Los baños

Clara viene a mi ciudad. Un bar de copas, un baile caliente...

Clara y yo seguíamos lanzándonos cada vez más, haciéndolo cada vez en sitios más arriesgados. De vez en cuando lo hacíamos en sitios más normales, pero en esos casos también conseguía que llegara al orgasmo. No estoy seguro, pero yo lo achaco a esa forma de masturbación que me enseñó aquel libro maravilloso, esa forma de encontrar su punto G.

He de deciros que Clara no tenía costumbre de visitar mi ciudad. Siempre pensé que era por sus padres, ahora pienso que tampoco ella quería venir. Así que solía ser yo quien fuera a su ciudad. Sin embargo, uno de los días que vino aquí, nos fuimos a tomar una copa en un bar de marcha de mi ciudad. La música de ese sitio siempre me había gustado y me encontraba completamente relajado.

Al poco tiempo empezó una serie de canciones lentas y bailamos los dos, muy pegados. Ella se restregaba metiendo ligeramente una de sus piernas entre las mías, y mi pene no tardó en reaccionar y crecer. Mis manos acariciaban su espalda y su culo, y la apretaba contra mi para que sintiera mi poya sobre su coño. Al acabar la canción, me dijo que iba a ir al baño, y yo la acompañé.

Ella entró en el baño de señoras y yo quedé un momento en la puerta del de caballeros. Cuando me pareció que nadie miraba, me colé en el baño de señoras. Por suerte, sólo estaba ella, sentada en una de las tazas. Cuando me vio, se sorprendió.

 ¿Qué haces aquí?

Pero, en vez de responder, me lancé directamente a acariciar sus pechos, esos pezones que me volvían loco, esas dos montañas de mi gozo. Ella, comprendiendo mis intenciones, me pidió que esperase porque se iba a limpiar. Yo la miraba con deseo, mientras ella se limpiaba.

En cuanto acabó, me bajó los pantalones, se volvió a sentar en la taza y metió mi poya en su boca todo lo que pudo. Cuando me la comía, tenía que tener cuidado porque decía que, si se la metía entera en la boca, le daban arcadas. Algunas veces me he arrepentido de nunca haber llegado a correrme en su boca, aunque más de una vez lo hice en su cara.

Mientras ella saboreaba mi pene, yo empecé a pajearla como nos gustaba, la palma de la mano en su clítoris y dos de sus dedos en su coñito, acariciando su punto G. De su coño empezó a salir un auténtico torrente de jugos y supe que se iba a correr de un momento a otro. Así que aceleré el ritmo de mis dedos en su coño y del frotamiento de mi palma en su clítoris hasta que tuvo tres orgasmos seguidos, mientras de su boca escapaban gemidos ahogados por mi polla.

Por fin, Clara dejó de chuparme. Se levantó y me sentó en la taza, se quitó los pantalones y las bragas, que tenía por las rodillas, se levantó la camisa y se quitó el sujetador blanco con encajes que tenía puesto. Luego, se sentó en mi poya, ensartándose ella sola, hasta que mis huevos chocaron contra su pelvis. Me miró con la cara llena de deseo y morbo, y nuestras lenguas se juntaron en un beso largo, profundo. Ella empezó a cabalgarme con ansia mientras yo chupaba sus tetar y me movía para hacer la penetración más profunda. Mis manos acariciaban sus nalgas, y sus gemidos se oían claramente.

Estando en esto, me pareció oír que alguien entraba. No le di importancia... hasta que vi un ojo asomando por una rendija que quedaba en la puerta. La persona tras ella, que creo era una mujer aunque no puedo asegurarlo, bajó la mano y empezó a tocarse. Aquello elevó los niveles de mi morbo a niveles que nunca hubiera sospechado y me puso super caliente. Me recosté un poco en la taza, haciendo que desde la puerta se viera mejor la follada.

Nuestros cuerpos cada vez se tensaban más. Clara aumentó el ritmo de su cabalgada y empezamos a gemir los dos. Al momento, el coño de Clara se contrajo y empezó a correrse. Aquello era mucho para mi. Mi novia corriéndose sobre mi mientras un desconocido nos observaba en los baños de un bar de copas. No pude aguantar más y le llené a Clara el coño de leche, en un orgasmos difícil de describir. Baste decir que creo que nunca he tenido uno mejor que ese. Mientras, me parecía oír gemidos y grititos ahogados al otro lado de la puerta.

Yo quise seguir, pero Clara me indicó que aquel no era el sitio más adecuado para ello. Así pues nos vestimos y arreglamos como pudimos y salimos. A la puerta del baño donde habíamos estado había un pequeño charco, que supongo Clara achacó a agua en el piso o algo así. Pero yo achaqué a quien nos había estado observando. Sin embargo, ese fue el único signo que pude ver de que alguien hubiera estado allí. Al salir del servicio me fijé en todas las reacciones, pero no vi a nadie que se fijara en nosotros. ¿Fue mi imaginación? Lo ignoro, pero no lo creo.

Esa es la historia, un poco corta pero espero que la disfrutéis. Y, si alguna lectora cree ser la tercera en discordia que aparece en este relato (aunque lo veo casi imposible), puede ponerse en contacto conmigo, si quiere. Besos.