Los crímenes de Laura: Una foto esclarecedora

O asesina, pensó, estaba dando por hecho que dado que la chica fue violada, el crimen fue perpetrado por hombres, pero… tal vez

Los crímenes de Laura:

Una foto esclarecedora.

Nivel de violencia: Bajo

Aviso a navegantes: La serie “Los crímenes de Laura” contiene algunos fragmentos con mucha violencia explicita. Estos relatos conforman una historia muy oscura y puede resultar desagradable a los lectores. Por lo tanto, todos los relatos llevarán un aviso con el nivel de violencia que contienen:

-Nivel de violencia bajo: El relato no contiene más violencia de la que puede ser normal en un relato cualquiera.

-Nivel de violencia moderado: El relato es duro y puede ser desagradable para gente sensible.

-Nivel de violencia extremo: El relato contiene gran cantidad de violencia explicita, sólo apto para gente con buen estomago.

Laura se acercó a su mesa, y vio sobre ella una carpeta, que seguramente contenía el informe del agente al que había enviado a investigar a la empresa de mensajería. La abrió y leyó el escueto mensaje.

“La empresa de mensajería Planet Expres no existe: Debe ser una tapadera.”

Panda de inútiles, pensó. ¿Y para averiguar eso habían necesitado toda una mañana? De todas formas era algo que ya sospechaba desde el principio. Jamás había oído aquel nombre, y aunque seguramente no conocía todas las empresas de reparto de paquetes, cuadraba bastante. Ninguna empresa del sector hubiera entregado un envío semejante a casa de un juez, sobretodo de uno tan polémico como el juez Alonso, sin al menos comprobar su contenido a través de rayos, o, como mínimo, sin dar parte a la policía. De hecho, una entrega irregular como aquella, si la empresa hubiera existido, podría haberles acarreado bastantes problemas.

La detective tiró la nota a la papelera con desdén y se dirigió a las escaleras del edificio. Bajó rápidamente hasta el semisótano, donde se encontraba la morgue y las dependencias forenses de la UDEV. Cuando atravesó las puertas dobles que conducían a la sala de autopsias, sólo la recibió el frío cadáver de la joven pelirroja tendida sobre una de las mesas de operaciones.

-¿Hola? –Llamó con la suficiente fuerza para que quienquiera que hubiera por allí la oyera-. ¿Doctor Dédalos?

-Ah, hola, Laura, cariño, eres tú –dijo una voz femenina desde detrás de una de las portezuelas de la sala-. Ahora mismo estoy contigo. ¿Vamos a tomar un café?

La doctora Karen Krasnova, forense adjunta de la UDEV, era lo más parecido que Laura tenía a una amiga, dentro y fuera del cuerpo. Ambas habían estudiado criminología hacía años, además, en aquella época, Karen ya era licenciada en medicina forense, rama en la que al final se acabó especializando. Hicieron muy buenas migas durante los años que compartieron profesores, aulas e incluso, apartamento durante un tiempo. Finalmente, años después, casualidades de la vida, habían acabado destinadas a la misma comisaría.

-La verdad es, que venía a ver que me podéis decir de la chica que tenéis aquí tumbada- explicó Laura.

-Pues a ver, te comento- dijo la forense saliendo del cuarto donde normalmente se realizaban los análisis-. Por la temperatura corporal y la lividez del cuerpo, diría que cuando la encontraron llevaba muerta entre doce y quince horas.

-Sí, algo así me dijo Dédalos en la escena del crimen.

-Él suele tener buen ojo. Bueno, los análisis de sangre son concluyentes, a nuestra chica la drogaron, además a base de bien.

-Pobre –se compadeció Laura.

-Bueno, ya no podemos hacer nada por ella, ahora lo que debemos hacer es encontrar al cabrón que le hizo esto, como siempre. Es una lástima que no podamos llegar antes.

-Ese es nuestro trabajo, llegar después –sentenció la detective-. ¿Con qué la drogaron?

-Escopolamina, la droga de los violadores.

-Ya, lo suponía, así que la violaron estando drogada y luego se la cargaron.

-No, técnicamente fue algo más cruel.

-¿Más cruel que drogarla, secuestrarla, maltratarla, violarla y matarla?

-Mujer, dicho así… La verdad es que por los restos de la droga que hay en su organismo, la dosis administrada debió de ser bastante alta, pero debieron de drogarla por lo menos veinticuatro horas antes de matarla, es decir, que cuando la degollaron ya no estaba bajo los efectos del opiáceo, debió de ser consciente de todo. Y también de la violación.

-¿También fue consciente de la violación?

-Si hubiera sido forzada bajo los efectos de la escopolamina, no se habría resistido en absoluto, pero la zona vaginal muestra heridas inequívocas, fue forzada mientras era consciente, aunque no se resistió demasiado, supongo que porque ya debía estar malherida.

-En fin, pobre chica. ¿Me puedes decir algo más? ¿Qué hay de los restos?

-¿Restos? Restos tenemos para dar y regalar. La chica está cubierta de saliva y tiene abundantes residuos de esperma, además de cabellos y células epiteliales. Quién quiera que haya hecho esto no tiene reparos en dejar huellas.

-Eso apunta claramente a una banda organizada, de momento es en lo que estamos trabajando.

-Sí, podría ser, pero no hemos visto nada que pueda entenderse como firma de ningún grupo. No sé, si pretendían dejar un mensaje… De todas formas estamos cotejando las muestras, pero aún no tenemos nada.

-¿Y que me puedes decir del brazo?

-No sólo el brazo, la golpearon de forma brutal por todo el cuerpo. La pobre debió de sufrir mucho, por las contusiones parece como si se hubiera caído, o la hubieran tirado desde bastante altura… ¿Vamos a tomar ese café?

-¿Por qué no? –Contestó la detective pensando en lo frías que se pueden volver las personas acostumbradas a tratar con la muerte-. Vamos a por ese café.


El subinspector Germán García,  de la Unidad de Delitos Especiales y Violentos de la Policía Nacional, se subió a su vehículo y puso rumbo a la dirección que le habían facilitado los compañeros del departamento de desaparecidos.

Pues buena le habían liado ahora ordenándole que supervisara a Laura Lupo, pensó mientras aferraba el volante. No había persona humana capaz de supervisar a aquella mujer. A él no le caía mal la detective, ni mucho menos, de hecho, era una de las pocas personas que no le había molestado tener como compañera. Pero de ahí a supervisarla había un trecho. Ella era una mujer fuerte y muy independiente, le gustaba la soledad casi tanto como a él, y además era una de las mejores investigadoras de toda la policía. Incluso se atrevería a reconocer, siempre que se asegurara que no había nadie para oírle, que era mejor que él. Aunque seguramente se retractaría de inmediato.

Ambos eran lobos solitarios y llevaban las investigaciones a su manera. Ella era toda pasión, intuición y desdén hacia las normas, él, por el contrario, era metódico, minucioso y garante de los procedimientos. Por eso hacían tan buen equipo. Cada uno por su lado, juntos pero no revueltos, e infalibles. A él le estimulaba la capacidad de Laura de llegar del punto “A” al “D” sin necesidad de pasar por “B” y “C”, mientras que a ella le convenía tener alguien consecuente y responsable frenándola.

El subinspector García llegó al edificio de viviendas donde al parecer residía la joven desaparecida. Subió en el ascensor hasta el piso de la chica tras atravesar el portal que no estaba cerrado. Al salir del elevador, Germán se encontró con un cerrajero escoltado por dos agentes de uniforme.

-Adelante, muchacho –dijo el subinspector identificándose-. Abra la puerta.

Laura no hubiera actuado así, ella seguramente hubiera derribado la puerta de una patada, pero él se ceñía a los procedimientos, para entrar en una vivienda era necesario un cerrajero y como mínimo una pareja de agentes para atestiguar que no hubiera irregularidades.

-Vosotros dos –dijo Germán, cuando la puerta fue abierta, dirigiéndose a la pareja de policías-. Quiero que preguntéis a los vecinos a ver si alguno ha visto u oído algo.

El subinspector soltó el enganche de sujeción de su arma reglamentaria, sólo por precaución, y se internó en la vivienda con cautela.

-¿Bianca? ¿Hay alguien ahí? –Gritó mientras andaba por el largo pasillo.

Fue comprobando una a una las distintas estancias del apartamento sin encontrar nada que le indicara que allí se había producido un secuestro. La cocina inmaculada, el salón impoluto, el baño perfectamente arreglado y por último, el dormitorio, que contrastaba con el resto de habitaciones de la casa.

No tenía sentido que en una casa tan limpia y ordenada como aquella, la habitación estuviera tan desarreglada. Por otro lado, Germán no pudo observar ningún signo de lucha aparente. Tal vez la joven sólo se había despertado con prisas y no había tenido tiempo de asear sus aposentos. Se acercó a la cama desecha y se agachó sonriendo, sí, aquello era un indicio más que probable. Sacó unas pequeñas pinzas del bolsillo de la americana y cogió con ellas una jeringuilla vacía que yacía sobre las baldosas. La contempló durante unos instantes y la volvió a depositar en el suelo.

Al darse la vuelta se topó con una foto esclarecedora. La joven que le devolvía la mirada sonriente desde el papel, era la misma que yacía sobre la mesa del depósito de cadáveres. Aquello era bastante concluyente, ahora debía que averiguar porqué.

-Quiero que acordonéis el piso –ordenó el subinspector saliendo del apartamento-. Hay bastantes posibilidades de que sea nuestra chica, y es posible que la secuestraran aquí. ¿Habéis sacado algo en claro de los vecinos?

-No mucho, subinspector, tan sólo una de las chicas que vive en el piso de bajo. Dice que era amiga de la desaparecida y que hace dos noches, antes de esfumarse, le pidió las llaves de repuesto porque había perdido las suyas.

-Mal asunto. ¿En qué puerta me has dicho que vive la chica?

-Justo en la de abajo –respondió el agente.

-Muy bien, voy a abajar a ver que me dice, vosotros quedaros aquí, y acordonad la zona. Os enviaré a alguien de la científica para que analice el lugar.

Bajó el piso que le separaba de su testigo por las escaleras. No tuvo necesidad de llamar al timbre, dado que la joven vecina estaba parada en la puerta con cara preocupada.

-¿La han encontrado? –preguntó angustiada-. ¿Estaba en su casa? No la he visto desde el otro día cuando…

-A ver, por favor, un poco de calma –replicó el subinspector-. ¿Cuándo vio a su vecina por última vez?

-Hace dos días. Me pidió las llaves que siempre guardo por si acaso y… ¿Estará bien?

-¿Ha oído algún ruido sospechoso proveniente del piso o ha visto algo fuera de lo normal?

-No, nada raro.

-¿Cómo es su vecina de arriba?

-Pues una chica normal, no sé. Nos llevábamos bastante bien, pero tampoco éramos amigas ni nada por el estilo.

-¿Sabe si tenía pareja?

-Pues ahora mismo creo que no, salía con un chico, un compañero del trabajo, creo, pero me parece que lo dejaron hace ya varios meses, desde entonces nunca la he vuelto a ver acompañada, aunque no es que me fije, claro.

-¿Podría decirme el nombre del chico?

-Lo siento, no me acuerdo… Tampoco éramos tan intimas. ¿Sabe? Además, hace ya bastante tiempo.

-Tenga –dijo Germán entregando una tarjeta a la chica-. Si recuerda algo que pueda ser de utilidad no dude en llamarme.

Bajó el resto de los pisos andando por las escaleras pensando. Habría que interrogar al ex novio, pero no parecía un crimen por despecho, no tendría sentido. Cuando salió a la calle cogió su teléfono móvil y marcó el número de memoria.

-Detective Lupo –respondió la voz al otro lado de la línea.

-Es nuestra chica, he visto una foto en su apartamento. Creo que la drogaron aquí y se la llevaron a la fuerza. ¿Qué dice el doctor Dédalos?

-La autopsia la ha realizado la doctora Karen Krasnova, y en principio sí parece que la drogaron con burundanga…

-Escopolamina  –apuntó la doctora Krasnova mientras removía el café con la cucharilla.

-Escopolamina –repitió Laura.

-Sí, cuadra bastante, voy a pedir que envíen un equipo forense a analizar la escena, a ver que pueden sacar, aunque me parece que poco encontraremos en el piso. Me quedaré por aquí hasta que lleguen. Al parecer intimaba con un compañero de trabajo, cuando acabe aquí intentaré pasarme por su oficina.

-Muy bien, yo veré si han llegado ya los vídeos de seguridad de la casa del juez y les daré un repaso, a ver si puedo sacar algo en claro del reparto.

-Pues hasta luego.

-Adiós.

Laura colgó el aparato y miró a su amiga Karen que la contemplaba con ojos interrogativos.

-El subinspector García –aclaró Laura apurando el chupito de ginebra.

-¿Alguna noticia?

-Sí, creo que te enterarás pronto.

El teléfono móvil de la doctora Krasnova sonó insistentemente mientras Laura sonreía. Unos minutos más tarde, Karen salía a toda prisa de la cafetería para dirigirse al lugar donde se sospechaba que había sido secuestrada la joven que yacía sobre su mesa de operaciones.

-¿Laura, que haces esta noche? –Preguntó desde la puerta la amiga.

-Pues lo de siempre, supongo, beber, y buscar compañía.

-¿Qué te parece si quedamos, cenamos juntas y bebemos haciéndonos compañía la una a la otra?

-Eso está hecho –prometió la detective.

Laura se levantó de la pequeña mesa, pagó la consumición en la barra, cortado, café y chupito, y abandonó el local para volver a la comisaría cruzando la calle mientras apuraba un cigarrillo. Al entrar en el edificio, preguntó si habían llegado las grabaciones que esperaba y como así había sido, las recogió con la intención de visionarlas. Un solo disco, con el logotipo de una empresa de seguridad, contenía las imágenes de los últimos días. Laura recordó los cientos de cintas de vídeo que solían llegar hacía no tantos años, pero la tecnología había facilitado mucho las cosas en los últimos tiempos.

Se sentó en su mesa e introdujo el disco compacto en la ranura de su ordenador, a los pocos segundos ya tenía localizadas las imágenes, en color, de aquella mañana. Pudo ver como llegaba la furgoneta negra, y como le abrían las grandes verjas metálicas que separaban la pequeña mansión de la calle. El vehículo de reparto recorrió el camino sinuoso y se paró frente a la puerta de entrada. Un hombre corpulento, convenientemente oculto por una gorra y unas gafas oscuras, bajó un paquete de la parte trasera, y con ayuda de una carretilla lo entró en la vivienda. A los pocos minutos salía acompañado por el juez, que firmaba el registro de entrega y volvía a meterse en la casa. El repartidor subía de nuevo al furgón y se alejaba por el camino.

Laura volvió a pasar las imágenes varias veces, pero no pudo averiguar demasiado, trabajaría con lo que tenía. Después del repetitivo visionado, llamó al departamento de tráfico para comunicar la marca, el modelo, la matrícula y las características de la furgoneta. Encontrando al dueño del vehículo adelantarían faena. El primer contratiempo surgió cuando el funcionario de la jefatura de tráfico le indicó que no había ningún vehículo matriculado con esas placas. Nada inesperado, pero si molesto, porque suponía más trabajo para ella, y un modus operandi planificado. Alguien se había tomado la molestia de buscar una matrícula fuera de uso para falsificarla. No le sorprendió cuando su interlocutor le comunicó que esa matrícula pertenecía a otro vehículo de la misma marca y modelo, pero retirado de circulación.

Ante ella se abrían dos posibilidades, o bien la furgoneta llevaba placas falsas, como pensaba en un principio, o bien simplemente alguien se las había apañado para hacerse con una vieja furgoneta desguazada y la había puesto en funcionamiento. Cualquiera de las dos opciones era buena para no dejar rastro, o por lo menos para minimizarlo. Laura solicitó la información del vehículo retirado y el lugar de descanso del mismo. Afortunadamente, era un desguace situado a las afueras de la misma ciudad. Antes de colgar, dio orden de parar y registrar cualquier furgón que coincidiera con esa descripción, sabía que en pocas horas todas las patrullas de tráfico estarían sobre aviso. No era fácil encontrar lo que buscaban por este método, era como buscar una aguja en un pajar, pero merecía la pena intentarlo.

Aún dedico media hora más a visionar a cámara rápida todas las imágenes grabadas por el sistema de vigilancia en los últimos días, pero no parecía haber nada fuera de lo normal, ningún vehículo sospechoso, ningún transeúnte fuera de lo que solía ser habitual en aquel barrio y por supuesto, ninguna furgoneta negra con un asesino sentado dentro… O asesina, pensó, estaba dando por hecho que dado que la chica fue violada, el crimen fue perpetrado por hombres, pero… tal vez…

Volvió a revisar la cinta con esta idea y descubrió, esta vez sí, algo turbador. Una mujer de melena rojiza, con cierto parecido a la víctima, había merodeado por las inmediaciones de la finca un par de días antes. Tal vez no fuera nada, tal vez sólo casualidad, pero no estaba de más investigar aquel indicio. Antes de apagar el ordenador, capturó la imagen de la chica que aparecía en pantalla e hizo un par de copias. La resolución no era muy buena, después de todo sólo eran cámaras de vigilancia, pero lo suficiente como para ver el parecido.

Laura apagó la computadora y salió por enésima vez de las dependencias de la UDEV. Al poco rato llegaba a las inmediaciones del desguace donde supuestamente había sido enviada la furgoneta con matrícula sospechosa. Aparcó su sedan en la entrada de lo que parecía la recepción de aquel cementerio de chatarra, y entró con paso decidido. A simple vista no parecía que allí hubiera nadie, pero sobre el mostrador había un botón similar a un timbre. Laura lo presionó varias veces hasta que oyó a lo lejos una voz pidiendo que parase, que salía enseguida. Laura encendió un cigarro mientras esperaba.

-Dígame. ¿Qué desea? –Preguntó un hombre de mediana edad, vestido con un mono de trabajo gris manchado de grasa.

-Detective Lupo –contestó Laura mostrando la placa-. De la UDEV. ¿Puedo hacerle unas preguntas?

-Sólo son tres plantas, no es más que para consumo propio, de verdad… No trafico, ni nada de eso, me dijeron que podía tenerlas si era para consumo propio –contestó el mecánico algo asustado.

-¿Qué? Olvídese de eso –dijo Laura tendiéndole una hoja con la descripción de la furgoneta sospechosa-. ¿Tienen aquí un vehículo de estas características?

-Pues… Sí –replicó el hombre aliviado-. No le quedan muchas piezas, pero aún sigue por aquí.

-Podría verlo.

-Claro, sígame –el hombre cayó en la cuenta repentinamente-. ¿Tiene una orden?

-¿Es necesario que la pida? Si pido una orden seguramente vea las plantas esas que tiene junto a la verja y que aún no he visto…

-No, no creo que sea necesario –respondió el mecánico con celeridad-. Venga, venga, acompáñeme, por aquí.

Laura siguió al operario entre un amasijo de coches destartalados hasta alcanzar lo que en su día debía haber sido una buena furgoneta. Comprobó que el número de bastidor coincidiera con el que le habían facilitado desde la jefatura de tráfico. Aquel no era el furgón que buscaban, así que volvían a la hipótesis de las placas falsificadas.

-¿Ha terminado, señorita? –Preguntó el mecánico.

-Detective, si no le importa. Sólo una cosa más- dijo Laura mostrando la copia de la imagen que había impreso de los vídeos de seguridad-. ¿Reconoce a esta joven?

-Por aquí pasa mucha gente, es difícil acordarse de todos. Pero… Pero ahora que lo dice… Sí. De esta chica me acuerdo, era una belleza, esos ojazos verdes, ese culo, tenía unos pechos que…

El hombre se interrumpió bruscamente al percatarse de la mirada de Laura.

-…Perdón –acabó la frase entre avergonzado y cohibido-. Estuvo viniendo por aquí hace cosa de dos o tres meses… De hecho, estuvo rondando la furgoneta que le he enseñado. Vino varios días seguidos, al principio sólo preguntaba por piezas, pero después insistió tanto que la llevé a ver el coche, como he hecho con usted. Al final no compró nada.

-¿Podría darme algún dato sobre ella? ¿No tendrá por casualidad su nombre o dirección?

-No, lo siento, ya le he dicho que no compró nada. Si hubiera comprado algo sí que tendríamos sus datos, siempre registramos a nuestros clientes. ¿Sabe? Por aquello de evitarnos problemas con las piezas que vedemos. Aquí lo tenemos todo legal –se apresuró a aclarar el hombre.

-Tenga, quédese mi tarjeta, si recordara algo más, llámeme.

Laura salió de aquel opresivo lugar y condujo de vuelta a la ciudad. Otra vía muerta, otra puerta cerrada, pero al menos tenía algo. La mujer misteriosa parecía estar envuelta en el asunto. Y se parecía tanto a la joven victima… Tal vez fueran parientes, habría que investigarlo.

No regresó a la comisaría, ya llevaba demasiadas horas pateando las calles y quería volver a su casa. No había comido nada en todo el día y hacía más de veinticuatro horas de su última ducha. Además, su turno hacía rato que había terminado, y si sucedía algo importante el subinspector García se ocuparía del asunto.

Entró en el apartamento tras aparcar su coche camuflado en el garaje de la finca y lo primero que hizo fue accionar los mandos de la ducha. Se fue desnudando lentamente, fumando un cigarrillo, mientras el agua llovía sonoramente sobre la superficie impermeable. Cuando estuvo totalmente despojada contempló el espejo que ya comenzaba a empañarse. Le devolvió la mirada una mujer joven y guapa, bastante delgada y muy atlética, no tenía grandes pechos, pero lo compensaba con un buen culo. Laura sonrió complacida con lo que veía, y sin más dilación se metió en la ducha.

Ya mucho más relajada, duchada y con ropa limpia, Laura abrió la nevera. Medio bote de mayonesa rancia, un trozo de queso reseco, un tomate de aspecto sospechoso y bastantes botes de cerveza, la contemplaron con curiosidad desde dentro del frigorífico. Laura se decantó por la refrescante bebida espumosa y se sentó en una silla abriendo la lata.

Así empezaban siempre todas sus noches, una nevera vacía, un par de cervezas, una cena ligerea en el bar de bajo de casa, unos cubatas, y luego unos cubatas más. Al final despertaba en una cama cualquiera, sin tiempo siquiera para pensar. Y esto era así noche tras noche porque Laura no soportaba estar sola en casa, demasiados recuerdos, demasiadas historias, demasiado tiempo para recordar…

El lejano sonido de su teléfono la sacó de sus ensoñaciones, y no tuvo más remedio que rebuscar entre los bolsillos del pantalón que había quedado abandonado en el cuarto de baño.

-Detective Lupo –contestó de forma automática.

-Hola guapa, soy Karen –contestó con jovialidad una voz desde el otro lado de la línea-. Hemos quedado. ¿Te acuerdas?

-Ah, sí, claro, claro que me acordaba –mintió Laura.

-¿Paso a por ti o vienes tú?

-Como quieras.

-Pues en quince minutos estoy en tu casa.

Laura se guardó el teléfono en un bolsillo, junto a la placa. y se ajustó el arnés del arma reglamentaria bajo la camisa, ella siempre estaba de servicio. Además, sabía cuando salía, pero nunca cuando iba a regresar. Por eso siempre salía equipada. A los pocos minutos ya esperaba a su amiga parada en la calle, frente a la puerta de su edificio.

Karen llegó al poco rato y tras un corto pero intenso debate, decidieron cenar en un pequeño restaurante italiano, situado en una de las zonas de marcha de la ciudad. No se veía demasiada gente por la zona, dado que no era víspera de festivo, pero aún así, por aquellas calles siempre había ambiente.

Las dos amigas tomaron un vermut en la barra del restaurante antes de sentarse a la mesa, y Karen le comunicó los avances hechos durante la tarde en el piso de la joven secuestrada, que había sido más bien pocos. La jeringa que había encontrado el subinspector García contenía, efectivamente, restos de escopolamina, lo que indicaba cual había sido el modus operandi. Pero poco más había hallado en el apartamento. Por su parte, Laura explicó la aventura en el desguace, que tampoco había dado demasiados frutos, aparte de confirmar la implicación de la mujer que aparecía en la cinta de vídeo.

Tras el intercambio de información, y apurando las copas, las dos chicas se sentaron a degustar la cena que transcurrió entre risas y sin incidentes. Unos platos elegantes y una botella de vino después, pidieron café y un par de cubatas. Las dos chicas abandonaron el restaurante algo más contentas que cuando habían llegado. La noche siguió su curso, y las copas se fueron sucediendo de pub en pub. Sobre las dos de la mañana las dos amigas habían bebido tanto que casi no eran capaces de mantenerse en pie sin apoyo mutuo.

Marcos, el fontanero, como todo el mundo le conocía, estaba tomándose un vodka con limón apoyado en la barra del local. Sus compañeros del grupo ya hacía rato que se habían marchado, se hacían mayores… No hacía tantos años que pasaban las noches tocando y ensayando para justo después irse a trabajar. Pero ahora todo había cambiado, las mujeres, los niños, la hipoteca, las preocupaciones… Ya no era como antes, y así acababa él muchas veces, solo en la barra de aquel garito.

Casi no pudo creer su suerte cuando dos preciosas chicas se pusieron a contornearse, bailando entre ellas justo a su lado. Las repasó con mirada lasciva. Una de ellas era alta, rubia, con unos preciosos ojos azules, una piel pálida y muy, muy delgada. La otra era morena, de ojos grises y tez oscura, bastante más pequeña y un poco más gordita, seguramente algo mayor que la rubia, pero tampoco mucho más, y lucía un imponente escote que casi no podía ocultar unos enormes pechos, que se bamboleaban afectados por el baile.

-¿Puedo invitaros a una copa? –preguntó el fontanero.

Marcos vio como el cielo se abría ante él, cuando las chicas, intercambiando una mirada, asintieron sonriendo. Las dos mujeres dejaron de bailar entre ellas y de forma cómplice empezaron a hacerlo con Marcos. Él no cabía en sí de gozo, más cuando empezó a sentir como las cuatro manos de las muchachas recorrían su musculoso cuerpo sensualmente. No podía dejar pasar una oportunidad como aquella, que no se presentaba todos los días, y discretamente empezó a acariciar a las hembras en celo que se le insinuaban. Con tiento, fue rozando a cada una con una mano, primero de forma inocente, pero cada vez arriesgando más y más. Al poco rato el hombre era sobado con descaro por las dos amigas, mientras ellas permitían a aquellas manos masculinas recorrer todos sus recovecos.

-Vámonos de aquí, vamos a algún sitio más intimo –susurró Karen al oído de su amiga-. No compartía un hombre con otra mujer desde la universidad.

Laura sabía que Karen había sido siempre una chica muy activa sexualmente y extremadamente dispuesta. Este conocimiento lo había adquirido durante la época en la que compartieron piso estudiantil. En aquellos momentos eran muy distintas entre ellas, Laura sólo había conocido a Fernando, al que siempre le fue fiel, en vida, mientras que su compañera intimaba con cualquier hombre que atrapaba. Ahora las tornas estaban algo más igualadas. Y estaba dispuesta a demostrar a su ex compañera de piso de lo que era capaz.

La pareja de tres salió del local a trompicones, entre caricias y abrazos. Laura paró de forma inconsciente un taxi que pasaba en esos momentos por la calle, y cuando los tres estuvieron montados, indicó al taxista la dirección de un hotel. Marcos estaba tremendamente excitado con la perspectiva que se abría ante él y no puso el menor impedimento.

Aproximadamente media hora más tarde, los tres amantes atravesaban la puerta de una acogedora habitación elegantemente decorada. La primera en lanzarse fue la doctora, que agarrando fuertemente a su amiga por la cabeza la besó, introduciéndole la lengua hasta la garganta. Laura había jugado mucho con el sexo en su última etapa, pero jamás había estado con una mujer, aún así, no se amedrentó, y le devolvió el lúbrico beso, entrecruzando su lengua con la de ella para deleite de Marcos.

Él no quiso perder la oportunidad y se acercó a ambas chicas, interceptando el beso, uniendo su lengua con las de ellas, haciendo que los tres se sublimaran en una única forma. Las dos mujeres no fueron ajenas a la participación del fontanero en sus travesuras, ni mucho menos a sus lascivas caricias y, casi de forma coordinada, se arrodillaron en el suelo mientras desvestían a su hombre.

El pantalón de Marcos fue retirado con presteza junto a los calzones, dejando a la vista el gran miembro que había permanecido oculto hasta aquel momento. Sin siquiera pararse a pensar o a esperar a ver lo que hacía la otra, las dos amigas acercaron sus labios al carnoso falo que se alzaba ante ellas, y lo recorrieron lujuriosamente de forma lateral, haciendo que la saliva de ambas se mezclara impregnando toda la polla.

Laura se desabrochó los botones de la camisa sin detener sus lametones mientras Karen se levantaba y se quitaba el vestido de una pieza con un solo movimiento. La detective alcanzó a ver la desnudez de su amiga que ya sólo vestía unas finas braguitas de encaje, y decidió no quedarse atrás, poniéndose en pie y desvistiéndose lentamente. Marcos no cabía en sí de gozo y pasando el brazo por la cintura de Karen la acompañó hasta la cama, esperando allí los dos a que Laura se despojara por completo y se uniera a la pareja.

Cuando Laura se acercó, pudo comprobar como su amiga no perdía el tiempo. Marcos yacía de espaldas sobre las sábanas, mientras Karen, arrodillada a su lado, le besaba lascivamente en los labios, haciendo que sus lenguas se entrechocaran sonoramente. La detective no quiso interrumpir a los amantes y se recostó a los pies de la cama, acercando su boca lentamente al miembro del hombre, con la intención de disfrutarlo, esta vez todo para ella.

Laura se fue introduciendo poco a poco la polla en la boca, abriendo la garganta, hasta hacerla llegar a lo más hondo. Repitió el movimiento varias veces, de forma pausada, repasando todo el miembro con la lengua y escuchando los gemidos de placer del hombre que besaba a su amiga. Marcos, extremadamente excitado por la situación, y sintiendo como se le erizaba el vello de todo el cuerpo por el increíble trabajo de la rubia, acercó una de sus manos al único sexo que tenía a su alcance, introduciendo de golpe dos dedos en el húmedo interior de la morena mientras con la otra mano masajeaba sus grandes pechos. Karen sentía como el hombre se arqueaba cada vez que su compañera se tragaba su polla hasta el fondo, y como cada vez que esto sucedía las falanges de Marcos se adentraban en su propio ser, haciéndola gritar de gozo.

-Ahora quiero saborearte a ti –susurró el fontanero sacando repentinamente los dedos del interior de la doctora y rodeando la cabeza de Laura, atrayéndola hacia sí.

La detective se dejó guiar, abandonando el miembro a su suerte, y enredó su lengua con la del hombre. Karen no perdió tiempo, y al sentirse relegada de los labios de macho, intercambió la posición con su amiga, bajando por el torso desnudo de él hasta rodear con su boca el inhiesto falo ensalivado. Dos veces más intercambiaron su posición hasta que finalmente el hombre decidió que era el momento de pasar a otra cosa.

Obligó a las dos mujeres a tumbarse de espaldas en la cama, una junto a la otra, y delicadamente enterró su cabeza entre las piernas de la rubia, liberando de tapujos su lengua, mientras introducía sus dedos en el coño de la morena. Las dos mujeres gemían, cada una siendo satisfecha de una forma distinta. Karen, con una experiencia libertina más dilatada, comenzó a masajear los pechos de su amiga con suavidad, así que esta se vio obligada a complacer a su compañera haciendo lo mismo. No es que Laura no disfrutara las caricias de la chica, pero en ese momento descubrió, que lo de estar con otra mujer, algo que de hecho nunca se había planteado, no le atraía demasiado. En aquella situación no estaba mal, porque lo que hacían era compartir un hombre, pero no creía que profundizara más en aquella experiencia. Marcos retiró la lengua de entre sus piernas y se dedicó durante unos minutos a complacer a la morena con ella, a Laura le correspondió esta vez la ágil mano que también sabía propiciar placer.

Las dos hembras estaban extremadamente calientes, y el hombre pensó que era el momento adecuado para penetrarlas brutalmente. Casi sin cambiar de posición, simplemente irguiéndose, buscó con su polla el agujero vaginal de la doctora, que gritó de gozo al sentirse taladrada. Mientras tanto, él seguía manteniendo caliente a Laura con la única ayuda de sus dedos. Tras una serie de rápidas embestidas retiró su miembro, lo que provocó las protestas de Karen, para introducirlo en el interior de la detective. Laura sintió como la gran verga le abría las entrañas, escurriéndose con facilidad, debido en pare a su propio flujo, y en parte al de su amiga, que impregnaba el miembro viril.

Marcos alternó la penetración entre la rubia y la morena durante bastantes minutos, siempre manteniendo caliente a la mujer que no disfrutaba de su falo con sus largos y experimentados dedos. Varias veces estuvo a punto de hacer llegar al clímax a las dos mujeres, pero siempre se retiraba para prolongar su agonía mientras hacía gozar a la amiga. Hasta que finalmente se sintió próximo él también. Con decisión y valentía aumentó el ritmo de vaivén, hasta que consiguió que Karen estallara en un escandaloso orgasmo que a buen seguro fue escuchado en toda la planta del hotel. Cuando la morena de pechos grandes quedó acurrucada, temblando sobre las sábanas, Marcos hizo un último esfuerzo por complacer a la delgada rubia y la penetró con fuerza. A los pocos segundos, Laura, excitadísima como estaba, explotó de forma casi tan ruidosa como su compañera.

Marcos no la dejó descansar, y reclamando también la presencia de Karen, las obligó a lamerle la polla, que apunto estaba de reventar, hasta que su leche caliente consiguió abrirse paso, desparramándose por la cara de las dos mujeres. De nuevo fue la doctora la que, agarrando a su amiga por la cabeza, la acercó a sus labios y comenzó a lamer toda la lefa que tenía por la cara. Laura estaba bastante fuera de sí por la experiencia y la imitó casi inconscientemente. Sus lenguas se encontraron en varias ocasiones, transfiriendo parte del viscoso líquido entre sus bocas.

Cuando las chicas acabaron con su particular limpieza, se acurrucaron junto al hombre, cada una a un lado de él, hasta quedarse dormidas.

-Detective Lupo –contestó el teléfono casi sin despertarse.

-Buenos días Laura –canturreo una vocecilla molesta al otro lado de la línea.

-¿Qué quieres, García?

-Tenemos otra maleta.

-¿Con chica?

-Con chica.

Laura suspiró.

-Voy para allá.