Los cuernos me salieron en puerto vallarta
Mujer casada le es infiel al marido con un joven mexicano con una polla enorme.
LOS CUERNOS ME SALIERON EN PUERTO VALLARTA.
El pasado mes de abril mi mujer y yo estuvimos 9 días de vacaciones en Puerto Vallarta. Carmen, mi mujer, tiene 39 años, mide 1, 70 metros, pesa 65 kg, es morena con el pelo largo y unos bonitos ojos pardos. Yo me llamo Carlos, voy a cumplir 43 años, mido 1, 80 metros y tengo un cuerpo moldeado por las pesas de 80 kg.
Carmen tiene una farmacia en nuestra ciudad y, el viaje que antes he mencionado fue un regalo de una conocida marca de productos de farmacia por el gran volumen de ventas realizados. El viaje era para ella y un acompañante.
El hotel donde nos alojamos era precioso, al lado de una playa privada a la que sólo se podía acceder desde el hotel. Una playa de arena finísima, de color casi blanca y aguas cristalinas. Además el hotel disponía de varias piscinas, con agua dulce o salada e incluso con bar dentro de la propia piscina. Pero Carmen y yo preferíamos tomar el sol y bañarnos en la playa.
Antes decía que mi mujer es alta, pero no dije nada de sus tetas. Ummm. Usa un sujetador de la talla 120. Son enormes y se mantienen firmes y tersas. Con unos pezones sonrosaditos y una aureola del tamaño de una galleta maría. Su culo es redondo, duro y su chochito lo lleva siempre perfectamente depilado.
Yo me mantengo en buena forma física, y si hay algo que cambiaría de mi cuerpo es mi polla. Me hubiera gustado tenerla más grande ya que tan sólo me mide 13 cms.
El primer día que fuimos a la playa mi mujer se puso un pequeño biquini que hacía que sus grandes tetas pareciesen todavía más grandes, con una tanguita de hilo que llevaba metido por la raja del culo y un triangulito pequeñito que apenas disimulaba su abultado coñito. Desde luego no pasaba desapercibida; me sentía afortunado de tener semejante hembra a mi lado y más todavía cuando al salir del agua, que estaba bastante fría, era imposible disimular sus pezones que se le marcaban a través de la fina tela del sujetador de color blanco.
Nos tumbamos en unas hamacas al lado del mar y nos dispusimos a leer y relajarnos tomando una piña colada.
Carmen sacó los Ipad’s de su bolso, una para ella y otro para mi, pero para empezar a usarlos teníamos que configurarlos con la red Wifi del hotel y algo no debíamos hacer bien porque no éramos capaces de hacerlo.
De repente se acercó hasta nosotros un chico y nos dijo. – Hola, veo que tenéis problemas con la configuración. Si queréis puedo ayudaros, yo entiendo bastante de ésto. Pues muchas gracias, dijo mi mujer. La verdad es que no somos capaces y te lo agradeceríamos mucho. No es problema, contestó el chico. Por cierto me llamo Alonso y me alojo también en el hotel, dijo alargando la mano para saludar a mi esposa.
Carmen además de cogerle la mano le dio dos besos y le dijo. Encantada; yo soy Carmen y mi marido se llama Carlos.
Alonso era bastante más joven que nosotros; por el acento tenía que ser mexicano, de 25 años de edad, como supe más tarde. Era guapo, moreno con el pelo corto, llevaba gafas, mediría 1,70 metros y era delgadito. No creo que pasara de los 60 kg. Y se estaba comiendo con los ojos a mi mujercita.
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Después de solucionar nuestro pequeño problema, Alonso fue hasta la tumbona que estaba a nuestro lado, despidiéndose muy amablemente de nosotros, sobre todo de mi mujer diciéndonos: Bueno; encantado; ya nos veremos por aquí!!!!!
Que chico más simpático!!! Dijo mi mujer cuando Alonso se fue. Sí, le contesté yo. Sobre todo contigo. No te quitaba los ojos de encima. Venga Carlos; no empieces con tus celos, me dijo mi mujer. Solo intentaba ser amable con nosotros. Nada más.
Mi mujer es muy cachonda. De recién casados quería follar cada día, pero yo nunca he sido tan fogoso como ella. Con dos o tres veces por semana tenía suficiente y, con el tiempo las folladas se fueron espaciando a dos o tres por mes. Como veis, sexualmente hablando, no soy ningún portento, ya que follo poco, mi polla es pequeña y para colmar el vaso cuando follábamos, para no correrme demasiado pronto, casi siempre lo hacíamos estando ella tumbada con las piernas abiertas y yo encima. A ella lo que más le gustaba era ponerse encima de mi, pero cuando lo hacia, apenas subía y bajaba un par de veces y en menos de medio minuto me corría sin poderlo remediar.
Así que, en uno de nuestros aniversarios, para calmar un poco su furor uterino, le regalé uno de esos consoladores realísticos, con vibración, de 18 cm, al que, con toda seguridad le iba a sacar mucho provecho.
Por la noche, en el restaurante del hotel, estábamos acabando de cenar cuando me di cuenta que en una mesa estaba Alonso. Mi mujer no podía verlo porque estaba en una mesa de espaldas a ella.
Mira cariño quién está ahí; le dije. ¿Quién? Preguntó ella. Alonso; el chico de la playa de esta mañana. Está detrás de ti. Se giró y al verlo le regaló una bonita sonrisa, saludándole con la mano. ¿Porqué no le decimos que venga a tomar una copa con nosotros?; parece que está solo, me dijo. Así que me acerqué hasta su mesa y le invité a que nos acompañara, accediendo encantado.
Pedimos una botella de cava, y después una segunda, que sumado al vino que habíamos bebido durante la cena, hizo que el alcohol empezara a hacer su efecto, haciendo y diciendo cosas que de otro modo no hubiéramos hecho ni dicho.
Así supimos que nuestro amigo Alonso era ingeniero de sistemas, que era de León, Guanajuato y que había venido sin compañía a descansar unos días.
¿No tienes novia Alonso?; le preguntó mi mujer. A lo que Alonso le contestó que no.
¿Cómo un chico tan apuesto como tu puede estar sin novia? Que tontas son las chicas de aquí; volvió a preguntar Carmen a Alonso.
Je, je. No se. Las chicas no me quieren. Respondió Alonso nuevamente.
¿Y vosotros?; pregunto Alonso ¿cuánto tiempo lleváis casados?.
15 años, ¿no cariño? Contestó Carmen.
¿Y sois felices?; ¿volveríais a casaros si pudierais retroceder en el tiempo?¿Cambiarias algo? Preguntó Alonso de nuevo.
Yo si pudiera, dijo Carmen, le cambiaría la polla a mi marido. La cambiaría por una más grande. Una polla grande que me follara cada día y que me dejara completamente satisfecha.
Yo no podía creer lo que estaba diciendo mi mujercita. ¿Pero qué estas diciendo Carmen?¿Te has vuelto loca? Le dije.
Venga cariño. No te enfades. Estamos sincerándonos. Es solo un comentario. Dijo Carmen.
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Vaya. Como sois las mujeres; dijo Alonso. Siempre decís que no os importa el tamaño de la polla. Pero veo que no es así. A ti te gustaría cambiar de tu marido su polla por otra más grande. Y yo resulta que no tengo novia por lo mismo; por el tamaño de mi polla.
¿También la tienes pequeñita? Je, je, je, je. Le preguntó Carmen entre carcajadas.
¿Te gustaría verla? Le dijo Alonso. Así sales de dudas.
Aquello estaba convirtiéndose en una situación muy incómoda para mi. Carmen y Alonso no paraban de reírse, pero yo no estaba muy seguro de querer seguir con todo aquello. Aunque por otro lado también me excitaba la idea de ver a mi mujer follando con otro. Es una fantasía que siempre he tenido; incluso recuerdo que en varias ocasiones cuando follábamos le había preguntado a mi mujer. ¿no te gustaría follar con otro?¿ no te gustaría probar una polla más grande que la mía?. Y aunque al principio siempre me contestaba que no, que conmigo tenía suficiente, en una ocasión que habíamos bebido bastante y estaba especialmente cachonda me dijo que sí, que le encantaría que la follara una polla bien grande.
Cariño; es solo un juego. No te enfades. ¿No querías que probara una polla diferente a la tuya?. Me lo has preguntado muchas veces; dijo Carmen. Pues creo que es hora de que la pruebe.
Y alargando la mano hacia la bragueta de Alonso lo acarició por debajo de la mesa, debiéndole impresionar bastante lo que tocó porque exclamó diciendo; wauuu nene; ¿eso es todo tuyo o llevas un postizo? Todo eso no puede ser de verdad.
No es ningún postizo y si quieres es tuya; dijo Alonso.
Siiii. La quiero, la quiero. Vamos a nuestra habitación. Me muero de ganas por probarla. Hoy cariño se va a hacer realidad tu fantasía y la mía; me dijo Carmen mirándome a los ojos con una cara de lujuria como hacía mucho tiempo no le veía.
En el ascensor hacia la habitación mi mujer se lo comía a besos, sobándole por encima del pantalón como una posesa; Alonso no se cortaba tampoco y le acariciaba sus grandes tetas por encima del vestido. Yo viendo aquello tenía mi polla a tope, dura como hacía mucho tiempo que no se ponía.
Al entrar en la habitación mi mujer se sentó en la cama, Alonso se puso delante de ella y sin más le bajó los pantalones y los calzoncillos.
¡Madre mía! Cariño, tienes que ver esto; me dijo. Mira el pollón que se va a follar a tu mujercita, cornudito mío.
Y la verdad es que sus expresiones de asombro no eran para menos. Alonso tenía entre las piernas la polla más grande que había visto en mi vida. Ni siquiera podía imaginar que existieran pollas de ese tamaño. Y a pesar de su desmesurado tamaño estaba dura como el acero, con un capullo de un color amoratado al que mi cachonda mujercita le daba los primeros lenguetazos antes de desencajar la mandíbula para intentar metérsela en su boquita de zorra.
¡Joder Carmen! Ese pollón no va a entrar en tu coñito; le dije.
Alonso entre tanto había despojado a Carmen de su vestidito y del sujetador.¡Que buenas tetas tienes zorrita! Deja que te las chupe. Le dijo.
……CONTINUARÁ.
Rabocock