Los chavales del barrio (03:Mamada en el portal)
Espectacular mamada...
Nikolai llegó exhausto a su casa de Los Enebros, calle abajo del Parque del Sol, además de empapado por la fuerte tormenta que había empezado a caer. Se refugió en el portal y subió a su casa. Mientras subía las escaleras, no podía dejar de pensar en la sensación tan extraña que había sentido al ver a Jacobo, y de aquella frase, que con gran fuerza retumbaba aún en sus oídos, y que parecía un delirio diabólico, que descansaba en los más profundo de su alma: “Cuidado con el hombre del caballo negro, pues es la muerte cabalgando”. ¿A qué coño venía eso? ¿Y Por qué le había venido de repente a la memoria esa frase que no había oído nunca? Al final, llegó a la conclusión de que lo mejor era preguntarle a su padre. Le consideraba una persona muy sabia, por su trabajo, que él consideraba muy importante en el consulado de Rumanía en la ciudad. Así que decidió preguntarle. Su padre se hallaba sentado en una butaca del salón, saboreando uno de esos puros habanos que tanto le gustaban, y tomando un buen copazo de whisky americano:
-Papa, ¿te puedo preguntar una cosa?-Dijo Nikolai, algo temeroso.
-Dime, hijo.
-¿Te suena la frase “Cuidado con el hombre del caballo negro, pues es la muerte cabalgando”?
Cuando Nikolai pronunció esas palabras en rumano, una corriente de aire muy fuerte atravesó la habitación, y oscuros nubarrones de tormenta chocaron, para provocar un gran estruendo, que se sumó al del vaso del padre, que este había dejado caer en el suelo del salón. Se quedó boquiabierto y pensativo, y preguntó a su hijo:
-¿Dónde coño has oído eso?
Nikolai le contó su encuentro con Jacobo, y todo lo que había sentido. El padre, con el semblante serio, parecía muy preocupado; de repente, disparó:
-¿Cómo se llama tu amiguito?
-Pues…ahh, si, Jacobo. Jacobo Zuma…no sé, algo vasco o de por ahí.
“Dios mío, entonces es eso. ¡Ha vuelto” pensó el padre.
-¿Zumalacárregui?-Preguntó cauteloso. Nikolai asintió.
-Hijo, ven aquí. Lo que te ha pasado no es una casualidad, sino algo que tiene su explicación…aunque me temo que es larga, y que es muy grave lo que debes oír. Voy a buscar el diario de guerra de tu abuelo, que como sabes luchó contra los comunistas junto a los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Esta es su historia… [continuará en el siguiente relato]
Mientras todo esto ocurría, en el Parque del Sol, Pablo y Vanessa se refugiaron en un portal del Edificio Cúbico, muy cerca de allí. Se habían calado después de salir corriendo tras estallar la tormenta, y tenían algo de frío.
-Oye, Pablito, estoy helada, ¿porqué no me abrazas un poco?-Dijo Vanessa, con una voz un tanto insinuante.
-Jeje, vale…pero si notas algo, es el móvil, jajaja-Respondió, bromeando el chaval. La verdad es que para un chico de 14 años, con una media de 3 pajas diarias, abrazarse con una tía era lo máximo. ¡Y encima con un pibón como la Vane!
-¡Tonto!-Replicó esta, con una sonrisa un tanto inquietante, más diabólica que sensual.
Pablito entonces abrazó a Vanessa, de una forma un tanto torpe, pero en seguida sus jóvenes cuerpos tomaron contacto. En seguida, se miraron fijamente a los ojos, y comenzaron un sensual beso en la boca, que derivó en una compulsiva necesidad de sentirse, de apretarse más, y de acariciarse. Comenzaron a sentir calor, un calor de la pasión que les estaba abrasando. Pablo decidió dar el primer paso, y comenzó a quitarse la camiseta, lo que Vanessa respondió con una risita de niña pija. En seguida se siguieron besando, mientras la Vane comenzó a acariciar el pecho de su novio, centrándose sobre todo en los pezones, que eran muy salientes y brillantes. La verdad es que Pablo tenía un torso muy apetecible, no estaba ni muy delgado ni muy gordo, y tenía unos pezones algo salidos y muy bien proporcionados, que daban ganas de lamerlos: justo lo que empezó a hacer Vanessa, que paró de besarle y se los comenzó a chupar muy despacito, lamiendo con cuidado, primero el pecho y luego la areola del pezón, lo que estaba volviendo loco a Pablito ¡Nunca había sentido nada así en su vida, y eso que le había comido los pezones en alguna otra ocasión, pero no habían pasado de ahí! Después, Vanessa decidió quitarse su ajustada camiseta, y Pablo descubrió que no llevaba sujetador.
-¡Chúpamelas, cabrón!-Le soltó, y le llevó la cabeza a sus turgentes y duras tetas.
Pablo no se lo pensó dos veces y comenzó a mamárselas, como si las quisiera sacar leche.
-A todos os gusta comerme las tetas…da igual que tengáis 14 o 41 años, sois unos putos salidos, ¡joder! Chupa, cabrón, dame placer, ¡siiii, coño, ahhhh!-Se puso a gemir descontrolada nuestra protagonista. De repente, decidió que quería probar el plato fuerte: quería el salchichón de Pablo, que ya se adivinaba en su pantalón de chándal. De repente le quitó los pantalones, y se le marcó en su slip de algodón blanco un rabazo enorme para su edad, de unos 18 o 19 cm, que ya chorreaba líquido preseminal, que se filtraba por la fina tela del calzoncillo. Vanessa notó también que tenía restos blancuzcos-amarillos, como de corrida y de meada, manchando el gayumbo. Eso hizo que se pusiera cada vez más cachonda, y que su jodido coñito de puta adolescente se mojara aún más. Estaba chorreando, y necesitaba metérsela en la boca, así que empezó a chuparle por encima de la tela, saboreando los olores a sudor y a lefa que brotaban de su ropa interior, y por fin, decidió sacar a la luz una polla descomunal y chorreante, que no pegaba bien con edad y aspecto. Rápidamente empezó a pajearle suavemente, con lo que Pablo empezó a suspirar ¡No podía creerse lo que le estaba pasando! La tía buena del insti le iba a comer la polla con sólo 14 años! Ya se creía el rey del recreo cuando se lo contara a sus amigos…
Vanesa dejó de pajearla, y se la introdujo en la boca, saboreando cuidadosamente el hinchado glande, ya descapullado, y se la metió hasta el fondo, y comenzó a gemir con ella dentro, mientras Pablo también soltaba algunos grititos, que eran ahogados por la tempestad de lluvia y viento que sucedía mientras tanto fuera del portal, y que los ahogaba. Vanessa seguía chupándole la polla, saboreando cada rincón de aquella maravillosa tranca, y lamiendo el frenillo, lo que volvía loco a Pablito, que se daba cuenta que no iba a durar mucho; mientras tanto Vanessa se sentía como podía, no podía parar de chupar aquella polla, de saborearla, de metérsela en la boca y sacarla, y mirar con ojos de zorra viciosa las sensaciones y las muecas que le provocaba a su novio en su primera mamada.
De repente, Pablo sintió que ya no podía más, y le avisó a Vanessa que se iba a correr. Esta apretó el ritmo, ya que quería que se corriera en su boca para beberse la leche. Pablito estaba ya a punto de llegar al orgasmo, y por fin, cuando Vanessa le masajeaba el frenillo con su juguetona lengua, comenzó a correrse a borbotones en la cara de su novia.
Pero Pablito no sabía donde se estaba metiendo.
No lo supo cuando, al principio de empezar a salir, siempre le gustaba a Vanessa que, al comerle los pezones, se bebiese durante unos segundos un pequeño hilillo de sangre que le producían pequeños mordisquitos. Ni en ese momento, cuando mientras llegaba nuestro joven protagonista al éxtasis supremo, escuchó a Vanessa susurrar las siguientes palabras: “Amo, bautízame en la senda del infierno con esta leche caliente, fruto de mis plegarias a ti, mi señor Lucifer”. Ni como, tras recuperarse de aquella brutal experiencia y ponerse la ropa, se despidió Vanessa apresuradamente de él, con un beso en la lejanía, sus ojos destellaron diabólicamente de un color rojo, que no parecía humano.
No tenía ni idea de lo que se estaba a punto de desencadenar.