Los Amigos de Papá (4 de 4)

Federico no se lleva bien con su padre. Y ciertamente el vínculo no mejorará si los amigos del hombre quieren montarse a su pequeño hijo.

Atendí al número de teléfono sin registrar . Generalmente los evito, porque pienso que son los Call Center de las líneas de teléfono invitándome a aceptar una promoción que no puedo rechazar, pero como estaba a la espera de novedades de Zack, no me podía permitir ese lujo.

Mi corazón casi dio un vuelco cuando descubrí quien estaba del otro lado de la línea.

  • Fede, soy Pedro - me dijo, una voz sumamente masculina. - ¿Me recuerdas?

  • No te he olvidado - respondí, con sinceridad.

  • Zack me pasó tu número - comentó. - Me propuso una idea divertida, de hacer algo los tres juntos y pensé que tengo todo el domingo libre. Tal vez quisieras venir a almorzar en casa. Haremos una barbacoa.

  • Comida y sexo, ¿eh? - pregunté. Se entiende que lo único que me importaba de aquel encuentro es que eventualmente desembocara en sexo. - ¿Cómo podría decir que no?

Desde que a Zack se le ocurrió la posibilidad de que hagamos una fiesta privada, nosotros dos con Pedro, no pude dejar de estar cachondo todo el tiempo.

Ambos son compañeros de tenis de mi padre. Si bien son jóvenes, no dejan de ser conocidos de él, lo que le agregaba una cuota de morbo a todo aquel asunto.

Y además a Pedro lo deseaba, desde la primera vez que me reventó el culo en la fiesta de mi hermano.

  • Va a ser lindo encontrarse contigo después de tantos años - me aseguró Pedro. - Pasaré por tu casa el domingo, un rato antes del mediodía, si te parece bien.

  • Me parece bien - afirmé.

  • Sigues viviendo en el mismo lugar de siempre, ¿no? - me preguntó.

  • Sí, estoy en la misma cama donde me rompiste la cola la primera vez - le dije, divertido.

Se produjo un silencio del otro lado de la línea.

  • Se me paró - me dijo.

Sonreí en silencio. Me alegraba haber causado ese efecto en él porque en ese momento yo también tenía la verga a mil.

  • La vamos a pasar bien, entonces - contesté.

Nos despedimos y, pese a que una fuerza poderosa me exigía que me masturbara, me resistí a la tentación. Quería reservar toda la energía posible para el domingo.


Armé mi pequeña mochila para el almuerzo. Finalmente se promocionaba un domingo por delante que no consistiría en ver alguna serie de Netflix con mi hermano y mi mamá.

  • Nos quedan los últimos dos capítulos de El Bosque - me dijo mamá, al ver que iba a salir.

  • Los veré cuando vuelva y los debatiremos mañana - prometí.

Por supuesto que no le comenté que me iba a tener sexo con dos amigos de su ex marido. Mi madre continuaba furiosa con papá después de haberse enterado que me había ofrecido como trato para pagar una deuda. Tampoco le conté lo que iba a hacer a Agustín, ya que mi hermano fue el que abrió la boca y me hizo ser protagonista de un drama familiar que ni Thalía en sus mejores épocas.

Al único que le conté, la noche de ayer, fue a Gonzalo. Mi amante clandestino que tenía novia pero buen sexo conmigo en los horarios que ella no podía.

Sorpresivamente, Gonzalo reaccionó con una especie de escenas de celos.

  • Parece que ese Pedro te gusta mucho - comentó.

  • No te diría que me gusta - respondí. - Pero me entusiasma la posibilidad de estar nuevamente con él. El encuentro que tuvimos fue muy candente.

  • ¿Más que los nuestros? - disparó.

  • Gonzalo, la inseguridad no es uno de tus recursos más atractivos - lo serené. - No se trata de ti.

Por un momento, pensé en invitarlo a que se sumara a la fiesta. Pero no sabía si aceptaría estar con otros dos hombres que me poseyeran y, además, quería a los amigos de papá solamente para mí.

Fue un acto egoísta, pero considerando que Gonzalo tenía novia, no estaba en condiciones de reprochar nada.

  • Sólo te digo que tengas cuidado - dijo, haciéndose el preocupado por mi bienestar. - Mucha emoción puede provocarte mucha desilusión.

Acepté el consejo de todos modos, aunque partieran más de sus celos que de sus deseos de protegerme. Lo cierto es que debía reducir a Pedro como lo que sería, simplemente un buen polvo. Al menos, esperaba que se repitiera esa categoría.

Después de ese encuentro no habría más para hacer. Ni yo era una damisela en apuros ni él un héroe de caballo blanco.

No obstante, no tuvimos sexo con Gonzalo esa tarde. Quizá hice mal en confiar en él también, pero necesitaba que alguien supiera dónde iba a estar. Nunca había que descartar la posibilidad de que Pedro y Zack fueran unos hombres pirados que me torturaran, me encerraran y no me dejaran en libertad.


La bocina sonó corta pero entusiasta. Tal vez así me encontraba yo, porque tomé mi mochila y salí de mi casa como alma a la que la posee el diablo.

Tenía la ventanilla del vidrio a medio bajar, como para que lo reconociera detrás del polarizado.

Me dirigí hacia el asiento de acompañante y entré. Pedro me lanzó una sonrisa entusiasta, inmune a los nervios y a la ansiedad que me invadía.

  • ¡Qué bueno verte después de tanto tiempo! - declaró.

Estaba tan atractivo que me parecía imposible la idea de ir hasta su casa y resistir la tentación de ir chupándosela en el camino.

Ese día, cambió sus anteojos usuales por unas gafas de sol. Tampoco tenía camisa ni pantalón de vestir, una ropa que parecía quedarle bastante cómoda, sino que estaba usando una remera negra, ajustada, y unos jean, más ajustados. Sus brazos y su entrepierna parecían pedir a gritos un poco de alivio.

  • Un par de años pasaron - respondí. - ¿Cómo has estado?

  • Pero muy bien - dijo, poniendo el auto en marcha. - Trabajo, tenis, sexo. Eso resumen un poco estos años.

  • Mi resumen es un poco más deprimente - dije, sin esperar que me lo pregunte. - Estudios, familia y sexo.

  • Al menos se mantuvo lo más importante - declaró.

Me reí con ganas. Exageradamente para un chiste que en realidad no fue la gran cosa. Tal parece, estaba exagerando. Pero, al diablo, me encontraba tan entusiasmado de verlo y saber que los años le sentaron bien.

  • Siento que tengo que darte una explicación - dijo, entonces.

Su rostro adquirió un matiz serio. Eso me intranquilizó. Es cierto que quizá necesitaba su versión de los hechos, pero tal vez no era el momento para enterarme de algunas cosas.

  • No es necesario - respondí. - De todos modos me abriré de piernas para ti.

Ese día estaba encendidísimo. Generalmente conservo un poco de pudor. Pero, tal como Gonzalo pronosticó, estaba preocupado de que mis ilusiones se cayeran.

  • Me alegra oír eso - afirmó, dedicándome una sonrisa. - Pero quiero hablar de lo que hicimos aquella noche en tu casa. Es algo que yo todavía no olvido del todo. Por lo que me dijiste el otro día al teléfono, deduzco que tú tampoco lo olvidas.

  • Fue una experiencia fantástica para mí - reconocí, mirando hacia la calle. El pudor me había golpeado para no mirarlo a la cara a la hora de reconocer aquello. - Por cómo se dio y demás...

  • Tu padre nos descubrió - recordó. - No me dijo nada del tema, pero supe que él lo sabía.

  • A mí tampoco me dijo nada, pero yo también creo que lo supo - contesté.

Ese era el problema de coger con los amigos de mi padre. Que de algún modo, siempre volvía a ser el centro de la charla. Tenía que quitarlo del medio o me iba a arruinar una buena jornada de sexo.

  • Y fue por eso que no me animé a volver a hablarte - respondió.

  • ¿Querías hacerlo? - pregunté.

  • Por supuesto que quería repetir lo que hicimos - continuó. Detuvo la marcha ante un semáforo con luz roja. - Pero me daba vergüenza, más sabiendo que tu padre lo sabía. Esa vergüenza volvió cuando vi tu solicitud de amistad. Pero cuando me enteré cómo fue que estuviste con Zack, me culpé por no haber actuado.

  • Supongo que no podemos hacer nada con el tiempo perdido - dije. Me atreví a poner una mano en su hombro, como si Pedro necesitara consuelo. - Tal vez debamos mirar hacia adelante.

Se rió por mi forma despreocupada de tomar las cosas. De hecho, yo mismo me sorprendía de lo despreocupado que sonaba. En especial cuando Pedro había ocupado el primer puesto en la lista de mis obsesiones durante tanto tiempo.

  • Tienes razón - dijo, finalmente, para salir del tema. Puso el auto en marcha, ante la luz verde. Nos permitió avanzar. - Zack quedó encantado contigo.

  • ¿Lo hiciste alguna vez con él? - le pregunté, divertido.

  • Oh, por Dios, no - respondió. - Me cae bien, pero no me parece atractivo en lo más mínimo.

  • Es atractivo - reafirmé. - Pero es aburrido en el sexo.

Me miró boquiabierto, como si acabara de revelar el gran chisme del año.

  • ¿De veras? - me preguntó.

  • Es decir, hace lo que tiene que hacer, pero no se esfuerza - contesté. - Suele pasar con chicos atractivos que, acostumbrados a que el mundo se rinda a sus pies, nunca aprendieron trucos para ser memorables en la cama.

Pedro asintió ante mi análisis.

  • Es como si te estuvieras cogiendo a un maniquí - contestó.

  • Así se sintió - respondí.

  • Entonces, ¿por qué aceptaste volver a estar con él? - me preguntó.

  • Para volver a estar contigo - le dije.

La declaración salió de mi boca antes de que yo pudiera pensar en la barbaridad que acababa de decir.

Sin embargo, Pedro sonrió por el cumplido.

  • Soy un tonto, ¿no? - se preguntó a sí mismo.

La casa de Pedro quedaba en un barrio residencial que, como buen domingo por la mañana, estaba desierto.

Me enteré que Pedro era abogado, lo que le permitió comprar esa pequeña pero elegante vivienda. Yo consideraba que el lugar no tenía nada de pequeño, pero no era mi intención quitarle humildad a sus palabras.

Estacionó el auto en la entrada de su garage, pero no hizo el intento de descender, así que yo también me quedé dentro.

  • Zack está en el patio - anunció. - Está cocinando.

  • ¿Puede esperar unos minutos solo? - pregunté, con tanta inocencia que parecía real. - Porque quiero chupártela.

Me sonrió.

Miró para todos lados, como si tuviera miedo de que alguno de sus vecinos apareciera de imprevisto, mientras que sus manos bajaron hacia su cremallera.

  • Es una suerte que tengas esa idea - respondió. - Porque la tengo dura desde que te pasé a buscar.

Iba a preguntar si acaso se había tomado viagra, ya que una erección por tanto tiempo me parecía imposible, pero preferí ahorrarme el chiste. Contrario a eso, agaché mi cabeza, tomé su verga con las manos y me la llevé a la boca.

Pedro lanzó un gemido apenas me tragué su rabo.

  • Dios, eres bueno... - susurró.

Disfruté del sabor de aquella herramienta en mi boca, que tantas veces había deseado en la intimidad de mis noches. Finalmente tenía entre mis labios aquella verga por la que mi pene había llorado cantidades inauditas de semen.

El aroma de sus testículos me volvía loco. ¿Acaso había algo de Pedro que no me erotice?

  • Espera, espera... - me dijo, apartándome. - No quiero acabar todavía.

Lo miré con el rostro lleno de mi propia saliva.

  • Han sido muchos años de espera - me respondió, limpiándome la saliva con la mano. - Tengo ganas de hacerte muchas cosas.

  • Y yo tengo ganas de que me las hagas - me ofrecí.

Sonrió y, como si una fuerza le impidiera contenerse, se acercó a mis labios y me dio un beso. Estábamos cargados de intención y deseo. Tenía ganas de que me hiciera de todo.

Pedro se apartó y me acarició la mejilla.

  • Voy a hacer que Zack aprenda a hacer las cosas bien - me prometió. - Y tú vas a recibir hoy la cogida de tu vida, vas a ver.

  • Espero que cumplas esta vez - le dije.


Descendimos del auto al mismo tiempo que también lo hacían nuestras hormonas.

Ayudé a Pedro a llevar las bolsas que tenía en la parte de atrás y recién allí caí en cuenta que, antes de pasar por mí, seguramente fue por el supermercado.

  • ¿Vives solo? - pregunté.

  • Vivía con mi ex - me contó. - Pero la cosa no funcionó.

  • Una parte de mí lamenta mucho eso - dije. - Otra parte no, porque quizá no tendríamos la oportunidad de vernos hoy si siguieras de novio.

Pedro se rió.

  • Dudo mucho que a él le hubiera disgustado la idea de lo que te vamos a hacer - me contó.

  • ¿Qué sucedió? - pregunté, con atrevimiento. - ¿Lo engañaste o te engañó?

  • No son los únicos motivos por los que la pareja se separan - respondió. - Estaba atrevesando por un estado depresivo, clásico de los artistas. Se volvió muy nihilista para mi gusto. Decidí que lo mejor para mi salud mental era culminar la relación.

  • ¿Se suicidó después de ti? - pregunté.

Por la forma alegre con la que resolví preguntarlo, esperaba que no.

  • No, conoció a un hombre mayor que ahora es su Suggar Daddy - me contestó, sonriendo. - No puedo culparlo. A él le siguen gustando los mayores y a mí me siguen gustando los twinks.

Me sentí un chico que faltaba al instituto para verse con su amante mayor de edad. De repente, me encontré fantaseando con una vida acomodada, siendo el pequeño prostituto de alguien.

Llegamos al patio por el pasillo lateral, sin ingresar a la casa. El aroma de la parrillada me hizo crujir el estómago y me comencé a sentir hambriento.

Zack estaba cocinando alrededor de una pequeña parrilla. Como para entonar el calor del ambiente, no tenía remera tampoco. Sólo vestía unos pantalones grises, similares a los que yo usaba el día que lo conocí en la casa de mi padre.

  • Llegó nuestro postre - anunció Pedro.

Zack me miró y lanzó una sonrisa. Otra vez el deseo se veía en sus ojos. ¿Sería capaz de hacer algo más que simplemente mirarme?

  • En buena hora - respondió Zack. - La comida ya va a estar. Pensé que iba a tener que comer solo.

  • Tardamos porque me la estaba chupando en el auto - respondió Pedro.

Lo miré con sorpresa y vi que me devolvió una sonrisa de perversión. Entonces comprendí lo que estaba haciendo. Quería que Zack saliera de su postura cómoda y participara activamente de aquel encuentro, ya que después de todo fue su idea.

Zack me miró con picardía.

  • Tal vez no vendría mal un aperitivo - propuso.

Bueno, al menos teníamos un rastro de calentura.

  • Yo pondré la mesa - anunció Pedro.

Zack se acercó a mí y me tiró la remera para quitármela.

  • Me gusta tu cuerpo - anunció, como si necesitara que me lo explicara.

Sonreí pero no dije nada. Me arrodillé ante él, quien para darle más indiferencia al asunto, tomó una botella de cerveza y comenzó a beber de ella, al tiempo que yo sacaba su verga para hacer lo mismo.

Una doble succión desde dos lugares distintos.

Pedro nos miraba, pícaro y malicioso, mientras iba y venía, quitando la carne de la parrilla y armando los últimos preparativos para el almuerzo.

Y Zack, de quien nada se esperaba, nada estaba haciendo.

Seguí chupando por cortesía, con mis miradas fugaces y hasta suplicante a Pedro para que interviniera y me quitara ese peso de encima.

Al final, Pedro pareció comprender mis señales.

Apareció detrás de mí y se puso de rodillas a mi lado. Por un segundo, pensé que también iba a tomar la verga de Zack y llevársela a la boca, pero sólo se me acercó a hablar al oído.

  • De acuerdo, no va a funcionar - me dijo, en relación al hombre moreno. - Vamos a soportarlo un poco más pero ya encontré la forma de dejarlo fuera de este juego.

Zack ni siquiera se percató de lo que Pedro acababa de decir. Era tanto su aislamiento mental que nada de lo que sucedía alrededor parecía perturbarlo. Tuve antojos de arrojarlo a la parilla para comprobar que estuviera con vida.

  • Nos vamos a quedar sólo tú y yo - prometió.

Pero el plan de Pedro o no funcionó o estaba demorando más de la cuenta, porque para cuando terminamos de almorzar, Zack todavía continuaba entre nosotros.

Mientras comíamos, los chicos hablaron sobre cosas de tenis de las que ni siquiera me molesté en fingir que me interesaba escuchar. Resultaba que a la tarde tenían torneo e incluso, como si quisieran hacerme partícipe de la charla, comentaron que mi padre jugaría también.

  • Realmente, chicos, sáquenlo de nuestras conversaciones - comenté, sonriendo.

  • ¿Por qué? - preguntó Zack. - Si lo divertido es que podamos comentar que nos cogimos al hijo menor de Roberto.

  • No podrán comentarlo porque nadie me está cogiendo - dije.

Se tomaron mi frase exactamente como lo que era, un desafío.

Pedro fue el primero en reaccionar (no iba a esperarlo de Zack, obvio). Se apartó de la mesa, me tomó del brazo y me hizo levantarme.

  • Vamos a jugar contigo para que podamos decirlo, entonces - me propuso.

Me excité automáticamente.

Zack nos miraba, un poco atontado, como si en realidad estuviera viendo una película pornográfica.

  • Vamos a comer nuestro postre - le indicó a Zack. - Trae cerveza.

Me guió hasta el cuarto de él y, una vez que entramos, me dio un fuerte beso en los labios.

  • Ya se irá - me prometió. - Podemos divertirnos mientras.

  • Para eso vine - le dije.

Crucé mis manos alrededor de su cuello, sintiéndome el protagonista de una película romántica en lugar de un joven que fue convocado para tener sexo.

Cuando Zack entró en el cuarto, Pedro se apartó de mí con el pulso de alguien que es descubierto haciendo lo que no debe.

Zack le extendió la botella de cerveza a Pedro.

  • No encuentro el destapador - dijo Zack. - ¿Te lo trajiste tú?

  • No será necesario - respondió Pedro. - Esta botella no es para que la tomemos.

Me miró con suspicacia y comprendí lo que quería decir. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda.

  • Desnúdate - me indicó Pedro, antes de que pudiera decir algo.

Me quité la ropa y me tiré en la cama, mirando a los dos hombres que también estaban haciendo lo mismo.

Pedro vertió un poco de gel alrededor de la botella y luego se acercó hacia mí, dispuesto a jugar conmigo.

  • Vamos a ver de qué estás hecho, niño - me dijo.

Me estremecí con el primer contacto de la botella en mi ano. Nunca fui un chico que utilizara dildos, por lo que aquella experiencia pasaba a ser totalmente nueva para mí.

Bueno, eso no es del todo cierto. Debo confesar que una vez, cuando era pequeño, tenía tanta inquietud por el tema sexual que terminé metiéndome una rama en la cola. Pero fue la primera y única vez, lo juro.

Hasta ese momento, en donde dos amigos de mi padre iban a jugar por mi cola con una botella de cerveza.

  • Relájate - me aconsejó Pedro. - ¿Por qué no tomas nuestras vergas con las manos para tener algo que hacer mientras yo hago esto?

Acepté el consejo. Quizá porque sólo me lo decía él o quizá porque sabía que sus consejos, en realidad, buscaban calentarlo. No había, entonces valía la pena comentar, diferencia entre Pedro y Zack. Cada uno buscaba su propio placer y su propio estímulo. La diferencia es que uno se erotizaba con la participación de otra persona mientras que el segundo se erotizaba si la otra persona hacía algo para él.

Empecé a masturbar las dos vergas que tenía a mi lado, mientras aquellos hombres me levantaban las piernas.

El pico de la botella dio paso al cuello, mientras yo sentía el placer de aquel objeto dominado por Pedro. Lo miré, descaradamente ignorando a Zack, concentrado en su cara de placer al ver que podía hacer conmigo lo que quería.

  • Pensé que no, pero al final entró - dijo Zack.

  • Si esta putita está abierta - respondió Pedro. - ¿Te gusta, putita?

  • Sí... - gemí. - Hagan lo que quieran conmigo.

Pedro pareció dar paso a sus instintos más básicos porque comenzó a jugar con la botella, metiéndola y sacándola como si realmente fuera un dildo. O, mejor dicho, como si en realidad fuera su miembro.

  • Tu celular está vibrando - dijo, entonces Pedro, hacia Zack.

El chico se apartó de mi lado, por lo que solté su verga. Al tiempo, Pedro quitó la botella de mi interior.

Y entonces hizo algo que me estremeció de la calentura.

Mientras Zack atendía la llamada, Pedro quitaba la tapa de la botella y le daba un sorbo. Noté que pasó la lengua alrededor del pico y, entonces, me guiñó un ojo.

  • Me gusta el sabor que tiene tu colita - me dijo, sonriente.

Me mordí el labio para darle una mirada llena de deseo. Quería a aquel hombre y todo el morbo que pudiera salir de él hacia mí.

  • Me cago... - dijo Zack, cortando la llamada y volviéndose a la realidad. - Chicos, adelantaron mi partido. Me tengo que ir.

Evité mirar a Pedro porque iba a empezar a reír. No podía creer que en realidad cumplió su promesa. Zack se iba a marchar y finalmente me iba a quedar solo con él.


Pedro se tiró completamente desnudo sobre mí y hundió su boca en la mía. Su lengua, siempre móvil y vibrante, entraba en mi boca con la pasión desmedida de aquellos amantes que pasaban tiempo sin verse.

Y si teníamos que ser justos, habían pasado unos cuantos años. Aunque aquella vez no nos besamos, esta vez los labios unidos nos convertían en otra cosa.

  • Cuando te arrodillaste hoy, pensé que se la ibas a chupar también - le dije, despegándome.

  • ¿Te hubiera excitado eso? - preguntó.

  • Me hubiera excitado verte - respondí.

  • Podemos hacerlo cuando quieras - prometió. Esta vez le creí. - Puedo chupar mil vergas si eso te enciende.

  • Bueno, pero no con Zack - pedí.

Se rió por mi petición.

  • Tenías razón sobre él - comentó. -  Creo que nunca nadie le dijo que no aporta mucho en la cama.

  • Tú aportas mucho - le dije, pasando un dedo por su pecho. - Eso es lo que importa.

Su abdomen era peludo a medias. No sabía por qué, pero esa fuerza varonil que adquiría me encantaba.

Su cuerpo, si bien distinto al que recordaba, no dejaba de provocar en mí una candente excitación. Quería que me poseyera todo lo que quedaba del día.

Descendió a mi entrepierna y comenzó a chupármela.

Era una mamada de quien sabe hacerlas, pese a que nunca imaginé que sería un hombre al que le atrajera proporcionar placer a otro.

Nuevamente me sorprendía, jugando con mi miembro y lamiendo mis testículos. Aquel encuentro era húmedo, en todas sus magnitudes posibles.

Luego, bajó hasta mi cola. Metió su lengua en mi interior y me hizo delirar.

  • Me gusta que gimas así - me comentó.

Lo tomé de la cabeza y lo guié hasta mi agujero de nuevo, para que continuara con su trabajo. Me gustaba mucho la sensación de su lengua entrando en mí.

Se incorporó para verter el gel en su herramienta y abrirse paso. Levantó mi cintura con sus manos, para acercar mi cola y, una vez que pudo hacer ingresar su cabeza, se recostó sobre mí para que nuestras bocas volvieran a unirse.

Era un placer enorme recibir aquella verga en mi interior, desarmándome por completo. Me sentí, repentinamente, como un juguete al que le sacan las piezas y se vuelve a armar otra vez, pero con otra esencia.

Gemí sin parar en cada embestida, esperando que aquel momento no se terminara nunca más.

Arañé su espalda mientras me poseía, queriendo que mis marcas quedaran en su piel una vez que aquel encuentro acabase.

  • Voy a acabar - me murmuró. - No quiero pero...

No terminó la frase.

Sentí el líquido en mi interior esta vez. Quizá por la forma en la que me encontraba o quizá porque había aprendido de sensibilidad con el correr de los años.

Agitado, se tiró sobre mí y se quedó tendido allí, sin moverse, con su verga todavía dentro.

En algún momento, me dormí y creo que Pedro se durmió conmigo.


Tres semanas más tarde, Zack llamó a mi celular . Todavía lo tenía agendado. No había vuelto a saber de él desde aquella vez que se perdió el trío por ir a jugar su partido.

  • Disculpa que te moleste - me dijo. - Estoy en casa de tu padre y no tiene dinero para pagar este mes.

  • Échalo - respondí, sin dudar. - Haz lo que tienes que hacer.

Se produjo un silencio del otro lado de la línea. Parecía que Zack esperaba otra respuesta.

  • Oh, ya veo - respondió. - ¿Tan mal la pasaste con Pedro?

Me reí, pero no contesté.

  • No voy a hacer nada más por mi padre - fue lo único que dije. - Lamento que tenga que vivir en la calle, pero no es obligación de los hijos salvar los desastres de los padres. Lo siento.

Corté la llamada antes de que Zack pudiera replantear el problema.

Gonzalo escuchó la conversación, sorprendido.

Esa tarde habíamos decidido ir a la playa con todo el grupo de básquet. Gonzalo fue invitado por cortesía y él aceptó porque tenía libre el horario. Ni siquiera tenía que estar allí.

  • Entonces, ¿ya no volverás a verte con ellos? - preguntó.

  • Al menos con Zack no - respondí. - Es malo en el sexo. Sólo que todavía no lo sabe.

  • ¿Y con el otro? - preguntó.

Su curiosidad, un tanto infantil como un tanto preocupante, me hizo sonreír.

Tras el encuentro sexual que tuvimos con Pedro, ninguno de los dos volvió a escribirse. Quizá la vida nos llevó por diferentes caminos o quizá ambos queríamos conservar un buen recuerdo. Al menos, éramos lo opuesto a la teoría de que las segundas partes no son buenas.

Quedamos en hablarnos, pero ninguno de los dos lo hizo. Yo, por mi parte, si bien continuaba sintiendo deseos por él, todavía no me encontraba con ganas de repetir la salvaje experiencia sexual.

  • Con Pedro, si se llega a dar otra vez, se dará - afirmé. - Pero mi padre ni Zack tendrán ninguna relación con el asunto.

Pero tan mortífero debió ser el rechazo para Zack que Pedro terminó por llamarme a los dos días. Como siempre, no sonaba preocupado sino divertido ante la situación.

  • Me contó Zack que lo rechazaste - me dijo.

  • Creo que lo va a superar - respondí.

  • Ya lo creo que sí - dijo Pedro. - Yo, por mi parte, no creo haberlo hecho.

Sentí que mi corazón latía a mil por hora. Suspiré para tranquilizarme.

  • Yo tampoco olvido lo que hicimos - le dije. - Y no te estaba rechazando a ti, sólo a Zack. Supongo que no vienen en combo.

  • Creo que te demostré que no - dijo.

Se produjo un silencio.

  • ¿Quieres...? - quiso preguntar.

  • Siempre - lo interrumpí.

No lo veía, pero creo que sonrió por mi respuesta.

  • ¿Te paso a buscar? - me preguntó.

  • ¿Estás en tu casa? - pregunté. - Iré solo hasta allí.

  • Es lejos - dijo, como si yo lo hubiera olvidado. - Puedo ir en el auto...

  • Tranquilo, Pedro - lo detuve. - No soy un nene de papá. Puedo ir solo.