Los amigos
Exceso de confianza.
Te divierte provocarles, ¿verdad? Bailas sola ante ellos, exhibiéndote con tu top y tus vaqueros ajustados, sacándoles a bailar y pegándote a ellos, poniéndoles cachondos con el roce de tu cuerpo, sabiendo que les encantaría follarte, y que sólo te respetan porque son amigos de tu novio; pero esta noche tu novio está de viaje y estás sola con ellos, riéndoles las gracias y aceptando las copas que te ponen en la mano, ignorando sus comentarios en voz baja, sus risitas, porque sabes que son verdad, esta noche te estás comportando como una auténtica calientapollas. Las copas, ya no sabes cuántas, hacen efecto, al igual que los bailes, pegada a sus cuerpos. Te sientes sucia, sudada y un poco cachonda, pero te da igual.
El mareo te hace tambalearte en medio de la pista. Ellos te acompañan al baño, y te ayudan mientras te inclinas sobre el retrete para vomitar; uno te sujeta por las caderas, pegado a tí, pegando su pene erecto a tus nalgas. Cuando dices que quieres irte a casa, se ofrecen a acompañarte en coche. Te suben detrás, entre dos de ellos, y los otros dos se sientan delante; te apoyas en el hombro de uno de ellos, medio dormida, y el otro apoya su mano en tu pierna, preguntándote cómo te encuentras; la mano se queda allí, entre tus muslos, el resto del viaje, pero no le das mucha importancia, y tampoco te enteras muy bien de que se ríen, pero sí has notado como estiraban el escote del top y reconociste las palabras tetas y canalillo.
Suben a tu casa contigo, sabiendo que no hay nadie, y se acomodan en el salón. Tú quieres enroscarte en el sofá, pero no te lo permiten. Te obligan a mantenerte de pie, tambaleándote medio borracha, mientras los cuatro charlan y te miran, comentando lo buena que esta la zorrita. Finalmente, uno se decide y te sujeta los brazos por encima de la cabeza, mientras el otro te levanta el top hasta las axilas. Tú les dices que te dejen, pero ya no te hacen caso. Te quitan el sujetador, liberando tus pechos. Notas sus labios en tus pezones, sus lenguas lamiendo tus pechos. Uno se agacha y te desabrocha los vaqueros, bajándotelos hasta los tobillos, mientras los otros dos se abalanzan sobre tu pecho: notas sus chupetones, mordiscos, cómo estiran tus pezones con los dientes, que provocan un pequeño dolor y, casi a tu pesar... excitación. El que te ha bajado las bragas se echa a reír, porque ha descubierto una manchita en tus bragas: "esta guarra está cachonda"; mete un dedo bajo el elástico, deslizándolo por tu sexo húmedo y arrancándote un pequeño gemido. A continuación baja tus bragas hasta los tobillos, y tu, muerta de vergüenza, sólo puedes pensar en que no te has depilado.
Te llevan al dormitorio, cogiéndote por las muñecas, tropezando con tus propios pantalones, y a punto estas de caer, hasta que te tiran boca arriba sobre la cama; Te suben el top, que se te ha bajado, y separan tus rodillas, exponiendo tu vulva abierta a los ojos de todos. Durante un rato se dedican a sobarte y a lamerte, explorando todos tus rincones. Luego notas como te quitan los pantalones y las bragas, sin molestarse en descalzarte, porque lo que quieren ya está a su alcance. Se bajan los pantalones, y uno de ellos se instala entre tus piernas, ignorando tu débil "no, por favor". La polla arremete contra tu sexo, penetrando profundamente en tu vagina, mientras él te aplasta con su peso y te susurra al oído " vamos a probar ese coño tragón". Te embiste con fuerza, casi con furia, lanzándote contra la cabecera de la cama. Miras a tu alrededor buscando ayuda pero sólo ves a los otros acariciando sus propias pollas, esperando su turno. Está muy excitado, y se corre enseguida, llenando tu vagina de semen; sólo entonces te das cuenta de que no se ha puesto condón.
Uno por uno, ocupan su turno en tu coño, usándote como un juguete roto, llenándote de semen y de insultos, sin preocuparse lo más mínimo de tí. Sólo uno tiene el detalle de intentar correrse fuera, consiguiéndolo parcialmente y empapando tu vello púbico y tu vientre. Cuando han acabado los cuatro te quedas abierta, esperando que vuelvan a empezar; pero ya se ha acabado: se han vestido y han salido sin que tú te dieras cuenta, dejándote allí tirada, casi desnuda y con el semen que se escurre de tu sexo empapando tus muslos.
Te tapas con el edredón, sin fuerzas ni para ducharte, y justo cuando te quedas dormida te das cuenta de que no sabes si realmente se han ido. Bueno, si no lo han hecho, lo notarás cuando vuelvan a abrirte las piernas...