Los cuernos nacen, crecen, se reproducen y 1º pa
La idea era sencilla, música, bailes lentos, cubatas, cambio de parejas, y vamos a ver qué pasa... Al final se follan ami mujer.
Los cuernos nacen, crecen, se reproducen y…
Primera parte.
El nacimiento de los cuernos.
Ya estábamos casados y todo iba más o menos bien. Alguna bronca que otra, sábado sabadete... O sea, una pareja normal y corriente. Otro matrimonio de clase media como hay tantos. Lo peor era lo económico. Muy justitos. La hipoteca. Y más de un apuro a final de mes.
Como de dinero no estábamos precisamente sobrados, para pasar lo mejor posible los fines de semana, nos apuntamos a un club de teatro. Lo normal; reuniones, alguna obra de aficionados, películas de cineclub baratísimas, tertulias con los típicos progres que van de enteradillos, cenas, excursiones. O rebajado o gratis. No era gran cosa, pero no podíamos permitirnos nada más.
Pero bueno, que me voy por las ramas, el caso es que allí conocimos a una gente que nos cayó estupendamente. Quedábamos de vez en cuando con ellos y sin que fuera la octava maravilla del mundo, nos hacía salir un poco de la monotonía de las aburridas copas de fin de semana en nuestra ciudad. Ayudaba a romper la rutina vamos, y encima súper económico.
Dentro del grupo había gente de lo más variopinto. Y entre nosotros dos, comentábamos y cotilleábamos de todo y de todos. Incluso alguna vez hasta se despertó algún que otro episodio de celos. Más de un día discutimos por bobadas del estilo de cómo te pones esa blusa, o esa minifalda. Se te ve…. Como críos. Que si fulanita está muy bien y no paras de mirarla. Pues anda que a ti menganito, se te come con la mirada. Y también en bromas claro. Que si menganito tiene un buen culo, que si me lo comía enterito. Algunos chicos, casados o no, le parecían algo más que atractivos.
Un día, una pareja de un grupo de teatro de otra ciudad, nos invitó a todos a pasar un fin de semana en su chalet. Tenían pensado montar una buena fiesta. Y aceptamos claro. Era gratis. Luego nos llevamos la sorpresa. Solo íbamos a ir nosotros. Los demás se rajaron.
Y allí nos plantamos. Llegamos los últimos. Menudo chalecito. Enorme. Césped, jardín, piscina. A todo lujo vamos. Algo impensable para nosotros. Solo conocíamos a la pareja anfitriona, pero no nos importó demasiado.
Aguantamos como auténticos profesionales las presentaciones, las cursilerías y todo eso. Nos enseñaron la casa, y nuestra habitación. Nos dijeron que nos pusiéramos cómodos pero que nos diéramos prisa y que saliéramos al jardín, que ya estaban todos. A obedecer. Pantalón corto y camiseta. Debajo los trajes de baño.
Mientras los chicos preparábamos la barbacoa y nos tomábamos unas cervezas, las chicas entraron en casa. Algunas dijeron que a ponerse los bañadores, las otras las acompañaron y supongo que se pondrían a hablar de sus cosas.
Los tíos a lo nuestro mientras ellas iban saliendo al jardín. Una se bañaba, otra se tumbaba a tomar el sol, o hablaban entre ellas. Y nosotros con la excusa de la comida, venga a beber cervecitas y vinos, y a echar descaradas miradas a los bikinis.
Sobre todo a la del anfitrión. Inevitable. Un bikini blanco que en cuanto se metió en el agua se volvió un poco transparente. Se la notaba perfectamente el oscuro vello del coño y los circulitos de los pezones.
Hasta aquí todo más o menos normal. ¿A quien no le gusta mirar?. Aunque solo sea por curiosidad, por el morbo de ver cómo está la mujer de tu amigo, miras. Que no lo niegue nadie. Y con la del bikini blanco, era inevitable, imposible no hacerlo. Además la tía se paseaba moviendo el culito presumida como ella sola. No se cortaba para nada.
El caso es que las miradas ya se hicieron descaradas. Hasta ella se dio cuenta. En cachondeo o medio en broma, pero empezaron los cotilleos. Es curioso cómo a las mujeres les gusta despellejarse entre sí. Además, sabían perfectamente que las estábamos oyendo, pero pasaban de todo. A lo mejor hasta lo hacían adrede. Que se la veía todo, que estaba dando la nota, que para eso, daba lo mismo bañarse en pelotas, que la mirábamos como salidos, como si nunca hubiéramos visto a una tía desnuda.
Cuando la parrilla estuvo más o menos preparada, se quedaron dos. Los demás sobrábamos.
Busqué a mi mujer. Estaba tumbada y la llevé una cerveza fría. Me tumbé a su lado.
-. Vamos al agua, me estoy quedando atontada con este calor.
De cabeza los dos. Más o menos todas las parejas hacían lo mismo. Pero dentro del agua la cosa en vez de enfriarse, empezó a ponerse más calentita. Algún morreo que otro, algún jueguecito picante. A nadie parecía importarle aunque se viese. Todo muy relajado, de buen rollito, vamos. Yo con la mía, pues igual que los demás, la sobaba las tetas bajo el agua, nos metíamos mano en plan de cachondeo, pero buscando lo que hay que buscar.
Por fin dijeron que la cena estaba lista.
Sin tenerlo pensado, como siempre pasa en estos saraos, se fueron haciendo grupitos, tíos por una lado, tías por otro. Entre nosotros los tíos, como no, hablábamos de sexo, chistes, comentarios súper machistas, alguno que otro más subido de tono de lo normal. Y obviamente teniéndolas tan cerca, más de uno iba dirigido a ellas. Que si el bikini de aquella era súper transparente, que si qué culito respingón tenía la otra. De la mía decían cosas como: “Joder que bolas, cómo se la mueven” o “qué tetas tiene tu mujer”...
La verdad es que en vez de molestarme sus burradas me calentaban y me ponía como un toro.
Por la noche, después de la cena siguió la fiesta. Entre todos nos bebimos litros y litros de alcohol. Y circuló algún porrito que otro.
Comenzaba a hacer frío. Primero se pusieron unos pareos, camisitas y eso. Pero al final pasamos a dentro.
Algunas parejas se fueron marchando. A última hora solo quedábamos tres parejas y los anfitriones. Las chicas estaban completamente borrachas tiradas en el sofá raja que te raja y riéndose a carcajadas por cualquier tontería.
Los tíos seguíamos con los comentarios, y claro ya con más confianza y encima cargados de alcohol, tenían de todo menos buenas intenciones.
Valientemente comenzaron con las que se habían marchado. “Si joder, la rubia esa que se ha ido, esa si que está buena... ¿La alta? ¿Es amiga tuya? ¡Menuda cara de viciosa, con esos morritos la debe chupar de puta madre!”... Y risas... Y risas...
Pero claro, acabadas las de fuera, tocaba meterse con las de dentro. Aunque éramos pocos había que decir cuál era la de cada cual. Me limité a decir que la mía era la de las tetas más grandes.
Los comentarios eran de auténticos salidos. “Pues tu no podrás quejarte... joder que culo tiene la tuya. Me la follaba siete veces. ¡Anda ya! Que con una tienes bastante, ¡y eso si llegas!”... Y risas y más risas...
“Mira, mira. A esa se la ven las bragas... Ufff. Menudo coño se la marca. Se la metía hasta por las orejas. Pues ahí la tienes, decía su marido borracho. Prueba a ver qué te dice”...
Y otra vez más risas... Sinceramente, nos estábamos pasando siete pueblos, pero nadie se molestaba, y seguíamos. Si uno decía una burrada la siguiente tenía que ser más bestia. También hubo para mí. Otra vez salieron a relucir sus enormes tetas, bueno ese par de melones, como dijeron. Y mi polla volvía a ponerse incandescente, tanto como que me daba vergüenza que se dieran cuenta.
También bastante tocados, no sé cómo ni de quién surgió la idea, pero de buenas a primeras, propuso intercambiar parejas sin decirlas nada y a ver qué pasaba. A ciegas, lo que saliera. La idea era sencilla, música, bailes lentos, cubatas, cambio de parejas, y vamos a ver qué pasa. Cuanto menos lo planifiques mejor, dijo. ¿Vale? Uno dijo que sí. Silencio. Ya eran dos. Quedábamos los otros dos. Me moría de ganas pero esperé a ser el último. Apagamos la luz y encendimos unas velas.
Cada canción cambiábamos de pareja. Al principio las chicas se negaban, pero no tuvimos que insistir demasiado.
Cuando me tocó bailar con la mía me lo dijo. “No pasa nada... si son unos simples besos... Es que ese me ha tocado los pechos... Qué bobada... Mira si todas hacen lo mismo y ninguna dice nada”. No solo la dije que no pasaba nada, que era normal, sino que animé a hacerlo.
Indecisa, confusa me contó que es que… No sabía ni como arrancar. Que vamos que la metían mano, que la sobaban por todo el cuerpo, que no eran roces casuales. La dije algo así como no seas estrecha o no seas antigua. No me acuerdo muy bien. Naturalmente quité importancia y terminé con un “pues haz tu lo mismo”. Sí, si te tocan, tócales tú y en paz.
No dijo nada. No se negó. Solo dijo algo así como que estábamos bebiendo mucho y “a ver cómo termina esto”.
Supongo que con similares argumentos y sospecho que en concreto una, puede que hasta sin argumentos, todas acabaron cediendo. Ya no protestaban por los besos y los descarados sobeteos.
Cuando volvíamos con “la nuestra”. A calentarla y a liberar obstáculos, a despejar el camino para el siguiente. Yo me encargue de botón a botón de soltar su blusa. Fue fácil convencerla, total tenía puesto el bikini. Poca cosa iban a ver que no hubieran visto ya.
No puedo negarlo. Me daba un morbazo tremendo mirar cómo la besaban, cómo ponían la mano en su cadera y la iban bajando hasta las nalgas. Y a nada se restregaban el paquete.
Cuando comenzaron a tocarla los pechos y ella se dejaba creí que me corría. Y cada vez que me tocaba con ella, se las tocaba yo a conciencia. Me excitaba tocar sus tetas sobadas por otro.
Volvimos a coincidir, apestaba a cubata. Era parte del plan. Hacerlas beber para relajar las defensas. Estaba completamente pedo. Me dio igual. Lo que me puso es que ya tenía la blusa completamente abierta y por fuera de la faldita. Aquí nadie pierde el tiempo, pensé. Medio pecho asomaba bajo el sujetador.
-. Anda colócame la teta, que ese animal casi me la saca.
Ver su pezón al aire me puso como loco, y encima el pezón parecía algo “durillo”. En vez de obedecerla, tape su boca con un buen morreo y me puse a manosear el pecho como loco. Sobra decir que se la saqué entera. Se las había tocado millones de veces pero ahora era distinto, me daba un morbazo fuera de lo común. No solo porque los demás podían vernos, y de hecho nos estaban viendo, sino también por despertar su insana envidia. Además una nueva sensación me estaba comiendo. Ahora ya eran unas tetas usadas, sobadas por otras manos, calentadas por otros dedos.
¿Y a ella? ¿Todo aquello, la estaría gustando? No pude contenerme. Qué coño, pensé me apetece y punto. Una mano en el culito. Para evitar que reculara. Y la otra directa. Aparté las faldas y derecho al coño. Carita de sorpresa. Como si la hubiera pillado haciendo algo que no debe. Tenía las bragas descolocadas. Uno de los labios “se la había salido”. ¿Se me había adelantado alguno? No pude evitar pensarlo al notarla algo húmeda. Nada más sentir allí los dedos, un temblor la recorrió de arriba abajo. Apoyó su cabeza en mi hombro y se relajó. Cuatro toqueteos y ya estaba gimiendo.
Miré al que tenía más cerca. Le indiqué con mi mirada que bajara la suya. Quería que me viera, que supiera que la estaba tocando el coño. Sonrió con cara de cabronazo salido. Así se la cedí. Tenía un pecho completamente fuera, el otro a punto de salir y el coñito “a punto de caramelo”. Casi ni tuvo tiempo de reaccionar. Cuando quiso darse cuenta, la mano que tenía entre las piernas no era la mía. Y no la apartó.
La estaba tocando el coño, la estaban masturbando y ella no decía nada. Es más estaba abrazada al otro tío y gimiendo.
Luego ya ni nos molestábamos en cambiar de pareja. Se acababa la canción y seguíamos con la de turno, pero claro ninguno con la “legítima”. Así hasta que terminamos sentados o más bien tirados por los sillones y el sofá. Cada uno donde pudo.
Reconozco que aun en penumbra me excitó mucho ver cómo la besaban y magreaban sus enormes pechos. Por fuera o por dentro del sujetador. Me daba igual. Yo estaba a lo mío con la que me había tocado, la pareja del dueño del chalet, la del bikini blanco semitransparente. Que por cierto, menuda fiera, a esa creo que no hubo que convencerla mucho para cambiar de pareja. Pero yo seguía mirando de reojo a mi mujer procurando no perderme ni un detalle.
Me encantó ver cómo por fin el tío se lanzaba y la sacaba los pechos del bikini. La mano iba de uno a otro haciendo temblar sus fabulosos globos. Los pezones, de punta.
En cinco minutos los otros ya estaban dale que te pego. Sus gemidos nos ponían a todos como motos.
Yo me cogí a mi pareja y la puse a horcajadas sobre mis piernas. La aparté las braguitas y sin más la penetré. Cuando volví a mirar a mi mujer, estaba recostada en el sofá. Evidentemente estaba borracha como una cuba. La blusa estaba en el suelo, y sus bragas por debajo de las rodillas. No sé si se lo sacó ella o él, pero se la tenía bien agarrada y los dos se estaban masturbando. El colega, tal y como había prometido, devoraba ansioso sus tremendas tetas. Su mano apenas tapada por la falda la estaba dando un buen repaso en el coño.
Ella estaba con la cabeza ladeada, jadeando suavemente, los ojos cerrados. Evidentemente disfrutando. Pero lo que más me ponía: dejándose hacer de todo. Si. Dejándose sobar arriba o abajo. Entregándose. Se la iban a follar. Estaba más claro que el agua. Era cuestión de tiempo. De poco tiempo diría yo. Si ya movía las caderas acompañando a la mano que la masturbaba. Si despacito iba abriéndose sola de piernas mientras movía la mano de arriba abajo mecánicamente, como un robot masajeando la polla del tío. No sé si devolviéndole el placer o preparándosela para que estuviera bien durita.
Pensé que ya estaba, que mi sueño se iba a cumplir, que iba a ver cómo se lo hacía con otro y se me puso aun más dura. No sé qué es lo que pensarían los demás en ese momento, ni francamente me importaba. Yo disfrutaba mirando cómo mi mujer era manoseada por otras manos. El tener mi polla en coño distinto me agradaba claro, pero no era lo que más me estaba gustando. De acuerdo yo estaba follando a una mujer, pero era mi cabeza la que verdaderamente estaba disfrutando. Por mucho que gimiera la mía, yo lo único que deseaba oír eran los gemidos de mi mujer.
El tío se fue girando y subiendo encima de ella. Tenía “la estaca” lista. Se intentó colocar entre sus piernas. Por fin pensé, pero no. Ella se levantó. Caminaba dando traspiés. Medio desnuda, con las tetas bailando por encima del bikini se acerco a mí.
-. Ese tío me quiere… No terminó la frase. Se quedó todo lo inmóvil que su cogorza la permitía.
-. Pero... pero si te la estas tirando... Apenas podía hablar de la borrachera que tenía. Eres un cerdo.
La chica se la quedó mirando y me preguntó como si ella no estuviera allí, si era mi novia.
Se salió de mi y se levantó. Adiós, pensé, se jodió el invento, pero que va. Lo que hizo fue acabar de desnudarse.
Justo cuando iba a volver a su subirse encima de mí, se la queda mirando y la dice:
-. ¿Y tu qué miras? ¿No ves que estamos follando? ¿O hay que explicártelo? Venga tía que a este ya te le follas en casa, búscate una buena polla y déjate de rollos.
Estaba perpleja. Alucinada. Creo que sus ojitos se la llenaron de lágrimas. Y yo no hacía nada de nada. Estaba claro que iba a seguir con esa chica y no la iba a hacer ni caso. De repente su cara cambió de expresión. Del asombro a la furia En mis narices, rabiosa soltó los corchetes de su falda y se quitó el sujetador del bikini. No sé para qué, si tenía las tetas fuera. No tenía puestas las bragas.
-. No tranquilo... Tu sigue pasándotelo bien con esta “nena” que yo haré lo mismo... dijo como si fuera una especie de amenaza o venganza. Si, parecía muy tranquila pero obviamente estaba súper cabreada. Menudo castigo pensé. Si era lo que deseaba desde hacia cantidad de tiempo.
-.¡Que dejes de darnos la vara!, salta la otra con un aire de chulería tremendo. Se subió encima de mí a horcajadas. Mirándola a los ojos agarró mi rabo duro como una piedra y se lo enseñó. Un segundo y se le había clavado. Puso una cara de placer infinito y como si no estuviera allí. Ignorándola completamente, se puso a moverse de arriba abajo.
Luego si te pones a pensarlo, no me extraña que se mosqueara conmigo. Aparte de la movida en sí, tuvo que sentirse humillada y rechazada por mí. Encima una guarrilla de tres al cuarto la vacila y la quita al marido.
La tía saltaba sobre mi polla como una loca mientras mi mujer se dio la vuelta. Completamente desnuda, fue a donde las bebidas. Verla caminar me puso más loco todavía. Desnuda. Si la sola palabra ya me hacía babear. Desnuda delante de todos, en pelotas para que todos los tíos la vieran…
Se sirvió una copa de licor. Me miró y se la bebió de un solo trago. Luego, fue directa al sofá. Ya no daba traspiés, andaba con paso firme. Se sentó y me echó una última mirada cargada de furia.
Se puso a morrear con el otro. Separó las piernas enseñando obscenamente el coño. Vamos una clarísima invitación para que la tomara. La vi coger su mano y colocarla encima. Ahora era ella la que llevaba la iniciativa. Obviamente, el otro volvió al tajo.
Después de un buen sobeteo por todo el cuerpo, se puso a cuatro patas apoyando los brazos en el sillón. Sabía que era una de mis posturas favoritas. Si esperaba fastidiarme consiguió todo lo contrario. No solo la iba a ver jodiendo con otro, sino que además se lo iba a hacer en publico. Fantástico. Ni en mis mejores sueños.
El tío se lo había pasado en grande magreando esas enormes tetas. Ahora tocaba atender lo de abajo. No podía tardar mucho. Esperaba ansioso el momento en que ese rabo tan tieso penetrara en su coñito. Yo miraba sin perder detalle. Quería ver sus sensaciones, escuchar sus gemidos. Aunque creo que no era el único que estaba mirando. El dueño del chalet tampoco se perdía nada.
Los que habían empezado a follar los primeros, no sé a cuento de qué se levantaron y empezaron a pulular por la habitación. De la borrachera, casi se caen encima de nosotros. Y encima era su novio.
Y mi pareja, toda mosqueada se levanta. -. Venga tío, vámonos a mi habitación, no quiero que me vuelvan a cortar el polvo.
Según salía de la habitación volví la cara. Seguía a cuatro patas. El tío la metía los dedos por detrás en el coño y con la otra mano, agarraba sus tetas. Ya estaba completamente desnudo y tenía el rabo en posición. Por la oscuridad no pude ver bien la expresión de su cara, pero si sus ojos cerrados, la boca entreabierta. Deduje que la estaba gustando y me marché tan tranquilo por el pasillo, siguiendo como hipnotizado los meneos de ese culito que me iba a follar, sin siquiera importarme que seguramente, a la mía, también la iban a hacer lo mismo.
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