Los abusos y chantajes de mi suegro, 4a. parte
Mi suegro sigue abusando de mí y comienza su sucio chantaje. Ofrezco disculpas por tardarme en enviar este nuevo capítulo, espero les guste y haya valido la pena la espera.
Cuando desperté ese lunes y vi el reloj me angustié; eran las 8:45 de la mañana y yo tenía que estar en mi trabajo a las 8:00 a.m.; de un salto me levanté de la cama y mientras me apuraba para ir a bañarme, pensé en llamar a mi trabajo y avisar que llegaría tarde; en eso, entró mi suegro a mi recámara; llevaba en a mano una cajita con un DVD adentro y otra pequeña cajita, como las que se usan para guardar anillos e iba vestido únicamente con camiseta y calzones blancos; me le quedé viendo asombrada por el cinismo que ya tenía mientras él me decía: “no te apures, ya llamé a tu trabajo para avisar que estás enferma y que no vas a ir”.
Después de unos segundos en que mi cerebro tardó en asimilar la información de lo que me decía Don José, le pregunte molesta: “¿Y con qué derecho hizo eso?”, a lo que él, sin perder la calma me respondió: “con el derecho que me da el ser tu dueño y dejarte vivir en mi casa, estúpida”.
Su respuesta me tomó por sorpresa; cuando pude reaccionar le dije: “¡yo no soy propiedad de nade y cuando quiera me largo!; ¿Qué se está usted creyendo?”.
“Mira pendejita”, me dijo calmadamente mientras se acercaba al reproductor de DVD de mi habitación, “no pienso discutir contigo, como ya te dije, soy tu dueño y vas a hacer lo que yo quiera por las buenas o por las malas y después de que veas lo que te voy a mostrar, creo que querrás portarte mejor y hacerlo por las buenas, porque si no, estarás acabada”.
Él encendió la TV y el reproductor de DVD, tomó el control remoto y se sentó en la orilla de mi cama; tocando la cama con la mano, junto a él me dijo: “ven, siéntate aquí”; yo, sin obedecerle le dije: “no, aquí estoy bien ¿qué me va a mostrar?”; a lo que respondió: “bueno, como quieras, ya lo verás”.
El DVD comenzó a funcionar y lo que vi en la TV me impactó: ¡Era una grabación que mostraba todo lo que mi suegro y yo habíamos hecho!, era una especie de película porno, pero con nosotros dos como protagonistas; se veía todo, desde la primera vez que me violó en el baño, hasta lo que había sucedido el día anterior. Me quedé boquiabierta y sentí que se me doblaban las piernas, por lo que tuve que sentarme en la cama también.
“¿Qué es esto?”, pregunté aun asombrada.
“Esto putita, es lo que le voy a mostrar a todo el mundo si sigues haciéndote la difícil conmigo; esto es lo que verán tu marido, tus padres, tus compañeros de trabajo y todo aquel que te conozca y también el que no te conozca, porque, o haces lo que yo te mande, o esto estará en la internet en unos momentos y cuando alguien busque tu nombre encontrará de inmediato este videíto; ¿Qué te parece?”.
Estaba anonadada, me di cuenta de que mi suegro tenía cámaras ocultas en toda la casa y había grabado todo y el video estaba tan bien editado que en las ocasiones en que me había forzado no parecía que era así, es más, parecía que yo provocaba y disfrutaba todo y peor aún, se escuchaban claramente mis gritos de placer del día anterior; el volumen estaba muy alto y le dije: “¡bájele, lo van a oír!”, a lo que él me respondió: “ah, no te preocupes, le di el día a la servidumbre y no se escucha hasta afuera”. Me di cuenta también de que cuando me pidió que gritara el día anterior había sido una trampa para lograr mejor su objetivo de chantajearme con la grabación.
“Pero… ¿cómo? ¡Desgraciado!”, le dije a mi suegro muy molesta y quise golpearlo, pero él se movió rápidamente y tomándome de las muñecas me dijo: “¡ah, ah!, no putita, no volverás a rasguñarme ni a defenderte o hacerte la difícil, porque no solo tendré que castigarte de nuevo con unos azotes, sino que el video, ya sabes”.
“Está bien”, dije y fingí calmarme para que me soltara y en cuanto aflojó la fuerza me zafé de sus manos y sorpresivamente fui hacia el reproductor de DVD; saqué el disco y lo rompí en varios pedazos, miré triunfante a mi suegro, que no se había movido de su lugar y le dije: “¡ja, no podrá chantajearme viejo cochino, lo he destruido, olvídelo, no seré su puta ni su esclava; es más, no dejaré que vuelva a tocarme!”. El con toda tranquilidad, con una mano recargada en la cama, detrás de él, con las piernas cruzadas y con una sonrisa burlona me miró y me dijo: “¿Y creíste que iba a traer el original o que esa es la única copia?, ¿acaso crees que soy estúpido?, ¿no te das cuenta que soy mucho más listo que tú y que tengo todo anticipado?; sabía que reaccionarías así y por eso tengo muchas más copias, en DVD, en USB y en varias computadoras, las cuales están guardadas por separado en lugares muy distintos en los que jamás los podrías localizar, puta estúpida”.
Sentí como si me hubieran lanzado un balde de agua fría en todo el cuerpo. Una vez más mi suegro me hacía sentir una estúpida y me tenía en sus manos.
“Bueno, ¿entonces qué quiere?” Le pregunté desesperada.
“Ya lo sabes puta, eres mía y lo que quiero es que hagas todo lo que yo te mande sin negarte ni ponerte difícil; pues si no, con este simple DVD destruiré tu miserable vida”.
Tuve que tragarme mi coraje y las ganas de matarlo que sentía en ese momento; no dije nada, tomé mis cosas y caminé hacia el baño; antes de que me fuera él me alcanzó, me tomó del brazo y me dijo: “dos cosas antes de que te metas a bañar: cuando salgas quiero que te pongas solo esto y así estarás vestida todo el día” y diciendo eso, sacó de la cajita un bikini azul diminuto, de esos que apenas cubren lo indispensable; la parte de abajo era una pequeñísima tanga y la de arriba tenía dos triangulitos que cubrían únicamente los pezones; él me lo dio y lo tomé en silencio, sintiéndome muy humillada, luego continuó: “ahora ven, híncate que quiero que en este momento me mames la verga y te tragues mi leche”.
Enojada, pero sabiendo que me tenía en sus manos decidí obedecer y mientras me agachaba cruzó por mi mente arrancarle el pene con los dientes y huir rápidamente de ahí dejándolo sangrando hasta que se muriera, pero parecía que él me leía el pensamiento porque me dijo: “ni se te vaya a ocurrir morderme, porque si algo me pasa, hay órdenes escritas precisas de que se distribuya tu video a todo el mundo y además de que se te persiga, se te torture y se te viole hasta la muerte; gente de toda mi confianza sabe que hacer”.
Pensé que tal vez era mentira, pero me dio miedo comprobarlo y tuve que someterme, una vez más, a sus asquerosos deseos. Me hinqué, saqué su pene de su trusa, abrí la boca y lo metí en ella; empecé a mamar mientras mi suegro ponía las manos sobre mi nuca y empezaba de nuevo con sus frases humillantes: “¡aaaahhhh sssssiiiii puta, que rico lo mamassss, sabrosa, eres una puta bien hecha, por eso engatusaste al estúpido de mi hijo, de seguro así se la chupabas siempre, puta mamadora y cogelonaaa!”
Yo quería terminar pronto con esa humillación, pero él me sujetaba la cabeza y después de un rato, cuando sentía que se iba a venir, me jalaba con fuerza del cabello para alejarme y que dejara de chuparlo; se esperaba unos segundos y diciéndome: “¡sigue mamando puta!” me empujaba para continuar con la felación.
Me hizo detenerme unas cuatro veces; en una de esas me dijo: “quiero disfrutar de tus mamadas lo más que se pueda mamacita, me encanta como la chupas y quiero tener una gran venida y que te tragues toda mi leche” y me hacía seguirlo chupando; a veces me empujaba hasta el fondo, con su miembro llegando hasta mi garganta y me sostenía con fuerza la cabeza, sin importarle que yo manoteara porque sentía que me ahogaba; cuando eso pasaba, él me decía: “¡aguanta putita, aguanta, siente mi verga como te llega hasta el fondo; trágatela toda puta barata!”.
Así me tuvo sometida chupándosela durante un buen rato, jugando con mi cabeza hasta que por fin se vino soltando un gran chorro de semen en mi garganta y sosteniéndome de nuevo de la cabeza sin soltarme aunque yo sentía que me ahogaba y empecé a toser y sentí ganas de vomitar mientras él me decía: “¡Aaaaaaaahhhhhh sssssiiiiiii, trágalo todo puta, trágate toda mi leche, no la dejes caer putaaaaaaaa!”
Sentí que fue mucho tiempo el que me sostuvo y mucho semen el que tragué; cuando por fin me soltó, caí hacia atrás tosiendo y jalando aire con fuerza, con semen escurriendo de mi boca y con otra humillación a cuestas.
Mi suegro se recostó sobre mi cama y me dijo: “anda puta, ve a bañarte, que el día de hoy quiero que hagamos muchas cosas; pero apúrate que ya tengo hambre y primero quiero que me hagas el desayuno”.
Enojada y humillada me metí a bañar con ganas de destruir todo. Pero el baño me relajó un poco y empecé a pensar en cómo salir de ese dominio y de ese infierno-cielo que mi suegro me hacía vivir.
Terminé de bañarme sin encontrar una solución; me “vestí” únicamente con el pequeño bikini azul que me dio mi suegro y me arreglé esmeradamente; mientras lo hacía me preguntaba ¿por qué hago esto?, ¿por qué me esmero en mi arreglo si no quiero que el viejo me vea atractiva? Empecé a pensar que tal vez me estaba gustando lo que él me hacía; pero rápidamente aparté esa idea de mi cabeza pensando que era una total locura, es decir, ¿cómo me iba a gustar que el infeliz de mi suegro se estuviera aprovechando de mí de esa forma, que me hubiera violado en repetidas ocasiones y que la realidad era que me obligaba a coger con él? Sacudí la cabeza tratando de aclarar mis ideas.
Salí del baño, Don José no estaba ya en la habitación; salí de la recámara y al llegar a la sala lo vi sentado en el sofá, tomando un café; cuando me vio, lanzó un silbido y me dijo: “¡Vaya que estas buenísima puta, ese bikini resalta tus formas; que tetas, que nalgas, que piernas!”
Sintiéndome humillada nuevamente solo atiné a decirle: “¿Qué quiere desayunar?”, a lo que él me contestó: “¡quisiera desayunarte a ti puta; pero ya tengo hambre, así que prepárame unos huevos con jamón, pero apúrate!”
Me alejé caminando hacia la cocina y escuché el clic de una cámara, al voltear vi que el viejo me tomaba fotos con su cámara digital; apuré el paso para impedir que siguiera haciéndolo.
Preparé el desayuno para los dos y fui al comedor; él ya se había puesto una camisa y un pantalón y se había sentado a la mesa. Cuando coloqué los dos platos me dijo: “espera, no dije que prepararas TU desayuno, te dije prepara MI desayuno”; yo apenas dije: “pero…” y él me interrumpió: “nada, nada putita, tú vas a ganarte el alimento” y diciendo eso, de un manotazo tiró el plato que yo había preparado para mí y me ordenó: “¡límpialo!” Me quedé parada por unos segundos sin saber que hacer, me dieron ganas de romperle la jarra del café caliente en la cara, pero me contuve y mientras desayunaba, con un bocado en la boca me ordenó de nuevo: “¡Que lo limpies te digo!”. Tragándome mi coraje y mi orgullo, fui a la cocina por lo necesario para limpiar el regadero, pero al regresar mi suegro, que ya casi acaba su desayuno me dijo: “no, ya lo pensé bien putita, no quiero que lo limpies; quiero que te lo comas como la perra que eres”.
Me quedé estupefacta, sin saber qué hacer ni que decir; sentí que la humillación ya sobrepasaba los límites y aventando los enseres de limpieza, me atreví a decirle: “¡no, basta, no me humillaré más; ahora mismo me largo!”, me di la vuelta y caminé hacia mi recámara; pero apenas había dado unos pasos cuando sentí un tirón de cabello que me hizo caer al piso; me arrastró hasta donde estaba la comida regada por el piso y me empujó la cara contra ella diciéndome: “¡maldita puta estúpida! ¿Cuándo vas a entender que soy tu dueño hasta el fin de tus días y que tienes que hacer lo que te diga quieras o no? ¡Trágatelo todo maldita perra o lo que has sufrido antes será como un paseo comparado con lo que te haré!”. Me di cuenta que de nuevo lo había hecho enojar y que el viejo sería capaz de todo, así que, obligada por él y tratando de evitar más violencia dije: “¡está bien, está bien; lo haré!”, tuve que abrir la boca y empezar a comer del piso mientras él me decía: “¡no te olvides de llamarme señor, perra estúpida!”; “si, sí señor, sí señor, lo que usted diga señor”, respondí tratando de no hacerlo enojar más.
Mientras estaba con las rodillas y las manos en el piso, comiendo como perra; él estaba detrás de mí y de repente dijo: “¡ay puta, en esa posición me pones muy caliente y más con ese pinche bikini con el que me provocas; se te ve todo, se ve que quieres verga! ¿Verdad puta?” y mientras hablaba se había hincado detrás de mí, no me di cuenta a qué hora se quitó el pantalón y la trusa, pero de repente sentí como me tomaba de las caderas y haciendo a un lado el pequeño hilo del bikini intentaba penetrarme por vía vaginal. En un momento pensé en resistirme, pero recordé todo lo pasado y sus amenazas y apretando los dientes y los puños, pasé saliva y lo dejé hacer lo que quisiera.
Él no esperó nada, sin ningún calentamiento previo empezó a meter su tremendo pene en mi conchita seca, provocándome un gran dolor, pero cerré los ojos, me quedé inmóvil y me mordí los labios para no gritar; mi suegro me penetró hasta el fondo y empezó el mete-saca salvaje, impulsándose con sus manos en mis caderas y diciendo: “¡aaaaaaahhhhh siiii puta, de verdad estás ricaaaaa, aaaaahhhh, como me encanta cogerte mamacita, lo haces mejor que las perras de mi mujer y de mi hija!”.
Aunque estaba tratando de soportar el tremendo dolor que me causaba, no pude dejar de pensar en que de nuevo mencionaba a Valeria y entonces pensé que mis sospechas eran ciertas: mi suegro algo hacía con su hija; me dio asco solo de pensarlo, pero en ese momento solo podía soportar el nuevo abuso de mi suegro hacia mí.
Él me dijo: “¡hey puta, muévete; parece que lo estoy haciendo con una piedra, anda mueve estas putas nalgas que me hacen gozar tanto!” y me dio una nalgada en la nalga derecha. Empecé a moverme más por evitar un castigo que por convicción y esperando que mi suegro terminara pronto con la violación.
Pero como otras veces, él parecía no tener ninguna prisa por terminar, pues aunque empezó con mucha fuerza metiendo y sacando su pene con rapidez, de repente empezó a hacerlo con un ritmo semi-lento; como disfrutando humillarme por más tiempo.
Mientras me cogía me ordenó: “¡sigue comiendo puta, quiero sentir como me cojo a una perra!”; sin más remedio, obedecí y comí como animal del piso, aguantando el dolor y la humillación.
Después de un buen rato de estarme cogiendo por la vagina, mi suegro sacó su miembro y se acomodó para penetrarme por el culo, pero lo hizo tan rápido y de manera tan salvaje, sin darme tiempo de prepararme ni nada, que cuando metió con fuerza su tremendo garrote en mi ano sin lubricación, que aún con el bocado que tenía en la boca, no pude contener el grito de dolor que me causó: “¡Aaaaaaaagggggghhhh!”, a lo que él me dijo: “me encanta cuando haces eso, como finges que te duele cuando la realidad es que te encanta que te la meta con fuerza y hasta el fondo” y entonces empezó a entrar y salir de mi culo sin piedad, con fuerza desmedida, sin importarle que yo hubiera escupido el bocado y que gritara desesperada por el tremendo dolor que me causaba: “¡Aaaaaaiiiiigggghhhh, noooooo, aaaaaaayyyy por favoooorrr, me dueleee, aaaaaaiiiiiiggghhhh!”
“¡Lo que más me gusta en este mundo es tu culo apretado puta!”, me dijo Don José al tiempo que masacraba mi pobre ano con fuerza. Yo me derrumbé del dolor, quedé con la frente en el piso y los brazos a los lados; mis pechos bamboleantes casi tocaban el piso con cada acometida que mi suegro le daba con dureza a mi culo levantado. Llegó un momento que lo único que se escuchaba eran sus gruñidos al cogerme: “¡aaaahhhh, aaaaahhh jmmmm, jmmmm, jmmm!” y mis quejidos de dolor: “¡aaauuuu, aaaauuuuccchhh, aaaaayyyyy, aaaaiiiiigggghhhh!”
De repente él sacó completamente su miembro de mi ano adolorido, solo para meterlo otra vez en mi vagina y entonces empezó a alternarlas, me la metía una vez en la vagina y una en el culo, uno y uno, uno y uno; mientras decía: “no sé qué tienes más rico, si el culo o la panocha; aunque lo que me gusta es saber que tu culo es solo mío y no se los has dado ni al idiota de tu novio y ni se te ocurra dárselo ¿eh putita?”; yo no decía nada, solo me seguía quejando con sus acometidas.
Después comenzó a alternar sus metidas, pero ahora lo que hacía era meterlo y sacarlo varias veces en la vagina y luego meterlo y sacarlo del culo varias veces. Era evidente que lo estaba gozando mucho y que no quería terminar, porque de repente se detenía unos segundos con el pene afuera, sin metérmelo y me decía: “no te muevas puta, quédate cómo estás”. Yo lloraba, pero obedecía, pues ya sabía cómo se las gastaba el viejo cuando no lo hacía. Después seguía, me la metía en la vagina por varios minutos y luego cambiaba a cogerme por el culo.
Mucho tiempo me tuvo así, haciéndomelo de esa manera hasta que me dijo: “¡voltéate, acuéstate y abre la boca, rápido puta!”; obedecí y quedé acostada sobre el piso boca arriba; entonces él se hincó, se masturbó un par de segundos y de inmediato se vino, echándome semen en las tetas y la cara; me ordenó no cerrar la boca e hizo que mucho semen cayera en ella; me dijo: “trágatelo perra, quiero ver que lo pases”. Cerré la boca para pasármelo; con mucho asco lo hice y me dijo: “abre la boca, quiero ver que te lo hayas tragado”; obedecí y él inspeccionó el interior de mi boca; la ver que me había tragado su asqueroso semen me dijo: “muy bien puta, me encanta que obedezcas aunque seas tan quejumbrosa” y luego se levantó y se sentó en una silla, me ordenó: “recoge todo tu tiradero puta; quiero que limpies el piso con la lengua y luego con agua y jabón lavas todo”. Tragándome mi dolor y coraje, obedecí, limpié todo el piso con la lengua mientras él me observaba atentamente. Tuve que tragar restos de comida, tierra, sudor y semen que había en el piso, estuve a punto de vomitar, pero él me dijo: “¡ni te atrevas a vomitar porque te hago que te lo tragues de nuevo puta estúpida!”
Luego me levanté acomodándome el bikini; apenas podía caminar del tremendo dolor que tenía en el culo y la vagina; él me ordenó recoger la mesa e ir por los utensilios de limpieza para dejar bien limpio el piso. Limpié todo bajo su atenta y morbosa mirada. De repente, mientras yo trabajaba, empezó a hablar: “¿Sabes puta? He tenido miles de viejas, todas muy sabrosas y cachondas, de todas razas y nacionalidades, de diversas estaturas y color de ojos; pero hasta ahorita, tu eres la que se las lleva a todas; estás extremadamente deliciosa y tu culo apretado es el mejor que he probado hasta el momento; ninguno se le iguala, ni el de mi vieja cuando era virgen era como el tuyo; creo que ni el de Valeria estaba tan apretado”.
No supe si sentirme halagada o humillada por sus comentarios, aun me dolía el culo de la tremenda cogida que me acababa de dar; pero de nuevo me llamó la atención la referencia que hizo hacia Valeria; ¿se estaría refiriendo a su hija?, supuse que sí, pues no había otra Valeria que ambos conociéramos y me lo dijo como hablando de alguien muy familiar.
Mi suegro continuaba hablando: “por eso estoy convencido que me voy a quedar contigo hasta que estás vieja y fofa; pero no te preocupes, si eres buena tendrás lo suficiente para vivir holgadamente, de mi cuenta corre. Bueno puta, me voy a recostar un rato; lavas los trastes y descansa un rato que tenemos mucho que hacer hoy; no te cambies el bikini; así quiero que estés todo el día; ¿me entendiste?”. “Si señor”, respondí sin ganas.
Hice todo lo que él me dijo y luego llorando me bañé, pues me sentía muy sucia y asqueada; luego me fui a mi recámara; me acosté y me puse a pensar en todo lo que me estaba pasando; no sabía que hacer; ya no quería seguir siendo acosada y humillada por mi suegro, eso me hacía pensar en escapar de ahí o tal vez denunciarlo para que no volviera a hacerle lo mismo a otra chica; pero al mismo tiempo el miedo a lo que él pudiera hacer con la grabación, a su poder y las veces que me había hecho gozar como loca me detenían y me hacían pensar que tal vez tenía que resignarme a vivir de esa manera.
Encendí el televisor para distraerme, estuve un buen rato cambiando canales, nada me quitaba de la mente el problema que tenía. En eso sonó el teléfono de la casa; contesté y me alegré al oír la voz de José, mi novio:
- Hola
- Hola ¿cómo estás?
- Bien ¿y tú?
- Bien también, pero es que llamé a tu trabajo y me dijeron que te reportaste enferma y me preocupé
- Eeeehhh, si (en este momento cruzó por mi cabeza decirle toda la verdad de las porquerías que me hacía su padre, pero no me atreví); es que… estaba mal del estómago, pero ya estoy mejor, no te preocupes.
- Ah bueno, ¿estás sola?
- Este… sí… si estoy sola
- Ah ok, cuídate mucho mi reina, sabes que te amo y te extraño y me preocupé mucho cuando me dijeron que estabas enferma, ¿por qué no contestó la sirvienta?
- Pues… es que… la mandé a la farmacia
- Ah que bien, ¿y mi Papá no sabes dónde está? Porque en la oficina me dicen que no fue.
- No, pues no sé, se salió temprano (cada vez me era más difícil sostener la mentira)
- Bueno, le llamaré a su celular. Me tengo que ir, pero estaré pensando en ti.
- Y yo en ti amor, pórtate bien, no hagas nada malo ¿eh?
- ¡Claro que no!, si solo pienso en ti chiquita, a ti no te digo que te portes bien porque sé que mi viejo te ha de estar cuidando y vigilando muy bien jejeje.
- Sí, así es (demasiado bien, pensé, si supieras como me cuida el infeliz)
- Bueno, me voy, te llamo después, bye.
- Adiós.
Al momento de colgar me pareció escuchar al fondo una voz femenina que lo llamaba, pero no alcance a escuchar con claridad y no quise pensar mal; no quería que mi problema afectara mi juicio hacia mi novio.
Apenas colgué, mi suegro entró en la recámara diciéndome: “muy bien puta, me encantó tu actuación; el imbécil de mi hijo te creyó todo”; traía en la mano un teléfono inalámbrico; entonces supe que él había escuchado todo en alguna extensión de las muchas que hay por toda la casa y celebré internamente no haber dicho nada de más. Entonces él continuó: “y bueno, ya que el idiota de tu novio me despertó, vamos a pasarla bien tu y yo ya que estamos tan solitos y no queremos aburrirnos, ¿verdad?”; suspiré y contesté resignada: “no señor”.
“Muy bien putita”, me dijo, “que bueno que nos entendemos; quítate el bikini, quiero verte desnuda”; dentro de mí pensé: “ni que estuviera muy vestida”, pero no dije nada; me levanté y me quité el bikini, quedando totalmente desnuda frente a él; entonces me ordenó: “acuéstate en la cama y cierra los ojos”; obedecí y entonces él me puso un antifaz que me cubría totalmente la vista; luego, sin decir nada, me tomó ambas manos y las juntó por arriba de mi cabeza, me ató las muñecas juntas y después me amarró a uno de los barrotes de la cabecera y pensé: “¡oh no, me va a violar salvajemente otra vez!” y me molesté conmigo misma por ser tan complaciente con él.
Una vez que terminó de atarme, se levantó unos segundos; yo no sabía dónde estaba él ni que hacía; casi no se escuchaba ruido; luego escuché el clic de la cámara en repetidas ocasiones, me estuvo tomando fotos en esa posición; yo no me moví, sabía que no podía hacer nada y no quise hacerlo enojar, pero me imaginé que a continuación me penetraría salvajemente y sin consideración.
Entonces sentí como se subía a la cama y luego sentí como su boca se acercaba a mi cuello y empezaba a besarlo; eso me produjo una extraña pero agradable sensación; la piel se me erizó y suspiré; mi suegro me dijo: “esto te gusta, ¿verdad puta?, si todas las pinches viejas son iguales, les encanta coger, pero se hacen las santas” y continuó besándome; luego empezó a lamerme toda; comenzó por las orejas, metió la lengua en mi oído derecho y estuvo lengüeteándolo; eso comenzaba a excitarme mucho, sentí como mi piel se erizaba y mi vagina se empezaba a mojar, sobre todo cuando Don José mordisqueó el lóbulo de mi oreja mientras una de sus manos acariciaba mis tetas; involuntariamente empecé a mover las caderas como tratando de recibir un pene grande y fuerte dentro de mí; mi suegro me dijo: “anda puta, ya quieres verga, pero aún no es tiempo, debes ser paciente”.
Él continuó recorriendo con su lengua mi cuerpo, bajó por el cuello hasta mis tetas; ahí lamió, mordisqueó, besó y mamó de cada una de ellas durante un buen rato; acariciaba con una mano mi vientre, mis piernas y mi entrepierna, pero no llegaba a la vagina; si acaso un dedo pasó cerca de mis labios vaginales, pero sin llegar a nada más profundo.
Yo tragaba saliva, respiraba agitadamente y sudaba por el deseo; mi panocha pedía a gritos ser penetrada, todo mi cuerpo hervía de ganas y voluntariamente empecé a gemir y a pedir: “¡házmelo ya por favor, métemela toda ya!” Don José se limitó a decirme al oído: “aun no, espera puta”.
Mi suegro lamió todo mi cuerpo, después de disfrutar mis tetas un buen rato, bajó por mi vientre, se detuvo unos segundos en mi ombligo y continuó su recorrido hacia abajo; bajó por la pierna derecha y la recorrió de arriba abajo varias veces, lamiéndola, besándola, mordisqueándola; luego repitió la operación con la pierna izquierda mientras sus manos acariciaban mi vientre o mis tetas, pero no tocaban mis áreas genitales. Luego llegó a los pies y empezó a chupar mis dedos; yo no sabía que en ese lugar tenía tantas terminaciones nerviosas, el placer recorría mi cuerpo, pero quería más.
“¡Dámelo ya!”, grité desesperada; pero esta vez no hubo respuesta, mi suegro continuó chupando cada uno de los dedos de mi pie mientras masajeaba el otro. Mi deseo era gigante, mi vagina estaba muy mojada, sentía como el líquido que de ella emanaba recorría parte de mis piernas y bajaba por mis nalgas hasta el colchón.
Don José volvió a recorrer todo mi cuerpo con la lengua, pero esta vez en dirección contraria, de abajo hacia arriba; cuando llegó a mi oído me dijo: “¿Quieres que te lo meta puta?”, yo respondí suspirando: “siiiii, por favor”, entonces él me dijo al oído: “grítalo puta, si quieres que te lo meta, grítalo”; yo, ya sin control de mis emociones ni de mi mente grité a todo pulmón: “¡YAAAAAA MÉTEMELO YAAA PAPACITO, QUIERO TENERLA ADENTRO, MÉTEMELA TODA POR FAVOOOOORRR, CÓGEME, CÓGEMEEEEE!”. Entonces mi suegro simplemente dijo: “no” y se levantó de la cama.
Me quedé estupefacta y con unas tremendas ganas, insatisfecha y desesperada sin poder hacer nada para quitarme ese deseo que mi suegro me había provocado.
De nuevo escuché los clics de la cámara y sin saber que más hacer supliqué: “¡por favor, te lo ruego, házmelo, cógeme por favor, lo necesito!”. Él no respondía, seguía tomando fotos.
Luego hubo un profundo silencio, no se escuchaba nada, no sabía yo si Don José seguía en la recámara o no, lo único que sentía en ese momento era la tremenda frustración de estar sumamente caliente y sin poder quitarme las ganas.
Pasó mucho tiempo, no sé cuánto, hasta que escuché a mi suegro decir: “¿quieres que te coja sucia puta?”; sin pensarlo respondí: “¡si por favoooor!”. “¿Si por favor qué?”; “¡ssssiiii por favor cógeme!”. “Está bien, pero solo porque tú me lo pides puta barata, no es que yo lo desee”, me respondió mientras se subía a la cama y se colocaba entre mis piernas abiertas.
La penetración fue dura, salvaje, imponente; el largo pene de mi suegro llegó hasta el fondo de mi vagina sin ninguna resistencia u oposición de mi parte, por el contrario, la lubricación excesiva de mi panocha le permitió meterlo hasta el fondo sin problema y comenzar el movimiento de entrar y salir de mí con fuerza y entonces ambos nos movimos cogiendo como animales; teniendo sexo duro y salvaje, sin pensar ni sentir nada más que eso, ganas de coger salvajemente.
No tardé mucho en sentir como el orgasmo más grande de mi vida recorría mi cuerpo con una venida tremenda; mi cuerpo se estremecía y se movía sin parar, mi cadera se levantaba para recibir con gusto los embates de mi suegro; el placer recorría mi cuerpo de arriba abajo y de regreso y grité sin cortapisas: “¡AAAAAAHHHHH YAAAAAA, ASSSSSÍIIIII, DIOS MÍO, DIOS MÍO, AAAAAHHHHAAAAA!”
No terminaba yo de gozar el tremendo orgasmo cuando mi suegro sacó su miembro de mi vagina y tomándome de las caderas me giró para colocarme boca abajo mientras decía: “ahora gozaré de tu culo putita, sabes que me encanta” y sin más ni más, abrió con sus manos mi culo y me penetró con fuerza hasta el fondo; provocándome otra vez un inmenso placer al sentir ese tremendo animal entrando hasta mis entrañas.
De nuevo ambos nos movimos de manera salvaje, gozando del sexo duro y sin tapujos; a los pocos minutos mi suegro se vino, descargando toda su leche dentro de mí y llenándome las entrañas con su líquido; al mismo tiempo, yo tuve otro orgasmo, pero se sintió diferente, delicioso e intenso, pero con más suavidad; no lo sé, es difícil describirlo.
Don José cayó rendido a mi lado y solo dijo: “ah que buen palo puta”; yo seguía atada y como pude regresé a la posición original, boca arriba y escuché como él comenzaba a roncar. Yo, sin ver nada por el antifaz y sin poderme soltar las amarras, pero totalmente satisfecha, sudorosa y cansada me quedé aun gozando las mieles del placer experimentado y gracias a ese agotamiento, me quedé dormida junto a él.