Los encuentros secretos de Mariana
Ocurre un encuentro casual entre Hector, un negro descendiente de cubanos y Mariana.
Los encuentros secretos de Mariana.
Me llamo Héctor, aunque mis amigos me dicen el jaiba, soy oriundo de Coatzacoalcos, Veracruz. Mi padre es un negro cubano que se casó con una mujer blanca mexicana. Yo heredé las características de la raza de mi padre. Tengo ya treinta años viviendo en el Distrito Federal, desde que mis padres llegaron a la capital por motivos del trabajo de mi padre. Yo tenía diez años en ese entonces y desde entonces llamé la atención de las personas por mi color de piel y mi tipo de pelo. Nunca había sucedido algo como lo que voy a relatarles. Esto pasó con una chica muy joven quien después supe se llama Mariana.
Así fue mi primer contacto con Mariana: Esa tarde tuve que llamar al servicio de emergencia de automóviles. Alguna falla del auto hizo que lo enviara al taller para su reparación. Por la noche tuve que viajar en microbús para regresar a casa. Serian las 8:30 de la noche, la hora que mucha gente regresa a sus hogares, cuando abordé el transporte. El microbús estaba casi repleto por lo que no alcancé asiento. En la siguiente parada subieron más pasajeros, tuvimos que recorrernos hacia atrás varias personas quedando un poco apretadas.
Yo quedé detrás de una muchacha joven, de mediana estatura, coloqué mi portafolio en el hombro y tomé el pasamanos del techo del autobús. En la siguiente parada varias personas quisieron abordar el microbús, no todas lo lograron. Todos viajábamos muy apretados y así sería por la próxima media hora. La velocidad y forma de manejar del chofer, motivó protestas de algunos pasajeros. A los pocos minutos del trayecto, el movimiento del camión y el roce de mi miembro con la parte superior de las nalgas de la mujer delante de mí hicieron que mi pene se empezara a parar.
Quise retirarme de ahí, pero la verdad es que no había hacia donde moverse. La erección aumentó y sentí que tenía el miembro muy duro sobre las nalgas de la pasajera. Pensé que por lo apretado del viaje, la jovencita no sentiría nada. Repentinamente la chica, quien viajaba detenida de los pasamanos de los asientos, se inclinó ligeramente mirando hacia el piso, pegando más sus nalgas a mí cosa dura. Miré el rostro de la chica, quien estaba indiferente, seguramente no se había percatado de mi erección. Pude ver que era morena clara, robusta, de cabello castaño oscuro ondulado, atractiva, tenia unos ojos cafés claro hermosos, vestía buena ropa y portaba un bolso colgado de su hombro, también pude percibir el fino aroma de su perfume. Aunque no podía ver su trasero, debía ser grande, así lo sentía por la forma en como se hundía mi pene en sus nalgas. Yo tenía el saco del traje abierto lo cual ocultaba mi erección sobre su trasero.
En el resto de trayecto hacía el intento de retirar mi verga de esas nalgas, pero era imposible por lo lleno del vehículo. Casi al llegar a la terminal de autobuses, sentí una mano en mi verga, era la chica que intentaba agarrarla, hizo varios intentos hasta que finalmente la tomó y la apretó tan fuerte que me lastimó. En ese momento el microbús se detuvo, se abrieron las puertas y rápidamente la gente comenzó a bajar. Quise disculparme de la chica y aclararle que no era mi intención, ella solo me miró muy enojada y se retiró. Tomé camino a la casa, apenado por la situación.
Es verdad lo que Héctor dice: Yo me di cuenta que él estaba detrás de mí en el microbús, pero no imaginé que fuera a terminar así. Cuando sentí algo duro cerca de mis nalgas y me di cuenta que era él, vinieron a mi mente todas las cosas que se habla de los negros, principalmente del tamaño de su verga, quise jugar con él y hacerlo sufrir un poco. En cada movimiento del microbús yo restregaba mis nalgas contra su miembro, el cual sentí que creció mucho, sin embargo, momentos después la que estaba sufriendo era yo. Su miembro se sentía muy duro y grande lo que provocó que me excitara. Claramente sentí como mi vagina se mojaba y un cosquilleo intenso invadió mi entrepierna. Cerré mis ojos y restregué mis nalgas contra su verga concentrándome en imaginar como sería tener esa verga en mis manos. Poco antes de finalizar el viaje, tuve ganas intensas de agarrar esa verga, discretamente hice una mano hacia atrás y la agarré.
Estaba durísima, apenas y la podía tomar con mi mano, en parte por el pantalón, pero definitivamente era gruesa. El sentir la verga en mis manos, provocó que me sintiera mareada por el orgasmo que ya venía. Tuve que contener los gemidos, cerré muy fuerte mi boca, apreté muy fuerte la verga y la masturbé por encima del pantalón al momento que llegó mi orgasmo. Cuando me estaba viniendo apreté la verga tan fuerte que hizo que el negro tratara de quitar su miembro se ahí. Justo en ese momento el microbús se detuvo y las puertas se abrieron. Héctor alcanzó a decir: Discúlpeme señorita, no fue mi intención Lo dejé hablando, solo le miré a sus ojos muy seria y ofendida, diciendo en mis adentros: gracias por el orgasmo. Continué el camino a casa notando que el tipo se retiró apenado y cabizbajo cubriendo con su portafolio su erección.
-¿Eres tu Mariana? dijo mi mamá cuando abrí la puerta de la casa.
- Sí- le contesté.
-¿Vente a cenar, ya está la mesa lista?
- Nada más me cambio de ropa y voy.
Cerré la puerta de mi cuarto y dejé mi bolso sobre la cómoda para dejarme caer sobre la cama recordando lo que había pasado. Me quité la blusa y los pantalones, al dejarlos sobre la silla, me miré en el espejo del tocador, todavía estaba caliente, mis grandes tetas tenían los pezones erectos y la entrepierna de mi pantaleta estaba completamente mojada. Me quité la panty y la llevé a mi nariz para olerla. Aspiré profundamente sobre mi panty y me recosté en la cama mientras con mi mano buscaba mi vagina que se estaba muy caliente. Normalmente no me masturbo, pero esa noche me sentía un poco diferente.
Mi respiración estaba muy agitada, sentía que me faltaba aire para respirar, era por lo excitada que me encontraba. Me acaricié suavemente mi conchita, mis labios vaginales estaban muy sensibles por lo que mis caricias resultaron deliciosas. Puse saliva en mis dedos y toqué mi clítoris, esto me encendió aun más, sobé mi clítoris muy rápido hasta que sentí que iba a venirme otra vez. En ese momento me imaginé que tenía yo otra vez esa verga en la mano y la masturbaba, con esto llegó mi orgasmo muy intenso, tuve que contener los gritos al tener mi orgasmo porque se hubieran escuchado en toda la colonia. Cené y después me puse a ver la televisión.
Como a los cinco minutos llegó Roberto mi novio y se sentó junto a mí, yo estaba como si nada, pero aun seguía excitada. Como a las 10:00 de la noche, quedamos solos en la sala viendo el televisor. El no perdió tiempo y me dio un beso apasionado, al cual respondí de la misma forma. Como por reflejo, puse mi mano sobre su verga y la sobé fuertemente, aunque en realidad me imaginaba que era la verga del negro del microbús. Roberto comenzó a levantar mi blusa y sacar las tetas de mi brassier, besándome y mordiéndome los pezones, cosa que el sabe me pone a mil.
Muy quedito, cuidando que no oyera nadie en la casa, me dijo: ¡Mámamela Mariana! ¡Mámamela por favor! Yo obedecí como autómata, bajé el cierre de su pantalón y saqué su verga. No se de qué forma le mamé la verga a Roberto que se vino luego luego. Como no me gusta tragarme el semen, escupí los mocos que entraron en mi boca sobre su pantalón. Roberto se fue poco después. Yo regresé a mi cuarto para dormir. No podía conciliar el sueño, me había quedado caliente con las caricias de Roberto.
Hice intentos de dormir, pero tenía esa sensación de estar soñando a cada rato. En el sueño, me veía desnuda en una cama blanca con muchos velos colgando del techo y tenía la verga del negro en mi mano masturbándola mientras yo jugaba con mi vagina hasta que me venía. Despertaba y volvía a tener esa visión en mis sueños. Estoy segura que otras lectoras han tenido este tipo de noches, ya saben lo que se siente. Cuando desperté por la mañana, mis pantaletas estaban completamente mojadas, parecía que me había orinado en la cama. No supe si los orgasmos en los sueños realmente los tuve. Me parecieron tan reales, que seguramente así fue.
Así fue mi segundo encuentro con Mariana: Una lluvia ligera cayó justo cuando entré a las calles de la colonia. La gente corrió buscando guarecerse, bajé la velocidad de mi coche para no provocar algún accidente. De pronto, me llamó la atención el cuerpo de una mujer que hacia intentos por abrir su paraguas, pude reconocerla por atrás. Se trataba de la misma chica del microbús de hacia dos semanas. Como olvidar esas nalgas grandes, aunque la chica se veía un poco gordita, con el uso de las zapatillas de tacones altos, sus nalgas se veían fenomenales. Digo, no pensaba en cogérmela, simplemente aclaro que sus nalgas llamaban la atención.
Pensé que sería buena oportunidad para pedirle disculpas. Paré mi coche cerca de ella y me ofrecí a llevarla a su casa. Se sorprendió al verme, ante mi insistencia y debido que no funcionó su sombrilla aceptó subirse al auto. Se sacudió el agua de su cara y cabello, note que su blusa estaba mojada y por esto se le marcaban muy bien sus tetas y se transparentaban sus oscuras areolas y los pezones que se veían muy grandes. Al verle sus tetas, mi miembro se paró inmediatamente, era una reacción normal por ver los pezones a través de su blusa mojada. Creo que Mariana no se dio cuenta de cómo me había puesto. Le pedí disculpas por lo ocurrido en el microbús, explicando que no había sido intencional. Ella dijo que no había problema, aunque parece que el hecho de recordar el incidente motivó que se enojara, su cara se puso roja y su respiración se agitó. Llegamos a su casa y nos despedimos luego de presentarnos y saber que ella era Mariana.
Así sucedió nuestro segundo encuentro, aunque debo decirles que me sorprendí cuando lo vi, más que nada porque no lo esperaba, al recordar lo que había pasado con ese negro en el microbús inmediatamente se mojó mi vagina, me puso tan nerviosa que no pude abrir la sombrilla. Cuando subí al auto, sentía como la tela de mi blusa lastimaba mis pezones que estaban erectos como nunca. Héctor observó discretamente mis tetas y yo miré disimuladamente su bulto y me pareció que creció al poco tiempo que me subí al coche.
Tal vez era mi imaginación, lo cierto es que nada más de pensar que tenía la verga parada por mí, hizo que me pusiera completamente caliente. Por fortuna llegamos a casa y ahí quedó todo, puesto que ya estaba pensando en serle infiel a mi novio Roberto. Si hubiésemos tardado más en llegar, me hubiera atrevido a pedirle que me enseñara su vergota y no se que cosas hubieran pasado. Cerré la puerta de mi cuarto, pensando en él: Héctor que vergota debes tener! Ya se imaginaran la masturbada y mamada que le di a Roberto esa noche, pensando en la vergota del negro. Me sentía un poco molesta porque sabía que estaba engañando a Roberto, al menos con el pensamiento.
El tercer encuentro: Era un sábado poco después del mediodía. Me dirigía al centro de la ciudad cuando vi caminando a Mariana rumbo al sitio de taxis. Me bajé del auto para saludarle y después de saber que iba de compras me ofrecí a llevarla. La dejé en Perisur, yo podría hacer mis asuntos cerca de ahí, calculando que estaría de regreso como en dos horas. Por lo cual quedamos de vernos en una cafetería del centro comercial para regresar juntos. Llegué como quince minutos antes del tiempo previsto y a los pocos minutos llegó Mariana. Le invité tomar algo y ahí estuvimos platicando, cada vez con más confianza y de cosas más personales, hasta que decidimos regresar.
Una vez en el auto camino a la colonia, Mariana me mostró las zapatillas que había comprado. Ella remarcó que eran del número cuatro. Ella hizo el intento de ponerse la zapatilla, pero era difícil por el espacio pequeño y movimiento del vehículo, sin embargo, el intento hizo que su falda se subiera mostrándome sus hermosas piernas. Finalmente ella desistió y me dijo: Héctor te puedo hacer una pregunta muy personal. Claro le dije. Me preguntó: ¿Es cierto que los negros calzan grande? Le contesté enseñándole mi zapato: Algo debe haber de cierto, mira yo no soy muy alto y calzo del nueve y medio. Ella rió al momento que decía: No me refiero a eso, sino a lo otro (señalando con sus ojos a mi paquete). Su comentario me hizo tragar saliva por lo inesperado, era la cuarta ocasión que una mujer me preguntaba directamente por el tamaño de mi verga. Sobre todo porque no se conforman con decirles que es grande, lo quieren comprobar y verla parada. Lo que me sorprendía es que Mariana es mucho mas joven que yo. Nunca pensé que ella me haría esa pregunta-¿Realmente lo quieres saber? le pregunté.
Sí- contestó Mariana.
Pues tócala para que tú lo juzgues- le dije.
Sin más, Mariana estiró su mano para colocarla encima de mi paquete, diciendo: No se siente que sea muy grande. Esperate un momento- le pedí. Mariana acariciaba lentamente mi verga con sus dedos, notando como mi verga iba creciendo con la erección que ella me estaba provocando. Inmediatamente ella comentó: ¡Héctor! ¡Esta creciendo mucho! ¡Sí esta grande! ¡Enséñamela por favor, quiero verla! lo sabía.
-De veras quieres verla le pregunté.
-Sí- me respondió presurosa.
- Entenderás que aquí no te la puedo mostrar. Podríamos chocar o meternos en problemas, Pero si gustas, podemos ir a un hotel le dije a Mariana.
-Sí esta bien, vamos - me contestó.
- Entonces aguántate un poquito le pedí.
Tomé rumbo a la calzada de Tlalpan y metí el carro al estacionamiento del primer hotel que apareció en el trayecto. Llegamos al cuarto, nadie dijo algo. Pude ver que el rostro de Mariana demostraba excitación por su respiración agitada y sus ojos medio cerrados. Se sentó sobre la orilla de la cama y yo me paré cerca de ella.
En silencio, Mariana buscó mi verga por encima del pantalón, la acarició lentamente y recorrió lo largo de la verga con sus dedos. Trató de tomarla, pero el pantalón le impedía hacerlo con libertad. ¡Está muy dura! alcanzó a decir. Dirigió sus manos a mi cinturón y en segundos estaba bajando el cierre de mi pantalón. Sacó la verga de mi truza diciendo: ¡Que grande! ¡En nada se parece a la de Roberto! Mi novio aclaró. Y todavía le falta crecer le dije. ¿Es más grande? dijo Mariana incrédula. Acaríciala y veras que sí le respondí. Mariana la tomó con ambas manos con mucho cuidado, la comenzó a masturbar lentamente observando como las venas de mi verga se llenaban de sangre. Mariana la tocaba con delicadeza, subiendo y bajando sus manos por todo el cuerpo de mi verga.
Mientras ella hacia eso, pude ver como sus pechos parecían hacer reventar la blusa por lo agitado y profundo de su respiración. Mientras ella seguía agarrando mi verga con una mano, con la otra ella estaba removiendo mi pantalón y bajando mi truza para no tener ningún obstáculo. Yo le desabotoné dos ojales a su blusa y metí mi mano para sentir sus tetas por encima del brassier. Sus pechos se sentían suavecitos, seguí metiendo mi mano hasta alcanzar y descubrir una de sus testas. ¡Que tetas tan grandes! Su areola era de color marrón con pezón grandísimo.
Pellizqué y torcí suavemente su pezón, intenté tomar toda su teta con mi mano, más no fue suficiente para agarrarla toda. Mariana exclamó un ligero ay, diciendo: ¡Que verga tan grande tienes Héctor! ¡Y que dura! Era verdad que mi verga estaba muy crecida, seguramente a consecuencia que esa linda muchachita la tuviera entre sus manos y por imaginarme que me la mamaria y quizá se la metería en su conchita. Ella pasaba su mano por todo el cuerpo de mi verga, hacia movimientos de torsión con sus manos que hacia sentirme en las nubes. Parecía experta en el arte de masturbar vergas. Jalaba mi piel para dejar la cabeza completamente libre y ponía su mano sobre la cabeza moviéndola de tal forma que provocaba mucho placer.
Tomó suavemente con una mano mis huevos y apretó muy fuerte mi verga. Mariana se subió casi a la mitad de la cama, sin soltar la verga, por lo que tuve que quedar de rodillas en la cama cerca de Mariana. Ella abrió sus piernas, subió su falda y señalando su sexo me dijo: ¡Mira Héctor como estoy de mojada! ¡Es por culpa de tu verga! Comenzó a acariciar su concha con una mano y la otra la mantenía masturbando mi verga. Yo la quise ayudar y estiré mi mano para jalar su panty dejando su conchita descubierta. Ella inmediatamente se comenzó a estimular su clítoris y a acariciar toda su vulva, diciéndome: Quédate así ¡quédate así por favor! Me quedé inmóvil, viendo como Mariana acostada se introducía un dedo en su vagina mientras masturbaba mi verga con su otra mano. Era increíble la cantidad de líquido que salía de su vagina, todos sus pelos brillaban por lo mojado. A ratos se introducía un dedo en su vagina, el cual salía escurriendo sus jugos y los embarraba en su clítoris para estimularlo muy fuerte. Sus labios vaginales se veían muy rojos y separados, riquísimos. Cerró sus ojos al momento que aumentó la velocidad de la masturbación en nuestros sexos.
Estaba respirando profusamente y gimiendo de placer cuando alcanzó su orgasmo. Disfruté mucho viendo y escuchando su forma de venirse. Mariana abrió sus ojos y me dijo: ¡Que rápido me vine! Es algo que quería hacer desde hace tiempo. ¡No me creerás que soñé que te agarraba tu verga mientras me masturbaba! Inmediatamente le reclamé: Ya cumpliste tu sueño, pero a mi no me vas a dejar así, ¿verdad? Claro que no mi negro, te voy a dar tu premio- fue su respuesta y comenzó a quitarse toda la ropa. Yo hice lo mismo y cuando terminé me volví a quedar hincado a mitad de la cama. Las tetas de Mariana quedaron balanceándose al aire, puso sus manos en la cintura y dio una vuelta para mostrarme su cuerpo. ¡Que tetotas y que nalgotas! Su pubis tenía escaso vello que permitía ver perfectamente sus labios vaginales. Mariana abrió con sus manos su vagina mostrándomela y diciendo: ¡Este es tu premio! ¡Pero primero déjame mamarte mas tu vergota! Ella había quedado en el extremo opuesto mío, gateó sobre la cama buscando mi verga.
Fijé mi vista en esa cara delicadamente maquillada. El rojo de su lápiz labial contrastaba muy bien con su piel morena ¡Como deseé que esos gruesos labios estuvieran mamando mi verga! Mariana puso sus manos a los lados de mi cadera y su boca sobre la cabeza de mi verga. Lentamente abrió su boca y colocó los labios sobre la cabeza de la verga, poco a poco la fue metiendo a su boca. Pude sentir como chupaba la cabeza de mi verga al tiempo que su lengua se movía muy rápido por debajo de la cabeza. Ahhh! ¡Que sensación tan rica! Mariana levantó su vista hacia mí. Sus hermosos ojos color miel quedaron clavados a mi mirada. Imaginé que Mariana también estaba disfrutando del sabor de mi verga. Mariana se metió otro poco de verga en la boca sin dejar de mirarme. Movió lentamente su cabeza hacia un lado y hacia el otro, haciendo más espacio para meterse otro poco de verga en la boca. ¡Increíble, no pensé que Mariana pudiera meterse tanta verga! Finalmente se detuvo, porque la verga le produjo la sensación de vomito.
Mariana sacó la verga de su boca y miró el tanto que se había metido. Mariana parecía no creer el pedazote que se había introducido. Yo le confirmé: ¡Sí te cabe mucho Mariana! ¡Mira nada más hasta donde te la metiste! Ella pudo comprobar hasta donde había llegado por las marcas rojas de su lápiz labial y su saliva en mi verga ¡Casi tres cuartos de verga se metió en la boca! Sin más, dirigió rápidamente su boca a mi verga y comenzó a mamarla con frenesí. Uyy! ¡Que rico la mamaba! Tomó con una mano la base de mi verga, la masturbaba, torcía y mamaba al mismo tiempo.
¡Que rico, de verdad que rico! Le dedicó especial atención a la cabeza de mi verga, dándole pequeñas mordidas y resbalando sus dientes sobre ella, alternando mamadas fuertes y suaves. Mariana se concentró en la mamada, yo a disfrutarla y ver sus nalgotas, que por la posición que teníamos se le veía un trasero enorme. Mariana estaba hincada con sus rodillas muy separadas, por lo cual yo podía verle su culito y parte de sus labios vaginales. Los labios de su vagina estaban muy abiertos e hinchados. Como mencioné, Mariana es gordita, así que sus glúteos se movían mucho al ritmo que ella mamaba la verga. Estiré mis manos y tomé sus nalgas. ¡Que nalgas tan suaves y ricas tiene Mariana! Y lo mejor es que yo tenía mucha nalga que agarrar.
¡Que rica sensación el estar acariciando sus nalgotas mientras me mamaba la verga! Poco a poco acerqué mi mano a su vagina y le metí un dedo. Hurgué con mi dedo en su vagina y provocó que Mariana se contorsionara por las caricias de mi dedo. Lo empecé a meter y sacar muy rápido, hasta que Mariana se sacó mi verga de la boca para gemir y gritar por el orgasmo que tenía. Yo presioné con mi pulgar sobre su culo y esto hizo que su orgasmo se prolongara. Mariana levantaba más su cola para que yo le metiera más profundo mi dedo. No dejaba de gemir y finalmente me masturbó la verga muy rápido cuando estaba terminando su orgasmo. Sin decir nada, Mariana me empujó el pecho para que yo me acostara en la cama, ella se subió encima de mí.
Colocó su vagina sobre mi verga y se dejó caer. Estaba tan mojada y lubricada que mi verga la penetró fácilmente. Mariana abrió sus ojos muy grandes e hizo únicamente un ¡aahhh! cuando sus nalgas llegaron al tope. Pasó su mano para atrás de su cuerpo para sentir que tanto tenía adentro y dijo sorprendida: ¡Entró toda! Yo no hablé, respiré muy profundo y dirigí mis manos a sus glúteos para levantarlos y dejarlos caer nuevamente sobre mi verga, iniciando el mete-saca. Se sentía chingón estar agarrando esas nalgotas y estar clavándoles la verga. Mariana movía su cabeza a todos lados, levantó sus brazos por encima de su cabeza cruzándolos y movió sus caderas hacia atrás y adelante, en pocos minutos, volvió a repetir los gemidos característicos de su orgasmo.
Cuando terminó, dejó caer su cuerpo pesadamente sobre el mío. Yo quería terminar también, así que comencé a mover mi cadera, hacia arriba y abajo, limando mi verga en la vagina de Mariana. Ella levantó un poco su cadera para que mi verga pudiera salir completamente y se volviera a hundir en su conchita. Así estuvimos un buen rato, coge y coge, los dos bufábamos por la fuerza que le poníamos a la cogida. El pecho de Mariana quedó prácticamente sobre mi cara, le comencé a besar el cuello acercándome poco a poco para mamar una teta, le mordí suavemente su pezón lo cual hizo ponerla al borde del orgasmo otra vez. Al darme cuenta que esto la excitaba mucho, alterne sus tetas chupándolas y mordiendo sus grandes pezones.
Mariana colocó el dorso de su dedo índice en su boca y lo mordió para ahogar los gritos del orgasmo que estaba alcanzando. Yo tuve una sensación riquísima en mi verga, su vagina apretó fuertísimo mi miembro y claramente sentí como los espasmos de su vagina aprisionaban y soltaban mi verga queriendo exprimirla. Presioné mi cara contra sus tetas y apreté mis piernas al instante en que tuve mi eyaculación. Ella retiró su mano de la boca para gemir prolongadamente mientras sentía como me vaciaba en su interior. Mientras me venía, movía muy rápido mi lengua sobre un pezón de Mariana. Hasta que ella retiró mi cara de su pecho diciendo: ¡Ya! ¡Ya no puedo más! Se salió de mi verga y se acostó sobre la cama, su cuerpo estaba completamente bañado en sudor. Le miré diciéndole: ¡Que rico coges mamacita! Su rostro sonrió levemente y así quedo sonriendo por un rato, Mariana estaba fatigada.
Sí, así quedé fatigada y con esa sonrisa, que era una mezcla de satisfacción y preocupación. Inicialmente me sentí contenta por el placer recibido y por haber hecho realidad el sueño que tuve con esa verga. Pero después, pensaba en la infidelidad hacia Roberto. Él no había hecho nada que mereciera esa traición. Ahora con qué cara volvería a ver a Roberto, sobre todo que apenas una semana antes me había entregado a él. Ni siquiera entró en comparación mi relación con Roberto y la de Héctor. Con Roberto me unía el amor, pues eso hizo entregarme a él. Con el negro fue la debilidad de la carne. Que como pueden ver fue muy, muy débil.
Estuve cogiendo con el negro, ocasionalmente por varios meses hasta que dejé de llamarle. Nunca le amé, es más, nunca le di un beso en la boca, ni trague su esperma, a pesar de que insistió mucho. Lo que debo reconocer es que me hizo sentir placeres que a mi edad eran desconocidos. Con Roberto terminé mi relación hace dos meses por motivos completamente ajenos a esto, él nunca se entero de mis encuentros secretos con Héctor. Le pedí a Calixto ayuda para contar mi experiencia y quitarme ese sentimiento de culpa por la infidelidad a Roberto. No podía iniciar otra relación con esa carga. Funcionó, ahora me siento liberada y espero encontrar una relación que me de amor y satisfaga mi pasión sexual.