Los cuatro mosqueteros (10: El regreso)

Ya de vuelta, Asun y Toni nos invitan a cenar en su casa y, finalmente, aceptamos también quedarnos a dormir. Pero nos terminamos acostando bastante tarde… ¿Os tienta saber por qué?.

Una mano me sacudía por un hombro, obligándome a salir del profundo sueño en que me hallaba sumido. Poco a poco fui abriendo los ojos y tomando conciencia del lugar y la situación: Asun y yo estábamos abrazados en una de las estrechas camas gemelas. Y era la mano de Any, mi compañera, la que había sido causa de mi despertar, mientras el marido de Asun nos miraba desde el quicio de la puerta. Tanto Toni como Any estaban ya vestidos, en una repetición con distintos personajes de la situación del día anterior.

  • ¡Venga, dormilones!. Hoy somos nosotros los que hemos ido a por el desayuno. ¡Levantaos, que hay que hacer las maletas, y ya son más de las 10!.

Me incorporé, y disfruté del largo beso de buenos días de Any. Luego, ella y Toni se fueron a preparar el equipaje de los cuatro, mientras Asun y yo, desnudos en la cocina, dábamos cuenta del café y los bollos.

A pesar de nuestra intención de emprender la marcha temprano, Toni tardó mucho en limpiar y secar el motor fuera borda, y prepararlo todo en el remolque, con lo que hasta la 1 p.m. no estuvimos dispuestos para salir. De modo que nuestra comida tuvo que consistir, por no gastar más tiempo, en unos bocadillos y refrescos comprados en la primera área de servicio del trayecto.

Any, de nuevo a mi lado en los asientos traseros, me besó en los labios, y se acurrucó contra mí. Unos instantes después, se había quedado dormida.

El viaje se complicó. Hubimos de cambiar una de las ruedas del remolque a causa de un pinchazo, y después gastamos otra preciosa hora en repararla en una estación de servicio. Y, tal y como había predicho Toni, la retención debida al peaje de la autopista, cerca ya de nuestro destino, se extendía a lo largo de 30 kilómetros, según una emisora que llevaba sintonizada.

Pero, una vez franqueado el obstáculo, el tráfico no mejoró. Dos vehículos habían colisionado más adelante -de nuevo, según la radio-, con lo que llegamos a estar parados casi una hora, y luego, el inmenso atasco se disolvió muy lentamente.

Finalmente, eran casi las 11 de la noche cuando Asun, -que había relevado varias veces a Toni durante el trayecto-, detuvo el 4x4 a la puerta de su casa.

Tuvieron lugar las despedidas de rigor. Pero ahora, los besos entre personas de distinto sexo eran en la boca. Any se entretuvo charlando con Asun, mientras yo pasaba las bolsas al maletero de nuestro auto. Luego se volvió a mí:

  • Voy a subir un momento a su casa. Necesito entrar al aseo, que a nosotros nos queda aún casi otra hora de viaje.

Una vez en casa de Toni, mientras ellas entraban juntas al baño, los hombres nos sentamos en el salón con una cerveza muy fría. Las chicas tardaron aún unos minutos. Asun se había cambiado de ropa, y ahora vestía una camiseta blanca amplia, que llegaba poco más abajo de las ingles.

(Es curioso como funcionan estas cosas. Durante los últimos días había visto de continuo el cuerpo desnudo de Asun, y había hecho el amor con ella la noche anterior. Ahora estaba más o menos vestida, pero la visión de sus largas piernas oscuras me excitó).

  • Le estaba diciendo a Any -Asun se dirigía a mí- que por qué no coméis algo antes de iros, que aún no hemos cenado ninguno.

  • Es que mañana es lunes… -protesté débilmente-.

En realidad, me apetecía mucho quedarme.

  • Si te acuerdas, yo he pedido un día libre a cuenta de los que me deben, y tú no tienes mayor problema en llamar y decir que no puedes ir, así que podemos cenar, aunque acabemos tarde -decidió Any-.

  • Si es así, ¿por qué no os quedáis a dormir, y mañana tranquilamente os vais a vuestra casa? -ofreció Asun-.

Sentí una punzada de anticipación en el bajo vientre. ¿Acaso Toni y Asun preten-dían?... Y la idea no me pareció desagradable en absoluto.

  • ¡Hecho! -exclamó Toni, ante mi silencioso asentimiento-.

  • ¿Por qué no subes las bolsas del coche? -me pidió Any-.

Minutos después, Any y yo estábamos cambiándonos en la habitación de invitados. Any se desnudó completamente, y luego deslizó un vestido de verano muy liviano por su cabeza, sin ponerse nada más. No solo fue la visión de su cuerpo desnudo, sino las implicaciones de que no se pusiera ropa interior, las que me provocaron una nueva erección.

  • ¿No se te olvida algo?. Las braguitas, por ejemplo.

  • No me digas que a estas alturas te da reparo que enseñe… Mira, lo hago simplemente porque llevo tres días desnuda casi todo el tiempo, y me he acostumbrado a no llevar algo ceñido. Pero si tienes celos

  • No, me excita muchísimo que estés desnuda bajo la ropa, ya lo sabes.

  • ¡Pues vamos, que es para hoy! -me urgió-. Quítate eso, y ponte uno de tus pantaloncitos de baño.

Encontramos a Toni y Asun en la cocina, preparando una ensalada. Toni, como yo, llevaba el torso desnudo, y un bañador por toda ropa. Los cuatro estábamos descalzos. Sentados en la misma cocina, dimos cuenta de la cena.

Después nos dirigimos al salón. Asun se inclinó para arreglar unos cojines, y pude advertir que ella tampoco se había puesto ropa interior. Luego se sentó, estirando del borde de la camiseta para cubrirse. Pero bastaba el menor movimiento para que me obsequiara con una nueva visión de su pubis entre los muslos juntos. Any se había sentado más recatadamente, tapando con cuidado sus piernas con la falda, al menos hasta donde esta llegaba.

Después de tironear vanamente de los bajos de la camiseta, Asun se encogió de hombros:

  • Me ponga como me ponga, no tengo modo de cubrirme, así que te voy a dar una ración de vista, querido. Además, no voy a enseñar nada que no hayas visto ya hasta hartarte.

Y se subió la camiseta hasta la cintura, mostrándome despreocupadamente el sexo entre sus piernas entreabiertas.

Charlamos durante un rato sobre las anécdotas de los días pasados. No era diferente de otras ocasiones, en las que los cuatro habíamos hablado de lo divino y lo humano ante unas copas.

Pero, si, si era distinto. Trataba de apartar la vista del coñito de Asun, pero era más fuerte que yo, y no podía quitar los ojos de él, con una erección que iba cada vez en aumento. Pensé que Toni no tenía un regalo igual para la vista, porque Any seguía con las piernas juntas, decorosamente tapadas. Me pregunté si me importaba que mi pareja correspondiera al espectáculo que estaba ofreciendo Asun, y advertí con cierta sorpresa que probablemente me habría molestado si fuera otro el que estaba sentado ante nosotros, pero no con Toni.

De modo que puse una mano en sus rodillas, como una caricia casual, y luego la deslicé hacia el interior de sus muslos, subiéndole la amplia falda hasta la ingle. Any me miró, extrañada, pero seguramente comprendiendo mi intención, entreabrió las piernas, mostrando sin duda su vulva a las miradas del otro hombre. Una mirada rápida, me confirmó que en la entrepierna de él había otro bulto como el mío.

La mano de Toni fue entonces al escote de su mujer, y comenzó a acariciar uno de sus pechos bajo la tela. Con el movimiento, la prenda se deslizó, dejando al aire un hombro y el seno que la mano de Toni parecía estar amasando.

  • Se me ocurre… ¿os apetece bañaros? -el ofrecimiento era de Asun-.

  • El agua de vuestra piscina debe estar fría -objeté-.

  • No se refiere a la piscina, que no sé si recordáis que cierra a las 7 -aclaró Toni-. Tenemos un jacuzzi en el que, aunque un poco estrechos, podemos caber los cuatro.

Se levantó, sin esperar nuestra aprobación.

  • Perdonadme, voy a preparar el agua

Ahora ya no me quedó ninguna duda de que las chicas habían tramado aquello a nuestras espaldas, pero no me sentí molesto, sino que, por el contrario, la idea de disfrutar del sexo los cuatro juntos me resultaba de lo más estimulante. Expresé mis pensamientos en voz alta:

  • Os habéis puesto de acuerdo, ¿verdad, brujas?.

  • Oye, si no quieres, nos vamos y ya está -replicó Any-.

Pero su sonrisa pícara era la mejor prueba de que yo había acertado, y de que a ella le agradaba también la idea. Y de que no tenía la menor intención de marcharse.

El otro hombre apareció en ese momento en el dintel de la puerta. Se había quitado el bañador, y su pene apuntaba hacia delante, completamente erecto.

  • ¿No pensaréis bañaros vestidos? -preguntó-.

Con absoluta tranquilidad, se dirigió hacia Any, pasando ante mí. La tomó de una mano, tirando de ella para que se pusiera en pie.

  • ¿Te importa, Alex? -me preguntó-.

Pero no esperó la respuesta. Tomó los bajos del vestido de Any, subiéndoselo hasta la cintura. Any elevó los brazos sobre la cabeza, para facilitar el siguiente movimiento. Y el hombre acabó de desnudarla. Luego, se dirigió con ella aún tomada de la mano hacia fuera del salón.

La insinuación era clara. Asun me miraba expectante, sentada frente a mí. Me quité también el bañador, del que surgió mi verga completamente horizontal. Después me incliné sobre la chica, y la despojé igualmente de la única prenda que la cubría. Luego, pasé las dos manos en torno a su cintura, y tiré de ella hasta que su cuerpo desnudo quedó pegado al mío. Ahora fue ella la que pasó un brazo en torno a mis caderas, y me condujo hacia la puerta.

En el inmenso cuarto de baño, Toni y Any estaban sentados en el fondo de una enorme bañera redonda, en la que burbujeaba el agua tibia y ligeramente perfumada, con sendas copas de cava helado en la mano. En un taburete, la botella introducida en un cubo con hielo, y a su lado dos copas esperaban por nosotros.

Mientras Asun se introducía también en la bañera, yo escancié el cava, le entregué una copa, y me senté entre las dos mujeres, frente a Toni. No sobraba el espacio, pero manteniéndome con las rodillas flexionadas, como todos los demás, la bañera era suficiente para alojarnos a los cuatro, tal y como habían anunciado.

Durante unos segundos, bebimos en silencio. Nadie parecía querer tomar la iniciativa, de modo que me decidí a hacerlo. Dejé la copa en el borde, y mis manos fueron a parar cada una a un pecho de una de las chicas, acariciándolos con la palma, hasta que noté que los dos pezones empezaban a elevarse.

Miré a Toni. Este estaba haciendo exactamente lo mismo. Tenía una de sus manos en el blanco seno libre de Any, y la otra en el pecho oscuro de Asun. Yo sabía que Any tenía los pezones muy sensibles, y sus ojos cerrados con la cabeza echada hacia atrás, eran la mejor prueba de que estaba disfrutando las caricias. Probé a inclinarme sobre Any, y atrapé entre los labios el pezón erecto que quedaba más cerca de mi boca, sin que mi mano perdiera el contacto con el pequeño seno color cacao de Asun.

Toni no tardó nada en imitarme, tomando el otro pecho de Any en su boca. Mi pareja comenzó a suspirar muy quedo, y pude observar que la mano que tenía más alejada agarraba el pene de Toni.

Sentí en mi espalda el contacto de los pechitos de Asun, ahora arrodillada detrás de mí. Pasó los brazos en torno a mi cintura, acariciándome el vientre unos instantes, y luego una de sus manos descendió hasta encontrar mi verga inflamada.

Toni tenía ahora la otra mano libre, y no tardó en ocuparla en acariciar arriba y abajo la vulva de Any. Los suspiros de la chica se convirtieron en gemidos, en tono cada vez más alto.

A pesar de las burbujas, de vez en vez podía ver fugazmente los dedos de Toni entrando y saliendo de la vagina de mi pareja. La oscilación de sus caderas me indicó que estaba próxima al orgasmo, y comencé a morder ligeramente el pezón que tenía en la boca.

Y, finalmente, explotó. Sus caderas se agitaron, y de su garganta brotaron intensos gemidos de placer. Y después se desmadejó en el agua tibia, y abrió los ojos, dirigiéndonos una mirada chispeante a los dos hombres:

  • ¿Sabéis?. Siempre he tenido la fantasía de ser "atendida" a la vez por dos varones

Yo conocía sus gustos y sus reparos, y entendí perfectamente. Asun, no.

  • ¿Quieres decir que uno te folle por delante y otro por detrás al mismo tiempo?.

  • No, no, -protestó Any-. No hemos probado nunca el sexo anal, y no me agrada la idea

Advertí que Asun estaba "desatendida", como había dicho la otra chica:

  • ¿Tú tienes también esa fantasía?.

  • Mmmmm, en este momento, sí.

Me puse en pie, y me deslicé tras ella, sentándola sobre mis muslos. En esa postura, no alcanzaba sus pechos con la boca, pero mi mano se introdujo entre sus piernas, tentando su vulva entreabierta. Toni se arrodilló delante, y lamió alternativamente sus senos, tironeando con los labios sus pezones erectos. Dos de mis dedos invadieron su vagina, entrando y saliendo de ella, mientras que la palma de mi mano masajeaba el resto de su sexo.

Sorprendido, advertí que Any se estaba masturbando, sola en un extremo de la bañera. Solo lo había hecho antes un par de veces, en la intimidad de nuestro dormitorio.

  • Eso se comparte, cariño. ¿Por qué no te sientas en el borde, para que todos podamos verlo? -la invité-.

Any no se lo pensó dos veces. Salió del agua, y adoptó la postura que yo le había sugerido, a un costado del trío que formábamos los dos varones con Asun. Con gesto lúbrico, se abrió mucho de piernas, y separó sus labios mayores con las palmas de las dos manos, mostrándonos hasta el último resquicio de su vulva, con la entrada de la vagina ligeramente dilatada por efecto de los dedos de Toni.

Luego, introdujo tres de sus dedos, y reinició su sensual masturbación. La mano libre comenzó a amasar sus pechos, y nuevamente sus suspiros fueron subiendo de tono, indicando la proximidad de otro clímax.

Sentada de espaldas a mí, Asun se contorsionaba espasmódicamente. La breve conversación sobre el sexo anal me había recordado algo, así que acaricié con el dedo índice de la otra mano la entrada de su ano, y traté de introducírselo levemente. Finalmente, conseguí meter en su interior como tres centímetros, y lo moví circularmente, muy despacio, sin cesar ni por un momento en el mete y saca de los dedos de la otra mano en su vagina. Las caderas de la chica comenzaron a oscilar adelante y atrás, cada vez más rápido. Se aferró a mis muslos, y chilló convulsivamente. Su orgasmo duró muchos segundos. En un momento parecía relajarse, pero luego reiniciaba las contracciones de sus caderas, y gemía nuevamente, en otra oleada de placer, hasta que finalmente, se abandonó entre mis brazos.

Any estaba en ese momento a su vez a punto de venirse de nuevo. Con los ojos desencajados y la boca entreabierta, gemía rítmicamente. Toni abandonó los pechos de su mujer, y se volvió, arrodillándose ante Any. Le apartó las dos manos, que seguían estrujando su vulva, y la penetró sin esfuerzo. Ella se aferró a su espalda, y rodeó con las piernas la cintura del hombre, apretándose contra él. Y su orgasmo volvió, en grandes contracciones que elevaban sus gemidos en tono muy agudo, mientras apretaba con brazos y piernas el cuerpo de Toni. Este aceleró sus movimientos, y suspiró ruidosamente, mientras se venía en el interior de Any. Luego volvieron a introducirse en la bañera, acariciándose.

Yo también estaba al mismo límite, necesitando imperiosamente descargar la tensión de mis genitales, mantenida durante demasiado tiempo. Me senté en el borde de la bañera, de frente a los otros dos, y atraje a Asun contra mi cuerpo. Ella colaboró, sentándose sobre mi pene, que se enterró profundamente en su vagina. Asun comenzó a elevar y bajar su trasero redondito sobre mí, extrayendo mi pene para después volver a introducírselo. De vez en cuando, oscilaba las caderas circularmente, en los momentos en que mi verga se encontraba totalmente dentro de ella. No resistí mucho. Mi eyaculación brotó en su inte-rior, produciéndome un placer intensísimo.

Asun debió notar el final de mi venida, se levantó, y luego adoptó la misma postura de Any, sentada en el borde con las piernas abiertas, e igualmente separó con ambas manos sus abultados labios mayores sin sombra de vello. Antes de que comenzara a descender mi erección, me apresuré a insertar de nuevo mi pene en su interior, de rodillas ante ella, reproduciendo el coito de Toni y Any. Y Asun no tardó tampoco mucho esta vez en correrse, llenando mi cuello de pequeños mordiscos, en el ansia de sus profundas contracciones.

Cada chica se arrimó entonces a su pareja, y menudearon los besos y las caricias. Acabamos la botella, y Toni, chorreando, salió de la bañera para dirigirse al frigorífico, de donde volvió con otra.

Estábamos en la primera copa, cuando Asun rompió el silencio satisfecho de los cuatro:

  • Yo también tengo una fantasía, como Any. Veréis, siempre he soñado con estar tendida boca arriba, y que varios hombres me… lo hagan por turno. Me encantaría que la cumplierais vosotros dos, ¿sí?.

Y nos miró con los ojos brillantes.

  • Vas a tener que esperar un ratito, hermosa -intervino Toni, señalando su propio pene-. Este no está aún por la labor

  • Seguro que Any y yo encontramos el modo de poneros de nuevo en forma

Instantes después, tras secarnos someramente, estábamos los cuatro de nuevo en el salón. Toni y yo, sentados en un sofá, nos sometíamos de buen grado al "tratamiento" de las chicas, arrodilladas ante nosotros. En algunos momentos, dos bocas y cuatro manos se dedicaban en exclusiva a mi pene, o al de Toni. Otras veces, cada uno tenía la boca de una chica subiendo y bajando por el tronco, no siempre la misma, porque se alternaban, y en ocasiones era el rostro oscuro de Asun el que tenía los labios sobre mi verga, mientras Any hacía lo mismo con la de Toni, y luego cambiaban sus lugares, dedicándose Any a mí, al mismo tiempo que Asun se introducía en la boca la herramienta de su marido.

Y unos minutos después, el "tratamiento" había surtido efecto. Los dos varones mostrábamos una clara erección, y estábamos dispuestos a complacer a Asun. Pero, tras un cuchicheo, fueron las dos las que se tendieron boca arriba sobre la amplia mesa redonda del comedor, previamente despejada, costado con costado.

Any es la que estaba más cerca de mí, y fue ella la que recibió en su interior mi dureza readquirida, mientras Toni hacía lo propio con su mujer. Segundos después, hice una seña a Toni, e intercambiamos las posiciones, poniéndose él entre los muslos de Any, mientras yo hacía lo propio con Asun.

Fue Any la primera en alcanzar un nuevo orgasmo, en un momento en el que era yo quién la embestía, cada vez más excitado. Los pechos de Asun estaban al alcance de mi mano, y llevaba ya unos momentos acariciándolos. Toni, seguramente ignorante de que la saciada Any se desperezaba sensualmente sobre la mesa, hizo intención de cambiar de pareja, pero Asun no se lo permitió. Abriendo y cerrando espasmódicamente las piernas, se corrió de nuevo ruidosamente.

Momentos después, oímos la voz de Asun en tono bajo, dirigiéndose a su pareja:

  • ¿Te has corrido tú, cariño?.

Este le confirmó que no. Entonces la chica elevó el torso, mirándome.

  • ¿Y tú, cielo?.

Yo tampoco lo había hecho.

Asun se bajó de la mesa, y entró en el dormitorio, ante la extrañeza de nosotros tres. Volvió con las manos a la espalda, poniéndose ante Any.

  • Si confías en mí, vas a conocer el mayor placer que hayas sentido en tu vida, pero no haremos nada que tú no quieras. Abandónate, que te prometo que no te arrepentirás.

Any asintió. Entonces, Asun tiró de su mano para bajarla de la mesa. Condujo a la otra chica a uno de los sofás, le habló al oído, y le vendó los ojos. Luego la guió hasta que Any quedó arrodillada, con los pechos apoyados en el respaldo, y ano y vulva expuestos entre sus muslos entreabiertos. Luego, nos mostró los otros objetos que había ocultado hasta entonces: un estrecho consolador, apenas poco más grueso que mi dedo, y un pequeño tarro de vaselina.

Entregó el consolador a Toni, que comenzó a calentarlo con la boca. Luego, se embadurnó el dedo de vaselina, y lo puso sobre el estrecho orificio posterior de Any, que se estremeció con el contacto.

  • Por favor, no me hagáis daño… -gimíó-.

Pero no se retiró, tal y como yo preveía. El dedo de Toni relevó al de su mujer en sus caricias circulares sobre el ano de mi pareja. Tras unos segundos, se subió el también sobre el sillón, y la penetró, dejándole su pene profundamente alojado en la vagina, pero sin moverse. Luego, puso la punta del juguete en el otro orificio, y oprimió ligeramente. Muy poco a poco, lo fue deslizando en su interior.

Any sollozaba con los ojos muy abiertos.

  • ¿Te estoy haciendo daño, cariño? -preguntó Toni a su espalda-.

  • Por favor sigue, Toni, no te detengas -gimió Any-. Teníais razón. No duele, sino que me está causando un placer enorme

Sentí entonces una mano y la boca de Asun sobre mi pene. Pendiente como estaba de la escena que se desarrollaba ante mis ojos, no había advertido que la chica se había acuclillado ante mí. Aún concentrado en las sensaciones que me estaba produciendo la boca que lamía golosamente mi falo, centré de nuevo mi atención en los otros dos.

Más de la mitad del consolador había quedado alojado en el recto de Any, que temblaba como si tuviera fiebre. Toni comenzó a moverse entonces adelante y atrás, al mismo tiempo que su mano extraía y volvía a introducir el consolador en el otro orificio. Y Any alternaba los sollozos con gemidos de placer, mientras se acariciaba rápidamente el clítoris con una mano.

Asun se levantó, cesando en sus caricias sobre mi pene. Mi decepción inicial se trocó en otra cosa, cuando advertí que adoptaba la misma posición que Any, en el segundo de los sofás. Me acerqué a ella. Sobre la mesa de centro, en una bandejita, había otro consolador, y un segundo tarrito de vaselina.

Volvió la cabeza, sonriéndome:

  • Conmigo puedes utilizar los dos juguetes, el de carne y el otro, por cualquiera de los agujeritos

Tomé una porción de vaselina, y la extendí por la circular rugosidad, que se estremeció, contrayéndose con el contacto, para luego relajarse de nuevo. Sin ninguna dificultad, como antes, una pequeña porción de mi dedo quedó aprisionada por su esfínter.

Calenté en mi boca el pequeño pene metálico, impregnándolo de saliva. Luego, lo introduje poco a poco en la estrecha entrada, extrayéndolo de vez en cuando, para volver a presionar luego un poco más, hasta que finalmente la casi totalidad del instrumento desapareció en su interior.

Se escuchaba un zumbido en tono bajo a mi espalda, y los chillidos descontrolados de Any, que debía estar experimentando un orgasmo intensísimo, pero yo apenas prestaba atención a lo que sucedía en el otro sofá.

Como Toni, la penetré por la vagina, loco de deseo, pero sin olvidar mover dentro y fuera el pequeño cilindro, al mismo tiempo que lo hacía mi pene en su dilatada abertura, y mi otra mano pellizcaba su clítoris asombrosamente inflamado. Las caderas de Asun comenzaron a impulsar su pelvis adelante y atrás al ritmo de mis embestidas, y entonces, la eyaculación me sorprendió a mí mismo. Era tal mi excitación, que no había sido consciente de que estaba a punto de venirme, hasta que brotaron los chorros calientes de mi semen en el interior del cuerpo de la chica.

Uno de mis dedos encontró el pequeño interruptor, y el juguete comenzó a vibrar en mi mano. Ahora era Asun la que intercalaba los sollozos con agudos gemidos, oscilando convulsivamente las nalgas.

Y finalmente, llegó su orgasmo. Estremeciéndose de pies a cabeza, gritó sin control, arañándome la mano que tenía entre sus piernas.

Apagué el juguete, y extraje pene y consolador del interior de su cuerpo. Asun se derribó, más que tumbarse, boca arriba en el sofá. Y yo me tendí sobre ella, soportando el peso de mi tronco sobre uno de mis codos, para no aplastarla.

Me tomó con sus dos manos por las mejillas, y me besó ansiosamente. Luego, arrimó su mejilla a la mía, y me mordió ligeramente una oreja:

  • Cuando te sientas preparado, serás tú el que conozca el placer de tener el consolador insertado mientras copulamos

Mi vista se dirigió entonces al otro sofá. Tendida de costado junto al cuerpo de Toni, una satisfecha y sonriente Any arañaba suavemente las tetillas del hombre.

Any y yo hemos tenido sexo, y muy ardiente por cierto, todas las noches desde aquel día.

Hemos analizado desde todos los ángulos nuestra recién iniciada relación con Asun y Toni, y hemos concluido que seguimos enamorados uno del otro, y que nuestro amor no puede ser influido por el hecho de entregarnos a nuestros amigos, solos o en grupo.

Any tiene la fantasía de proponerles que cada chica pase una noche en casa de la otra, con las parejas cambiadas, y a mí me excita tremendamente la idea. Veremos qué les parece a ellos.

El próximo fin de semana, nos vamos los cuatro a un hotel, y hemos decidido que la primera noche cada mujer se acostará con el varón de la otra pareja, y que la segunda la dedicaremos al sexo en grupo.

¡Ah!. Mi chica luce ahora su coñito completamente rasurado, sin sombra de vello, como el sexo, "chocolatito con fresa", de nuestra amiga Asun.

Estamos a jueves, mañana nos recogerán Toni y Asun, y nos pondremos en camino. Solo de pensarlo, y a pesar de que hace un rato que Any y yo hemos follado como locos, siento que mi pene crece inconteniblemente.

Any está dormida a mi lado, con los labios fruncidos en una leve sonrisa. Me gustaría saber qué sueña.

Levanto la sábana, y contemplo su desnudez. Un estremecimiento de deseo me recorre el cuerpo. Le separo las piernas, y la penetro. Ella gime levemente, sin duda confundiendo la realidad con un sueño erótico. Luego abre los ojos, se abraza a mí, y se entrega completamente

Bueno, aquí iba originalmente la palabra F I N. Pero sucede que les he tomado cariño a estos personajes, y no descarto en absoluto volver a contaros nuevas historias sobre ellos. Sobre todo si me decís que la serie ha sido de vuestro agrado. De modo que solo diré: Any, Asun, Toni, Alex, ¡hasta pronto!.

A.V. octubre de 2003.

¿Te ha gustado?. ¿Qué opinas sobre el intercambio de parejas?. ¿Lo has practicado alguna vez?. ¿Y sobre el sexo en grupo?. ¿Fantaseas sobre ello, sola/o o con tu pareja?. Me gustaría recibir vuestros comentarios al respecto.

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