Los cuernos, compartidos, no engañados, porque pue

La historia de uno que quería ser cornudo pero su mujer prefería engañarlo, sin compartir con él nada de nada. Él traza un plan....

Sabía que me engañaba. Le había pedido mil veces que me hiciera

cornudo pero compartiendo la experiencia. Ella, que siempre ha ido de

santona, prefería hacerlo a escondidas. Las pruebas se acumulaban en

su contra: llamadas y mensajes en el telefono de números ocultos;

bragas manchadas de semen; su vagina totalmente dilatada, hasta el

punto de que con mi polla no conseguía rozar sus paredes (me intentó

contar la historia que cuentan muchas y leido en internet, basada en

razones «científicas». Yo no me las creí y acerté. Les molesta mucho

ser descubiertas, tan dignas...)..Por un lado me excitaba y no me

podía enfadar (en

teoría) pero por el otro demostraba que era una consumada egoista. Y

me propuse descubrirlos, lo cual no fue nada complicado.(No cito

nombres supuestos y esas cosas, porque me parece ridículo. Símplemente

diré que mi mujer es espectacular, vamos de esas que a uno le gusta

pasear por la calle para que los demás te envidien,,,claro que en mi

caso)

Yo sospechaba de uno de nuestros conocidos, que llevaba a sus hijos al mismo

colegio que el nuestro, y que, como mi mujer, estaba en el paro o el menos

aparentaba que no le hacía falta el trabajo, porque andaba todo el día por

el barrio haciendo footing, paseando, comprando. Vivimos en una

urbanización de una ciudad dormitorio de Madrid, donde, en contra de lo que

se diga, casi nadie conoce a nadie. Otra cosa son las capitales de provincia.

A mi el tipo no me parecía gran cosa, sin personalidad, un auténtico

botarate y sin eso que tanto gusta a las mujeres, la simpatía y la hombría.

Algo debía tener.

La situación estaba clara, dos desocupados, mi mujer está en el paro, con

mucho tiempo y con ganas de follar. Hablé con un amigo que se dedica a

telefonía y televisión, e instalamos, de momento, un magnetofón pequeñito,

de los de larga duración, en el teléfono de casa. Se ve que el movil les

parecía peligroso y, como quedó demostrado, utilizaban la línea. No hizo

falta nada más que un día para saber que las citas eran en mi casa (yo, por

la distancia, no puedo ir a comer) y que, esto me llamó la atención, mi

mujer estaba coladísima por un tipo que se comportaba como un auténtico

chulo. En fin, sobre gustos, no hay nada escrirto.

El siguiente paso, fue instalar un par de cámaras en el salón y en el

dormitorio. Me sorprendí de las auténticas maravilas que se fabrican hoy en

día y la nitidez que alcanzan.

--Quieres verles desde tu oficina o desde tu teléfonol?, me preguntó

mi amigo el técnico.

--Por supuesto, le contesté.

No sé como lo consiguió, el caso es que, a través de una dirección que me

dio, podía ver todo lo que ocurría en casa y, de paso, grabarlo.

Pasaron un par de días sin que ocurriera nada, hasta que una mañana, a eso

de las doce, cuando la asistenta se había ido, apareció el sujeto. Mi mujer

le recibió completamente en pelotas y se lanzó como una posesa hacia su

paquete. Era dignos de verse los mordiscos que le daba al pantalón y al

bulto que, poco a poco, fue creciendo. La cámara ofrecía la aposibilidad de

acercar algo la imagen pero no lo suficiente. Le trataba como a un

dios, de rodillas, y con expresiones de "Tú si que eres un hombre, mi

hombre, mi macho..."

Vaya con la puritana, pensé, cuando vi el espectáculo de una mujer cuasi

enloquecida, haciendo cosas que yo no me podía imaginar, y que literalmente

se comía a su amante. Ya os dije antes que cuando os cuenten que lo de la

dilatación de la vagina es porque bla, bla, bla, no las creáis. Vaya

aparato lucía el menda. Mi mujer, convertida en una esclava, le comía la

polla y, vaya con la naturaleza, se la metía entera en la boca. Le debía

llegar al estómago. A continuación, él e hizo apoyar los brazos en el

tresillo, la abrió de piernas y le echó un polvo que parecía de fórmula,

por las aceleraciones, las curvas, frenadas y, finalmente, la llegada a

meta. Se veía que ella trataba de no gritar todo lo que le salía, sudaba,

tenía los ojos en blanco, hasta que el esperma, abundante, inundó su espalda

(por lo visto era una de sus fantasías, qué cosas).

Estaba como vencida, cuando nuestro amigo, se intuía claramente por los

movimientos, la enculó. Me preocupó porque creía que problemas de

hemorroides (eso decía ya que me había hecho acompañarla al médico),

aunque ahora pienso que sería para que le diera algún tratamiento para

después de las sesiones que le daba su amante.

Mientras ocurría todo esto, me preguntaba por qué no me dejaba compartir

con ella la juerga, simplemente como mirón.

Pasaron al dormitorio y allí mi mujer se dedicó a explicarle con todo

detalle, lo que había sentido, lo que representaba para ella aquella

relación que le había hecho conocer un sexo, que estaba segura que no

existía. Mientras, le lamía el cuerpo, le besaba y le acariciaba los huevos de

una forma que no sé describir, pero que estoy seguro que a cualquier hombre

le hubieran sacado de sí. La erección, en este cámara se podía pareciar

perfectamente el tamaño del trabuco, no tardó en aparecer. Le agarró la

polla como si fuera la última barandilla del Titanic antes de hundirse,

con un sentido de posesión y orgullo indescriptibles y comenzó a

rozarse las tetas. Él se dejaba hacer, como un macho victorioso, con

una sonrisa burlona, o, al menos, a mí me lo parecía.

Por lo que me enteré ese día, la posturapreferida de mi mujer era

metersela entera y quedarse como empotrada en su cuerpo, contra el pubis,

prácticamente sin moverse, y recostada en uno de sus hombros. "Tu eres

mi potro y yo estoy empotrada en ti, mi amor", le decía. Él estaba

semisentado y se limitaba a acariciarle el pelo. La escena se hacía

larga, largaaa, hasta que, de repente, mi mujer tuvo un tremendo orgasmo, al

que siguió otro.

Gracias, le dijo de repente. Se levantó y de su coño empezó a chorrear

abundante semen. Se había corrido dentro. Mi mujer le chupo la polla

durante un rato y después no vi más porque se metieron en la ducha.

Ya tenía la prueba y la certeza de que mi mujer no quería compartir todo

aquello conmigo. Era cuestión de tiempo, que alguien se enterase, sobre

todo porque la mujer del sujeto, bastante feilla por cierto, era una celosa

de tomo y lomo. Vivíamos encima de una bomba. que iba a estallar sí o

sí. La solución fácil era la de la separación, que a mi no me iba a

suponer ningún

problema. El mero hecho de que su familia supiera lo que pasaba, no digo

que viera las películas (hubo más) la aterraría. Su moralidad,

arrastrada por los suelos detrás de un pollón. Pero el daño que se le

haría al niño sería terrible. Varios padres de su clase se habían

separado y nos contaba lo más que lo estaban pasando.

Dejar las cosas como estaban, como he dicho, era imposible. El hecho de que

ambos se estuvieran comportando como auténticos irresponsables (si estaban

enamorados, que eso parecía, pues adelante) y nos colocaba a bastantes

personas en una situación muy delicada. A algún lector, acostumbrado a leer

las fantasías, o realidades, que se publican aquí, le hará gracia y no

entrará dentro de sus preferencias, pero, amigos, la vida es una realidad,

nos guste o no.

Y comencé a idear una solución que no pasara por el desastre absoluto

y si, de paso, me permitía a mí participar en futuras infidelidades de

mi mujer (en ésta la descartaba por completo) pues mejor que mejor.

Se acercaba el verano y estábamos buscando un apartamento en la playa.

Le comenté a mi mujer que había visto unos chalets a muy buen precio

en (el pueblo lo omito) de la costa de Valencia, lo que ocurría es que

eran para ocho personas, y nosotros éramos sólo tres. A los mejor, a

los fulanitos..., les podría interesar. Tortal son quince días y el

niño se lleva muy bien con los suyos, en especial con el que tiene su

edad.

¿Qué te parece?

Se quedó blanca, pero tiene muchas tablas y no tardó en reaccionar. Se

lo diré a fulanita, además lo pagaríamos entre las dos familias y nos

saldría más barato, me contestó. (Ésta no perdona los polvos ni en verano, pensé

para mis adrentos, al tiempo que me sorprendía tanta osadía). Aunque

las sesionesd de sexo eran diarias, yo no las pódía ver siempre por

razones de trabajo, pero el día que hablaron de lo del verano, les

pude escuchar. Estaban encantados. En el fondo se trataba de dos

personas que vivían de los demás, ella de mi trabajo, y él, del de su

mujer, y donde les llevaran, tan felices.

Nos juntamos a cenar en casa las dos familias y quedó todo organizado.

Paciencia, que ahopra explicaré el plan.

Si hay algo que dos seres no pueden ocultar es su enamoramiento. Una

cosa es que se vieran en casa a escondidas y otra que estuvieran las

24 horas del día juntos. La mujer del amigo se empezó a mosquedar

desde el primer minuto y un día, en la playa, me sacó el tema, primero

con vaguedades hasta que me preguntó si no sospechaba algo. Me hice el

sorprendido y lo negué con una rotundidad que le dejío atónita. Me

daba pena la mujer, porque, desde luego, con lo que trabajaba, no se

merecía lo que le olcurría. Yo, al fin y al cabo, le había dado la

idea de cornearme, aunque no me gustara cómo había sucedido.

Por la noche, en la cama (no manteníamos relaciones desde una bronca

que tuvimos a cuen ta de los de la vagina y las otras pruebas; y que

aprovechó para hacerse la despechada y digna --a que a alguien le

suena esto y le ha pasado?--, y así no tener que follar conmigo ) le

comenté lo de las sospechas de la que, en

definitiva, era su amiga. Como sólo entraba la luz de la luna, no

puede apreciar su rostro, pero me lo imagino.

--Yo creo que deberías tranquilizarla, le comenté.

--Claro, claro, me contestó.

Yo creo que esos días siguieron follando, pero, al menos a mi mujer,

se le notaba que no estaba a gusto, como si se hubiera encontrado de

bruces con una realidad que estaba ahí pero que no quería ver. No sé

cuando acabó la cosa, pero, ya en de vuelta a nuestraciudad, si se

veían en algún

sitio, no era en casa.

A mí nunca me ha tocado la lotería, pero aquel día tuve suerte. Me

había encontrado en un restaurante de Madrid a un amigo con el que

había jugado en el mism o equipo de fútbol y al que todos llamábamos

el "trípode", por razones obvias. Me quedé a

tomar un café con él, me dijo que se acababa de separar y me preguntó

por mi mujer (yo sabía que siempre le había gustado). Y no se me

ocurrió otra cosa que decirle que estaba muy guapa, más joven que

nunca pero que ya no quería follar conmigo, que me daba la sensación

que me ocultaba algo.

--No te molestes si te lo digo, pero a tu chica le encantan las pollas

grandes y no me preguntes como lo sé, porque soy un caballero.

( O sea que el sujeto que se la estaba follando, además de vago, era

un cantamañanas)

--A tí te sigue gustando.....

--La verdad es que sí

Entonces empezamos una larga conversación en la que le confesé lo que

ha´bía ocurrido; mi vocación de cornudo mirón, y feminizado, si

llegaba el caso. Decidimos

trazar un plan para que todos, también mi mujer, pudiéramos disfrutar.

Y si era posible, erradicar para siempre al cantamañanas.

Una de las fantasías de mi mujer era hacer el amor en un probador de

unos grandes almacenes. La cosa parecía sencilla pero era complicada

porque todo tenía que parecer casual.

Siempre he sido un desastre para comprarme la ropa y le propuse a mi

mujer que me

acompañara una mañana, a lo que no se negó, porque en esas cosas siempre

me ayudaba. Nos fuimos a unos grandes almacenes y después de comprarme

un par de pantalones, le dije que quería regalarle algo de ropa

interior, aunque me tuviera retirado de su vida íntima. No hay mujer

que se niegue a tal regalo. Mi mujer es de las que mira, se prueba y

desprueba, cuando, de repente, recibí una llamada urgente (era mi

amigo). "Me llaman de la oficina y aquí no hay cobertura, voy a salir

a la calle". Y me fui..

Mi amigo estaba preparado y cuando mi mujer se dirigía al probador,

apareció de improviso. Lo que pasó a continuacíón, porque me lo

contyaron los dos después, será objeto de otro relato porque demuestra

la habilidad de algunos para ligar en corto y por derecho. Con alguna

sorpresa añadida. A

la media hora, según lo convenido subí y me fui a los probadores. MI amigo había

quedado en no cerrar el pestillo. Era por la mañana, había pocas

clientas y no fue difícil dar con ellos. Abrí y....

Allí estaba, ella, haciéndole una portentoda mamada al pollón de mi amigo.

Se produjeros unos segundos de desconcierto y entonces mi mujer me

sonrió y me dijo.

No era esto lo que querías, pues ya lo tienes, pero aquí no, que nos

van a pillar. Salte, vigila si viene alguien mientras disfruto un poco

más y nos vamos los tres a casa.

Allí siguieron un rato mi amigo y mi mujer mientras yo hacía de «vigilante». Cuando salieron, me llevé la agradable sorpresa de que la cuenta en la sección de lencería estaba ya pagada. Nos fuimos al garaje y ella se fue en el coche de él. Yo iba detrás, camino de casa. No se la veía, po lo que deduje que le iba haciendo una nueva mamada o, simplemente, descansando.

Cuando llegamos, ellos se fueron en el garaje y yo aparqué en la calle. Al entrar en casa, ya andaban de morreos y con una alegría.... Se sentarón en el tresillo y yo en un sillón, enfrente. Actuaban como si yo no existiera. Se metían mano y se fueron desnudando. A mi amigo no se le apeaba la erección en ningún momento.

En un determinado momento, mi mujer me dijo que me desnudara. Se estaban riendo los dos. Entonces sacaron un paquetito, envuerlto en el papel de regalo de los grandes almacenes, y me lo tiraron.

--Es para ti...y de tu talla

Eran unas braguitas rosas que me puse imediatamente.

--Ven con nosotros a la habitación

Se tumbaron en la cama mientra yo mje sentaba en una silla ...y empezó el recital. MI amigo era, pienso yo, un follador profesional. Los besos eran interminablers, como las caricias, los lametones, las mamadas mutuas, hasta que llegó el momento de la penetración.

--Braguitas, me dijo mi mujer, ven aquí y colócame la polla en su sitio ¿supongo que te acuerdas? ja. ja. ja. Y de paso, en señal de agradecimiento, le das un beso en los huevos a tu amigo.

La erección de la polla era impresionante, con las venas hinchadas y el capullo que parecía que iba a estallar. Los huevos, grandes y redondos, estaban duros, cargados. En fin...confieso que no me disgustó atender la petición de mi mujer.

Primero la metió el capullo, y con la mano le daba vueltas para lubrificar bien el coño. Pero se quedaba en la «puerta» y mi mujer le gritaba que se la metiera ya, toda, hasta el fondo. La hizo esperar, pero cuando lo perforó, el grito de placer se debió oir en toda la casa.

Follaba mucho mejor que el cantamañanas, porque no iba de chulo, sino de amante y buscando su placer y el de ella. Un auténtico profesional. Yo ya no sabía distinguir entre gritos, orgasmos...estaba tan anodado que hasta me bajó la erección.

Cambiaban de posición, hasta que mi mujer se metió la polla en la boca y se tragó entera la eyaculación, y cuando digo entera es que fue entera. Demasiado.

MI amigo no encontraba el momento de recuperar su polla y así estuvieron bastante tiempo. Después, ella se quedó dormida y mi amigo me pidió una toalla para ducharse, tenía que irse. Se la di y me quedé a verle cómo se duchaba, como cuando jugábamos al fútbol y en los vestuarios, al menos los de entonces, no había cabinas sino que era una sala corrida con diversas salidas de agua.

Cuando mi mujer se despertó, me miró (seguía con las braguitas) y me dijo: te has salido con la tuya mariconazo. Menudos cuernos vas a llevar a partir de ahora (tendría cara la tía). Algunos días estarás presente y otros no. Ya veremos. De momento, hazme una mamadita y traeme del frigorífico un calabacín que compré ayer.

Era de grandes proporciones y mientra yo la chupaba el clítoris ella se medio metía la verdura. A estas alturas no sabía si me había casado con una ninfómana o una salida, que me las había dado co queso desde el primer día.

Habíamos llegado a dónde yo quería y ella parecía feliz, más que feliz.

Al cabo de una semana, quedé a comer con mi amigo, no con ánimo de curiosear de cómo le iba con mi mujer, sino para charlar de los viejos tiempos. En un determinado momento, le pregunté si le había molestado que le cogiera la polla y le besara los huevos, y me contestó que no.

--¿Tú eres bi, verdad? Pues yo también, me expetó.

Aquella tarde llamé a la oficina y puse una dusculpa y nos fuimos a su apartamento. Como supongo que esto no entra dentro del relato de los cornudos, simplemente diré que nos pusimos las botas los dos, pero bien puestas.

La siguiente vez que nos vimos los tres en casa, yo con mis braguitas, y escuchaba los gritos de de mi mujer de "cornudo, mariquita" y demás, me preguntaba quién ponía los cuernos a quien, o si éramos todos con todos. Que más da. Lo que quedaba claro es que el caantamañanas había desaparecido de nuestras vidas.

P. S. Al sujeto éste su mujer le echó de casa. Se tuvo que ir a su pueblo, con sus padres. donde algunos mozos le esperaban para arreglñar cuentas pendientes. Estuvo varios días en el hospital y, según dicen, quedó bastante mermado para actividades sexuales. Cosas de la vida. Moraleja, si los cuernos no se comparten, pinchan, y pueden hacer mucho daño.