Los castigos de mamá 3.
Nuestras madre siguen "educándonos" para que seamos unos chicos obedientes. Roque parece que tiene que recibir más castigos.
Los castigos de mamá: lunes.
No sé cuanto tiempo estuvimos allí, sentados y abrazados. Yo sentía un gran placer al tenerlas a las dos junto a mí. Por Raquel estaba sintiendo algo más que puro deseo sexual, pero el tacto de los pechos de mi madre en mi piel me estaba excitando de nuevo y mi polla empezaba a crecer con mis pensamientos. Ellas me acariciaban levemente y con cariño.
¡Mira Pili! – Dijo Raquel de repente. – ¡Tu hijo está volviendo a crecer!
¡Ya me he dado cuenta! – Mi madre parecía divertida con aquello. – Llevo un rato moviendo mis tetas contra su piel y veo que está surtiendo efecto… - Se separó de mí un poco y me miró a la cara. – Paco ¿te excita tu madre? – Quedé callado por un momento sin saber bien que decir.
¡Verás mamá! – Le dije y decidí que lo mejor sería ser sincero. – Roque es muy caliente, pero sé que desde hace varios años eres su favorita para hacerse pajas… ¿Crees que yo que te veo a todas horas no me he excitado con tu precioso cuerpo?
¡De verás! – En la cara de mi madre se dibujó una amplia sonrisa y me besó apasionadamente.
¡Eh, esto es ya incesto! – Protestó Raquel y le apartó mi boca a Pili para besarme ella. - ¡Este es mi macho y lo quieres tendrás que pelearlo! – Sonreía pues estaba de broma y muy excitada. - ¡Pervertida! – Desafió a su amiga.
¡Tal vez te lo folles en esta semana! – Dijo mi madre amenazándola y apuntándola con un dedo. - ¡Pero cuando lleguemos a casa lo tendré las veinticuatro horas del día para gozar de él!
¡O pelearemos las dos en la cama para follarlo! – Dijo Raquel y se quedó pensativa. - ¡Espera que se me está ocurriendo una idea para Roque…! ¡Veréis!
Comenzó a explicarnos qué lo que le había ocurrido a su hijo era más o menos normal, tenía que haberse contenido y no intentar partirle el culo a Pili, pero que ya llevábamos demasiada excitación contenida encima para aguantarse. Lo justificó un poco y no propuso que teníamos que templar sus ansias por follar. Así que desde ese mismo momento mi castigo estaba superado, siempre que me comportara como aquella mañana y las ayudara a todas las cosas que había que hacer en la casa, si volvía a ser un niño consentido y maleducado volvería a probar el amargo sabor de las solitarias masturbaciones. Así que desde ese momento tenía pleno derecho sobre mis dos maduras madre que me iban a dar unas clases particulares de sexo para que aprendiera a gozar y hacerlas gozar del placer de follar. Ahora no serían ellas, nuestras madres, y nosotros, los hijos por separado. A partir de ahora Roque quedaba aislado y ellas me darían todo su amor hasta que él aprendiera a tratarlas como lo que eran, las más deliciosas diosas del amor.
- ¡Pues eso! – Dijo Raquel. - ¡De esto ni una palabra a Roque! A la ducha y después a hacer la comida. Ahora iré a hablar con él para intentar apaciguarlo y que comprenda el mal que ha hecho.
Ella fue la primera en ducharse y después se fue a hablar con su hijo. Mi madre me pidió que entrara yo primero en la ducha y así lo hice. Cogí mi pijama y entré en la ducha. Ya eran las ocho de la tarde y habíamos encendido la chimenea pues la temperatura empezaba a bajar. Entré en la pequeña placa de ducha y cerré la cortina. Me caía la calida agua por el cuerpo y aún podía oler el coño de mi querida Raquel. Tras la ducha salí y encontré a mi madre y a Raquel preparando la comida.
- ¿Acabaste? – Me preguntó y me dio un beso en la boca. Cogió su ropa que tenía sobre una silla de la cocina y entró en el baño.
Me acerqué a Raquel que acababa de llenar los platos con la comida que mi madre había preparado. Los cogí y los llevé a la mesa. En el salón, en el sillón donde antes habíamos tenido sexo con nuestras madres, Roque estaba sentado bastante serio.
¡Hola Roque! – Le dije y él me saludó con poco afán. - ¿Ya estás mejor?
¡Más o menos! – Aún estaba disgustado. - ¡Y no hay ni una puta televisión!
Lo dejé en paz y diez minutos más tarde salía mi madre de la ducha. Nos sentamos en la mesa, pero esta vez las mujeres cambiaron de posición en la mesa. Mi madre se sentó a un lado de mí y Raquel al otro, dejando solo a Roque en el otro lado de la mesa. Los tres estábamos muy juntos. Casi no se habló de nada, apenas un pásame esto, toma lo otro mientras Roque permanecía serio sin querer mirarnos. Me levanté nada más acabamos de comer y empecé a recoger la mesa. Roque como protesta ni siquiera hizo el intento de ayudarme.
- ¡Sigue así si no tendrás más regalos! – Le dijo Raquel.
Tiré los restos a la basura y apilé los platos para fregarlos. Abrí el agua y en ese momento llegó mi madre a mi lado.
¡No te preocupes hijo, ya lo hago yo!
¡Ya estoy preparado! – Me cogió de la cintura y me retiró del fregadero.
Aún tenía el pelo húmedo y aquel pijama no podía ocultar su redondo, respingón y delicioso culo. Ahora yo pertenecía a aquellas mujeres, podía pedirles amor cuando lo necesitara. Me coloqué detrás de ella y la abracé por la cintura atrayéndola hasta que nuestros cuerpos estuvieron juntos. Mi polla creció rápidamente al sentirla y presionó contra su culo. Mi madre lo notó y lo meneó un poco.
¿Te gusta tu madre? – Me preguntó sin dejar de fregar.
¡He sentido envidia cuando Roque ha tenido tu cuerpo para él! Hasta esta semana no me había fijado en la hermosa mujer que vivía conmigo. – Le besé suavemente el cuello y sentí como su cuerpo se estremecía. - ¿Harías el amor con tu propio hijo?
¡No cariño! – Su respuesta me desanimó. - ¡Sé que algún día me harás gozar en la cama! – Se giró y nos besamos apasionadamente.
¿Ves? – Escuchamos la voz de Raquel. – Si te portaras como Paco podrías tener sexo.
¡Pero… Pero…! – No sabía que decir al ver a madre e hijo besándose apasionadamente y sin ningún tipo de rubor.
¡Bueno, ya es tarde, ahora a dormir! – Dijo Raquel. - ¡Venga hijo, vete a la cama!
¡Venga tío, vayámonos! – Me dijo Roque.
No, él dormirá hoy con nosotras… - Raquel estaba muy seria y su hijo se quedó con la boca abierta al escucharla. – Si fueses obediente y delicado con Pili, tal vez ella dormiría contigo, pero mientras seas tan animal, sólo tendrás soledad. – Él se marchó cabizbajo hasta entrar en su habitación.
¡Tú, acaba de fregar y déjame un poco a tu hijo! – Raquel se pegó a nosotros e intentó separarnos. Mi madre no me soltaba y las dos se empujaban.
¡Quietas! – Les dije. – ¿Queréis probar un beso a tres?
No me respondieron. Abrí mi brazo y Raquel se acopló a nosotros. Nuestras tres bocas se juntaron y nuestras lenguas jugaban, podía sentir las dos lenguas que intentaban apoderarse del interior de mi boca. Jugamos un poco y después le di un beso a cada una y me marché a su habitación.
- ¡Os espero en la cama! – Les dije desde la puerta de la cocina. – ¡No tardéis mucho!
Caminé por el salón y pude escuchar algo de música en la habitación donde estaba Roque. Supuse que con el enfado se había acostado y la música lo tranquilizaba. Entré en la habitación y encontré la cama donde habían dormido las dos la noche anterior. Me senté en la cama, junto a una de las mesitas de noche y me puse a mirar lo que había en los cajones. En el cajón de arriba estaban la cartera y las llaves de mi madre. Abrí el de abajo y encontré su ropa interior. Aquellos tangas eran los que mi madre solía usar, ella sabía que su culo era una de sus mejores basas para dominar a los hombres y le gustaba marcarlo en las prendas que vestía.
- ¡Te gusta ver la ropa interior de las mujeres! – Raquel había entrado en la habitación. - ¿Eres un pervertido? – Riendo abrió el armario y cogió unas cuantas ropas y se despidió. - ¡Ahora venimos… las dos! – Me lanzó un beso y cerró la puerta.
Me había avergonzado al ser descubierto por Raquel mirando la ropa interior de mi madre. Me metí rápidamente en la cama y me coloqué en el centro. Miré la habitación en toda su amplitud. Era desconocida para mí y ahora estaba allí en medio esperando para dormir con mi madre y nuestra amiga. Me sentía raro, era una excitación que me agradaba pero me tenía todo el cuerpo convulso. Qué pasaría cuando llegaran aquellas mujeres… Qué esperaban de mí… De Raquel podía tener todo lo que un hombre puede compartir con una mujer en el sexo, pero mi madre… Lo de mi madre era incesto. Sé que se practica, moralmente no sé si el hecho de tener una relación sexual con tu propia madre me afectaría. Estaba muy excitado sólo con la posibilidad de dormir junto a mi hermosa Raquel, pero si mi madre se unía a nosotros me producía otra excitación diferente, más intensa al pensar que estaría haciendo algo prohibido.
Sonreí al pensar en la pobre abuela. Con todo lo que ella iba a la iglesia, con todo lo que rezaba, con lo que criticaba a esas bellas señoritas que ligeras de ropas aparecían en la televisión… ¡Se hubiera muerto si nos hubiera visto en la cocina besándonos! ¡Mi madre y yo! Pero ella no estaba allí y parecía que a mi madre, mi adorada Pili, no le afectaba estas cuestiones. Y entonces se abrió la puerta. Entraron las dos. Estaba encerrado en la habitación con aquellas dos sensuales y excitantes maduras. Mi polla reaccionó de inmediato y mis dudas sobre el incesto desaparecieron al momento.
- ¡Hola hijo! – Dijo Raquel y empezó a quitarse una bata que llevaba puesta. - ¡Ya he visto que te gusta la ropa interior de las mujeres! ¿Te gusta esta?
Mi polla tomó su máxima tensión cuando Raquel apareció ante mis ojos con un camisoncito azul, prácticamente transparente por el que podía apreciar las bragas del mismo color que cubría su sexo. Sus pechos estaban libres y sus pezones se marcaban en la traslúcida tela.
- ¡Me ha dicho Raquel qué estabas viendo mis braguitas! – Dijo mi madre que se liberaba de bata y aparecía con su camisón blanco casi transparente. Ella llevaba un diminuto tanga y se giró para mostrarme como aquella prenda se perdía entre los hermosos y redondos cachetes de su culo. Sus oscuros pezones se apreciaban perfectamente. - ¿Te gusta tu mami?
Las dos se acercaron a la cama, cada una por un lado. Tiraron de las mantas que me cubrían y me dejaron al descubierto. Mi polla empujaba la tela de mi pijama y mis ojos no paraban de mirarlas, a una y a la otra, a un lado y al otro. Mi corazón latía excitado por la visión de aquellas dos calientes maduras que se acercaban a la cama, y no parecían tener sueño. Muchas y extrañas sensaciones recorrían mi cuerpo. Temblaba nervioso y excitado, deseaba abalanzarme contra ellas y comérmelas… Tanta excitación y esos sentimientos encontrados me tenían paralizados. Las dos se subieron de rodillas en la cama y cada una me contemplaba por un lado.
¡Mira cómo está tu pobre niño! – Le dijo Raquel a su amiga. - ¿Lo liberamos?
¡Sí pobrecito, estará sufriendo estando ahí preso!
Entre las dos me bajaron el pantalón, despacio. Después acariciaron mi polla por encima de los calzoncillos disfrutando de la dureza que había alcanzado. Con los movimientos, mi glande asomó por encima del filo.
¡Mira su cosita quiere respirar! – Dijo mi madre.
¡Liberémosla para que no se muera! – Raquel se divertía con aquello.
Las dos me quitaron los calzoncillos y mi polla quedó liberada. Ellas la miraban, mi polla botaba levemente por la excitación y aquel movimiento involuntario les gustó.
- ¡Uy! – Dijo Raquel. - ¡Creo que se está muriendo, tal vez necesite que le hagan el boca a boca!
Se inclinó y su boca envolvió mi glande. Podía sentir como su boca succionaba, como su lengua se movía acariciando el orificio por donde tenía que salir mi semen. Miré a mi madre que no dejaba de mirar como su amiga mamaba mi polla. Estaban preciosas. Raquel estaba echada hacia delante y su culo quedaba en pompa, su camisón lo cubría poco y podía ver perfectamente sus bragas azules que cubrían gran parte de su redondo culo. Mi mano lo acarició y ella se agitó al sentirme.
Sobre mi pecho se colocó una mano de mi madre. La miré y ella a mí. Podía ver la lujuria en sus ojos, su lengua no dejaba de mojar sus labios deseando tener la polla de su hijo en su boca. Aquella excitación que mostraba su cara se mezclaba con un preocupante pensamiento de hacer algo prohibido. Su cuerpo deseaba ser poseído por mí, pero en su mente seguro que la duda no la dejaba tranquila. Se inclinó y me besó suavemente en los labios.
- ¡Hijo, te deseo! – Me susurró. - ¡No quiero hacer nada que te pueda dañar! ¡No puedo resistirlo, pero tengo un remordimiento de que esto no está bien! – Nos miramos a los ojos por un buen rato.
Podía sentir como la mano de Raquel me acariciaba los testículos mientras su boca se tragaba casi por completo toda mi polla. Nunca me había fijado en los ojos de mi madre de aquella manera, podía ver el deseo y la duda. Mis dudas dejaron paso a la lujuria y a la locura. Rodeé su cuerpo con mis brazos y la besé apasionadamente.
- ¡Te amo! – Le dije. – ¡No me importa que seas mi madre, eso lo hace más excitante! – La volví a besar.
Raquel no paraba de lamer y mamar dando ruidosas succiones que me producían demasiado placer. Ya habían conseguido que me corriera por la tarde y la nueva carga de semen les costaría más obtenerla. Mi madre se quitó el camisón y quedó sólo con aquel diminuto tanga. Me ofreció sus pechos y los mamé como cuando era un bebé, con deseo, con lujuria. Ella ronroneaba.
- ¡Sí, mi niño tiene hambre! – Una mano me agarraba por la nuca para levantar mi cabeza mientras la otra agarraba su redonda teta y me la ofrecía. – ¡Eso es, mama, mama hasta que dejes satisfecha a tu mamita!
Raquel no dejaba de tragarse mi endurecido miembro, ella estaba a lo suyo disfrutando y llevándome hasta el límite del orgasmo, para después no dejar correrme, era toda una experta. Yo me dedicaba a lamer y mamar los endurecidos pezones de mi madre, de mi Pili. Mis manos se aferraron a sus pechos y mi boca pasaba de uno a otro. Ella gimoteaba mientras escuchábamos los chasquidos y gruñidos que emitía Raquel aferrada a mi polla.
- ¡Ya dije que erais unas putas! – Escuchamos la voz de Roque que abría la puerta. - ¡Así que habéis decidido follárselo las dos a la vez!
Raquel botó de la cama y en un visto y no visto agarró a su hijo por un brazo y el pelo, arrastrándolo y diciéndole soeces hasta que lo sentó en una silla que había cerca. Mi madre y yo quedamos paralizados al ver cómo aquella mujer manejaba a su hijo y en unos pocos minutos lo tenía atado con un cordón que había por allí tirado a la silla y lo colocaba a menos de dos metros de los pies de la cama.
- ¡Ahora no sólo no recibirás sexo, tendrás que ver lo que le vamos a hacer a tu amigo! – Gritó Raquel y se sentó en el borde de la cama. - ¡Venid los dos y démosle un buen espectáculo a este niño consentido!
Me senté entre ellas, Raquel a mi derecha, mi madre a mi izquierda, pasé mis brazos por detrás de ellas y acariciaba sus culos mientras sus manos se encargaban de tocarme los genitales al completo para que Roque lo viera perfectamente.
¡Venga Paco, fóllatelas para que yo lo vea! – Roque protestaba desafiante.
¡No hijo! – Dijo Raquel. – Ninguno de los dos merecéis aún meter vuestras pollas en nuestros coños. Paco va por muy buen camino, pero tú no te mereces ni una mísera paja.
Acabó de hablar y se arrodillo para volver a tragarse mi polla, se colocó de forma que su hijo pudiera ver perfectamente como aquel trozo de carne se perdía en el interior de su boca. Mi madre se puso frente a mí de pie, abrió las piernas de forma que Roque pudiera ver a su madre mamar, dobló el cuerpo por la cintura hacia mí y me ofreció sus tetas para que las mamase. La polla de Roque rápidamente empezó a empujar sobre su pijama pero nadie aliviaba aquella presión, ni siquiera alguna de sus manos le podía dar consuelo, sólo podía ver como su madre y su amiga iban a jugar sexualmente conmigo. Mi madre tenía su culo en pompa a poca distancia de la cara de su preso. Con una mano apartó la diminuta tira que cubría los labios de su coño y con dos dedos los separó un poco para mostrarle el interior de su vagina.
- ¡Sí mamá, has lo que más te gusta, cómele la polla! – Roque iba a reventar de enfado y excitación. - ¡Y tú putona! – Le dijo a mi madre. - ¡Ven aquí y deja que mi lengua le de a tu coño lo que necesita!
Raquel continuaba trabajando mi endurecido palo mientras mi madre empezó a recular apartando sus deliciosos pezones del alcance de mi boca. Me ofreció su boca y su lengua jugaba con la mía, pasando de una boca a otra. Ella le ofrecía a Roque una inmejorable vista de la húmeda entrada de su vagina, a menos de medio metro de su cara. Los flujos que mi madre lanzaba por aquella deliciosa cueva llenaban el aire con el aroma a hembra en celo. Roque tenía que olerlo.
¡Un poquito más cerca, putón! – Dijo Roque. - ¡Si lo acercas sólo un poco más mi lengua jugará con tus dulces agujeros! ¡Ahora no puedo intentar metértela por ningún lado, estoy atado a esta silla!
Raquel. – Dijo mi madre. - ¿Te importa si me dedico personalmente en educar a tu hijo? ¡Le enseñaré buenos modales!
¡Allá tú! – Dijo su amiga sacando mi polla de su boca. - ¡Roque está muy rebelde y necesitara mucha mano dura!
¡No te preocupes! – Respondió la otra. - ¡Ya verás como en nada te lo devuelvo totalmente sumiso!
Mi madre se bajó el tanga hasta las rodillas, si dejar aquella posición en la que me ofrecía su boca mientras que a mi amigo le ofrecía las entradas al placer. Me dio un último beso y sus manos se agarraron a los cachetes de su culo para separarlos. Roque quedó extasiado al ver su mojada raja de oscuros labios que contrastaba con el llamativo rosa intenso del interior de la vagina, un poco más arriba estaba podía ver el redondo y plegado esfínter de su culo. Era de color oscuro, casi como los labios. Ella retrocedió hasta que podía sentir el aliento de su joven en su sexo.
¡Eres una cabrona! – Dijo Roque.
¡Cállate esclavo! – Le dijo Pili a la vez que le daba una bofetada que sonó más de lo que le dolió, pero que lo callado y algo más tranquilo. - ¡Desde ahora me obedecerás a mí y harás todo lo que te diga! – Sus cachetes estaban totalmente separados y se acercó más a él. - ¡Vamos, qué te vas a comer primero!
Él alargó la cabeza y con su lengua consiguió llegar hasta la raja. La lamió y el culo de mi madre se agitó. No tenía manos y no podía agarrarse fuertemente al culo, pero Pili le acercaba y abría los labios de su coño. Mi madre sintió como más flujo salía de su vagina y empezaba a gotear en el suelo.
¡Qué coño y qué culo tan ricos tienes so puta! – Dijo Roque.
¡Tú sólo hablarás cuando yo te lo diga! – Escuchamos el sordo sonido de otra bofetada. - ¡Ahora calla y cómeme todo el coño!
Mi madre le acercó más aún su culo, más y más hasta que la cara de Roque quedó entre los cachetes de aquel vicioso culo. Lo agitaba y escuchábamos los apagados gruñidos que él daba.
Raquel dejó de mamarme, estaba escuchando lo que pasaba con los otros dos amantes y quería verlo. Se puso de pie, entre mi madre y yo mirando como su hijo disfrutaba del culaso de mamá. Abrió las piernas y fue retrocediendo hasta estar encima de mi polla que al verla llegar se excitó más y apuntaba desafiante al coño que estaba a escasos centímetros de ella. Casi me corrí cuando la mano de aquella hermosa madura agarró mi polla y la sostuvo mientras se iba sentando. Por fin mi polla entraría en un coño, un coño caliente y ansioso de ser follado cómo era el de Raquel. Ya podía sentir el calor que brotaba de aquella húmeda y rosada cueva que me iba a dar placer. Sí, hoy por fin dejaría de ser virgen y mi polla probaría un coño. ¡Baja, baja y clávatela entera!
Raquel se sentó sobre mí, muy pegada a mi palpitante polla, pero sin metérsela. Ella miraba hacia la escena que le ofrecían su hijo y su amiga mientras se masturbaba usando mi polla. Pegó completamente su raja a mi erecta y vertical polla hasta que su clítoris estaba en contacto con mi glande. Se agitaba suavemente y se iba masturbando a la vez que yo gozaba del roce de su mojada raja y aquella hábil mano que tenía Raquel.
¡Mete tu lengua en mi raja y dime qué te parece mi coño! – Le ordenó mi madre a su fortuito esclavo. - ¡Vamos trabaja! – El obedeció y la cara de mi madre cambió cuando la perversa lengua de mi amigo entró en su raja y se movió por ella para saborear el íntimo sabor de aquella viciosa madura.
¡Si no estuviera atado ya te hubiera follado como te mereces! – Dijo Roque saliendo del culo de mi madre. - ¡El néctar de tu coño me vuelve loco y no puedo dominar mis ganas de follarte!
¡Ouf,! – Dijo mi madre. - ¡Noto que te gusta los agujeros negros!
¡Sí, cada vez que vea tu culo me lanzaré a lamerlo, a saborearlo y si quieres a follarlo! – Volvió a meter la cara en el culo de ella y Pili dio un leve chillido de gusto.
¡Ouf, qué bien me da tu polla en el clítoris! – Gimoteaba Raquel mientras mi polla se deslizaba entre los grandes labios de su coño. - ¡Me voy a correr! ¡Ya me falta poco!
Empecé a intentar mover mis caderas para entrar de alguna forma dentro de Raquel, pero no lo conseguía, su mano dirigía mi polla con demasiada maestría y en el momento que parecía que engancharía la entrada de su vagina, unos hábiles dedos la hacían botar fuera.
Mi madre sentía la boca de Roque que lamía todo lo que se encontraba, nos miraba y ella también quería tener una polla rozándole el clítoris. Se giró y desnudó con algo de dificultad a su compañero de sexo. Él estaba pletórico y Pili se excito con solo ver el enorme tamaño que había alcanzado su amante.
- ¡Vamos Pili, no seas tonta! – Le decía Roque. - ¡Sé que deseas clavártela hasta el fondo, siéntate y clávatela!
Ella lo miraba y su mano empezó a acariciar el endurecido miembro. No podía resistirlo, quería que aquella carne invadiera su vagina, la llenara por completo y después la bañara con su leche… Se mordía el labio viendo el enrojecido glande de aquel joven… No podía resistirlo. Se puso de pie y le dio la espalda, abrió las piernas y se coloco sobre la amenazante polla.
- ¡Vamos, hasta el fondo! – Decía tras ella Roque.
La agarró con una mano entre las piernas y se fue sentando. Él estaba a punto de correrse ante la inminente penetración. Pili pasó el glande por su raja, sin hundirlo, frotando más intensamente sobre su clítoris. Los dos estaban a punto de reventar. Ella miró hacia donde estaba su amiga con mi polla sobre su coño y vio perfectamente como de mi glande empezaba a brotar semen que caía sobre la barriga de Raquel que se retorcía y gemía de placer. Aquella visión la excitó más y agitaba la polla más rápido contra su coño. Roque no pudo aguantar mucho más y los movimientos de espasmo que empezó a hacer la polla en la mano de Pili le indicaron que su amante le daba su semen. Colocó el glande entre los labios, sin introducirlo en su vagina, como si abrazara levemente aquel rojizo ídolo de placer y Raquel pudo ver como los chorros de semen de su hijo eran contenidos por aquellos labios vaginales y empapaban toda su raja. El semen se deslizaba por el maduro coño y caía al suelo formando un charco mezcla de semen y flujos que Pili lanzaba por el placer.
Las dos permanecieron sentadas sobre sus machos, disfrutando del orgasmo que cada una había sentido. Las pollas iban perdiendo fuerza poco a poco mientras nuestras manos acariciaban sus cuerpos para satisfacer levemente la lujuria que nos producían esas dos mujeres, esas dos maduras, esas dos madres.
- ¡Bueno, pues ya cada uno a su cama que es hora de descansar! – Dijo Raquel una vez que recupero un poco las fuerzas y se levantaba ayudando a su amiga a que la siguiera. – Paco, coge a Roque e iros a vuestra cama… - La miré con ojos de pena pues deseaba quedarme a dormir con ellas. - ¡Lo siento cariño! – Me dijo dándome un beso en la boca. - ¡Aún no estamos preparadas para tener sexo completo…!
Y así cogí a mi amigo y lo llevé atado hasta nuestra habitación, lo solté y después de asearnos, él comenzó a hablarme sin que yo le echara mucha cuenta pues pensaba en las dos mujeres que había en la otra habitación. Después de unos minutos quedé dormido esperando al día siguiente para ver que nuevas experiencias me ofrecían mis madres.