Los baños de la biblioteca

Iré a estudiar para el instituto pero acabaré estudiando otra cosa.

[Bueno, en primer lugar, quiero pedir disculpas a cualquier persona que siguiera mis relatos de forma regular (si es que hay alguna). He estado liado con los estudios y ahora, tengo momentáneamente un poco de tiempo para escribir y contestar comentarios] [Como siempre, puntuad y comentad, lo valoro mucho :)]

Llevaba meses sin salir de casa. Primero fue una gastroenteritis aguda y luego mononucleosis, la conocida enfermedad del beso.

Todo este tiempo, había faltado al instituto y necesitaba recuperar todo para aprobar el curso. Necesitaba estudiar y evitar distracciones y decidí ir a la biblioteca, un sitio que, sinceramente, no había pisado mucho.

La biblioteca era un edificio antiguo bastante feo por fuera para mi gusto. Entré, pasé por la recepción con la típica bibliotecaria borde y amargada y seguí hasta una mesa apartada para estar lo más aislado posible.

Hora y media después, pedí a una amiga que encontré que vigilara mis cosas mientras iba al lavabo.

El lavabo se encontraba al final de un pasillo blanco en la parte más alejada de la biblioteca. Entré al lavabo de hombres y después a un lavabo privado ya que no me gustaban los urinarios.

Después de mear, intenté abrir la puerta pero ésta no se abría. Tiré y tiré pero el esfuerzo era inútil.

-¿Hola? ¿Hay alguien? ¡Me he quedado atrapado! ¿Me puede ayudar alguien? —comencé a preguntar.

Me senté en la taza del váter esperando que entrara alguien…

A los 10 minutos, oí unos pasos.

-¿Hola? ¿Me puedes ayudar? La puerta no tira y estoy atrapado…

-Wow. ¡Qué susto me has dado!

-Lo siento. ¿Puedes ayudarme?

-Sí, claro. Estas puertas viejas ya no son lo que eran…

-Ya…

-Vale, a la de 3, empujaré con todas mis fuerzas y tu tira también de la misma manera, ¿de acuerdo?

-Vale.

-Ok. Unaaaaa, doooooos y… ¡TRES!

La puerta cedió inmediatamente y por propia inercia, me volví a sentar de forma precipitada en la taza del váter y el chico cayó conmigo quedándose a escasos centímetros de mi cara.

El chico rondaría los 20 años de edad. Era alto, delgado, con brazos delgados y nada musculados. Tenía unos ojos color miel muy bonitos, una cara bien marcada y un pelo alborotado y un poco largo, más o menos, como Johnny Depp.

Al intentar moverse y retirarse, rozó con su mano mi entrepierna.

-Vaya, ¡lo siento!—decía mientras se ponía como un tomate.

-No te preocupes y muchas gracias.

Me fijé en cómo se quedó mirándome fijamente.

-¿Pasa algo?—pregunté.

-No, nada. Lo siento.

Cuando se puso de perfil, dispuesto a irse, noté como un bulto asomaba en su entrepierna. El chaval parecía ser de mi territorio y como durante todo este tiempo había estado a dos velas, decidí aprovechar, así que antes de que llegara a la puerta…

-Soy Álvaro, por cierto.

-Yo, Cristian, encantado. —dijo sin ni siquiera girarse.

Comencé a acercarme a él y aproveché que no miraba para jugar con él. Me desabroché el cinturón y el botón y tiré de los pantalones para que se cayeran.

-Joder, ¡qué tonto soy!, ni me he abrochado el botón. ¡Jajaja!

Cristian se giró y noté cómo no dejaba de mirarme el paquete.

-Por cierto, si has venido al lavabo, sería para mear o algo, ¿no?

-Uy sí, cierto, se me había pasado con las tonterías, jajaja.

Se acercó a un urinario de los comunes mientras yo decidí jugar un poco más. Me comencé a acariciar y menear el pene para que aumentara mi paquete de volumen. Después, cuando ya estaba en un tamaño aceptable, me acerqué sigilosamente por detrás y con los pantalones aún bajados, me apreté a su cuerpo.

-¿Qué… qué haces?—preguntó nervioso.

-Nada… ¿te molesta?

No dijo nada. Me asomé y vi cómo su pene se ponía duro por momentos.

-Me parece que no, que no te molesta.

De repente, se puso bien la ropa, me agarró de la camiseta y me llevó casi arrastrado hacia el lavabo donde me había quedado atrapado. Cerró la puerta y se me quedó mirando de forma muy seria.

No sabía muy bien qué hacer ni que iba a pasar. Así que, esperé a que reaccionara de alguna forma.

Dudoso, comenzó a acercarse a mí y me dio un pequeño beso en los labios.

Entonces, al final, pregunté:

-Chico, ¿y ese arrebato?

-No, no sé, lo siento.

-Deja de pedir perdón y haz lo que quieras hacer.

-¿Perdón?

-Si me has metido de esa forma aquí, la tienes dura, y me has dado un pico, será por algo, ¿no?

Asintió, y sonrojándose de nuevo y dudoso, volvió a darme otro pequeño beso. Otro más. Y otro. Otro. Otro. Hasta que se pegó a mí y comenzamos a besarnos con entusiasmo y pasión.

Noté que era novato por su fuerza y por sus ganas en meter la lengua en mi boca, así que lo agarré y comencé a llevar yo el timón.

Le besaba también con pasión pero con delicadeza y cariño mientras posaba mis manos en sus caderas y juntábamos nuestros genitales. Yo le bajé los pantalones para que estuviéramos en igualdad de condiciones.

Los dos nos besábamos mientras nuestros penes erectos se rozaban debajo de los calzoncillos.

Se apartó momentáneamente para quitarse su sudadera y me instó por gestos para que hiciera lo mismo. Mi cuerpo no era el mismo de antes ya que había perdido forma por culpa de la enfermedad. El suyo, era delgado, sin pectorales desarrollados y con los abdominales ligeramente definidos.

Cuando, se volvió a pegar a mí, notaba su cuerpo muy caliente y notaba como estaba disfrutando de la experiencia.

En otro arrebato, me tiró contra la pared de aquel cubículo y tiró de mis calzoncillos tan bruscamente que los rompió.

-Wow, lo siento.

-Deja de pedir disculpas y sigue. —dije imperativamente, ya que estaba bastante caliente.

Lo primero que intentó hacer fue metérsela de golpe. Le entraron arcadas.

-Cuidado, ¡chaval! Déjame a mí.

Entonces, le bajé (sin romperlos) los calzoncillos y salió un pene de unos 18 cm y con bastante circunferencia con venas marcadas. Comencé a lamer desde el inicio de su pene hasta la punta del glande, haciendo especial énfasis en él mientras jugaba con mi lengua.

La respiración de Cristian se aceleraba cada vez más. Me agarró del cabello y tiraba para que se la mamara cada vez más fuerte. Cuando llegaba a su base, no me entraba casi ya que era bastante gorda.

-Casi no te entra por la boca, a ver por otros sitios…

Sin que me diera apenas a reaccionar, me dio la vuelta con un simple brazo y comenzó a pasar su pene por alrededor de mi ano. Aunque pareciera que no tuviera mucha fuerza con aquellos brazos tan delgados, la verdad es que me equivoqué.

Comenzó a meter su pene suavemente y prosiguió haciendo pequeñas penetraciones hasta que noté que clavaba las uñas en mi culo y me la metió de golpe.

Dolor. Al principio sentí bastante dolor. Pero después de 4 o 5 estocadas más, ese dolor se convirtió en un placer que hacía mucho que no sentía. Penetraba y penetraba con fuerza y sus huevos picaban contra mi culo. El sudor bajaba por mi frente y cada vez, el placer que sentía se hacía más intenso.

Nos había parecido poco tiempo, pero llevábamos allí dentro cerca de 30 minutos. Los dos estábamos a punto de descargar, cuando oímos el ruido de la puerta.

Alguien había entrado.

[Gracias por vuestra lectura:). Espero vuestras valoraciones y comentarios.]