Los castigos de mamá 5.

Continúan las aventuras de nuestros amigos y sus madres, ahora con la tía Amparo y sus hijos.

Los castigos de mamá 5.

Acababa de tener mi primer sexo con una mujer, con una mujer madura, hermosa y caliente, con Raquel la madre de mi amigo Roque. Estaba como en un sueño, embriagado por el placer, excitado por aquella nueva situación. Deseaba correr con mi amigo y compartir mis extrañas sensaciones, pero mi madre me sacó de mi ensueño.

  • Paco, no cuentes nada a Roque.

  • ¿Por qué? - Pregunté.

  • Sólo obedece... - Me contestó fríamente.

Obedecí y no dije nada. Roque seguía babeando por mi prima, siguiéndola como perrito a donde ella fuera. Y Magdalena, aún siendo una chica que se había criado en un pueblo, sabía como aprovechar la sumisión que provocaba su hermoso cuerpo en los hombres y tenía a mi amigo como esclavo, pidiéndole todo tipo de favores.

  • Magdalena, no abuses... - Le dijo su madre.

Roque tendría que seguir con mi madre si quería sexo. Un rato después todo estaba preparado para comer. Magdalena había dejado de esclavizar a mi amigo. Mauricio llegó de trabajar y todos nos sentamos a comer. Roque y Magdalena se sentaron a un lado de la mesa, mi primo y su madre en las cabeceras de la mesa y mi madre, Raquel y yo al otro lado. Se hablaba y se comía, cada uno hablaba con quien quería, todos menos yo que comía y recordaba el momento en que Raquel me hizo un hombre, apenas unos minutos antes. Estaba sumergido en mis pensamientos cuando sentí la mano de Raquel que se deslizaba bajo el mantel para tocarme. Mi madre lo notó, el resto no.

Los hábiles dedos de Raquel aferraron mi polla que de inmediato creció. Disfrutaba de la comida en familia y de la paja que me hacía mi querida amante que no dejaba de hablar con mi tía y mi amigo.

  • Y tú ¿no tienes novia? - Preguntó mi tía a Roque.

  • No, aún no...

  • Tiene que concentrarse en los estudios antes de pensar en novias y mujeres. - Dijo Raquel que buscaba el filo de mi bañador para buscar el contacto directo de mi polla.

  • Es un chico guapo, seguro que muchas mujeres querrán estar con él... - Una sonrisa pícara se dibujó en la dulce boca de mi tía.

Habíamos acabado de comer y aún permanecíamos hablando, yo no quería, ni podía, levantarme para disfrutar de las caricias que Raquel me regalaba.

  • Recojamos todo y vayamos todos al jardín a tomar unas copas. - Dijo Mauricio levantándose de la mesa.

Entre todos llevamos las cosas a la cocina y se ordenó todo para después llevar las bebidas al jardín. Los hombres estábamos sólo con el bañador y el torso desnudo. Mauricio era más fornido que Roque y yo y además se notaba que se depilaba. Mi prima estaba todo el tiempo pendiente de él, preocupada por que no le faltara nada. Mi amigo quería estar con ella, pero mi tía no paraba de hablar con él y de distraerlo.

Todos teníamos copas y la verdad es que yo no estaba acostumbrado a beber, y menos a aquel gin tónic que me había preparado mi primo, sentía como poco a poco mi mente se mareaba y mi visión era cada vez más dificultosa. Tenía que orinar y tendría que levantarme de mi silla. Creo que todo fue correcto y pasé por la puerta sin chocar con ningún lado. Caminé por el pasillo hasta llegar al servicio, entré y cerré la puerta, me puse a orinar.

  • ¡Oh, estás aquí! - Escuché la voz de mi madre mientras tenía mi polla fuera. Ella se acercaba a mí. - ¡He visto cómo te ha "cuidado" Raquel mientras comíamos! - Se colocó junto a mí agarrándome por la cintura. - ¿Dejas que mamá juegue un poquito con tu amiguito?

No me dejó contestar, cuando acabó de salir toda la orina su mano agarró mi polla y empezó a acariciarla, delicadamente, disfrutando del volumen que iba adquiriendo poco a poco. La soltó y bajó mi bañador hasta mis tobillos. La otra mano se aferró a uno de los cachetes de mi culo mientras volvía a masturbarme.

  • ¡Sabes, habéis puesto muy caliente a mamá! - Me besó delicadamente el pezón que tenía más cerca de su boca. - ¡Yo también deseaba meter mi mano bajo la mesa y hacerte una paja!

En ese momento llamaron inoportunamente a la puerta y la voz de mi tía sonó preguntando si todo iba bien. Contesté que sí, que en un momento salía. Le quité la polla a mi madre de la mano y me separé de ella, me coloqué el bañador y salí del baño. Mi tía había vuelto al jardín y llegué para comprobar que mis primos estaban bañándose y Roque, Raquel y mi tía seguían sentados en la mesa. Me duché y me tiré al agua para aplacar un poco las calores que me había provocado mi madre. Quedé a un lado de la piscina observando a mis primos que se divertían jugando en el agua. Pasé el resto de la tarde huyendo de las dos maduras madres que me acosaban en cuanto que podían.

Por la noche cenamos en el jardín, allí estábamos todos con ropas cómodas preparados para ir a la cama en cuanto nos cansáramos de estar allí. Yo me marché a mi cama después de Roque,

Raquel, mi tía y mi madre, dejando a mis primos solos mientras acababan de tomar la última copa.

Ya en la cama no conseguía dormir, el recuerdo del orgasmo que tuve con Raquel y el ataque de mi madre en el baño me tenían excitado y no podía pegar ojo. Me senté en la cama. Roque estaba en la cama de al lado. Me levanté y caminé por el pasillo sin rumbo concreto. La puerta de la habitación de mi madre y Raquel estaba abierta y las dos yacían en la cama tapadas por la fina sábana. Seguí y bajé al piso inferior. Todo estaba a oscuras pero por las ventanas entraba suficiente luz como para caminar sin chocarme apenas. Salí al jardín.

Todo estaba a oscuras y el cielo se reflejaba en el agua de la piscina. Me quité el calzado y caminé por la hierba. Miraba las estrellas y la luna menguante. Escuché un ruido en la caseta de las herramientas. Me acerqué por detrás y podía escuchar leves voces. Me asomé por la pequeña ventana y quedé paralizado. Mauricio y Magdalena se estaban besando apasionadamente. Apenas veía la parte superior de sus cuerpos, ella se giró y era evidente que le ofrecía su culo. Al momento se agitaban mostrando en sus rostros un gran placer, estaban follando, era evidente. Aquella escena me excitó y decidí marcharme sin saber bien que pensar ni que hacer.

  • ¡Vaya, ahora ya conoces el secreto de tus primos! - Me encontré a mi tía de frente al intentar irme. - Acompáñame...

Fuimos a la cocina, encendió una pequeña luz y me indicó que me sentara junto a ella. Parecía algo preocupada por tener que explicarme lo que había visto. Movía sin control un baso de agua y daba tragos sin control.

  • Verás hijo... - Empezó a hablarme. - Lo que has visto antes...

  • No te preocupes tita. - Le dije agarrando su mano para tranquilizarla. - Entiendo que no es normal el amor entre hermanos... O entre madres e hijos... Pero si ellos dos se quieren y lo hacen voluntariamente... - Ella quedó un poco desconcertada al escucharme.

  • Pero si tu madre se da cuenta de lo que pasa... - Sus ojos mostraron más asombro cuando me escuchó reír.

  • Perdona tita. - Le dije agarrando sus dos manos y acercándole a ella. - Tita, estoy seguro de que si le comentas lo que pasa con los primos a mamá, no sólo lo compremderá, puede que te ayude.

  • Pero ¿por qué? - No podía imaginar la razón.

  • ¿Qué hacéis levantados? - Pregunto mi madre desde la puerta. - ¡Necesito agua! - Fue al fregadero y empezó a beber.

  • ¡Cuéntaselo, vamos tita! - La anaimé. Mi madre se sentó junto a nosotros.

  • ¿Qué me tienes que contar?

  • Verás Pili. - Tragó saliba pensando en la gravedad de lo que le iba a contar. - Es que en mi familia... Mis hijos...

  • ¡Ah, tus hijos! - Mi madre sonrió. - Ya sé que tienen una relación... ¿Pero están enamorados? - Los ojos de mi tía se abrieron de par en par.

  • ¡Lo sabes! - Mi tía no lo podía creer.

  • Amparo, cuando murió mamá noté algo diferente entre ellos, el amor que se tenían era más que el de hermanos. Una de aquellas noches pude ver a escondidas cuan grande era... Sobre todo el amor de tu hijo. - Con sus manos marco en el aire la longitud de su polla.

  • ¡Pero... Pero...! - Mi tía no daba crédito a lo que escuchaba. Hundió su cara en las manos. - ¡Estos niños me van a matar! ¡Al final lo sabrá todo el pueblo!

  • No te castigues. - Comentó mi madre. - Yo los busqué para confirmar mis sospechas, pero fueron totalmente discretos. - Se levantó de su silla y abrazó por la espalda a su hermana. - ¡Tranquila Amparo, si se quieren de verdad no habrá problema! Pero es mejor que lo hables con ellos. Por nuestra parte podéis confiar y Raquel y su hijo son cómo de la familia. Libéralos del castigo de tener un amor furtivo.

  • ¿Crees que estarán mejor?

  • ¡Claro hermana! - Mi madre le habló bajito y con cariño al oído. - Mira, te confesaré que algunas veces tengo algo de sexo con mi hijo...

  • ¡Cómo! - Mi tía se sorprendió por la confesión de su hermana. - ¡Pero estás loca! - Se separó de ella.

  • ¿Por qué? - Mi madre la agarró con cariño de las manos. - ¿Cuantas veces has deseado tener un hombre en tu cama?

  • ¡Pero yo no necesito a ningún hombre en mi cama... Ya tuve uno hasta que murió!

  • ¿Entonces por qué mirabas con esos ojos al hijo de Raquel?

  • Yo no... Yo no me atrevería...

  • ¡No digas tonterías Amparo! - Mi madre le hablaba con voz dulce y abrazándose a ella. - ¡Recuerdo que de joven te gustaban mucho las pollas, sobre todo las de los primos!

  • ¡Pero eso no es lo mismo!

  • ¡No, la polla de un hijo es más excitante! - Mi madre colocó una silla y la hizo sentarse. Colocó otra frente a ella pero de lado. - ¡Observa!

Me levantó de mi silla y me colocó delante de la otra, de pie. Se arrodillo y miró a mi tía mientras pasaba sus manos por encima de mi polla que permanecía dentro de mi pantalón del pijama.

  • ¡No puedes hacer eso! - Dijo mi tía y había un brillo especial en sus ojos.

Mi madre no dijo nada. Mi polla había crecido y sus dedos marcaban su forma sobre la tela. Amparo nos miraba con la boca abierta, sin saber que hacer. Mi madre era una guarra pervertida y se lo mostraba a su hermana.

  • Para conseguir que fueran buenos estudiantes les hemos dado unos incentivos. - Mordisqueó con sus labios sobre la tela a lo largo de toda mi polla.

  • ¿Hemos...? - Dijo mi tía preguntándose quien era la otra.

  • Sí hija, ya te he dicho que Raquel es como de la familia... - Bajó mi pantalón y mi polla botó delante de la cara de mi madre.

  • ¡Ustedes... con vuestros hijos!

Las piernas de mi tía se cerraron, sus muslos se presionaron el uno contra el otro para intentar contener la cantidad ingente de flujos que su vagina lanzó al ver como mi madre se tragaba mi endurecida polla. Me senté en la silla y abrí las piernas. Mi madre se acomodó entre ellas de rodillas, su mano aferró de nuevo mi polla y su lengua masajeaba mis huevos. Amparo estaba cerca, muy cerca y podía ver perfectamente todo el trabajo de su hermana.

  • ¿Te gusta, tita? - Le pregunté y mi mano empezó a acariciar uno de sus muslos.

  • ¡Sois unos pervertidos, pero no sé porque me estoy poniendo caliente al veros!

Sus muslos se relajaron y poco a poco se fueron separando. Mientras sentía el calor de la boca de mi madre en mi polla, miraba a mi tía y mi mano empezaba a buscar por debajo de la camiseta. Escuchábamos los chasquidos de las mamadas de mi madre y podía sentir la suave piel de los muslos de mi tía en mis manos. Ella se levantó y se acercó, su cuerpo se pegó a mí y

la rodeé con mi brazo. Uno de sus pechos chocó contra mi cara y podía ver su pezón marcando la fina tela. Mi boca lo besó por encima de la tela y mis labios lo rodearon.

  • ¡Uf, ah, sigue cariño! - Mi tía me abrazó y acariciaba mi pelo. Metí mi mano por debajo de sus ropas y busqué su coño. Toqué la delicada tela de sus bragas, estaban mojadas. Mi mano buscó el filo de aquella prenda y la introduje. Una vasta selva de pelo púbico me recibió y me abrí paso hasta llegar a sus mojados labios vajinales. Se separaron y mi dedo entró en aquel maduro coño.

  • ¡Sí cariño, mastúrbame, has que tu tita se corra! - Mis dedos se empaparon al momento.

Pili seguía chupando mi polla, durante todo el día mi madre necesitó una polla y ahora la había conseguido, no la soltaría hasta quedar completamente satisfecha. Las manos de mi tía agarraron mi cara y su boca me besó mientras mis dedos encontraban su excitado clítoris. Nuestras bocas estaban unidas y ella lanzaba apagados gemidos. Sus piernas empezaron a temblar y una de sus manos tapó su boca para contener los gemidos que le provocaba el orgasmo que estaba sintiendo. La masturbe con más ganas disfrutando al ver su cara de placer. Sus piernas perdieron fuerza y una de sus manos empujó mi brazo para que dejara de masturbarla. Mi mano salió de sus piernas totalmente empapada de los lujuriosos flujos de aquel caliente coño. Cayó de rodillas junto a mí, sin dejar de mirar a su hermana que aún mamaba mi polla.

  • ¡Venid conmigo a mi habitación! - Mi tía había recuperado algo de sus fuerzas y quería más.

Nos levantamos y recompusimos nuestras ropas. Caminamos a oscuras intentando no hacer ruido hasta que por fin estuvimos a salvo en la habitación de mi tía.

  • ¡Aquí podemos hacer lo que queramos pero sin hacer ruido! - Dijo en voz baja.

Allí estaba yo, con aquellas dos hermosas maduras, aquellas dos hermanas que eran mi madre y mi tía. Las dos se desnudaron y se tumbaron en la cama esperándome. Estaban boca arriba con sus piernas dobladas y abiertas, ofreciéndome cada una su coño. La débil luz de la pequeña lámpara que mi tía encendió me dejaba ver el contraste de aquellos dos maduros coños. Mi madre lo tenía totalmente depilado y sus labios vaginales custodiaban la entrada de su vagina. El coño de mi tía estaba cubierto por abundantes pelos oscuros. Sus manos los apartaron y separaron sus labios. El rosáceo interior de su vagina resaltaba en medio de los negros pelos.

Con un dedo mi madre me llamaba para que subiera a la cama con ellas. Me fui desnudando mirando las dos húmedas vaginas que me esperaban para darles placer. Estaba desnudo, con mi polla totalmente dura. Me subí de rodillas a los pies de la cama. Me acerqué a ellas y mis manos empezaron a acariciar sus coños. Les hundí dos dedos en cada coño y ellas se retorcían

de placer. Sus manos acariciaban y amasaban sus abundantes pechos, sus caderas se retorcían de placer incontroladamente, bajo sus culos se formaban sendos charcos de flujos de sus calientes vaginas. Mi polla las amenazaban con clavarse en ellas y darles placer hasta volverlas locas. Me incline sobre mi madre y lamí su coño tragando todos los líquidos que de allí salían, no dejé de masturbar a mi tía mientras comía a mi madre. Unos minutos después comía el coño de mi tía mientras mi mano masturbaba a mi madre. Las dos hermanas me regalaban sus contenidos gemidos que me excitaban y me animaban a seguir trabajando sus conos.

  • !No puedo más, no puedo más! - Dijo mi tía con un grito contenido. - ¡Clávame tu polla, fóllame!

  • ¡Vamos cariño! - Me animó mi madre. - ¡Deja de masturbarnos y clava tu polla a tu tía!

Saqué mis manos de sus coños y me coloqué entre las piernas de Amparo. Agarré sus muslos con mis manos y mi polla quedo a pocos centímetros de su coño. Se agitaga y su raja intentaba tragarse mi polla si llegar a alcanzarla. La boca de mi madre se engulló toda mi polla para liberarla totalmente empapada en saliva. Mi excitada madre dirigió con una mano mi polla hacia la vagina de su hermana que seguía lanzando flujos para que mi polla le entrara por completo. Me incline hacia ella y besé su boca suavemente. La experta mano de mi madre agitó mi polla sobre la mojada raja de mi tía que se agitaba por el placer y deseando ser penetrada. Pili disfrutaba masturbando a su hermana con la polla de su propio hijo y viéndola sufrir al no ser penetrada completamente. Durante un rato agitó mi polla para después darle dos o tres chupadas y llevar mi glande hasta la entrada de la vagina de mi tía. Tiró levemente de mi polla para que la hundiera hasta lo más profundo de mi tía. Empuje con mis caderas suavemente y sentí como mi glande se hundía en aquel caliente coño. Un gemido de placer salió de su boca.

  • ¡Mamá! - Sonó la voz de mi prima que nos miraba desde la puerta. - ¡Estáis... Estáis follando con Paco!

Boté de mi tía y mi polla salió de su vagina. La cara de Amparo se descompuso al verse sorprendida y tapó su cara con las manos. Mi madre se levantó y agarrando a Magdalena del brazo, la metió en la habitación y cerró la puerta.

CONTINUARÁ.