Los diez días de sumisión (fragmento)

Traducción de un fragmento ofrecido libremente por PF. Diálogos Ama/esclavo

Los diez días de sumisión (fragmento)


Título original: The Ten Days of Submission

Autor: Wayne Christopher Rogers (c) 2002

Traducido por GGG, enero de 2004

Eran las nueve y veinte cuando oí al coche de Katherine entrar en el aparcamiento, delante de la puerta del patio. Lo había lavado todo, pasado la aspiradora, había limpiado y estaba preparado para ella. Vi que mi esposa estaba sola cuando salió del coche y cerró la puerta. Agarrando el condón de la mesa de la cocina me lo volví a deslizar rápidamente en la lengua, y luego me arrodillé en el suelo, junto a la mesa con la cabeza baja en actitud sumisa y esperé a que entrara. Podía escuchar el clic-clac de sus tacones altos mientras cruzaba el patio, seguido por el sonido de la puerta corredera de vidrio al ser abierta.

"Tienes suerte de que esté sola," dijo Katherine mientras cerraba la puerta y echaba la llave. "¿Qué habrías hecho si Daniel hubiera estado conmigo?"

Me saqué el condón de la boca y dije, "Habría vuelto arriba corriendo."

"¿Has llevado eso puesto todo el tiempo que he estado fuera?" Katherine se adelantó y se colocó delante de mí. "Apuesto a que te lo quitaste al minuto de que me fuera."

"¿Por qué mi Ama tiene tan mala opinión de su esclavo?"

"Porque te conozco," contestó. "¿Lo has lavado todo?"

"Sí," dije. "He lavado tu ropa y la mía, las sábanas de tu cama y las toallas y los paños de los dos baños. También he pasado la aspiradora en la parte de arriba y en la de abajo, y he fregado el suelo de la cocina y los baños."

"Vaya un esclavo perfecto," dijo mi esposa. Se inclinó y me besó en la frente. "Veamos todo lo que has hecho."

Katherine revisó primero la cocina y luego el baño de abajo y la sala de estar. Estaba muy satisfecha con el trabajo que había hecho. Apagando las luces la seguí arriba, a su dormitorio. Había doblado su ropa y la había colocado encima de la cama. Miró la ropa un momento, luego levantó un par de bragas y las olió.

"¿Lavaste mi lencería con Woolite?"

"Por supuesto."

Volvió a dejar las bragas e inspeccionó las sábanas de su cama.

Retirando la colcha y la sábana de arriba se fijó en la de abajo, revisando si había lavado todas las manchas.

"Es una pena que Daniel no viniera conmigo esta noche," dijo. "Habríamos tenido sábanas limpias para follar."

"¿Cómo van las cosas con él?"

"¿Realmente quieres saberlo?" me preguntó mi esposa mientras caminaba hacia su sillón y se sentaba. Cruzó las piernas y me miró. "¿Te gustaría escuchar todos los detalles jugosos?"

"Sí, Ama."

"Quiero que te quites la ropa y luego vengas aquí."

No perdí tiempo en obedecerla, me quité los zapatos, la camisa, los pantalones, los calcetines, y la ropa interior en cuestión de segundos. Cuando estuve totalmente desnudo fui hacia Katherine y me arrodillé delante de ella.

"¿Te gustaría tener un orgasmo esta noche?" preguntó.

"Sí, Ama, me gustaría."

"Ponte las manos a la espalda y acércate," dijo manteniendo la pierna derecha con un dedo apuntado directamente hacia mí. "Quiero que te montes en mi pierna."

Hice lo que me ordenaba y sentí el empeine de su pie apretarse contra mis testículos un momento. Me quedé helado de inmediato y esperé el dolor. Podía sentir que mi pene se ponía erecto mientras levantaba el cuerpo hasta la mitad de su pierna. La sensación de mi polla restregándose contra su nailon era electrizante. Se me puso como una roca en pocos segundos.

"Creo que sabes lo que espero."

"Quieres que me folle tu pierna."

"¿Disfrutarías haciéndolo?"

"Sí, Ama," dije ansiando aliviarme. "Muchísimo."

"Mientras te masturbas sobre mi pierna, te diré lo que ocurrió anoche con Daniel. Puede que te excite."

Katherine bajó la piernas para que pudiera acercarme más. Cuando el estómago se apretó contra su pierna, con mi erección pillada en medio, empecé a mover lentamente mi pene para arriba y para abajo, disfrutando de la deliciosa sensación de su media de nailon contra mi carne. Pensar en lo que quería hacerme ya no me avergonzaba, y sabía que no me llevaría mucho llegar al orgasmo.

"Le hablé a Daniel de nuestro matrimonio," siguió. "Le expliqué que yo era una hembra dominante y que tú habías estado de acuerdo en renunciar a todos tus derechos de esposo para servirme de esclavo."

"Apuesto a que se quedó sin habla."

"Efectivamente," dijo. "Le dije que estaba buscando un amante. Le expliqué que como esclavo mío no se te permitía el coito conmigo, y que necesitaba encontrar un hombre que estuviera dispuesto a satisfacerme sexualmente de la forma que a mí me gustaba."

"¿Cuál fue su reacción?"

"Se excitó."

"¿Y?"

"Quería saber si eras celoso."

"¿Qué le dijiste?"

"Le dije la verdad," replicó. "Le dije que tenías la fantasía de ser engañado por mí... de saber que otro hombre estaba obteniendo lo que a ti no se te permitía tener."

"¿Qué piensa al respecto?" pregunté, aumentando el ritmo de mi movimiento contra su pierna, sintiendo como el orgasmo se iba preparando en mi entrepierna. Sabía que no aguantaría otro minuto. Aunque no conocía a Daniel, ni tenía la menor idea de cuál era su aspecto, podía imaginármelo en el café con Katherine, sentado junto a ella, escuchando su proposición lasciva.

"Se le puso tiesa, allí mismo, en el café," dijo.

"¿Qué fue lo que más le excitó?"

"Creo que fue cuando le pregunté directamente si quería follarme mientras tú estabas en el armario, atado e imposibilitado para evitar mi infidelidad."

"¿Y?"

"Daniel dijo que le encantaría ayudarme a cumplir tu fantasía, pero que esta noche era imposible para él. Acordamos, no obstante, reunirnos el jueves. Vendrá después de clase para echar un polvo rápido, y quiere estar seguro de que estés bien atado y apretado. No quiere que saltes desde detrás de una puerta, con ganas de pelea.

"¿Se lo aseguraste?"

"Por supuesto, querido. Le dije que eras un hombre muy agradable y que tendrías puesta una traba."

Me miré el pene y continué mi polvo en seco contra la pierna de Katherine. Había un delgado hilillo de fluido preseminal que iba desde la cabeza de la polla hasta la media.

"También le dije a Daniel que probablemente lamerías su corrida cuando él se fuera."

"¿Cómo reaccionó a eso?"

"Se puso aún más excitado," dijo Katherine. "Ayudó que hubiera cruzado las piernas unas cuantas veces para que pudiera ver que llevaba medias y liguero."

"¿Te puso la mano encima en el café?"

"Le llevó un rato, pero finalmente consiguió el coraje para ponerme la mano en la rodilla."

"¿Y?"

"Y gradualmente metió la mano por debajo de mi falda y le dejé que explorara un ratito. Tendrías que haber visto la expresión de su cara cuando descubrió que no llevaba bragas puestas. Creí que se iba a correr allí mismo, en los pantalones."

Podía simpatizar con el pobre tío, sabiendo el poderoso efecto que mi esposa tenía sobre los hombres. Cuando se ponía a ello, Katherine podía seducir a cualquier hombre en el que fijara su vista. La especie masculina no tenía ninguna posibilidad contra ella.

"¿Te besó?"

"¿Tú que crees?" preguntó.

"Que sí," gemí, moviéndome más aprisa, sintiéndome casi a punto de liberarme.

"Su coche estaba aparcado en la parte de atrás del café. Salimos hacia él y nos metimos en el asiento trasero, luego nos comportamos como quinceañeros. No podía quitarme las manos de encima. Te habría encantado vernos. Me desabotonó la blusa y me besó la parte superior de los pechos mientras los estudiantes pasaban camino del campus. Y solo de pensarlo creo que se puso demasiado tenso."

"Sigue," le urgí.

"Daniel me empujó sobre el asiento trasero y luego me levantó la falda hasta que quedé totalmente expuesta a la vista de cualquiera que pasara. Pensé que me iba a follar, pero en lugar de eso enterró la cara entre mis piernas y se puso a comérmelo, llevándome a un orgasmo rápido. Sé que los estudiantes que pasaban pudieron oír mis gritos de placer cuando llegué al clímax."

"¿Hubo coito con él?"

"Casi," contestó Katherine. "Realmente yo quería que me follara."

"¿Qué pasó?"

"Accidentalmente se corrió en los calzoncillos. Dado que yo quería que tú tuvieras algo extra que limpiar esta noche me quedé un poco defraudada. Pero algunos hombres se excitan tanto que no pueden retenerlo."

"Lo sé," dije, gruñendo mientras mi propio orgasmo estallaba en la pierna de Katherine. Le follé frenéticamente la pierna como un caniche en pleno celo, disparando mi semen, oleada tras oleada, con una fuerza que literalmente me hacía temblar. Salió a chorros por la parte alta de la pierna y luego goteó por los lados. Sentí como si la vida se me escapara y tuve que agarrarme a su pierna en un intento de evitar caerme al suelo. Cuando finalmente se acabó mi orgasmo besé la carne caliente a través de la parte alta de sus medias. "Gracias, Ama, por dejarme hacer eso."

"Puedes mostrar tu agradecimiento sirviéndome con esa deliciosa lengua tuya," dijo Katherine mientras cruzaba las piernas y hundía mi cara en su coño húmedo. "Cómetelo, esclavo."