Los deseos ocultos de Pepi
Tras conocer a una madura en internet, se producen dos encuentros y el segundo acaba con una tarde de pasión desfrenada.
El relato que os voy a contar me ocurrió hace dos años. Es real, aunque he cambiado el nombre de la protagonista y los lugares donde ocurrió. Yo soy chico soltero de 42 años
Conocí a Pepi en una conocida página de contactos. Me encantan las mujeres maduras, entre 50 y 60 años aproximadamente. Busqué entre los contactos que había y de repente me apareció una mujer de 54 años. Aparecía bastante guapa en las fotos, con una cara muy bonita, piernas muy bien contorneadas, tetas grandes. La saludé pensando que no iba a obtener respuesta. Era de un pueblo que está a unos 40 minutos de donde yo vivo, así que el morbo por la posibilidad de poder quedar a conocerla aumentó.
Pasaron varios días cuando me encontré su respuesta. Fue un poco fría la conversación al principio. Me contó que tenía 54 años, era viuda y que vivía sola. Tenía 4 hijos que ya vivían con sus parejas y fuera de su pueblo, por lo que se encontraba un poco sola y pretendía hacer amistades para poder hablar. Los siguientes días fuimos hablando un poco de todo y la conversación cada vez era más agradable, me encantaba charlar con aquella mujer y parece que a ella también. De vez en cuando me decía que yo debía hablar con chicas de mi edad y no con chicas mayores.
Un día me empezó a preguntar algunas cosas y la noté como más cariñosa hacia mí:
PEPI: Supongo que te lo he preguntado, ¿No tienes pareja?
YO: Pues ahora no tengo pareja.
PEPI: ¿Cuándo fue tu última relación?
YO: Pues llevo dos años sin pareja
PEPI: Eres muy amable hablando y joven. ¿Y yo pensé, como que este chico no tiene pareja? Jaja.
YO: Gracias amiga. Me encanta hablar contigo. Además, intento siempre ser educado, sobre todo si me gusta hablar con la otra persona.
PEPI: Así soy yo también. Gracias por hablar conmigo.
YO: A ti, por estos ratos de charla. Nos contamos muchas cosas en confianza.
PEPI: Estos ratos son muy importantes. No nos conocemos en persona aun y la confianza que tenemos es muy grande.
YO: Algún día nos podremos conocer en persona. (hasta ahora no había querido que quedáramos y no quería yo forzar la situación).
PEPI: Claro, podremos quedar y tomar algo.
YO: Pues cuando a ti te venga bien, quedamos y vamos donde tu me digas, un sitio donde tu te sientas a gusto tomando algo conmigo.
PEPI: Pues si, pero mejor nos esperamos al mes próximo que tengo vacaciones, ahora hay mucho trabajo y estoy agotada.
Ahí quedó esta conversación. Por primera vez ella quería quedar a conocerme, lo que me sorprendió. Hasta ahora era una persona que era recelosa a que nos viéramos, seguramente por los años que llevaba viuda y por los recelos sobre quien sería la otra persona. Creo que esos recelos se convirtieron en ganas y morbo por conocerme.
A los pocos días estábamos hablando de cosas triviales y me puso:
PEPI: ¿Sabes? Eres un encanto y siempre me dices cosas agradables. Supongo que será tu forma de ser, pero es agradable escucharlas. Gracias.
YO: Es mi forma de ser cuando estoy con alguien a gusto, y si te digo linda o guapa es porque lo pienso.
PEPI: jajaja, Más me gusta, si piensas eso de mi con la diferencia de edad que tenemos.
YO: Bueno, la diferencia de edad no tiene nada que ver para pensarlo.
PEPI: Si, sería lógico que lo pensaras de una chica joven.
YO: Si te gusta que piense así, pues mucho mejor. Una mujer es guapa seda joven o madura.
PEPI: Si me gusta tu forma de pensar y tu forma de ser.
Se hizo el silencio y ahí se quedó todo.
A partir de ese día empezó a enviarme fotos cada día. Para que viera como le quedaban los zapatos que se ponía, su falda, su vestido, o foto de su cara con su sonrisa o enviándome un beso.
Al fin un día concertamos el vernos el domingo siguiente. Me dio su dirección y quedamos en vernos por la tarde para tomar un café. Estaba nervioso, me duché y salí hacia su pueblo. Al aparcar en la puerta de su casa le envié un WhatsApp y salió. Estaba radiante, una mujer madura preciosa. Llevaba un vestido rojo por encima de la rodilla. Las piernas eran preciosas y sus ojos me encantaron.
Pasamos toda la tarde paseando y tomando café. Le daba algo de vergüenza cuando nos cruzábamos con alguien que conocía, pero no me lo decía. Me dijo que llevaba 7 años viuda y que no había estado con ningún hombre desde entonces.
Al final de la tarde la acompañé a casa e insistió en que pasara un momento antes de irme. Noté que los dos nos pusimos un poco nerviosos, porque creo que deseábamos que pasara algo. No quise meter la pata y forzar la situación y le indiqué que me iba y otro día quedaríamos otro rato. Al darle los dos besos de despedida noté que sus labios se acercaron demasiado a los míos. Esa tarde, por tanto, no pasó nada, aunque los dos lo deseábamos.
Ante esas señales, la semana siguiente sí que ya las indirectas eran mucho más directas. Una noche me indicó que estaba en la cama y le dije que me hiciera hueco, que iba a hacerle compañía un rato. Ella me dijo que encantada me hacía hueco. Que se echaría sobre mi pecho a lo que le dije que si me dejaría darle besos en su cara y frente mientras hacía eso. Ella dijo que donde yo quisiera. Le dije que me gustaría mucho y que cuando me lo dijera lo haría.
Al día siguiente me dijo lo siguiente:
PEPI: ¿te puedo hacer una pregunta?
YO: claro, sabes que puedes preguntar todo lo que quieras.
PEPI: ¿Si yo te pidiera tener sexo, tú lo harías conmigo?
Me puse nervioso y pensé durante unos segundos como contestar para no meter la pata.
YO: Si que lo haría. Me lo puedes pedir cuando a ti te apetezca. Es más, me atraes mucho, aunque seas una mujer madura, me gustas. Estoy deseando besarte y probar tus labios.
Las cartas estaban sobre la mesa. No fantaseamos en la conversación con nada, pero si quedamos en vernos y tomar algo el domingo siguiente. Durante toda la semana, yo le recordaba lo mucho que me apetecía probar sus labios y a ella le gustaba.
Llegó el día indicado y más nervioso que la anterior fui hacia su casa. En este caso llamé y me dijo que pasara. Conforme se cerró la puerta se acerco y sus labios se pegaron a los míos con pasión, su lengua empezó a entrar a la mía y mis manos empezaron a acariciar su culo, caderas, tetas. MMmmm estaba en el paraíso.
Nos sentamos en su sofá y seguimos besándonos y acariciándonos. Tocaba mi pecho y cada vez me besaba con más pasión. Le cogí su mano y la puse encima del bulto de mi polla. Pegó un respingo y me miró a los ojos. Empezó a acariciarla y cerraba los ojos. Se notaba que llevaba muchos años sin probar ninguna.
A la vez, yo le quité sus bragas y empecé a frotar su coño. Estaba depilado y era gordo. Estaba muy mojada y cada vez lubricaba más.
Me dijo que fuéramos a su cuarto, no sin antes decirme, que desde que falleció su marido, era la primera vez que alguien ocupaba su cama y que estaba segura de lo que iba a ocurrir.
Una vez en su cuarto, me desvistió rápidamente y nos echamos a la cama. Nos seguimos besando y acariciando. Empecé a besar, lamer y morder la aureola de sus pezones. Que pechos tan ricos tenía. Mientras me masajeaba la polla. Después empezó a mamarla. No tenía mucha experiencia, pero el morbo era total. Que imagen la de Pepi con la polla dentro de la boca y su cara de éxtasis al probar ese manjar.
Volvió a incorporarse a mi altura para seguir comiéndome la boca y aproveché para decirle que abriera bien las piernas. Metí mi mano masajeándole el clítoris y empecé a meter un dedo, dos, tres… Su coño chorreaba de placer y su boca gemía. Sus ojos se cerraban y su cabeza daba círculos. Se corrió varias veces.
Me dijo que no aguantaba más y que necesitaba tenerla dentro de su coño. Me quería cabalgar. Se subió encima de mí, cogió la polla con su mano y se la metió entera. Que bien cabalgaba, fue alucinante. Lo hicimos sin condón, por lo que la notaba aún más.
Quería que me corriera en esa posición, pero le dije que cambiáramos de postura. Creo que ella no conocía muchas más posturas. La puse a cuatro patas y le metí la polla entera. Empecé a bombear y ella gemía mucho más que antes. Hasta que me corrí dentro de su coño así.
Nos incorporamos y ella me daba las gracias. Sus ojos brillaban de alegría y morbo. Pasamos el resto de la tarde abrazados, besándonos, ella se echaba sobre mi pecho.
Esa tarde me costó volver a casa, estaba demasiado a gusto con Pepi.
Fue un sueño hecho realidad.