Los cuernos nacen, crecen, se reproducen y... 5º
La fuente de mis cuernos. Escogemos a uno en la discoteca y ...
Los cuernos nacen, crecen, se reproducen y…
Quinta parte.
Los cuernos crecen. Y crecen. Y crecen… La fuente de mis cuernos
El caso es que ya lanzados, y teniendo claro que los dos queríamos lo mismo, “planeamos” meticulosamente cómo me iban a seguir creciendo los cuernos.
Esta vez yo participaría. Sabía que se la habían cepillado. Lo había visto de lejos. Ahora lo iba a ver en directo e iba a intervenir. Como el siguiente fin de semana nos volvían a dejar el apartamento, decidimos ir a una discoteca de las que nos habían hablado. Pasamos toda la semana sin dejar de hablar de ello. Estábamos ansiosos, contando los días con desesperación. Y por las noches follando como locos.
Cada uno iría por un lado. Como que no nos conocíamos. Yo llegaría una hora más tarde que ella. Así podría echar un ojo a los posibles candidatos. Pero la mentí. Quería ver qué hacía y llegué solo una media hora después.
La vi zorrear de lejos. Lucirse. Pasear. Dejarse “rozar” en la pista. Bailar provocando con la mirada. Hasta que se acercó uno. Se puso a hablar y fueron a la barra. Cuando me vio se puso algo nerviosa. No sabía muy bien qué hacer. Me puse a su lado. Hicimos ver que nos conocíamos de vista.
Recurriendo a sus dotes teatrales hizo como que se dejaba conquistar por los dos, como que no sabía con quien quedarse. Tan pronto se besaba con uno como con otro. Pensé que ese juego a lo mejor lo estropeaba todo pero fue al revés. El tipo lo captó a la primera.
-. Oye tío me da que esta guarra quiere follar con los dos.
-.¿Tu crees? Yo nunca me he metido en un lío de estos. No me van los rollos raros. Estaba a punto de renunciar.
-. Venga anímate. El no ya le tenemos.
Era irónico escuchar a un chulo de discoteca animarme a follar a mi esposa.
Empezamos a sobarla allí mismo. Primero uno, luego el otro, hasta que acabamos sentados en los sillones, ella con sus brazos por encima de nuestros hombros y los dos juntos sobándola las tetas, cada uno por un lado.
En cosa de diez minutos nuestras manos ya habían coincidido un par de veces en su coñito y el escote era algo más que generoso. Tenía el sujetador prácticamente a la vista.
Al rato dijo que iba al baño que pidiéramos otra ronda. Se levantó y en cuanto se alejó un poco, el “colega” volvió a animarme a seguir.
-. ¿Lo ves? Ya te lo decía. Esta es una guarra de cuidado. Si va pidiendo guerra con los ojos. No hay más que verla. ¿te has fijado cómo tiene el coño? Si la chorrea de ganas. Está salida a tope.
Interesante como el fulano describía a mi mujer como una puta hambrienta de sexo, como una vulgar zorra de discoteca.
Según volvía del baño me dijo:
-. Joder si nos lo esta poniendo en bandeja, mira como la bailan las peras, esa puta se ha quitado el sujetador. Y puede que hasta las bragas.
-. ¿ tu crees que quiere hacérselo con los dos? Pregunté sabiendo de sobra la respuesta.
-. Por mis santos cojones que yo a esta cerda me la calzo esta noche, Bueno tío, si quieres venir vienes y si no, tu mismo, pero no toques los huevos ¿vale?. Dijo con aire chulesco.
Volvió a sentarse y ya no se cortó directamente la desabrochó varios botones y la separó la blusa abriendo los bordes y mirando las tetas con todo el descaro del mundo. Efectivamente se había quitado el sujetador.
-. Joder que tetas más buenas, mira, mira, me dijo enseñándome las bolas de mi mujer.
Haciendo como que era la primera vez que se las veía yo también las alabé.
-. Qué pasa, ¿no os gustan? dijo ella con falsa modestia sabedora de que ese par de bolas podía volver loco a cualquier hombre.
No hubo respuesta, simplemente agarró una con una mano y comenzó un descarado sobeteo. Su pezón reaccionó de inmediato claro.
-. Tócalas tío, son unas tetas de puta madre.
Seguí su consejo mientras ella sonreía con el piropo, halagada.
Dejándome las tetas libres no me estaba haciendo ningún favor, simplemente estaba despejándose el camino. Sí, porque su mano fue directa a la entrepierna. Yo la entretenía sobándola las peras y él podía tocarla el coño a placer.
Le vi maniobrar bajo su falda y un repentino respingo. Tres dedos brillantes salieron de su coño y fueron directos a su boca. Su sonrisa de cazador satisfecho, su cara de triunfador por haber capturado a una puta.
Volvió a poner los brazos sobre nuestros hombros. Sus pechos ahora estaban súper accesibles. Pasó de uno a otro sobándoles enteros. La hizo girar la cara y la besó. Como si realmente la blusa le estorbara, desabrochó dos botones más. Volvió a palpárselos entreteniéndose en pellizcar sus puntiagudos pezones. Durante unos instantes, sus senos estuvieron completamente al aire.
Su mirada me invitó. La mano volvió bajo su falda. Adelante, atrás, adelante, atrás, adelante, atrás. No la estaba masturbando, no jugaba con su clítoris. La estaba follando con los dedos. Y ella gimiendo, con los ojos cerrados y la cabeza caída hacia atrás.
Decidí comportarme como él, tratarla como si fuera una zorra cualquiera. Imaginé que la acababa de conocer y que tenía muy claro que no iba a volver a verla. Tenía que aprovechar la ocasión, disfrutar a tope de su cuerpo y pasar de todo, no cortarme para nada. Vamos pasarme tres pueblos con ella, como si no me importara nada lo que pudiera pasar o lo que pudiera pensar la gente de esa tía.
Acepte su invitación y dos de mis dedos acompañaron a los suyos. Me sorprendió que la entraran cuatro dedos y no pude evitar una exclamación de sorpresa.
El otro riéndose dijo algo así como que a esta guarra la entra de todo. Ella no protestó, simplemente siguió gimiendo. Cogió la botella de cerveza. Traguito él, traguito yo, traguito ella. Levantó un poco la falda dejando al descubierto su entrepierna. Apártala la braga me ordenó. Ella miraba con cara de lujuria como la separaba los labios. Ni corto ni perezoso se la metió por el coño y comenzó a masturbarla.
Si llega a ser de refresco te la meto entera, la dijo prepotente. Alucinante. La muy puta no protestó. Se limitó a decir que estaba muy fría. Y otra vez, traguito él, traguito yo, traguito ella.
Volvió a recostar la cabeza hacia atrás cerrando los ojos y abandonándose al placer. Cada una de sus miradas me decía, ¿ves tío como es una cerda? ¿Ves como quiere con los dos, que no la importa que la jodamos a dúo?
No puedo negar que hasta cierto punto me cabreó su cara de ganador, su chulería por la conquista, por esa forma de atribuirse todo el merito, pero la verdad el tío sabía como llevar la situación y como sacar de mi mujer su esencia de puta.
Fue fascinante ver como se transformaba en una guarra desenfrenada y se corría mientras la masturbábamos y la sobábamos los dos.
El tipo se lo hacía bien, en eso ella tuvo buen ojo, acertó al escogerle. No se cortaba para nada. La controlaba desde un primer momento y dirigía el cotarro perfectamente. No era la primera vez que hacía algo así.
Tenía que volver al baño. Dudó unos instantes y nos lo propuso algo entrecortada. Si queréis... Dijo que tenía un apartamento alquilado, que si luego nos apetecía una copita de champán, pues… No terminó la frase. El mensaje era lo suficientemente claro, y el otro me miró satisfecho, ratificando lo que me venia avisando.
Se colocó un poco la blusa y se levantó.
En cuanto pudo me lo restregó por los morros.
-. Te lo dije, esta guarra nos quiere a los dos, quiere dos putas pollas.
-. Pues venga vamos ya y nos la tiramos.
-. Tranquilo hay que jugar un poco más, no tengas prisa que no se nos escapa. Esta guarra aun no está lista del todo, fíate de mi ya verás... A estas cerdas, cuanto más las calientes mejor.
Nada más volver no la dejó ni abrir la boca. Volvió a desabrochar su blusa y ahora la sacó directamente las tetas. La calentó a tope jugando con sus pezones, más de lo que yo había conseguido en mi vida. Literalmente la hizo perder los papeles. Hasta consiguió que se quitara las bragas allí mismo, delante de un camarero y se las cambiara por una copa. Prácticamente nos pidió, nos suplicó que fuéramos con ella a “su apartamento”.
Al final nos fuimos los tres. Condujo él y nosotros dos atrás metiéndonos el lote. Yo hubiera preferido que fuera al revés. Conducir yo y ver por el retrovisor como me la sobaba pero no fue así. A lo mejor me folla por el camino y en casa luego nada, me dijo ella antes de salir de la discoteca.
Bajó del coche con toda la ropa descolocada, y naturalmente con las tetas fuera. La desnudamos entre los dos en el ascensor. Poca ropa había que quitar eso es verdad.
En cuanto entramos en la habitación, la trató como a una puta cualquiera. No se cortaba, si había que llamárselo se lo llamaba y ya está. A mí en la vida se me hubiera ocurrido llamar puta de esa forma tan despectiva a una tía que acabo de conocer, pero este no tenía problema.
No hubo ni champán, ni copitas ni leches.
-. Vamos zorra aquí venimos a follar. La sentó sobre la cama. En un pispas se bajó pantalones y calzoncillos. Un buen rabo salió disparado. Se quedó mirando como una boba, bueno y yo también, no esperábamos que fuera tan inmediato. Tal vez algún juego, alguna postura rara. Pero no. Una mano a la nuca. Otra abriendo su boca. Su mirada de sorpresa y el capullo que penetra hasta su garganta.
Casi sin prestarla atención se quitó la camisa. Cuando se desnudó del todo, la empujó y la abrió las piernas. No se anduvo con rodeos, directo al tajo.
Cambié de sitio para mirar como la entraba aquel pene, como se abría su coño con las embestidas de otro rabo. Quería verlo de cerca. Y claro que lo vi.
Hasta las bolas. Un pequeño chillido, una queja. Estaba muy mojada, pero no preparada.
-. Calla la boca zorra. Fue su única respuesta. Y otra vez para adentro.
Vi perfectamente como la entraba el rabo en su coño, cómo se separaban sus labios, cómo jadeaba cada vez que la metía su poderosa tranca, cómo sus ojos se clavaban en los míos como diciéndome "mírame cabrón, mira como me la mete”.
No se me olvidará nunca su expresión. Con rabia, con saña, pero a la vez con placer. Disfrutando intensamente del rabo que se estaba apoderando de su coño. Que la estaba barrenando sin piedad su chochito.
Di la vuelta. Intenté meterla la polla en la boca. De un manotazo me apartó.
-. Te esperas a que me la folle. Fue su tajante orden.
Desde luego el polvo que la echó fue brutal. El meneo de sus tetas, ese culo que subía y bajaba perforando el coño de mi mujer, de la puta de mi mujer, y que ya no se cortaba para nada, que pedía sin tener vergüenza alguna lo que la apetecía, sin miedo al que dirán, más bien al qué diría yo.
Yo alucinaba en colores. Contemplaba sin pestañear su obsceno y desvergonzado orgasmo. Escuchaba casi sin creérmelo su soez y verdulero vocabulario.
-. ¡Cabrón, me estás reventado el coño! Sigue, sigue, sigue, gritaba casi histérica. Más adentro, ¡Métemela más!... ¡Vamos maricón!
-. ¡Puta de mierda, te voy a destrozar el útero con mi rabo!
-. ¡¡¡¡Sí!!!! ¡Mátame a pichazos!.
Y la muy zorra se retorcía de placer en la cama con cada empujón. Movía descontrolada sus caderas. Y cómo no, le ofrecía sus tetas, bueno más bien se las ponía directamente en la boca.
-. Cómetelas hijo de puta, muérdeme los pezones. ¿Qué pasa maricón? ¿Solo me las tocabas en la discoteca?. ¡Arráncamelas!
Y claro, el tío se ponía como una moto. Se las retorcía, se las estrujaba con saña, la hacía chillar, y la otra corriéndose sin parar. Diciendo burradas como una loca, ofreciéndole su cuerpo, proponiéndole auténticas guarradas. Aquello era una auténtica película de porno duro.
Se la cepilló como a una cerda. Nunca he visto un polvo tan brutal. La manejaba como si no pesara ni un kilo. Hacía con ella lo que le daba la gana. Y la otra que no paraba de decir barbaridades de todo tipo. Hasta llegó a escupirla en la cara y la hizo abrir la boca. Luego, como se lo pedía ella, la abofeteó las tetas hasta dejarlas rojas como un tomate. Y ella gimiendo y pidiendo más, y el tío taladrando su coño sin parar.
Yo no sabía ni qué hacer. Pensé que aquello se estaba desmadrando demasiado. El tío no paraba de follarla y de golpearla brutalmente en las tetas. Pensé en levantarme y parar aquello, y justo cuando lo iba a hacer me detuvo su grito.
-.¡Más!. ¡Así cabrón, fóllame así!... ¡Me vuelves loca hijo de puta! ¡Tú si que sabes! ¡Sigue cabrón que me corro!.
Rodeó sus caderas con las piernas y clavó sus uñas en el culo. Le arañó hasta hacerle sangre. Movía su cabeza de un lado a otro sin control. Menudos gritos. Y eran de placer. La intensidad del orgasmo tenía que ser brutal. Como si no pudiera respirar, llenaba de aire sus pulmones a bocanadas.
El tensó su cuerpo. Vi cómo clavaba sus dedos en las tetas. Se las apretaba como si fueran garras.
-. ¿Tomas algo zorra?
-. No... ¡Hazlo fuera!.
Su cuerpo se tensó a tope.
-. ¡Y una mierda!, ¡Me voy a correr en tu puto coño! ¡Te le voy a llenar de leche! ¡Ójala te deje preñada, por hija de puta!.
Y su grito: -. ¡¡¡Sí!!!... ¡¡¡Vacíate los cojones!!!. ¡¡¡¡Préñame si quieres!!!!
Y comenzaron sus estertores.
Sus gritos se mezclaron cuando alcanzaron el orgasmo. Para él el primero. Para ella el enésimo.
Tan solo un minuto de descanso. Lo justo para recuperase y poder salir de ella. Acabó, y se levantó. Limpió prepotente su polla con la blusa y se la tiró a la cara. Mirándome con un gesto despectivo la señaló. Solo dijo: toda para ti.
Se marchó sin siquiera decir hasta luego. A él no le interesaba mirar cómo me la cepillaba. Ya había descargado sus cojones y lo demás sobraba. Se quedó allí, aturdida, jadeante, con cara un poco de sorpresa, de decepción por esa despedida tan seca. Y yo mirando cómo la leche rezumaba de su irritado coño.
Me acerqué a ella. Tendida en la cama, extenuada, mirándome burlona se tapó el coño.
-. Ni se te ocurra acercarme eso, esa mierda de pito no entra aquí.
Me quedó a cuadros. Casi ni podía hablar.
-. Qué, cornudo, ¿has visto cómo se folla? a ese no le superas en tu puta vida.... Ven aquí. Me hizo arrodillarme delante de su coño. Dobló la almohada y se la colocó bajo su cabeza. Se abrió el sexo.
-. Mira mi coño cabrón. ¿Le ves bien? A que está rojo. A que sí. Eso es porque está bien follado cornudo. Y bien llenito. Joder cuando se corría pensé que me iba a salir su lefa por la boca. Siento como su leche me llega hasta el culo… Eso son cojones y no los tuyos. Me ha regado bien regada. Vaya ducha que me ha metido este cabrón.
De repente se quedó en silencio mirándome con cara de sádica.
-. No, si te la estarás cascando.
Me la estaba tocando pero no me estaba masturbando. Pensé que para qué negarlo. No me iba a hacer ni caso. Si, dije sumiso y algo avergonzado.
-. Tío se follan a tu mujer como una puta y tu te haces una paja mirando su chocho. ¡Maricón.!
Me agarró del pelo y me incrustó literalmente la cabeza entre sus piernas.
-. ¡Mira mi coño cornudo! ¿Huelo a lefa no? Pues así es el olor del coño de una puta Y a ti te gustará… ¡Pues venga cómetelo entero!. ¿Te gustaba mirar? ¿Has disfrutado viendo como me jodía? Pues ya has tenido bastante porque no me vas a follar. ¡Venga, límpiame el coño cornudo! ¡Méteme la lengua hasta por el ojete! ¡Joder! ¡ojalá me le hubiera follado!.
Lamí su sexo haciendo que se corriera varias veces. Yo la descargue entre las sábanas. No me dejó metérsela.
Al día siguiente nos levantamos tarde. Apenas lo pudimos comentar en el desayuno. Estaba destrozada. Sus tetas llenas de moratones. La agarré por la cintura y la atraje hacia mí. Un intenso morreo. Estás preciosa la dije. Me devolvió una encantadora sonrisa. Otro intenso morreo. Mi mano agarró sus nalgas y me restregué contra su sexo. Solo tocarlo con la mano y retiró su cuerpo hacia atrás. Tenía el coño escocido, irritado a tope. Con este así, olvídate de follar, me dijo.
La pregunté que qué iba a hacer todo el día sola…
-. No sé estoy cansada… agotada… No sé… Ese tío me ha dejado súper bien follada. A lo mejor me tiro todo el día tumbada a la bartola. O me voy a la playa a ponerme morenita... No sé... Tengo algún chupetón, dijo mirándose las tetas… Bueno puedo salir aquí a la galería y echarme una buena siesta… Si por la noche tengo ganas, me visto y salgo a tomar un “pinchillo” o una cervecita a los chiringuitos de la playa...
Se estaba haciendo tarde y yo tenía que irme. Tenía que salir de viaje. Ella se quedaba hasta el lunes. Me vestí un poco a regañadientes.
Joder tenerla allí desnuda. Para mí, estaba radiante. Preciosa. Súper apetecible.
La provoqué intentando calentarla. Aun con la corbata puesta, no paré de sobarla y de intentar besarla. Me puse pesado. Sobón. Nada.
Resignada, con cara de “no me queda más remedio” se dejó manosear las tetas. Luego, como haciéndome un favor, me comenzó a tocar la polla. Me bajó la cremallera y me la sacó.
-. ¿Este rabito no puede aguantarse?
-. Arrodíllate cornudo…
Metió sus dedos en la entrepierna. Me los dio a oler y me los restregó por mis labios hasta hacer que se los chupara. Su sexo seguía oliendo a semen. A semen que no era el mio. No necesitó decirme nada más para recordarme el porqué olían así. Mi pene se puso aun más duro.
Se subió a la mesa y se abrió obscena las piernas.
-. Mira… venga, ya sabes que tienes que hacer con esa mierda de polla …
Comencé a meneármela como un mono mirando su coño abierto. No sé a ton de qué, dijo algo así como que era un cornudo, que por mi culpa se había vuelto una puta y que eso, su coño, era la fuente de mis cuernos. Yo respondía que si a todo sin pensar en lo que decía. Fuera la burrada que fuera. El insulto o la humillación que la diera la gana. Ni escuchaba. Estaba súper excitado. La verdad, no pensé si me lo decía de verdad o únicamente lo decía para excitarme más y que acabara rápido.
-. Así que reconoces que esto es la fuente de tus cuernos, dijo abriendo aun más los labios del coño.
Asentí sin dejar de meneármela. Estaba a punto de correrme. Ya me podía decir lo que la diera la gana, tenía la polla a punto de explotar.
Mi primer gemido. Un chorro de semen sale disparado. Y justo cuando los estertores están sacudiendo otra vez mi pene, anunciando otra descarga, un potente chorro caliente salpicó mi pecho y luego literalmente, mojó mis genitales.
¡¡¡Se estaba meando encima de mí mientras yo me masturbaba!!!
-. ¿Una fuente? ¡¡Pues toma fuente cornudo!! Gritó riéndose mientras meneaba sus caderas para que la meada no se desviara ni un milímetro de “mis partes”.
No reaccioné. Alucinaba en colores. Una convulsión aun más intensa. Una sacudida eléctrica y retomé enérgicamente los movimientos de la mano. Fue como una corrida dentro de una corrida. Brutal.
Casi a cuatro patas, jadeando, respirando con dificultad por lo intenso del orgasmo… todo el traje escurriendo su meada… y ella riéndose burlona… Agarró mi cabeza por los pelos.
-. Bésalo cornudo.
Su clítoris sobresalía excitado. Pero su olor… Apestaba. Un olor súper intenso.
Bese sus labios. Unas gotitas en su vello púbico. Sabía lo que era. No me importó.
Un susurro…. Un jadeo. La respiración cada vez más agitada. Sus dedos se tensan. Retuercen mis cabellos y me aprietan más la cara contra su sexo. Un tono de advertencia… Como este se recupere….
Desde abajo la vi sonreír. Sabía lo que me estaba diciendo. Mi lengua se esmeró en lamer y relamer todo su sexo.
Un pequeño orgasmo la hizo temblar.
Cuando me iba me dio un beso.
-. Ten cuidado con el coche, me dijo, llámame cuando llegues.
-. Vale.
Otro beso. Y una mirada muy pícara.
-. Si no te cojo el teléfono ya sabes lo que estoy haciendo.
-. Serás….
Risas. Intenté tocarla el coñito. Para nada, solo por tocarla, pero no me dejó. Me apartó la mano…
-. Déjale en paz… que está muy cansado de ayer.
-. Oye, en serio. ¿No estás tomando nada?.
-. No. Estoy descansando de la píldora…
-. Pero…. Te puedes quedar….
-. ¿Preñada? Ya lo sé…
Obscena volvió a meter sus dedos en la entrepierna. De nuevo me los dio a oler y los restregó por mis labios. Me pasó la mano por la frente.
-. Cornudo…
Envuelta en una toalla salió a despedirme desde el balcón. Me despidió agitando la mano. Luego se quitó la toalla. Siguió agitando la mano. Veía los sugerentes meneos de sus tetas. Supongo que alguno más disfrutaría del espectáculo.
No había ni montado en el coche y ya tenía un msn en el móvil: “Te quiero”.
Cuando llegué llamé. No me cogió el teléfono. Sabía que no lo iba a hacer. Sabía perfectamente que era un juego, que no había tenido ni cuerpo ni ganas, pero también intuía que mis cuernos iban a tener pronto compañía.
Cerca de la media noche sonó un pitido. Era un msn.
“Al final se recuperó. Cuando vuelvas tendrás que agacharte para entrar por la puerta. Mi amor. Me quedo un día más”.
El miércoles regresaba a casa. Un par de días. Tan solo un par de días más pensé,… pero a saber qué haría ese par de días.
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