Los calzoncillos de Pedro
El jardinero me descubre cuando yo descubro sus calzoncillos
LOS CALZONCILLOS DE PEDRO
Eran las dos de la madrugada y en la casa todos estaban durmiendo. Después de que mamá le encargó al jardinero que arregle sus plantas porque quería lucirlas en su fiesta de cumpleaños, que era al día siguiente,
se hizo muy tarde y el jardinero se tuvo que quedar a dormir, afortunadamente en casa teníamos una cama extra para visitas.
Yo esperé esa hora porque era mi momento preferido para vestirme de chica y pasear por la casa. Mamá no sabía nada de mis momentos de chica, tampoco papá, Algo sospechaba mi hermana porque me miraba raro, sobre todo después de que me reclamó cuando una noche tomé su ropa y le dejé su ropero desarreglado. No creyó el cuento que le dije de que seguramente una de las empleadas le estaba revisando su ropa.
Caminé despacito hacia el cuarto de lavado para jugar con la ropa sucia de mi hermana. Me puse un vestido rojo con la lencería negra que a ella le gustaba. Estaba en mi éxtasis femenino paseando delicadamente con la ropita, cuando encima de la lavadora vi unos calzoncillos que no podían ser de papá, pues eran muy ordinarios. Papá no tenía calzoncillos blancos y estos eran muy blancos. Los levanté con cuidado y al mirar bien me di cuenta que tenían una mancha en la parte de la tela donde debía estar el miembro viril del dueño de la prenda. Acerqué mi nariz para oler y quedé maravillada. Una excitación brutal me invadió por completo. Ese olor me hizo imaginar que allí había un hombre, y un hombre sumamente varonil y fuerte. Hasta ese momento yo era una pequeña niña que jugaba a tener una “hora de chica” vistiéndose y viviendo una experiencia de mujer muy inocente. Pero después de que ese olor me penetrara por la nariz, sentí que no ya no habría marcha atrás. Yo supe que ese olor era lo que yo quería para mí. Que yo era exactamente el complemento de ese olor, que sería una mujer desde ese instante.
Entonces me puse aquellos calzoncillos en mi cara y los olía con movimientos muy voluptuosos. También le dí algunas pasaditas con mi lengua para saborear aquel néctar.
En eso estaba, tan distraída y emocionada, que no me di cuenta que alguien llegó. “Perdona, me dijo. He dejado mi ropa para lavarla en este momento. He trabajado bastante y está muy sucia. No pensaba quedarme, asi que no traje otro juego para cambiarme”.
Yo no podía creerlo. Era el jardinero que estaba completamente desnudo... (prometo continuar la historia)