Los cuatro mosqueteros (02: La cinta equivocada)

Asun y Toni se empeñan en que veamos unas filmaciones tomadas durante sus vacaciones. (Vaya "rollo", ¿no?). Sólo que Toni nos puso una cinta que no quería que viéramos. ¿Imagináis el contenido?.

Advertencia previa: esto va de intercambio de parejas. Pero me resulta muy difícil condensar una historia en cuatro hojas, porque me gusta explicar cómo se inician las cosas, y por qué sucede lo que sucede, de modo que me han salido nada más y nada menos que 10 capítulos. Puede que los aficionados al género os impacientéis un poquito al principio. Paciencia, y seguid la serie, que no quedaréis defraudados, palabra.

No os he hablado de "Los cuatro mosqueteros". En nuestra época en la Universidad, había un par de chicas que siempre andaban juntas, hasta el extremo de que muchos pensaban que entre ellas había… "lío", ya me entendéis: Any y Asun. A mí desde el principio me gustó mucho Any, e hice todo lo posible para arrimarme a ella. Pero había un problema: la otra chica. Toni y yo éramos inseparables, casi como hermanos, de modo que le pedí como favor que me la entretuviera. Al final, terminamos formando un grupo de dos parejas. Estábamos siempre en primera fila en todos los follones: ¿qué había que protestar porque un profesor se había "cargado" a media clase en las evaluaciones finales?. Pues ahí nos tenían a los cuatro, en primera línea.

Total, que el resto de los chicos y chicas empezaron a llamarnos "Los cuatro mosqueteros". Al final, Asun y Toni se casaron nada más acabar la carrera. Todos suponían que había dejado embarazada a Asun, menos Any y yo que sabíamos que no.

Cuando Any y yo conseguimos nuestro primer empleo, nos fuimos a vivir juntos. Pero la amistad con la otra pareja se mantuvo a lo largo de los años. Nos veíamos al menos una vez al mes, alternativamente en su casa y en la nuestra, sobre todo en invierno. La pareja invitada pone la bebida, la otra aporta la cena, y después jugamos a cartas, o vemos la televisión, o una película en DVD.

En otras ocasiones, salimos a cenar, al cine, o a una discoteca. Hay mucha confianza entre todos, y muy "buen rollo". Vamos, que nos tratamos casi, casi, como hermanos. (O nos tratábamos, que ahora las cosas han cambiado, y de ello va esta historia).

Ahora caigo en que no os los he presentado. Toni es un poco más bajo que yo, mide alrededor de 1,80. No es un "musculitos", pero se mantiene delgado sin hacer nada especial, y dice Any que está bien formado. Tiene el pelo castaño, que parece rojizo cuando le da el sol, y los ojos claros. Se parece a mí en que no tiene apenas vello corporal, salvo en los antebrazos y en las piernas, aunque es algo más abundante que el mío.

Asun es una verdadera belleza. Ha heredado de su padre, de origen africano, el pelo negro ensortijado, que lleva siempre muy cortito, y unos ojazos también negros como la tinta. La mezcla de razas ha conseguido una piel de color canela, y ha suavizado un poco la forma de su nariz, aunque la tiene ancha en la base, pero a mí me resulta atractiva, y supongo que a Toni mucho más. Afortunadamente, también ha heredado unos labios rellenos, de color más oscuro que su cutis, que hacen que su rostro sea un tanto exótico, y le dan un aire sensual.

Tiene los pechos más pequeños que Any, siempre tiesos, y unas piernas larguíiiiiisimas. Un culito redondo y firme, bajo unas caderas no demasiado pronunciadas. Y casi siempre está sonriente, mostrando unos dientes blanquísimos. Un bombón, como decía.

La piscina de la urbanización donde viven Asun y Toni cierra a las 7 pm, de forma que no tuvimos más remedio que subirnos a su casa. La idea era preparar algo ligero para cenar, y continuar la velada hasta las tantas, como otras veces.

Any y yo habíamos llegado a su casa con un "corte" tremendo, imaginándonos que Asun haría alguna mención del final de su conversación telefónica con Any. Pero fue discreta, y tan sólo su sonrisa al recibirnos (que nos pareció maliciosa, aunque quizá eran imaginaciones nuestras) delató que por fuerza había tenido que escucharnos a través del teléfono mientras hacíamos el amor. Aunque yo estaba seguro de que ella había estado masturbándose mientras tanto, así que ¡al demonio!.

Los tres días que mediaron desde aquello, yo había estado caliente casi de continuo. Y Any no me iba a la zaga. No volvimos a fantasear con intercambiarnos con Toni y Asun, pero aquello había dado un "toque" a nuestras noches… la "pimienta" que decía al principio del relato. Total, que hubo sexo todas ellas. Y muy ardiente, por cierto.

Decía que iba caliente. Las dos chicas parecían haberse puesto de acuerdo, y rivalizaban a ver cual de los biquinis era más pequeño. La visión de las dos muchachas en la piscina no me había excitado mayormente, pero nadie había hecho la más mínima intención de vestirse, porque hacía calor, y en el espacio cerrado del salón de los anfitriones, la semidesnudez de las chicas era… diferente. Y me excité de nuevo. Cada dos por tres, volvían a mí las imágenes mentales de nuestra fantasía, y me sorprendía representándome a Asun completamente desnuda debajo de mí, y a duras penas conseguía apartar la idea, para evitar que la erección que se me iniciaba cada vez fuera demasiado notoria.

Hacía pocos días que Toni y Asun habían regresado de sus vacaciones en algún lugar de Almería, en el sur de España. Acababan de estrenar una videocámara, de esas que tienen de todo, y habían venido cargados de cintas tomadas durante su estancia allí. Y, por supuesto, querían que las viéramos.

(Entre nosotros: ¡vaya rollo!).

Pero claro, por aquello de la amistad, Any y yo nos prestamos a nuestro papel de "víctimas". Toni conectó la cámara al televisor, estuvo enredando un rato con los controles, y en la pantalla aparecieron una serie de rayas ("es que Toni no sabía manejar muy bien la cámara al principio, y hay cantidad de cinta sin grabar").

Total, que se fueron a la cocina a preparar a cena, y nos dejaron solos en el salón. Por fin, apareció una imagen. Os la describiré:

Panorámica de una pequeña playa, rodeada de una cortada de rocas. En un extremo, hay una lancha neumática, y una figura femenina agachada. Parece que está buscando algo dentro, pero no se distingue muy bien, porque está relativamente lejos.

La cámara hace zoom hacia la mujer, que se pone en pié, y avanza hacia el objetivo, sonriente. Es Asun… ¡completamente desnuda!. Sigue andando de frente a la cámara, y dice algo que no se entiende muy bien, entre el sonido de las olas, y el viento. Pone las manos bajo sus pechos, y parece ofrecerlos

Any y yo nos miramos absolutamente confundidos. Me levanté a toda prisa, y traté de encontrar el botón de parada, extraer la cinta, ¡que sé yo!. La cinta continuaba:

Toni aparece desde detrás de la cámara, que debía estar montada en un trípode. Está desnudo como Asun, y durante un segundo se ve su pene totalmente horizontal. Se abraza a su mujer, y comienzan a morrearse a modo. Ella mete una mano entre los dos cuerpos, y empieza a moverla arriba y abajo, arriba y abajo… No se ve lo que está haciendo, pero no queda la menor duda.

Oímos las voces de Toni y Asun, que venían de regreso por el pasillo. ¡Y yo, que no encontraba modo de detener aquello!. Roja como una amapola, Any tomó el mando a distancia, y apagó el televisor.

La entrada de Asun y Toni, cargados con bandejas, nos sorprendió sentados muy formalitos. Any seguía con la cara como un tomate, y yo no sabía donde poner la vista. Se quedaron los dos parados, notando claramente algo extraño:

  • ¿Ya ha terminado la cinta? -preguntó Toni-.

  • No, no puede ser, si duraba más de media hora -se respondió a sí mismo-.

  • Este… Toni -balbuceé-. Mejor vamos a cenar, y luego quizá

(Quizá nos dejaran solos otra vez, para cambiarla por otra de las cintas que estaban en la mesita. ¿O serían todas por el estilo?).

Pero no hubo forma. Toni tomó la cámara, y debió comprobar que estaba aún reproduciendo. Confundido, encendió el televisor.

Asun está ahora tumbada en una toalla, abierta de piernas, y Toni, de espaldas a la cámara, arrodillado ante ella, e inclinado hacia su mujer. Tiene las manos sobre los pechos de Asun, y los está acariciando… El trasero al aire de Toni tapa la entrepierna de la chica, pero la mayor parte del cuerpo femenino es perfectamente visible.

Toni incorpora el tronco. Por un instante, se ve fugazmente el sexo completamente depilado de Any, entreabierto por dos de sus propios dedos, como una herida rosada entre sus pliegues muy oscuros, hasta que lo tapa la cabeza de Toni

Any tomó el mando lentamente, y apagó de nuevo el televisor. El rostro de Toni, completamente enrojecido, era la imagen de la turbación. Asun había dejado también su bandeja, y se tapaba la boca con los ojos muy abiertos.

El silencio se podía cortar. Finalmente, Toni detuvo la videocámara, y se encogíó de hombros.

  • Lo siento, debí equivocarme al etiquetar las cintas

Asun debió pensar que lo mejor era una broma para distender el ambiente:

  • ¿Te imaginas, Toni, si le enseñamos la cinta a tu madre?.

Las carcajadas de los cuatro acabaron con la situación violenta que se había creado.

  • Bueno, no podemos fingir que no habéis visto lo que habéis visto, de modo que lo mejor es que os lo explique. Sabéis que tenemos una zodiac, y que nos gusta navegar en ella. Pues bien, poco después de nuestra llegada, descubrimos esa playa. No habéis podido apreciarlo, pero sólo se puede llegar por mar, y está siempre desierta, así que estábamos Asun y yo completamente solos. Se nos ocurrió filmarnos como un juego, solo para nosotros, sin suponer que

  • ¿Y no tenéis miedo de que alguien os vea? -quiso saber Any-.

  • No, ya os he dicho que sólo puede accederse a ella por mar, y en el caso de que alguien tuviera la misma idea, oiríamos el motor de la embarcación mucho antes de que pudiera vernos. De todas formas

Toni se interrumpió unos instantes. Luego continuó:

  • Bueno, no os lo habíamos dicho porque nos da un poco de reparo, pero de vez en cuando practicamos el nudismo.

(Casi me atraganto con la cerveza que estaba bebiendo).

  • Oye, ¿y no sentís reparo de andar desnudos entre un montón de gente desconocida? -quiso saber Any-.

  • Bueno, al principio sí -respondió Asun-. Pero enseguida nos dimos cuenta de que nadie se fija en nadie, que hay absoluto respeto, y poco a poco nos acostumbramos a mostrarnos sin ropa.

  • No es que lo hagamos todos los días -prosiguió- pero ha llegado a gustarnos la sensación de no tener nada sobre la piel. Prescindir del bañador en el mar es… Tendríais que probarlo para entenderlo.

  • Tal y como lo cuentas parece atractivo -concedió Any-. Pero, no sé, creo que me moriría de vergüenza al andar enseñando

  • No es tan terrible como te imaginas. -Toni sonrió, sin duda con el recuerdo de la primera vez-. Al principio andaba con una toalla doblada en el antebrazo, tapando… Temía, bueno, excitarme. Pero si pensáis que allí solo hay mujeres despampanantes, pues estáis muy equivocados. Mucha gente madura, con "michelines", que no despiertan la líbido precisamente. Bueno, también hay algunas parejas jóvenes, como nosotros, pero son las menos. Y la mayoría no son Adonis ni Venus.

  • ¿Sabes?. Así, en abstracto, me gustaría conocer la experiencia. Aunque no sé si finalmente seríamos capaces Any y yo… -Verdaderamente me resultaba atractiva la idea-.

  • Podéis hacer una cosa, -ofreció Asun-. Si os apetece, podemos acercarnos el domingo próximo a una playa acotada que hay a 30 km., y así lo experimentáis.

  • ¿Con vosotros?, -saltó rápida Any-. Mira ya me da reparo la idea de desnudarme ante gente a la que no voy a volver a ver en mi vida, conque estando vosotros delante… Cada vez que me mirara Toni, me acordaría

Any se puso nuevamente roja, y se calló.

  • Bueno, pues vosotros acabáis de vernos, no sólo desnudos, sino además… -la voz de Asun era ligeramente ácida-. Y no nos hemos muerto por ello. Además, no te entiendo muy bien. ¿Quieres decir que prefieres mostrarte en pelotas delante de gente a la que no conoces de nada, que hacerlo ante nosotros?. Y tienes que tener en cuenta que Tony y yo estaríamos igual que vosotros, así que, cada vez que te mirara Toni, pues tú le mirabas a él, y ya.

  • Nos lo pensaremos. Quizá, el año próximo -concedió finalmente Any-.

Eran más de las dos de la madrugada cuando nos despedimos de los otros dos "mosqueteros". Entre la visión de las chicas en biquini, la cinta de Toni, y la conversación posterior, estaba recaliente cuando Any y yo nos encontramos en nuestro auto.

Hacía calor, y aunque Any se había puesto un vestido veraniego suelto, que dejaba sus hombros al aire, yo seguía en bañador. No pude contenerme, y mientras Any intentaba arrancar el motor, bajé uno de los tirantes de su vestido, y le descubrí un pecho que, ¡sorpresa!, estaba suelto debajo de la tela. No llevaba sujetador.

Any me dio un cachete en la mano, y miró alrededor, con ojos asustados.

  • ¡Estate quieto!. ¿Es que no puedes esperar a que lleguemos a casa?.

  • Mujer, no seas estrecha. Mira, estamos entre otros dos coches, no hay más iluminación que la luna, y no se ve un alma

Metí la mano bajo su falda, y me encontré la segunda sorpresa: ¡tampoco llevaba braguitas!. El otro pecho quedó al aire, como su compañero, y comencé a acariciar su rajita, que se humedecía por momentos.

Pasé un brazo alrededor de su cuello, y atrapé el seno al que no llegaba con la boca, que estaba dedicada al otro. Any se fue relajando, y al poco tenía una mano sobre mi erección, por encima del bañador.

El vestido de Any había quedado reducido a una especie de cinturón arrugado. Intenté llegar con la boca a su entrepierna, pero me lo estorbaba el volante. Además, me estaba clavando la palanca de cambio.

  • Vamos al asiento trasero -susurré-.

Pero no llegamos. Al salir del auto, la única prenda que vestía Any fue a parar al suelo. Ella hizo intención de subírselo, pero no le di opción. Levanté alternativamente sus piernas, y lo lancé al interior, por la ventanilla abierta. Y mi bañador siguió el mismo camino segundos después.

Me puse en cuclillas ante ella, y lamí el escaso vello que tapizaba su pubis. Any pasó una pierna por encima de mi hombro, y me dejó libre acceso a su sexo. Mi lengua estuvo recorriendo su abertura unos segundos, y la penetré con un dedo, que encontró su vagina lubricada y dispuesta.

De modo que me incorporé, manteniendo su pierna ligeramente elevada, y me ayudé con la otra mano para guiar mi pene a tientas entre nuestros dos cuerpos. Any había pasado los dos brazos en torno a mi cuello, atrayéndome contra ella, y se estaba comiendo literalmente mi boca, absolutamente entregada ya.

Tras dos o tres intentos, en los que el glande resbaló arriba y abajo por el exterior de su vulva, entró en su interior en una penetración que hice más profunda con un empellón de mi pelvis.

Las manos de Any pasaban convulsivamente de mi cuello a mi espalda, y sentía dentro de mi boca el soplo de su respiración entrecortada. Tomándola por las nalgas la levanté en vilo, dejándola apoyada en el auto. Ella me abrazó con las piernas pasadas en torno a mi cintura, y ahora, cada movimiento de vaivén de mis caderas introducía mi falo completamente en su interior.

Sentí venir mi eyaculación, e incrementé aún más el ritmo. Any estaba gimiendo entrecortadamente con los ojos cerrados, y la cabeza echada hacia atrás, apoyada en el techo del auto. Noté brotar mi semen a borbotones, y entonces ella me mordió el cuello, apagando así el sonido gutural que brotó de su garganta. Su trasero osciló adelante y atrás, y su orgasmo llegó, largo e intenso, a juzgar por las contracciones de su vagina en torno a mi pene.

Nos mantuvimos así unos segundos, con las bocas unidas, pero finalmente tuve que depositarla nuevamente de pie en el suelo, porque el temblor de mis piernas me impedía sostenerla en vilo ni un momento más.

Entonces oí la voz de Asun a mi espalda:

  • Alex, querido, odio interrumpir algo así, pero te habías dejado olvidada la camisa en casa

Alelado, tomé la prenda que me ofrecía con su brazo extendido, y una sonrisa pícara en la cara. Asun se volvió, y empezó a alejarse con un sensual contoneo de sus nalgas. A los dos pasos se detuvo, y volvió ligeramente la cabeza:

  • Creo que ahora ya estaríamos empatados, si no fuera porque el pobre Toni se lo ha perdido

Se volvió, y reanudó su marcha.

Pero no estábamos empatados: ellos nos habían ofrecido apenas un minuto de película erótica, y nosotros a cambio, un "live show" completo.

A.V. Octubre de 2003.

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