Los amigos de mi mujer (4) Silvia
Nunca imaginé que podría disfrutar tanto del sexo, y todo, gracias a los amigos de mi mujer
Los amigos de mi mujer (4) Silvia
Nunca imaginé que podría disfrutar tanto del sexo, y todo, gracias a los amigos de mi mujer
Tras abandonar Silvia la oficina, dije a Marta:
-Creo que el huevo se ha estropeado, Marta
-No. El huevo funciona, y, muy bien, te lo aseguro
Marta tomó el sobre que había dejado Silvia sobre la mesa, y sacó el huevo del interior. Entonces comprendí por qué no había respondido al mando a distancia, pero, ¿por qué se lo había quitado, si lo que quería era que le sorprendiera ?
Marta me explicó con todo detalle los acontecimientos del probador, sin omitir que el huevo, se lo había quitado Silvia del interior de la vagina, y que se lo había puesto, mientras ella se estaba comiendo la polla de Hugo.
-O sea, que en realidad, sí ha funcionado, -dije.
-Desde luego que sí pero, quien lo debe saber bien es Silvia
-¿Entonces, cuando yo accionaba el mando a distancia, en realidad, lo estaba disfrutando Silvia ?
-Eso es. Yo sólo pude recibir las primeras vibraciones. Después las recibió Silvia, y, a juzgar por la excitación, debió darle mucho gusto.
Traté de componer en mi mente la escena del probador, conforme Marta me iba explicando más detalles Al recordar la pinta del muchacho, deduje que debía tener una buena herramienta
-Dime Marta, ¿qué talla se gasta Hugo?
-Pues yo te diría que una XXL. En cualquier caso, lo podrás comprobar esta noche -dijo, abriendo la boca, y reencajando los maxilares.
-Otra cosa, Marta ¿por qué has invitado a Silvia?.
-Porque es una buena chica hace tiempo que noté que le gusto, debe ser bisex y, la verdad, a mí también me gusta. Esta noche tendremos oportunidad de conocernos mejor, y con el pollón de Hugo habrá para las dos je, je, bueno, y con el tuyo
-¡Joder, por poco me quedo fuera de juego! -pensé- con el pollón de Hugo, y, si Silvia es bisex, esta noche me parece que me toca mirar
Estuve un rato pensando en las escenas que se podían dar, imaginando como la polla de Hugo taladraba los chochitos de Silvia y de mi mujer, y sentí como llegaba a la punta del capullo de mi pene una especie de calambre, un espasmo, que lo estaba haciendo crecer a tal velocidad, que tuve que reacomodarlo en su alojamiento
Entre tanto, llegó la hora del almuerzo, y decidimos hacerlo juntos, en la última planta del edificio, donde se hallaba ubicada la cafetería-restaurante de los Almacenes. Tomamos las escaleras mecánicas. Marta subíó delante, y yo, le imité dos peldaños atrás. En el último tramo de las escalas, a la altura de mis ojos, el culo de Marta se ofrecía como un regalo para la vista tan redondito y apretadito, que sentí ganas de besarlo. Me aproximé, pero, estando a punto de hacerlo, noté un inconfundible olor a sexo Miré hacia atrás nadie metí mi mano por debajo de la falda, y allí estaba chorreante de jugos, sin bragas, el coño de Marta era una llamada al los machos del sexo opuesto sin volverse, Marta ahuecó sus piernas lo suficiente, para que pudiera introducir los dedos dentro de su coño, y así lo hice. No podía rechazar semejante invitación. Marta, adelantó su pié derecho al siguiente peldaño, y me ofreció hacia atrás su precioso culo a la vez que se aferró con las dos manos al pasamano de la escalera. Era una provocación, y naturalmente, no pude resistirme a ella. Mojando con sus propios jugos su ano, introduje mi dedo pulgar en él, a la vez que mi índice y corazón lo hacían en su dulce chochito. Marta cerró los ojos y abrió la boca, comenzando a respirar agitadamente, siguiendo el ritmo del masaje que mis dedos le estaban obsequiando, apoyó su cara sobre sus antebrazos, e inició suaves movimientos circulares con su culo, señal inequívoca de lo mucho que estaba disfrutando En el punto de intersección con la escala descendente, coincidimos con una pareja de personas mayores que bajaban. Los ojos de la mujer no daban crédito a lo que estaban viendo, mientras que los del marido, abiertos como platos, no perdían detalle, con la cabeza vuelta, sus miradas fijas en nosotros, hasta que dejaron de vernos juraría que el hombre, estaba babeando
Saqué los dedos, pues llegamos al fin del tramo. Marta se mantuvo unos segundos abrazada a mí pues creo que se mareó un poco Recuperó en seguida la compostura, y nos dirigimos hacia las mesas del restaurante. Era temprano, y no había mucha gente. Escogimos una mesa en la zona reservada para personal de los Almacenes, la cual se hallaba separada del resto por unos decorativos biombos semi-transparentes, que sin embargo la dotaban de bastante intimidad. Nos dirigimos a los aseos, pera lavarnos las manos, y encargamos nuestro almuerzo, mientras tomamos un aperitivo, un Martini para Marta, y un vino blanco para mí.
Al poco comenzaron a llegar más personas, algunas de ellas con el uniforme de trabajo, ó bien con la acreditación, se ubicaron en la zona de empleados. Silvia, también llegó para comer. Al vernos, se dirigió hasta nosotros, y muy amablemente, nos dijo:
-Ya que cenaremos juntos, ¿me permitís que os acompañe también en el almuerzo?...
-Será un placer, -dije- y muy cortés, me levanté para ofrecerle asiento a mi lado.
-Espero que esta noche, el placer sea recíproco -contestó ella mirando fíjamente a Marta.
Marta se estremeció al oír estas palabras de la boca de Silvia. Sin duda, a Silvia le gustaba provocarla Vino a su mente la escena de los probadores, y de nuevo, se estremeció El almuerzo discurrió sin mayores acontecimientos, hasta que terminado, Marta dijo a Silvia:
-Silvia, ¿quieres acompañarme al aseo?...
¡Claro que sí !
Ambas se levantaron, arreglándose la falda, y charlando se fueron hacia el aseo. Nada más entrar, Marta, que iba delante, se volvió, y miró fíjamente a los ojos a Silvia Silvia, como si de una contraseña se tratara, se abalanzó sobre ella, y rodeándola con sus brazos, buscó su boca. Marta, se dejó llevar. Ofreció sus labios inflamados de deseo, con los ojos cerrados. Silvia los apresó con los suyos. Sus dientes mordían con delicadeza aquellos labios calientes y carnosos, como si fueran dulces de crema. Marta se empezaba a mojar las piernas, cuando Silvia metió su mano bajo la falda y apresó su tesoro. Marta se colgó del cuello de Silvia. Nunca se había sentido atraída ni se había besado y abrazado a una mujer, pero, le estaba gustando y, le estaba gustando mucho
Sin duda, Silvia era experta en hacer disfrutar a una mujer, pues Marta, empezó a jadear enseguida. La arrastró hacia los lavabos, y la sentó sobre la bancada de los mismos, después de subirle la falda hasta la cintura. La volvió a besar en la boca, con lujuria, con glotonería y comenzó un recorrido por su cuello, por ambos lados, acariciando con su lengua cada centrímetro de su piel, dando pequeños bocaditos en sus orejas, su mentón, en su nuca y susurrándole al oído, que la iba a hacer disfrutar, como nadie lo había hecho hasta ahora
A Marta, se le erizaron los vellos de su nuca y de sus brazos. Una sensación de cosquilleo recorrió todo su cuerpo, como una descarga eléctrica, hasta alcanzar su clítoris su cuerpo reaccionó a esta descarga, con emocionantes temblores de piernas, brazos toda ella era un temblor
Y era cierto pues su coño, ya era presa de los dedos de Silvia, de su boca, de su lengua que lo recorría, y se introducía a cada momento, por aquella hendidura, y que al salir, pasaba por su botoncito, regalándole unos espasmos que jamás antes, había sentido Marta apretaba con sus dos manos la cabeza de Silvia, y se mordía los labios para no hacer ruido, pero Silvia era muy experta sus manos tenían cogidos los pezones de Marta, y los rozaba con maestría, a la vez que su boca mamaba el coño succionando el clítoris, los labios vaginales lamía sus ingles suavemente, apenas tocando con su lengua la piel de Marta La verdad, es que nadie le había hecho una faena tan buena debía ser cierto aquello que dicen de sólo una mujer, sabe hacer disfrutar como nadie, a otra mujer
Se corrió con toda su alma, con todo su ser, se vació, se derritió, se fue al cielo por unos momentos . y regresó para darle un beso agradecido en la boca a Silvia ésta sonrió y le devolvió otro delicado, apenas tocando sus labios le ayudó a bajar de la bancada, y le asió con ambas manos de los desnudos cachetes de su culo, susurrándole al oído:
-Cariño, me tienes loca por ti, hace mucho tiempo ésto, es lo que te lo puedo regalar cada día, cuando quieras, sólo tienes que hacerme un guiño
Marta, se mojó de nuevo los muslos nunca había sentido ni siquiera la menor tentación de estar con una mujer, pero ahora ya no estaba segura de nada
Por suerte, nadie más había entrado en los aseos, se refrescaron las congestionadas caras, pues estaban rojas del calentón sufrido, se retocaron los labios y se recompusieron un poco. Antes de abandonar los aseos, al llegar a la puerta, Silvia abrazó por detrás a Marta, y apresándola con sus brazos, pegó su cuerpo al de Marta, y su boca, pegada al oído de Marta, le dijo en voz baja:
-Esta noche, será inolvidable, te lo prometo
Marta, volviendo su cara hacia ella le contestó:
-La mañana ha sido inolvidable gracias -y le dió un beso.
Salieron del los aseos. Al llegar a la mesa, el rostro de Marta, había cambiado. Sus mejillas aún delataban con sus rojeces, la calentura que había sufrido, pero su rostro tenía serenidad, felicidad, no sé, algo nuevo Se sentaron, y se aprestaron a tomarse el café. Marta, con una apenas perceptible sonrisa, miraba absorta la taza, mientras mecánicamente, daba vueltas a la cucharilla. Silvia la miraba con fijeza y ternura. Yo, miraba alternativamente a una y otra, y me dí cuenta de que la tardanza en regresar del aseo, no había sido a causa de los consabidos retoques de labios. Seguro que habían hecho algo más
-Silvia, Marta me dijo, que has podido probar un juguetito que llevaba puesto
-Pues sí así es.
¿Qué tal se siente ?
-Pues, te diré la verdad: donde esté lo natural, que se quiten los sucedáneos, pero a falta de pan bueno, de todas formas, ése no va a ser el caso de esta noche, porque pienso cobrarme alguna deuda eso sí, con sus intereses, ¿verdad Marta?
Marta levantó la vista, como si acabara de despertar, con la mirada un tanto extraviada, y la expresión de su rostro, un poco bobalicona, su voz apenas le salía del cuerpo.
Sí, claro, con intereses...
Silvia me guiñó un ojo, y supe sin más, que algo había tenido lugar en los aseos, y otro espasmo sacudió mi capullo de inmediato, haciendo que creciera mi pene, otra vez, hasta ponerse rígido
Silvia se levantó, y se despidió hasta la noche, dejando pagada la cuenta del restaurante Sí, definitivamente, algo debió pasar en los lavabos, estaba seguro y más tarde, me lo confirmó Marta.
Terminada la comida y la sobremesa, Marta se despidió de mí, con un besito, y, Silvia hizo lo mismo y, cogiditas del brazo, Silvia y Marta se alejaron en dirección a las escaleras mecánicas descendentes de la cafetería.
Me quedé observando sus figuras, y deleitándome en ello, pues Marta tenía una silueta muy proporcionada, y Silvia era un poquito más alta de estatura, y un poco delgada, pero, eso, sí, con un culo hermoso y unos pechos de infarto. Estuve imaginando que esa noche, me comería esos pechos, y sobaría ese culo, y mi pene me manifestó que a él también le gustaría tenerlos a su alcance.
Me marché cuando se calmó mi imaginación, y regresé hacia nuestra casa. Me detuve a encargar la cena, pues normalmente Marta, no solía cocinar demasiado. Tras el encargo, llegué a casa, dedicándome a preparar el acontecimiento. Limpié la piscina, y preparé la mesa bajo el cenador del jardín, con las butacas y sillones correspondientes. Quería que todo saliera bien, sobre todo por Marta, a la que, al parecer, le hacía mucha ilusión tener esta velada tan erótica. Bueno, a mí también me producía un cosquilleo muy agradable en la punta de mi pene, al pensar que la noche se iba acercando, y con ella la oportunidad de saborear las mieles de Silvia. Busqué la música apropiada, puse a enfriar unas botellas del mejor cava que teníamos en la bodega, en fin, los detalles necesarios para que la noche fuera inolvidable. Cuando todo estuvo listo, me senté cómodamente en el salón, y me puse a ver unas películas porno, con el fin de seleccionar las más entonadas para la velada. Miré el reloj. Ya casi eran las nueve.
Casi al mismo tiempo, llegaron Marta y el servicio a domicilio del cathering. Fueron disponiendo las bandejas alrededor de la mesa del cenador, y Marta, se encargó de los cubiertos y demás detalles de la cena. Nos duchamos y arreglamos. Marta se puso una bata de amplias mangas, muy cómoda y escotada, con unas aberturas en los costados que mostraban sus preciosos muslos al caminar, y se pintó los ojos y los labios de forma tenue, sin recargar.
Sonó el timbre de la puerta, eran casi las diez, cuando Hugo y Silvia llegaron a casa. Fué Marta a recibirles, y les acompañó hasta el jardín donde yo me encontraba prendiendo unas antorchas, que iluminarían con luz más íntima nuestra cena.
El muchacho, se había aseado a conciencia, pues su estampa era la de un gigoló, perfecto afeitado, gomina en su peinado, la ropa informal, pero con clase bien, quería quedar bien, y se notaba en su porte y sus maneras.
Silvia, estaba preciosa. Se había puesto ropa informal, pero el cambio de verla de uniforme, a verla por primera vez sin él, hacía que se viera mucho más atractiva.
Nos saludamos, con un beso, momento que Silvia aprovechó para posar su mano en mi culo, gesto al que yo correspondí, con la mía en el suyo, mientras Marta besaba en la boca a Hugo, y éste le correspondió con su lengua.
Después me tendió la mano, de forma cordial y afable. No pude evitar mirarle la entrepierna. Sí, se adivinaba un buen paquete. Al menos Marta y Silvia iban a poder saborear una gran polla . y yo, tenía ganas de verlo.
A Silvia le apeteció que nos bañáramos todos desnudos juntos.
No había problema, pues el jardín se hallaba rodeado por un seto lo suficientemente alto, para evitar las miradas ajenas.
-¡Vámos siempre quise darme un baño desnuda! dijo Silvia, quitándose toda la ropa, y arrojándose de cabeza al agua.
Nos miramos un momento, y Marta, se quitó la bata y todo lo demás, quedando también desnuda. Se arrojó al agua, y se pusieron a chapotear a la vez, con gritos, como chiquillas.
Hugo, esperaba mi reacción, así que, para no desentonar, le hice un gesto, y comencé a desnudarme. El me imitó enseguida, y ambos nos dirigimos hacia el borde. Me lancé al agua,, buceando hasta donde se encontraban las dos mujeres, emergiendo entre ellas. Hugo, haciendo gala de un físico envidiable, se recreó un poquito, y nos mostró su musculoso cuerpo de gimnasio, y, entre otros detalles dejó que viéramos su enorme polla, que ya en reposo se veía descomunal, así que ya empezaba a hacerme una idea del tamaño que podía alcanzar cuando estuviera a plena presión.
Se lanzó al agua, y, emergiendo junto a nosotros, se abrazó a las dos chicas, haciéndoles una ahogadilla. Cuando éstas reaparecieron, se aferraron a sus brazos, para hacerle lo mismo, pero Hugo era un atleta, y no se dejaba sumergir. Entonces Marta se encaramó con sus piernas rodeando la cintura del muchacho, y con sus brazos al cuello, e hizo presa en la boca del muchacho con la suya, mientras Silvia, tomó aire, y se zambulló, haciendo lo mismo con el cipote. Su pene comenzó a crecer. Silvia emergió, y, ayudando a Marta, consiguieron derribar y devolver la ahogadilla al muchacho, que se dejó hacer Cuando salió a flote, se dejó flotar en horizontal, boca arriba, y pudimos ver que enarbolaba un mástil, digno de un velero
Yo, contemplé la escena divertido, riendo la ocurrencia de las chicas. Las dos chicas se volvieron hacia mí, con amenazadoras intenciones. Querían hacerme lo mismo que a Hugo. Y lo hicieron. Sólo que, después de haberme comido Marta la boca, y Silvia la polla, Hugo quiso colaborar con las chicas en darme la ahogadilla, y así lo hicieron, pero, al asirme Hugo por detrás, y derribarme hacia atrás, su polla se metió entre mis muslos. Sentir aquel grueso cipote entre mis muslos, me produjo un escalofrío. Su suave tacto, y su dureza se sentían deliciosos en las proximidades de mi agujero negro. Sentí como si se produjera un cortocircuito en mi interior. Creo que empecé en ese momento, a desear más contacto con aquel fenomenal aparato
Seguimos jugando un rato más en el agua, sin ningún pudor ni reserva, tocándonos y sobándonos los unos y las otras
Cuando salimos del agua, Hugo, lucía una polla gorda, pero, un poco morcillona, sin embargo, mi polla salió dura como una piedra. Me puse una toalla rodeando la cintura, y lo mismo hicieron Hugo y las chicas, y nos sentamos a cenar.
La cena fría, a base de mariscos y sobre todo el cava, hicieron que se calentara el ambiente. La conversación también contribuyó a elevar la temperatura, pues en el transcurso de ella, Hugo, nos confesó ser bisex, al igual que Silvia, y, no sé por qué, aquello me endureció más si cabe el pene,...estaba claro, esa noche, íbamos a probar algunas cosas nuevas
Al finalizar la cena, puse música apropiada en el equipo. Saqué unas colchonetas, con las que formé un mosaico sobre una zona del césped que quedaba absolutamente oculta a miradas desde el exterior, y dispuse varios enormes cojines sobre las colchonetas.
Marta se tumbó sobre las colchonetas, tomando por almohada uno de los cojines, y Silvia le siguió, acomodando su cabeza, sobre el mismo cojín, junto a la de Marta. Hugo tomó otro de los cojines y también se tumbó junto a Marta, al otro lado, después de quitarse la toalla que llevaba a la cintura. Silvia, tomó la cara de Marta dulcemente, haciendo que girara su cabeza hacia ella, y con extrema delicadeza, le besó en la boca. Hugo, se acercó por el otro lado, pegando su cuerpo al de Marta, mientras besaba con deleite los hombros y lamía sobre todo la zona de la nuca, provocando pequeños escalofríos de Marta, que enseguida, erizaron los vellos del cuello. Su polla se buscó acomodo entre los cachetes del culo de Marta, que comenzó a arderle de deseo Mientras, la mano izquierda de Silvia se deslizó desde la cara de Marta, acariciando cada poro de la piel, hacia los pechos de Marta, que reaccionaron con rapidez a las caricias, endureciendo los pezones. Silvia tomó posesión de ambos, con su boca
Me quite también la toalla, y me acomodé recostado sobre uno de los cojines, estratégicamente situado para permitirme la mejor visión de los tres cuerpos. La relativa poca iluminación de los focos, unido al halo de intimidad que proporcionaban las antorchas, proporcionaba una visión de la escena un tanto primitiva, primaria. Allí se encontraba un macho y dos hembras, dispuestos al ritual del apareamiento. Marta ya se encontraba con los ojos cerrados, pero, con la boca abierta, jadeando, bajo el dominio de las caricias de Silvia y Hugo. Jadeaba ostensiblemente, aparentando estar en avanzado estado de excitación.
Silvia, de forma alternativa mordisqueaba ambos pezones después de dar un rodeo con su lenga por la sonrosada superficie de las aureolas. Su mano se deslizó más abajo, donde Marta de estaba derritiendo Marta alzó ligeramente su pierna derecha, lo que permitió a Silvia, mojar sus deditos en los jugos del chochito de Marta. A su vez, el enorme cipote de Hugo, avanzó en sus posiciones. Ahora ya, asomaba descaradamente hacia delante entre los muslos de Marta, tanto, que Silvia le pudo lubricar con los jugos que Marta dejaba escapar. Le guió en el camino hacia el cielo, y, mientras le comía la boca a Marta, reteniendo su lengua dentro de su boca, Hugo atravesó con su espada el dulce chochito de Marta, que, por un momento, tuvo que abrir desmesuradamente los ojos, al sentir que el cipote de Hugo amenazaba con chocar contra el final de su cueva
Yo no pude reprimir un suspiro de deseo y satisfacción. Marta estaba disfrutando como nunca antes había disfrutado, comenzaba a dar pequeños grititos, expresión del gustazo que le estaba dando aquel enorme falo, que le tenía casi empalada. Cogí mi polla con mi mano, y me la frotaba arriba y abajo, lentamente, recreándome en aquella visión de sexo, que me estaban proporcionando. Por un momento, Marta me miró. Creí ver en su cara preocupación. Seguramente, el hecho de estar siendo doblemente follada, en mi presencia, le estaba demandando en su conciencia que se sintiera culpable. Pero enseguida le hice saber que era de mi agrado, que, el verla tan llena y felizmente follada, incluso a mí, me estaba satisfaciendo más allá de lo que había supuesto
Me acerqué a Marta, y le dí un beso sobre sus labios. Era como si recibiera el consentimiento, un "sí" a correrse con toda su alma, pues, a partir de ahí, Marta se concentró en disfrutar de Hugo, bueno, de su pollón y de Silvia, sus manos, sus pechos, su boca
Silvia la hizo ponerse sobre ella en 69. y le comíó su coño, como si fuera fruta tropical, saboreando cada lamida, cada bocado, mientras Hugo, sin soltar la presa, se acomodó de rodillas tras ella dándole las más profundas estocadas que jamás había recibido
Hugo acompañaba cada embestida, con un sonido gutural, bestial. Marta gemía con la boca llena del coño de Silvia, y el coño completamente lleno de la polla de Hugo. Yo, acompañaba a los tres, haciéndome eco de los gemidos, los quejidos Mi polla recibió de mis manos, uno de los mayores castigos que jamás le había infligido. Pero no quería correrme el primero y menos, masturbándome.
Por fin, Marta ya no pudo resistirlo más, y se corrió como una perra, dando unos espasmos y unos gritos desconocidos por mí, hasta el momento. Lo sé, estoy seguro que había sido el orgasmo de mayor intensidad de su vida y yo, me sentía completamente feliz de haberlo presenciado.
Permanecieron unos minutos en la misma posición, quietos. Marta sufría pequeños espasmos aún de placer, pero Hugo y Silvia, sabían lo que hacían. Estoy seguro que Marta se seguía corriendo, a pesar de no moverse apenas. Creo que descubrió en ese momento que era multiorgásmica
Cuando se recuperó, y deshicieron el nudo, el cipote de Hugo, brillaba. Un hilillo de espesa consistencia lechosa, se escurría hacia la base, a causa de los jugos que había extraído de Marta. Marta, se acercó a mí y me hizo tumbar boca arriba, me besó en la boca, dándome a gustar la miel recogida en el chocho de Silvia. Acercó su boca a mi oído, y me susurró -Ahora te toca a ti
Se retiró al cojín que yo había ocupado con anterioridad, y me dejó en manos de Silvia, que ocupó el lugar de ella comiéndome la boca primero, pera después sentarse sobre mi pecho, y fue acercándome cada vez más su chochito, que yo me iba comiendo en la medida que me lo permitía la posición que ocupaba.
De pronto, sentí que una boca, me tomaba con delicadeza el capullo. No era Marta, pues, seguí sentada, disfrutando del espectáculo, como yo lo había hecho, minutos antes Estaba claro Hugo me la estaba mamando y, muy bien, por cierto miré a Marta, como ella lo había hecho antes conmigo Su sonrisa me tranquilizó Seguramente que el guión de aquel espectáculo, lo había escrito ella, sin duda Me dejé hacer.
Hugo era un maestro de la mamada. Yo había oído algún comentario sobre cómo la maman los hombres puesto que al ser hombres, saben cómo nos gustan que nos hagan la mamada, mejor que las mujeres. Sí, alguna vez surgió en nuestras conversaciones, y Marta estoy seguro, que lo había incluído en el guión Uffff el chocho de Silvia era delicioso, pero la boca de Hugo era música celestial mmmuuummmffgg
Estaba a mil. Cerré mis ojos. Tras lo que me había aguantado para no correrme, ahora, estas cosas tan ricas que me estaban haciendo
Casi sin darme cuenta, Silvia se apartó, y sin dejar de mamarme la polla ni un solo instante, Hugo se me vino encima en 69, pero sin forzarme, dejó sobre mi boca colgando el enorme badajo de su hombría, a pocos centrímetros de mi boca. Cerré los ojos otra vez. Me hice la reflexión muy rápidamente. Aquello no pasaba porque sí. Marta que ría que saboreara una polla de primera y yo no lo iba a despreciar. Abrí los ojos, y me abracé al rodeando con mis brazos el culo de Hugo. Tiré hacia mí, y con mucha suavidad, Hugo fue dejando que engullera su pollón. Conocía el sabor a chocho que desprendió. Era el de Marta. Lo atraje más, y como si de una señal se tratara, Hugo dejó que me tragara otros cinco centrímetros más de polla. Me dolían las quijadas, y la garganta. Bombeó con delicadeza. La verdad, sabía como hacer disfrutar a un hombre
Me dio unos enérgicos chupetones tomando sólo el capullo. Me vino un espasmo como una descarga eléctrica. Lo imité haciéndole lo mismo a él. Se ve que era lo que le gustaba más, y a mí también. Me bombeó varias veces enérgicamente, y se dejó caer sin compasión dentro de mi boca. Se descargó a la vez que yo. Varios golpes de cadera, y creí ahogarme con su semen. Me lo tuve que tragar para no asfixiarme. Pero fue una corrida descomunal me llenó hasta arriba, pero él no se fue de vacío, pues a cada espasmo suyo, mi polla correspondió en su boca de igual manera, aunque menos copiosa. Quedamos tendidos, uno al lado del otro.
Cuando recuperé el pulso casi normal, me giré buscando a Marta.
Una amplia sonrisa estaba dibujada en su cara. Sí a ella, también le había gustado que yo disfrutara ese extraño orgasmo.
Ví que Silvia volvía de la casa, con un enorme doble consolador en la mano .
No, la noche no había terminado, aún no