Los amores de Rocío (El regreso de Jessica)

Nuestra niña, Rocío, jamás esperaría el regreso de su vecina Jessica, después de tanto tiempo de ausencia. Pero tampoco esperaría los sentimientos ocultos de su gran amiga Melisa.

Los amores de Rocío: El regreso de Jessica.

"Ya había pasado 1 año desde que Carmen se fuera de la vida de Rocío. Hoy día, con 18 años, seguía con su vida matutina, aburrida y en solitario desde entonces, observando y deseando a cada chica que pasara por su lado. No lo quería admitir, pero no podía quitarse de su cabeza a esas dos mujeres que tanto le habían marcado en su vida amorosa: Jessica y Carmen. Ni siquiera ahora que estaba en 4º de ESO, podía concentrarse en los estudios en dónde especialmente, se tenía que esforzar si quería llegar al bachillerato"

"Y era lo que hacía ahora: haciendo un trabajo de informática, la asignatura que más le costaba aprobar. Para ello, ya tenía la ayuda de su íntima amiga Melisa, ya que era todo un cerebrito en ésta materia y siempre estaba dispuesta a ayudar a su compi (ya sea con esto o animándola cuando estuviese deprimida) Las dos juntas, en la habitación de Rocío, mientras hacían sus deberes, les acompañaba una música tranquila de la radio, que fué interrumpida por el locutor para atender una llamada"

-Dale voz Rocío, que me interesa mucho los problemas de los demás –me pidió Melisa a Rocío, dándole volumen a la radio.

-¡Bueno, bueno, bueno! –vociferó el tipo de la radio- Ya son las 19:45, una hora menos en canarias. Después de haber disfrutado de éste éxito, vamos a dar paso a una llamada que proviene desde Valencia. ¡Hola! Buenas tardes ¿cómo te llamas?

-Susana –dijo una voz femenina.

-¡Que nombre tan bonito Susana! –halagó el tipo de la radio a la chavala- Cuéntanos lo que quieras.

-Es que es un poco delicado y complicado al mismo tiempo –se explicó.

-No pasa nada, te estaremos escuchando igual.

-A ver… -hubo un silencio- Hasta hace nada me consideraba heterosexual. Pero ahora no sé que orientación sexual tengo

-¡Ala la otra! –exclamé yo, a la vez que manejaba el ordenador.

-Y dinos ¿ha habido algún motivo para que pienses así? –preguntó el locutor a la chica.

-Sí. Es que hace poco fui con unas amigas a un pub de ambiente y allí… Pufff… es que estoy nerviosa… -dijo con voz temblorosa.

-Tranquila Susana. Respira hondo y sigue con tu historia.

-Conocí a una chica y tal… Estuvimos charlando, bebiendo, bailando… Hasta que me invitó a su casa.

-Jeje, esto se está poniendo interesante –dije yo, sin quitarle ojo al monitor.

-Y ¿qué pasó allí? –preguntó el morboso del locutor.

-Pufff… algo que no creí que me pasaría –se detuvo un segundo y tomó aire- Me acosté con ésta chica.

-Ajá y ¿nunca te había pasado?

-¡Que va! Es que era la primera vez y de hecho fué muy bonito. Y no sé si con esta experiencia me podría considerar lesbiana.

-Si te gustó la experiencia ¿por qué no? –le contestó el chico.

-Pero es que me sigue gustando los hombres. No sé

-En ése caso, te tendrías que considerar bisexual Susana

-¡Claro! Porque me gustan las pollas y los coños. Si un día me apetece comerme una polla, me lo comeré, y si un día me apetece comerme un coño pues también me lo comeré –en ése momento, apagó Melisa la radio.

-¡Madre mía! –comentó mi amiga- Como se ha puesto la radio últimamente.

-Parece que no te gusta oír hablar de ése tema ¿verdad? –le dije bromeando.

-No es eso –se sentó a mi lado- Es que si una tía le gusta los hombres y las mujeres, por huevos debe saber que es bisexual y dejarse de historias.

-¿Es que acaso tú eres bisexual? –le pregunté con una sonrisa perversa en mis labios.

-Sabes que no. Estoy muy bien con Juanma, no tengo necesidad de "cambiarme de acera"

-Ayy… y pensar que Juanma era el chico que me gustaba cuando era una cría. Más aún –sonreí.

-Hasta que Jessica te hizo ver que no era así.

-Sí –asentí con nostalgia- Cambiando de tema, no sé por qué hacemos éste trabajo, si mañana la profe de informática no se presentará; si está de baja por maternidad.

-Pero si viene una sustituta, lo pedirá seguro. Yo prefiero hacerlo antes de suspender ésta asignatura –yo suspiré.

-Aún no se me da bien manejar un ordenador.

-Tranquila –me dijo con voz dulce- Yo te enseñaré.

-Jamás me enseñarás las mismas cosas que me enseñó Jessica.

La verdad era otra: no tenía ni pizca de ganas de hace nada. Así me encontraba últimamente; sin querer salir, sin poder dormir… Tal vez tenía una depresión, pero era algo que ni las medicinas podrían curar. La esperanza de un amor perdido me tenía añicos el corazón. Melisa lo sabía y me animaba como podía pero… sin ningún resultado. Lo que debía hacer era terminar el maldito trabajo y salir con ella por ahí.

Hoy era Lunes y ya empezó otro día aburrido en el instituto. Entré a clase sin mirar a mis compañeros y me senté sin saber dónde dejaba mi cartera. Sólo quería que el puto día pasara ya y volver a mi casa para quedarme sola con mis pensamientos. Alguien me saludó, creo que era mi amiga. Yo estaba pendiente de la mesa, ignorando todo lo que había a mi alrededor.

-¡Mierda! –vociferó Melisa sentándose apresuradamente a mi lado- Es la directora.

-Por mí si es Elsa Pataky en pelotas –comenté yo, sin alzar la vista.

-Viene acompañada de una chavala.

-¡Buenos días tengáis alumnos! –saludó la directora.

-¡Buenos días! –saludaron todos excepto yo.

-Cómo ya sabéis, la profesora Miriam no vendrá por pedirse la baja por maternidad. Así que la sustituirá durante las dos semanas que quede de curso, una chica que todavía tiene que terminar magisterio y que estará aquí para hacer las prácticas. Saludad a vuestra profesora Jessica.

-¡Anda Rocío! Se llama igual que tu primera profe de informática –me comentó Melisa sin levantar cabeza.

-¡Hola a todos! ¡Hola a tí también Rocío!

¿Cómo? ¿Ésa tía sin conocerme me saludó? Debería mirarla directamente, si quería saber quien era. Primero miré el rostro de Melisa, algo flipada porque ésa chica me conocía y luego… ¡Dios mío! Yo también la conocía y muy bien de hecho. ¡Era Jessica! ¡Mi vecina Jessica! ¡Y el primer amor de mi vida! Pero ¿cómo… ? ¿Por qué… ? Mi cabeza se convirtió en un bingo de cuestiones sin respuesta. Si ella está aquí significa que… se ha vuelto a instalar a su casa y por ello volveremos a ser vecinas.

Jessica ha regresado en un momento de mi vida en la que yo ya me había propuesto olvidarla, echarla de mis pensamientos…. Yo la miré, clavé mi mirada en la suya mientras que yo me preguntaba una y otra vez "¿estaré soñando?" Ella seguía preciosa, tenía el mismo cuerpo atlético y bronceado de entonces. Tenía unos vaqueros ajustados acompañados de una camiseta de tirantes de gran escote. Parecía que se había vestido así a cosa hecha; sabía que estaría en ése clase.

Me vino a la memoria, sin saber por qué, su cuerpo desnudo sobre el mío, proporcionándome todo el calor que necesitara de ella. Esas manos que me acariciaban como si yo fuera de terciopelo. Esos labios besaban los míos y que Jessica siempre decía que sabían a fresa… ¿Por qué estos recuerdos? No debería ni siquiera saludarla. Ella, durante el tiempo que ha estado ausente, no se ha molestado nunca de llamarme ni de escribirme. Bueno, sólo una vez para decirme que estaba en Madrid, pero sólo eso, ni un recuerdo, ni una promesa más.

-Espero que tratéis bien a vuestra nueva profesora durante éstas dos semanas –informó la directora.

-Sospecho que sí –Jessica sonrió y me miró. Yo seguía mirándola pasmada.

-Que tengáis un buen día chicos. Hasta luego –se despidió la directora, dejando sola a Jessica con todos nosotros.

-Muy bien –se sentó en la mesa, entrelazó sus manos y miró a toda la clase- Tened claro una cosa chavalines; el que yo vea comiendo chicle, pipas, chuches… sea lo que sea, lo suspendo. ¡Ah! Y también os recomiendo que tengáis el móvil desconectado porque si no, al que lo pille, se queda sin él –toda la clase le hizo caso y empezaron a desconectar sus móviles y escondiendo las cáscaras de las pipas. De repente ella empezó a reír- Veo que os he espabilado, aunque se tratara de una broma. Podéis comer lo que queráis, que tampoco estamos en la época de Franco. Eso sí, nada de bocatas, que me entra hambre y… como que estoy a dieta eh… -toda la clase rió.

-Es simpática la profesora ¿verdad Rocío? –me susurró Melisa, sin yo decir nada- ¿Rocío? ¿Qué te pasa?

-Melisa… -pude gesticular- …si me pinchas ahora, no tendría sangre.

-¿Qué te pasa? –echó un vistazo a la profe- No me digas que también te gusta ésta chica

-Ey, ey, ey, chicas… -dijo Jessica, acercándose a nosotras- Cuando yo hablo, vosotras debéis mantener silencio ¿ok?

-Deacuerdo –afirmó Melisa. Yo clavé mi mirada en la mesa sin pronunciar palabra.

-¿Y tú Rocío? ¿No dices nada?

En ése momento me fijé en el rostro de mi amiga. Era de asombro y de extrañeza al mismo tiempo. Sé que quería saber que me pasaba… pero era tan complicado explicárselo… Mi antiguo amor esperaba una respuesta en mí. Me era imposible decirle algo a aquella chica que años atrás fué mi amante.

-Sí, profesora –expresé bajito.

-Más alto niña.

-Sí, profesora –dije alto y claro. A ella se le dibujó una sonrisa de satisfacción en el rostro.

-Así me gusta –Jessica me guiñó un ojo- Tengo entendido por vuestra profesora, que debéis entregar un trabajo que puntúa como nota final.

-Si, si, si, es verdad –afirmó exaltado la empollona de clase.

-Joder… –susurré yo, porque no había terminado el trabajo.

-Así que para no perder el tiempo, recogeré vuestros trabajos y los corregiré en los próximos días.

¡Mierda! Ya sabía yo que la señorita Miriam me iba a joder, aún estando de baja. No terminé ése trabajo creyendo que, a lo mejor, la sustituta no lo pediría. Me había metido yo sola en un buen lío; podría suspender. Jessica pasó mesa por mesa para recoger los trabajos y disimuladamente, me miraba de reojo.

-Un trabajo muy bien elaborado –comentó mirando el trabajo de la empollona.

-¡Rocío! Tú no habías terminado el trabajo ¿verdad? –musitó Melisa.

-No hace falta que me lo recuerdes. Jooo… ¿Qué hago ahora?

-¿Algún problema Rocío? –me preguntó Jessica a mis espaldas.

-Eh… eh… -balbuceé- … es que… no he traído el trabajo porque

-…tu perro se lo ha comido ¿verdad?

-No, no, si no tengo perro… es que… -Jessica me miró de una manera que me puso muy nerviosa.

-¡Déjalo! –me paró- ¡A ver, sus señorías! Para aquellos despistados que no han traído hoy el trabajo, mañana será su última oportunidad de entregarlo ¿está claro?

-¡Síí! –afirmaron todos.

-Te has librado hoy mi niña –me susurró al oído- Muy bien chicos. A ver ¿quién puede decirme para que sirve el programa PowerPoint?

En cierto modo, me había librado, pero mañana… debía entregarlo, porque si no, Jessica me castigaría. Y era lo que mas temía; quedarme a solas con la profe, haciéndome esas cosas que hecho en falta de ella y que tanto me gustaba… No quería revivir esos momentos, esos bellos momentos que tanto me habían marcado en la vida. ¿Por qué siempre pasa lo mismo? ¿Por qué cuando te acostumbras a una cosa, simplemente desaparece?

Jessica proseguía con su clase, explicando algunos programas de gran interés. Y yo… pufff, seguía sin creerme que ella estaba allí, enseñando informática, como aquellas veces en la que yo iba a su casa y allí… me instruía en ésta materia. Nunca pude olvidar mi primera vez con Jessica; fué tan especial, tan maravilloso, tan bonito… Me faltan las palabras para describir esos bellos encuentros. De alguna manera, deseaba que volviera a pasar. Pero no, debía resistirme.

¡Al fin sonó el maravilloso sonido de la campana que anunciaba el fin de otro día aburrido en el insti! Todos recogieron sus cosas y se marcharon pitando de clase. Yo fui la ultima en recoger todo y claro… Jessica estaba al tanto de esto. Al querer marcharme, ella se interpuso en mi camino y cerró la puerta tras de mí.

-¿Qué… qué haces? –pregunté.

-¿Tú que crees, mi niña? –me preguntó, acorralándome en la puerta- Mmmmm… te has convertido en una hermosa mujer Rocío.

-Normal, si hace años que no me visitas

-¡Deja eso, angelito! Quiero saber si tus labios saben igual.

Sin previo aviso, me besó en la boca sin dulzura alguna. Fué muy apasionado, ardiente, impulsivo… Encontró mi lengua, perdiéndose con la suya, pero casi por impulso propio. Hacia tanto tiempo que no notaba la calidez de sus labios… que consiguió excitarme. Sus manos tampoco estuvieron quietas; acariciaban mi cuerpo por encima de la ropa, como si fuera algo delicado, algo que con sólo mirarlo se rompería. Ella me cogió las manos y me las llevó hacia su sexo para que notara lo caliente que estaba. Me tentaba tocarlo, sentirlo… tal vez probarlo una vez más. En sólo un minuto, Jessica consiguió que pensara todo esto; estaba cegada por el deseo.

-Síííí… mi niña… Saben igual tus besos –me dijo con la voz entrecortada- Pero parece que estás más… experimentada. ¿Qué has hecho en estos últimos años?

-Sacarme yo solita las castañas del fuego –Jessica rió con ironía.

-Eso quiere decir que has follado con otras tías ¿no?

-¿Te daría morbo la respuesta? –le cuestioné, mirando sus labios.

-Me daría morbo comprobar lo que has aprendido de otras.

-Eso no pasará Jessica.

-¿Ah no? –me cogió las manos y las puso a mi espalda- ¿Vas a desobedecer a tu profesora?

-También… eres mi vecina –le pude decir entre gemidos.

-¡Es cierto! –exclamó. Seguidamente me besó el cuello proporcionándome unos cuántos chupetones- Cuando menos lo esperes, cuando estés solita e indefensa en tu cuarto… te follaré.

-No cuentes con ello, no dejaré que te salgas con la tuya –ella empezó a reírse.

-He venido de Madrid sólo para volver a probar ése conejito dulce y sabroso. ¿No es lo que deseas?

-Qui… quiero irme… -pude pronunciar a pesar de estar muy cachonda.

-Pues claro, pero no olvides mis palabras Rocío.

Finalmente Jessica "libró" mis manos, y sin dejar de mirarla a los ojos, abrí la puerta y me marché lejos de allí. Lo que no esperaba (mejor dicho, no me acordaba) era que por allí estuviera mi amiga, esperándome desde hace 10 minutos.

-¿Dónde estabas tía? Llevo mucho esperándote y Juanma viene a recogerme a mi casa dentro de 15 minutos.

-Yo… no… eh… -dije sin sentido alguno.

-Estás rarísima. Bueno, en realidad también estabas rarísima en clase de informática. ¿Qué es lo que te pasa Rocío?

-Acabo de tener… una pequeña charla con la profe

-¿Ya le has tirado los tejos? –solté una pequeña risa.

-Más bien al contrario… Ella es la Jessica de la que tanto te hablo, el primer amor de mi vida.

Observé la cara de mi amiga. Yo la conozco desde ha muchos años, y os puedo jurar que nunca le había visto ésa cara. Era una mezcla entre asombro, decepción, alegría… No lo sé. Eso es algo que sólo lo puede explicar ella.

-La profesora Jessica es… es tu… es… -se atascó con razón.

-Sí, sí, sí –afirmé casi al borde de los nervios- Uffff… ¡Dios! ¿Por qué se me complica la vida de ésta manera?

-Tienes razón –dijo mirando hacia el suelo. Se quedó así un rato, era obvio que algo le pasaba.

-Estás muy callada Melisa

-Nada, sólo pensaba

-¿En qué? –insistí. Ella finalmente me sonrió y me abrazó.

-Me alegro mucho por ti. La has vuelto a ver y quizás… de nuevo

-¡Joder! ¿Pensáis que no tengo fuerza de voluntad?

Definitivamente estas cosas sólo me pasan a mí. Tienes en mente a alguien durante mucho tiempo, y cuando te propones olvidarla… ¡zas! Reaparece. Jooo, tengo un lío montado en mi cabeza, y más ahora, que se acercan los exámenes finales.

Me pasé toda la tarde terminado ése maldito trabajo de informática. Fué complicado y tedioso, y más si no tenía la ayuda de Melisa, por pasarse toda la tarde con su novio. Normal, sé que prefería la compañía de su amorcito que la de ayudar a su amiga en un puto trabajo de mier** Bueno tampoco es para ponerme así. Que yo también lo haría.

El Dios Morpheo me acarició con su encanto, sobando sobre mi cama, ignorando cualquier ruido de mi alrededor, incluso el de las manillas de mi despertador. Afuera, en mi patio, unos pequeños okupas (los grillos) invadieron todo ése espacio para hacer su pequeño concierto, con ése molesto ruido que tienen pero… sin saber por qué, te quedas prendado de ésa melodía nocturna. Algo pasó, de repente pararon de cantar, como si algo les hubiera asustado y se mantenían en silencio. Mi ventana, de par en par, entraba un agradable fresquito de madrugada que ayudaba a dormir a pierna suelta. Empecé a soñar con algo hermoso, que ahora no consigo recordar muy bien

Yo dormí sin taparme, ya hacía mucho calor por la noche y preferí que el aire de la noche fuera mi manta. En mi cama, tumbada boca arriba, sentí un escalofrío recorrer por todo mi cuerpo. Empezó desde mi brazo; era como un cosquilleo producido por algo, tal vez un mosquito. La verdad es que me agradaba… Ése cosquilleo persistía, ascendiendo sobre mi brazo hasta mi cuello. Tal vez sólo era producto un sueño casi real… pero si de eso se tratara, por favor, que siguiera sintiendo ésta sensación.

Ahora, esas caricias descendían, hicieron un breve pero intenso recorrido sobre mi cuerpo. Se acercó a una zona de "acceso restringido" Pasó por entre medio de mis tetas, que apenas estaban envueltas con una fina camiseta que me llegaba por mis muslos. Mi vientre se encogía cada vez que notaba que "ése algo" palpaba mis pezones, haciendo que se pusieran duritos. Iba como dibujando algo sobre mis pezones. Por mí como si quisiera recrear un cuadro de Picasso sobre mis tetas, el caso es que me estaba excitando esas manos invisibles que no percibía en la oscuridad. Siguieron bajando… por mi vientre, por mi cintura… Mis piernas ya empezaban a temblar por no saber cual sería el próximo movimiento.

¡Ahh! Llegaron hasta ésa gruta de placer que tengo entre mis piernas, que sabía que estaba muy caliente y apetecible. Sabía ahora lo que me tocaba; era una mano, no sé de quién, pero me estaban proporcionando el placer invisible que jamás había sentido. ¿Quién podía ser? ¿Quién era ése inesperado amante que salió de la oscuridad de mi cuarto?

-¿Quién eres? –pregunté entre jadeos, mientras que notaba la calidez de una mano en mi sexo.

-Shsss, mi niña… tú sólo siénteme

Ésa voz… ¡era la de Jessica! ¿Pero cómo ha podido entrar aquí? No me acordaba ya que ella era mi vecina y que prácticamente, nuestras casas estaban muy pegadas y era muy fácil colarse. Sólo me dijo eso; que la sintiera. Estaba en un momento en la que mis defensas se encontraban muy bajas, no era capaz de resistirme a esas caricias tan sensuales que Jessica me proporcionaba. Me dejé llevar por ése momento, como siempre había hecho en la intimidad con ella.

Debía silenciar mis gemidos de alguna manera, porque sus tocamientos se volvieron un poco más atrevidos. Quiso hacerme sufrir, tal y como es en su naturaleza. Palpó mi sexo por encima de mis braguitas, con movimientos circulares sobre mi bultito. Era mucho júbilo para mí, me agarré a las sabanas de mi cama y mordía mis labios para no emitir ningún ruido que despertara mis padres. A la vez que seguía tocando, me subió la camiseta y dejó al descubierto mis tetas.

Jessica las admiró, me habían crecido desde la última vez que me las devoró. Y lo volvió a hacer… Fué un nostálgico momento para mí, sólo ella sabía como hacerlo para que me mojara aún más. Notaba la calidez de su lengua sobre mis pezones ¡era maravilloso! Su mano y su lengua se movían al unísono. Sólo recibía mensajes de placer en todo mi cuerpo, por la manera en la que yo temblaba. Jessica bajó bruscamente mis braguitas y besó mi escaso bello púbico con sus labios.

-Mmmm… hueles igual Rocío. Pero me abstengo a probarlo, a pesar de estar deseándolo ¿sabes? –me susurró, no estando yo deacuerdo con eso.

-Estoy muy excitada… necesito correrme… por favor

Sé que ella estaba deseando que yo dijera estas palabras, a pesar de haberme prometido a mi misma no pedirle nada de ése tipo. Fué muy mala conmigo y mantuvo su palabra de no comerme mi coñito con su boca pero… usó su mano, igual de hábil como su lengua. Sus dedos se deslizaron con facilidad sobre mis labios vaginales, y sin yo esperarlo, metió dos de sus dedos dentro de mí. Jamás había hecho eso conmigo, tal vez por temor a hacerme daño. Pero ahora… estaba tan cachonda, que me daba lo mismo lo que me metiera. Sólo necesitaba sentirme llena de "algo" sus dedos se encargaría de ello. Rápidamente entraban y salían de mi vagina mientras que con su pulgar jugaba con mi clítoris, igual de sensible como mis pezones, que Jessica seguía chupándolas con su lengua.

¡Oh, amor! Cambia las tornas, que sea tu lengua la que devore mi clítoris y con tus dedos, juegas con mis pezones. No lo hizo, ni siquiera quería hacérselo saber. Placer, placer… eso era lo que sentía en aquella extraña noche de Jueves. Notaba más cerca mi corrida y ella lo sabía; solía respirar de manera entrecortada, como si me faltara el aire. Sacó rápidamente sus dedos de mi agujerito de la gloria y con sus dedos lubricados de mis propios fluidos, masajeó rápidamente mi clítoris. Ella sólo me susurraba; "córrete, mi niña" Esas palabras me excitaron aún más, y sólo me dió tiempo a coger mi almohada para tapar mi boca y silenciar ése grito producido por mi orgasmo.

Mi cuerpo temblaba, "sufría" las consecuencias de sentir tanto placer en varios minutos. Fué increíble, y ni siquiera veía la cara de mi amada. Oí como Jessica se puso de pie, acarició mi pelo y desapareció de la nada, como un dulce sueño que desaparece cuando abres los ojos.


No me podía creer que mañana ya terminaran las clases, por fin podía disfrutar de los tres meses de vacaciones en paz, tranquilidad y por qué no, en la piscina ahí, tumbada y tomando el sol jaja. Y encima creo que tendré todo aprobado, incluso la informática. Espero que el hecho que Jessica me adorara no influya en mis notas. Todo iba perfecto ahora. Bueno casi… mi gran amiga Melisa estaba muy extraña conmigo. Mucho más alejada, e incluso habíamos dejado de quedar por las tardes, como solíamos hacer. Ni siquiera nos hablábamos en clase. ¿Qué coño le pasaba? Desde que volvió Jessica a mi vida, Melisa estaba muy distante. Debo hablar con ella después de clase.

Al sonar el timbre, Melisa desapareció en un instante de mi vista, y tuve que darme prisa en recoger mis cosas para pillarla. Corrí tras ella y al alcanzarla, me ignoró. Me echó una mirada tan fría, que me clavó hondo en mi alma. Pero no me rendiría.

-¡Melisa! –la llamé- ¡Melisa para!

-¡Tengo prisa! –comentó, sin mirarme directamente y siguiendo su camino.

-¡De eso nada! –me interpuse en su camino- Vamos a hablar.

-¿De qué? Si ahora todo te da igual.

-¿Por qué piensas eso? ¿Qué te hace pensar que yo hago eso?

-No lo sé, dímelo tú –se cruzó de brazos esperando una respuesta de mi parte.

-Ya sabes que no soporto las preguntas retóricas.

-Y yo no soporto que mis amigas me dejen de lado cuando vuelve "el amor de su vida"

-No puedo creer que el regreso de Jessica influya en nuestra amistad –le expliqué, mirando hacia otro lado- Ni siquiera pasó esto cuando me ocurrió ésa historia con Carmen.

-Ahora es diferente… -se acercó a mi y me miró directamente- Jessica ha vuelto a por ti y sé que… tú te mueres por ella.

-Sí, es cierto, pero

-He cortado con Juanma –me informó, con lágrimas en sus ojos- He tenido este dolor guardado durante mucho tiempo.

-¿Qué? Pero ¿por qué no has contado conmigo mujer? Sabes de sobra que si tienes algún problema, puedes acudir a mi, por muy colada que esté por Jessica –Melisa empezó a llorar a moco tendido- Melisa… Anda, ven aquí.

Eso era lo que le pasaba; Melisa había cortado con su novio y ha esperado hasta ahora para contarlo. Normal que ésa muchacha se pusiera a llorar de ésa manera. Yo la abracé, para consolarla. Se que le dolía profundamente, desde lo más hondo de su ser. No lo entendía pero, sé que quería a ése Juanma. Ése cerdo… ¿por qué habrá cortado con ella? Los llantos de mi amiga se iban silenciando poco a poco, tal vez por los tiernos besitos que le daba en su pelo moreno.

Melisa se separó un poco de mí, pero sin despegarse de mi cuerpo, yo misma le sequé sus lagrimas con mis dedos. Me miraba de una manera muy dulce, me clavó su mirada oscura en la mía, aunque ahora estaba ligeramente enrojecida por las lágrimas. Ésa mirada me hipnotizó, me cautivó, me caló de una manera especial… Notaba en su mirada la inseguridad, la inmunidad… facetas suyas que no conocía. Su mano acarició mi cara, en señal de que se encontraba mejor e incluso sonreía ligeramente. Sus dedos rozaron mis labios, a la vez que ella miraba sus propios actos. Mojó sus labios con su lengua, como si deseara algo… Fué entonces cuando me miró con desconcierto, y negándose a si misma, se alejó de mi, corriendo por los pasillos del instituto. No puedo negar que en ése momento, me quedé prendada de una mujer… no de mi amiga. No, no puedo creer lo que está pasando

La fiesta de fin de curso

Ese día tan esperado de cualquier estudiante tuvo lugar hoy y aquí; la entrega de las notas. Desde luego los profesores estos dan mucho suspense esto de entregarnos las notas, como si fuera cualquier peli de miedo, esperando impaciente para saber quién era el asesino. Sé que es una comparación absurda pero… me sentía igual. Las notas las recibimos en manos de Jessica, ya que nuestra profesora no estaba disponible (yo ya sabía donde se encontraba, poniéndose morada en la fiesta preparada que había en el salón de actos) Yo fui la última en recibir las notas y sé que lo hizo a cosa hecha, para que nos quedáramos ella y yo a solas.

-Ven aquí, mi niña, te voy a dar las notas –me pidió Jessica apoyada su mesa.

-Eh… tengo ganas ya de irme a la fiesta… -le dije, dirigiéndome a ella.

-Tranquila, que tendrás tu propia fiesta –me enseñó mi sobre de las notas.

-Espero que no me hayan quedado ninguna –ella empezó a reírse.

-Has sido una niña muy buena –me comentó, acariciando la cara- Y eso me excita tanto

-Seguro que hay algo de mí que te excite más.

-Pues claro que si Rocío –se metió mi sobre de las notas dentro de sus braguitas- Que tus manos acaricien mi punto sensible. ¿A qué esperas? Coge tus notas.

Jessica me lo puso muy difícil. Quería que cogiera mis notas… que estaban metidos ahí, en su sexo. Me quedé mirando mis notas (bueno en realidad miraba su conejito tapado con sus vaqueros) Dudaba si cogerlo o no. Pero como deseaba irme ya a la fiesta pues… metí manos a la obra. Me acerqué a ella y después de mirarla a los ojos, abrí un poco su pantalón y allí estaba el sobre de mis notas. Alargué mi mano y lo cogí, no si antes palpar un poco su sexo, para que comprobara por sí misma que yo no soy "una niña buena" como ella dice. Jessica entornó sus ojos y antes de que pudiera sentir más cositas, saqué mi sobre de "ése escondite del placer" y me dirigí a la puerta.

-Nos veremos en la fiesta –le dije.

-Estoy segura de ello.

¡¡Yahooooo!! He aprobado todo, incluso la informática. Ahora si tendrán mis padres que cumplir la promesa que me dijeron hace unos meses si aprobaba jaja. Me encaminé rápidamente a la fiesta que tenia lugar en el salón de actos para reunirme con mis compis de clase y celebrarlo por todo lo alto.

Éste año si que hicieron una fiesta en condiciones. Había allí de todo; buena música, bebidas, comida… ¡Joder de todo! Estaba petado de gente de todos los cursos y de todas las edades. Y sobretodo… ¡había lindas niñas por todos lados! Pero ante todo, quería encontrar a mi amiga Melisa, para saber como le habían ido las notas, pero entre tanto bullicio, me será muy difícil encontrarla.

Al pasar una hora, más o menos, se notaba ése ambiente más cargado, parecido a la de cualquier discoteca. Ya más de un@ se había tomado una copa que otra y se pusieron a hacer locuras, sobretodo los profesores, con lo recatados que parecían en clases. ¡La que se lió allí cuando pincharon el disco de Bisbal, Torres de Babel! Ése ritmo reggaeton animó a toda la peña a salír allí a la pista para bailarla, como debe ser y yo, como también había bebido, me envalentoné también a bailarla con cualquier chica que pille.

Allí la ví, a Jessica, bailando sensualmente ése baile, que podía destacarse como "prohibido" Meneó ése cuerpo serrano, calentando a todo lo que se moviera por aquella zona (y por qué no reconocerlo, yo me estaba mojando con sólo verla) Jessica me vió, y se acercó y se puso a bailar delante de mí. Yo me quedé embobada mirándola, sus pechos se movían al son de la música y el sudor de su cuerpo me decía que llevaba mucho tiempo bailando. Y aún le quedaba fuerzas para otras cosas. Me agarró de la cintura y me obligó a que bailara con ella. Nuestros cuerpos se entrelazaron, se convirtieron en uno.

Sabía como excitarme, disimuladamente me rozaba algún punto en concreto de mi cuerpo, como mis pechos o mi sexo. Uff… que caliente me encontraba. No sé como acabará todo esto. Mientras bailoteaba, de lejos ví a Melisa, que no dejaba de observarme. Menuda cara tenía, de pocos amigos. Tal vez la habían suspendido… De todos modos tengo que hablar con ella. Me excusé con Jessica, prometiéndole que volvería a su lado en cuánto pueda, y me fui en busca de mi amiga, que estaba solita, al lado de las mesas en dónde estaban las bebidas.

-¡Melisa! Uff… que calor hace ¿verdad? –sonreí- ¿Qué tal las notas?

-¿Tú qué crees? –cogió un vaso con limón y se echó una buna cantidad de ginebra- Veo que te lo pasas muy bien con Jessica.

-Bueno… -observé a Jessica de lejos que seguía bailando- Sólo estoy calentando jeje.

-Ya, calentando… -dijo, mirando hacia otro lado. En su tono de voz notaba que había bebido un poco más que yo.

-Melisa ¿qué te pasa conmigo? Estás muy distinta conmigo, ya no cuentas conmigo para nada… y siento como si no te importara lo mío con Jessica.

-¡Como me va a importar, si yo…! –calló de repente.

-¿Qué?

-Nada, déjalo –no quiso seguir, prefirió seguir bebiendo de su copa.

-¡No! –agarré su vaso y lo puse violentamente en la mesa- Me lo vas a contar.

-¡No! Tú estas muy ocupada con tu Jessica.

No quiso contestar a mi pregunta. Optó por alejarse de la fiesta para ignorar mi pregunta. Me quedé flipada, nunca había vivido una situación así con mi amiga. Y eso que ella y yo siempre hemos estado juntas en todo momento, sean buenos o malos. No podía quedarse así; debo saber que es lo que le pasa.

Fui tras ella, que se encaminaba rápidamente hacia algún lugar del instituto. Concretamente a los baños de chicas del piso de arriba, y que, seguramente, estaba desierto. Sin más preámbulos, entré y allí me la encontré; sobre el lavabo llorando como una magdalena y sin darse cuenta de que yo estaba allí.

-¿Otra vez llorando? –pregunté a las espaldas de ella.

-Joder Rocío… -dijo, mirando mi reflejo a través del espejo- … ¿es que nunca te rindes?

-Sabes que no. ¿Por qué lloras ahora? ¿Te afecta todavía lo de Juanma?

-¿Juanma? –rió con ironía, secándose las lagrimas con papel higiénico- A ése tío que le den por culo.

-¿Entonces? –insistí, poniéndose ella delante de mí.

-Es que… me he dado cuenta de una cosa que tal vez… ahora no puedo remediar.

-¿De qué te has dado cuenta? –pregunté, acercándose más a mi.

-A veces no nos damos cuenta de que tienes delante a la persona que más quieres en el mundo –puso su mano en mi rostro- La única que te entiende, que te comprende, que te aconseja, que te regala cada día una sonrisa

-Pero

-No sabes el daño que me produce verte con Jessica o hablar de ella… como tú lo haces –su mano empezó a acariciar mi cara- En esos momentos sólo pienso que… desearía ser Jessica, para probar tus besos, sentir tus caricias

-Melisa… -retiré de mi cara su mano- Estás en un momento de bajón, y no sabes lo que quieres

-Te quiero a ti Rocío.

No podía creer lo que oía; mi gran amiga me confesaba su amor hacia a mí. Era lo último que esperaba de ella. Me alucinó ésa confesión que le salió de su corazón y más ahora, que estaba abrazada a mí, apreciando todo el calor de su cuerpo. Yo me quedé helada… paralizada… Mi cuerpo se encontraba totalmente tenso, sin poder hacer ningún movimiento. Melisa sí que hizo movimientos; enredó sus manos con las mías y me apoyó con delicadeza en la pared del baño. Nos quedamos así un momento; pegadas la una a la otra. Noté como su corazón aceleraba a un ritmo de infarto (y nunca mejor dicho)

Ella estaba nerviosa, indecisa… Las dos nos encontrábamos en la misma situación. Esto estaba mal… ¡Melisa es mi amiga! No podemos estropear nuestra amistad de tanto tiempo por… un polvo, un polvo que tal vez, sea maravilloso, inolvidable… Quise escapar, huir de ése baño y dejarlo atrás, muy lejos. Pero al intentarlo, ella que tenía mis manos agarradas a las suyas, las puso en la pared, por encima de mi cabeza y me miró con desafío.

Nuestros suspiros fueron aumentando, la sangre corría con rapidez por nuestras venas y lo que yo quería impedir… fué inevitable. Melisa enterró su cabeza en mi cuello, proporcionándome tiernos besos por ahí. Sabía como causarlo, sabía como encender mi deseo. Y ahora en vez de besarlo, lo lamía, como un delicioso helado de chocolate. No me dejaba hacer nada, no me quedaba otra que dejar que me demostrara todo su amor hacia a mí. Chupó mi orejita, haciéndome reír un poco, pero duró muy poco. Besó toda mi cara lentamente sin prisas, teníamos todo el tiempo del mundo

Al quedarse cerca de la comisura de mis labios, los miró, como si fuera algo prohibido que deseaba descubrir. Dudó unos instantes y justo cuando sólo los rozó con sus labios, paró en seco, negando con su cabeza y dándome la espalda.

-No… no puedo hacerlo –dijo mirándose al espejo. Yo la agarré de la cintura y le susurré tras ella

-Tal vez tengas razón, que no debamos hacerlo pero… es algo que deseamos las dos

-Sííí, no deseo otra cosa ahora Rocío.

Le dí la vuelta a Melisa bruscamente y apoyándola en los lavabos, la besé yo, con toda la pasión del mundo, como nunca lo ha hecho ése Juanma con ella. Ella siguió el mismo ritmo rápido de mi lengua dentro de su boca. Nunca pensé que ella besara tan bien. Tanto tiempo observando esos labios y ahora… los estoy probando hasta la saciedad.

Acariciamos nuestros cuerpos por encima de nuestras ropas; en esos momentos nos sobraban toda nuestra ropa. Pasamos de ser amigas de toda la vida a amantes por una noche. Me olvidé completamente de Jessica. Melisa era mi prioridad ahora, mi amiga

Prácticamente yo era más lanzada que ella en hacer ciertas cosas. Es como si le cortara ver mi cuerpo desnudo ¡como si nunca lo hubiera visto! Sé que ahora era diferente… Como ella llevaba falda corta, se la levanté y toqué su culito, tan durito, tan suave… Uff llevaba tanga, algo que no solía ponerse. De fondo podíamos oír la música del salón de actos, pero a medida que nos tocábamos al límite del peligro, eran nuestros gemidos lo que más se oía. Pasaré a tocar otra parte de su cuerpo, algo que he visto muchas veces pero que nunca he catado; sus tetas.

Tenía puesta una camisa a juego con su falda, y le fui desabrochando los botones, una a una, lentamente, y sin dejar de mirarla a los ojos, a la vez que la sonreía. Poco a poco iba descubriendo su sujetador azul claro que envolvía sus medianas, pero hermosas tetas, listas y preparadas para sentir mi cálida lengua sobre ellas. Y sin quitarle del todo su camisa, adoré sus pechos, tocándolas solamente por encima de la tela. Melisa me sonrió, en señal de darme permiso para probarlas.

Saqué sus tetas de su prenda y me quedé mirándolas. Era raro probar algo que tanto tiempo me he pasado mirando, sin sentir ningún deseo ni nada por el estilo. Y ahora… me excitaba la sola idea de saborearlo. De hecho ya lo estaba; mojadita y deseando saber como era de rápida la lengua de mi amiga. Sus pezones… eran rosaditos, como la piel de un bebe. Y como si fuera un bebe, se los chupé. Reflejado en su rostro veía el placer que sentía al notar ésa calidez… tal vez nunca tuvo la oportunidad de sentir eso en manos de… No merece ni la pena nombrar su nombre en estos momentos.

No quería dejar de probar aquella cosa tan rica como son sus tetas. Pero también otra cosa muy rica y que anteriormente, ya he probado: sus labios. La besé, entre gemidos y jadeos, y ella me miró con desconcierto.

-¿Estás segura… de querer seguir? –le pregunté, entre beso y beso.

-Síí… pero no sé hacer… nunca he hecho esto con una muj… -la callé con un beso.

-Yo te enseñaré.

Y dicho esto, sellé ésa promesa con un beso y bajé a la altura de su sexo. Ella sólo se apoyó en los lavabos y esperó impaciente a que llegara ése momento. Su falda, aún levantada, me mostró ése tanga, que envolvía algo que deseaba probar y que ella deseaba sentir. Lo toqué, sólo un poco por encima de esa prenda, y a ella… le tembló el cuerpo, como si le diera un calambrazo (en cierto modo fué así) No le bajé su ropa íntima, solo lo aparté un poco y visualicé su sexo, moreno y ligeramente húmedo.

Y antes de lanzarme a comerme ésa comida, la miré a los ojos y me mojé los labios en señal de que estaba hambrienta de ella. Me acerqué y metí mi lengua sin previo aviso. Melisa dió un salto de sorpresa, y puso sus manos en mi cabeza para que fuera más despacio. Por supuesto amiga mía… vivirás en total alegría éste sueño. ¡Estaba comiéndome una delicia, una cosa tan gustosa que debería estar prohibido! Ése manjar de Dioses que tenia entre sus piernas lo disfrutaba como nunca.

Usé toda mi habilidad aprendida años atrás con mi profe, aunque ahora no lo estaba poniendo en práctica con Jessica precisamente. Su clítoris, rosadito y abultado, estaba siendo atacado con mi lengua. Lo chupé en momentos cumbres, o sólo lo lamía cuando ella me pedía que parara. Era tanto placer que sentía y tan desconocido, que prefería parar de vez en cuando para disfrutarlo segundo a segundo. Era muy bonita ésta situación: dos amigas de toda la vida amándose enteramente en una sola noche. Melisa gemía tanto que no me extraña nada que alguien nos pillase. El elixir que salía de su sexo lo bebía sin cesar. Era obvio de disfrutaba como una loca toda esa situación, y a decir verdad, yo también disfrutaba comiéndome el coño a mi amiga.

Melisa intentaba silenciar sus gemidos, sus gritos… cada vez que succionaba su clítoris, haciéndolo más sensible y provocando una venida que sería total. Sus jadeos… eran entrecortados, muy apresurados, y sus manos en mi cabeza, me atraía hacia su sexo, su rico sexo. Ése orgasmo ya mismo le abriría las puertas del placer. "¡Sigue, sigue, sigue!" Era lo único que Melisa me pedía, pronto se correría y yo quedaré como la mejor amiga del mundo. Noté como su clítoris se contraía de goce, y bebí gustosa todo lo que su sexo emanaba. Ella miraba al techo, sin dejar de suspirar y recuperando el aliento, mientras que yo dejé su conejito limpio de todo fluido.

Me acerqué a sus labios, y se los besé, con ternura y sin cansarla demasiado. Necesitaba unos minutos para recuperarse… Pero no le daría tiempo para eso, porque oímos como unas pisadas, más bien el sonido de unos tacones que se acercaban hacia donde estábamos nosotras.

Nos escondimos apresuradamente dentro de los cuartos de baños; yo me senté en el wc y ella se quedó de pie, aún con cara de flipada. Ése alguien entró, tal vez a comprobar si había personas dentro, y echó un vistazo a su alrededor. Nosotros intentamos lo imposible para que no nos escuchara, incluso mantuvimos la respiración. Cuando esa persona se quedó satisfecha de no ver a nadie, se marchó, y nosotras nos quedamos mirándonos.

-Uff… casi nos pillan –comentó mi amiga.

-Si, no tenía ni idea de que tus gemidos fueran tan sonoros.

-Rocío… -se sentó encima mía- … como no voy a gritar si tienes una lengua muy juguetona.

Me besó, con una pasión desenfrenada, metiéndome la lengua hasta la campanilla. Me arrebató casi todo el aire que tenía en el cuerpo. Mmmm, Melisa si sabía como excitarme… Su camisa, aún abierta y con sus tetitas al aire, se quedaron a la altura de mi rostro y… no pude evitar volver a devorarlas, y ella no pudo evitar que de su boca salieron un leve suspiro. Ella se sujetó a mí, sentada encima de mis piernas y pasando sus brazos por alrededor de mi cuello, y comenzó un ligero vaivén con su cuerpo. Lo hacía de manera como si yo tuviera una verga imaginada entre mis piernas.

Me comió otra vez la boca, y yo rellené mis manos con sus pechos, amasándolas delicadamente. Melisa me quitó la camiseta y de paso también el sujetador. Hizo gran uso de sus cálidas manos, porque empezó a tocar mis tetas, muy suavemente, sin prisas, sin dejar de besarme. Creo que todo era más apresurado ésta vez, porque antes casi nos pillan. Por la calidez que notaba en su sexo, Melisa seguía cachonda, no tuvo suficiente con el gran polvo de antes. Era una gran calentura para ella, por eso metí mi mano en su tanga y masajeé su conejito.

A decir verdad, yo me encontraba más cachonda que ella, y ella lo notó, por mi desesperación, y por mi mirada lujuriosa que le eché. Las dos nos miramos y sabíamos sin decirnos nada lo que ambas queríamos. Yo, a diferencia de ella, tenía unos vaqueros puestos, y Melisa, como pudo, me los desabrochó, y… ¡¡ahhh!! Noté sus deditos en mi bulto, como pequeños juguetes que surgieron de la nada. Melisa y yo movíamos nuestras manos, a la vez, con rapidez, deseábamos nuestros orgasmos con toda la fuerza de nuestro corazón. Se mezclaban el olor de nuestras vaginas, el sabor de nuestras salivas, el calor de nuestros cuerpos

Nos seguíamos besando, con nuestras manos ocupadas, empapándonos de fluidos exóticos. Silenciábamos nuestros jadeos con besos… pero era imposible; sentíamos tanto placer, que no podíamos reprimir nuestros gemidos. Yo noté pronto mi orgasmo, pero preferí esperarla a ella. Ella se agarró fuertemente a mi cuello, enterró su cabeza en mi pelo y oí un fuerte grito en mi oído… Había llegado el gran momento. Nos corrimos, las dos a la vez, un momento hermoso de clímax total.

Nos empezábamos a reír, por la locura que acabamos de hacer, nos reímos como dos adolescente (vamos lo que éramos jaja) Siempre será un lindo recuerdo de nuestras vidas.

FIN

P.D. Dedicado a ésa persona, admiradora de mi arte, y que siempre está ahí, esperándome en el Msn, sólo para verme. Te quiero mucho, mi niña