Los amigos de mi madre se la follan en la playa

Aquel verano acompañé a mi madre para visitar a un matrimonio amigo de mis padres y, ante mi sorpresa, montaron una orgía en una playa desierta donde mi madre fue la única protagonista.

Esta historia transcurrió en un día caluroso y soleado de agosto cuando tendría unos quince años, y mi madre, al ser veintidós años mayor, unos treinta y siete.

Recuerdo a mi madre, con su melena de color castaño oscuro, ojos negros, nariz respingona y labios carnosos.

No debía medir más de un metro sesenta y cinco, pero su cuerpo era muy hermoso y deseable, con un buen par de tetas redondas, grandes y erguidas, un culo firme, alto y respingón, y un par de piernas largas y esbeltas.

Aquel verano lo recuerdo como si fuera ayer mismo.

Llevaba casi dos semanas con mis padres en un pueblo costero donde habían alquilado un apartamento, y ya me resultaba bastante aburrido.

Aprovechando que mi padre se había ido unos días a la ciudad por motivos de trabajo, mi madre me propuso ir a visitar a unos amigos que tenían una casa en un pueblo de playa no muy alejado.

Como mi madre no tenía coche, tomamos el tren y, después de un viaje de poco más de una hora, allí, en la estación de destino, nos esperaban, muy sonrientes, Antón, Lola y sus dos hijos, Junior, el mayor, y Toni, el más joven.

Eran un matrimonio de unos cuarenta y bastantes años  en el que el marido había trabajado con mi padre hacía tiempo, pero que varias veces al año se solían ver.

Desde el verano pasado y por un motivo desconocido para mi madre y para mí, mi padre, que cada vez era menos sociable, se negaba a que quedáramos con ellos.

Sin embargo, mi madre, que era mucho más alegre y dicharachera, siempre se lo había pasado muy bien con ellos, por lo que no entendía los motivos que tenía mi padre para actuar así y éste se negaba a comentarlos.

Describo brevemente la familia a la que fuimos a visitar.

Antón, el padre, era un hombre alto, de casi un metro noventa, de anchas espaldas, fuerte y fibroso, sin barriga, con pelo blanco, espeso y echado hacia atrás, mientras que Lola, la madre, era bastante más baja, poco más de un metro sesenta, de pelo corto y negro, de caderas anchas, muslos y tetas grandes.

De sus dos hijos el mayor tendría unos diecinueve años y el pequeño, algo mayor que yo, unos dieciséis. Los dos bastante altos y fuertes, mucho más que yo, de pelo negro con el mismo corte que su padre.

Nos llevaron a comer a un restaurante en el que estaba todo exquisito, a base de marisco y de buen vino, a pesar de que estaba prácticamente vacío. Pero como decían ellos hay que saber conocer los sitios y a las personas.

Me extraño mucho que los dos hijos hubieran acompañado a sus padres, dada la edad que tenían, siendo más normal que se hubieran ido con sus amigos o con sus novias antes de ir con sus padres.

Como era lógico, el peso de la conversación la tuvieron siempre los progenitores, mientras que los hijos prácticamente no abrimos la boca al menos para hablar.

Sin embargo, los hijos me parecieron siempre que mantenían una actitud distante y prepotente conmigo y con mi madre, a pesar de que esta no creo que se diera cuenta.

Intercambiaban a veces entre ellos miradas, sonrisas y breves comentarios dirigidos especialmente hacia mi madre, que no acababa de entender pero que no me gustaban nada.

Mi madre que nunca  solía beber, ese día estaba irreconocible, bebiendo y comiendo de todo, sin dejar de reírse, lo que me hizo pensar muy acertadamente que la bebida se le había subido a la cabeza.

Después de comer, nos llevaron a una pequeña playa que estaba oculta entre lo accidentado del terreno y la exuberante vegetación y a la que llegamos a través de un camino de arena de acceso casi imposible, si no fuera por el todoterreno que llevábamos.

Pero el camino merecía la pena al ser la playa una pequeña joyita de fina arena dorada, de aguas azules y cristalinas, y de lujuriosa vegetación.

Una auténtica playa virgen, como bien comentaban ellos sonriendo, con un doble sentido que no llegaba a comprender. Y en la que no había absolutamente nadie.

Acercándonos, caminando a la orilla, el padre propuso que nos diéramos un bien merecido chapuzón.

A lo que mi madre comentó con tristeza que no habíamos traído el bañador, lo que era absolutamente cierto, dado que esperábamos que, después de comer, nos enseñaran su casa.

Eso no fue impedimento para el padre, que, ni corto ni perezoso, en un pis-pas se quitara toda la ropa, quedándose, dudo que de forma solidaria con nosotros, totalmente en cueros.

Tenía un cuerpo fuerte y fibroso sin una gota de grasa en el abdomen, luciendo unos marcados abdominales. Pero el objeto de nuestras miradas estaba más abajo, entre sus piernas, donde un enorme cipote colgaba como si fuera una ancha y larga morcilla.

Ante la sorpresa de ver tan gigantesco miembro, no sé si emití algún sonido, pero desde luego, mi madre sí que lo hizo, y, al mirarla, pude verla totalmente asombrada, con los ojos y la boca muy abiertos, mirando fijamente al formidable pedazo de embutido.

Unas gotas de saliva fluyeron en cascada de la boca de mi madre, como si quisiera comerse allí mismo tan sabroso manjar.

Irónicas y autosuficientes sonrisas dibujaron las caras de la familia, pero la voz de la madre nos volvió al mundo real, al menos a mí:

  • ¡Venga, venga, que está muy buena!

Pensé en ese momento que se refería al descomunal solomillo de su marido, pero, al verlos despelotarse, especulé durante un instante que hablaba del agua del mar, pensamiento que enseguida deseché, volviendo a la idea original: la verga de su esposo es lo que estaba muy buena.

Las tetazas de la madre inundaron ahora mi vista, así como su entrepierna depilada que dejaba ver la raja de su coño.

Nada caídos estaban sus melones, operados seguramente, pero bien que levantaron mi polla adolescente.

Volví de mi carnal espejismo cuando, una vez en pelota picada, en un santiamén arrancó el vestido a mi madre, así como sus bragas y su sostén, que cayeron al suelo a sus pies, dejándola completamente desnuda sin que hubiera tenido tiempo de reaccionar.

Ahora eran las tetas de mi madre las que atrajeron toda mi atención y me asombraron, no solamente a mí sino también a la familia, por su redondez, tamaño y, por supuesto, desafío a la gravedad.

Bajé mi vista a su vulva, apenas cubierta por una fina franja de vello púbico, que mostraba más que escondía sus labios sonrosados.

Salí de mi estado de shock cuando mi camiseta me impidió seguir disfrutando de tan hermosa visión.

Las lolas de Lola aparecieron de pronto pegadas a mi cara, las olí y casi las saboree por lo próximas que estaban, y es que me había quitado la camiseta por la cabeza.

Instintivamente alargué las manos hacia sus tetazas y las sobé durante un segundo, pero se alejaron de mí, llevándose a mi madre de la mano.

Observe maravillado como dos culos de mujer, uno, el de mi madre, espléndido, se alejaban de mí, moviendo sus caderas, de camino al mar.

Un empujón me hizo trastabillar hacia adelante y la voz de uno de los chavales me apremió de mala manera para que fuera hacia el agua.

Entonces me di cuenta que estaba totalmente desnudo, la Lola me había arrebatado toda la ropa, sin yo notarlo.

Y allí estaba yo, completamente empalmado sin adornos que cubrieran mis excitadas vergüenzas.

Otro empujón me obligó a caminar tan deprisa como pude hacia el agua, donde ya estaban chapoteando los tres progenitores.

En cuanto pude, me metí en el líquido elemento, ocultando mi erección antes de que, sobre todo, mi madre pudiera verla.

Y allí estaba ella, mi madre, de pie, a poco más de un metro de mí, dándome la espalda, enseñándome su hermoso culo respingón, dado que el agua la cubría hasta poco más de medio muslo.

Entre sus piernas, el agua goteaba, dejándome ver el vello de su chocho chorreando agua

A su lado la Lola, que la debía estar echando con sus manos agua en las tetas mientras su marido no perdía detalle de lo que hacía.

Una voz pegada a mi oreja, me asustó, susurrándome amenazadoramente:

  • ¡Qué culo tan sabroso tiene tu madre, chaval! ¡Nos lo vamos a comer enterito!

Era Junior, el hijo mayor, que me susurraba, metido en el agua a mi lado.

En la otra oreja me murmuraron a continuación:

  • ¡Se la vamos a meter bien, pero que muy bien! ¡Y si te portas bien, si eres bueno, también dejaremos que tú lo hagas, que también te la folles!

Ahora era Toni, el más joven, también próximo a mí dentro del agua, el que me lo decía.

Junior se levantó del agua.

También estaba desnudo, con su verga tiesa, apuntando al centro del culo de mi madre, y, por un momento, pensé que se la iba a meter allí mismo, pero solo se la restregó un poco por una de sus nalgas, como de pasada, como si fuera accidental, sin importancia.

Una de sus manos sí que fue suavemente a la cadera de ella y de allí a su culo, cruzando sus nalgas mientras caminaba.

El más joven me volvió a susurrar:

  • ¡Nos la vamos a follar! ¡a follar!

Y se levantó, también en cueros, con la polla bien tiesa, y también fue hacia mi madre.

Bajó la mano y a punto estuvo de metérsela entre las piernas, para luego tocarla levemente un cachete del culo y darla a continuación un buen azote.

Mi madre, al recibir el azote, se giró hacia donde yo estaba y entonces la volví a ver las tetas, gordas y sabrosas, pero lo que más me sorprendió fueron sus ojos, su cara.

Estaba extrañamente somnolienta, y entonces me di cuenta que la habían drogado, posiblemente en la comida a través de la bebida que tomó.

Continuó girándose, siguiendo al joven que la había dado un azote, hasta que estuvo frente a mí, con su vulva a la altura de mi cara.

Como si no me hubiera visto, dio algún paso hacia mí, y me dio con su coño en mi boca. Estaba salado, sabía cómo a mar, a pescado.

Para no caerme hacia atrás, me sujete a ella como pude, y puse mis manos sobre sus glúteos, y noté su dureza, lo caliente que estaban.

Mi madre bajó sus manos, sujetándome la cabeza pegada a su sexo, como si quisiera que se lo comiese, y me miró como si no pasara nada, diciéndome:

  • ¡Perdona, hijo, no me di cuenta que estabas ahí!

Unas risotadas se oyeron detrás de mi madre, procedían de los hijos del matrimonio que, al ver lo que sucedía, no pudieron contenerse y se echaron a reír.

Unas manos surgieron de detrás de mi madre y se posaron en sus tetas, tirando de ella para apartarla de mí.

Eran las de Lola que ahora la proponían meterse donde cubriera más para nadar un poco.

Dieron un par de pasos dentro del agua, con los tres hijos detrás, y cuando se echaron a nadar, les acompañamos para no perdernos ni un instante sus culos.

No nadaron más de dos o tres brazadas, dado el estado en el que estaba mi madre, y se quedaron quietas donde todavía no las cubría totalmente.

Junior y Toni se sumergieron cerca de mi madre para ver mejor su cuerpo desnudo bajo el agua.

Yo, para no ser menos, llené de aire mis pulmones y también me sumergí.

Como dos tiburones rondando a su presa, se movían próximas a mi madre, casi tocándola.

Estaba de puntillas, apoyando la punta de los dedos de sus pies en el fondo del mar, con sus enormes tetas flotando como si fueran un par de boyas que mantuvieran flotando a mi madre, y debajo los cortos pelos de su vulva flotando permitían distinguir totalmente los labios abiertos de su sonrisa vertical.

Y un poco más alejada estaba Lola, con sus melonazos, sus carnes rotundas y su coñazo

totalmente depilado.

Tanta emoción me consumió todo el aire y saqué la cabeza del agua al no poder aguantar más.

Mientras recuperaba la respiración, pude ver los crispados movimientos que hacía mi madre, intentando quitarse a los dos hermanos que no se habían contentado solo con mirar y la estaban metiendo mano.

La situación se mantuvo durante unos segundos, hasta que los dos hermanos, sonriendo, sacaron la cabeza y me miraron desafiantes.

Ahora Lola, para relajar la situación, propuso a mi madre un juego.

  • ¡Venga, vamos donde nos cubra un poco menos y así nuestros hijos pasan buceando entre nuestras piernas!

Y se la llevó y nosotros detrás, hasta que el agua la llegó a la cintura.

Lola se colocó frente a ella y la sujetó por las caderas, lo que mi madre imitó, sujetándola también por las caderas, y se abrieron bien de piernas para que los hijos pasáramos por debajo.

Junior le dijo a su hermano que fuera el primero, yo después y él el último.

Antes de sumergirse, Toni me guiñó un ojo sonriendo.

Yo también metí la cabeza bajo el agua y vi cómo, acercándose buceando, ponía sus manos en el interior de los muslos de mi madre y se impulsaba entre sus piernas, donde estuvo un tiempo mirándola el chumino para finalmente sobrepasarla, no sin antes acariciarla la vulva.

Mi madre se agitó, jadeando, no sé si de placer, pero al faltar aire a mis pulmones, saqué la cabeza del agua y vi como Toni, después de escupir agua, me sonreía muy contento.

El mayor me recordó con un manotazo en la cabeza, que me tocaba a mí, así que, tomando aire, me sumergí.

Allí estaba mi madre, bien abierta de piernas con su pelo púbico flotando entre ellas, y yo entrando temeroso en su caverna.

Tuve que sujetarme en el interior de sus muslos para poder también entrar, y allí arriba estaba su vulva con sus labios bien abiertos como si fuera la boca desdentada de un terrible monstruo marino y sentí miedo, pero por detrás me empujaron para que me diera prisa.

Junior tenía prisa por saborear el coño de mi madre, por lo que entré como una exhalación, no sin antes echar un buen vistazo a los coños de mi madre y de Lola al que también di de paso un buen sobe.

Era lo mismo que había hecho Toni con el coño de mi madre. Un coño por otro, un sobe por otro, pero salí perdiendo, el de mi madre estaba mucho mejor.

Saqué la cabeza del agua justo cuando debía estar entrando Junior en mi madre, y digo literalmente entrando por la cara que puso esta de sorpresa, con chillido incluido,.

Intentó moverse, escapar del que la estaba trabajando los bajos, pero Lola la detuvo, sujetándola fuertemente por las caderas.

Escuchando los gemidos de mi madre, me acerqué y pude ver a Junior con la mitad superior de la cabeza fuera del agua, próximo a ella, y con sus manos moviéndose frenéticamente debajo del agua, masturbando a mi madre, que chillaba de placer cada vez más fuerte.

Un chillido aún más agudo supuso el orgasmo de mi madre, y tuvo que ser el padre el que dijo a su hijo que parara de masturbarla.

Pero Junior necesitaba más, mucho más, no había hecho más que empezar, así que metiéndose dentro del agua, metió su cabeza entre las piernas de mi madre y, levantándose, la sacó del agua montada sobre sus hombros.

Ella se sujetó como pudo a la cabeza del joven que riéndose, empezó a botar y botar, así como las tetas de mi madre, que botaron y botaron como balones de baloncesto.

No era el único que se reía, toda la familia reía, como si fuera un divertido juego el ver a mi madre desnuda con sus tetas balanceándose descontroladamente.

Cerró sus piernas en torno a la cabeza de Junior, no sé si para no caerse, pero, a la vista de la cara que puso, si la estimuló lo suficiente el coño como para estar a punto de alcanzar nuevamente el orgasmo.

Pero antes de que lo lograra, el padre hizo parar a su hijo y le dijo que fuera a la orilla con su estimulante carga.

Hacia allí se encaminaron, y yo, mirando cómo se iba el culo de mi madre, me quedé rezagado, pero Lola me tenía controlado, y, obligándome a que me levantara, agarro con una de sus manos mi pene tieso y duro, y tiro de él llevándome como un perro al que sacan a pasear con cadena.

Mientras íbamos caminando, el padre se sacudía con una mano el rabo, con el fin de que se pusiera incluso más duro y se levantara más. Estaba armando su pistola para la batalla que venía a continuación.

La colocaron bocarriba sobre la arena, bajo la sombra de una palmera, y todos nos pusimos a su alrededor para no perdernos ni un detalle del espectáculo en el que mi madre era la protagonista absoluta.

Estaba somnolienta, con los ojos casi cerrados, en trance. La droga estaba haciendo su efecto.

Lola me dijo con tono autoritario:

  • Tú mira y aprende para que luego lo puedas hacer tú.

Toni también me comentó:

  • Si no molestas y te portas bien, te dejaremos que tú también te la folles.

Fue el padre el que la inauguró, ya que, apoyando las piernas de mi madre sobre su pecho, dejó de sacudirse la enorme polla, para metérsela poco a poco por la entrada a su vagina.

Entre los jadeos de mi madre, observé como el gigantesco rabo fue poco a poco desapareciendo dentro del coño de mi madre, para volver otra vez a aparecer. Así una y otra vez, cada vez más dentro, más profundo, más rápido, con más fuerza.

La sujetaba por las caderas y la embestía con fuerza, haciendo que las tetas de mi madre se bambolearan como flanes.

La cara de mi madre era puro vicio, disfrutando con los embistes del toro que la penetraba, alternando jadeos con gemidos y chillidos.

Los cipotes de los jóvenes también habían crecido y apuntaban al cielo, pero no eran los únicos, porque yo, no sé si en contra o no de mi voluntad, bien que les imitaba.

Toni me dijo maliciosamente:

  • ¿Te gusta como mi padre se tira a tu madre?  ¿A qué tu padre no tiene una polla tan grande y gorda?

La madre chistó para que se callara, y le regañó en voz baja:

  • ¡Cállate! ¡Ya sabes lo poco que le gusta a tu padre que hablen mientras chinga!

“¡Coño! ¡Qué familia de degenerados!”, pensé.

No sé si fue porque le habían desconcentrado con tanta charla, que el padre no finalizaba, así que la desmontó, se tumbó bocarriba sobre la arena al lado de mi madre e hizo que se incorporara y se pusiera a horcajadas sobre él.

Con el rabo otra vez dentro, comenzó nuevamente a follársela, sujetándola por las nalgas.

Mi madre estaba echada hacia delante, apoyando sus manos sobre el pecho del hombre.

Ahora podía verla perfectamente el culo, redondo, respingón, y como la verga del hombre entraba y salía una y otra vez.

Era como un enorme y hermoso melocotón mancillado por una gigantesca morcilla.

No acababa de sentirse cómodo el hombre, y ordenó a su hijo mayor que la penetrara por detrás.

¡La iban a dar por culo aquí mismo, delante de su hijo!.¡Un chaval algo mayor que yo la iba a follar por el culo!

Junior se acercó presuroso con el cipote bien tieso, y colocándose detrás de la espalda de mi madre, la empujó hacia delante y la abrió las nalgas lo suficiente para poder ver su ano.

Una vez localizado, se puso en cuclillas y se lo fue metiendo poco a poco, sujetándola por la cintura.

Los gemidos de mi madre ya no eran solamente de placer, algo de malestar debió sentir cuando la penetraron, pero al rato ya estaba disfrutando del polvazo que la estaban echando.

Lola apremió al otro de sus hijos para que se acercara a la cara de mi madre y le comieran la polla.

Se quejó el chaval.

  • Pero mamá, ¡prefiero follármela, metérsela por el coño!

Su madre le respondió:

  • Todo a su tiempo, hijo, todo a su tiempo. No ves que ahora no puedes, que se la está follando tu padre. Espera tu turno mientras disfrutas de una buena mamada.

Yo estaba alucinado con la familia. No podía creérmelo.

El hijo, no muy convencido, se acercó a mi madre, y puso su polla tiesa y levantada cerca de la boca de mi madre y la dijo:

  • ¡Chúpamela, zorra!

Como mi madre no le hacía caso, bastante ocupada estaba con el trajín a la que la estaban sometiendo, la sujetó con una mano por el pelo y la otra la utilizó para pegarla con su pene en la cara, ordenándola en voz alta:

  • ¡Chúpamela, zorra, para que lo vea tu hijo!

Y me miró sonriendo, el muy joputa.

Mi madre empezó, como pudo, a chuparle el rabo, pero con los botes que daba no atinaba una, por lo que el hijo se quejó en voz alta:

  • ¡Joder, así no hay forma de que me haga una buena mamada esta zorra!

Al escuchar como su hijo se quejaba, el padre dejó de moverse y ordenó malhumorado a su otro hijo que parara un momento. Luego le dijo autoritario al pequeño.

  • ¡Métesela ahora en la boca, así nos la follamos los tres a la vez! ¡Y deja de joder a tu familia, que ahora está ocupada!

Toni obligó a mi madre a que abriera la boca, y le metió su polla entera en la boca.

Mi madre empezó a toser, le dieron arcadas por el cacho carne que le había entrado hasta el fondo, se estaba ahogando, pero Lola empujó a su hijo y sacó su polla de la boca de mi madre.

  • ¡Qué bestia eres! ¡Métesela poco a poco para que se vaya acostumbrando!

Toni, muy obediente, hizo caso a su madre, y se la metió poco a poco.

Viendo que ya no tosía y que sus labios abrazaban su verga, comenzó a moverse adelante y atrás, a follársela por la boca.

El padre volvió de nuevo a moverse, y su hijo mayor, al verlo, hizo lo propio, más lentamente que antes para que pudiera hacerlo lo tres a la vez.

¡Se estaban follando los tres a mi madre al mismo tiempo por tres agujeros distintos!

Lola se volvió hacia mí y me dijo autoritaria, tirando de mi brazo hacia abajo:

  • ¡De rodillas! No voy a ser la única de esta familia que no disfrute.

Muy asustado y confundido, me puse rodillas delante de ella y me di cuenta que su coño llegaba a la altura de mi cara.

Sujetándome con las dos manos mi cabeza contra su vulva, me ordenó:

  • ¡Ahora te toca a ti! ¡Chúpamela como si fuera un sabroso helado y tuvieras muchas ganas de comértelo!

Su chumino desprendía un fuerte olor a pescado, y al darla un chupetón, me di cuenta que su sabor era incluso más fuerte y me dio asco.

Tirando de mi pelo, me ordenó:

  • ¡Con ganas, niño, con ganas!

El miedo venció al asco y empecé a lamérselo. Era como si diera lametones a un pescado crudo sin limpiar, y que llevaba varias horas muerto.

La oí ordenarme con insistencia, mientras tiraba de mi cabello:

  • ¡Más, más, más!

Continué lamiéndolo, escuchando los jadeos y chillidos de Lola, controlado siempre el ritmo por ella que lo mismo decía “¡Más, más!” que “¡Menos, menos!”.

La boca se me llenó de los fluidos que soltaba su vagina, pero aguanté lamiendo.

Un espasmo acompañado de un chillido más fuerte supuso el orgasmo de ella, y que yo parara mis lametones.

Me soltó la cabeza y pude retirarla.

La temblaban las piernas y se sujetó a mis hombros para no caerse, para alejarse un paso hacia atrás a continuación.

Todavía de rodillas giré la cabeza y pude ver a mi madre que estaba bocabajo con las piernas dobladas bajo su cuerpo y con el culo en pompa, mientras el padre, con una rodilla en la arena y la otra doblada cerca del cuerpo de mi madre, estaba ahora follándosela por detrás, agarrándola las caderas.

La cara de mi madre, aunque apoyada sobre la arena, estaba volteada hacia mí, mirándome con los ojos casi cerrados y su boca semiabierta con su lengua sonrosada entre los labios.

¡Estaba disfrutando! ¡la muy puta!

Los hijos alrededor no dejaban de gozar del espectáculo, todavía con sus cipotes tiesos y levantados.

Al verme sonrieron cruelmente, y el más joven me dijo:

  • ¡Qué madre más calentorra tienes! ¡Mira como nos pone el rabo! ¡No deja de pedirnos que se la metamos!

El padre gruñó, como un gran danés satisfecho, y dejó de moverse. ¡Ya había tenido su orgasmo!

Estuvo unos tres o cuatro segundos sin moverse, disfrutando del polvo que la había echado, hasta que, desmontándola, se levantó, dejándola con el culo en pompa.

Ahora le tocaba al mayor, que tiró de mi madre y la tumbó bocarriba sobre la arena.

Se puso de rodillas entre sus piernas y, ayudándose de su mano derecha, restregó arriba y abajo su polla tiesa por la vulva de mi madre, una y otra vez, hasta que poco a poco se la fue metiendo por la entrada a su vagina.

Comenzó a moverse, adelante y atrás, adelante y atrás, apareciendo y desapareciendo su cipote dentro de la vagina de mi madre, que estaba gimiendo de placer.

No tardó mucho Junior en eyacular dentro de mi madre y cuando sacó su rabo estaba cubierto de esperma blanco.

Se levantó sonriéndome y fue su hermano el que ocupó su puesto entre las piernas de ella, pero, antes de metérsela, se tumbó bocabajo sobre su cuerpo, sobándola las tetas y besándola en la boca.

La metió la lengua dentro de su boca, recorriéndola por dentro, sin dejar de magrearla los pechos. Juraría que mi madre respondía automáticamente a sus besos.

Estuvo un rato morreándola y magreándola, hasta que, sin dejar de cogerla los senos, giró su cabeza, mirándome sonriendo y me dijo:

  • ¡Qué buena está tu madre, chaval! ¡No sabes lo que te pierdes!

Y empezó a chuparla las tetas, a lamérselas, a besarlas, a mordisquearlas, tirando de sus enormes y oscuros pezones con los labios y con los dedos.

Mi madre nuevamente gemía y se retorcía de placer.

Una mano de Toni descendió a la entrepierna de mi madre, y comenzó también a sobárselo, a moverse arriba y abajo por su vulva, con insistencia.

Mi madre ya no gemía, sino que chillaba y se retorcía del placer que sentía, hasta que llegó a su clímax.

Toni se reincorporó y me indicó, sonriendo, un mejor lugar donde, según él, pudiera ver mejor como se la follaba.

El hermano mayor me empujó para que me colocará donde su hermano quería, de forma que también pudiera ver la cara de Toni.

Una vez situado, se la metió poco a poco, sin dejar de mirarme sonriendo cruelmente y comenzó a follársela lentamente, recreándose con lo que hacía y en ver la cara que ponía.

Me comentó mientras me miraba:

  • ¡No sabes lo calentito y suave que lo tiene por dentro! ¡Tú ya estuviste aquí y seguro que te acuerdas!

Y se rió, todos se rieron a carcajadas de la ocurrencia del más joven de la familia.

Aumentó el ritmo y enseguida eyaculó dentro.

Una vez hecho, el padre les ordenó a todos que fueran al agua a bañarse, y hacia allí fueron, llevándome su hijo mayor a empujones, con ellos.

Solo mi madre se quedó allí tumbada bocarriba en la arena, bajo la sombra de la palmera, como si estuviera dormida.

En el agua, algunos nadaron un poco, otros simplemente se lavaron, y, cuando hablaron, lo hicieron como si yo no estuviera allí, como si no existiera.

Me enjuague la boca con el agua del mar para quitarme ese sabor a pescado que mantenía desde que la comí el coño a Lola y que si antes me parecía asqueroso, ahora me excitaba.

Ver como se follaban a mi madre me había llenado de una enorme angustia y humillación, pero al mismo tiempo me había sobreexcitado sexualmente presenciar cómo saltaban descontroladas sus tetas cuando la embestían, como se le hinchaban sus pezones cuando los sobaban y lamían, como colocaba sus piernas cuando la penetraban, como se contraían sus glúteos al ser empujados, qué cara ponía cuando se la follaban, cuando sentía placer, como las vergas desaparecían y aparecían dentro de su vagina, como sus labios genitales se abrían para acoger las vergas que la violaban.

Y allí estaban, a menos de un metro de mí, los enormes melones de Lola que me atraían como un imán, a los que deseaba morder, comer, y su chocho jugoso, al que lamerlo me había parecido poco, ahora quería follármelo.

Aprovechando que los varones de la familia se habían alejado nadando, dejándome extrañamente solo con la escolta de la mujer, me abalancé sobre ella, cogiéndola de improviso y, al mismo tiempo que hundía mi cara en sus tetazas, la metía al primer intento mi cipote duro y tieso en su vagina.

No sé si fue una suerte, un milagro o la experiencia que me había proporcionado lo que acababa de ver, pero se la metí hasta el fondo, agarrándola por los glúteos.

Tardó en reaccionar, pero no se opuso. Solo jadeo y gimió.

No sé de donde saque las fuerzas, pero la levanté del suelo para follármela mejor, quizá ayudado por el agua que aligeraba su peso.

La oí jadear y gemir, pero no pidió ayuda ni hizo mucho ruido, solo disfrutó del mete-saca al que la estaba furiosa y rápidamente sometiendo.

Tan rápido como empezó terminó, y eyaculé dentro de ella resoplando.

La desmonté rápido y me aparté de ella para que los varones de la familia no se dieran cuenta y tomaran algún tipo de represalia contra mí.

Sus tetazas estaban coloradas y llenas de mi saliva, pero su cara mostraba una enorme y muy placentera sorpresa.

Volvieron nadando los varones, algo debían haber estado comentando entre ellos, haciendo planes para mi madre y quizá también para mí.

Lola no comentó nada, como si no hubiera ocurrido nada. Solo tenía en su cara una amplia sonrisa.

Volvimos caminando a la orilla y nos acercamos al cuerpo de mi madre, que dormía plácida y profundamente.

Estaba bellísima allí tumbada desnuda, bocarriba, durmiendo tranquilamente como un bebé. Solo tenía las piernas más cerradas que cuando la dejamos.

Al verlos vestirse, yo también los imité, pero mi madre seguía allí sin moverse.

El padre se acercó a ella y, agachándose, la levantó completamente desnuda con sus nervudos brazos y se la llevó en brazos hacia el coche, seguido por todos nosotros.

Me acordé  de mi padre. ¡Ahora comprendía por qué  no quería que quedáramos con ellos! ¿Qué habría presenciado  el año pasado?

Y lo que era más importante, ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Qué tenían planeado hacernos a mi madre y a mí?

(CONTINUARÁ)