Los cuatro mosqueteros (05: La invitación)

Después de verles “en acción” en una cala desierta, ¿qué podíamos pensar cuando nos invitan a acompañarles al mismo lugar?.

Advertencia previa: esto va de intercambio de parejas. Pero me resulta muy difícil condensar una historia en cuatro hojas, porque me gusta explicar cómo se inician las cosas, y por qué sucede lo que sucede, de modo que me han salido nada más y nada menos que 10 capítulos. Puede que los aficionados al género se impacienten un poquito al principio. Paciencia, y seguid la serie, que no quedaréis defraudados, palabra.

El lunes en la tarde estaba solo en casa, porque Any tenía hora en la peluquería. Sonó el teléfono:

  • ¡Hola, Alex!. Soy Asun.

  • ¡Hola, cielo!. Ya te había conocido la voz.

  • Verás, el jueves es festivo, y Toni y yo habíamos pensado hacer unas minivacaciones en el pueblo de Almería donde estuvimos este verano. Y se nos ha ocurrido que, si Any y tú podéis tomaros el viernes libre, a lo mejor os apetecía acompañarnos.

Recordé fugazmente el vídeo de Toni y Asun en la playa desierta, el cuerpo desnudo de la chica tendida sobre la toalla. Y me excité inmediatamente. Asun debió recordarlo, porque su voz sonó un poco avergonzada.

  • Bueno, no quiero que penséis… después de lo del otro día. Sí que habíamos hecho intención de volver a la playa… Pero, si venís vosotros… Pues, que no

No sabía qué decir para no sonrojarla más. Mejor, dejarlo como estaba.

  • Mira, supongo que no habrá ningún problema, y a mí me apetece mucho. Luego lo hablaremos Any y yo, pero… Se me ocurre que nuestra presencia puede cohibiros.

  • Tampoco nos vamos a morir por no quitarnos los bañadores, por una vez. Y acompañados por vosotros, seguro que lo pasaremos mejor.

  • Bueno, pues ¿cómo es el plan?.

  • Toni ha hablado esta mañana con el hombre que nos alquiló la casa. La tiene libre, y nos la deja todo el fin de semana. Estaremos cómodos, porque tiene dos dormitorios, y podemos hacer excursiones, y bueno… seguro que os apetece también estar en una playa sin gente, aunque no

Se interrumpió, y continuó con otro tema.

  • Hemos pensado que nosotros tenemos que llevar el remolque con la zodiac, y como además nuestra casa está muy cerca de la salida de la autopista, pues podéis dejar vuestro coche en el garaje de casa, y nos vamos los cuatro en nuestro todoterreno. Eso sí. Tendríais que estar muy temprano, porque son muchos kilómetros, y así podríamos aprovechar algo del primer día. ¿Qué te parece?.

  • Encantado. Ya te he dicho que no creo que Any tenga problemas, porque la deben días libres, y yo no tengo más que decir en el despacho que se apañen sin mí el viernes.

  • ¿El jueves a las 6, entonces?.

  • De acuerdo.

  • Bueno, Alex, hasta el jueves a las 6. No te digo que seáis puntuales, porque ya sé que sois como un reloj.

  • Hasta el jueves, preciosa.

Any se mostró encantada con la idea, a pesar de que le conté a mi modo la conversación con Asun:

  • ¿De veras has aceptado que nos desnudemos con ellos en esa playa?.

La miré con seriedad fingida:

  • Hay más. Asun me dijo que si a ti no te importa dormir con Toni, pues que ella y yo compartiremos el otro dormitorio.

Any me miró con una sonrisa forzada:

  • ¡Estás de broma!.

  • Te aseguro que no. Verás, a mí me apetece mucho acostarme con Asun, e imagino que tú no le harás ascos a echar un polvo con Toni, que está muy bien.

  • ¿De veras no te importaría que follara con Toni?.

Yo seguía la broma, muy serio.

  • Ya te he dicho que no. ¡Fíjate!. Hasta me encantaría veros a los dos, mientras se la meto a Asun. Pero ahora, tenemos que entrenar

  • ¿Cómo entrenar?.

  • Sí, boba, para que después ya no te haga sensación. A ver, cierra los ojos.

Any me obedeció, sin saber qué pensar.

  • Bueno, pues ahora, imagina que este es el dedo de Toni.

Mi mano se deslizó bajo la falda, y mi dedo índice resiguió una de sus ingles. Luego me ensalivé el dedo y lo introduje por debajo de la braguita, y recorrí de arriba abajo la rajita de Any, que se estaba excitando a ojos vistas.

  • Toni quiere quitarte ahora las braguitas

Any se dejó hacer. Levanté la falda, dejando al descubierto su sexo, y separé ligeramente sus piernas.

  • Toni está contemplando ahora tu coñito. ¿Qué sientes?.

Las piernas de Any se juntaron en un acto reflejo. Luego sonrió, y las abrió, mostrándome de nuevo su vulva, ahora ligeramente húmeda, y no sólo por mi saliva.

  • ¡Eres un estúpido!. Por un momento, sentí de verdad que estaba enseñando a Toni el

  • Esto es un entrenamiento, ya te lo he dicho, y tendrás que abrirte de piernas ante Toni. Así que más vale que te vayas acostumbrando

Any abrió los ojos, y me dirigió una mirada especulativa. No sabía qué pensar. Se puso en pié:

  • Quiero desnudarme para ti, Toni.

En dos movimientos, la falda quedó libre, y cayó al suelo. Any quedó desnuda de cintura hacia abajo. Luego, se desabrochó la camisa, y se tendió de nuevo sobre el sofá. No llevaba sujetador, de modo que la totalidad de su cuerpo era ahora visible. Me quité rápidamente la ropa, y me arrodillé entre sus piernas.

  • Tienes que hacer un esfuerzo ahora, e imaginar que la lengua que te está acariciando es la de Toni.

La lengua de "Toni" lamió muy despacio de arriba abajo el interior de sus vulva, deteniéndose cada vez que llegaba a la parte superior, en los pliegues que protegían su clítoris. Después, la boca de "Toni" mordisqueó de forma indolora sus labios mayores. Cada mordisco era acompañado por una elevación de la pelvis de Any, que apretaba su sexo contra mi boca.

Pasé una mano bajo sus nalgas, elevándola lo suficiente como para que ahora su sexo quedara al alcance de mi pene. Ayudándome con una mano, acaricié largamente con el glande inflamado su rosado interior, completamente húmedo.

Luego, dediqué mi pene a penetrar su entrada apenas dos centímetros, moviéndolo circularmente en la misma entrada. El extremo brillaba con la lubricación, y resbalaba suavemente cada vez que, abandonando las ligeras penetraciones, volvía a seguir el camino entre sus abultados labios, deteniéndose unos instantes para acariciar la pequeña dureza escondida entre los pliegues inflamados que la protegían.

En una de las ocasiones en que mi falo exploraba la entrada de su cuevita, ya ligeramente dilatada, una contracción de Any lo introdujo casi hasta la mitad. Tomándola por las caderas, la atraje contra mi cuerpo, hasta que la penetración fue completa.

Any se apoyó con los codos, haciendo bajar y subir sus nalgas sobre mis muslos, mientras se amasaba los pechos, que mis manos no podían atender.

Mi eyaculación se produjo enseguida. Oleadas de placer irradiaron desde el pene a mi vientre, una y otra vez, hasta derramarme completamente en su interior. Any no había tenido aún su orgasmo, aunque seguramente estaba ya próximo. Con los ojos cerrados, y la cabeza echada hacia atrás, gemía en tono cada vez más alto. Continué atrayéndola contra mi cuerpo, para luego hacerla descender ligeramente, y luego tirar de nuevo de sus caderas, hasta que por fin, sus gemidos se convirtieron en un grito entrecortado.

Se quedó muy quieta durante unos segundos. Luego abrió los ojos y me sonrió.

Estábamos abrazados en nuestra cama, minutos más tarde. Dormir desnudos se había convertido en una costumbre en los últimos tiempos, y me encantaba acariciar sus pezones, y sentir como crecían poco a poco entre mis dedos. De cuando en cuando nuestras bocas abiertas se encontraban, y su lengua exploraba el interior de la mía.

En un momento dado, percibí que su mente estaba en otro sitio, y sus ojos me miraban sin verme. Se incorporó sobre un codo, con sus ojos clavados en los míos:

  • Oye Alex, en serio: ¿es cierto que Asun y tú habéis quedado de acuerdo en que… ya sabes… dormir ella contigo y yo con Toni?.

Me eché a reir.

  • ¿No te lo habrás creído?.

  • Al principio, no, pero… ¡lo decías tan serio!.

  • No, mi amor, ¡serás boba!.

Any me acarició los labios con la yema de uno de sus dedos.

  • Pero, es que no sé si habrás caído en las implicaciones. Mira, vamos a ir con ellos a la playa en la estaban haciendo el amor, en el vídeo aquel

Lo pensé unos instantes. Al menos, había que aceptar que, si fuéramos nosotros los que aparecíamos en el vídeo, nos habría dado mucho reparo volver a ella acompañados de una pareja que lo había visto…. No sabía qué pensar.

  • Alex, cariño… ¿Se espera que nosotros también nos desnudemos?. La idea me da muchísima vergüenza.

Le conté la conversación con Asun, esta vez sin adornos, tal y cómo había transcurrido.

  • Ya ves, no tienes que desnudarte si no quieres.

Hicimos el pequeño equipaje el mismo miércoles en la tarde, para poder levantarnos un poco más tarde al día siguiente. Después de dudar si llevar la videocámara, decidí que no, porque de seguro Toni y Asun no prescindirían de la suya. Pero comprobé la bolsa de la cámara digital, y tomé unas baterías de repuesto.

Llegamos al pueblo pasadas las 2 pm. Habíamos hecho poco antes una parada rápida, para comer unos bocadillos, y luego Toni hubo de detenerse para recoger las llaves de la casa y pagar. Cada uno puso la mitad, y luego decidimos hacer un fondo para los gastos de aquellos días, que Asun se encargaría de guardar.

Comprobé que, además de por el remolque, el todoterreno era obligado para llegar hasta la casa. Un camino de tierra apisonada, que se desviaba de una carretera secundaria a las afueras del pueblo, llevaba hasta ella. En ocasiones, el camino quedaba borrado en un pedregal, para continuar más adelante. Pero el sitio, tal y como habían anunciado, era espectacular.

La casa estaba situada en una ladera, por lo que la parte trasera quedaba en un plano más alto. En ella, un amplio porche se abría a una extensión inmensa de terreno, tapizada con escasos matorrales, al fondo de la cual se adivinaba el mar. No había ninguna otra construcción en todo lo que abarcaba la vista, ni se veía persona alguna por los alrededores.

Tenía dos dormitorios, uno más grande con una cama de matrimonio, y otro con dos camas gemelas, separadas por una mesilla. Una pequeña cocina, un aseo sin bañera pero con una cabina de ducha, y un salón con una cristalera que se abría al porche. Eso era todo, pero no hacía falta nada más. Decidí que era un lugar ideal para las próximas vacaciones, suponiendo que Toni y Asun estuvieran dispuestos a compartirlas con nosotros.

Una moneda al aire decidió que la otra pareja utilizaría el dormitorio grande, mientras que nosotros tendríamos que conformarnos con dormir separados.

Decidimos aprovechar el resto de la tarde en conocer la playa cercana al pueblo, porque para cuando terminamos de colocar nuestro escaso equipaje en los armarios, eran más de las 4 pm.

Nada más llegar a la playa, que no estaba demasiado concurrida, Asun decidió prescindir del sujetador de su biquini, con absoluta naturalidad. Any se lo pensó, pero finalmente no la imitó. Nos fuimos a pasear por el borde de la arena, con las perezosas olas mojándonos de vez en cuando los pies descalzos. Como a medio paseo, y aprovechando un momento en que Toni y Asun caminaban delante de nosotros, una Any algo ruborizada liberó sus hermosos pechos de la opresión de la parte superior de su bañador.

Un momento después, la otra pareja se volvió. La cara de Any se puso como la grana, pero apretó los labios y permitió que la mirada de Toni recorriera sus senos.

  • ¡Vaya!, parece que finalmente te has decidido a imitarme -exclamó risueña Asun-. Yo me he acostumbrado a no ir oprimida, y siempre que el lugar lo permite, prescindo del sujetador. Y además, ¿qué razón hay para que los hombres puedan llevar el torso desnudo y nosotras no?.

(Había dos "razones", pero no dije nada). Verdaderamente, era más cuestión de costumbre que otra cosa. Y además, no eran las únicas. Por el camino, aquí y allá, habíamos podido ver a varias mujeres tomando el sol con los pechos desnudos.

Poco después, Any se había acostumbrado, y se comportaba con la misma naturalidad de siempre.

Sólo volvieron a ponerse la parte de arriba, ya de noche cerrada, para una cena rápida en la terraza de un restaurante, en la misma calle que bordeaba la playa, dónde nos prepararon también recipientes con comida que pudiera consumirse sin calentar.

La idea era salir temprano al día siguiente, por lo que nos fuimos a acostar en cuanto llegamos. Un rato después, en el absoluto silencio de aquella casa aislada, oímos los gemidos casi inaudibles de Asun.

Any y yo aún estábamos despiertos. Aquella noche ninguno de nosotros había hecho intención de hacer el amor, precisamente un poco "cortados" por la cercana presencia de los otros en la habitación contigua. La idea de Asun y Toni disfrutando del sexo a pocos metros de nosotros, me provocó una inmediata calentura. Encendí la luz. En la otra cama, el cuerpo desnudo de Any, vuelto hacia mí. Y su mirada, con clara expresión de deseo, clavada en mi pene, que se endurecía por momentos.

  • ¡Me importa un pepino que nos oigan o no! -susurré-.

Me tendí de frente a Any, en su cama, y lamí uno de sus pechos, mientras mi mano se introducía entre sus muslos. Any se abrazó estrechamente a mí, y buscó mi boca con la suya entreabierta.

A.V. Octubre de 2003.

¿Te ha gustado?. ¿Qué opinas sobre el intercambio de parejas?. ¿Lo has practicado alguna vez?. ¿Y sobre el sexo en grupo?. ¿Fantaseas sobre ello, solo/a o con tu pareja?. Me gustaría recibir vuestros comentarios al respecto. ¡Ah!, y no dejes de leer la continuación.

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