Los cuernos nacen, crecen, se reproducen y… 2º par

LAS CONSECUENCIAS; Al día siguiente se encuetran en la cocina. Discuten.

Los cuernos nacen, crecen, se reproducen y…

Segunda parte.

Las consecuencias.

Al día siguiente me desperté con una tremenda resaca y por supuesto con un dolor de cabeza exagerado.

Y me la encuentro en la cocina preparándose el desayuno. Llevaba una camisa de pijama que no era suya. Imaginé que debajo estaría completamente desnuda.

Mala cara, ojeras, despeinada. Bueno supongo que los dos tendríamos un aspecto lamentable.

Ni buenos días, ni leches. Un seco, ya hablaremos, con un buen tono de enfado en su voz.

Adiviné, bueno no adiviné, sabía que iba a haber tormenta y de las buenas. Me puse un vaso de zumo de naranja e hice como que no la había oído. Pero no. Se me acerca por detrás y empieza el festival.

-. Qué. Estarás contento ¿no? Ya has conseguido hacerme una puta. ¿Es lo que querías?

Ni contesté. Y ella otra vez al ataque. Reproche tras reproche.

-. Qué. ¿No dices nada? Te sentirás orgulloso de lo que has hecho. Me emborrachas y me dejas tirada, para que me joda el primer cabrón que pase por allí.

Silencio.

-. Pero bueno, esto es el colmo. ¿Se follan a tu mujer y tu tan campante? ¿O es que no te has enterado? Porque si no te has enterado te lo digo yo ahora: me han estado follando toda la noche.

Más silencio. Con esa resaca, ni me apetecía ni podía discutir.

Que si no me importaba nada, que si era un cabrón egoísta, que si era un cerdo, que si pasaba de todo...

-. Claro como el niño se lo estaba pasando bien follándose a la putita esa, a los demás que nos den mierda ¿no?.

Silencio, como que conmigo no iba la cosa.

-. ¡Pero bueno di algo joder!.

-. Yo no te obligué a nada.

-. ¡¡¡Serás cabrón!!! ¡¡¡¡¡ Claro que no me obligaste a nada!!!! Simplemente te piras y me dejas allí, en manos de un tío y borracha como una cuba. Y tú pasando de todo. Que la hagan lo que quieran, total como tú ya estás liado con una guarra...

Tenía que haberme callado la boca, porque al fin y al cabo no estaba diciendo nada que no fuera cierto, pero solo a mi se me ocurre contraatacar. Dicen que no hay mejor defensa que un buen ataque. No siempre es cierto. A veces la mejor defensa es el silencio. Sobre todo si la boca se abre solo para decir bobadas.

Señalando su escote apunté a un chupetón.

-. Pues tú tampoco te lo pasaste mal. O ahora me vas a decir que no te diste cuenta que no era yo, que no te enterabas de la fiesta.

¡Zas!. ¡Zas!. Bofetada de derechas, bofetón de izquierda.

-. Vamos que encima la puta yo soy.

Una mirada de odio, de ira. Y el zumo de naranja por la cabeza. Menos mal que había muy poco.

La verdad. Me llamó egoísta y tenía toda la razón del mundo. Echándome una bronca monumental y yo no dejaba de mirar sus tetas. Pensando que esos chupetones se los había hecho otra boca. Y lo peor. No podía levantarme. Pero no por nada, sino por la erección tan vergonzosa que tenía. Estaba como loco, en un estado de excitación tremendo. Incapaz de razonar, de pensar en otra cosa. Ni por un momento pensé que me había pasado, que aquello podía disgustarle, o que podría tener consecuencias.

Yo había conseguido lo que quería, pero la había utilizado vergonzosamente. Aunque en ese momento, solo pensaba en una cosa. Ya sabía que estaba follada por otro, ahora quería verlo, ansiaba verlo, necesitaba verlo. Y luego follarla, sentir mi polla dentro de su coño usado, ver qué se sentía al metérsela sabiendo que ahora ya era una puta, que ya estaba gozada por otro rabo.

-. Pero di algo joder.

Un tremendo empujón que me apartó de la mesa. Y lo vio. Se quedó petrificada mirando mi rabo. Cabreada es poco.

-. Hijo de puta. Vete con esa zorra y que te aproveche.

Sabía perfectamente que lo iba a hacer y hasta me acerqué sigilosamente a la puerta a ver si podía verlos, pero la muy guarra la había cerrado. (No se me ocurrió pensar que si hubiera salido al jardín lo hubiera visto en primera fila)

Un poco a regañadientes me volví a mi habitación. En menos de cinco minutos comenzaron los ruiditos. Desde allí oí perfectamente sus gemidos.

Ya sé que no era lo más indicado, pero mi polla se puso erecta otra vez.

Mire a mi pareja. Ahora de día y sin cubatas no era tan guapa. Eso sí, estaba muy buena. Joder se están follando a mi mujer. Era lo único que podía pensar. Mi polla dura como un palo. Y un coñito cerca. Suficiente. La roté un poco. Medio dormida se giró ella sola. Completamente de bruces. Pues atacaría desde atrás. Me daba igual, lo importante era meterla. Y otra vez encima de ella.

Un meloso ronroneo...

Entre sueños preguntó que dónde estaba su novio...

-. No lo se, supongo que follando con alguna... Qué burro eres pensé, pero nada, ni la importó, simplemente me devolvió la pregunta.

-. ¿Y la tuya?

-. ¿No la oyes?

Los gemidos eran escandalosos. Se oían en toda la casa.

-. ¿Esa es tu chica?

-. Si.

-. ¿La que se mosqueó ayer contigo, la tetazas?

-. Esa misma.

-. Joder, pues te la están poniendo bien.

-. Eso parece... dije empujando con más ansias.

Estaba fuera de mí. Ni me podía correr de la excitación que tenía. La hice darse la vuelta. Cara a cara vi como entraba mi pene en su coñito, como se la separaban los labios según avanzaba en su cuerpo. El que se estaba calzando a mi mujer estaría haciendo lo mismo, viendo lo mismo, recreándose al meter su polla en su coñito.

Era una sensación indescriptible. Por un lado estaba celoso, furioso, pero por otro súper excitado. Y desde luego gozando como loco. La estaba echando un polvo salvaje, follándola a lo bestia, como si nunca lo hubiera hecho, como si fuera la última vez que lo haría. La tenía agarrada por las nalgas y la empujaba con más y más fuerza, metiéndola hasta los huevos. Aunque ella no hacía nada. Solo se dejaba joder. Creo que la daba lo mismo que fuera yo o el tío del butano.

No paraba de pensar que a la mía la estaban haciendo lo mismo. Y me lo confirmaban sus gemidos. Esos gemidos, esos gritos, exagerados o no, solo podían significar una cosa, que  se la estaban calzando. Y esta vez no podía echar las culpas a nadie, no existía la disculpa del alcohol, se la estaban tirando y ella lo había permitido. Más bien es lo que se había buscado. No, ella no, era lo que yo me había buscado.

Aquello era una locura. Sus gritos se oían en toda la casa: “Más, más, sigue, sigue”... y ahora, por si fuera poco, un nuevo sonido que se une al morboso concierto... Plas, plas, como si la dieran azotes en el culo. No, como si la dieran azotes en el culo no, ¡es que la estaban dando azotes de verdad!

-. Parece que a tu novia le va la marcha... y eso que ayer no quería...

-. No es mi novia, es mi mujer.

-. Pues a tu mujer la va la fiesta que te cagas.

-. ¿Tú crees?

-. No hay más que oírla. Si se está corriendo sin parar. Te la están echando el mejor polvo de su vida.

-. No será p’a tanto.

-. Buff esa no vuelve a ser la misma, ya lo verás. Te lo digo yo, que sé de lo que hablo… En cuanto follas fuera del matrimonio, como te guste, ya no hay quien te pare, y a esa la está encantando… Esa vuelve hecha una zorra …Ya verás como repite.

-. Venga no exageres.

-. Me da igual lo que pienses. Si solo tienes que oír sus gritos. A esa la están poniendo una vara cojonuda y a ti unos cuernos de campeonato, me contestó. ¿Pero no la oyes? Si esa puta no para de pedir más y más so tonto.

Me hizo gracia, llamarla puta por follar con otro… como si ella no estuviera haciendo lo mismo. Aunque no dejaba de tener razón. Por el escándalo que estaba montando estaba clarísimo que la gustaba, que estaba disfrutando a base de bien. Me la estaban follando a conciencia, y buscados o no, ya tenía confirmados mi primer par de cuernos. Bueno, el primero no, esos fueron los de por la noche, ya tenía el segundo par.

Y llegó. Mi cuerpo se tensó a tope. Parecía que la polla me iba a explotar. Y justo en el momento en que más se oían los gritos de mi mujer, zas. Una corrida súper brutal.

Caí extenuado. No pude evitar quedarme dormido en un minuto.

Cuando desperté ya era casi la hora de comer. Una ducha para despejarme y a la piscina. Al pasar por el salón le vi. Allí seguía espatarrado en el sofá. En pelotas. Roncando la borrachera. Ese era el que tenía a cuatro patas a mi mujer, el que pensé que se la habría follado. ¿Con quién habría pasado la noche? Y sobre todo, ¿quién se la había follado por la mañana? ¿O por la noche no pasó nada y fue todo por la mañana? ¿Se lo hizo con uno o con los dos?

Allí estaban. Y de las tres, la mía era la única con mala cara. Los tíos tenían una sonrisa de oreja a oreja. Uno de ellos se había follado a mi mujer. Pero no sabía quién. Desde luego el ambiente ya no era el del día anterior. La mía no dejaba de lanzarme tremendas miradas de reproche. A la mínima podía prepararse una de aquí te espero.

Afortunadamente no dijo nada. En cuanto pude propuse marcharnos. Una despedida breve. Subimos al coche. Ni una palabra.

En casa ni nos hablamos. Se metió en la habitación directa y a mi no me dejó entrar. Esa noche me tocó dormir en el sofá. Como es de suponer la bronca al día siguiente fue monumental.

La verdad es que esa temporada lo pasamos mal. Todo el día con discusiones. A la mínima, bronca al canto. Y siempre acababa igual. La aventura del chalet.

Que si no me quieres, que si esto no es normal. Por que claro, yo tenía la culpa de todo. La idea había sido mía y yo la había metido en ese fregado. El primero que se puso a follar fui yo, que ella no quería.

Sí, bien, vale, la primera vez vale, no obré bien, me aproveché de que estaba borracha y yo la lié, pero al día siguiente lo que hizo lo hizo por que la dio la gana a ella. Eso es lo que yo pensaba, pero ella me dijo que no, que lo del día siguiente fue por venganza, por furia. No la creía. No quería creerla. Y las discusiones eran tremendas. A voces.

-. ¡¡Mentira, no me culpes a mí de todo!!. Si tú te ofrecías, si te oímos todos, “sigue, sigue dame más”... gritabas. Ahora me vas a decir que fue sin querer. Te lo pasaste de puta madre joder, no digas que no te gustó. ¡Pero si terminaste con las tetazas decoradas con chupetones!. .¡¡¡so guarra!!!

Ahí fue el no va más. Encima metiéndome con el tamaño de sus tetas, sabiendo que su complejo la molestaba. Lo único que conseguí es que ella se pusiera a llorar. Se dio la vuelta y echó a correr a la habitación. Solo un seco portazo. Por mucho perdón, por mucho estoy arrepentido, no me abrió la puerta. Solo escuchaba sus gimoteos.

Nos levantábamos y ni nos mirábamos. Comíamos sin dirigirnos la palabra. Ninguno decía ni lo que pensaba ni lo que sentía. Y cada vez que abríamos la boca era para lanzarnos mutuos reproches. Ella estaba enfadada, me echaba en cara que la había lanzado a ello, yo a ella por hacerlo y gozar.

No dejaba de pensar si no me habré pasado, si no me habré equivocado al meterla en ese jaleo. En el fondo no hacíamos más que no afrontar lo que habíamos hecho. Nos dejábamos dominar por nuestros perjuicios, por nuestros miedos y complejos. Nunca lo habíamos sido pero ahora éramos dos celosos enfermizos. Todo generaba desconfianzas.

Yo tenía auténtico pánico a perderla. Abierta la caja de Pandora, no sabía con qué podía encontrarme ni cómo podía acabar aquello.

Creo que a ella la pasaba más o menos lo mismo, pero a mayores unido a una tremenda sensación de que ya no la quería. Yo buscaba entregarla a otros, y no solo por vicio, sino para poder acostarme con otras. Ella ya no me llenaba. Pensaba que la pasión, la entrega, la confianza que nos unía, había desaparecido. Sin buscarlo, había generado en ella una inseguridad que la estaba destrozando. Esa inseguridad en sí misma, esa desazón se convirtió en su auténtica pesadilla.

Y lo peor del todo es que no se me iban de la cabeza las imágenes y mi polla respondía casi inmediatamente. La mezcla de los terribles celos con el morbo de la escena era un cóctel explosivo. Recordar cómo la besaban, como la sobaban mientras bailábamos. Imaginar cómo se la tiraba aquel tío, el meneo de sus tetas, sus gemidos, sus caras de placer. No se me borraban de la cabeza, y tenía que ir al baño, o para el coche en cualquier sitio. Y el placer se mezclaba con un tremendo sentimiento de doble culpabilidad. Ella lo estaba pasando mal por mi culpa. Y yo era el responsable de lo suyo y de lo mío, por que yo pude haberme negado, pero no, solo pensé en mí. La utilicé para satisfacer mis oscuros deseos sin preguntarla a ella si estaba de o no de acuerdo. Fui yo quien la incitó, quien la lanzó al vacío. Solo yo era el responsable. Yo la incité, yo se la puse en bandeja al tipo aquel para que la follara. Yo me busqué mis primeros cuernos.

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