Los baños: una polla blanca y una polla negra II

Continuación de mi primer relato: lo que sucede en la cabina del baño.

Me encontré en la cabina del urinario a solas con aquel negro que me miraba sonriente mientras me indicaba que me acercara más. Yo le hice caso, mientras él se sacaba su impresionante rabo negro. Lo agarre con la mano, y lo acaricie suavemente, quedando hipnotizado por semejante polla. No podía parar de mirarla y tocarla. Él, mientras tanto, comenzó a desabrocharme el pantalón para sacar mi miembro, que debido a la excitación del momento, estaba completamente dura. Lo cierto es que, aunque mi rabo no fuera nada despreciable, al lado del suyo no destacaba absolutamente nada. Cuando consigo mirarle a la cara, él me dedica una dulce sonrisa con sus labios carnosos mientras nos masturbamos el uno al otro, yo me acerco a su cara. Primero son nuestros labios los que se unen, después nuestras lenguas, en un apasionado beso con un sabor que solo podría calificar como exótico.

Cuando nuestros labios se separan, el me agarra del hombro empujándome hacia abajo. Capto el mensaje sin necesidad de palabras, me agacho quedando justo enfrente de su polla, que definitivamente era la más grande que había visto nunca. Sin pensármelo dos veces, me introduci su gigantesca polla negra poco a poco en mi boca. Aparte de la más grande, también era la polla más deliciosa que había probado nunca. Su capullo era muy esponjoso, y la sensación al juguetear con él tanto con la lengua como la boca, era completamente diferente al resto de pollas que he probado. El tronco de la polla era dura como la piedra, pero la piel que la cubría era suave como la seda. En otras palabras, estaba disfrutando de lo lindo con semejante polla en la boca.

Cuando detengo la mamada un momento, aprovecho para quitarme la camisa. Pero el negro no quiso darme un minuto de respiro, y en cuanto deje la camisa, condujo su polla al interior de mi boca. Continúe con la mamada, disfrutando de cada segundo, y al parecer no era el único, porque el dueño del pollón negro comenzaba a soltar algún que otro gemido. De pronto, al parecer quiso cambiar de ritmo: me agarro de la cabeza, y moviendo rápidamente la cadera, comenzó a follarse mi indefensa boca. Los gemidos que lanzaba cada vez eran más. Y yo, aunque me costara disfrutar, no voy a negar que estaba disfrutando de lo lindo con esa situación. De vez en cuanto tenia que parar para respirar, pero él no esperaba casi nada para volver a metérmela por la boca.

Al rato, me indica que me baje los pantalones para follarme por detrás, y aunque la idea de sentir semejante rabo dentro de mi resultaba realmente tentadora, ese no era el momento ni el lugar, así que me negué. Su instantánea respuesta fue volver a introducir su polla en su boca para follarla. Al poco, me indico que me sentara en la taza del baño, y así lo hice yo. El negro volvió a introducirme la polla en la boca y continúe chapándosela. Tras mamar su polla entera varias veces, me centre en chupar su capullo mientras masturbaba suavemente su tronco. Pero de pronto, el negro agarro con fuerza mi cabeza por detrás, con su mano libre quito la mano libre y comenzó a masturbarse mientras su capullo continuaba en el interior de mi boca. Sabia que iba a suceder a continuación, pero cuando quise impedirlo ya era tarde: el negro comenzó a gemir con fuerza, y me metió la polla entera en la boca al tiempo que se corría. Por lo que notaba, la cantidad de leche era enorme. Yo esperaba a que el negro sacara su polla de mi boca, pero este la mantuvo dentro mientras respiraba fuertemente. Intente sin éxito de sacármelo de encima, y al no poder respirar, al final tuve que tragarme su leche. Y, al parecer, esto era lo que el negro esperaba, porque justo después saco su polla de mi boca.

Ahí estaba yo, sentado en la taza medio excitado medio en shock. El negro me miro sonriente una última vez, se subió los pantalones y se fue sin decir nada. Cuando estaba empezando a reaccionar, y estaba dispuesto a ponerme la camiseta para marcharme, la puerta del baño se abrió dándome un gran sobresalto. Pero me tranquilice al ver que se trataba del hombre maduro que había visto antes. Este cerro la puerta con pestillo, y sacándose la polla se acerca rápidamente a mi, metiéndome la polla en la boca casi por la fuerza. Entre el shock que tenía por la corrida a traición en mi boca, y por lo rápido que ha sucedido todo esto, sin que pudiera reaccionar me encontraba chupando otra polla. Esta, a diferencia de la anterior, era bastante pequeña. Pero se notaba que estaba muy cachondo, por la intensidad con la que me follaba la boca. Seguramente, habrá escuchado lo que sucedía y se habrá calentado aun más de lo que estaba antes.

Después de chupar la gigantesca polla del negro, aguantar las envestidas de esta no eran ningún problema. Pero, por sus gemidos notaba que ya estaba a punto de correrse, así que lo aparte un poco de mi, sacando su polla de mi boca. Él me miro extrañado, yo me saque mi polla (todavía dura como la piedra) y se la señale. El capto el mensaje, y se puso de rodillas, agarro suavemente mi polla para metérsela en la boca. La verdad es que la chupaba realmente bien, así que yo me relaje en el WC y disfrute de semejante mamada. El hombre trataba mi polla con delicadeza, pero aun así me metía bastante caña. Mientras, con la otra mano, se masturbaba con rapidez. Intentaba disimular mis gemidos, pero cada vez me era más difícil: estaba a punto de correrme.

Intente advertírselo a mi compañero para correrme fuera de su boca, pero conseguí el efecto contrario, ya que comenzó a masturbarme la parte baja de la polla con fuerza, mientras continuaba chupandome con intensidad la puarte superior. Todo eso sin dejar de “jugar” con su propia polla. En ese preciso momento me corrí, teniendo uno de los mejores orgasmos de mi vida. Aquel cincuentón, se trago hasta la última gota de mi leche veinteañera. Me quede completamente relajado sentado en la taza del baño, casi en éxtasis. Para cuando me quise dar cuenta, tenía a aquel hombre masturbándose con todas sus fuerzas casi encima mía mientras me miraba con una enorme cara de vicio, y me lleno el cuerpo con su leche al tiempo que lanzaba un gemido de triunfo. Sin decir nada, se limpio y se marcho.

Yo limpie todo rastro de semen de mi cuerpo, me puse la camiseta, salí del baño, y cogi el autobús rumbo a mi casa. Nunca he vuelto a ver ni saber nada de estos dos hombres, de los que no se nada, con los que ni siquiera he compartido una sola palabra, pero con los que he vivido una experiencia única e irrepetible que jamás olvidare.