Los 16 latigazos (10: Pasando página)

Mi polla salió disparada hacia arriba como empujada por un resorte y dio un golpetazo contra mi abdomen. Esbocé una sonrisa mientras acomodaba el elástico y esperé a ver su reacción por el rabillo del ojo antes de girar la cabeza de nuevo.

LOS 16 LATIGAZOS (10). PASANDO PÁGINA

A pesar de aquella desagradable sensación me levanté corriendo de la cama y me metí en el baño, no quería que Claudio acabara de ducharse antes que yo y se pusiera a dar vueltas por la casa sin yo tenerlo vigilado. En cinco minutos estaba duchado, secado y vestido, y me dirigía hacia la cocina para preparar un café. En ello estaba cuando apareció Sonia. Tenía una cara horrible, no parecía haber dormido demasiado bien y supuse que se debía a nuestra discusión de la noche anterior. O eso, o mi primo la había despertado con sus timbrazos. Aunque pensándolo bien probablemente fuesen ambas cosas.

-Buenos días –dije con una sonrisa cuando la vi atravesar la puerta con sus vaqueros cortos y una camiseta ajustada desde la que Betty Boop me miraba insinuante con un dedo en los labios- ¿Quieres un café?

Como si no me hubiese oído, abrió una caja de galletas de fresa de esas que tanto le gustaban y tras coger una se puso a mordisquearla observando a través del ventanal de la cocina con la mirada perdida.

-Hoy voy a pasar el día con Pilar en el centro comercial. Veremos algunas tiendas y comeremos por allí –dijo finalmente-. Y después a lo mejor nos metemos en el cine.

-Me parece de puta madre. ¿Y lo acabas de decidir? –le dije un poco fastidiado por su actitud, arrugando las cejas mientras llenaba la cafetera con agua mineral y mirándola de reojo para que no se me derramara el agua de la botella. No la tenía acostumbrada a aquellas palabras y me miró un poco contrariada, como si me estuviese viendo por primera vez en su vida.

-En realidad lo planeamos ayer por la noche pero estabas tan borracho que si te lo hubiera dicho, hoy ni te acordarías.

Volví a concentrarme en la cafetera. Borracho. Ya. Definitivamente, seguía con un mosqueo de cojones por lo de ayer. Y a mí aquello me estaba empezando a parecer de lo más infantil.

- Amor -dije con el tono y la sonrisa más sarcástica que pude encontrar dentro de mí en aquel momento-. Me imagino que lo dirás en broma. Ayer me bebí tres cubatas, sólo uno más que tú. Y además no tengo que ponerme ciego de alcohol para querer follarte hasta reventar, normalmente me ocurre cada vez que te miro ese par de tetas tan bien puestas que Dios te ha dado.

Aquello sí que no se lo esperaba. Y ya no había marcha atrás, me había pasado diez pueblos y ahora sólo quedaba agarrarse fuerte y ver el efecto que causaban mis palabras. Sonia dejó de comerse la galleta y me miró con los ojos entornados. Durante medio segundo pensé que se echaría a llorar pero en lugar de eso endureció aún más su mirada.

-No había ninguna necesidad de ser tan vulgar –y diciendo esto salió de la cocina y agarró su pequeño bolso-mochila que estaba encima del sofá negro del salón para salir después de la casa sin dar ni siquiera un portazo.

Bueno, pensé, al fin y al cabo le había dicho una verdad como un templo, y aquello se le pasaría en cuanto entrara en dos o tres tiendas y se probase algún bikini con Pilar, o quizás después de ver alguna peli de miedo de las suyas. Sonia era así. Un pedacito de pan. Y por otro lado, casi me alegraba de que se hubiese largado teniendo en cuenta aquella visita inesperada, no sabía aún los planes de mi primo, a dónde se dirigía, dónde vivía su novia, si se largaría en el día o se quedaría a dormir por la noche, no sabía nada. Y aunque esperaba que se fuese lo antes posible, muy dentro de mí sentía como si algo extraño se hubiese encendido, algo que me estaba quemando vivo y que no se apagaría así como así. Al menos no hasta que hubiese hecho las dos o tres cosas que me habían pasado por la cabeza al ver la polla y sobre todo el culazo que mi primo gastaba. Y precisamente por eso deseaba que se fuera, aquella sensación no me gustaba nada, me hacía sentir que no era dueño de mí mismo. Follarme a Claudio estaba fuera de toda posibilidad, y además ni siquiera estaba seguro de que lo deseara realmente, algo dentro de mí me decía que aquella imperiosa necesidad pasaría tan rápido como había llegado. Y sin embargo no solamente no parecía desaparecer sino que por momentos el deseo de desvirgarle el culo al chulazo que tanto me había jodido años atrás se hacía más y más fuerte.

Intenté justificarme a mí mismo aquella repentina obsesión pensando que lo único que deseaba era concentrar todo el daño que me había causado y que lo sintiera arder en su culo durante diez interminables minutos en una follada bestial. Quizás era aquello lo que necesitaba para quedarme en paz con el mundo, con todos los cabronazos que me habían hecho la vida imposible. Claudio sería la personificación de todos ellos en uno solo. Sí, estaba claro que eso era lo que me estaba pasando. Por supuesto sabía que nada de aquello iba a ocurrir, pero el simple hecho de pensarlo me hacía sentirme mejor conmigo mismo.

Terminé de preparar el café rápidamente, había decidido mientras calentaba la leche que se lo subiría a su habitación antes de que bajase, no precisamente para tratar de agradarle sino porque con un poco de suerte se lo tomaría y se quedaría allí durmiendo, si había pasado la noche conduciendo estaría hecho polvo, podría dormir todo el día y quizás se pusiese de nuevo en camino al atardecer, antes de que Sonia llegase. Me pregunté qué estaría haciendo Juan y cuáles serían sus planes teniendo en cuenta que Pilar y mi novia iban a pasar el día fuera de casa. Cogí el vaso de café por el borde con cuidado de no quemarme y, aún cojeando ligeramente me dirigí a la planta de arriba.

Su puerta estaba cerrada pero decidí entrar sin llamar. Lo que vi volvió a dejarme casi sin habla. Claudio ya se había duchado y secado aunque su pelo aún seguía algo mojado. Estaba tumbado en la cama boca abajo con un slip verde oscuro cuyos elásticos se le clavaban con fuerza en las piernas, bajo los glúteos, marcando aquel culo perfecto; una pierna totalmente estirada y la otra un poco flexionada dejaban apenas ver desde atrás su enorme paquete cubierto por aquella fina tela de algodón. Su brazo izquierdo descansaba a lo largo de su cuerpo con la palma hacia arriba y el derecho quedaba doblado con su mano sobre la almohada. Parecía estar totalmente dormido y una ligera sonrisa se dibujaba en sus labios. Dejé el café encima de la mesilla de noche sin hacer ruido y justo cuando me empezaba a preguntar si debía despertarle o dejarle seguir durmiendo llamó mi atención desde el baño abierto de par en par aquel calzoncillo blanco, descansando arrugado justo al pie del inodoro. Llamándome a gritos, joder. Miré brevemente a Claudio y me dirigí hacia el baño muy despacio, tratando de no hacer el más mínimo ruido que pudiese despertarlo mientras me preguntaba qué cojones era lo que estaba haciendo, pero mis pies no parecían interesados en responderme así que antes de poder darme cuenta me encontraba de rodillas delante del váter y con aquella prenda en la mano, el corazón latiéndome a tope y mi polla, que había ido creciendo casi sin yo darme cuenta desde que había vuelto a entrar en aquella habitación, totalmente dura y palpitante, embistiendo contra mi ropa interior como si quisiera romperla. Volví a mirar a Claudio desde el baño para asegurarme que dormía y dirigí de nuevo mis ojos hacia aquel sudado slip que mi mano derecha sujetaba ahora con fuerza, aunque me pareció una visión tan irreal que tuve la sensación de que aquella no era mi mano. No parecía siquiera que aquel fuese yo, el que ahora se dedicaba a girar la prenda en sus dedos de arriba abajo, estirándola e investigándola, palpando la ligera humedad que los genitales de mi primo habían dejado allí impresa. Y entonces rebusqué precisamente aquella parte frontal, la que había estado en estrecho contacto con el paquete de Claudio hasta no hacía mucho tiempo y la acerqué a mi nariz. El intenso olor al rabo y a las bolas sudadas del chulazo de mi primo me invadió cogiéndome casi desprevenido, realmente no lo esperaba, aquel calzoncillo no tenía pinta de estar excesivamente sucio ni usado, pero joder, aquello olía. Y mucho, además. Me sentí un completo cerdo por lo que estaba haciendo pero mi mano seguía pasando aquel slip bajo mis narices una y otra vez tratando de no perder ni un solo detalle de su olor, totalmente indiferente a lo que mi cerebro trataba de decirle. De nuevo me sorprendí a mi mismo al ver que con la otra mano me estaba pajeando. Sobaba aquella tremenda erección por encima del pantalón corto, bajando desde la punta a la base de mi polla y una vez allí estirando un poco más mi ropa sobre mis pelotas hasta que mi glande asomaba por arriba levemente con la punta humedecida para luego volver a subir la mano escondiéndolo de nuevo en el interior de mi slip y mi pantalón. Aquel pajote me estaba dando un placer brutal, sobre todo teniendo en cuenta que ya me había corrido tres veces aquella mañana. De repente sentí la urgente necesidad de probar aquel intenso olor que me estaba nublando la capacidad de razonar y casi sin parame a pensarlo saqué la lengua y recorrí con ella muy despacio aquella tela ligeramente humedecida por el sudor y las secreciones de mi primo, para después introducir un trozo del calzoncillo en mi boca y comenzar a saborearlo lentamente, podía notar el penetrante sabor del rabo del chulazo dentro de mi boca mientras aceleraba el movimiento de mi mano izquierda.

Sentí de pronto en mis pelotas aquella sensación de ebullición previa al orgasmo y saqué de un tirón el slip de Claudio de mi boca, quitando bruscamente la otra mano de mis pantalones cortos. Mi polla empezó a convulsionarse violentamente pero sin llegar a eyacular, como pidiendo un último roce para poder descargar de nuevo, y aquello me hizo recuperar la cordura. Joder, había estado a punto de correrme a escasos metros de mi primo guarreando con su ropa interior usada, ¿qué cojones me estaba pasando? Me quedé muy quieto, tenía la impresión de que cualquier movimiento de mi polla contra mi ropa podría desencadenar la cuarta corrida del día. Miré nuevamente a Claudio que parecía no estar dándose cuenta de nada y cuando noté que mi excitación había disminuido un poco me incorporé lentamente. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para tirar de nuevo el calzoncillo junto al inodoro, y casi a regañadientes salí del baño y me dirigí de nuevo hacia la cama.

Me quedé un rato parado justo delante de aquel cuerpo casi perfecto, viendo cómo se movía su espalda arriba y abajo por efecto de la respiración, no sé cuánto tiempo pude estar allí observándolo, quizás sólo fueron unos segundos pero las sensaciones que Claudio me estaba causando me hacían incluso perder la noción del tiempo. Y nuevamente me invadió aquel impulso tan irracional. Alargué la mano izquierda y coloqué la palma abierta sobre uno de sus cachetes con mucha suavidad, apenas lo estaba rozando pero podía perfectamente notar el calor de su piel a través del calzoncillo verde. Comencé a mover mi mano, llevando los dedos hacia el elástico y pasándolos sobre éste casi sin rozarlo. Abrí un poco más la palma, quería acaparar todo aquel culo con mi mano, deseaba apretarlo con fuerza, introducir mi mano bajo el elástico y comprobar la suavidad y la dureza de sus nalgas. Aquello estaba volviendo a ponérmela muy dura, joder, de nuevo estaba totalmente empalmado y casi al borde del orgasmo, y una vez más me sacudió la cordura como un fogonazo y retiré mi mano. Pero entonces la subí hacia arriba tomando impulso y casi sin pensar le di un fuerte manotazo con la palma abierta en una de aquellas redondeadas nalgas.

-¡Despierta cabrón! –grité al tiempo que bajaba mi mano sobre su culo con todas mis fuerzas.

No sé qué me impulsó a hacerlo, y a decir verdad, a esas alturas ya casi no me importaba. Claudio ejercía un extraño poder sobre mí, eso estaba claro, mi comportamiento en los últimos sesenta minutos no dejaba lugar a dudas. Durante los tres años que llevaba viviendo aquella nueva vida jamás había perdido el control, ni siquiera con Juan. No hasta ahora. Mi primo pegó un bote en la cama y abrió los ojos, medio desenfocados, para luego mirarme con asombro, sin apenas saber dónde estaba.

-¿Qué…?

-Venga hostias, que te he traído el café como a los señoritos… -acababa de acordarme de que aquello era lo que me había llevado a su habitación en primer lugar.

-Joder primo… que cabronazo eres… estaba… completamente en otro mundo –dijo mientras se incorporaba muy despacio, se giraba poco a poco y se apoyaba en el cabecero de la cama. Dio un enorme bostezo y estiró los brazos hacia arriba, encogiendo aquel fibrado abdomen, flexionando las piernas hacia arriba lentamente, arrastrando las plantas de sus pies por las sábanas y dejando ver su paquete embutido en aquel slip oscuro que hasta no hacía más de veinte segundos había estado en contacto con mis dedos.

-Tío, eres un cerdo, qué pasa ¿te va el naturalismo? Te he dicho que mi novia anda por la casa –Claudio me miró con sorpresa y luego se miró hacia abajo.

-¡Pero tío! ¡Si estoy en gayumbos! Joder Antonio, no me jodas… yo duermo así. Y además, ahora estoy en la habitación, ¿no hemos quedado que las normas eran de esa puerta para fuera? –señaló con la cabeza la entrada del dormitorio-. Anda dame ese café a ver si me espabilo un poco.

Cogí el vaso de la mesilla y se lo acerqué. Decidí que mientras antes supiera los planes de mi primo antes podría yo seguir con los míos.

-Dime Claudio, ¿qué estás haciendo exactamente aquí en mi casa? –aquello había sido demasiado directo, pero no tenía muchas ganas de andarme con rodeos. Mi primo me miró un poco sorprendido mientras daba el primer sorbo al café y con la otra mano se sobaba ligeramente el rabo.

-Joder primo, vas al grano ¿eh? –dijo con una sonrisa.

-Hombre, me ha sorprendido bastante saber que venías. Teniendo en cuenta que nunca nos hemos soportado y la cantidad de putadas que me has hecho, es normal, ¿no crees? Le has echado un poco de cara.

Claudio se apoyó en el codo y se inclinó un poco hacia donde yo estaba de pie, dejó el café de nuevo en la mesilla y me apretó la pierna con su mano en un gesto de cariño, sonriendo.

-Venga tío, que de eso hace mucho tiempo. Tú eras un pringao y yo un gilipollas. Las cosas cambian, la gente madura, y por lo que veo en tu caso es más que obvio que ha sido así -me guiñó un ojo.

Aquel comentario volvió a alimentar mi amor propio.

-Eres un cabrón tío –dije sonriendo aún en contra de mi voluntad-. ¿Un gilipollas? Te has quedao corto chaval, eras el tío más hijo de puta de toda Pamplona, joder.

Claudio volvió a reír. Seguía con su mano en mi pierna y la apretó un poco más.

-Venga coño, no seas rencoroso –soltó su agarre y me dio un par de palmaditas en el muslo.

Volvió a coger su café y se apoyó de nuevo en el cabecero de la cama, dando un largo sorbo. Con la otra mano dio un par de fuertes palmetazos en la cama de matrimonio mientras me miraba, como invitándome a sentarme. Aquello me provocó una extraña sensación en el estómago. Un calambrazo me recorrió el rabo de arriba abajo, pero aún así decidí hacerle caso, así que me quité las chanclas y me tumbé a su lado, con mi espalda también apoyada en el cabecero. Puse una mano detrás de mi cabeza y la otra sobre mi estómago.

-Así me gusta tío –dijo sonriendo de oreja a oreja-. Tú sabes que en el fondo siempre has sido mi primo preferido- volvió a agarrar mi pierna con su mano por encima de mi rodilla y dio otro apretón. Nuevo sorbo a su café.

-Si soy el único que tienes, capullo. Al menos en España –le repliqué con ironía. Claudio sonrió mientras seguía bebiendo. El café debía estar casi frio después de todo el rato que me había tirado oliendo sus calzoncillos, pero no lo mencionó-. Así que dime, ¿cuánto tiempo voy a tener el honor de alojar a tan distinguido huésped?

-Bueno… en realidad Mónica no me espera hasta pasado mañana –dijo casi en un susurro, como si me estuviese confesando una pequeña travesura. Sentí de nuevo aquella extraña sensación en el estómago. Miré de reojo hacia mi polla, podía notarla algo morcillona pero de momento parecía estar controlando bien la situación.

-Tu novia.

-Sí, mi novia. Había pensado estar aquí un par de días antes de tirar para Málaga, probar esa sauna que me han dicho que tienes, darme un poco de caña en tu gimnasio. No se tío. Relajarme un poco.

-Ya decía yo que no me cuadraba la historia esa de que querías hacer ‘escala’ en el chalet. Joder tío, si ni siquiera te pilla de paso, ¡estás a más de trescientos kilómetros de Málaga, cabronazo! ¿Y mi madre se ha tragado el cuento?

-Jeje. Primo, tú es que eres muy listo. Tu madre habrá pensado que tendría ganas de verte después de tanto tiempo. No, la verdad es que tengo que reconocer que la principal razón es que la curiosidad ha podido conmigo. Estaba deseando conocer el palacio donde pasáis los veranos –Claudio miró alrededor, recorriendo la habitación de arriba abajo casi con la misma mirada con la que lo había hecho al entrar en ella hacía un rato-. Y veo que las fotos que tu madre mandaba a veces no le hacían justicia. Tienes mucha suerte, ¿sabes tío?

No sé por qué pero supe casi con total seguridad que Claudio no me estaba contando toda la historia. O quizás fuera únicamente la sensación que tuve en aquel momento. Al fin y al cabo no llevaba allí ni dos horas, aún me estaba acostumbrando a tener una conversación normal con aquel tío, una en la que dos de cada tres palabras no fueran un insulto o un golpe con sus nudillos en mis costillas como ocurría años atrás. Lo miré tratando de evaluar lo que acababa de decirme.

-Venga tío. ¿Tú te crees que soy gilipollas? –decidí tirarme el farol, hacerle ver que no me lo estaba tragando en absoluto pese a no tener muy claro si era cierto o no.

Por suerte su reacción confirmó mis sospechas. Fue sólo un momento pero pude notar un gesto de fastidio, endureció un poco su expresión aunque rápidamente volvió a sonreír enseñando sus dientes perfectos. Y luego volvió a mirarme.

-Bueno, es la verdad tío. Aunque también es cierto que tengo un par de asuntos que resolver aquí antes de tirar para Málaga –dijo apurando su café y pasándome el vaso vacío para que lo colocara en la mesilla. Con la otra mano seguía sobándose el rabo por encima del slip, aquello parecía estar empezando a cobrar vida.

Empecé a darme cuenta de la magnitud del problema que se me venía encima. El chulazo de mi primo dos días enteros en mi casa, con Juan y Sonia como segundo y tercer factor de la ecuación. La fachada que tanto trabajo me había costado construir frente a quien nunca me había conocido en Navarra podía venirse abajo en un segundo con alguna gracieta o un comentario inoportuno de aquel cabrón. Joder, y lo más probable era que estuviera incluso al tanto de lo de Pilar… ¡pues claro que lo sabía! Sí, mi primo sabría toda la historia, eso seguro. Claudio pareció notar la preocupación en mi cara.

-Pero tío, tú tranquilo que no vas a saber ni que estoy aquí. No sabes lo que me alegra verte… -me miró de arriba abajo intentando dar con la palabra adecuada- …así, tan bien, tío. Con tu novia y todo, joder, seguro que está buenísima, cabrón –me dio un codazo en el brazo para después poner su mano sobre mi pierna, subirme un poco hacia arriba el pantalón y pegarme un pellizco amistoso pero con bastante fuerza.

-¡Cabrón! –retiré un poco la pierna mientras le sonreía-. Pues la verdad es que Sonia es… -me quedé pensativo como tratando de encontrar el adjetivo que mejor la definía, aunque lo que en realidad estaba haciendo era sopesar si debía o no describirla tal y como era, no quería abrirle ningún tipo de apetito con respecto a mi novia antes de que la conociera- …es muy guapa, sí.

-¿Guapa? Tío, ¡tu madre me dijo por teléfono que era una puñetera diosa!

-Bah, tío, mi madre no la conoce personalmente, sólo de fotos, aún no se la he presentado. Y además, no creo que esas fueran sus palabras.

Claudio dejó de mirarme y echó la cabeza hacia atrás mientras lanzaba un suspiro. Seguía acariciándose el cipote con su mano sobre el calzoncillo y por el rabillo del ojo me dio la impresión de que aquel enorme rabo cuya visión antes tanto me había afectado se le marcaba ahora totalmente erecto bajo la tela de algodón verde. El cabrón se estaba haciendo un pajote en toda regla pero tan suave e imperceptiblemente que podía pasar como un simple magreo, de esos como los que yo me doy de forma inconsciente cuando estoy algo nervioso.

-Y tú, ¿cómo coño te has echado una novia tan lejos de Navarra? –le pregunté.

Claudio bajó de nuevo la cabeza y me miró sonriendo.

-Mónica es malagueña pero estudió toda la carrera en Pamplona. Tiene unos tíos en Burlada que está a tiro de piedra, aunque la mayoría de los días dormía en casa. Mi padre la adoraba, bueno y mi madre, aunque me parece que mi padre estaba enamorado en secreto de ella –dijo riendo a carcajadas.

-Qué cabrón, así que te has pasado toda la carrera follándote a tu novia en tu propia casa ¿no? –lo dije sin apenas pensar lo que decía, y coloqué mi mano sobre mi paquete inconscientemente. En realidad deseaba con todas mis fuerzas que la conversación tomase aquel rumbo.

Claudio arqueó las cejas sorprendido ante aquel comentario y luego rió abiertamente.

-Sí, tío. Aunque no te creas, que no nos dieron carta blanca ni mucho menos, mi madre se encargó de que lo tuviéramos difícil, a ver si te piensas que nos colocaron una cama de matrimonio para nosotros solos –siguió riendo un poco más-. Pero bueno, supongo que así era aún más excitante, esas incursiones nocturnas a las cinco de la mañana a su cuarto después de haber estado poniéndonos cachondos el uno al otro durante tres horas con mensajes al móvil… Uff, tío. Me pongo malo con sólo pensarlo.

Claudio seguía con su pajote por encima del slip, cada vez era más obvio que se la estaba cascando sin ningún tipo de vergüenza. Y a mí la conversación y sus movimientos me estaban poniendo al rojo vivo, casi al límite de mi aguante. Especialmente después de lo del baño. Comencé también a mover lentamente mi mano sobre mi erección, muy despacio. Él continuó hablando.

-Lo malo es que cuando acabó la carrera se volvió a su tierra, llevamos dos años viéndonos bastante menos de lo que estábamos acostumbrados. Estoy tratando de buscarle algún curro en Pamplona pero me da la impresión de que no está muy decidida a venirse allí definitivamente. Estoy incluso pensando en buscar yo algo por aquí abajo.

-Estarás cachondo como una perra, ¿no cabrón? –dije sonriéndole con malicia- …quiero decir, con tu novia tan lejos y todo eso.

Claudio me miró un poco sorprendido, de nuevo arqueando sus cejas, y dejó de repente de mover su mano sobre su slip, creo que aquel comentario le había hecho consciente de que llevaba un rato magreándose el rabo. Pero al momento sonrió con complicidad y un segundo más tarde seguía moviendo sus dedos sobre su polla, de forma ahora totalmente manifiesta, apretaba el tronco con el índice y el pulgar y lo recorría desde abajo hacia la punta, que estaba colocada bajo el slip hacia la izquierda y había empezado a segregar sus primeros líquidos como pude comprobar al ver una pequeña mancha más oscura en aquel calzoncillo, para después volver a bajarlos hacia sus huevos y apretarlos con toda su mano.

-No lo sabes tú bien, chaval –dijo riendo en voz baja- ¿Por qué crees que me he metido los kilómetros que me he metido en la mierda de coche ese que tengo? Vengo que reviento joder –me soltó esto último con una voz ronca, casi susurrando.

Aquello me pareció más una súplica que una confesión, aunque realmente yo estaba demasiado cachondo para ser objetivo. Era ahora o nunca. No tendría jamás mejor oportunidad que aquella. De repente tuve la absoluta certeza de que si salía de la habitación sin haberme follado al chulazo de mi primo, algo se me quedaría clavado como una puta espina que no podría sacarme en la vida. Creo que tardé sólo diez segundos en diseñar en mi mente aquella estrategia . Y entonces elegí muy bien las palabras que pronuncié a continuación.

-Yo aún no me he tirado a Sonia –le confesé tratando de hacerme el apesadumbrado mientras volvía mi vista al frente y comenzaba a sobarme el rabo por encima de mis pantalones cortos también de forma totalmente visible, con la mano izquierda sobre los huevos y la otra recorriendo el tronco de arriba abajo. Aquella afirmación no era ninguna mentira, pero sí lo era mi tono y aquel desánimo en mi voz. Claudio adoptó una actitud un tanto paternal y de nuevo colocó su mano izquierda en mi pierna apretándola con afecto.

-Joder tío, qué putada. Qué pasa, ¿no se decide o qué? Te han puesto la miel en los labios y te han quitado el tarro ¿no? –soltó una pequeña carcajada. Su otra mano seguía acariciando su rabo cada vez con más fuerza-. No te preocupes hombre, que aún eres joven, tendrás tiempo de hartarte de follar –Claudio hablaba como si fuera un tío de cuarenta y tantos largos, sonreí para mis adentros pensando lo fanfarrón que era aquel cabronazo.

Por toda respuesta bajé el elástico de mis pantalones y mi slip de golpe, escurriéndolo por el dorso de mi rabo y lo coloqué por debajo de mis huevos. Mi polla salió disparada hacia arriba como empujada por un resorte y dio un golpetazo contra mi abdomen. Esbocé una sonrisa mientras acomodaba el elástico y esperé a ver su reacción por el rabillo del ojo antes de girar la cabeza hacia él.

-Buena tranca, cabrón –soltó Claudio con un silbido mientras seguía masturbándose.

Aquella reacción mía de sacarme el rabo delante suyo totalmente empalmado y rezumando líquido preseminal no le había sorprendido mucho, de hecho me constaba que mi primo era el típico chaval que se la había cascado cientos de veces con sus colegas a lo largo de toda su adolescencia. Para él era una cosa absolutamente normal. Quizás pudiese verlo algo raro viniendo de mí, pero no el hecho de la situación en sí. Mi comportamiento pareció alentarle porque inmediatamente agarró el elástico de su slip por sus laterales y lo deslizó hacia abajo por sus musculadas piernas. Cuando lo tuvo en los tobillos, se deshizo de él con los pies y lo lanzó con su pie derecho al suelo. Sonreí. Volví a elegir con cuidado mi siguiente frase.

-La tienes casi tan grande como yo.

Lo dije haciéndome el sorprendido mientras miraba su rabo con curiosidad. Puse mi mano sobre el tronco de mi polla y comencé a subirla y bajarla lentamente, sin llegar a descapullarla del todo pero lo suficiente como para dejar escapar mis primeros líquidos.

Claudio se había agarrado ya aquel enorme instrumento y lo sacudía arriba y abajo mientras seguía observando mis movimientos, y cuando escuchó aquellas palabras dejó de meneársela un instante.

-¿Estás de broma, no tío? –soltó una carcajada-. Eso quisieras chaval, la mía es por lo menos tres o cuatro centímetros más larga. Y está claro que más gorda también.

-Te habrás dejado las gafas en Pamplona, capullo.

Solté mi rabo y agarré el elástico de mi pantalón y del slip tirando hacia abajo y dejándolo caer también al suelo de la habitación. Después me deshice de mi camiseta y decidí dar un nuevo paso. Me incorporé en la cama y me subí a horcajadas sobre mi primo, frente a frente, de rodillas. Una rodilla a cada lado de sus piernas. El contacto entre nuestros vellos me erizó la piel de los cojones, y creo que a él también debió causarle algún tipo de sensación desconocida porque pude notar la tensión en su cuerpo. Se apretó un poco hacia atrás contra el cabecero, realmente Claudio no esperaba aquello, pero yo seguí como si no me hubiera dado cuenta, sin darle ninguna importancia.

-Menudo fanfarrón estás hecho, cabrón –dije mientras acercaba mi polla totalmente erecta a la suya, apartaba su mano de un golpe y las juntaba una con otra para comprobar los tamaños.

Mi glande ahora descapullado se hundía en la espesa mata de vello púbico de mi primo. Tiré hacia atrás de su piel para dejar también fuera su cabeza, que quedó igualmente enterrada en los pelos que rodeaban la base de mi polla. Aquel contacto y el calor de su rabo estuvieron a punto de hacer que me corriese pero apreté fuerte los dientes y esperé un par de segundos. La sensación pasó, y volví a hablar. Claudio se había quedado como mudo.

-¿Lo ves, tío?, como mucho las tenemos iguales, que eres un fantasma –dije riendo.

Solté nuestros rabos y me quité de encima de mi primo, volviendo a la posición anterior, con mi espalda pegada al cabecero. Continué el movimiento de mi mano sobre mi polla como si nada hubiese ocurrido. Claudio pareció reaccionar y volvió a agarrársela, aunque parecía un poco confuso.

-Joder tío, esto es muy raro –me confesó sin mirarme directamente a los ojos. Había perdido aquella seguridad que siempre acompañaba cada una de sus frases. No sé si fue mi imaginación pero creí notar un deje de excitación contenida en su voz.

-Qué es lo que es raro –pregunté, aunque sabía perfectamente lo que pasaba por su cabeza en aquel momento. El contacto con mi polla había hecho saltar todas las alarmas en su cabeza. Por muchas pajas que se hubiera hecho en sus años de instituto con sus colegas no creo que hubiese llegado nunca a estar polla con polla con otro chaval, en una situación tan íntima. Pude notar que lo estaba empezando a poner nervioso.

-No sé tío, aquí haciéndome una paja… contigo… en fin, no me malinterpretes pero es que es de lo más raro –concluyó mientras retomaba el ritmo de su mano sobre su rabo.

Puede que le estuviera pareciendo raro pero el hijo de puta tenía aquel brillante cipote a punto de reventar y su erección no había bajado ni un milímetro, sino más bien todo lo contrario.

-A mí me lo vas a decir… –dije mirándole directamente con una sonrisa-. Me llegan a decir esto hace seis años y me hubiese meado en los pantalones.

Claudio empezó a descojonarse mientras seguía dándole caña a aquel rabo tan blanco.

-¿Tan cabrón era? –preguntó entre risas, mirándome de reojo.

-Para mí… eras el puto Satanás, tío.

Claudio volvió a reír con ganas, pero sin dejar de mover su mano sobre el tronco de su polla. Aproveché el momento de distensión para pasar el dedo por mi glande y recoger una gota de líquido transparente y viscoso que extendí por todo el capullo para continuar aquella masturbación. Como siguiera así me iba a correr muy pronto así que volví a atacar, no sin antes disminuir ligeramente la intensidad de mi sube y baja.

-Joder macho, es que Sonia ni siquiera se atreve a cascármela –apreté la boca en un gesto de fastidio y pude observar de refilón que Claudio seguía meneándosela pero me miraba con curiosidad, casi divertido-. Tío, ¿qué se siente cuando alguien te la casca? –le pregunté girando hacia él la cara, con una inocencia que me sorprendió incluso a mí.

Claudio soltó una nueva risotada echando su cabeza hacia atrás.

-¡Eres un salido, chaval! –dijo volviendo a mirarme mientras trataba de encontrar una respuesta a mi pregunta-. Pues tío… la verdad no es fácil de explicar. Pero no tiene ni punto de comparación. Sólo te digo que yo la primera vez me corrí con sólo notar la mano posarse en mi rabo –volvió a reír y aceleró un poco el movimiento sobre tu cipote, estaba claro que estaba disfrutando al recordar aquella experiencia.

Continuamos un rato en silencio, tan sólo se escuchaba el chasqueo que nuestras manos producían al rozar nuestros glandes humedecidos con el líquido preseminal, además de nuestras respiraciones, que se iban haciendo más agitadas a medida que seguíamos masturbándonos. Noté que Claudio volvía a mirar hacia mí y giré un poco mi cabeza hacia él. Soltó una risilla y puso cara del que se dispone a cometer la travesura de su vida.

-Suéltate el rabo y cierra los ojos –me dijo divertido.

-No tío, tengo que acabar ya, que voy a reventar –le comuniqué volviendo a echar mi cabeza hacia atrás y cerrando los ojos. Sólo trataba de parecerle lo más inocente posible, que no advirtiera que era yo realmente el que estaba propiciando todo aquello. El que manejaba la situación.

-Hazme caso tío –insistió.

Inmediatamente dejé de tocarme y puse los brazos a ambos lados de mis piernas, los ojos aún cerrados. Un segundo después noté la mano izquierda de Claudio cerrarse suavemente sobre mi cipote y comenzar a subir y a bajar por él lentamente. Naturalmente aquello no me pilló de sorpresa, pero aún así el escalofrío de placer que me recorrió de arriba abajo fue absolutamente bestial. Tuve la certeza de que si realmente hubiese sido la primera vez que alguien me la tocaba me habría corrido en aquel mismo instante.

-¡Joderrr, tío! –suspiré sin abrir los ojos-. ¡La hosstia!

Claudio rió mientras continuaba su movimiento sobre mi polla.

-Ahora imagina que es la mano de Sonia la que te está recorriendo el cipote de arriba abajo. La tienes muy cachonda, chaval, la tía está a punto de correrse con sólo sujetar tu polla entre sus manos. Imagina que pasa sus dedos por sus abundantes jugos para luego usarlos como lubricante sobre tu rabo- dijo en un susurro mientras continuaba masturbándome muy lentamente. El cabrón me estaba poniendo más cachondo de lo que nunca hubiera imaginado. Estaba al límite, joder.

-MMmmmm, sí tío… sigue… por favor -suspiré aún con los ojos cerrados.

Claudio volvió a reír brevemente y dejó un segundo de sobármela para luego volver a agarrarla con más fuerza, esta vez noté que su mano se deslizaba sobre mi rabo sin esfuerzo alguno, probablemente a causa de su propia saliva. El cabrón se estaba currando a conciencia la que él pensaba que era mi primera experiencia sexual y aquel pensamiento estuvo a punto de hacer que me corriera. Pero él debió notarlo porque paró completamente su movimiento sin dejar de agarrarme el cipote, que ahora estaba totalmente cubierto con sus babas, el muy cerdo debía haber echado una buena cantidad de saliva en su mano. Aquello me estaba poniendo a mil.

Traté de respirar hondo y poco a poco la necesidad de correrme pasó de nuevo. Mi primo parecía estar leyendo mis reacciones a la perfección porque volvió a reanudar su movimiento sobre mi polla, muy despacio. Se estaba asegurando de mantenerme en aquel estado sin permitir que llegase a eyacular, y a pesar del inmenso placer que me estaba dando, decidí volver a atacar, no me gustaba nada perder el control en presencia de Claudio, notaba que me correría en cualquier momento y no podía permitirlo, aquello sólo era la primera parte del plan.

Abrí un poco los ojos y lo miré, vi que Claudio seguía cascándosela con su mano derecha al mismo ritmo que marcaba con su izquierda en mi rabo. Sonreí y llevé mi mano derecha hacia su polla, empujando sus dedos y haciendo que soltase su propio cipote. Claudio pareció sorprendido al principio pero se dejó hacer. Arqueó su espalda hacia atrás con fuerza y se acomodó un poco para permitirme un mejor acceso a su paquete mientras mi mano comenzaba a subir y bajar por su tronco. Un fuerte gemido se escapó por su boca y apretó los ojos mientras se mordía el labio inferior. Estoy seguro de que aquello le estaba pillando completamente por sorpresa. Volví a echar mi cabeza hacia atrás y suspiré entrecortadamente.

-Joder tío. Tenías razón, es otro mundo totalmente distinto –le dije con la voz rajada por el placer.

Claudio soltó una nueva risa que se entremezcló con sus gemidos.

-Espera a probar lo que es una mamada, eso sí que es estar en el cielo… –dijo en un ronco susurro mientras seguía con su cabeza hacia atrás y sus ojos cerrados.

Se estaba dejando llevar por el placer del momento y apuesto a que no calculó la magnitud de sus palabras. Y entonces me miró de repente, dándose cuenta de lo que había dicho.

-…pero eso ya te lo va a tener que hacer tu novia ¿eh? –dijo con media sonrisa para luego volver a echar su cabeza hacia atrás y soltar otro suspiro.

Claudio me tenía al borde de la corrida y decidí que era hora de pasar a la recta final de aquel descabellado e improvisado plan que de momento estaba saliéndome tal y como lo había previsto.

-No creo que haya mucha diferencia entre una mano y una boca –dije con un suspiro entrecortado-. Al fin y al cabo a los dos nos gustan las tías, no voy a pensar mal de ti porque me la chupes un poco-. Seguía eligiendo las palabras con cuidado, tratando de parecer un simple adolescente deseoso de experimentar. Cachondo pero inocente. Cegado por la calentura y un poco inconsciente. Y al fin y al cabo aquello era más o menos lo que yo era.

Claudio rió de nuevo, su risa mezclada con su respiración cada vez más agitada.

-¿Qué te la chupe ‘un poco’ ? –volvió a reír ante aquel comentario-. Chaval, créeme que que hay diferencia entre una paja y una mamada.

-No lo creo –y diciendo esto solté su rabo, me deshice de su mano en el mío, me incorporé en la cama y me coloqué de nuevo a horcajadas sobre mi primo, mis rodillas a ambos lados de sus piernas. Y apoyándome sobre mi mano izquierda que descansaba ahora al lado de su cadera, me agaché y me encajé aquel pollazo hasta el fondo de mi boca en un solo movimiento.

-¡¡Joderrr!! ¡Pero tío! ¡Aghhhh! ¿Qué… cojones… hacess? –Claudio se retorcía de placer delante de mis narices, en un primer momento pareció querer sacar su polla de mi boca pero al instante puso una mano sobre mi cabeza apretándola un poco más hacia él.

Aquello sí que era nuevo para mí y pude notar cómo la punta de su rabo se hundía hasta el fondo de mi garganta provocándome una desagradable arcada. Aguanté como pude sin moverme durante unos segundos, ahogando la necesidad de expulsarla de mi boca, y fui después sacándola lentamente con los labios presionando su tronco hasta llegar al glande, que empecé a recorrer con mi lengua mientras veía como mi propia saliva se iba escurriendo por aquel rabo tan blanco.

-Antonio… joderr… para tío… esto no… no está bien… –el chulazo de mi primo seguía retorciendo su cuerpo sobre la cama, acercando sus caderas hacia mi cara a pesar de sus palabras, su mano apretando cada vez más fuerte detrás mi cabeza. Había agarrado algo de mi pelo y parecía seguir sin saber muy bien si retirarme o apretarme hacia él más todavía.

Decidí volver a tomar el control de la situación y después de introducirla un par de veces más hasta el fondo de mi garganta la saqué de un tirón y la agarré con mi mano derecha, pajeándola suavemente ayudado por mi saliva. Recorrí entonces mi lengua desde su glande hasta la base, pasé por sus endurecidos cojones y continué llevando lentamente la punta de la lengua por su perineo hasta llegar a la entrada de su culo. Con la mano izquierda en su nalga derecha elevé un poco su cadera y puse a mi disposición aquel apretado agujero tan virgen cubierto de su espeso vello oscuro. Para entonces mi polla estaba a punto de explotar literalmente pero apreté de nuevo los dientes, cosa que parecía ayudarme a mantener a raya la corrida, y comencé dibujar círculos con la lengua en su esfínter, el cual se contrajo una o dos veces ante aquél húmedo contacto.

-¡Arghhh…! ¡por Dioss…! ¿Qué me estás… haciendo…? Tío… para… por favor

Su reacción no dejaba lugar a dudas sobre la virginidad de su culo. Supuse que era incluso la primera vez que experimentaba aquella húmeda sensación abriéndose paso en su ojete. Podía notar perfectamente a mi primo en medio de un conflicto interior, por un lado rechazando aquellos lametones y por otro retorciéndose a causa del placer que mi lengua y mis labios le estaban produciendo. Restregué mi mentón entre sus nalgas arañándole con mi escasa barba de unas horas, y comencé a besar aquel agujero cada vez más abierto, para después apretar aún más la lengua contra su esfínter e introducirla con firmeza unos cuantos centímetros, recorriendo su interior cada vez con más insistencia, masajeando su nalga con mi mano izquierda al tiempo que la atraía hacia mí y continuaba el movimiento sobre su rabo con la derecha. Su culo cada vez se abría más y más, dejando paso a las embestidas de mi boca, estaba llevando a aquel cabrón al borde del mejor orgasmo de su vida y cuando vi que la dilatación de aquel orificio era lo suficientemente amplia como para no darme problemas me incorporé sin darle apenas tiempo a reaccionar, agarré con fuerza sus tobillos subiéndolos hacia arriba de un tirón, y soltando un enorme salivazo en mi mano y embadurnando mi rabo con él, lo coloqué rozando su entrada, a sólo una embestida de romperle a mi primo aquel culazo de chulo barato.

Claudio abrió los ojos desorbitadamente como empezando a darse cuenta de lo que realmente ocurría, pero antes de que le diera tiempo a comenzar a luchar por defender su virginidad, solté sus tobillos dejándolos caer a un lado, me giré hacia la derecha y me tumbé de nuevo a su lado sobre la cama cayendo como un peso muerto. Una vez más la cordura había llamado a mi puerta justo a tiempo, y decidí que lo mejor sería salir de la habitación inmediatamente. Sin embargo me sorprendió mi propia voz saliendo de mi interior.

-Lo siento tío –dije en un susurro- me he dejado llevar por… bueno, por lo que sea que me haya entrado, no sé el qué.

Esta vez había sido completamente sincero con aquel comentario. Y me pregunté cómo había podido siquiera pensar en aquella locura. Miré hacia mi primo y lo vi observándome fijamente con los ojos muy abiertos, aunque no conseguí leer aquella nueva expresión en su cara. Se había agarrado nuevamente el cipote y seguía pajeándolo mecánicamente. Yo aún seguía cachondo perdido, por lo que lo imité y empecé a marcar el mismo ritmo con mi mano sobre mi polla.

-Joder tío... Por un momento he pensado que me ibas a reventar el culo. Creí que me iba a tener que liar a hostias contigo… Necesitas un bueno polvo pero rápido… –Claudio había capeado aquella incómoda situación con una broma, y en el fondo se lo agradecí- …pero no conmigo, ¿eh? –se apresuró a añadir para evitar cualquier confusión-. En cuanto vea a tu novia voy a tener una muy seria conversación con ella, verás como en dos días te la estás follando- soltó una risa mientras ponía su mano nuevamente en mi pierna y me daba un apretón

-Me van las tías, ¿eh?

No sé por qué dije aquello, pero volví a sentirme como un grandísimo hijo de puta. Por Sonia. Pero sobre todo por Juan. Y posiblemente por no haber terminado aquella frase con algo como ‘ pero los tíos también, y mucho ’. El leitmotiv de mi vida. Siempre tratando de parecer algo que no era.

Mi primo soltó una carcajada, pude notar en su expresión que ni por un segundo había pensado lo contrario, para él era simplemente eso, un chaval ávido de sexo, y me pregunté hasta dónde habría llegado él con otro tío en su adolescencia.

-Venga tío, vamos a acabar el pajote que tengo muchas cosas que hacer antes de irme para Málaga.

Sonreí mientras aceleraba el movimiento de mi mano. Puede que en aquel momento no fuese consciente de ello, pero la visita de Claudio me habría de resultar de lo más positiva. Quizás no hubiese sometido a mi primo como había planeado pero sí había conseguido someter a mis instintos más oscuros.

Sentía además que la necesidad de venganza se había diluido en mi interior de alguna forma que no llegaba aún a entender. Era hora de olvidar de una vez por todas mi vida anterior y de pasar página definitivamente.

Y por último, había comprendido finalmente cuáles eran mis verdaderos sentimientos y había tomado una decisión al respecto.