Los celos de mi hija 2

Sigo acercándome a mi hija...

Estaba en el centro comercial del norte de la ciudad acompañando a mi hija por orden de su madre, la niña tenía que comprarse ropa para la fiesta de cumpleaños de una de sus amigas y yo tenía que acompañarla. Mientras hacía de perchero pensaba en lo que había pasado aquellos días.

Había pasado justo una semana desde que mi hija Carla y yo nos habíamos “bañado” juntos en el jacuzzi de la casa. Me pasé los primeros días esperando que las cosas se pusieran feas por parte de mi esposa o de la misma Carla. Al principio no sabía si Carmen había visto desde la puerta que la niña estaba sobre mis piernas, por suerte no se acercó más a nosotros cuando abrió para llamarnos. Tampoco sabía si Carla había reflexionado sobre lo sucedido, temía que lo ocurrido explotase en algún momento, aunque para serles sinceros la preocupación sólo duró un par de días. Como ya les dije al principio temí que la cosa se pusiese fea, eso cambió la segunda noche después de lo ocurrido:

  • ¿Estás preocupado por lo de bañarte con Carla? _ me preguntó Carmen como quien pregunta por el tiempo, mientras se ponía crema en la cara y en las manos ya en la cama.

  • No _ le contesté mintiendo mientras tragaba saliva. Pasó como medio minuto y volvió a hablar.

  • No deberías _ Pues claro que no pensé yo. Sólo estuve con mi hija en el jacuzzi la senté sobre mi polla y mientras le metía los dedos en el culo y el coño ella me hacía una paja hasta que me corrí sobre su cuerpo. ¡porque cojones voy a preocuparme! Tenía que decirle eso, aunque lo resumí en.

  • No es normal hacer eso.

  • Yo me bañé con mi padre muchas veces de la edad de Carla y mayor que ella _ me quedé mirando a mi esposa mientras me la imaginaba sentada entre las piernas de su padre agarrándole la tranca con las manos, mientras él le metía los dedos por todos los lados _ estoy segura que eso hizo que estuviese más unida a él toda la vida.

  • ¿Te sobó tu padre cuando os bañabais? _ le solté casi sin pensar.

  • ¿Sobaste tu a tu hija? _ me quedé callado mirando al techo _ hasta mañana cariño _ me dio un beso y ahí acabó la conversación.

Yo seguía acumulando prendas de ropa en los brazos y Carla rebuscando como una posesa, lo que me daba más que tiempo para darle vueltas a las cosas. Pensé en la noche siguiente a la conversación con mi esposa. Aquella noche me quedé en el sofá para ver fútbol, no es que me guste especialmente, pero cuando es un partido importante sí lo veo para dar caña en la oficina al día siguiente a los de uno y otro bando. Carla llegó al sofá y se dejó caer a mi lado, llevaba aquel pantaloncito de pijama cortito, color rosa, con dibujos de ositos, en la parte de arriba iba con una camiseta blanca que transparentaba completamente sus tetas y aquellas zapatillas con carita de elefante que a pesar de estar hechas una mierda por el tiempo que tenían no se las sacaba de los pies:

  • Papá, ¿Estás preocupado por lo del baño? _ la miré sin decir nada mientras ella apoyaba su cabecita en mi regazo _ mamá me dijo que lo estabas.

  • No sé si preocupado es la palabra _ pensé un poco que decir antes de seguir hablando _ no sé si está bien lo que hicimos, aunque ahora ya está hecho. Sólo te pediría que no se lo dijeses a tus amigas ni a nadie.

_ Papá, ¿mis amigas? _ soltó con algo de rabia _ Lucía duerme con su padre los fines de semana que le toca con él, llevan haciéndolo desde hace la ostia de tiempo.  Ana se enrolla con su hermano mayor a todas horas, incluso delante de nosotras y que decirte de Eva o Sonia no debe quedar un hombre de su familia con el que no se hallan acostado.

No le contesté nada a mi hija no sabía que decir, tenía que procesar aquel flujo de información. Ahora creía entender un poco mejor la situación, ella sabía que sus amigas estaban empezando o ya habían empezado su vida sexual con gente de su familia próxima a ellas, el no haberlo hecho ella, la había hecho sentirse desplazada de algún modo.

Seguíamos en el centro comercial, Carla había entrado al probador y yo la esperaba sentado al lado de otro puñado de hombres de distintas edades con la misma función que yo, percheros. El local estaba a tope por lo que conseguir un probador libre se hacía muy difícil, mucha gente esperaba resignada en una gran cola. Un minuto después se abrió la puerta de madera y salió Carla con un vestido cortito que se ceñía a su escultural cuerpo, estaba preciosa:

  • ¿Qué te parece? _ me preguntó dándose varias vueltas.

  • Estás preciosa cariño _ le contesté mientras observaba como varios de aquellos tipos se la comían con la mirada.

  • Mejor entra papá _ me dijo al ver lo mismo que yo.  Me agarró de la mano y me arrastró para dentro del probador _ hay mucha gente.

El probador era enano, tenía unos colgantes en una de las paredes para dejar la ropa, una pequeña silla metálica para sentarse o apoyar más ropa y tres espejos enormes en cada una de las paredes para verte en tres dimensiones. Carla se quitó el vestido por la cabeza y se quedó pegada a mí sólo con un mini tanga negro, no pude evitar mirar fijamente al espejo que estaba justo en frente de donde yo estaba, se reflejaba su enorme y precioso culo. Ella giró la cabeza y después de observar lo que yo miraba con tanta atención me miró y sonrió, yo me encogí de hombros y le sonreí también:

  • No puedo evitarlo _ le señalé su precioso cuerpo con la mano _ estás muy buena.

Carla se probó otro de aquellos vestidos, flojo y largo. Al sacárselo sucedió lo mismo, sus tetas en mi cara y su culazo en el espejo, ella se me quedó mirando unos segundos antes de dar un mini paso hacia adelante y dejar su precioso cuerpo a unos centímetros del mío. Mis ojos se abrieron como platos cuando entendí lo que pretendía, le hice el gesto con el dedo en la cabeza de que estaba loca, ella puso su dedo delante de mi boca y volvió a sonreír con malicia. El ruido fuera era ensordecedor a ratos y mucho más suave en otros momentos, aun, así aquello que pretendía era una locura.

Mi hija se agachó un poquito y me besó con suavidad mientras ponía una de mis manos sobre una de sus tetas. Si en algún momento pensaba poner cordura a aquello todo se fue al traste en aquel instante. Nos besamos de manera suave hasta que su lengua se topó con la mía, en ese momento nuestras bocas se pegaron con fuerza, lujuria y deseo.  Mi mano seguía apretando cada uno de sus pechos y mis dedos se recreaban en sus pezones gruesos y duros como puntas de dedos. Carla me sacó la camisa por la cabeza y comenzó a lamer y succionar mi cuello, mi peludo pecho, mis pezones y fue bajando hasta que mi dura polla emergió como si de un resorte se tratara. La metió en la boca y mientras absorbía el capullo con fuerza recorría el tronco de arriba abajo con las dos manos, yo me estaba muriendo del gusto cuando la puerta de aquel probador se movió con fuerza:

  • Está ocupado _ chilló mi hija desde dentro con voz rara.

  • Disculpe señorita _ Dijo la voz desde fuera.

Aproveche ese impasse para poner a Carla de pie intentando hacerle entender que aquello era una locura, en cualquier momento podía ceder la puerta y entrar alguien. Ella no paró ni hizo caso a mis señas, se quitó el tanga de un tirón y su perfecto coño se quedó frente a mí. Volví a mirar al espejo mientras ella doblaba su espalda para acercar su boca a mi polla, su coñito rosado y la entrada de su culo reflejados en aquel cristal volvieron a resquebrajar mi cordura. Hice que se incorporara y pasé mis dedos por su raja con suavidad para comprobar que estaba completamente mojada por los jugos vaginales. La senté en la silla, le abrí las piernas y después de arrodillarme delante de ella comencé a lamer desde su ano hasta su clítoris pasando y parando en la entrada de su vagina, lo hacía con más fuerza en cada pasada hasta que mi lengua ya entraba un poco en su culo y más en su coño. Comencé a chupar su clítoris mientras uno primero y luego dos de mis dedos entraban en sus agujeros sin esfuerzo, los fui metiendo y sacando con más rapidez cada vez. Sentir como se retorcía con más y más fuerza cuando mis dedos invadían el interior de su vagina y sentir como sus manos me tiraban del pelo cuando mis dedos exploraban su ano me volvía loco. Sus suspiros iniciales se habían vuelto bufidos fuertes que resonaban en el pequeño habitáculo, todo fue en aumento hasta que su cuerpo se arqueó con fuerza, su cabeza golpeó uno de los espejos y su coño se pegó más a mi boca. Mi hija se estaba corriendo sobre mí como una loca, aquello duró bastante hasta que su cuerpo se relajó y la respiración volvió a la normalidad.

Teníamos que salir de allí, aquello había durado mucho pensaba mi lado sensato, pero Carla no tenía ese lado, ella se arrodilló delante de mí y sin más volvió a meter mi polla en su boca:

  • Me voy a correr cariño _ le susurré nada más empezar a chupar. Todo aquel morbo; el estar a expensas de que alguien entrase y nos pillase o que aquello fuese con mi hija, me dejó sin resistencia.

Sentía que mi polla estaba a punto de explotar, ya no podía aguantar más. Carla comenzó a chupar con más fuerza mientras intentaba sin éxito que toda mi polla entrase en su boca. Le sujeté la cabeza y comencé a follarle la boca, ahora llevaba yo el control y mis huevos rebotaban en sus labios. Comencé a sentir como iba a explotar de un momento a otro, con esfuerzo sobrehumano me saqué la polla de la boca de Carla, la leche comenzaba a brotar fuera a lo que ella respondió introduciéndola en la boca de nuevo, estaba toda en su boca cuando la leche salió con fuerza. En aquel momento estaba corriéndome en la boca de mi hija con una fuerza desmesurada. Volví a mirar por tercera vez al espejo; el reflejo me enseñaba a mi hija de rodillas, completamente desnuda delante de mí, yo sujetándole la cabeza mientras con mi cintura empujaba para delante, mi polla entera en su boca y la leche que rebosaba goteando hacia el suelo, esa imagen era fascinante. Cuando se la saqué de la boca la leche le caía por la comisura de sus labios, aunque mucha ya se la había tragado. Fue la mejor mamada de mi vida, lo juro. Ver mi polla descargando toda aquella leche en la boquita de mi hija mientras sus ojitos brillantes e inocentes miraban hacia los míos es un placer indescriptible.

Salimos ambos sonrientes de aquel probador después de limpiarnos con uno de aquellos vestidos. Le gente seguía entrando y saliendo a puñados, el sitio estaba abarrotado mientras en uno de aquellos habitáculos diminutos mi hija y yo nos habíamos corrido como locos…