Los 16 latigazos (3: aclarando ideas)

...y por qué el hijo de puta de Antonio me daba aquel morbazo cada vez que lo veía pasar por los pasillos con sus patillas y su piercing encima de la ceja izquierda. Tenía que poner las cosas en la balanza y sobre todo aclarar mis ideas...

LOS 16 LATIGAZOS (3). ACLARANDO IDEAS

Durante los días que siguieron a la cuarta de las “pruebas” de Antonio, como él había llamado a aquellos retorcidos juegos sexuales suyos que me hacían sentir una mezcla de confusión y excitación a partes iguales (por no hablar de la desmesurada producción de precum), las aguas volvieron a su cauce, por así decirlo. En realidad sólo habían sido tres pruebas, ya que la primera fue únicamente pasar unos apuntes y hacer unos problemas. De cualquier forma, sólo quedaba una semana de curso, y en los días siguientes a aquella mamada, Antonio y yo no volvimos a dirigirnos la palabra. En un par de ocasiones me había dado la impresión de que al cruzarnos por los pasillos había esbozado una ligera sonrisa muy parecida a aquella con la que me recibió ese martes por la tarde en su casa, pero mucho más fugaz, y en ninguna de estas ocasiones mirándome directamente. Aún así, yo había tenido tiempo para pensar, sobre todo pensar sobre qué me estaba pasando y las consecuencias que tendría en mi futuro más próximo. Aproveché el calor y los días de piscina para quedar más a menudo con Pilar, una tía con la que había estado tonteando todo el año, no estaba en mi mismo colegio, sino en uno privado situado en una de las zonas más pudientes de mi ciudad. Pilar era cojonuda, y la verdad es me ponía bastante cachondo, aunque aún no habíamos llegado a nada más íntimo que unas buenas sesiones de besuqueos y toqueteos.  Necesitaba averiguar qué sentía por ella, y por qué el hijo de puta de Antonio me daba aquel morbazo cada vez que lo veía pasar por los pasillos con sus patillas y su piercing encima de la ceja izquierda. Tenía que poner las cosas en la balanza y sobre todo aclarar mis ideas.

Uno de aquellos últimos días de curso estábamos Pilar y yo en su piscina, una de estas piscinas comunitarias compartidas por un par de bloques de vecinos de una de las zonas más selectas de la ciudad. Estaba tumbada boca abajo en la toalla, con la cabeza apoyada en sus brazos cruzados, sus perfectas piernas moviéndose arriba y abajo, jugueteando con el césped cuando bajaban, cruzándolas cuando subían. Yo estaba a su lado tumbado sobre mi costado izquierdo, con una mano intentaba ocultar mi erección y con otra comencé a acariciarle el brazo.

-Juan para. Mi madre puede estar asomada.

Las terrazas de su bloque daban directamente a la piscina, y los padres de Pilar no eran precisamente la pareja más liberal del bloque, sobre todo su madre. Dejé de acariciarla y me tumbé boca abajo yo también, aplastando mi polla contra la toalla en el interior de mi bañador. Me revolví un poco haciendo como que me acomodaba, aunque lo que realmente trataba de acomodarme era el paquete, que había quedado en una posición algo incómoda. Giré la cabeza hacia la izquierda en lugar de mirarla a ella.

-Juan

-Qué

-Mis padres te han invitado este verano a nuestra casa de la playa.

Aquella información me sorprendió

-¿En serio? – giré la cabeza hacia ella y volví a recorrer mis dedos índice y anular sobre su brazo.

-Sí. Pero para, por favor, mi madre pued

-Acabo de mirar y no está. Tengo el balcón controlado, no te preocupes.

-No me siento cómoda, por favor.

-Como quieras – volví a colocar mi mano a lo largo de mi cuerpo- Bueno y qué es eso de esa invitación, a ver, cuéntame.

-Pues eso, que dicen que eres majo y que por qué no te vienes una semana con nosotros. La verdad es que es la única que vamos a estar este año en la casa de la playa, la última semana de junio. Ya sabes que en julio nos vamos a ese viaje por Europa. He intentado engancharte también a ti pero de momento no ha habido suerte.

-Ya. Tu madre ¿no? –dije volviendo la cabeza de nuevo hacia la izquierda

-Parece que cree que una semana sí te puede tener controlado pero ya dos meses es mucho tiempo. En la playa dormiríamos en cuartos separados, lo sabes ¿no?

-Me lo imagino –dije con desgana-. Bueno, por mí no hay problema, me refiero a lo de irme con vosotros a la playa.

-Pero si no te apetece

-Sí, sí que me apetece, por qué no.

-Bueno, no te veo muy entusiasmado… -dijo con un gesto triste, aunque rápidamente pareció acordarse de algo muy muy importante y emocionante, porque cambió su cara. -¿¿Sabes quién me llamó ayer, Juan??

-Mmmm – yo ya había cerrado los ojos y seguía mirando hacia el lado contrario.

-Sonia. ¿Te acuerdas de Sonia?

Volví la cabeza interesado.

-¿Sonia? ¿La de tu clase? ¿Tu amiga del alma? ¿La que se fue a vivir a Madrid y de la que nunca más se supo?

-Ajá

-La de las tetas de ca

Me dio un coscorrón en la cabeza con los nudillos, con una media sonrisa.

-Esa misma. Tío, me ha dicho que lleva dos semanas viviendo aquí, ¡Han vuelto a trasladar a su padre! Sigue viviendo en el mismo piso de antes, no lo habían vendido, que no me ha llamado antes porque ha estado muy liada con la mudanza y todo eso, le dije que tenía muchas ganas de verla ¿pero sabes lo mejor?

-Se ha puesto aún más tet

Otro coscorrón

-NO. Tío. ¡Se ha echado novio! Y la cabrona lleva aquí solo dos semanas. No tiene tiempo para llamar a su mejor amiga pero sí para irse de ligues por la noche.

-Ajá

-¿Te parece bonito?

-Ni bonito ni feo, me parece normal.

-¿Y eso qué significa?

-Bueno pues que… nada

-Dime

-Nada, que era la tía más buena de todo tu colegio.

-Bah. No es para tanto. Quizás la que tenía más tetas, y seguro que yo ahora la gano.

-¡Oye! Tú puedes decir “tetas” y yo n….

Me dio otro coscorrón, un poco más fuerte

-Ay Juan – dijo emocionada, como si no hubiera oído mis protestas- que no te he dicho lo más fuerte de todo.

-A ver

-¡Que vamos a verla en la playa la última semana de junio!

-No me jodas – me incorporé levemente, interesado.

-Si tío, se va con su nuevo novio, los padres de él tienen una casa allí mismo en nuestra urbanización. ¿No te parece alucinante?

-Pues… no sé, supongo que sí.

Pilar siguió hablando de Sonia durante un rato pero yo ya había vuelto a echar mi cabeza sobre los brazos y a dormitar en el cálido sol de junio.

El viaje en el cochazo de Andrés, el padre de Pilar, fue de lo más incómodo, a pesar de aquella tapicería de cuero y el climatizador, ya que los padres de Pilar eran bastante serios. Especialmente su madre, y me dio la impresión de que me estaban invitando sólo para conocer al “amigo especial” de su hija, como me había contado Pilar que los había oído llamarme. De todas formas, traté de relajarme y de pasar aquella semana lo mejor que pudiese. Llevaba tiempo sin pisar la playa y me vendría bien el contacto con el mar, que siempre me ponía de buen humor, y quizás seguir aclarando mis ideas. Y las playas de aquella zona eran casi vírgenes, apenas había gente, especialmente en aquella última semana de junio, y además las urbanizaciones estaban a varios kilómetros y en casi todos los casos había que coger el coche para ir a una playa. Y eran tan grandes que la gente que había estaba siempre muy dispersa.

El primer día de playa aterrizamos en una de esas playas vírgenes. Pilar dejó sus cosas en la arena y yo la imité. Su madre soltó su bolsa de playa justo al lado de la toalla de Pilar. Entonces su padre miró a su mujer con una inclinación de cabeza, sonriendo.

-Venga Ana, mujer, vamos a dejar a los niños un poco de intimidad – y diciendo esto siguió andando con sus cosas dejando a su mujer con cara de incredulidad. Pero Ana rápidamente se recompuso, dibujó una sonrisa fingida y nos miró.

-Estaremos ahí. AL LADO. Por si necesitáis algo. – y recalcando la mitad de la frase  siguió a su marido arrastrando su bolsa y su toalla, que acababa de sacar.

Se colocaron como unos veinticinco metros a nuestra izquierda. Entre ellos y nosotros no había nada más que arena fina y suave, y a nuestra derecha tampoco había prácticamente nadie, un par de parejas bastante alejadas y una familia con varios críos, mucho más allá.

-Mierda. Se me ha olvidado la toalla – dije rebuscando en mi mochila

-Ay Juan. Eres un desastre. Espera que le pida una a mi madre, siempre trae dos.

-¡No no! Por favor ni se te ocurra, qué vergüenza, me coloco aquí a tu lado

-Estas tonto Juan, aquí no cabemos, ahora vengo – y apartándose el pelo de la cara fue hacia sus padres despidiendo arena con los pies descalzos. Tenía un culo de infarto que contoneaba inocentemente, pero que me ponía a mil.

Joder, que fallo. Empiezo bien con los suegros –dije para mí

Aquella idea me hizo gracia, y sin querer me acordé del cochazo que había aparcado en la cochera de Antonio. Y de sus padres. Mi mente me había jugado una mala pasada asociando ideas, y al volver a acordarme del chalet de Antonio mi polla dio un latigazo. El primero que daba en aquellas vacaciones, y lo recibí con una mezcla de incomodidad y excitación.

-Toma –dijo Pilar acercándome una toalla enorme, rosa con unas flores amarillas en las esquinas- Mira qué bonita –y soltó una carcajada- Vas a estar precioso.

-Anda dame –dije cogiéndola y extendiéndola en la arena. Miré hacia Ana, la madre de Pilar, por si estaba mirando, y hacerle un gesto con la mano, agradeciéndole la toalla, pero estaba sentada en una silla plegable baja y parecía enfrascada en una conversación muy entretenida con su móvil. Pilar miró hacia ellos.

-¿Ya está mi madre con el móvil? Por dios esta mujer no para.

-Le ha faltado tiempo –dije riendo entre dientes.

Andrés, el padre de Pilar estaba sentado en otra silla plegable, justo al lado de su mujer, y ocultándola de nuestra vista cada vez que pasaba las páginas del Marca, que leía con sus gafas de sol, posiblemente las más caras que había encontrado en la óptica.

Después de deshacerme de mi camiseta y mis zapatillas y  quedarme en bañador, me tumbé en la toalla de flores boca abajo, y puse mis brazos a lo largo de mi cuerpo, con las palmas hacia arriba. Pilar me dijo que iba a darse un baño y asentí levemente. Estaba algo cansado del madrugón que nos habíamos pegado esa mañana y no tardé en caer en un ligero y agradable  sueño, aunque no duró ni diez minutos, pues me despertaron unos ruidos, al principio no supe qué eran, cuando fui despertando me parecieron gritos de chica. Gritos de chicas. Venían de la zona de la orilla. Parecían emocionadas, hablando, gritando, una chillaba, la otra reía. Cada vez se oían más cerca y giré la cabeza, incorporándome un poco. Y allí estaba Pilar, acompañada de aquel bombón en bikini que me miraba con una suave sonrisa mientras ambas se acercaban cogidas del brazo y charlando a voces.

-Juan, ¿te acuerdas de Sonia?

-Ehm… hola Sonia, dije tapándome la cara con la mano para evitar el reflejo del sol. Sí, creo que sí.

-Juan, ¿no te vas a levantar a saludar, hombre? –dijo Pilar con cara de enfado.

-Déjalo, mujer, que está ahí a gusto el muchacho.

La voz de Sonia era mucho más dulce de lo que la recordaba. Sus tetas eran aún más grandes. Y sus ojos más verdes. Me levanté con dificultad y le di dos besos. Sonia soltó una risita. Pilar me miró con cara de enfado y se agachó a recoger su bolso y su toalla.

-Vamos a irnos a dar un paseo por la playa las dos –su voz era fría- Me llevo el bolso. Y la toalla. ¿Dónde dices que te has dejado a tu amor? –preguntó mirando a Sonia.

-Me dijo que iba a correr un poco por la orilla. No sé por dónde andará ahora. Yo me aburría y me he venido para esta parte dando un paseo. ¡Oye, iba a llamarte pero pensé que veníais mañana!

-Si, al final hemos salido un día antes

Casi sin decir adiós me dejaron allí de pie plantado y siguieron hablando mientras se alejaban. Suspiré. Y entonces miré hacia mi polla, que estaba total y completamente en un estado de erección puro. Si no hubiera tenido atado el cordón del bañador posiblemente se me habría escapado la cabeza por el elástico.

-Joder –me agaché y volví a tumbarme como estaba, con los brazos a ambos lados- Ahora entiendo la risita de Sonia y la cara de Pilar, coño. Menuda vergüenza.

Cerré los ojos y traté de olvidar el asunto, cosa que no me resultó demasiado difícil. Al fin y al cabo, yo era un tío joder, y esas cosas nos pasan a veces. De hecho nos pasan cuando menos tienen que pasarnos, y pensando esto mi mente volvió al vestuario del colegio, pero rápidamente la imagen se fue difuminando y volví a caer dormido.

Me despertó una fresca sensación muy agradable en la espalda. Sonreí. Me llegó el intenso olor de la crema protectora, y empecé a notar un suave masaje en la espalda, las expertas manos de Sonia extendiendo la crema. El masaje se intensificó, me pellizcaba los músculos dorsales, los trapecios, apretaba con sus pulgares de abajo hacia arriba a lo largo de mi columna y volvía a bajar. Había algo muy intenso en aquel masaje que en ese momento no supe precisar.

-Mmmmmm – dije sin abrir la boca. Aquello me estaba gustando mucho-. Sigue por favor. No te detengas ni un solo segundo.

-Vaya, vaya, vaya.

Aquella conocida voz grave me lanzó tres latigazos directos a la punta de mi polla semi erecta.

-Juanito Masajes, cuánto tiempo sin vernos ¿eh?

Levanté y giré la cabeza mientras abría los ojos desorbitadamente, y traté de incorporarme desde mi posición, pero la mano de Antonio me agarró el cuello con su mano derecha como ya era habitual en nuestros encuentros, con fuerza, aplastándome la mejilla izquierda contra la toalla de la madre de Pilar, mientras con la otra mano seguía extendiendo la crema sobre mi espalda, esta vez de forma mucho más fuerte y agresiva.

-Antonio… -la voz casi no me salía del cuerpo, la presencia de Antonio allí me había dejado completamente descolocado.

-Shhhhhhh– susurró con esa voz ronca y profunda que hacía que se me revolviese el cipote como un animal descontrolado

Y diciendo esto llevó su mano izquierda a la parte delantera de mi abdomen, la metió entre éste y la toalla, y buscó el nudo del bañador, tirando de él con fuerza. Luego la introdujo en el interior y colocó mi polla en aquella postura que ya tan bien conocía, hacia arriba y con la cabeza fuera. Justo después llevó su mano al elástico posterior y tiró hacia abajo con fuerza, dejándome ambas nalgas al descubierto. Soltó el elástico justo por debajo de ellas y rebotaron ligeramente. Pude sentir el intenso calor del sol en aquella zona de mi piel, blanca y suave, y aquella sensación lanzó otro latigazo incontrolado a través de mi glande. Noté un poco de precum ascender por el tronco de mi polla.

-Antonio

-Te he dicho que te calles joder, ¿no me has oído? –su voz era un susurro y había un tono más autoritario de lo normal en ella- Aquí estoy viendo una zona de piel que hay que proteger muy bien, Juanito , ¿no queremos que se nos queme, verdad?

Se acomodó bien sobre sus rodillas, poniendo sus piernas a lo largo de la parte exterior de las mías, apretándolas fuertemente entre las suyas, rozando sus pelos contra los míos, seguramente a estas alturas de nuestra corta “amistad” sabía perfectamente que aquel roce era algo que volvía absolutamente loco, y mi polla recibió este regalo con un fuerte latigazo.

Mientras seguía agarrando mi cuello con firmeza, vació un nuevo chorreón del bote blanco encima de mi culo. Y comenzó a darme un masaje, muy suavemente al principio, aumentando la intensidad poco a poco. Desde mi posición podía seguir viendo las sillas de mis “suegros”, Andrés seguía con su periódico y Ana hablando por el móvil. Me daba la impresión de que se hubieran alejado un poco más de nuestras toallas, o quizás era la sensación que tenía desde esa postura. Antonio puso el bote de crema entre mis nalgas y dejó salir un buen chorreón de crema justo encima de mi esfínter. Otro latigazo. Aquello no podía ser real. Pero tenía toda la pinta de serlo. Con sus expertos dedos extendió la crema alrededor del esfínter y en uno de esos masajes circulares que habían ya conseguido ponerme la polla a punto de reventar, introdujo su dedo índice lentamente pero con firmeza.

-Ahggg–mi garganta emitió un sonido gutural que me llegó desde lo más profundo del estómago

Volvió a sacar el dedo índice y siguió masajeando, para luego introducir dos de sus dedos, esta vez mucho más rápidamente y sin ningún tipo de miramientos. Los dejó allí unos instantes, clavados hasta el fondo, y empezó a girar su mano hacia un lado, hacia el otro. Sacaba y metía sus dedos con destreza, para luego girarlos de nuevo hacia ambos lados como tratando de relajar mi esfínter.

-Antonio, por favorr… AAHHGG. No

-¿No? –lo dijo en aquel susurro ronco y de nuevo una contracción en mi polla me indicó que un nuevo trallazo de precum ascendía por mi cipote camino de la toalla de mi suegra- ¿No, qué? ¿Qué no pare, quieres decir?

-Agghhh! –volví a soltar un grito ahogado, agarrando la toalla con ambas manos, que ahora descansaban a ambos lados de mi cuerpo con las palmas hacia abajo

Aquella enculada que me estaba dando el muy mamonazo con sus dedos estaba consiguiendo despertar en mí mis más bajos instintos. Miré a mis “suegros”, que ajenos a nuestro encuentro seguían sentados en sus bajas sillas plegables, y en un arrebato de insensatez deseé tener delante al cabronazo de mi suegro con su polla en mi boca mientras Antonio me daba por el culo con su experta mano izquierda y a la puta de mi suegra mirando la escena con la boca desencajada. Aquella visión lanzó unos cuantos latigazos más a mi polla, y supe con certeza que, si no me había corrido ya, como mínimo había dejado un buen charco de precum en aquella horrible toalla de flores.

Antonio siguió con su movimiento, acercando ligeramente ahora la mano que sujetaba mi cuello y poniendo sus dedos en mi boca, tratando de introducirlos en ella. Los saboreé sin pensar siquiera en lo que hacía mientras mi suegro pasaba una página del Marca y se acomodaba el paquete. La otra mano de Antonio, la que tenía ya tres dedos en mi interior, giró suavemente y trató de alcanzar mi próstata con la punta de los dedos, para una vez localizada, comenzar a masajearla con firmeza, arriba, abajo. Arriba. Abajo. Apretaba, me lanzaba descargas mortales hacia la punta del cipote, y mi líquido preseminal seguía fluyendo sin control sobre la toalla, babeando mi abdomen y haciendo que la arena bajo la toalla comenzara a adherirse a aquella creciente mancha.

-Aagh.. ntonio… me voy a correr… para… por favor… nos van a ver… Pilarr está

-Aquí no se corre nadie hasta que a mí no me salga de los putos cojones, ¿te ha quedado bien claro niñato? – y diciendo esto quitó la mano de mi cuello y agarró con ella mis huevos con fuerza mientras sacaba sus dedos de mi culo de un tirón. El dolor fue suficiente para mantener a raya la corrida que ya adivinaba descomunal y que bullía por el interior de mis cargadas pelotas. Justo después Antonio me agarró de la cadera derecha, girándome hacia arriba y dejándome apoyado sobre mi lateral izquierdo, mirando hacia donde se encontraban los padres de Pilar. Se me había salido la polla completamente del bañador y aparte del enorme charco de precum que se distinguía como una mancha rosa oscuro en la toalla, una gota colgaba desde mi glande hacia abajo, balanceándose lentamente sin llegar a caer. Antonio se colocó detrás mío, oculto a la vista de mis suegros por mi propio cuerpo, y me pasó su brazo derecho por debajo del mío, agarrando con su mano mi hombro desde delante. Enlazó sus piernas con las mías y me clavó su descomunal rabo de un solo golpe que me dejó sin respiración. Se mantuvo así unos segundos en los que se dedicó a frotar sus piernas contra las mías, lanzando una oleada de latigazos desde la punta de mi polla hasta mis cojones, y entonces volvió a sacarla. Y la metió de nuevo con más fuerza. La sacaba por completo dejando mi esfínter completamente abierto para, antes de que le diera tiempo a que comenzara a cerrarse, volver a clavarme el cipote en mi interior. Aquel hijo de puta me estaba obsequiando con la enculada de mi vida, bañados por el sol y con la brisa del mar y el sonido de las olas de fondo, pero estoy seguro de que el factor que más estaba consiguiendo ponerme tan sumamente cachondo lo tenía justo delante y a 20 metros, aquella situación del cabronazo de Antonio dándome por el culo justo en las narices de mis suegros me estaba llevando sin ningún tipo de piedad al borde del mejor orgasmo de toda mi puta vida.

Mezclado con el ruido de las olas comencé a oír unas risas y unos gritos femeninos que llegaban desde lejos, y mi corazón se aceleró descontroladamente. Tensé todos los músculos de mi cuerpo, y Antonio, dándose cuenta, acercó su boca a mi oreja derecha, y lamiéndola primero suavemente, mordiendo con avidez después el lóbulo, me susurró con esa voz grave.

-Ahí vienen nuestras chavalas.

Abrí los ojos tanto que pensé que se me saldrían de las órbitas, tratando de asimilar lo que acababa de oír, y aquellas cuatro palabras pronunciadas por la voz de Antonio mientras la barba de su mentón arañaba la parte de atrás de mi cuello fueron el detonante para comenzar a disparar trallazos de semen sin ningún tipo de control en todas direcciones. Llevé mi mano inconscientemente a mi polla para seguir corriéndome pero Antonio me sujetó con fuerza la muñeca y  llevó mi mano hacia atrás.

-No vale tocarse, ¿recuerdas?

Y diciendo esto comenzó a correrse en mi interior mientras acercaba aún más todo su cuerpo a mi cuerpo, hasta que no hubo un espacio entre ambos. Dejó su polla totalmente clavada hasta el fondo de mi culo mientras soltaba una descarga de semen digna de un primer premio si es que hubiese alguno otorgado a la corrida más caliente y abundante, y pude notar hasta catorce contracciones de su cipote contra mis entrañas.

Acto seguido se despegó de mí con fuerza, y se subió el bañador, quedando boca arriba en la toalla de la madre de Pilar. Yo reaccioné justo después y guardé mi polla, revolví la arena que había justo delante de mí para ocultar aquellos sospechosos regueros de semen, y me volví boca abajo intentando ocultar a medias la mancha de la toalla. Cuando las voces de Pilar y Sonia eran ya tan cercanas que casi se podía oír su conversación, miré a Antonio que se había colocado sus gafas de sol  y acababa de encender un cigarro, que fumaba con una sonrisa en los labios. Giró un poco más su cabeza y pude entrever que su sonrisa se acentuaba, pero con aquellas gafas no supe si me miraba a mí, o miraba a las niñas que acababan de acercarse a la toalla rosa de flores amarillas, y nos observaban divertidas.

-Míra, ¡ya se han hecho amiguitos y todo! –la voz de Sonia rió a carcajadas- veo que ya has conocido a mi novio.

Carraspeé.

-Ehm. Si. Aquí estaba yo que… -balbuceé

-Joder Juan pareces tonto, ¿el sol te ha quemado las neuronas o qué?- Pilar seguía un poco enfadada, me imaginaba que por lo del empalme de mi polla de hacía un rato, y me lanzó una mirada asesina. Si ella supiera.

-Ven aquí amor –Antonio extendió una mano hacia Sonia, que le correspondió con una sonrisa y se acercó, dándole la mano a Antonio- Este chaval tan majo me ha pedido un cigarrillo y me he sentado aquí a charlar con él, y cuál ha sido nuestra sorpresa que hablando, hablando, nos hemos dado cuenta de que él era el novio de Pilar y yo el tuyo –soltó una carcajada mientras expulsaba una abundante nube de humo-. Sonia coño, ¡me has dejado sin toallas y sin nada!, estoy aquí robándole espacio al pobre chaval este.

-Sí pero el tabaco que no te falte ¿no? Y el móvil seguro que lo llevas también – añadió Sonia, visiblemente divertida.

Antonio se dio unos golpecito en los bolsillos del bañador sonriendo.

-Si tú no fumas Juan –Pilar me miraba con el ceño fruncido.

-Bueno, pues me ha apetecido –improvisé.

-Uff, Pilar –Antonio se estaba levantando para darle un par de besos a mi novia- tú no sabes la de vicios que tiene tu novio. Me los ha confesado todos en este rato, ¿eh, Juanito? –me lanzó una sonriente mirada a través de sus gafas de sol. –Encantado. Yo soy Antonio- dijo con su encantadora sonrisa –Eres mucho más guapa de lo que me habían contado.

Pilar rió y le dio dos besos. Aquel cabrón estaba coqueteando descaradamente con mi novia delante de mí.

Mi polla se retorció descontroladamente en el interior de mi bañador. Necesitaba un baño helado en el mar urgentemente. Aquella iba a ser una semana muy larga.