginaba que me lo preguntarías. A ver Luis, ¿Qué me gustaría que ocurriese?, no te lo niego, pero no lo ando buscando. Es como la lotería, ¿Qué me gustaría que me tocase?, por supuesto, pero si no compro ni el décimo es prácticamente imposible que me toque. Además, ¿has visto la pollita de Carlos? De acuerdo que está muy bueno, pero yo estoy acostumbrada a tus calibres, ¿Y los tres? Ana ya se echó a reír. No, te aseguro que no. Sentenció.
No es que su respuesta me dejase más tranquilo, pero por lo menos lo habíamos hablado. Seguro que se podría matizar más, aunque ni por asomo me gustaría ver percutida a Ana por otro tío. Yo ya tuve suficiente con eso y no he logrado superarlo aún.
Esa última noche, sé que fui un poco cabrón. Me comporté con Ana como un empotrador, tuvimos sexo del bueno y no nos cortamos. Ana disfrutó como hacía tiempo que no lo hacía y la veía sumisa y entregada a mis deseos. Gemimos, gritamos, nos corrimos escandalosamente, quería que nos escuchasen y vaya que lo hicieron. Casi amaneciendo, oímos los suspiros y el rítmico rechinar de los muelles de un colchón y luego el silencio. Yo solo esbocé una sonrisa maliciosa y abrazándome a mi diosa pensé «JODEROS»
Al día siguiente domingo, me desperté extrañamente temprano y aunque había dado lo mejor de mí con Ana estaba fresco como una lechuga. Quise dejar dormir a Ana un poco más, me duché y bajé a desayunar pensando que estaría solo, pero Bea estaba en la cocina más sugerente y sexy que nunca. Confieso que me dejó fuera de juego y me puse algo nervioso, estaba guapísima.
—Buenos días Luis.
—Hola Bea, buenos días.
—Vaya nochecita…¡¡¡EHHHH!!! Sonrió Bea con picardía.
—Siento que hayamos hecho mucho ruido.
—No te disculpes, a mí me encantó oíros.
Vi la mirada de deseo de Bea, cualquier mortal en su sano juicio hubiese aprovechado esa situación a su favor para follarse a semejante hembra. Sus pezones iban a traspasar la tela de su camiseta. Sin yo decirle nada me sirvió un café y dejándolo frente a mí, apoyó sus tetas en mi brazo de forma descarada.
—No lo pude evitar, me dijo sensualmente, me hice un dedito oyendo como empotrabas a Ana una y otra vez, gracias a ti me corrí dos veces pensando que era a mí a quien follabas.
Una mano de Bea se posó en mi muslo muy cerca de mí ya crecida polla. De acuerdo que no quería nada con ella pero esa mujer era una golosina imposible de dejar pasar, pero era incapaz de hacer eso a Ana, nunca, nunca la engañaría. Esa es la lucha que tenía en mi cabeza, se lo que conllevaría que yo me follase a Bea y por nada del mundo iba a consentir eso, solo el pensamiento de que pudiese ocurrir ya me atenazaba el estómago en una sensación ya conocida por mi cuando vi a Blanca follando con Marc.
—Bea, no nos andemos por las ramas, es difícil no darse cuenta de que tú quieres follar conmigo, y Carlos esta como loco por meterse entre las piernas de Ana, pero te aseguro que eso no va a ocurrir.
—Hoy en día es lo más normal entre parejas, se excusaba Bea, es para que la monotonía no se instale en una relación.
Esa mujer no era transparente, escondía mucho más, sabía que cuando se quedaba sola recibía la visita de un hombre y muchas veces incluso dos aparte de sus amigas. Creo que eso su novio lo desconocía. No, algo en mi me decía que tuviese mucho cuidado con esa mujer.
—Bea, será normal para ti y para Carlos. Para nosotros no. Somos solo vecinos, que os quede claro, nunca llegaremos a más.
—¿Y si Ana opina lo contrario? Preguntó Bea molesta. ¿Y si Ana si quiere follar con otros? Dijo sembrando la duda.
—Bea, vas por mal camino, Ana me conoce, yo conozco bien a Ana. Metete esto en tu cabeza, nosotros no vamos a seguir vuestro juego.
—Ningún hombre me ha rechazado, dijo enfadada Bea, y tú no vas a ser menos, de una manera u otra conseguiré joderte.
Sali de esa cocina muy molesto con Bea, subí a nuestra habitación y muy a mi pesar desperté a Ana de su magnífico sueño. Ella lejos de molestarse se acurrucó conta mí y me pidió que la hiciese mimitos. Al poco rato buscó mi boca y nos besamos con cariño, Ana me miró a los ojos y supo enseguida que algo pasaba.
—Cariño, tienes mala cara, ¿Qué ha ocurrido?
Le conté todo lo que había pasado en esa cocina con Bea y lo que habíamos hablado. Le hice partícipe de mis dudas y mis miedos sobre si ella deseaba follar con otros, aparte de su deseo oculto, ¿Qué más le habría contado a Bea?
—Mi vida mírame, decía Ana, mírame y escúchame bien. Tú y yo nos pertenecemos, no hay terceras personas ni quiero que las haya. Me asusta que Bea quiera estar contigo, ella es más guapa y tiene mejor cuerpo que yo…y me da pánico que me dejes. Se por lo que has pasado y creo adivinar tu miedo si me vieses en brazos de otro hombre, nunca, me oyes, nunca te haré eso.
Nos abrazamos con amor y así estuvimos por un buen rato. Cuando nos separamos Ana me besó con ternura y me lo dijo.
—Vámonos a casa, no quiero seguir aquí.
Ana se fue a la ducha y cuando entró a la habitación se quitó la toalla y pude admirar su perfecto cuerpo desnudo. Ella me miró con coquetería mientras se secaba con mi atención puesta en cada movimiento que hacía. Era perfecta y la amaba con cada molécula de mi ser. Quise dejar bien claro a esos dos que Ana solo me follaba a mí y yo solo me follaba a Ana. Antes de irnos volvimos a follar como animales y Ana por pura provocación no se cortó en exteriorizar sus orgasmos con fuertes gemidos.
Cuando bajamos con las maletas hechas, sé que Carlos se sorprendió, pero Bea puso una cara de pocos amigos que me llegó a preocupar.
—¿Os vais ya? preguntó Carlos.
—Si, me ha surgido algo que debo de solucionar en Málaga.
—¿En serio, no es por algo que haya ocurrido? ¿Algo os ha molestado?
—No Carlos en serio, no ha ocurrido nada. Dije mirando a Bea con enfado.
—Bueno, que le vamos a hacer, esta noche nos veremos. Dijo Carlos animosamente.
«No, si puedo evitarlo» pensé para mí. Estaba seguro que Bea no le había contado nada de lo ocurrido en esa cocina. Para mi esa mujer guardaba bastantes más secretos de los que debiera ante su novio y casi podía asegurar que ya le había puesto los cuernos en muchas ocasiones. Definitivamente no, no me gustaba esa gente, no me gustaba esa mujer y después de lo escuchado en el bosque, temía por Ana y que se dejase liar por esa zorra.
Creo que por primera vez pasó por mi cabeza el cambiarnos de casa y alejarnos de esa gente para mí, poco sana. Aunque Ana y Bea tenías sus respectivos teléfonos móviles y se llamaban a menudo, una cosa es tener a tu "amiga" a una hora en coche y otra muy diferente en la puerta de enfrente. Deseaba confiar en Ana, pero el poder que tenía Bea sobre ella era evidente.
Desde que llegamos a casa y en la siguiente semana no ocurrió nada reseñable, nada que supusiese una preocupación. Cierto es que cuando me iba a trabajar, Ana se quedaba en la cama y estaba hasta la hora de comer sola, ¿Qué hacía? No me quedaba más remedio que fiarme de ella y confiar en su buen criterio.
Al final de esa semana Ana me comentó que Bea estaba muy arrepentida de lo que había pasado en esa casa rural. Se sentía culpable de haber forzado la situación y haber hecho que nos fuésemos antes y que nuestra amistad se hubiese visto resentida. No la creí, ya pensaba que esa chica era puro veneno y esas disculpas eran parte de algún otro plan que rondaba en su retorcida cabeza. Ana como siempre volvió a su amistad con ella, sin importarle que una semana antes esa zorra me dijo claramente que quería follar conmigo, no lo podía evitar, esa situación me disgustaba.
En la siguiente semana tuve que irme de viaje el jueves, aunque sería un viaje breve, el viernes a mediodía estaría en casa de nuevo, pero las dudas se volvieron a instalar en mi cabeza y ya empezaba a no estar seguro de nada. Me estaba obsesionando y empezaba a perder la confianza en Ana. Los fantasmas del pasado volvieron a mí, era como cuando Marc venía a follarse a Blanca y yo desaparecía para no ver lo evidente, en mi cabeza empezaba a ver imágenes de Ana siendo follada por otro hombre y eso me desesperaba.
Ese viernes cuando llegué a casa y abrí la puerta del ascensor Ana y Bea charlaban en el rellano. Las dos me miraron sonrientes y me saludaron como si fuese un vecino más, un desconocido. Cuando pasé al lado de Ana, que siempre me recibía efusivamente con besos y abrazos, ni siquiera se dignó a darme un beso de bienvenida. A esos pequeños detalles mínimos, es a lo que me refería con los sutiles cambios. Pasé algo molesto a mi habitación y quitándome el traje me fui a la ducha. Cuando salí, Ana y Bea seguían todavía de cháchara y pasó un rato hasta que oí como se cerraba la puerta y entraba Ana al salón muy contenta.
—Cariño, como sé que vienes cansado, he pensado que esta tarde me marcho con Bea a la peluquería. Luego me ha dicho que me va a llevar a su escuela de baile para presentarme a la gente con la que baila y a su profesor.
—¿Y no preferirías quedarte conmigo y luego irnos a tomar algo?
—Cariño, siempre te quedas dormido después de comer, dijo Ana con pena, prefiero dejarte descansar. Así por la noche me dejas bien satisfecha, dijo mi chica con picardía.
Ella lo tenía ya decidido y me lo quiso vender con una promesa velada de un polvo salvaje por la noche. Tenía ganas de llegar a casa para estar con Ana, amarnos, que me provocase con algún conjuntito mínimo de esos que sabía que me gustaban y me ponían cardiaco hasta que la follaba como un animal y ella quedaba agotada con sus orgasmos. Pero esta vez ni siquiera me dio un beso, y lo peor, es que ni reparó en ello.
Me limité a sonreírle pero mi cabreo subía como la espuma. Hizo una mierda de comida, y perdón por la expresión, para eso yo mismo podía haber hecho algo mejor para los dos, pero tenía prisa, se arregló y salió casi a la carrera de nuevo sin darme un misero beso.
—Nos vemos dentro de un rato, dijo saliendo por la puerta.
Ni me dormí después de comer y para colmo no me podía quitar de la cabeza esa actitud de la mujer que me saco del pozo de desesperación en el que me sumí en su momento con Blanca. Estuve a punto de llamarla media docena de veces para juntarme con ella, pero creo que si hacia eso parecería un controlador y tampoco quería dar esa imagen de mí.
Me limité a esperar a que regresase, masticando mi enfado, tragándomelo y volviendo a vomitarlo de nuevo. Eran las once de la noche todavía no había llegado y fue cuando la llamé por primera vez, pero su teléfono o estaba apagado o fuera de cobertura, le mandé dos wasap creo que bastante correctos pero haciéndola notar lo molesto que estaba y no recibí respuesta.
Cuando eran las doce y media de la noche estaba asustado y la primera idea que se me pasó por la cabeza no me gustó nada. Me fui directo al piso de Bea y toque el timbre insistentemente rezando porque nadie me abriese la puerta. Creo que si en ese momento aparece Bea con cara de interrogación me hubiese echado a llorar como un niño. Pero no, ni se oía nada, ni apareció nadie abriendo la puerta, todo estaba en silencio y yo cada vez más asustado y nervioso.
Cerca de las dos de la mañana, oí como una llave intentaba abrir la puerta de nuestra casa, fui rápidamente a la puerta de entrada y me encontré a Ana que me miraba sorprendida.
—Ho…holaaa…cari…jajajajaja…cariññoooo.
Su estado de embriaguez era evidente, cuando cayó sobre mi intentando abrazarme, una mezcla a colonia masculina y alcohol impregnó mis fosas nasales. Su estado de embriaguez era evidente, no pude esconder mi disgusto y mi enfado y se lo dije con sorpresa.
—Por dios Ana, estas borracha. Afirme dolido.
—Sho…sholooo un piquitin mi…ammm…jajjajaja…mi ammooorrr.
Temía que en ese estado no hubiese sido consciente de sus actos y ese olor a colonia masculina fuese de un hombre que se hubiese aprovechado de ella. La llevé a la habitación y la desnudé rápidamente, quería saber si llevaba toda su ropa interior puesta. Por fortuna si la tenía, según la tumbé, se quedó dormida la quité el sujetador y vi que sus tetas no tenían ninguna marca, y aunque sé que no debía, aparté su tanga a un lado y aspiré su aroma, me asustaba poder encontrar el inconfundible olor a su excitación o a semen. Solo el típico olor a pis se desprendía de su sexo lampiño.
No os puedo describir la relajación que invadió mi cuerpo, ese malestar en la boca del estómago debido a la horrible punzada de celos desapareció de inmediato para dar paso a un enfado monumental. Ana me debía una explicación, éramos pareja y creo que nos debíamos un respeto. Ella nunca se había comportado así y por supuesto nunca, nunca la vi consumir alcohol hasta el punto de emborracharse. El inconfundible sonido de la arcada seguido del vómito llego a mis oídos desde nuestra habitación. Puse cara de resignación y fui a la cocina a por un barreño, agua, limpiasuelos y una fregona. Cuando entre al dormitorio Ana volvía a devolver poniendo todo perdido.
No fue una noche fácil, me quede a su lado despierto, ayudándola en el momento que oía como su cuerpo intentaba expulsar todo el alcohol ingerido. Dormí a ratos, y cerca de las siete de la mañana parece ser que Ana se durmió profundamente. A las ocho, el ruido del ascensor parando en nuestra planta me indicó que Bea llegaba a su casa. Como una vulgar cotilla, mi ojo la observó por la mirilla. Llevaba unos pantalones vaqueros ajustadísimos, zapatos de tacón y una cazadora de cuero negra, ella parecía actuar normal, venia sola, cerró la puerta de su casa pero antes de entrar miró hacia nuestra puerta y sonrió con malicia.
Cerca de las dos de la tarde oí la ducha de nuestra habitación. Ahora se me venía encima el momento de las explicaciones y todo tipo de excusas para poder justificar su comportamiento, pero lo siento, no había nada que argumentase esa conducta, no para mí.
—Bu…buenos días cariño. Saludó Ana tímidamente.
—Hola. Saludé secamente.
Estaba en la mesa, con el ordenador portátil terminando unos informes. No levanté la vista, ni siquiera la miré, eso sé que le dolió. Se fue hacia la cocina y vino al poco rato sentándose frente a mí.
—Creo que te debo una explicación. Dijo Ana muy seria.
Intentaba dominar la ira que sentía en esos momentos. La mujer que me había sorprendido y enamorado, que me había demostrado su grado de inteligencia y su capacidad de amar se había comportado conmigo de la manera más absurda. No quería una explicación, todo lo que me contase seria palabrería.
—Antes de que intentes siquiera explicarme nada. Ayer cuando llegué de viaje estaba deseando ver a la persona que más amo y estar con ella porque cuando viajo la echo muchísimo de menos.
Vi como los ojos de Ana empezaban a humedecerse e imagino la resaca que tendría después de la noche que había pasado, pero no iba a ser clemente con ella.
—Pero mi sorpresa cuando llego a nuestra casa es que mi mujer me recibe sin ni siquiera darme un beso, sin hablar conmigo, solo para decirme que se va a la peluquería con su amiguita la vecina y luego a conocer a no sé qué gente de una academia de baile. No atiende mis llamadas ni mis mensajes por que tiene el teléfono desconectado. Aparece de madrugada, borracha y oliendo a colonia de otro hombre después de haber estado esperándola toda la tarde y parte de la noche. Eso, por mucho que lo intentes, no tiene explicación posible, así que no quiero escucharte.
Ana ya estaba llorando en silencio, mientras me miraba desesperada. Pero era tal mi enfado que aunque intentó hablarme no la dejé.
—Ayer por primera vez en mucho tiempo, hiciste que los fantasmas de mi pasado se apoderasen de mí. Sabes por lo que pasé y como lo pasé y te aseguro que por nada del mundo voy a volver a pasar por esa situación. Te puedo querer mucho pero hazme algo de esto otra vez y te aseguro que hago tu maleta, te mando a Madrid a trabajar en tú empresa y tú por tú camino y yo por el mío, ¿Queda claro?
—No…no hice nada malo. Decía Ana llorando.
—¿Como lo sabes si estabas borracha? Además, ¿Cómo se supone que llegaste a casa? Tenías tal ciego que ni podías abrir la puerta de casa.
—Joder, decía Ana llorando con desesperación, no recuerdo nada.
Se levantó y se fue a nuestra habitación. Al poco la oí hablar por teléfono, imagino con su "amiguita" del alma Bea. Intentó maquillar esa escapada, me contó cosas que no tenían ni pies ni cabeza y ella misma se estaba dando cuenta que la estaba pifiando cada vez que abría la boca y al final estallé.
—Mira Ana, parece ser que solo yo me doy cuenta de lo mala persona que es esa zorra de Bea. Te está utilizando para hacerme daño, para sembrar la duda entre nosotros. Te tengo por una mujer inteligente, pero Bea te anula totalmente, esta situación no la voy a soportar por mucho tiempo, así que decide, ¿Qué vas a hacer?
A esta última pregunta una persona que esté segura de sus sentimientos y sepa lo que quiere, no hubiese dudado en contestar inmediatamente. Ana abrió la boca pero no dijo nada, intentaba responder pero de sus labios no salía ninguna respuesta y eso me desesperó aún más.
—Bien, se supone que esta pregunta se debe de responder sin dudar, dije muy molesto. Si dudas, si no sabes que responder, creo que queda muy clara tu postura. Genial Ana, genial.
Ese día fuimos dos auténticos extraños. Ella parecía enfadada conmigo, ¡¡encima!! Y eso me exasperaba mucho más. No cruzamos una palabra ni para desearnos buenas noches, ni un beso, ni un te quiero, ni un qué descanses. No hubo abrazo, ni mimos ni nada que se pareciese a un arrepentimiento por parte de ella. No podía dormir, me desvelé muchas veces, pero ella estaba extrañamente dormida, parecía que su conciencia estaba tranquila y nada la perturbaba. Esa persona que dormía a mi lado ya no la conocía.
Se que es duro, pero siempre he pensado que el tiempo es quien pone a todo el mundo en su sitio. Sabía que era cuestión de tiempo que Ana, o entrase en razón, o rompiese nuestra relación de cuatro años por vaya usted a saber qué motivo. Empezaba a prepararme mentalmente para esa ruptura. Intentaba ser frio con lo que se me avecinaba, lo mejor, no había críos de por medio gracias a Dios, los dos teníamos unas sólidas carreras y a ella no le costaría retomar su vida y a mí tampoco, además mis superiores estaban muy contentos con mi trabajo y me dejaron caer que en Estados Unidos tenía un sitio de privilegio reservado para mí y aunque en principio rechacé la idea, creo que terminaría aceptándola para poder olvidar todo.
Hacía ya casi tres semanas que Ana había llegado borracha a casa y lo que hizo o dejó de hacer no estaba nada claro. Ella estaba convencida de no haber hecho nada malo, solo fue un simple desliz y según ella no tenía derecho a tratarla con tanta indiferencia.
—Vamos a ver Ana, que parece que no quieres entender mi enfado. Si yo llegase a casa borracho a las tantas de la mañana, oliendo a perfume de mujer, incluso con manchas de pintalabios en el cuello de mi camisa, ¿Tú no te enfadarías? ¿No me montarías una bronca por haber hecho eso?
Esa mujer me desesperaba, incluso se tomó su tiempo para pensárselo, para mí la respuesta estaba clara.
—Bueno Luis, esperaría que te despertases y entonces yo…
—Ana ¿Si o No? Es bien sencillo.
—Vale, sí , me enfadaría como no te haces una idea.
—Joder, pues entonces entiende mi enfado contra ti y no te hagas la digna, que parece que la culpa la tengo yo.
No sé, a raíz de esta última conversación todo fue a mejor. Los hombres, hay que reconocerlo, somos sumamente fáciles, simples, un tanga muy escaso una camiseta de tirantes cortita y sin sujetador y unos cuantos mimos y besitos y somos corderitos dóciles, fáciles de manejar, nuestra sangre deja nuestro cerebro y pasa a otra cabeza, deseosa de meterse en una prisión húmeda, cálida y acogedora. Casi diría que las cosas volvían a ser como al principio de conocernos y la tranquilidad volvió a nuestras vidas aunque casi mejor diría que a mi vida.
Empezaba una nueva semana y por motivos de trabajo tuve que volver a viajar a Madrid. No me hacía mucha gracia ya que dejaba demasiado tiempo sola a Ana, lo único reseñable es que esa semana Carlos no viajaba, se quedaba en Málaga y eso quería decir que Bea no podría zorrear a sus anchas. Cuando llegué el viernes a medio día a casa deseando ver a Ana, al poco de llegar noté que algo había cambiado. Esos sutiles cambios que parecen que no se notan, pero que para alguien muy enamorado y acostumbrado a una persona no pasan desapercibidos.
Ana hablaba conmigo pero frecuentemente desviaba su mirada como si le avergonzase mirarme. Respondía con monosílabos y no animaba a mantener una conversación. Esa tarde le dije de salir a dar una vuelta y estuvo encantada, cosa rara en ella, cuando llegaba de viaje prefería que nos quedásemos en casa charlando o follando, dependiendo de lo cansado que estuviese. La invité a cenar y aparte de que fueron cuatro bocados mal contados de ella, los silencios entre nosotros eran largos y bastante incomodos. Miraba a la nada con una especie de sonrisa en sus labios como recordando algo agradable.
—¿Hay algo que no sepa y debas de contarme? Te noto muy rara.
Vi como Ana se sobresaltaba, no esperaba que le hiciese esa pregunta y noté como dudaba que responderme, pero su mente fue ágil y supo dejarme un poco fuera de lugar.
—Estoy pensando que no puedo seguir así. Tengo que trabajar, me empiezo a volver loca con tanto tiempo libre. Dijo Ana sin mucho convencimiento. He pensado que ya que tu estas dentro de la dirección de tu empresa me busques algo para empezar.
Supe enseguida que ese no era el verdadero motivo de su actitud. Tampoco quise ahondar más en el asunto, quizás no me gustase nada lo que podía descubrir. Sabía que algo había ocurrido, algo grave para mí, para nosotros y estaba seguro que era en relación con Bea y Carlos. Ese malestar en la boca del estómago producido por los celos ese ahogo que no podía evitar me estaba devorando por dentro.
—Bien, aunque no lo creas ya había empezado a buscar algo. Dije intentando no derrumbarme. Se qué en investigación y desarrollo están buscando a alguien competente.
—Eso estaría bien. Dijo Ana con una gran sonrisa. Cariño, ¿Te ocurre algo? Yo también te noto raro.
—Creo que estoy más cansado de lo que pensaba.
—Anda vámonos a casa. Dijo Ana con cariño.
Cuando llegamos, Ana se comportó como siempre había sido ella, Nos fuimos a nuestra habitación, nos desnudamos y nos metimos en la ducha. Me dio amor y cariño y cuando nos metimos en la cama hicimos el amor con más pasión de la habitual. Empecé a pensar que me había vuelto un paranoico y veía fantasmas donde no los había, tenía que calmarme.
Durante las siguientes semanas, por suerte para mí no tuve que hacer tanto viaje a Madrid y menos a Estados Unidos. Mi empresa me dio la libertad de poder trabajar desde casa, con lo que empecé a pasar más tiempo con Ana y la involucré en el trabajo que yo hacía. Eso le encantó por que se sintió de nuevo útil y aunque su especialidad era la investigación de nuevos medicamentos, supo adaptarse enseguida a lo que estaba haciendo.
Todo iba perfectamente entre Ana y yo. Casi me había olvidado de Bea y Carlos. Me gustaba ver como cuando Bea reclamaba a Ana esta le decía que tenía cosas que hacer y no podía dejarlo. Eso me dijo de alguna manera que no podía perder el tiempo y encontrarla ese puesto que ella deseaba.
Ocurrió un lunes, serían las nueve de la noche y llamaban al timbre insistentemente, Ana fue a abrir la puerta y escuche a Bea llorando muy asustada, me acerqué y la vi abrazada a Ana que intentaba consolarla.
—Ya no sé qué hacer, gimoteaba Bea, le he llamado infinidad de veces, le he mandado wasap y nadie responde. He llamado a un compañero suyo que también iba a Madrid y se alojaban en la misma habitación y tampoco responde y estoy muy asustada, tenía que haber llegado a la hora de comer.
—¿Llegaba por tren o en avión? Pregunté intentando averiguar algo más.
—No, por ninguno de los dos, respondía Bea sin dejar de llorar. En este viaje se ha llevado su coche. Me ha mandado un wasap cuando ha salido de Madrid, sobre las tres de la tarde debería de haber llegado.
Pasamos al salón y nos sentamos en el sillón, Ana la abrazó contra sí y Bea se abrazaba a ella llorando sin consuelo.
—Bea, ¿has hablado con la guardia civil? Son los únicos que te pueden informar si ha ocurrido algo.
—No, no lo he hecho.
—Bien, es lo primero que debemos de hacer. Dije sorprendido. Dame matrícula del coche de Carlos, modelo y sus apellidos.
Llamé a la guardia civil e inmediatamente se hicieron cargo de la situación. Pero ni había habido ningún accidente con un coche implicado y con esa matricula, ni ninguna admisión en urgencias de un hospital de alguien con ese nombre. Aun así emitieron una advertencia a las patrullas de carretera por si veían el coche de Carlos. Nos aconsejaron que si pasadas 24 horas no sabíamos nada de él, nos pusiésemos en contacto nuevamente con ellos y denunciásemos su desaparición.
No nos quedaba más remedio que esperar. El móvil de Bea no dejaba de sonar, gente preguntando si Carlos había aparecido ya, pero ninguna llamada importante que nos aclarase algo. Ana le dijo a Bea, que se quedase en casa y que se quedase a dormir para que no estuviese sola, que dejase un cartel en la puerta de su casa indicando que estaba con nosotros por si aparecía Carlos.
Sobre las once de la noche alguien llamó a nuestra casa. Los tres saltamos como resortes y fuimos corriendo a la puerta, cuando la abrimos vi a un hombre joven con traje que no conocía, pero parecía que había pasado por una batalla. Despeinado, sudoroso, su cara desencajada y los ojos rojos llenos de lágrimas. Cuando Bea lo vio se echó las manos a la boca y fue a abrazarle pensando en lo peor, ella lo conocía, pero la reacción del hombre fue violenta.
—¡¡¡NO ME TOQUES ZORRA!!! Exclamó con agresividad ese hombre apartándose de ella.
—Javi…que…¿Qué dices? ¿Qué pasa? Preguntó Bea confundida.
—Lo…lo sabemos todo, dijo ese hombre echándose a llorar, se lo de tu amiga, la que era mi novia y se lo que le hiciste a Carlos en la madrugada del lunes y antes de que supuestamente llegase el de viaje.
Por primera vez vi que Bea se quedaba sin palabras y su cara empalidecía hasta mimetizarse con la pared, en ese momento volvió a sonar su móvil y como una autómata acepto la llamada.
—Bea…Bea, se oía por el auricular nítidamente.
—Carla… respondió Bea sin dejar de mirar a ese hombre.
—¡¡Lo saben todo joder…TODO LO QUE PASÓ EN TU CASA!! Gritaba esa mujer llorando. Javi me ha dejado tía… lo entiendes, ¡¡HEMOS ROTO JODER!!
Aunque Bea no tenía el manos libres puesto, la mujer del teléfono gritaba tanto que se escuchaba todo perfectamente. Ese hombre la seguía mirando con cara de pocos amigos. Bea estaba como drogada, no sabía que decir, como actuar y preguntó lo evidente.
—¿Carlos está bien?
—No, no está bien. Esta tan hecho polvo como yo o más ya que él ha presenciado desde que llegó a SU CASA, recalcó ese hombre, de cómo mi exnovia follaba con otro en vuestra cama y de cómo tú te lo montabas con tu profesor de baile hasta que terminaba follándote en el cuarto de invitados.
—Eso…eso…no, no…puede ser…él estaba…estaba en Madrid…no es posible…Balbuceaba Bea.
—Te quiso dar una sorpresa hija de puta, salió de Madrid a las nueve de la noche. Se trago más de quinientos kilómetros POR TI para sorprenderte, pero el que se sorprendió fue el de lo putas que sois tú y tus amigas. ¡¡¡PRESENCIÓ TODO, TODO LO QUE HICISTEIS!!!
Yo sabía que algo había pasado en esa casa en la madrugada del lunes, me levanté al baño de madrugada y oí unos gemidos que no se de quien serian, pero a alguien se estaban follando en casa de Bea.
—Necesito…necesito hablar con Carlos, dijo Bea llorando, lo que vio no es lo que parece.
—Carlos me ha mandado para decirte que esta es SU CASA, enfatizo ese hombre. Te quiere mañana a medio día fuera de ella y me ha dejado claro que no quiere volver a verte en la vida, olvídate que habéis estado dos años y un mes juntos, no le llames, no le busques, tú has muerto para él, ¿TE QUEDA CLARO, ZORRA?
Con esto último, ese hombre se fue hacia el ascensor y desapareció. Creo que todos estábamos en shock sin creer todavía lo que habíamos escuchado. Bea no dejaba de llorar y lamentarse, abrió la puerta mientras su teléfono móvil sonaba de nuevo. Ahora tendría que dar muchas explicaciones de por qué Carlos el amor de su vida la había dejado por puta y por zorra.
En mi fuero interno no podía dejar de sentirme pletórico ya que esa mujer iba a desaparecer de nuestras vidas y creo que todo volvería a la normalidad que teníamos antaño. Ana miraba con cara de espanto a Bea mientras intentaba calmarla y si esa mujer hubiese sido de otra manera de ser, ahora seria yo también quien intentaría calmarla aun sabiendo que por un calentón había tirado por la borda una relación.
—Me…me tengo que ir, dijo Bea. Tengo que pensar.
Salió por la puerta y vimos cómo se metía en la que dentro de nada ya no sería su casa. Cuando cerramos la puerta Ana se echó a llorar también. Se que lloraba porque ya no tendría a su amiga puerta con puerta, ya no podría salir con ella cuando quisiera y quizás ya no podrían zorrear las dos a su antojo.
—Pero bueno, ¿Y tú por qué lloras? Pregunté intentando esconder mi alegría.
—No…no me puedo creer que le haya hecho eso a Carlos.
—¿De verdad Ana que no veías lo zorra que era? Porque te aseguro que yo la calé a los dos días de conocerla.
—Bea nunca te gustó, siempre te cayó mal. Dijo Ana a modo de reproche.
—Por supuesto, nunca te mentí en eso, siempre te dije que el juego que se traían entre manos no me gustaba nada y a las pruebas me remito. Aparte de que todavía te puedo mostrar de nuevo el video que grabé la vez que fuimos a esa casa rural. ¿Acaso quieres más pruebas? Recriminé a Ana algo enfadado.
Ana siguió llorando, pero lo hizo en silencio. Sabía que si seguía intentando defender a esa mujer terminaríamos discutiendo y ya estaba harto de ella.
Al día siguiente poco después de mediodía sonó el timbre de nuestra casa. Ana había salido y yo estaba solo. Cuando abrí la puerta era Bea con tres maletas de gran tamaño, frente a mi tenía las llaves de la que fue su casa.
—Se que tú verás a Carlos mucho antes que yo, si es que llego a verle de nuevo. Haz el favor de darle estas llaves y…y dile que lo siento.
—Le daré las llaves Bea, pero ni de coña le voy a decir que lo sientes, eso no te lo crees ni tú. Aunque sentirlo seguro que lo debiste de sentir cuando te estaban follando. Bea, quien juega con fuego termina quemándose.
—Sabes Luis nunca me causaste buena impresión, nunca me caíste bien, creo que si hubiese follado contigo me hubiese arrepentido.
—Bueno Bea, el sentimiento es mutuo, aunque a mí ni se me paso por la cabeza el follar contigo.
Bea quiso responderme pero no la dejé, si seguíamos por ese camino sé que acabaríamos discutiendo y haciéndome a mi culpable de sus desgracias. Vi su mirada de odio hacia mí, su desaprobación, su desagrado. Llamó al ascensor mientras me mantenía esa mirada de cabreo, antes de entrar me lo dijo con desprecio.
—Ana se merece algo mejor que un mindundi como tú, estúpido.
Nadie nace enseñado y es la vida quien a base de golpes te va enseñando y a los que no lo sepan, nunca, lo leéis bien, nunca os enfrentéis a una mujer cabreada y herida en su orgullo, tarde o temprano lo terminaréis pagando. No sabía hasta qué punto esas últimas palabras de Bea cambiarían mi vida.
La vida continúa, queramos o no. Ese mismo día, un cerrajero cambió la cerradura de la casa de Carlos. No fue hasta pasados quince días que no le vimos por primera vez entrando con una maleta en su casa. En ese momento salíamos Ana y yo y tuvimos que pasar el mal trago. Se que miles de recuerdos se agolparon en su cabeza según abrió la puerta pero tenía que superarlo.
—Carlos, siento mucho lo que has pasado, de veras. Sabes que si necesitas algo solo tienes que pedirlo.
—Gracias Luis, pero esto tengo que pasarlo yo solo o con mi compañero de cuernos, dijo medio riéndose.
¡¡Que tío!! después de lo que había pasado y todavía le quedaba humor para reírse de su desgracia.
—¿Has vuelto a ver a Bea? Preguntó Ana.
—Ana, nunca, nunca vuelvas a mencionarla delante de mí. Ni la he visto, ni la veré más en mi vida. Para mi ha muerto. Lo último que se de ella por amigos es que se ha ido a Sevilla.
Eso lo sabíamos porque Bea no podía pasar sin hablar con ella todos los días y empezaba a preocuparme, aunque pensé que con el tiempo se iría distanciando. Podía entender que la echase de menos.
—Vale Carlos, perdona, no volverá a ocurrir. Se disculpó Ana.
Hablamos alguna banalidad más y nos despedimos, sabíamos que ahora empezaba una nueva vida para él. Las siguientes semanas nos demostraron que entre el trabajo y alguna amiga que se llevaba a casa no le sería difícil pasar página aunque creo que no lo llegaría a olvidar.
—Pues me parece muy mal que sea tan superficial, se quejaba Ana, ella lo echa muchísimo de menos y me parece que es muy pronto para que se lie con otras.
—Ya, seguro que lo echa de menos con uno dándole mandanga entre sus piernas. Menuda es esa zorra. Dije con ironía.
Me empezó a preocupar que Ana y Bea se pasaran horas hablando. Pero más me preocupaba que cuando hablaban Ana solía irse a nuestro cuarto y cerraba la puerta con seguro y lo que me terminó de rematar es que Ana cambió su contraseña para entrar a su móvil, cosa que nunca habíamos hecho, nuestros teléfonos eran transparentes para nosotros y si hacia eso es que algo escondía. Eran muchas las veces que se iba al baño, se llevaba su móvil y se tiraba un buen rato encerrada. Cuando venía la notaba sofocada, roja y alguna que otra vez marcando unos pezones imposibles de dejar de mirar, parecía que se había masturbado o algo así, la verdad, estaba muy confundido. Quise hablarlo con ella, pero siempre obtenía la misma respuesta, que todo iba bien y no ocurría nada.
Sucedió en uno de los muchos viajes que hacía. Mi empresa me dijo que tenía una reunión muy importante el viernes, con lo que me marcharía el jueves y el viernes a la hora de comer estaría en mi casa de nuevo. Se lo comenté a Ana un par de días antes como siempre y me ayudó a hacer la maleta el jueves a primera hora. Me fui a la estación de tren pero antes de subirme una llamada de última hora del director me comunicó que la reunión se había cancelado y se postponía hasta nueva fecha.
Se que Ana se pondría contenta al saber que no iba a Madrid. Me subí en el primer taxi libre y me fui a casa a dejar la maleta. Cuando llegué y me dirigía hacia mi portal vi ese Smart For Two Cabrio blanco que muchas veces había visto cuando Carlos se iba de viaje y dejaba sola a Bea, pero si no estaba Bea… ¿Qué demonios hacía allí?
En un momento mi mente ató cabos y se me heló la sangre en las venas, el aire no me llegaba a los pulmones y ese malestar en la boca del estómago mientras la adrenalina inundaba mi sangre se intensificó. Ni esperé al ascensor, subí las escaleras de dos en dos mientras iba rogando.
—No, no, no, tú no mi amor…por favor que no seas tú. Imploraba mientras subía.
Nada más abrir la puerta de mi casa un grito se clavó como mil puñales en mi corazón y mi cerebro.
—¡¡¡ ME CORROOOOOOOO…NO PAREIIIIS!!!
Desde nuestro dormitorio se oían voces, gemidos, algún insulto y sobre todo el choque de las pelvis cuando alguien folla. Según entre en el salón vi ropas tiradas por todos los lados, camisas, pantalones, zapatos, la camiseta de Ana que llevaba por la mañana antes de irme y al lado su tanga. Los celos me estaban matando, cogí el tanga de Ana, estaba empapado, me lo llevé a mi cara y olí su excitación pensando en lo que le habrían hecho para excitarse de esa manera. No lo pude evitar y me eche a llorar como un niño, otra vez ocurría, iba a presenciar cómo se follaban a la mujer que amaba.
Cuando pude ver nuestra habitación me fallaron las piernas. Ana estaba ensartada, dos pollas la percutían salvajemente arrancándole unos gemidos y unos gritos que nunca había escuchado en ella. Como un cornudo gilipollas subnormal, saque mi móvil y me puse a grabar aquello que mis ojos se negaban a ver, en esos momentos me hubiese gustado ser un ciego y un sordo, un vegetal que ni siente ni padece y así evitarme ese dolor y ese sufrimiento al ver a la mujer que más amaba siendo follada por otros hombres.
—¿No querías esto? Decía el que la follaba el culo. Dos buenos rabos para ti solita, Bea nos ha hablado mucho de ti y ya teníamos ganas de conocerte.
—Diooooos tía como me aprietas la polla, decía el otro…me voy a correr.
Ana solo se limitaba a gemir y a gritar cuando le llegaba otro orgasmo. Bea, como no, me dijo que algún día me jodería y no sabe lo bien que lo ha hecho.
Estuvieron así casi quince minutos en los que Ana se corrió tres veces más y bufando como animales esos hijos de puta empezaron a correrse. Ana levantó la cabeza cogiendo aire mientras se corría nuevamente y luego los tres se quedaron quietos recuperando el aliento. Cuando se salieron del interior de Ana observé dolido que encima lo habían hecho a pelo, del coño y del culo de Ana salían borbotones de semen que caía sobre el que estaba debajo. Ana se echó a un lado de la cama espatarrada mientras se acariciaba.
—¿Tienes alguna cerveza en el frigorífico? Preguntó uno de ellos.
—Si, respondió Ana con cansancio, alguna debe de quedar.
—Yo voy al baño, dijo el otro.
Cuando ambos se pusieron en pie me impresionó el calibre que gastaban esos cabrones. Unas pollas muy parecidas a la de Marc. Paré la grabación y me fui hacia la entrada. En un momento de lucidez decidí irme de mi casa. Si me quedaba ¿Qué iba a hacer? ¿Parar eso? ¿Liarme a guantazos? ¿Matarlos? De seguro que de una manera u otra saldría perdiendo, esas moles de casi dos metros me dejarían muy mal parado y eso no me haría sentir mejor, las acciones en caliente suelen ser malas consejeras. Lo que si tenía claro es que esto no iba a quedar así, Ana me había traicionado y lo iba a pagar, seguro que lo iba a pagar.
Sali sigilosamente de mi casa y me fui a la calle destrozado, roto por la traición de Ana, no esperaba eso de ella. Pensé en que hacer y la verdad no se me ocurría nada. Sin rumbo fijo, como un autómata me encontré en el AVE rumbo a Madrid. No sé qué es lo que iba a hacer allí, lo que si necesitaba es estar lo más lejos posible de Ana. Durante el viaje no hacía nada más que pensar ¿cuántas veces había ocurrido? ¿Desde cuándo me engañaba? ¿Y qué es lo que la llevó a actuar así?
Mis manos jugaban con mi teléfono móvil, sin saber muy bien que es lo que hacer. Como un estúpido me paré en contactos y como quien no quiere la cosa apareció el nombre de Blanca, mi ex. Pensaba, no sé por qué, que esa entrada la había borrado hace tiempo, pero vi que no, ahí estaba su foto y su número de teléfono ya olvidado por mí. No sé por qué acaricié la pantalla y me eche a llorar de nuevo, cuando me tranquilicé y sin recapacitar di a "llamar" pensando que incluso ya ese número después de cuatro años a lo mejor ni lo tendría Blanca. A los tres tonos de llamada alguien contestó, era una voz de mujer.
—¿Dígame…?
—Ehhh…Blanca, ¿Eres tú?
—Si, ¿Quién eres? Preguntó extrañada.
—Soy…soy Luis, no sé si te acordarás de mí. Dije con voz temblorosa.
—¡¡¡LUIS!!! Como no me voy a acordar de ti, que alegría volver a oírte. Dijo Blanca emocionada. Y cuéntame ¿Qué tal te va? ¿Qué ha sido de tu vida?
—Bueno, estuve en Alemania trabajando algo más de tres años y ahora…ahora…
—Luis, quizás sea por la emoción, pero te noto muy extraño, ¿Te ocurre algo?
—No…bueno, si…la verdad…es…es que. La presión me pudo y me eché a llorar con Blanca al teléfono.
En un principio se quedó callada, muda, y no me extraña no es muy normal que un exnovio te llame al cabo de los años y al cabo de cuatro frases mal contadas se te eche a llorar por teléfono.
—Lo…lo siento Blanca, no quería incomodarte.
—A ver Luis, no me incomodas, pero algo muy grave te debe de ocurrir para llamarme después de tanto tiempo y te eches a llorar por teléfono. Vamos a olvidar lo que ocurrió entre nosotros, aunque sé que es difícil, y dime que te ocurre y como te puedo ayudar.
—Bueno, la historia es un poco larga y no sé si la terminaré antes de llegar a Madrid. Dije tranquilizándome un poco.
—¡¡Ah!! ¿Pero no estás en Madrid? Preguntó Blanca extrañada. Entonces ¿Dónde estás?
—Voy en el AVE camino de Madrid, llegaré a la estación en poco menos de cuarenta minutos. Yo ahora vivo en Málaga.
—Vale, vale…¿Sabes? Se me empiezan a agolpar las preguntas en mi cabeza. Creo poder llegar a tiempo a la estación, si no me ves cuando bajes del tren espérame, voy a buscarte.
Blanca dio por terminada la llamada y no sé si me dejó más tranquilo el saber que la vería de nuevo. Sabía que no estaba en mi mejor momento, era muy vulnerable y Blanca me acribillaría a preguntas. De mi cabeza no se quitaban las imágenes de Ana follando con esos dos tipos mientras la llenaban de semen y me seguía atormentando al preguntarme si seguirían en mi casa y en mi cama follando.
Cuando bajé del tren miré a ambos lados intentando encontrar a Blanca y no me fue difícil localizarla, destacaba entre toda la gente, seguía siendo un bellezón impresionante. Nuestros ojos se encontraron enseguida y ella me sonrió de forma cautivadora viniendo hacia mí con paso decidido. Lejos de darme un par de besos, que me los dio, me abrazó con fuerza dándome cariño. Necesitaba ser fuerte y no derrumbarme frente a ella, odiaba que me viese llorar aunque una lágrima se me escapó. Cuando deshizo el abrazo me miró y acarició mi cara.
—Tienes una pinta horrible, pero me alegro mucho de verte, aunque sea de esta manera. Dijo Blanca con afecto.
—Siento haber irrumpido así en tu vida de nuevo. Me disculpé.
—No seas tonto, me alegra que te hayas acordado de mí. Anda vámonos.
Empezamos a andar, imaginaba que nos iríamos a una cafetería a charlar, pero me llevó hasta su coche, metió mi trolley en el maletero y arrancó.
—¿A dónde vamos? Pregunté.
—A mi casa, bueno, a mi nueva casa, la que conocías la dejé al poco de irte tú. Esta es más grande y tiene más comodidades.
—No Blanca, no por favor, tu pareja o tu marido no tiene por qué aguantar esto. Mejor vamos a otro sitio.
—¿Marido? ¿Me ves con pinta de casarme? Dijo riéndose. No cielo, ni pareja ni marido ni nada que se le parezca, soy totalmente libre.
—Yo…yo pensé que…bueno…después de todo aquello…en fin…
—¿Qué Marc y yo seguiríamos juntos? No cielo, digamos que tú eras como el pegamento que le mantenía unido a mí. Una vez se enteró de que ya no estabas en mi vida, tardo poco más de una semana en dejarme tirada, pero sabes, me lo tenía bien merecido. En aquella relación perdí más de lo que me podía imaginar y ese fue uno de los motivos por los cuales me mudé, esa casa me traía demasiados recuerdos, más de los que deseaba.
—¿No me digas que después de más de cuatro años no has estado con nadie? Pregunté extrañado.
—Bueno, a ver, he tenido algún rollete, durante unos cinco meses estuve viviendo con un tío, pero era tan decepcionante que mandé todo a la mierda y decidí mantener celibato. Pero eso no quita que cuando me apetece me lleve a alguno a la cama, pero unos juegos preliminares y pasamos a la acción, si merece la pena pasa la noche conmigo, si no le despacho rápidamente.
Nos quedamos callados por unos minutos, ella conducía y salimos hacia la autopista de Valencia. Pasados unos kilómetros nos metimos por uno de los desvíos que indicaba el camino hacia una urbanización y al poco rato estábamos en su casa, mucho más bonita que donde vivimos y mucho más luminosa. Sinceramente si llega a vivir en el mismo piso creo que me hubiese venido abajo definitivamente recordando la noche que Marc se folló a Blanca delante de mis narices.
—Bueno, siéntete como en tu casa, si me perdonas voy a cambiarme, sabes que me gusta ponerme cómoda cuando llego a casa, eso no ha cambiado.
Al poco Blanca aparecía con una bata de seda corta, muy corta y descalza. La muy cabrona sabía que eso me ponía a mil y encima se adivinaba que debajo de esa bata solo llevaría su braguita. Se sentó a mi lado pero de forma que quedaba frente a mí. Esa bata la tapaba más bien muy poco y ya adivinaba su tanga blanco debajo de esa prenda y los pezones marcados claramente.
—Sigues siendo igual de provocativa que siempre, en eso no has cambiado nada. Dije mirándole las tetas descaradamente.
Se incorporó ligeramente acercándose a mí y dejándome ver sus tetas a través de la bata, me besó delicadamente y volvió a sentarse, pero ahora ya se veía su tanga sin problema, empezaba a ponerme nervioso.
—Primero hablemos de ti y luego hablamos de lo provocativa que soy. Y ahora cuéntame que es lo que te ha pasado para que estés en este estado.
—Básicamente, se supone que hoy tenía que venir a Madrid a una reunión, antes de subirme al tren me llamaron para comunicarme que se suspendía, me fui a mi casa a dejar la maleta y cuando entre me encontré a mi mujer en nuestra cama mientras se la follaban dos tíos a la vez.
Saqué mi teléfono móvil y le puse el video que había grabado cuando esos dos hijos de puta se beneficiaban a Ana. Blanca abrió mucho los ojos y lo volvió a ver de nuevo, yo me tape los oídos, no quería escuchar como Ana gemía y gritaba cuando se corría.
—¡¡¡ JO…DER!!! Exclamó Blanca sorprendida, vaya golfa está hecha tu mujercita y vaya trancas se está follando.
—¡¡¡BLANCA POR FAVOR!!! Grite dolido ante ese comentario.
—Lo…lo siento Luis, pero me ha parecido muy fuerte.
Nos quedamos callados los dos por interminables minutos, los dos serios mirando a la nada, empezaba a pensar que no había sido buena idea llamar a Blanca y el pensamiento de irme de su casa corriendo se hacía cada vez más fuerte.
—¿Por qué Luis? ¿Por qué no has hecho nada? Ni cuando yo me follé a Marc en tus narices ni ahora cuando has pillado a tu mujer con esos dos, ¿Por qué?
—En tu caso te reconozco que me pillaste fuera de juego, no me lo esperaba. Cuando quise reaccionar o aceptaba eso o te perdía, y te amaba demasiado para perderte. Con lo de Ana casi me vuelvo loco, los celos y la ira me consumían, pero ¿te has dado cuenta de la corpulencia de esos dos? Estaba claro que si me enfrentaba a ellos encima me darían una paliza delante de Ana.
—A las mujeres nos gusta sentirnos deseadas por un hombre seguro de sí mismo, que no se amedrente ante ninguna situación y que si nos ve disfrutando con otro hombre, haga valer su hombría delante de él.
—¿Y por qué delante de él? ¿Por qué no delante de ti? Se sincera, ¿De quién fue la idea de follar con Marc delante de mí?
—Fue mía por supuesto, dijo Blanca segura.
—Entonces, ¿Por qué debo de pegarme con Marc? ¿Acaso te obligó a hacer algo que no deseabas? Las mujeres decidís en todo momento, donde, como, cuando y con quien o quienes, y si no es así entonces es una violación. Dije dolido. Marc lo único que hizo fue dejar a su instinto más primario actuar. Una hermosa mujer le había propuesto sexo sin límite. Si tu no lo hubieses deseado eso nunca habría ocurrido
—¿Me estás diciendo que lo del video lo quería Ana?
—Por supuesto, era su deseo más oculto, ni yo mismo lo sabía.
—A ver, te estas contradiciendo, ¿Lo sabias o no lo sabias?
Esto se iba a alargar más de la cuenta, por lógica había partes sueltas que Blanca no entendía, yo no es que tuviese muchas ganas de hablar, así que le puse el video de ese día en el bosque cuando follaban Carlos y Bea, con eso podría empezar la historia del ¿Por qué? Ana hizo lo que hizo.
Como en el video anterior, lo vio dos veces y no perdió detalle, pero no pude dejar de ver su cara de decepción cuando vio la pollita de Carlos.
—El tío está buenísimo, pero calza una polla del montón, vaya nada del otro mundo. Ahora, la chica es una preciosidad, joder que cuerpazo, ¿Te la has follado? ¿Quiénes son, se ve que os conocen?
—No, no me la he follado, es una zorra de cuidado y ellos eran nuestros vecinos, son la causa de todo lo que ha pasado hasta esta misma mañana.
—Bien Luis, soy toda oídos, cuéntame todo lo que ha pasado.
Le conté pormenorizadamente toda la historia desde que llegamos a Málaga hasta lo ocurrido esa mañana en mi casa, algo que no me esperaba. Fueron horas de conversación con algún inciso para ir a por algo de beber o al baño. Le conté como día a día nuestra relación se vio afectada por la dependencia que Ana tenia de Bea, hasta el punto de ser para ella más importante que yo. Blanca me escuchó atentamente, me dejó desahogarme y me dio consuelo cuando me venía abajo.
Al final terminé tumbado en el sofá, con mi cabeza en su regazo mientras sus dedos la acariciaban delicadamente y jugaban con mi pelo. La bata estaba ligeramente abierta con lo que veía parcialmente sus pechos desde mi posición y sabía que por abajo ya no la cubría nada, mi cabeza se apoyaba sobre su braguita y si miraba de soslayo veía su ombliguito. Aun estando en el estado en el que me encontraba empecé a excitarme al saber que Blanca estaba prácticamente desnuda a mi lado.
—Anda cariño, déjame levantarme. Me pidió Blanca.
Para cuando quise verla ella ya se había arreglado la bata y la volvía a cubrir sin mostrar nada pero dejando adivinar todo, mientras se dirigía a la cocina y yo la seguía.
—Con toda esta historia se ha hecho tardísimo, ¿No tienes hambre?
—La verdad Blanca es que tengo el estómago revuelto, no tengo hambre. Casi me voy a ir a buscar un hotel, si no se me va a hacer tardísimo.
—¿Tú eres tonto? Tú te quedas en mi casa, hay sitio de sobra y además me gusta mucho tenerte aquí.
—Pero Blanca, tú tienes tu vida, tu trabajo, tu gente. El que yo esté aquí puede ser que te eche abajo algún plan.
—Mira, te lo voy a decir muy claro, no quiero que te vayas, quiero que te quedes conmigo y de hecho mañana me pido el día libre para estar contigo. No quiero que estés solo, no te conviene, ¿Te ha quedado claro?
—Bien, no te voy a decir que no, pero tampoco quiero agobiarte con mis problemas, ya has hecho bastante escuchándome toda la tarde.
—Bien, porque de eso también quería hablar contigo. Creo, más bien estoy segura, que tu amorcito es una sumisa, que además se ha enamorado de esa tal Bea. Esa mujer se ha dado cuenta de la sumisión de Ana y la va a emputecer, va ser su juguete y el juguete de los demás. Se que no querías oír esto, pero la cosa va a ir a peor, no es el primer caso que veo de este estilo.
Sabía que una de las virtudes de Blanca no era el tacto, según lo pensaba lo soltaba por la boca tal cual y sin anestesia. Mirado desde fuera y siendo objetivo, tenía toda la razón del mundo y más cuando en mi teléfono móvil, sonó la entrada de un nuevo wasap. El contacto no estaba en mi agenda, pero según lo abrí, supe que era de Bea.
Me mandaba fotos de Ana siendo follada por esos dos animales, en todas las posturas imaginables, con sus pollas clavadas hasta los huevos en su culo o en su coño. Corridas en su cara, su boca, sus tetas, fotos en primer plano de su coño y su culo escupiendo semen y por último un video en el que primero uno se corría en su coño y luego el otro le clavaba la polla en el culo haciendo gemir como una puta a Ana y se lo llenaba de leche.
Otro wasap de Bea entro en ese momento… «Y todavía no han terminado con ella. A estas horas se siguen follando a tu mujercita, creo que va a ser una noche muuuuy largaaaaa. Te dije que un día te jodería, y lo he hecho, además he sabido hacer cumplir el deseo más oculto de tu mujer, cosa que tú no harías nunca. Que disfrutes de las fotos y el video, cornudo»
Me eché a llorar de nuevo y salí de esa cocina roto por el dolor de la traición. No sé si hay diferentes escalas de celos, pero yo debería de estar en la más alta, me dolía el pecho al respirar, tenía una sensación extrañísima en la boca del estómago que lo achacaba a los celos y tenía unos escalofríos terribles. Me fallaron las piernas y me arrodillé en mitad del salón llorando de impotencia y con ideas de muerte pasando por mi cabeza. Llevé mis manos a mis ojos y los tapé y gritando lloré por no haber agarrado un cuchillo y haberme liado a puñaladas con esos tres.
Blanca vino casi al instante y se arrodilló frente a mi abrazándome con fuerza, mientras besaba mi cara y me decía frases de cariño. Me costó calmarme una barbaridad y volver a ser yo mismo, estaba como aletargado y no me enteraba muy bien de lo que pasaba. Se que Blanca me hablaba pero yo no entendía nada, más bien hacía que la escuchaba pero sin oírla. Llegó un momento en el que me encontré bebiendo una infusión y me tomaba una pastilla, un vago recuerdo de Blanca ayudándome a desvestirme y caí en un profundo sueño.
No sé qué hora seria, todavía no había amanecido pero me desperté asustado sin saber muy bien donde me encontraba. A mi mente acudieron de inmediato las imágenes que había visto y se me hizo un nudo en la garganta. Sabía que mi relación con Ana había terminado de la forma más descarnizada que una persona se pueda imaginar, la sensación de abandono, de falta de amor por parte de Ana se hacía patente con cada imagen, cada gemido, cada…corrida que salía de su coño, de su culo o se depositaba en su boca, pensando erróneamente que esos templos solo los reservaba para mí, pero no, eran de dominio público y yo fui testigo de ello.
Fui consciente en ese momento de donde me encontraba y con quien me encontraba. Estaba desnudo, en la cama de Blanca, notaba su cuerpo cálido pegado al mío, levanté un poco el edredón y vi que ella también estaba desnuda. Me moví ligeramente y ella ronroneó abrazándose más a mí y dejándome sentir cada parte de su cuerpo. Fue inevitable el que mi pene tomase vida propia al sentir ese contacto y se irguiese insolente ignorando mi tristeza y la mujer que tenía al lado, solo sabía que tenía una diosa desnuda junto a mí.
Me dediqué a pensar en lo que quería hacer, en como quería que fuese mi vida. En un principio en esa vida no cabía ninguna mujer y en mi cabeza solo oía la palabra VENGANZA. Era viernes, se supone que por la mañana debería de subirme a un tren que me dejaría a la hora de comer en casa con Ana, pero mi cabeza se negaba en redondo a verla, no quería saber nada de ella. ¿Y si Ana ya sabía que Bea me había mandado eso? No, sería demasiado fácil, Bea deseaba que yo montase un numerito de celos a Ana y así sabría que nuestra relación había explotado en mil pedazos y entonces se daría por satisfecha. Seguía cavilando en como poder vengarme de Ana y no se me ocurría nada, estaba demasiado ciego, demasiado furioso para pensar un plan, porque lo único que se me ocurría, acabaría con mis huesos en la cárcel y no quería arruinar mi vida.
—Ummmm, buenos días cariño mío, susurró Blanca en mi oído, ¿Estas más tranquilo? ¿Has descansado bien?
—Si, me he despertado hace un rato…esto, Blanca ¿Por qué estamos desnudos? Hemos…tú y yo hemos…
—¿Follado?, no cielo ni mucho menos, solo que deseaba sentirte como cuando estábamos juntos. Ayer no estabas para juegos, estabas tan nervioso tan furioso que tuve que darte un tranquilizante y echarte a dormir.
—Joder, desde que recibí el maldito wasap de esa zorra tengo muchas lagunas.
—Tuviste creo una reacción lógica, creo que tu cabeza, tu cuerpo, tus sentimientos no pudieron soportar todo lo que viviste ayer y explotaste. No consigo imaginarme por lo que tienes que estar pasando.
Me puse de lado y en la penumbra mire a Blanca. Nos abrazamos con fuerza y enredamos nuestras piernas rozando nuestros sexos. Mi pene se quedó ente nuestros cuerpos y vi el brillo de deseo en sus ojos, mi boca buscó la suya y nos besamos con cariño, pero comiéndonos la boca y juntando nuestras lenguas con fogosidad. Empezaba a estar muy excitado y mi cuerpo reclamaba follarse a ese bellezón aunque mi cabeza solo hacía que pensar en Ana.
Blanca se separó algo de mí y metió una mano entre nuestros cuerpos agarrando mi verga, dura como el acero, empezándola a masturbar delicadamente. Un escalofrió de placer recorrió mi espalda y me hizo gemir.
—Ven mi amor, túmbate boca arriba. Dijo Blanca con cariño.
Todavía me acordaba de que es lo que le gustaba a Blanca en el sexo, de acuerdo que en estos años podía haber cambiado, pero empezar con un 69 para quedarnos los dos a punto y luego cabalgarme, era lo que más le gustaba. Cuando me tumbé, apartó el edredón y mi polla se mostró ante ella en su máximo esplendor.
—¡¡JODER!! ¿Te ha crecido? No la recordaba tan grande…ummmm…¡¡que delicia!! Exclamó Blanca.
Como imaginaba según empezó la mamada, se arrodilló dejando mi cara entre sus piernas e invitándome con un sensual movimiento de caderas a que me comiese ese manjar. Su olor enseguida lleno mis fosas nasales, ese olor a hembra ardiendo no se me había olvidado, y acariciando ese precioso par de nalgas hundí mi cara en ese paraíso y me dediqué a lamer y chupar todo lo que me ofrecía.
Después de unos cuantos minutos me tenía a punto. Las caderas de Blanca eran un baile continuo unido a sus gemidos con mi polla en su garganta hasta que se lo dije, como siguiese así me iba a correr.
—Blanca…como sigas…ufff…como sigas me corro.
Volví a hundir mi cara entre sus piernas y mi lengua se dedicó a follarla mientras un dedo se metía en su culito. Blanca se dejó caer sobre mi cara mientras gritaba presa de su orgasmo que empecé a beber con gusto. Eso hizo que ya no aguantase más y exploté en su boca.
—Blancaaa…me corrooooooo…ummmffff…diooooos…tomaaaaa.
Mis caderas se elevaron follandome la boca de esa mujer que se tragó mi corrida sin rechistar. No sé a qué pudo ser debido, pero no recordaba un orgasmo tan intenso y brutal como ese. Nos quedamos los dos recuperándonos, Blanca besaba mi polla con mimo, y yo besaba sus ingles con cariño. Aun en penumbra se adivinaba su perfecto culo y ese coñito pequeño y cerradito que poseía esa mujer. Se incorporó y se tumbó sobre mi besándome con ternura, la abracé contra mí, me encantaba sentir su cuerpo.
—¿Cómo te encuentras cielo? ¿Estás bien? Preguntó Blanca con cariño.
—Me encuentro perfectamente, dios ha sido increíble Blanca.
En esos momentos me hubiese gustado que Ana me viese con otra mujer, sé que eso la mataría porque me lo dijo en su momento. Como un flash en mi cabeza saltó la idea, iba a follar con Blanca delante de Ana, no iba a ser complicado, pero ¿Y Blanca? ¿Querría hacer eso por mí? Y luego había algo que me preocupaba. Blanca se comportaba de manera muy amorosa conmigo, estaba claro que íbamos a follar pero lo que no quería es que se crease falsas esperanzas de que podría volver con ella, tenía que aclararlo antes de que fuese tarde.
—Blanca, te estoy muy agradecido por todo lo que estás haciendo por mí, no me lo esperaba de veras, pero antes de que lleguemos a más, quiero dejar algo muy claro, esto que está ocurriendo no va a hacer que vuelva contigo.
Blanca reaccionó con tranquilidad, no hizo ninguna escena de decepción ni nada de eso, solo se limitó a mirarme con cariño, acariciar mi cara y besarme con ternura.
—Soy de las que piensan que un clavo no saca otro clavo y menos con un clavo que te hizo mucho daño en su momento. No pretendo que vuelvas conmigo, solo quiero ayudarte, pero…pero ahora eres mío, déjame disfrutar de ti, te he echado muchísimo de menos.
Aunque hacia relativamente poco que ambos nos habíamos corrido, mi verga estaba lista para follar a esa mujer que desnuda como estaba encima de mi frotaba su cuerpo contra mi polla haciendo que estuviese a punto. Se incorporó y miró entre nuestros cuerpos para seguidamente mirarme con picardía, entonces hizo algo que no esperaba de ella, que no era su estilo. Se tumbó boca arriba, abrió mucho sus piernas y me pidió que la follase a lo misionero.
—Fóllame mi amor, párteme en dos con tu pollón.
No me hice de rogar, me puse entre sus piernas y lamí un par de veces ese coñito. Apunte mi polla y me dejé caer, entró sin problema, mientras Blanca echaba su cabeza hacia atrás y ponía sus ojos en blanco.
—Diooooos que ricoooo…asiiiiii mi amoooor…rómpeme…follame con fuerza…asiiiiiiii…asiiiiiiii.
Empecé a follarla con rabia, dejando que la ira, la cólera que tenía en mi interior se disipase a través de la follada que estaba dando a Blanca. Ella al notar mis embestidas se aferró a mí con brazos y piernas mientras emitía gemiditos de placer en cada pollazo que le daba. Estaba fuera de mi cuando noté como Blanca entre convulsiones me aprisionaba contra su cuerpo casi sin dejar que me moviese y exprimía mi balano con los músculos de su vagina.
—Me corrooooo…me corroooooooooo…no pareeeeees…¡¡AAHHHHHHHH!!
Tuvo un orgasmo larguísimo, disfruté viendo su cara de placer. Cuando empezó a relajarse empezó a besarme, besos húmedos, lascivos, juntando nuestras lenguas. Me miraba con un cariño que me desarmaba, mientras mi polla seguía en su interior, dura, esperando que relajase su coñito para poder moverme. Cuando pude hacerlo me salí de su interior con suavidad y me senté a su lado apoyando mi espalda en el cabecero.
—Ven cariño, cabálgame. Le dije dándole la mano.
Blanca se puso a horcajadas y ella sola se empaló hasta que no había más polla que meter, mis manos se fueron a sus nalgas aprisionándolas con mis manos y haciendo que sus caderas bailasen sobre mi verga. Mis dedos jugaban con su anito, que boqueaba pidiendo algo para sí. Mi boca se apoderó de esas perfectas tetas, chupando sus pezones, mordisqueándolos. Me encontraba como hacía tiempo que no me sentía. Blanca sabia moverse como una serpiente, cimbreaba sus caderas y con los músculos de su vagina hacía que mi polla estuviese continuamente exprimida y mimada, mi orgasmo no iba a tardar..
—Cari…ño…diooooos no pareees, decía Blanca, me…me voy a correeeer o…otra veeez.
—Y yooooo…Blanca, me corrooooooo.
Los dos explotamos como volcanes y mi polla empezó a llenar de semen el útero de Blanca, que gritaba su orgasmo en mi boca mientras se la metía hasta los mismísimos huevos y me abrazaba a ella. Blanca pasó sus brazos por mi cuello y ese beso lo hizo eterno, éramos como dos animales sedientos de sexo, sedientos de ambos.
—Mi vida, siempre has sido increíble, pero esto ha sido asombroso. Le dije jadeando.
—No quiero que te vayas, hoy no. Dijo Blanca besándome con ternura por la cara.
Era cierto, se supone que en un par de horas debería montarme en el AVE e irme a Málaga con mi "abnegada mujercita" pero la verdad es que no quería verla, ni deseaba hablar con ella. Si por mi fuera haría como con Carlos, mandaría a alguien y que se fuese de mi casa, pero no, tendría que ser más frio con ella y llevar a cabo mi venganza si es que Blanca quería ayudarme.
Blanca se incorporó y con cuidado saco mi polla de su cálido interior. Una pequeña catarata de semen y fluidos de ella cayó sobre mi pubis, Blanca me miró mordiéndose el labio con deseo.
—Anda mi amor, vamos a ducharnos y a desayunar. Me dijo tirando de mí.
Ya en la ducha fue inevitable volver a follar con esa preciosidad de mujer. Hacia posible que en mi humillación y mi desgracia fuese capaz de hacerme olvidar por completo a Ana y me centrase en ella y en su placer que me devolvía multiplicado por mil. Aunque me encontraba muy a gusto con Blanca sabía que esto no era una solución y debería centrarme en lo que quería hacer con mi vida y en esos momentos ni Ana ni Blanca formaban parte de ella.
Al llegar a la cocina vi mi teléfono móvil que Blanca amablemente me había puesto en carga. Pero cuando lo fui a coger ella se adelantó y me lo escondió tras su cuerpo.
—Luis, antes de que mires tu teléfono he de advertirte que cuando estabas dormido llegó otro mensaje de la tal Bea. Se que es difícil, pero mentalízate que vas a ver algo que de seguro no te gustará.
En efecto otro mensaje de esa zorra vino a amargarme la mañana esa mañana que había empezado muy bien. El mensaje venia acompañado de algunas fotos de Carlos follando con Ana y otros haciendo un trio Ana, Bea y Carlos y luego otro mensaje de texto «Como ves, Carlos ya se ha follado a Ana y no solo una vez, muchas veces y yo también he disfrutado de ella. Estaba anunciado que iba a pasar, pero tú no quisiste aceptarlo. Ahora ya sabes la clase de puta que vive contigo. Hasta nunca, cornudo»
Luego me fijé que tenía cinco wasap de Ana y dos llamadas perdidas, todo ello desde las 7.30 de la mañana hasta casi las once que eran en esos momentos. La última llamada era cuando me follaba a Blanca en la ducha y eso de alguna manera me alegró. Pero del jueves desde que me fui hasta ese primer wasap el viernes por la mañana, Ana no había dado señales de vida. Quise llamarla en ese momento, pero Blanca me detuvo y me quitó el teléfono con delicadeza.
—No cariño, ahora no es el mejor momento, estas dolido y puede ser que digas algo o te enciendas y termines gritándola. Tienes que mantener la sangre fría, guardar tu rencor y tus sentimientos y luego hablar con ella.
—¿Y por qué debo de hacer eso? ¿Qué gano yo?
—Te conozco Luis, dijo Blanca abrazándome, sé que quieres algo más, quieres que sufra, que pase por lo que estas pasando tú, quieres verla llorar de impotencia y que sienta que te ha perdido para siempre.
—Blanca sé que lo que te voy a pedir es muy fuerte, pero me gustaría saber si puedo contar contigo.
—¿Que…que me vas a pedir?
—Quiero que Ana me vea follando contigo, en mi casa y en mi cama.
—¡¡¿ESTAS LOCO?!! VAMOS NI DE COÑA, NO CUENTES CONMIGO PARA ESO.
—Blanca me lo debes por lo que me hiciste, dije muy serio, además, sé que esto te excita, te da morbo, acuérdate que te follaste a otro tío delante de mí en nuestra casa y en nuestro comedor.
—Joder Luis, no seas cabrón, no me hagas esto.
Sabía que lo haría, esa voz de desesperación me lo anunciaba, sabía que no se podía negar.
—Te aseguro que lo vas a disfrutar, además serian unas pequeñas vacaciones con todos los gastos pagados.
—¿Y si a Ana le da por ponerse violenta? Preguntó Blanca con preocupación.
—Te aseguro que su carácter no es violento. No hará nada. Además como bien dijiste es muy sumisa.
—¿Y cuando quieres hacerlo? Me tengo que preparar, no es fácil.
—La semana que viene, más tarde no creo que aguante sin lanzarme a su cuello, además quiero pasar el menor tiempo posible con ella. ¿Tienes posibilidad de pedir unos días de vacaciones?
—Luis me lo estas poniendo muy difícil, es muy poco tiempo…aunque, ya sé lo que vamos a hacer, dijo Blanca iluminándose su rostro. ¿Tu mujer no se lo montó con dos? Pues hagámosle lo mismo, que te pille con dos mujeres en vuestra cama.
—¿Ah sí? Y dime Blanca, ¿Qué mujer va a ser la segunda en discordia?
—Eso déjamelo a mí, ya tengo a la candidata y seguro que te va a encantar.
En ese momento entraba otro wasap de Ana haciéndome ver lo preocupadísima que estaba ya que no contestaba ni a sus mensajes ni sus llamadas. Lo ignoré y le dije a Blanca que llamase a su empresa y me dijese si podía venirse conmigo el domingo por la tarde a Málaga. No tuvo ningún problema en pillarse unos días y estar conmigo. Luego sé que hizo otra llamada y habló con esa amiga suya. Estuvieron un buen rato hablando mientras yo desayunaba y ella tomaba un café. Al final vino con una gran sonrisa y me besó de forma lubrica.
—Arreglado, el sábado por la noche viene Angela a cenar a casa y así os conocéis, ya que vais a follar es lo menos que puedo hacer por ella. Sabes, esto cada vez se pone más interesante, me gusta. Dijo con picardía.
No me quedó más remedio que llamar a Ana y comunicarle que no podría ir hasta el domingo. Fue una conversación carente de afecto por mi parte y muy áspera. Aunque Blanca me decía por lo bajo que fuese más amable, lo siento, la rabia me podía hasta que casi terminando Ana se echó a llorar.
—La verdad, decía entre hipidos, te noto muy distante, muy frio, como si yo tuviese la culpa de algo. Yo solo quiero estar contigo y ahora encima me dices que no vienes hasta el domingo. Rompió a llorar Ana de nuevo.
—Sabes Ana, lo que me pregunto yo como es que desde ayer que me marché de casa por la mañana temprano, hasta hoy a las 7.30 de la mañana, ni hay ningún mensaje tuyo y ni una llamada. ¿Tan ocupada estuviste ayer, que ni te acordaste de mí? Esa, no es tu manera de ser.
Se que esa última pregunta la dejó más preocupada aun, tardó unos segundos en responder y soltó creo la respuesta más lógica y más estúpida.
—Bueno, tú también podías haber llamado, ¿No?
—Por supuesto, pero la Ana que yo conocía y de la que estaba enamorado según me subía al tren ya estaba llamándome. Nos veremos el domingo por la noche. Adiós Ana.
Y di por terminada la llamada, la rabia, la ira y los celos me estaban consumiendo. Mire el wasap y vi que Ana estaba en línea, imagino que chateando con la zorra de Bea, que de seguro estaría disfrutando mientras le contaba que yo estaba muy raro y que había sido muy borde con ella. Blanca me saco de mis pensamientos.
—Desde luego eres muy borde Luis, me reprendió Blanca, podías haber sido un poco más diplomático y amable.
—Lo siento, según estaba hablando con ella acudían a mi cabeza las imágenes de lo que vi y las fotos que me mandó esa puta, es imposible, no puedo fingir.
Blanca me miro y entendió mi forma de actuar. Para mí no era fácil hablar con Ana sabiendo por mi parte que todo había acabado entre ella y yo. Llamé a mi empresa y les dije que por un asunto personal no podría conectarme hasta el lunes por la mañana y estaría ilocalizable. No me pusieron ninguna pega y me dispuse a pasar tres días de sexo en Madrid, de Ana, ni me quise acordar.
Esa mañana Blanca se encargó y muy bien de que me olvidase de la puta de mi mujer. Tuvimos todo el sexo que pudimos y quisimos. Por la tarde nos fuimos a dar una vuelta, luego estuvimos en el cine y por último la invité a cenar. Me estuvo hablando de su amiga Angela la que nos iba a acompañar en el trio, me la describió y solo me quede con tres cosas, morenaza guapísima, ojos verdes y tetas impresionantes.
No sería sincero con vosotros si dijese que en ningún momento no me acordé de Ana, hubo muchos momentos y siempre me preguntaba que si estaría follando con esos maromos o follandose a otros, porque ya me esperaba todo de esa mujer.
El viernes por la noche solo recibí un mensaje de Ana «Estoy muy preocupada y no dejo de llorar. Se que ocurre algo, pero no logro adivinar qué. Necesito hablar contigo. Te quiero.» Quizás me comportase egoístamente pero por nada del mundo esa zorra me iba a fastidiar mis días con Blanca. Quise ser diplomático y no escupirla que deseaba destrozarla así que le mandé un mensaje escueto y sin sentimiento. «Estoy muy presionado por el trabajo. Cuando llegue hablaremos»
El sábado por la noche por fin conocí a la que iba a ser mi segunda "partenaire" en la cama. Blanca me mandó a recibirla y cuando abrí la puerta todo lo que me había contado de ella era poco. Era un mujerón, casi algo prohibido, era como una actriz porno que me sonrió y entrando me miró divertida. Podría entrar en todos los detalles de esa cena, conversaciones picantes, divertidas hasta que al final terminamos los tres desnudos en la cama. Ver a esa mujer sin ropa era de lo más afrodisiaco y unido a Blanca creo afirmar que fue una de las mejores noches de mi vida, nunca había hecho un trio con dos mujeres y fue algo impresionante.
El domingo a las 19.30 estábamos en la estación Puerta de Atocha preparados para irnos a Málaga. El viaje fue tranquilo, tanto Blanca como Angela, estuvieron entreteniéndome para no recordar que dentro de unas horas tendría que entrar en mi casa y poner buena cara ante Ana. Sobre las 22.30 entrábamos en la estación de Málaga, nos montamos en un taxi y las llevé a uno de los mejores hoteles que además se encontraba cerca de mi casa. No me quedó más remedio que llamar a Ana para decirle que ya había llegado y que dentro de un rato estaría en casa. Quedamos en que al día siguiente hablaríamos y veríamos como y cuando hacerlo, de momento ellas se iban a arreglar e iban a tomarse algo por los alrededores del puerto y a tantear el ambiente.
A mí no me quedó más remedio que irme a mi casa. Si por mi hubiese sido creo que me habría ido con esas dos golfas que de seguro irían a pescar a algún o algunos infelices que les invitasen y si se daba el caso follárselos. Camino de casa me tuve que mentalizar, iba a ser duro, lo que vi el jueves por la mañana en mi casa no se me quitaría de la cabeza en la vida, pero pensé en que ella vería lo mismo y eso me mantuvo firme, pero cuando entre de nuevo en esa casa el mundo se me vino encima y más cuando Ana vino corriendo y se abrazó con fuerza a mi llorando.
—Cariño no sé qué pasa pero estoy asustada. Pareces un extraño que no me conoce y creo que algo malo va a ocurrir…¿Qué es lo que está pasando?
Me tuve que inventar una historia sobre una adquisición de una empresa farmacéutica y que nos habían hecho una OPA hostil y por eso estaba en ese estado de nervios. No dejó de abrazarme, de intentar besarme, pero a mi cabeza acudían las imágenes de su traición una y otra vez y era imposible, no podía. Al final me excusé, me fui a la ducha y luego me metí en la cama.
Sinceramente pensé que sería más sencillo, que mis ganas de venganza superarían todos mis miedos. El martes por la mañana fue el día perfecto, Ana se fue a su clase de pilates y me dijo que estaría en casa a la hora de comer. Con una tranquilidad pasmosa vacié su armario e hice sus maletas con toda su ropa y todas sus pertenencias. No quería que después de que nos "pillase" se quedase en casa más de lo necesario.
Cuando llegaron Blanca y Angela y nos sentamos en el sofá nos confesamos que estábamos muy nerviosos. No es lo mismo saber lo que vas a hacer y entender que te van a pillar haciéndolo, a hacerlo sabiendo que estas en el más puro secreto y solo vas a disfrutar. Eso de alguna manera me condicionó. Tanto Angela como Blanca venían vestidas de una manera que se la pondría dura a un muerto, pero yo estaba en tal estado de nervios que ni tuve la más mínima erección. Intentamos tranquilizarnos, Angela era la que parecía más tranquila y sugirió que nos desnudásemos y empezásemos.
Se que no tuve imaginación, pero les dije que quería la ropa esparcida por el salón, como cuando yo entré y me encontré la misma escena, quería que ella sintiese lo mismo. Cuando nos encontramos desnudos, se supone que mi polla debería estar en todo su esplendor, solamente ver a esos dos bellezones sin nada de ropa ya era uno de los mayores alicientes, eso y saber que me las iba a follar…pero nada, aquello no se ponía duro ni a tiros. Angela se arrodilló delante de mí y se metió mi flácido pene en su boca empezando una mamada, pero sin resultado alguno.
—¡¡Tenemos un problema!! Dijo Angela con preocupación.
—Bueno, vamos a tranquilizarnos todos, dijo Blanca. Vamos a hacernos un café y nos vamos a calmar. Veréis como todo sale bien.
Era algo cómico, que hasta me hizo sonreír, dos mujeres y un hombre desnudos en una cocina haciéndose un café cuando deberían de estar en la cama dándolo todo. Angela salió de la cocina y me dio una pastilla.
—Tómate esto cielo. Es una pastilla de Cialis, veras como dentro de un rato tienes la polla como un bate de beisbol.
Al final me di cuenta que era tan estúpido que el sentimiento de culpa que tenía me impedía ser natural, pero ¿Culpa? ¿Culpa de qué? Yo no había hecho nada malo, de acuerdo que iba a hacerlo, pero siempre había sido sincero y fiel a Ana, era ella la que me había engañado y era ella la que había decidido arriesgar nuestra relación y llevarla a un punto sin retorno. Yo no debería de tener ningún cargo de conciencia.
No sé, esos pensamientos, unido a la pastillita de marras y a que tenía el culito de Blanca en primer plano, tentador y moviéndose con deseo hizo que mi verga alcanzase una erección dolorosa. Angela fue la que felinamente se agachó y me dio un par de soberbias mamadas, que me hicieron gemir como un primerizo, se levantó y agarrándome por la parte más protuberante de mi cuerpo en ese momento me arrastró a mi habitación.
—Vamos a follar, tenemos algo que hacer y se nos echa el tiempo encima. Dijo con sensualidad.
Para cuando Ana llego a casa y nos "pilló" en la cama, yo estaba follandome el culo de Angela. Yo escuche la puerta de entrada y el corazón se me aceleró, pero debido a los gritos de placer que daba Angela mientras le comía el coño a Blanca, doy por sentado que ellas no escucharon ni el ruido de la puerta, ni la tímida y llorosa pregunta de Ana al vernos así.
—¿Qué…que haces Luis?
Yo solo la miré y vis sus ojos inundados y sus manos en la boca intentando apagar el grito que iba a meter. Eso me dio mucho morbo y cuando Angela se estaba corriendo empecé a correrme yo también llenando su culito de semen calentito. Eso sé que a Ana le dolió, le dolió como a mi verla corriéndose con esas pollas en su interior.
—¡¡ERES UN HIJO DE PUTA MALNACIDO!! Gritó Ana a pleno pulmón.
Desapareció de la puerta del dormitorio y la escuche llorar con desesperación en la cocina. Mi polla seguía dura como el acero y la saqué del interior del culo de Angela, me levanté, agarre mi móvil, me puse una camiseta, unos pantalones cortos y me fui en busca de Ana. No sé por qué tanto Angela como Blanca se metieron en el cuarto de baño asustadas, a ellas no les iba a ocurrir nada.
La encontré en la cocina con sus brazos apoyados en la mesa y su cara entre ellos. Cuando notó mi presencia levantó su cara y me miró con odio.
—Como…como me has podido hacer esto, afirmó, después de lo que he hecho por ti. Eres un cerdo, un asqueroso, no entiendo cómo me he podido enamorar de ti, degenerado…con dos mujeres a la vez. Lloraba con amargura.
—El jueves pasado, empecé diciendo, antes de subirme al tren que me llevaría a Madrid, me llamó el director comunicándome que la reunión se aplazaba hasta otra ocasión.
En ese momento capté toda la atención de Ana que dejó de llorar y me miró con miedo.
—Tomé un taxi y vine a casa a dejar mi maleta, pero cuando entre lo primero que escuché es tu grito anunciando que te corrías. Vi toda la ropa tirada por el salón y cuando vi lo que ocurría en nuestro dormitorio me eche a llorar por tu traición.
Ana volvió a llorar mientras le mostraba mi móvil y el video que había grabado, donde se escuchaban sus gemidos y sus orgasmos mientras esos animales la follaban. Sus ojos miraban el teléfono y me miraban a mi negando con la cabeza.
—Cariño esto no…esta no…no soy yo.
—Si, seguro, dije con ironía, seguro que es tu hermana gemela. Pero para cerciorarnos y no llamarnos a engaño, tu querida amiga Bea se aseguró que, por si acaso no me había enterado, con estas fotos y este video me enterase bien de tu infidelidad. Y ahora dime que no eres tú. Seguro que tu "amiga" no te informó que me había enviado un documento gráfico de tu traición y además un texto muy explícito.
Ana ya no sabía dónde meterse ni que cara poner. Solo miraba mi teléfono móvil una y otra vez viendo lo que era más que evidente.
—Mi amor por favor vamos a hablar, no me dejes te lo ruego, me moriría sin ti. Lloraba Ana viendo eso.
—Solo dime cuantas veces me has engañado. Pregunté con malicia.
—Solo lo que has visto, no ha habido ninguna más.
—¿Y te parece poco? Ana, me has engañado, humillado y despreciado y yo solo me he limitado a amarte. Pero lo que no aguanto es que me mientan y sabes que ahora mismo lo estás haciendo.
—TE JURO QUE NO CARIÑO…YO…
—¡¡CALLATE PUTA!! CADA VEZ QUE ABRES LA BOCA MIENTES. Grité furioso. MIRA LO QUE ME MANDÓ TU AMIGA DEL ALMA.
Le enseñé las fotos de Carlos follando con ella y con Bea y el mensaje de texto que le acompañaba y ahí fue cuando Ana terminó de derrumbarse. No sabía que decir, solo lloraba y lloraba, pero no fui clemente con ella.
—No quiero volver a verte, quiero que salgas de mi vida, ahora mismo. Dame las llaves y las tarjetas de crédito que tienes asociadas a mi cuenta corriente. Tienes las maletas hechas, así que vete ahora mismo de mi casa. Necesito olvidarme de ti cuanto antes.
Ana lloró, rogó, me suplicó, se arrodilló delante de mí abrazándome las piernas…era hasta grotesco, Ana arrodillada delante de mí sabiendo que nuestra relación se había desintegrado, llorando como creo que nunca la había visto llorar y yo delante de ella y con una erección imposible de bajar debido creo a la puñetera pastillita.
No, no fue fácil ni sencillo romper una relación idílica de casi cinco años con una de las mujeres más maravillosas que había conocido. Cuando cerré la puerta supe que todo había acabado, que ahora tendría que rehacer mi vida pero estando solo. En esos momentos no quería a ninguna mujer en mi vida. Mi corazón había saltado en mil pedazos y me costaría una eternidad, volver a juntar y pegar todos y cada uno de los cachitos.
Cuando entré de nuevo en mi dormitorio vi a Blanca y a Angela vestidas y sentadas en la cama. Me miraban disgustadas y para ser sinceros mi erección se había bajado y mi líbido se había ido al infierno. No creo que seguir follando en esas circunstancias hubiese sido buena idea.
—¿Cuándo os habéis vestido?
—Cuando estabais discutiendo en la cocina, hemos ido a por nuestras ropas. Dijo Blanca con tristeza.
—Si, creo que esto no ha sido muy "excitante" mejor vamos a vestirnos. Dije con tristeza.
—Ehhh…Luis, nosotras nos vamos al hotel, creo que tú debes de ir a tu oficina y creo que también debes de pensar en todo lo que ha pasado y hacerte una pregunta. Si Ana te quería tanto, ¿Por qué ha ocurrido esto? Piénsalo.
No me hizo gracia quedarme solo. Justamente en esos momentos me hacía falta más compañía que nunca, mi casa se me vino encima en los minutos en que me quede callado y ya no se escuchaba ni la voz de Ana ni sus risas. Creo que la tristeza y la soledad que me invadió en esos momentos fue igual de amarga y desesperante que descubrir que la mujer que amaba era una golfa.
Me duché rápidamente y salí de esa casa corriendo. Lo primero que hice fue ir al banco y anular todas las tarjetas que eran de Ana y allí mismo cambié mi contraseña de operaciones a través de internet. Se que Ana tenía su propia cuenta corriente y además un fondo de inversiones con una generosa cantidad de dinero, no le iba a faltar liquidez, pero desde luego no quería que gastase mi dinero, nuestra ruptura ya imponía ciertas restricciones. Cuando llegué a mi oficina, aparte de las preguntas de rigor preguntándome que me había ocurrido, me puse al día con papeleos e informes, pero al poco apareció el director y se sentó frente a mí en mi despacho.
—Para haber estado sin venir desde el jueves tienes mala cara, ¿A ocurrido algo? ¿Tienes algún problema? Preguntó el director.
De siempre separé mi vida privada de mi trabajo. En mi empresa nadie sabía de mi relación con Ana y nunca apareció por allí, así que no tenía que dar ninguna explicación.
—Nada importante, cosas relacionadas con la familia, mis padres empiezan a estar mayores. Inventé sobre la marcha.
—Entiendo, dijo el director por compromiso. Luis no me voy a andar con rodeos. Los peces gordos de Estados Unidos me están presionando mucho y te quieren con ellos. Mi consejo es que te vayas allí, no te vas a arrepentir y vas a vivir muy, muy bien te lo aseguro.
Casi estuve a punto de decirle que si en ese momento, pero quise pensarlo en frio. Todavía tenía el bajón de la ruptura con Ana y no quería tomar una decisión que a la larga hiciese que me arrepintiese. Aunque lo que estaba haciendo, lo podía hacer desde casa perfectamente, no deseaba irme allí, aunque sé que tarde o temprano tendría que hacer frente a estar de nuevo en esa casa solo y con un montón de recuerdos.
Mi teléfono sonó en esos momentos y vi que me llamaba Blanca, charlamos un rato y se interesó por mi estado de ánimo. Quedamos esa misma tarde para vernos ya que Angela se marchaba a Madrid y la iríamos a despedir a la estación, que menos después de lo que había hecho por mí. Blanca se quedó un par de días más, hasta que se aseguró que estaría bien, en esos días me dio cariño pero no follamos y he de reconocer que se portó como nunca creí que lo hiciera. Ya en la estación a punto de subir al tren se abrazó a mí con fuerza y me besó.
—Luis, me ha encantado volver a verte y a sentirte, dijo riéndose. Aunque sé que me dijiste que no volverías conmigo y que segundas partes nunca fueron buenas, me gustaría que pensases en mi como una alternativa.
No me lo podía creer, Blanca arrastrándose, pidiendo amor, eso me sonaba a que la edad empezaba a decirle que se espabilase o se quedaría sola. Ya no era una joven de 25 años alocada que hacía putadas a los hombres sin importarle si sufrían por ella o no.
—Blanca, nunca te estaré lo suficientemente agradecido por todo lo que has hecho por mí en estos días. Pero tú y yo llevamos vidas separadas, no creo que sea buena idea volver a juntarlas, además, tú tienes tu vida en Madrid y yo en breve me marcho a Estados Unidos a trabajar en la central de mi empresa.
—Bueno, fue bonito mientras duró. Dijo Blanca con tristeza. Si vienes alguna vez por Madrid llámame aunque solo sea para saber de ti.
Me besó por última vez y subió al tren. A las dos semanas tomaba un avión rumbo a Nueva York, donde empezaría una nueva vida e intentaría olvidar a Ana y su traición.
Ya llevaba cinco meses en Nueva York. El cambio de vida, de horario, de ambiente fue brutal. Tengo que reconocer que mi empresa se portó conmigo de una manera que me impresionó desde el momento que me bajé del avión. Tenían todo programado para mí y no dejaron nada al azar. Primero me llevaron a la que sería mi casa a partir de ese momento, una mansión impresionante con todos los lujos imaginables en una zona residencial de lujo. Luego me enseñaron el cochazo de empresa que tenía para mis desplazamientos, y por último la limusina de la empresa me llevó al que sería mi nuevo puesto de trabajo, un impresionante rascacielos en la zona de Manhattan.
Ese día almorcé con dos de los máximos responsables de la empresa farmacéutica para la que trabajaba en esos momentos y me pusieron al día, aunque me dijeron que tendría un mes para familiarizarme con mi nuevo destino, horarios, y gente a mi cargo, iba a ser el director de investigación de nuevos medicamentos y tendría bajo mi mando a más de 50 personas. Se que este cargo a Ana le habría encantado, era su especialidad.
El primer mes pasó rápidamente, tenía tantas cosas en la cabeza que me olvidé completamente de Ana. Pero según fueron pasando las semanas y me fui haciendo con los mandos de mi nuevo puesto empecé a echarla de menos de una manera brutal, más aun cuando llegaba por la tarde a mi flamante mansión y me encontraba solo, con un silencio que me consumía poco a poco.
Quise llevarme el trabajo a casa también y así estar entretenido, pero era quedarme solo y enseguida en mi cabeza se dibujaba el rostro de Ana. En un ataque de furia había borrado todo, todo lo referente a ella, fotos, videos, mensajes de voz…todo, de ella solo me quedaba el recuerdo, un doloroso recuerdo. Antes de venirme a Nueva York, Ana intento ponerse en contacto conmigo, me pedía por favor que nos sentásemos a hablar, que lo nuestro no podía terminar así, que nos habíamos hecho mucho daño, pero que ella me amaba y no podía estar sin mi…ignoré todas sus súplicas y borré todos y cada uno de sus mensajes hasta que se dio por vencida no se si por aburrimiento o porque había encontrado a otra persona que llenase mi "vacío"
Eso terminó desembocando en una depresión que me estaba llevando a un pozo de locura. Todo se alió, estar en otro país, otra cultura, solo, lejos de mi tierra y de mi gente…me puse en manos de un psicólogo porque no podía seguir así. No sé si fue peor el remedio o la enfermedad, después de algunas sesiones no es que me encontrase mejor, de hecho ahondó mucho en mi personalidad y me dijo algo que me dejó preocupado. Quizás mi manera de ser cuadriculada, controladora y posesiva fuese uno de los detonantes de mis fracasos en las relaciones con mis parejas «Antes de descubrir la solución a tus problemas, debemos encontrar que los producen» me dijo mi psicólogo. Y después de muchas sesiones y de hablarle de mis idilios, mis traumas y mi última relación con Ana me hizo una pregunta que me fue muy familiar:
—Luis has preguntado a esas mujeres que te hicieron daño ¿Por qué lo hicieron? ¿Qué les llevó a actuar de esa manera?
Al igual que Blanca, esa pregunta me hizo replantearme mis amoríos, ¿Acaso yo era tan controlador, tan asfixiante que mataba las relaciones?
—Luis, ¿Has llegado a pensar que en tu mundo 1+1 quizás no sea igual a dos?
Madre mía, esta terapia iba a ser muy larga, yo buscando la fidelidad de una mujer y este psicólogo insinuando que quizás fuese mejor meter a una tercera persona en una relación, de locos. Aun así me proporcionó una nueva perspectiva y diferentes puntos de vista ante una relación y una crisis de pareja.
Ese día cuando llegué a mi flamante mansión, me puse a pensar en mi relación con Ana. En los tres años que estuvimos juntos y sin problemas, todo lo hacíamos juntos, hasta ducharnos, no había interferencias externas de terceras o cuartas personas hasta que ella tuvo más tiempo libre y ante ella se abrieron como un abanico más posibilidades de diversión, lo único malo de ese descubrimiento por parte de ella es que por mi manera de ser no lo quiso compartir conmigo por miedo a defraudarme y al final terminó la relación por una infidelidad.
Pero ¿Realmente era yo el culpable? Es que me negaba a creerlo, estaba hecho un lio y no sé si había sido buena idea la solución del psicólogo. Me iba a quitar el traje y ducharme cuando llamaron a la puerta. Seria algún vecino que me llamaría la atención por dejar el coche mal colocado a la entrada o el cubo de basura no estaba en su sitio. En esa urbanización de super lujo, aparte de vecinos ricachones estaban los pesados que no pasaban ni una y menos siendo español, pero cuando abrí la puerta casi me da un infarto, allí de pie, más guapa que nunca estaba Ana con cara asustada y mirándome con una tímida sonrisa.
—No te haces una idea de lo que me ha costado encontrarte. Comentó Ana contenta.
No me creía que Ana estuviese frente a mí en Nueva York a miles y miles de kilómetros de su casa. Debía de tener cara de alucinado, no sabía lo que decir, estaba bloqueado mirándola embobado. A su lado una gran maleta ya conocida por mí y mirándome intentando que dijese algo.
—¿No me invitas a pasar? Preguntó preocupada.
—Si, por dios, claro, pasa. Es…es que no me creo que estés aquí…pensé…pensé que ya no nos veríamos más.
—Yo también lo creí, más aun cuando no respondiste a ninguna de mis llamadas ni mis mensajes. Pero no me voy a dar por vencida, te amo demasiado para tirar la toalla y no luchar por lo nuestro. He removido cielo y tierra para localizarte y me he cruzado medio mundo para venir a verte, creo que eso te da una ligera idea de lo que me importas.
Bien, había sido directa y concisa, venía a ver si podía solucionar una traición que no se me quitaba de la cabeza, pero mentiría si no confesase que tenerla allí conmigo era de lo mejor que me había pasado desde que llegué a Nueva York y no deseaba que se fuera. Hablaríamos e intentaríamos llegar a una posible solución.
—¿Cómo…como me has encontrado? Mi destino solo lo sabía mi empresa y sé que ellos no dirían donde vivo a no ser una cuestión importante.
—Bueno, como te he dicho me ha costado encontrarte, al principio no sabía ni por donde buscar, cuando fui a la que fue nuestra casa me dijeron que ya no vivías allí, te habías marchado hacia un mes. A partir de ahí todo fue una búsqueda infructuosa hasta que un conocido de una amiga que era detective te localizó, ¿Cómo? Solo lo sabe él, el hecho es que gracias a ese detective estoy aquí contigo.
Se hizo un silencio entre nosotros, no dejamos de mirarnos intentando adivinar nuestros pensamientos. Miré de nuevo su maleta, eso significaba que no tenía hotel donde hospedarse, si no sería una tontería venir cargada con ella.
—¿Tienes algún sitio donde quedarte?
—Pensaba, si no te incomoda, quedarme contigo. Si queremos solucionar esto creo que es lo mejor. Dijo Ana con seguridad.
—Si claro, no hay problema, dije alegre, esta casa es demasiado grande para mí solo, hay sitio de sobra.
Ya era tarde. El tener a Ana en casa me había descolocado un poco. En otras circunstancias no hubiese dudado en llevarla a mi dormitorio y meterla en mi cama, me podéis llamar puritano, obtuso o estúpido, pero después de todo lo vivido no estaba seguro de querer compartir mi lecho con ella, no de momento.
Se que Ana se sintió incómoda cuando la acompañé a una habitación, me miró disgustada, pero lo siento no iba a llegar y que todo volviese a ser como antes porque eso ya era imposible, ya nada sería como antaño. Nos cambiamos de ropa y nos duchamos por separado, y después de todo eso nos encontramos en la cocina, cenamos algo ligero y nos sentamos en el salón a charlar como viejos amigos.
Ana escogió un vestuario muy discreto y para nada excitante. Acostumbrado a sus "modelitos" que no me dejaban pensar y solo imaginaba como iba a follármela, esta vez llevaba un chándal holgado y para nada provocativo. Estuvimos hasta la madrugada hablando, pero vi que Ana bostezaba mucho y se le entornaban los ojos
—Anda, vamos a dormir, te estas cayendo de sueño y yo mañana tengo un día muy complicado.
—¿Te voy a ver a medio día? Preguntó Ana.
—No creo, aquí las comidas son etéreas, algo que te quite el hambre y a seguir trabajando, sobre las cinco de la tarde estaré por aquí.
—Bueno, me daré una vuelta para conocer donde vives, aunque por lo poco que he visto esta urbanización es de pijos insufribles.
Esa noche no pude dormir bien. Esperaba que Ana entrase en cualquier momento a mi habitación y se metiese en mi cama, eso lo deseaba y me asustaba a partes iguales, desde la última vez estando en mi casa con Angela y Blanca no había vuelto a follar y estaba que me subía por las paredes.
Entre las conversaciones que mantuvimos Ana y yo y mis visitas al psicólogo pude entender que no toda la culpa era de mis parejas. Sin yo saberlo era un controlador obsesivo y eso también me lo confirmó Blanca en una llamada que la hice. Tenía que abrir más mi mente ante una relación y comunicarme bastante más con mi pareja si quería que todo fuese bien.
—Lo que tienes que entender Luis es que si la relación que mantienes con tu pareja o esposa es abierta, ella contará contigo para que sepas con quien va a mantener relaciones, lo mismo que deberías de hacer tu. Eso no significa que sea una infidelidad, infidelidad es lo que habéis vivido los dos os habéis engañado mutuamente y os habéis hecho mucho daño, tú Ana por un deseo oculto y tu Luis por una venganza ante Ana, si eso lo hubieseis hablado sin verlo como una traición creo que ahora no estaríais aquí. Comentó el psicólogo.
Cuando nos encontramos a solas Ana y yo lo hablamos. Nos comportábamos como una pareja pero ni dormíamos juntos ni teníamos sexo entre nosotros aunque nuestras miradas lo decían todo.
—¿Te atreverías a mantener una relación abierta conmigo? Comentó Ana.
—No lo sé, estoy confundido, sigo pensando que verte follando con otro creo que no lo superaría, de hecho todavía no lo he superado y aunque te dijese que lo hagas me estaría engañando a mí mismo.
—PERO…¿PERO POR QUÉ? ¿DE QUE TIENES TANTO MIEDO? Preguntó Ana elevando la voz.
—JODER ANA, DE NO SER LO SUFICIENTE PARA TI, TENGO MIEDO DE QUE TE ENAMORES DE OTRO HOMBRE MIENTRAS TE FOLLA Y ME DEJES POR EL…DE ESO TENGO TANTO MIEDO. Le grité enfadado.
—Eres un idiota, parece mentira que no sepas lo que siento por ti después de tantos años. ¿Te acuerdas de cómo empezamos? ¿La primera vez que follamos? En ese momento supe que no me quería separar de ti en la vida, lo eras todo, todo lo que había buscado en un hombre. El día que me viste follando con esos dos, no te niego que disfruté, pero me sobraba uno y me faltabas tú, no dejé de pensar en ti ni un solo momento.
—¿Te puedo preguntar algo? Dije mirando a Ana a los ojos.
—Claro, puedes preguntarme lo que sea.
—¿Qué hiciste cuando te fuiste de casa, cuando todo terminó?
—Cariño, yo no me fui, tú me echaste de tu lado, es algo que quiero que tengas en cuenta.
—De acuerdo Ana lo tendré en cuenta, pero ¿Qué hiciste?
Ana puso cara de resignación, estaba casi seguro que había ido a ver a su "amiga del alma" a Bea para llorarla en el hombro y de paso follarse a unos cuantos sevillanos.
—Me monté en el primer autobús y me llevó a Sevilla. Quería ver a Bea y decirla lo hija de puta que había sido, primero por dejarme engañar para follar con esos dos y segundo para abofetearla al haberte mandado fotos y el video de mi encuentro y haber terminado con nuestra relación. Encima me exigió que le diese las gracias por haberme librado de ti. Estuve muy ciega.
Nos quedamos callados durante unos interminables minutos, como si me leyese el pensamiento me lo soltó tal cual.
—Seguro que estás pensando que desde que no estamos juntos, ¿con cuántos me habré acostado? Desde hace casi un mes que estoy viviendo contigo lo veo en tu cara cuando te quedas mirándome, ¿Me equivoco?
—No, no te equivocas. Dije avergonzado.
—Dime que quieres que te diga, ¿la verdad o lo que tu mente quiere oír?
—Dime la verdad por favor.
—Me gustaría decirte que me he mantenido casta y pura en todos estos meses pero te mentiría. En Madrid quedé un fin de semana con Nuria y su marido e hicimos un trio, esa ha sido toda mi actividad sexual en esos cinco meses sin vernos.
—¿Nuria? ¿La conozco?
—Deberías de acordarte de ella. Ella fue la que te dijo donde me encontraba cuando tu volviste con Blanca y yo quise desaparecer de tu vida. Por cierto hablamos mucho de lo que nos pasó y de como ellos habían aceptado ese cambio de rol en su relación y les va muy bien, entre ellos no hay secretos y lo hablan todo Luis, TODO.
—Ya se quién es, esa chica rubia que trabajaba en recursos humanos…si, me acuerdo de ella.
Nos volvimos a quedar callados pero Ana hizo algo que no me esperaba, se vino a sentar donde estaba yo y junto su cuerpo al mío, me besó en la mejilla y apoyó su cabeza en mi pecho. Durante casi el mes que llevaba viviendo conmigo no habíamos tenido contacto físico, ni besos ni abrazos ni muestras de cariño.
—¿Y tú? ¿Cuántas mujeres han pasado por tu cama?
—Yo he sido patético, desde el día de nuestro incidente no he vuelto a estar con una mujer.
—Luis yo no busco una relación abierta contigo, pero si quiero que de vez en cuando si vemos algo que nos gusta no dejemos pasar la ocasión de poder disfrutar los dos.
Desde ese día Ana subió su provocación con ropas más ajustadas y escasas. Sus muestras de cariño, sus besos y sus abrazos se hicieron más evidentes, pero estaba como bloqueado, no era capaz de llevarla a la cama y follármela como estaba deseando. Creo que ninguna mujer aguantaría lo que aguantó Ana conmigo, la de veces que la dejé con un calentón impresionante lo mismo que yo y nos despedíamos en el pasillo yéndonos cada uno a nuestra habitación a matarnos a pajas. La de horas y horas de absurdas y vacías conversaciones por mi parte intentando que entendiera lo que hice e intentando entender por qué lo hizo ella llegando siempre al mismo punto.
Me costó casi tres meses el poner en orden mi cabeza y aceptar lo que hizo Ana, ¿Se puede llegar a perdonar una infidelidad? Rotundamente si, cuesta, cuesta lo que no os podéis imaginar, pero el amor, la paciencia y el que Ana me demostrase que lo que ocurrió no pasaría de nuevo, no sin que estuviésemos de acuerdo, nos llevó a estar de nuevo juntos.
Ocurrió en diciembre, en plena ola de frio polar. Las noticias anunciaban intensas nevadas y una bajada drástica de las temperaturas. Ana y yo nos fuimos a hacer acopio de provisiones, los vecinos nos dijeron que esas olas de frio eran muy duras incluso de no poder salir de las casas por lo drástico de las nevadas y el frio, hasta el punto de quedarnos incomunicados.
Esa misma noche empezó a nevar, cuando nos fuimos a dormir afuera ya hacia un frio de mil demonios aunque el interior de esa mansión era muy cálido, tenía una muy buena calefacción y nos mantenía calientes. Me desperté de madrugada y fui a beber agua a la cocina, cuando bajé y pasé por el salón vi a Ana frente a un ventanal viendo como nevaba abundantemente. Estaba totalmente en penumbra, solo iluminada por la luz de las farolas del exterior y el poco resplandor de la nieve que hacía que todo pareciese inmaculado.
Llevaba un baby doll casi transparente que no le llegaba a tapar su perfecto culo, debajo iba totalmente desnuda, hacia muchos meses que no la veía así, la claridad del exterior dibujaba su figura perfectamente y me atrajo como las polillas a la luz, me acerqué por detrás con una erección más que dolorosa al ver semejante imagen y la abracé dejándola sentir mi excitación en su perfecto culo. Se sobresaltó, pero la abracé aún más contra mi mientras besaba su cuello.
—Me has asustado. ¿Qué haces levantado?
—Tenía sed e iba a la cocina a beber algo ¿Te apetece un vaso de agua?
—Si, por favor.
Me costó separarme de su cuerpo cálido y lascivo, fui a la cocina y rápidamente volví a su lado con un vaso de agua para ella. Lo bebió rápidamente y volvió a mirar hacia el ventanal.
—Abrázame como antes, ¿Quieres?
Volví a abrazarla y mi polla se alojó entre los cachetes de su culo. Hice presión con mis caderas y ella saco más su culito para sentirme mejor, mis labios recorrían su cuello y mordía delicadamente el lóbulo de su orejita. Sus manos agarraron las mías y las llevaron a sus tetas para que me deleitase de su dureza y de sus pezones excitados esperando recibir mis caricias.
—Ummmm…mi amor…no te haces una idea de lo que deseaba sentirte así de nuevo.
Me limité a excitarla y a excitarme yo mismo, deseaba follarla, necesitaba sentir su calor, su sexo abrazando el mío con su húmeda calidez, notar como todo mi balano la abría sin compasión alojándose en lo más hondo de su interior para depositar mi simiente en su útero. Mi mano bajó hacia su sexo lampiño, empapado en esos momentos y me limité a jugar con mis dedos en él, haciéndola gemir profundamente. Las manos de Ana se metieron entre nuestros cuerpos y acarició mi verga sobre el pantalón del pijama mientras apoyaba su cabeza en mi hombro y me susurraba que nos fuésemos a la cama.
—Ven mi amor, la dije con cariño.
Cuando llegamos a la cama ella se quitó la única prenda que tenía quedándose desnuda y yo me quite la camiseta y el pantalón del pijama. Según nos acostamos nos pusimos de frente y ella pasó su pierna izquierda por encima de mi cadera. Mi verga quedó tocando la entrada de su vagina con lo que por parte de ambos adelantamos nuestras caderas y mi polla entró en el coñito de Ana de forma suave y delicada. Nos abrazamos como dos amantes desesperados y juntamos nuestras lenguas buscándonos con pasión, sabía que no iba a durar mucho y se lo hice saber a Ana.
—Cariño…no…no aguanto mucho más…ha…hace mucho tiempo que no siento esto.
—Shhhh…mi amor, solo quiero sentirte muy dentro de mí. Me dijo Ana abrazándome con fuerza.
Di dos golpes de cadera más y me corrí con violencia llenando el útero de la mujer que más amaba. Se que ella disfrutó pero no alcanzó ningún orgasmo, no dejó de besarme y acariciarme cuando me estaba corriendo en su interior. Cuando fui a salirme de ella me lo impidió.
—No mi amor, quédate más tiempo dentro de mí, déjame sentirte, no tengas prisa por salir.
Fue algo puro y perfecto el vínculo que alcanzamos Ana y yo en esos momentos. Me sentí más unido a ella que nunca y la deseé con cada molécula de mi cuerpo. No sé en qué momento me salí de su interior, pero nos dormimos muy abrazados dándonos calor, mientras afuera la nevada cubría todo con un manto blanco y virginal.
Nuestra vida volvió a ser como antaño, pero con nuevas normas y más libertad por parte de ambos. Cuando Ana consideró que estaba preparado me lo comentó de la forma más natural.
—Cariño, este fin de semana tú y yo vamos a ir a un club liberal, quiero cumplir mi deseo de estar con dos hombres a la vez y que uno de esos hombres seas tú.
—Pero tú ya estuviste con dos hombres. Dije intentando evitar ese encuentro.
—Eso fue una equivocación, dijo tajante Ana, lo que quiero hacer contigo es mi mayor deseo.
Esa fue mi prueba de fuego y aunque me cuesta reconocerlo, no fue tan malo como pensaba, al contrario, disfruté viendo a Ana tan entregada y gozando como una puta ninfómana. Para nuestra suerte, estando en la barra tomando algo y con tan solo una toalla cubriendo nuestro cuerpo, vino un hombre de unos 35 años muy educado y simpático, nos gustó a Ana y a mí y nos invitó a uno de los salones privados donde entre los dos nos follamos a Ana hasta dejarla rota por el placer. Otra vez vi como otro hombre se follaba a la mujer que más amaba, pero en esta ocasión había un consentimiento tácito de los dos y fue…fue…excitante, doloroso, morboso, intenso. Cuando Ana se recuperó de sus orgasmos me besó con mucho amor.
—Gracias, gracias mi amor por esto, ahora sí que he cumplido con mi sueño, te amo.
Volvimos más veces a ese local y nos juntamos con parejas, mujeres o hombres solos. Empecé a tomarle gustillo a eso de ser más liberal, La relación con Ana era increíble y el sexo entre nosotros espectacular, aunque si me empecé a fijar que ella buscaba más a las mujeres que a los hombres. Se lo pregunté y me confesó que desde sus encuentros con Bea, había descubierto un nuevo mundo para ella, el sexo lésbico.
—No tenía ni idea de esa faceta mía, pero creo que ahora me considero bisexual, prefiero, si me dan a elegir, a una mujer antes que a un hombre.
Eso de alguna manera condicionó nuestros encuentros con terceras personas. Yo dejé a Ana que eligiese, no le pondría peros a nada, no después de haber vivido los dos lo que habíamos experimentado.
Logré que Ana ocupase un puesto de responsabilidad dentro de la empresa donde trabajaba, con lo que nuestra vida en común mejoró sustancialmente. Aunque nos costó o más bien me costó superar esa infidelidad ya era un vago recuerdo desagradable del que hablábamos de vez en cuando. Al año de estar viviendo juntos de nuevo Ana me pidió matrimonio, así como suena. Fue ella la que rodilla en tierra y abriendo un estuchito me dijo la famosa frase.
—Luis ¿Te quieres casar conmigo?
Acepté, por supuesto que acepté, siempre supe que Ana era la mujer de mi vida, aun cuando ese incidente nos separó unos cuantos meses.
Como regalo de boda yo compre a Ana un deportivo que sabía que le gustaba, bueno, estaba como loca por tener uno y cuando fuimos al concesionario a recogerlo lloró de emoción, solo había que ver su cara de felicidad cuando fuimos a hacer un viaje de fin de semana para "rodarlo" pero el regalo que me hizo a mí, ni me lo esperaba.
Ana sabia, porque se lo había confesado, que uno de mis deseos era follarme a una niña joven de entre 18 o 20 años, universitaria y viciosa y ese fue mi regalo de bodas por su parte.
Era principios de verano, íbamos a hacer una barbacoa en la piscina, ella y yo solos, desnudos y con un día de sexo increíble. Sobre las doce del mediodía llamaron a la puerta, Ana sonrió con malicia y me besó.
—Ve a abrir la puerta mi amor, es tu regalo de boda.
Cuando abrí la puerta me encontré a la típica joven americana que vemos en las películas de adolescentes. Rubia nórdica de inmensos ojos azules con una cara preciosa y un cuerpazo que te dejaba sin habla, tendría 20 o 22 años y seguro que era la capitana del grupo de animadoras de cualquier equipo de futbol o baloncesto de la universidad.
—Hola Luis, mi nombre es Darci, dijo pasando al interior de la casa y dándome un tierno beso en la mejilla.
Enseguida apareció Ana y las dos se abrazaron con cariño mientras charlaban y me miraban con picardía. La niña estaba de muerte e iba a ser muy difícil mantenerme tranquilo con dos bellezones en la piscina. Ana la acompañó hasta una habitación para que se cambiase y ya aprovechó y me lo contó.
—Darci es una vecina de esta urbanización, vive en nuestra misma calle. La conocí hace algo más de un mes y conectamos enseguida. Nos hemos visto a menudo y al final nos hemos confesado nuestra atracción. Sabía de tu deseo y enseguida se me ocurrió la idea. A Darcy le encantó la proposición que le hice, le he enseñado muchas fotos tuyas, algunas más que sugerentes y está deseando probarte.
Ana dejó que me fuese hacia la piscina, Darci ya estaba desnuda y me llamó a su lado, su joven cuerpo era una tentación difícil de rechazar, pero ¿Quién la iba a rechazar? Yo no, desde luego.
—Me ha dicho Ana que soy su regalo de bodas para ti, dijo Darci de manera sensual, ¿A qué esperas para tomarlo?
Follar con esa niña fue algo increíble, pero poder ver como se amaban Ana y ella fue lo mejor. Mi vida, nuestra vida a dado un giro radical y la vivimos de diferente manera. Alguna vez nos hemos vuelto a pasar por ese club liberal, pero realmente preferimos que Darci venga a casa y pasemos unos días juntos. Ana me ha enseñado de alguna manera a vivir nuestra sexualidad de otro modo, sin miedos ni reproches ni traiciones, la amo con locura y sé que entre nosotros ya no existen los secretos ni los deseos ocultos, disfrutamos de la vida y de las oportunidades que nos ofrece.
FIN
Protected by Safe Creative.