Los cuernos nacen, crecen, se reproducen y… 3 par

Los dos se reconcilian y se cuentan qué hicieron aquella noche en el chalet. Ahora saben cómo han nacido sus cuernos.

Los cuernos nacen, crecen, se reproducen y…

Tercera parte.

EL DIÁLOGO Y LAS BOTELLAS DE CHAMPÁN.

EL DIÁLOGO.

Al final fue su sentido común el que nos salvó.

Llevábamos casi tres meses de peleas diarias. Una noche mientras cenábamos como dos desconocidos comenzó a hablar. Intentando dominarse, me dijo que teníamos que hacerlo.

-. Mira, he llegado a una conclusión; tenemos que hablar de lo que pasó en el chalet, y ser sinceros el uno con el otro. Ponte como quieras, pero solo tenemos dos opciones: o hablarlo con toda claridad y sin reproches, y asumimos lo que sea, o seguir como estamos y lo nuestro se va al garete. Sí. Tú te buscas un abogado y yo otro ¿vale?.

No me lo esperaba. Me quedé mirándola sin saber qué decir.

-. A ver. A ti te ha gustado ¿verdad? No esperó mi respuesta. Vale pues a mí también. Tu dices que he sido una puta por gozar con otro tío, y yo que tú un cabrón por entregarme y por cepillarte a otra. Ya está. Lo malo ha sido después ¿no? Sí, que nos ha gustado. Y nos ha gustado a los dos. ¿no? Pues vamos a hablarlo. Si, vamos a dejarnos de tanta hipocresía y ...

Y nos lo contamos. Algunas cosas eran autenticas bobadas. En el fondo no eran más que excusas, estúpidos rodeos para evitar asumir el problema: que nos había gustado.

Yo la conté todo lo que sentía, desde mis disculpas por haberla metido en aquel lío sin consultarla, hasta mis miedos. La dije que me ponía celoso, que la oí gozar, que temía que él fuera mejor que yo y una vez descubierto el placer me abandonara. Además me daba miedo lo que ella pensaba de mis fantasías. Más de una vez mi ex me había llamado enfermo mental. Después de ponerla en práctica, a lo mejor pensaba de mí que era un auténtico degenerado y me odiaba. En suma tenía miedo a perderla. La encantó oírlo.

-. Ya. ¿y yo qué? No sabes qué mal lo pasé al verte ve con esa niña. Más joven, con ese tipín, con esos pechos más bonitos que los míos. Me puse súper celosa...Y cachonda, si para qué decir lo contrario, me puse muy cachonda, o ya lo estaba, no sé, pero también muy, muy, muy celosa.

-. Además sé que tú te excitaste pensando en que me follaba otro tío. Por un lado me cabreó. Es como si pasaras de mí. Pero por otro… Uuuffff. Sí, al principio mientras bailábamos, el que tú miraras como me sobaban los otros me ponía a mil. No me mires con cara de bobo. ¿Qué te crees, que no me daba cuenta de que no parabas de mirarme de reojo? Pues ya te lo digo, me gustaba. ¿Pero no te acuerdas de cómo tenía el chochito cuando me lo tocaste?.

Silencio. Más silencio.

-. Y ahora qué, la pregunté.

-. Pues tengo que confesarte que me gustó follar con otro. No es que la tuviera más grande o más gorda que la tuya... Era el que tenía más a mano y en ese momento yo solo buscaba vengarme. ¿Querías sexo? Pues toma sexo. No hubo nada más... Bueno si, al día siguiente envidia. Te vi con la polla súper tiesa en la cocina. Sabía que habías disfrutado con aquella niñata. Y yo para ser la primera vez ni me enteré. En serio, solo me gustó lo del salón, y allí apenas disfruté, pero la segunda vez, al día siguiente, muchísimo. Ni te lo imaginas, no quiero mentirte. La verdad, el tío lo hacia muy bien. No es que fuera mejor ni peor que cuando lo hacemos tu y yo, simplemente era distinto. Además me puse a pensar en lo que habíamos hablado, en tus fantasías de hacerlo con otra gente... Me acordé de la cara de salido que tenías en el salón mirando cómo me sobaban. Vamos que me dio mucho morbo ponerte los cuernos, dijo agachando la cabeza.

Pero ahí vino también parte del problema. La había utilizado. Yo la hice sentir sucia. Ella se excitaba con esa sensación contradictoria e incompatible. Si, al día siguiente comenzó a hacerlo por venganza. Le iba a entregar su cuerpo para que lo usara como él quisiera. Pero al hacerlo sin ningún complejo, sin vergüenza por nada, sin que ningún tabú la cortara, dejó escapar sus más secretos deseos, sus fantasías sexuales prohibidas, y eso la gustó, y la gustó mucho. Y no solo la gustó mucho, es que la volvió loca de placer.

Eso fue lo que la torturaba los días sucesivos. Dentro de su cabeza tenía una lucha sin cuartel. Cada vez que lo recordaba solo podía pensar una cosa: Una mujer casada, no hace nunca eso, ni siquiera lo piensa. Por un lado era la tremenda desazón de sentirse tan sucia. Por otro se excitaba hasta perder el control. Lo recordaba y se ponía como una moto. Su cuerpo se lo pedía, lo necesitaba, tenía que volver a hacerlo. Necesitaba que volvieran a follarla así.

Se veía a sí misma aquel día. Desnuda, tumbada en una cama con un desconocido que no paraba de usar su cuerpo, que la hacía sentir sensaciones desconocidas. Se entregaba a él. Se lo pedía, incluso le suplicaba que se la follara hasta por la boca. Y él la recordaba a cada instante que menuda puta estaba hecha. Y a ella la encantaba. Y desde entonces, cada vez que se acordaba de lo bien que se lo había pasado, quería repetirlo, pero también que era una mujer casada, y de nuevo otra vez a sentirse mal. Un círculo vicioso. Y lo de vicioso nunca mejor dicho. Y lo peor de todo, cuanto más tratara de olvidarlo, peor, porque la imagen volvía con más fuerza y más se excitaba, y más complejo de guarra la entraba.

Me pidió que la explicara por qué me excitaba yo con todo eso, por qué lo había hecho, por qué la había entregado para que se la follara otro tío. No supe, pero tuve que reconocer mis gustos o sueños secretos, no sé cómo llamarlo, mis rarezas. No entendía muy bien  la razón, pero me excitaba hasta la locura.

A ella la pasaba algo similar. La gustó mostrar su cuerpo. La excitaba, la volvía loca. Sin querer se acordaba siempre de lo del chalet. El cómo la miraban en la piscina, dentro de casa cuando bailaba con los pechos fuera... El sentirse desnuda en la habitación, sabiendo que la miraba. Eso la hacía peder el control y ya no podía contenerse. El sexo, la lujuria se apoderaban de ella.

-. ¿Lo has vuelto a hacer?

-. ¿Qué?

-. Que si has vuelto a follar. Como no contestaba me lancé. A que sí, ¿verdad puta?

Alzó la vista asustada. No sé ni como se me ocurrió decir eso. No paraba de pensar que la cagué. Seré gilipollas…

Pero no. Un silencio y…

-. Estuve a punto.

Desde el asunto del chalet, deseaba hacerlo con otro. No se si es cosa mía o me ha pasado lo que a ti, que de tanto oírte me la has pegado, me dijo, pero deseaba ponerla en práctica, y lo deseaba de verdad, aunque no se atrevía ni a insinuarlo por miedo al que diría yo. No la importaba tanto que fuera con un conocido o desconocido. Pero tenía que hacerlo. Tenía que volver a follar con otro. Había días que no aguantaba, que se desesperaba, que se masturbaba compulsivamente. Solo con saber que la miraban se excitaba.

Un día en la cafetería del centro comercial había dos tíos hablando. Se la acercaron. Se pusieron a hablar y cuando se quiso dar cuenta estaba en el ascensor del parking, medio desnuda, morreando y dejándose sobar por los dos tíos. Claro terminó montando en un coche. En el último momento la entró cargo de conciencia. Sí, tenía que hacerlo otra vez, pero de forma más libre, sin presiones. Y le mandó parar. Es que estoy casada… estoy pasando por un mal momento, perdóname. No le sentó muy bien. Normal. Ya se la tenía metida hasta las bolas y estaba empezando el “mete-saca”. Y claro quiso seguir. Para que se calmara, a modo de disculpa, le hizo una pajilla “especial de la casa”. Vamos una buena mamada. Luego cuando se quedó sola se llamó idiota. Por meterse en ese jaleo pero sobre todo por haberlo empezado y no haberlo terminado.

-. Tuve que coger… ni te digo lo que usé… y tuve que hacérmelo. Sí, allí mismo en los W.C. del aparcamiento, con el sabor de “eso” en mi garganta.

Después de mucho hablar del tema nos llamamos tontos. Teníamos que haberlo hecho antes. Tratamos de convencernos el uno al otro de que no había por qué tener miedo a nada, los dos estábamos de acuerdo, teníamos confianza el uno en el otro. En fin. Nos dijimos que nos queríamos. No nos pedimos perdón porque consideramos que no hacía falta.

Esa noche hicimos el amor.

A los cinco minutos se quedó dormida. Yo tardé un poco más y me puse a pensar en lo de que había estado a punto de dejarse follar por otro. Bueno algo la había hecho, porque dijo que se la tenía metida hasta las pelotas, que lo que hizo fue mandarle parar. Algo folló. Digamos medio polvo. Y la mamada, con final feliz incluido, también cuenta. Aunque ahora que lo pienso, si eran dos, ¿qué pasó con el segundo?. ¿Otra especial de la casa?.

Me parece que mis cuernos van a crecer pronto. A esta se la vuelven a follar. Es cuestión de tiempo. Y me daba en la nariz, no en la nariz no, más bien en la frente que va a ser cuestión de poco tiempo.

LA PRIMERA BOTELLA  DE CHAMPAN.

Llevábamos un par de semanas sin discutir y más o menos las aguas iban volviendo a su cauce.

Afortunadamente, cuando volvió a salir lo del chalet, el ambiente estaba ya muy relajado y ya no hubo ni broncas ni discusiones. Sin embargo a los dos nos seguía picando el mismo gusanillo, esa insana y morbosa curiosidad por saber todo lo que había pasado. Sabíamos que cada uno se había acostado con otra persona, que los dos habíamos disfrutado, en mayor o menor medida, pero no sabíamos lo que el otro había hecho, y eso era precisamente lo que queríamos conocer.

Fue una noche, en un bar tomando copas. Vimos que había uno que se parecía al dueño del chalet. De refilón, pero volvió a salir el tema: el famoso chalet. El comentario fue inevitable. Y allí mismo, en medio del bar se acercó a mi oído algo chispa:

-. ¿Quieres saberlo todo? ¿De verdad? Me miró traviesa. Pídeme otra copa, “chantajeó”.

Mi pene comenzó a revivir. Sus pícaras risas. Y una vez, y otra. Y una insinuación, y un comentario con doble sentido. Hasta que ya me lo propuso directamente:

-. Si quieres vamos a casa y te lo cuento. Qué te parece si abrimos una botellita de champán... nos metemos en la cama… ya ya veremos lo que sale….

Su mano acarició mi excitado paquete.

-. Ummm está dura... Te voy a coger esta pollita y ya verás lo que te voy a hacer...

Nada más entrar en casa, comenzamos a besarnos y a tocarnos con autentica ansia. Masajeaba sus pechos con fuerza, casi arrancando la blusa. Aparté las braguitas, allí mismo, sin desnudarnos hicimos el amor.

Luego ya más tranquilos nos fuimos a la cama y descorchamos una botella de champan. Allí comenzó su relato.

Tal y como ya me había dicho, la primera noche no se enteró de casi nada. Sí, por supuesto que se enteró de que la metían mano y todo eso, pero estaba muy mareada y muy mal. Recuerda que el tío se quedó dormido a su lado y que otro la levantó y se fue con él. Estaba claro que se la habían follado. Obvio. Despertarse desnuda en una cama y con el chochito algo escocido, pues algo la habían hecho. Lógico. Tenía muchas lagunas y sexualmente hablando no recordaba si había disfrutado o no. Supone que si claro, pero no sabría decirme ni lo que habían hecho. Lo fuerte fue al día siguiente.

Lentamente, mientras acariciaba mi polla medio fofa con una suavidad deliciosa, me preguntó si de verdad quería saberlo todo.  La dije que si, por muy bestia o escandaloso que fuera.

-. Te acuerdas que te dije que me dejé hacer de todo, bueno que me dejé no, que hicimos de todo, ¿no?

-.Si.

-. Pues prepárate para alucinar... Y luego no me riñas. Recuerda que me lo has pedido tú.

La costó arrancar un poco, no sabía ni cómo ni por dónde empezar. Nada más llegar de la cocina, después de reñir conmigo él estaba en la ducha. No sabía qué hacer, ni qué decirle. Solo que estaba muy enfadada y dispuesta a todo.

-. Salió del agua y me quedé mirando sus genitales. Pensé que esa era la polla que me había follado por la noche y me dije: a por todas. Me acordé de ti: te vas a enterar cabrón, te voy a poner unos cuernos gigantes.

-. Me tumbé en la cama y separé un poco las piernas. Mirándole a los ojos comencé a jugar con mis pechos, a tocar con los dedos los pezones para que se pusieran de punta. Sé que a ti eso te pone mucho. Me dio un poco de vergüenza ofrecerme tan descaradamente. La verdad es que si en ese momento me llega a decir algo, salgo corriendo. Menos mal que entendió a la primera. Se me quedó mirando sonriendo. La polla se le puso en posición en un segundo y ya está. Se subió encima y directamente a follarme.

Yo quería hacerlo, pero no estaba muy lubrificada y me hizo un poco de daño. Chillé. Espera, no seas tan bruto, le dije, pero le dio igual. La sacó y en vez de hacerlo con cuidado volvió a meterla más a lo burro. Otro chillido. Me lo hizo así unas cantas veces, hasta que acomodó su polla.

Luego ya sabes, gemía un poco fuerte, exagerando, para que lo oyeras.

Me llamó la atención, no seas tan escandalosa, que te van a oír todos.

-. Me da igual que me oigan... total todos saben que no estoy con mi marido.

-. Pues anoche no chillabas tan alto. ¿Qué pasa que no te gustaba?

-. Es que anoche estaba muy pedo y no me enteraba.

-. Ya, dijo irónico, no te enterabas...  Y quieres recuperar el tiempo perdido ¿no?

-. No sé, no me acuerdo muy bien de lo que hice.

Sin parar de follarme y en dos minutos me contó lo que hice.  Hacer, hacer, no fue para tanto, dejarme follar y chuparle la polla, ahora decir burradas, ahí sí que me pasé un pueblo. Debió ser la leche. Me avergoncé y me puse colorada.

Lo único que tenía claro y me acordaba a retazos, es que le pedí que me follara. Eso dentro de lo malo, lo dicen muchas mujeres, pero yo no me creía capaz de hacerlo. De todas formas, después de saber que tú ya te habías cepillado a otra y la bronca de la cocina, ya me daba igual todo.

-. ¿Y me gustó? Le pregunté.

-. Joder que si te gustó, me respondió todo chulito. Si no querías parar. Me decías: échame otro polvo o me busco a otro. Sigue follándome cabronazo. Hazme lo que te dé la gana. Vamos a poner unos buenos cuernos a mi marido…

Pues repitamos lo de ayer, le dije.

Y comenzó el festival. Sus ojos brillaron de lujuria. Sonrió. Se salió y se puso delante de mí. Me enseñó presumido el rabo. Tiró de la piel descubriendo su capullo. Parecía incluso más hinchado que antes.

-. Mira guarra lo que te voy a meter, me dijo. No hubo más explicaciones. Me agarró por debajo de las rodillas, se colocó las piernas en los hombros, me abrió los labios a lo burro y otra vez para adentro. Me hizo algo de daño por lo brusco, y gemí.

-. ¿Te gusta chillar? Pues tu tranquila que si te gusta chillar, vas a chillar como una puta cerda.

Y empezó a metérmela a lo bestia. Entre jadeos le dije que adelante que hiciera lo que le diera la gana. Estaba empezando a gustarme.

El primer polvo me lo echó así, cara a cara. El segundo me giró y me puso boca abajo, con la cara en la almohada y el culo bien alto. Ese me gustó mucho más.

-. Me gusta que chilles zorra, me decía, tócate el potorro. Mastúrbate... Vamos puta, tócate como ayer.

-. ¿Hice eso?

-. Si guarra claro que lo hiciste... ¡Y bien cachonda que te ponías!

No sé si todo lo que decía que yo había hecho era verdad o no. Me daba igual. Le obedecí y metí la mano por debajo. Empecé acariciarme el clítoris. No sé, supongo que al ir perdiendo la vergüenza, o el sentir que me estaba acariciando yo sola mientras me metía esa polla tan dura, o el pensar lo que hacías tú... En serio no sé qué cómo explicarlo, pero empecé a sentir… cómo decirlo… aquello era brutal.

Me daba la vuelta. Me giraba. Me manejaba como si no pesara. Jugaba con mi cuerpo como si fuera una muñeca hinchable. Me puse como loca. Y el empujaba más y más. Notaba sus huevos a la entrada de mi coño. Llegue a pensar que me los acabaría metiendo. Yo sola me colocaba para sentirle más. Incluso se lo pedía yo. Le decía fóllame, destrózame el coño.

Y se reía... ya empiezas como ayer so zorra... Me separaba más las piernas y me decía vaya coño de puta que tienes, está para follárselo sin parar... y cosas así....  De vez en cuando me la sacaba y me metía los dedos. Sonaba plof, plof. Me excitaba oírlo. Debía estar calada. Me agarraba por los pelos y me abría los labios.

Y vino el descontrol total: Colocó la cara entre mis muslos. Unos cuantos lametones que me pusieron más loca todavía. Y luego los dientes. Me mordía el clítoris y entre los dientes me pasaba una y mil veces la lengua haciéndome gritar de placer. Menuda forma de comerme el coñito. Una locura.

Estaba encantada de la vida. Aunque algunas cosas eran un poco humillantes. Por ejemplo, me hacía masturbarme yo sola y él se reía de mí llamándome salida, ninfómana, guarra. Pero cuanto más me insultaba, más cachonda me ponía y más le pedía que siguiera.

Me metía los dedos, y me abría el agujero a lo burro. Hasta intentó meter toda la mano. Empujaba tan fuerte que me movía de la cama. Pero no lo conseguía. Entonces me decía: ábreme el chocho y me pegaba cachetes entre los labios. Yo tenía que abrírmelo y el me daba. Pero nada de palmaditas, me pegaba auténticos manotazos. Me hacía daño, pero yo gozaba y le pedía que me hiciera más cosas... que me hiciera todo lo que le diera la gana.

-. ¿Tienes el chocho caliente? Abre que te le enfrío.

Y me escupía. Yo miraba atontada como caía la saliva. Y me la extendía yo sola por la vulva. Cada vez que me rozaba el clítoris veía las estrellas. Qué maravilla. Me corrí tres o cuatro veces seguidas. Tuve que suplicarle que parara, que me mataba, que me dejara descansar un poco.

Volvió a escupirme en el coño, pero esta vez no me dejó limpiarme. Me hizo poner a cuatro patas y gatear alrededor de la cama para ver las tetas colgando.

-. Ven aquí que te ordeño... Ummm tienes las ubres muy duras... Así no sale la leche.

Unas cuantas palmadas en los pechos y agarró mis pezones con los dedos estirándolos a tope. Una vez con uno, con el otro. Arriba, abajo, arriba, abajo. De verdad parecía que ordeñaba a una vaca. Se metió debajo de mi. Me estrujaba cada pecho con las dos manos hasta que mi pezón sobresalía. Se lo comía, lo mordía, lo lamía, lo chupaba y lo absorbía como si de verdad fueran un animal y estuviera mamando. Me hizo un poco de daño, pero el juego me pareció morboso y divertido. Tenía los pezones enormes, estirados a tope. Creo que nunca me les he visto tan grandes.

-. Bueno cacho zorra, pues ya que no me das leche tendré que dártela yo a ti.

Me quedé mirándole.

Se sentó en un sillón y avanzó un poco la cadera. Y yo me arrastraba para que me metiera el rabo en la boca.

-. Muy bien zorra, sigue más abajo. Y le obedecía y seguía sus instrucciones al pie de la letra. Me decía: Chúpame los huevos, y yo le lamía los cojones. Una vez, dos, tres, las veces que hiciera falta. Más puta, más. Venga cómeme el culo. Le toqué, le acaricié, lamí, le mordí, le besé las nalgas, pero él quería más. Se las separó y me hizo lamerle hasta el ojete mientras se la meneaba con la mano. Me agarró de los pelos y me dijo a beber so puta. Me hizo poner los labios en forma de “o”. Solo metió su capullo entre mis labios. Como si bebiera un refresco con una pajita me fui tragando todo su semen.

Me quedé allí tirada en el suelo esperando a que se repusiera. Y él pisándome las tetas.

-. Así que es la primera vez que haces esto ¿no? Le dije que sí.

-. ¿Y qué tal?.¿Te gusta? Si, le reconocí, sus juegos me estaban gustando mucho.

El me dijo que no era la primera vez que jugaba así con las tías. Sigue  jugando le dije, mi marido nunca me ha hecho nada de esto.

-. Osea, que entonces tampoco te han hecho la monta las putas. Qué interesante...

-. No sé ni lo que es eso, tuve que reconocer.

-. Pues hay que hacerlo. Ven aquí zorra. ¿Dónde tienes las bragas?.

Tuve que ir desnuda por el pasillo a buscarlas por el salón. Cuando volví estaba jugando con dos velas. Me hizo poner a cuatro patas. Se colocó detrás de mí. Una vela directa a mi coño. Hasta el fondo. La otra en mi culete. Esa le costó un poco de trabajo. Luego agarró las bragas y me las metió por la cabeza. Una pernera por encima de la cabeza, como si fuera un bozal.

Luego se subió encima de mis riñones, a caballito por toda la habitación. Cogió el cinto como si fuera un látigo. Según le diera, me pegaba en el culo para que fuera más deprisa, o por debajo y me daba en los pechos para ir más despacio.

La sensación era brutal. Sentía su pene duro en mi espalda y el movimiento de las velas dentro de mí. De vez en cuando el cinto. Fuerte en las nalgas. Auténticos latigazos. Más suave en las tetas. Se reía y yo pedía más y más. Estaba histérica. Hasta que no pude más. Me caí derrotada, agotada. No sé cómo pero me había corrido dos veces.

Embriagada por el placer, hizo de todo, sí, todo lo que la avergonzaba hacer conmigo por temor a mi reacción. Efectivamente yo estaba alucinado. No por lo que me contó, sino por saber que lo había hecho.

No me extraña que chillara. El tipo era todo un semental. No paraba de follarla. Me confirmó todas mis dudas, efectivamente no solo se lo pasó en grande con sus tetas, sino que además se la folló y usó todo su cuerpo durante horas.

Yo hice lo mismo, la masturbé mientras la contaba cómo me cepillé a la niñata, pero creo que mi relato quedó muy por debajo del suyo. En el intercambio de cuernos, lo suyos eran muy pequeñitos comparados con los que ella me había puesto.

LA SEGUNDA BOTELLA DE CHAMPAN

Descansamos un rato mientras nos tomábamos la botella de champán. Me gustó verla regresar desnuda de la cocina. En una mano las copas. En la otra la botella. Menuda camarera más sexy, la dije.

Nos servimos una copa y brindamos.

-. Oye, ¿te puedo hacer una pregunta?, me dijo.

-. Si claro.

-. ¿Y a tu chica no la diste por el culo? Negué con la cabeza. ¿En serio que no la jodiste el culito?. Volví a negar. Pues a mí sí me dieron... dijo toda orgullosa, como si hubiera ganado el juego.

-.  ¿Te metió “eso” por el culo? Asintió sonriendo. ¿No te dio miedo que te metiera …. ? Te dejaría destrozada.... Ahora sí que sonrió con cara de felicidad.

-. No es tan grande tonto… pero bueno, si, al principio sí me dio algo de miedo. Me preguntó si era virgen por detrás. Le conté que no claro, mi primer noviete me lo estrenó. Tú y yo no lo hacemos mucho. Le dije que lo hemos intentado alguna vez, pero que te cuesta trabajo porque soy muy estrecha por detrás, y a mí me duele y… Pues que no hemos puesto mucho interés.

Eso tiene arreglo, me salta. Aunque se me parta el rabo yo te la enhebro. Prepárate que te voy a romper el culo, ya verás como luego te entra de todo. Cuando me arrimó el capullo me dio un poco de miedo. Tranquila so puta. Me hizo morder la almohada y dijo: tres, dos, uno... ¡Zas.! . Y claro que mordí la almohada. Joder, sentí que me partía al medio. Menudo daño. Luego la sacó y otra vez. Así cuatro o cinco veces hasta que ya le entraba con facilidad. Un poco abierta ya estaba. Había tenido la vela metida un buen rato y tenía el esfínter algo relajado. Por eso pudo hacerlo. Ahora lo demás… No sé cómo explicarte. No fue delicado, pero tampoco un animal. Fue… “potente”. Y a partir de ahí, pues… nada, me acostumbré a tenerla dentro… Dejó de doler y…cuando quise darme cuenta….

¿Te gustó?.

-. ¿Qué si me gustó? Uff. ¡¡¡Una auténtica delicia!!!.

La metía entera y empujaba para que la sintiera bien adentro, y mientras me daba por el culo me decía: “toma puta, toma”... Y de repente, zas. Me suelta un azotazo con la palma de la mano. ¿Te gusta puta? Y otra vez. Pichazo. Azote. Pichazo, azote. Y me encantó.  En serio, estaba a tope. Y yo le pedía más.

-. ¿Quieres más tetazas? Me decía. Y empujaba a lo bestia, y me pegaba otra vez, o me agarraba de los pechos como un animal y me les estrujaba. Una locura.

Y ya de remate de fiesta me decía: te voy a hacer la más puta del mundo, cuando vuelvas a follar con tu marido ni te va a conocer… Y claro… tal y como estaba de cabreada contigo pues le decía que adelante, que siguiera…Y el seguía. Y cada vez más fuerte. Yo debía dar unos berridos tremendos. Y eran de verdad. Ya no exageraba. Creo que me oíste, bueno que se me oyó en toda la casa.

Así hasta que se salió en un viaje. Me agarró y no sé cómo me giró en el aire. El abajo con la polla mirando al techo. Metió los dedos en mi coñito y me abrió a lo bestia. Tiró hacia abajo y me ensartó. Literalmente me la incrustó. Me empaló. Joder, me dio la sensación de que me iba a salir por la boca.

Me decía, “muévete, fóllame puta”. Yo me tocaba para él, me exhibía, le ofrecía mi cuerpo. Me abrazaba a él restregándome entera con su cuerpo. Fóllame cariño, le decía metiéndole mano, ponle unos buenos cuernos a mi marido… Quiero que te corras otra vez conmigo...

-. ¡¡¡Me vas a quedar sin leche so zorra!!!  Me decía al oído.

Me tocó las tetas, el culo... pero no se corría. Me hizo poner de rodillas y me la acercó a la cara. Se la metí entre los pechos, se la acaricie con ellos, se la chupé, le lamí los cojones, incluso le metí otra vez la lengua por el culo, pero nada, no se corría, que estaba cansado, que acababa de hacerlo, pero yo quería su leche, quería vaciarle los cojones.

Bruscamente me agarró la cabeza. ¿Quieres mi leche puta? Pues la vas a tener. Me agarró por la nuca y me metió su polla en la boca. Hasta la campanilla. Me ahogaba. Menudas arcadas. Me estuvo literalmente follando la garganta hasta que se cansó. Y yo le chupe el rabo. Me dolía la boca de tanto chupar y chupar. Creo que ha sido la mejor mamada de mi vida, por lo menos la más larga. Así hasta que noté como se le ponía durísima. ¿Te vas a correr verdad? ¿Me vas a dar tu leche? Él solo gemía. Cuando empezaron los botecitos me la quitó. Como en las pelis se puso delate de mi y empezó a meneársela. Y me lo echó toda por la cara.

Yo estaba alucinado. Ni parpadeaba.

-. ¿Te ha molestado lo que te he contado?

-. No.... Es que...

Aun con cierto temor al enfado, a volver a meter la pata, la dije que me hubiera gustado verla así, no solo follando, sino con toda la corrida escurriendo por su cara. Sonrió y me besó.

-. Sinceramente, pero sinceramente, de verdad, me preguntó muy seria. ¿De verdad que tienes tantas ganas de verlo? Si, de verme follar con otro. ¿Tanto te gustaría verlo? A cada pregunta mi silencio respondía por mí. Bueno mi silencio y los botecitos que daba mi polla. ¿Te gustaría?. ¿Te atreves a repetirlo?

Me callé. Un morreo súper intenso. Cariño. Agradecimiento. No sé. Se mezclaba todo.

-. Pero… A ver si luego nos va a volver a pasar lo mismo... De nuevo surgieron en mí las dudas.

-. No, me contestó muy segura de lo que decía, esta vez de hacerlo, lo hacemos los dos, sin engaños, sabiendo a qué vamos. Con libertad, sin reproches. Si no es así, lo dejamos y ya está. No pasa nada.

-. ¿Tu quieres repetirlo?

-. Ummmmm estoy deseando dijo riendo.

-. ¿Tanto te gustó? Me atreví a preguntar.

En mi caso lo tenía muy claro, el morbo de verla con otro. Era mi fantasía. A mí no me importaba tanto el follar con otras, el disfrutar del cuerpo de una mujer distinta. Era verla a ella. Pero en el de ella...No tenía muy claras sus razones. ¿Por vicio? ¿Por darme ese caprichito? ¿Por qué yo no llegaba, comparado con el otro?

Ahora el silencio fue suyo.

-.¿ No te vas a enfadar?.

-. No.

-. Me encantó follar como una puta. Bueno, realmente lo que me encantó fue ser su puta. Fue bestial.

Mi mano fue directa a su coño...

-. Estás mojada so guarra...

-. Ya lo se... me pongo así cada vez que me acuerdo de lo que me hizo.

Agarró mi rabo y se subió encima de mi. Después de tantos años era la primera vez que lo hacía, la primera vez que ella tomaba la iniciativa, que me montaba sin que yo se lo pidiera.

Una cara de vicio desconocida, jamás la había visto así. Susurrando al oído me lo pidió.

-... Llámamelo otra vez... La lujuria brillaba en sus ojos.

Se la estuvo frotando entre los labios hasta que se la metió hasta adentro y se dejó caer encima de mi...

-. ¿Te le follaste así? La pregunté.

Asintió.

-. Me decía... móntate aquí so puta... y yo le obedecí... ¡joder como me gustaba!. Me hacía saltar sobre su rabo, y si no lo hacía como el quería, me agarraba las tetas y me pellizcaba los pezones... ahora te toca a ti hacerlo... Ya verás. Te va a follar toda una puta. Te voy a exprimir el rabo con mi coño como se lo hice a él, me dijo suspirando y en voz baja...

Verdaderamente estaba excitada, en medio minuto mis huevos estaban completamente calados.

-. Zorra me estás mojando,

-. Calla la boca y sigue cabrón, luego te les dejo bien limpitos.

-. ¿Qué?

-. Que no pares de moverte, que te olvides de los huevos, ¡si te les mancho te les limpio a lametazos si hace falta gilipollas!

Sus movimientos de cadera, su forma de tocarse ella sola por su cuerpo mostrándome sus posturas más lascivas. Sus gemidos cada vez más escandalosos, sus palabras que jamás había dicho. Sus gritos histéricos. Estaba como loca. Se comportaba como una completa desconocida. Menudo cambio.

-.¡Dame caña! Joder, me estás follando como a tu mujer, y yo ya no soy tu mujer, ¡¡¡Soy una puta!!! ¡¡¡Maricón!!! ¡Me tienes que follar como a una puta! ¡Y si no sabes me busco a otro!. Vamos cabrón empuja. Vamos méteme el rabo hasta adentro. Levántame con tu polla!. Agárrame los melones, decía colocando las manos por debajo y ofreciéndome sus pechos. ¡Estrújame estas tetazas de zorra que tengo! ¡¿Te acuerdas cómo me las dejaron?! Venga... disfruta tu ahora... ¡Venga cornudo! ¿O se las tengo que dar a otro?...

Aquella no era mi mujer. Era una fiera. Clave mis dedos en sus pechos. Se los retorcí, se los estiré. De vez en cuando hasta la di cachetes. Nada la calmaba.

-. Eso es, dame más... no te cortes, sigue... Míralas... Son las tetas de una puta... Por aquí.... por aquí me pasaba su rabo... Se corrió en ellas... Mira cornudo, por aquí me caía su leche...  Chúpamelas... Cómete las babas de otros... Cornudo.... Si noto como se te pone el rabo más duro. ¿Te gusta saber que ya están usadas verdad?.... Te pone cachondo saber que me las tocaron todos...

Yo estaba empezando a ponerme a mil.

-. ¡¡Joder!! Me estoy acordando de su rabo. Me corro, no me aguanto más. ¡Joder cómo me acuerdo de su rabo! Cómo le echo de menos... ¡¡¡¡Me voy a correr como una cerda!!!! Y tú también puto cornudo, córrete. Vamos calzonazos córrete conmigo. Venga, los dos a la vez. Me estás follando y yo me voy a correr pensando en el rabo de otro tío.

Su orgasmo fue súper intenso. El mío me agotó.

Caímos rendidos sobre la cama. Jadeando. Sin aire. Casi ni podía respirar. Estaba agotada.

Esta vez me tocó a mí levantarme por la botella de champan.

-. ¿Follaste así con el?

-. Si... Y más. Estaba muy caliente.

Un breve silencio.

-. ¿Ves lo puta que soy?. ¿Ves por qué me da vergüenza? Me daba miedo que me vieras así y te avergonzaras de mi.

-. Bueno, ya te he visto, y no ha pasado nada. Todo lo contrario dije señalando a mi polla.

-. ¿No te importa?. No a ti que te va a importar, dijo mirando como mi polla intentaba revivir. ¿Lo ves? Esto es lo que no podía ni imaginarme. Otra vez tienes el rabo tieso. Antes jamás de los jamases repetías, y ahora, mírale. Mira como te pones sabiendo que tu mujer es una guarra. Eres un pervertido... cómo se dice... un cornudo consentido.

-. Y tu una puta guarra.

-. Pues aprovéchate... dijo chulesca y con ironía volviéndome la espalda y empujando sus nalgas para que se rozaran con mi polla..

-. Te voy a partir el culo so puta.

-. A ver si eres capaz. Él si lo hizo.

Procuré metérsela con todas mis fuerzas, esperando hacerla chillar, o al menos encontrar alguna resistencia. Pero me entró hasta el fondo con una facilidad tremenda.

-.¡Qué bien entra so zorra!

-.¿Te sorprende cabrón? ¿Pero qué te crees que me hizo?. Mientras tú te estabas comiendo el coño de aquella putita, él no perdía el tiempo. No se cortó para nada. Después de follarme a conciencia, “tu amigo” le reventó el culo a tu mujer para toda la vida. Entérate. Me le folló todo lo que quiso y le dejó preparado para recibir cualquier visita.

Ya te lo dije... me dio bien dada por el culo, pero que muy bien dada.

-.¡Serás puta!

-. ¿Encima? ¿No te quejabas de que estaba muy estrecha? Pues ahora ya puedes darme a gusto por el culo. Si hasta tenías que darle las gracias, cabrón.

Además, por qué protestas, ¿es lo que tú querías no? ¿no querías que me dejara follar por cualquiera?. Pues es lo que hice. Ahora ya lo sabes, tengo el culo muy bien follado y me entra cualquier rabo!.

Sus palabras me encendían más todavía y la empujaba con más ansias.

-.Quieres hacerlo otra vez ¿verdad zorra?...

Lo dije para excitarla, no me esperaba su reacción.

Me contestó a gritos:

-.¡¡¡ ¿Serás cabrón??? Pues claro que quiero repetirlo!!!  ¡¡Pero si te acabo de decir que me he corrido pensando en su polla Cornudo!!. Estoy deseando que ese tío me vuelva a follar. Y si no es él, que sea otro. Cada día lo necesito más. Quiero más pollas. Me arde el coño cada vez que lo pienso. ¡Me pongo como loca! ¡Quiero que me metan sus rabos! ¡Ya sabes lo puta que soy, ahora quiero que lo veas!

Histérica, fuera de si, no paraba de contarme qué haría, cómo me pondría los cuernos en mis narices, cómo quería que se la follaran. Nos volvimos correr juntos en otro brutal orgasmo.

Ella se quedó dormida. Agotada. Yo no paré de pensarlo en toda la noche. Alucinaba en colores. Y no solo por lo que había sido capaz de hacer, sino por la de cosas que quería, que seguramente ya hasta tendría pensado cómo hacerlas. Supongo que parte serían fantasías exageradas por el alcohol, la mayoría de esas cosas ya las había hecho en el chalet, pero cada vez me convencía más que mi carrera como cornudo no había hecho más que empezar.

perverseangel@hotmail.com & undia_esundia@hotmail.com