Los chupetines de Luján
Las apuestas se pagan, y vaya que si las cobro.
Hola, estoy de nuevo con ustedes.
Para quienes no me recuerdan, soy El Negro y les comenté de mis andanzas en la noche manejando mi taxi (ver sexo con maduras).
Hoy podrán leer algo que ocurrió en una de las escuelas donde trabajo (La 505). Allí mantengo el laboratorio de informática y doy apoyo de clases en Informática contable.
Es en una de esas clases donde conocí a Luján. Unos 19 años, piel morena, cabellos negros, hermosas curvas y una carita de "tramposa" que la descubre.
Hace ya un año, ella debió rendir un examen de informática y recurrió a mí en busca de apoyo escolar. Aquí comenzó la furtiva relación que nos une, ya que repetía continuamente. "Negri, si apruebo es porque al profe se le hizo un derrame cerebral. No entiendo nada!!!"
Como habrán de suponer, debí recurrir a mí sicología barata para quitar esa negación continua.
"Te propongo una apuesta, si aprobás sabiendo los temas me pagás la apuesta, caso contrario seré yo quien pague. ¿ok?" le dije y ella aceptó. El punto era que la apuesta a pagar quedaría en resguardo, escrita en un papel, dentro del gabinete de una PC que abriríamos al concluir su examen.
"mirá que yo apuesto fuerte" fueron mis dichos y ella aceptó igualmente.
Cada uno tomó un papel, escribió el pago a recibir y tras abrir un gabinete, colocamos allí nuestras prendas.
La mía era obviamente disfrutar de ella. Lo que no sabía era que habia colocado en su escrito.
Hecho esto, y con veinte días por delante empezaron las clases.
Sabría que no resistiría esos veinte días, por lo que diariamente fui avanzando en búsqueda de mi objetivo. Primero comencé por tomarla de la cintura cuando caminábamos rumbo al laboratorio, dejando caer mi mano descaradamente por su cola al llegar a la puerta previo a ingresar.
Los abrazos eran moneda corriente, y notaba que nada de aquello rechazaba.
A los 5 días, decidimos una evaluación de los primeros temas para ver la evolución y pequeña apuesta mediante logré acariciar sus pechos por sobre su remera.
Diez días después, fui yo quien perdió y debí aceptar que me cortara desprolijamente la barba obligándome a la afeitada total.
Hasta que llegó el gran día. Era viernes, aproximadamente las 18 horas y fue llamada a comparecer frente al tribunal calificador del que yo formaba parte.
Las preguntas se sucedían y sus respuestas acertadas también. Concluido el tramo oral, debió hacer frente al computador (su trauma nº1). Extrañamente, siguió con la cadena de aciertos y al cabo de 25 minutos había concluido su examen.
Si bien la nota no era espectacular, había aprobado.
Rebozaba de alegría, ella por haber superado su último examen y yo por saber que la haría mia.
Cuando finalmente la sala quedó desierta, fuimos juntos rumbo a aquella PC a buscar los comprobantes de nuestra apuesta. Fue ella quien abrió mi comprobante y lo leyó detenidamente. Sus ojos brillaron y me animé a pensar que era de furia, pero me sorprendí ya que no solo lo aceptó sino que me mostró el suyo y podía leerse "El doble que lo tuyo".
En ese mismísimo momento atrapé sus labios y me los devoré, mientras mis manos se escurrían por entre la tela de su pantalón jogging acariciando frenéticamente su cola.
La giré al punto de tener la puerta de la sala de frente a mí, cuidando de no ser visto por nadie, y pasé mi mano de la parte posterior del pantalón a la delantera llegando a acariciar sus vellos húmedos a través de su tanga.
Nerviosamente, me quitó la mano y me susurró "Vamos a otro lado".
Así lo hicimos, subimos a mi coche y nos perdimos en un camino vecinal que comunica mi ciudad con el balneario municipal. Las sombras ganaban la tarde y me dispuse a cobrar mi apuesta.
Detuve el auto y sin mediar palabra, la atraje hacia mí. Reconstruí el trabajo de la sala de informática, acaricié nerviosamente sus nalgas bajo su pantalón mientras luchaba por bajarlo hasta dejarlo caer sobre la alfombra del auto.
Despojada de la prenda, las caricias fueron más allá enredando sus vellos con mis dedos y hundiendo el mayor entre los labios de su jugosa conchita. Ella gemía y solo pedía más.
Recliné, como pude el asiento, y la atraje sobre mí. Arranqué su tanga color blanca con mis dientes y mordí ferozmente su clítoris. Gritó agudamente, y sin darle tiempo a más (tras bajar la cremallera de mi pantalón) saque mi verga al rojo y como piedra, y la clavé.
Exactamente así, enterré con furia mi miembro en su conchita. Agarré muy firmemente cada uno de sus cachetes de la cola tratando de abrirlos a full para hacer más profunda la entrada y comencé a bombear frenéticamente. Bastaron escasos 4 minutos para provocar mi primer acabada que llenó su vagina de leche caliente.
Era sabido que no le alcanzaría, lo noté por sus gemidos y sacudidas. Traté de seguir, pero no me dejó. Se quitó de arriba mío y se desnudó totalmente, poniendo sus pechos en mis labios, los besé y comí como un bebé recién nacido que busca su alimento.
En tanto, ella acariciaba mi verga en búsqueda de su máxima elevación. Cuando lo hubo logrado, giró sobre mi boca y me dio a mamar su conchita jugosa en tanto ella se empezaba a tragar el aparato de placer.
Mamaba como una puta profesional, se ahogaba al llevarla a garganta profunda pero no dejaba de meterla y sacarla como si pudiese cogerla por la boca.
En tanto, lamí sus labios y transformé a mi lengua en un pequeño pene que se introducía llenándola de placer. Empecé a extender mis lamidas hasta su cola y le introducía un dedo, luego dos.
Cuando llevábamos unos 10 minutos de mamada simultanea, le llene la boca de leche que tragó sin desperdicio. Aun seguía "al palo" y me tentó tanto su cola, que le pedí girar y al momento de hacerlo la acomodé y empecé a ponerle primero la cabeza y más lentamente, el tronco. La enculé totalmente. Sus nalgas hacían rebotar mis huevos con cada empujón, eran movimientos lentos acompañados de gemidos mezcla de dolor y placer. Tuvo dos orgasmos casi consecutivos y el tercero de ella coincidió con mi nueva descarga. Fue descomunal.
Descansamos una hora, emprendimos la vuelta. Trató de vestirse, pero no halló su tanga. "La guardo como prueba" le dije y ella respondió "Habrá más, cuando me veas en la escuela con un chupetín en los labios buscame, será la señal de otra noche de descontrol".
Debo reconocer que como apuesta, fue buena. Pero no puede compararse con la cantidad de chupetines que lleva comidos Lujan, varios de ellos reemplazados con mi verga que se pone rígida y como fuego cuando la ve introducirse cada uno de ellos.
Hemos probado cosas increíbles, algunas demasiado arriesgadas, tales como encularnos en los cuartos donde guardan los porteros de la escuela sus escobas y lampazos o esconderse ella bajo mi escritorio y mamármela mientras Teresa, viciosa terrible, una de mis jefas me controla parte del trabajo en la red.
Pero eso será para otro momento, por ahora sigo disfrutando de Lujan sus chupetines, su cola (mi mayor placer) y su conchita ardiente.
Recuerden que espero sus comentarios. Besos en las vaginas a las lobas ardientes y apretones de manos a los vagos.