Los celos lo matan
Libre adaptación del cuento de ABELARDO CASTILLO, La Cuarta Pared.
Libre adaptación del cuento " La Cuarta Pared " de
Abelardo Castillo su libro: Las Panteras Y El Templo
Los celos lo matan
Lo de mi marido es patético, da lástima, despierta tanta compasión. Se ve que de vez en cuando algo dentro suyo le dice: " tu mujer te engaña ", entonces esté donde esté, deja de hacer lo que sea, aún una clase en la Universidad para venir a casa y comprobar, con sus propios ojos, si le soy infiel o no. Y llega sin medir sus palabras, si hay o no gente en casa y comienza con su rosario de insultos porque, convencido, no deja de recriminarme que ande por ahí acostándome con otros hombres. Pero así como le vienen esas ideas se le pasan, lo malo que se le pasan después de soltar ese chorro de insultos, apretones de mis antebrazos con sus manos finas y huesudas de intelectual. Cuesta creer que una mano tan afeminada tenga la fuerza de un coloso frustrado.
Y es ahí donde el patetismo, la idiotez, la estupidez se hace más evidente, porque cuando pasa esa tormenta de sospechas y sus huracanados insultos cae de rodillas, abraza mis piernas, siempre sin importarle si hay gente o no alrededor, para pedirme disculpas, jurándome amor eterno, el sinsentido de su vida si yo lo abandono por otro y cosas parecidas.
Lo peor de todo es que tiene razón; le soy infiel.
No se de donde le viene esa enfermedad que nunca ha podido comprobar pero que estoy segura que tiene los detalles. Sabe, sospecho yo, que me acuesto con tal o cual hombre por la sencilla razón que es él quien me los presenta. Y es un cretino, como un pésimo actor con un peor libreto, inventa alguna excusa para dejarnos solos y quedarse por ahí, oculto, tratando de escuchar lo que " su " amigo dice o respondo. Y ellos son peores, se les nota que sobreactuan, fuerzan las palabras, en sus elogios me doy cuenta, muy floridos, muy armados, literarios. Nadie en este mundo me va a convencer que es mi marido quien les pasa letras, que deben y que no decirme. Entonces, en plena reunión mi esposo hace su entrada en escena, donde representa un pobre Otelo. Ni hablar cuando nos quedamos solos y nos vamos a dormir, ahí comienza ese interrogatorio de característica represiva, no porque él sepa que es un interrogatorio de tercer grado sino por lo que ha visto en las peliculas policiales. " ¿ Y que te dijo ? ¿ Por qué ? Si te dijo eso es porque vos le diste pie, ¿qué te dijo ? Contámelo de nuevo " y así una y otra vez hasta que alcanza tal grado de excitación que, de manera inevitable, pone punto final a sus sospechas, a sus celos, con un rápido movimiento sexual donde se descarga dentro mío antes que yo llegue a sentirlo.
Esta es otra razón, tal vez la más valedera, de porque le soy infiel. El hambre y la sed sólo se apaga cuando está satisfecho. Por eso, a la mañana siguiente, comienzo hacer las maniobras necesarias para volver a encontrarme con aquel hombre, el más reciente se entiende, que mi marido me presentara y decirle que he pensado en sus palabras y esas bobadas que los hombres siempre se creen, porque los hombres son faciles de hacerle creer cualquier cosa. Entonces acepto ese café o, si es más osado, ir a ese hotel donde podremos estar más cómodos. Lo bueno con los amantes es que son fáciles de sustituir, les cuesta entender eso de " touch and go! ". Para fijo una tiene al marido, habiendo tantos hombres una no puede dejar pasar por la vida la oportunidad de probarlos a la mayoria de ellos. Así que por lo general dos o tres encuentros y si te he visto no me acuerdo; no me importa sus insistencias, nunca más vuelvo con ellos una vez que les dije " adios ".
No he sabido de ninguno que le haya ido con el cuento a mi marido, de ser así otro sería este cuento, pero tampoco me gusta que se pongan en evidencia y confiesen, algunos con vergüenza otros como si fuera un chiste, que mi marido los asuza con el eterno verso de la sospecha sobre mis infidelidades. Y así vamos por la vida con ellos y las ocurrencias de mi marido. Pero a mí me gusta cuando me presenta a sus alumnos de la Universidad, los manda o cita a nuestra casa con excusas tan tontas que duelen de tan torpes. Cuando una de esas bellésimas criaturas con cuerpos tan jóvenes y las ganas casi intactas llegan a casa finjo distancia, me pongo fuera de su alcance, pero después, poco a poco, voy mostrándome, dejándole a mi paso el hilo que los conduce, de manera inexorable, al centro de mi laberinto. A los más torpes les doy un sutil envión, me hago la descuidada y dejo que me vean mis bragas, o la descuidada al exagerar mis movimientos para agacharme y dejar a la vista mi culo, siempre con faldas cortas, o mis pechos, con escotes con un par de botones abiertos de más. Convengamos, los jóvenes son magníficos, no se cansan aún cuando estén exhaustos, esos chicos me gastan, me dejan de cama, me agotan hasta la periferia de la agonia. Hay veces que no me puedo mover más y sin embargo siguen ahí, por atrás o por adelante, copulando sin parar. Algunos son maravillosos, otros un desastre, a estos últimos hay que enseñarles todo. Pero me siento feliz de haber sido maestra de vida de tantos amantes que ya no puedo recordar cuantos han sido.
Con estos chicos hay que hacerse cargo de los gastos, nunca tienen dinero, con ellos lo hago en mi cama matrimonial, ocasionalmente voy a sus pensiones o departamentos de estudiantes. Pero como dice el tango, " amores de estudiantes / flores de un día son ", con ellos rara vez repito, son tantos que no tengo necesidad.
Y para colmo esta mi cuñada, leal a su hermano, la viene de " voz de mi consciencia ", a darme consejos sin que se los pida, hace veladas amenazas si las sospechas llegan a ser ciertas y esas cosas. Por ella se que es inminente un huracán de furia de mi marido, de lejos me doy cuenta que el maldito le va con las sospechas, ella viene haciéndose la amiga para sacarme a mentira y verdad si las sospechas son ciertas. Niego todo, claro, a su estilo, digo sin decir.
Nuestras charlas están cargadas de sobreentendidos, se sobreentiende lo que ella viene a averiguar y se sobreetiende mis respuestas que nunca alcanzan. Después de mi cuñada están las llamadas de teléfono por parte de mi marido, a toda hora, en cualquier lugar, en todo momento hasta que no aguanta más para dejar lo que esté haciendo y venir ha representar su absurda y patética comedia. " Puta, puta infiel. ¿Con quien me engañás? " y así, con sacudidas, sus amenazas de dar un reves que nunca llega y los gritos " confesá, puta, confesá ". Por supuesto no le respondo, me encierro en el silencio, lo espero porque se que se va a quebrar, va a caer de rodillas y a mendigar mi perdón.
Y no falla, después de la visita de mi cuñada con seguridad el teléfono ha sonado toda la tarde en mi ausencia, seguro que está en camino. ¿No te dije? Ahí está, entra, da un portazo, viene a mí, comienzan los insultos mientras siento como los restos de semen de uno de sus amigos se escurre de mi sexo. Por suerte alcance a llegar, lástima que no me dio tiempo para lavarme mejor, pero bueno, la vida de casada tiene estas penas.-