Los cuernos me salieron en puerto vallarta 3
Esposa cachonda es follada por semental mexicano delante del marido.
LOS CUERNOS ME SALIERON EN PUERTO VALLARTA 3.
- Para los que no hayan leído la parte 1ª y la 2ª, les recomendaría que lo hicieran; os dejo los enlaces. De la 1ª
http://www.todorelatos.com/relato/93864/
, y del a 2ª
http://www.todorelatos.com/relato/94003/
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Acabadas las vacaciones tocaba regresar a casa; Carmen se despidió de nuestro amigo entre besos, correspondiéndole éste con una sobada de tetas por dentro de la camiseta diciéndole; ¡voy a echar de menos tus melones nena!; bajando a continuación otra de sus manos hasta la entrepierna de mi esposa diciendo; ¡y tu apretadito chochito peladito; ufff!
Ummm suspiraba Carmen; ¡la que voy a echarte de menos soy yo a ti chiquitín!; ¡sobre todo a tu hermanito!; le decía llevando su mano hasta su bragueta.
¡Carmen; siento interrumpiros, pero tenemos que irnos! Les dije.
Alonso se acercó hasta mi, alargo su mano para estrechar la mía y me dijo; ¡ha sido un placer conoceros!. Tienes mucha suerte de tener la mujer que tienes. ¡Cuídala!. Ojalá volvamos a vernos algún día.
¡El placer ha sido nuestro!; especialmente de Carmen; aunque yo he disfrutado lo mío. Y si; ojalá volvamos a vernos.
Bajamos los tres hasta el hall del hotel; el taxi nos esperaba para llevarnos al aeropuerto; Alonso todavía se quedaba cuatro días más en aquel paraíso, disfrutando quizás mas ahora sin Carmen, de sus paradisíacas playas, del Sol y de la amabilidad de sus gentes.
¡Mmmmm; gracias cariño!, me dijo Carmen de camino al aeropuerto; han sido las mejores vacaciones de mi vida; te quiero.
La muy puta debía estar bien saciada de polla. Probablemente había follado mas en ocho días con Alonso que en un año conmigo y, había conseguido con su joven amante lo que yo no había sido capaz de darle en todos nuestros años de noviazgo y matrimonio; orgasmos. Y me refiero a que se había corrido follando, no con los deditos o comiéndole su chochito, como habitualmente le hacía yo para que se corriera.
Aterrizamos en el aeropuerto del Prat de Barcelona tras varias horas de avión, de snacks, películas y visitas al pequeño cuarto de baño. Después de recoger nuestro equipaje, fuimos al parking donde habíamos dejado nuestro coche y nos marchamos hacia nuestra casa; una bonita casa unifamiliar en las afueras de Barcelona, con jardín y piscina.
Estábamos cansadísimos; tal y como llegamos, ni siquiera bajamos el equipaje del coche; directamente nos fuimos al dormitorio para acostarnos, para descansar. Pensamos que, aunque eran maá o menos las 11:00 horas del sábado, podríamos deshacer las maletas cuando nos levantáramos o en todo caso teníamos todo el domingo antes de volver a la rutina del trabajo que empezaba el lunes.
¡Carmen!; ¡Rosana te está esperando!; le gritaba yo desde la cocina para que bajara de la habitación.
Rosana es la compañera de trabajo de mi mujer. Es también licenciada en Farmacia, aunque la dueña del establecimiento es Carmen. Y, como vive cerca de nosotros, se alternan y cada semana coge el coche una.
Yo también acabé de desayunar y me fui hacia el despacho; por cierto. Creo que no lo había comentado. Tengo una correduría de seguros donde tengo a mi cargo a seis empleados.
Volvimos a lo de siempre. De casa al trabajo y del trabajo a casa. Apenas nos veíamos un rato por la noche antes de dormir.
Habían pasado siete días desde que vinimos de Puerto Vallarta y no habíamos follado desde entonces. Lo habitual en mi vamos. Como os dije, a veces pasaban 15 días entre una follada y otra.
Después de ver una película en la tele nos fuimos a la cama. Carmen se acercó a mí y empezó a hacerme mimitos, a besarme, a sobarme la polla. Se quitó el jerseycito que llevaba dejando al aire sus grandes melones. Bajó hacia mi entrepierna, me quitó el pantalón del pijama, me agarró la polla y empezó a pajearme lentamente antes de metérsela en la boca; estuvo un buen rato chupándomela, intentando ponérmela durita, pero no se me puso dura del todo. ¡Túmbate zorra!; ¡ábrete de piernas que voy a follarte!; le dije.
Afortunadamente Carmen debía estar muy cachonda, porque su chochito estaba mojadito; así que, aunque no estaba empalmado del todo, acerqué mi polla a la entrada de su coñito y empecé a follármela. ¡ Así; fóllame! ¡Más fuerte; aprieta más fuerte cabrón!; me decía ella.
¿Te gustaría que fuera la polla de Alonso la que te follara puta?; le dije. Mmmm; sí. Me encantaría. Su polla me llenaba todo el coñito. La tuya apenas la siento cornudito mio; me dijo.
Y apenas en dos minutos me corrí sobre ella.
Ahora quiero correrme yo; me dijo Carmen. ¡Cómeme el chochito que es lo único que sabes hacer!.
Bajé hasta sus muslos y le comí la almeja, al tiempo que le apretaba los pezones, durante unos minutos hasta que se corrió y, dándome la espalda sin decirme nada se durmió.
Imagino que Carmen no podía evitar comparar al joven semental que la estuvo follando a todas horas en Puerto Vallarta con su descomunal pollón de 24 cm hacía apenas unos días, con mi pequeña pollita.
Y yo, también lo hacía; era inevitable no hacerlo. Alonso podía estar follando durante horas y yo en apenas unos minutos acababa. Su polla se ponía dura como una piedra y la mía ni con una buena mamada se enderezaba del todo.
Nuestra vida sexual se convirtió, si cabe, más monótona todavía. Prácticamente inexistente; yo me sentía acomplejado y ella insatisfecha.
Un día estaba en el PC haciendo un estudio de riesgo para una empresa que quería suscribir un seguro con la mía. Después de horas de trabajo, guardé el trabajo antes de ir a cenar, para finalizarlo después.
No sabía donde lo había guardado, así que me puse a buscar en varias carpetas. Me llamó la atención una con el título “mex”, y la abrí. Eran conversaciones del Messenger de Carmen con Alonso; conversaciones de lo más calientes. Me puse cachondo al leerlos, hasta el punto de tener que hacerme una paja. La muy puta le contaba lo que le echaba de menos, que necesitaba tener dentro de su coñito su enorme polla. Que yo no la saciaba. Y, aunque nosotros no teníamos cam, Carmen, por lo que pude leer en alguna de sus conversaciones, había visto a nuestro superdotado amigo pajearse en alguna videollamada.
Imagino que, el ordenador había guardado automáticamente las conversaciones en esa carpeta sin que Carmen lo supiese.
Joder. Me puse cachondo perdido. Me gustaba sentirme humillado, despreciado. Carmen se moría de ganas por follar otra vez con Alonso, y yo me moría por verlos de nuevo.
Carmen; le dije un día después de cenar. He pensado que, si tu quisieras, podríamos invitar a Alonso unos días para que se quedara en nuestra casa.
Bueno; si tu quieres por mí bien, me dijo. La muy puta se hacía la desinteresada, cuando yo sabía que lo estaba deseando.
Lo malo, le dije yo, que no se me ocurrió cuando estuvimos en México pedirle un número de teléfono, o una dirección para poder contactar con él.
Ahhh; eso no es problema. Creo recordar que me dio una dirección de correo electrónico. Debo tenerla guardada por ahí en cualquier sitio. Miraré en mi cartera a ver si la encuentro. Me dijo.
Vale; le dije yo. Pues si la encuentras le mandamos un correo a ver que responde. A lo mejor no puede venir o no quiere.
Al momento apareció con un papelito en la mano y me dijo; mira. Si que la tengo. La tenía en la cartera, entre las tarjetas de crédito. ¿Quieres que se lo mandemos?.
Vale, vamos; le dije. Mándaselo tu cariño; seguro que eres mas convincente que yo. Se puso frente a la pantalla y empezó a redactarlo. Textualmente le puso: “Hola Alonso, somos Carmen y Carlos, el matrimonio español que conociste en Puerto Vallarta. Nos gustaría invitarte unos días a nuestra casa. No te preocupes por los gastos. Nosotros nos encargaríamos de todo. Tan pronto nos respondas diciendo cuando vendrías, hacemos la reserva del vuelo. Te dejo un número de teléfono para que estemos en contacto. Un abrazo.”
¿Te parece bien así cariño?; me dijo. No se, un poco fría; ¿no crees?. Le dije yo.
¿Y qué quieres qué le ponga; que tengo ganas de tener su pollón dentro de mi conejito?. ¿ Qué tengo ganas de sentir otra vez a un macho que me haga perder la cabeza?.
Bueno; le dije. Déjalo así. Y nos fuimos a dormir.
Lo primero que hice al levantarme al día siguiente fue ir al ordenador para ver si había recibido su repuesta. Carmen se me había adelantado. Lo estaba mirando ella.
Vaya; le dije. Parece que estás algo impaciente. Je, je.
No ha contestado todavía; me dijo.
Y sin más se fue hacia la cocina a desayunar antes de ir al trabajo
Oí el claxon del coche de Rosana y a continuación el portazo que pegó Carmen al salir de casa para ir a la Farmacia.
Yo ese día no iba a ir al despacho. Trabajaría desde casa. Así que, tranquilamente desayuné en la cocina viendo las noticias en la tele y, al terminar me puse en el PC para trabajar.
Estuve trabajando en un proyecto durante varias horas y, después de comer, cuando estaba tomándome un café sonó el móvil. Era de un número desconocido.
Contesté a la llamada, y para mi sorpresa ¡era Alonso!. Hola Alonso; le dije yo. Soy Carlos.
Hola; me dijo él. He recibido vuestro correo y, me encantaría ir de visita a vuestra casa. Lo único es que no puedo quedarme demasiado. No me quedan días de vacaciones. Si os va bien a ti y a Carmen podría estar el miércoles (era lunes) y quedarme hasta el domingo. Partiría el domingo por la tarde. Ahh; por los billetes del avión no os preocupéis. Me he adelantado y ya los he comprado. Ya me lo cobraré. Je, je, je.
Perfecto Alonso. Ya se lo diré a Carmen. Estaremos esperándote en el aeropuerto. Le dije.
Dile a tu mujercita, me dijo, que se rasure bien el coñito y que la voy a follar tan duro que estará varios días con el chocho escocido.
Je, je, je. Vale Alonso; se lo diré de tu parte. Le dije.
Ya nos veremos el miércoles. Y colgamos.
Cuando vino Carmen, me moría de ganas por decirle que había llamado Alonso y, estando en medio de la cena le dije; por cierto cariño. Hoy he recibido una llamada telefónica de Alonso y me ha dicho que viene el miércoles. Que ya tiene hasta los billetes comprados.
¿El miércoles? ¿El miércoles de la semana que viene?. Me dijo.
No cariño; le dije yo. El miércoles pasado mañana.
Puso una cara de alegría como hacía mucho tiempo que no le veía.
Por cierto. Le dije. Me ha comentado que te depiles bien el chochito; y que te compres una cremita para las escoceduras porque vas a tener que ponértela después de la follada que te va a pegar.
Y llegó el ansiado día; Carmen y yo nos las apañamos para coger fiesta en el trabajo hasta el domingo; hasta que Alonso regresara nuevamente a su país.
Estaba desayunado en la cocina, cuando vi bajar a Carmen por las escaleras. Se había puesto para la ocasión un vestidito nuevo; muy fino que le llegaba por encima de las rodillas.
Me quedé mirándola y le dije; ¡qué guapa te has puesto Carmen!. ¿No llevas sujetadores?.
No. Me contestó. ¿Se nota mucho?.
Joder nena. Con esas tetas que tienes, ¡como para no notarse!.
Llevo una chaqueta para ponerme por encima. Cariño; ¿crees que estoy bien depiladita?. Me dijo levantándose el vestidito.
La muy guarra ¡no llevaba bragas!.
Uff. Cuando te vea Alonso te va a comer Carmen.
Je, je , je. Lo estoy deseando Carlos. Estoy empezando a humedecerme de pensar lo bien que me lo voy a pasar con mi chiquitín.
De camino al aeropuerto no pude evitar meterle mano a la cachonda de mi mujer. La llevaba sentada a mi lado, con ese escote tan generoso que prácticamente no dejaba nada a la imaginación. Sus pezones la delataban; era imposible no darse cuenta, porque a través de la fina tela del vestidito se le notaban a la perfección. Y era verdad cuando me dijo que se estaba empezando a humedecer sabiendo de la llegada de nuestro amigo; pude comprobarlo al llevar mi mano a su entrepierna notando como mis dedos resbalaban fácilmente entre los labios de su coñito.
¡Joder Carmen!. Vas a manchar la tapicería del coche. Estas toda mojadita. Le dije.
Ufffff. Dijo ella. Es que tengo muchas ganas de verle. Alonso es capaz de llevarme hasta el cielo; me hace ver las estrellas. ¡No te imaginas como folla!. Tu pudiste verlo, pero no pudiste sentirlo como lo sentí yo.
Te gusta mucho ¿verdad Carmen?. Le pregunté.
¡Muchísimo! Me contestó. Sabes que te quiero. Pero como te dije, tu no puedes darme lo que me da él.
Cariño; le dije. Ya estamos en el aeropuerto. Será mejor que te bajes un poco el vestidito. O vas a provocar que algún conductor de autobús tenga algún accidente.
Carmen se puso la chaqueta por encima, para evitar que todas las miradas se fueran directas a su delantera y nos dirigimos hacia el panel de información para ver la hora prevista de llegada del vuelo. Iba con un poco de retraso. Así que para hacer tiempo nos tomamos un café en la cafetería del aeropuerto.
Hasta que oímos por megafonía que iba a tomar tierra el vuelo procedente de Guanajuato (México).
Mira Carlos; me dijo Carmen. Ahí está. El de la sudadera de color roja. Al tiempo que levantaba una de sus manos saludándole para que pudiera vernos.
Se acercó hacia nosotros muy risueño; como siempre. Y cogiendo a Carmen por la cintura le dio dos besos en las mejillas diciéndole. ¡Hola mi amor!. ¡Te he echado de menos!.
¡No tanto como yo!; le dijo Carmen.
Luego la cogió de las manos y, separándose un paso hacia atrás, la miro de arriba abajo con detenimiento y le dijo. ¡Estás preciosa!.
Después se giró hacia mi dándome un fuerte apretón de manos; ¡me alegro de volver a verte Carlos!; me dijo.
Correspondiéndole yo con el mismo saludo.
¿Tienes que recoger el equipaje?, le pregunté.
No. He venido solo con una mochila de mano. Contestó. Para cuatro días no creí necesario traer demasiadas cosas. Ropa interior, útiles de aseo, otro pantalón y un par de camisetas.
Ahhh. No te preocupes. De todas maneras si te hiciera falta algo Carlos podría dejártelo, ¿verdad cariño?; me dijo Carmen mirándome.
Si claro. No hay problema. Contesté.
Bueno. ¿Nos vamos entonces? Dijo Carmen.
Fuimos hasta la zona del párking conde teníamos estacionado nuestro coche. Abrí el maletero para dejar la mochila de Alonso y cuando lo iba a cerrar me dijo Carmen; ¡ espera; voy a quitarme la chaqueta!
¡Uffff nena! Si no te conociera diría que llevas relleno. Je, je, je. Dijo Alonso. ¡Vaya par de tetas mas hermosas!.
¡Sabes que son tuyas chiquitín!. ¡Eres mi dueño!. Dijo Carmen.
Y subimos al coche.
Cariño; me dijo Carmen. Yo me subiré detrás con Alonso.
Así que iniciamos la marcha hacia nuestra casa. Yo, para no perder detalle, sabiendo que la cosa se iba a poner calentita en la zona trasera del coche, orienté el espejo retrovisor hacia la parejita feliz, pudiendo comprobar que, como imaginaba, tan pronto arrancamos Alonso empezó a magrear las tetas de mi mujercita por debajo del fino vestido. Podía oir los primeros gemidos de Carmen. Ella por su parte tampoco se quedaba quieta llevando su mano hasta la abultada entrepierna de nuestro amiguito frotándola sin parar.
La sorpresa que debió llevarse Alonso al subir con una de sus manos por los muslos de mi mujer, encontrando que no llevaba braguitas, debió de ser mayúscula porque pude oír como decía: ¡había olvidado lo cachonda que eras!; ¿tienes ganas de polla zorra?; ¿de un pollón mexicano?.
Siiiiiiii.¡ Me muero de ganas por verla, por tocarla, por chuparla, por sentirla dentro de mi coñito!.
Alonso no la hizo esperar y, desabotonándose los botones del pantalón, se bajó al mismo tiempo el slip y los pantalones hasta las rodillas, saltando al aire su descomunal pollón, completamente tieso, con unas venas tan marcadas que parecía que iba a explotar en cualquier momento.
Mi mujer se quedó como hipnotizada mirando semejante obelisco y, abriendo los ojos como platos exclamó: ¡wauuuuuu!; ¡que grande nene!.
La cogió con su manita y empezó a pajearle mientras él se acomodaba abriendo cuanto pudo sus piernas para facilitar la tarea a la zorra de mi esposa; los huevos del tamaño de una pelota de tenis, se apoyaban sobre el sillón del coche y dese el espejo retrovisor podía diferenciar fácilmente uno del otro.
¿A que esperas puta?, dijo Alonso. ¡Chúpamela!.
Por más que se esforzaba, abriendo su boca todo lo que podía, apenas podía meterse su enorme capullo, al que chupaba y daba lengüetazos como si de un helado se tratara, pajeando al mismo tiempo con sus manos el resto de la polla.
Entretanto Alonso estaba follándose con los dedos el depilado conejito de Carmen, pellizcándole y acariciándole por momentos su excitado clítoris, que había alcanzado el tamaño de la falange de mi dedo meñique, sobresaliendo de sus labios vaginales.
Estábamos acercándonos a nuestra casa, como dije antes, una casa unifamiliar ubicada en una bonita urbanización de las afueras de Barcelona donde casi todos los vecinos nos conocíamos, así que se lo dije a Carmen para que se incorporaran y evitáramos comentarios desagradables de nuestros vecinos.
……..CONTINUARÁ.
Rabocock.