Lorenzo y Raúl, mis dos hombres (02)
Segunda parte de la historia.
La sorpresa mayor vino cuando con el testamento y demás papeleos de la herencia se descubrió que Lorenzo había legado sus propiedades a Raúl pero con la condición de que fuese yo quien las controlase, como una especie de albacea pese a ser un adulto. Yo tenía el usufructo y el control de las empresas y era Raúl quien quedaba a mi cargo. Todos quedamos sorprendidos, y al estar a solas con Raúl le dije que mi idea era renunciar a ese testamento, que yo a su padre le quise como persona, como hombre y nunca por su dinero. Por motivos legales no pude hacerlo, pero le dije a Raúl que pese a lo que dijesen los abogados y los papeles, yo quedaba a su disposición que no necesitaba más que lo que ya tenía y que haría lo que él dijese, que la empresa era suya y yo nada quería, sólo mantener mi puesto de trabajo.
Esta etapa coincidió con un incremento notable de la actividad, lo que obligó a que tuviésemos que dedicarle mucho tiempo al trabajo, y con grandes resultados económicos, todo hay que decirlo. Yo tapaba todas las aventuras y las escapadas de Raúl, que eran muchas. Alguna vez tuve que decirle que era más golfo que su padre. Él me contesto que como sabía lo golfo que era mi padre, y yo le conté que le arreglaba todos los detalles cuando se iba de picos pardo. Me preguntó sino me importaba, y le dije que entonces no éramos pareja, que incluso ya juntos a veces hubo de seguir manteniendo algún que otro ligue y eso si me quemaba, pero luego su padre se hacía perdonar muy bien en casa. No se que pasó por su cabeza, pero me preguntó si su padre había sido un buen amante, mi contestación fue que no tenía con que comparar pero que a mi me había dado los mejores ratos de mi vida. Ese día las confidencias iban subiendo de tono, y Raúl me dijo que porque no me buscaba un amante discreto. Yo me reía y le decía que era demasiado vieja para ir ligando en discotecas, que no tenía amigas y que tampoco me veía recurriendo a una agencia. Raúl cada vez más audaz me preguntó si no echaba de menos el sexo. Creo que me puse como un tomate y en bajo confesé que echaba muchísimo de menos a su padre en la cama, que era una perdida irreparable.
Para cambiar de tema le pregunté por sus novias, Raúl muy vacilón me dijo que ninguna le duraba, que unas iban buscando el interés, y de esas huía y a otras no les podía seguir el ritmo, pues el trabajo le absorbía más de la cuenta. Yo muy en plan madre le dije que se buscase una buena chica, discreta y que se casará, para que ni tuviese que andar buscando por ahí. Raúl a carcajada limpia me dijo que si, que tendría que buscarse una mujer como yo, un poco anticuada, muy señora en la calle y muy golfa en la cama. Sus palabras me hirieron, y se notó en mi cara. Raúl vio el cambio de mi semblante y notó que había dicho algo incorrecto. Preguntó que pasaba y le dije que si ese era el concepto que tenía de mi. Si pensaba que era sólo una golfa que se acostaba con su padre por dinero. Le recordé que quisiese ó no, le gustase ó no seguiría siendo su madrastra y me debía un mínimo de respeto como yo se lo daba a él. Me pidió disculpas un montón de veces y repitió que había intentado hacerme un cumplido y sentía haberme molestado. Total que cerramos las confidencias un poco de mala manera.
En un par de meses el trabajo nos agobió y tuvimos que meter un montón de horas, y nuestro trato fue normal, profesional y como en casa casi no paraba, no hubo lugar de más roces. Entonces tuvimos que acudir a cerrar un trato muy importante, para eso tuvimos que viajar a Barcelona, en principio yo no estaba previsto que acudiese, pero Raúl insistió en que fuese con él. Se fiaba de mi olfato para ciertas cosas y con la excusa de que legalmente yo era la que mandaba, pues así repartíamos responsabilidades. Nos hospedamos en un hotel de lujo en la ciudad condal, y conseguimos un buen acuerdo comercial, gracias en parte a la audacia de Raúl y a que le fui guiando con buen tino. Cuando cerramos las negociaciones tuvimos una cena con nuestros anfitriones, ellos eran tres matrimonios, dos maduros y uno de media edad. En el matrimonio más joven se veía que las cosas no funcionaban muy bien, pues el marido me estuvo tirando los tejos toda la noche y la señora intento llevarse al huerto a Raúl a toda costa. Pero como había más gente y nosotros tampoco teníamos claro que pasaba allí se quedó todo en nada. Después de cenar y haber tomado una copa nos despedimos y volvimos al hotel.
Ese día era viernes y llevábamos tres días en Barcelona, tiempo en el que no habíamos salido del hotel, más que para acudir a la empresa y a comer, trabajo y solo trabajo. Raúl estaba especialmente contento por el éxito y me dijo que si me apetecía quedarme a pasar el fin de semana en Barcelona y disfrutar del tiempo primaveral, que si decía que si alargaría la reserva del hotel. Supongo que yo no tenía nada mejor que hacer y dije que bueno. A la mañana siguiente después de desayunar tarde salimos de recorrido turístico, supongo que hicimos lo típico, el recorrido Gaudi, etc.. acabamos comiendo en un coqueto restaurante del puerto. Y entre tanto charlábamos y disfrutábamos de la compañía del otro. Por la tarde le dije que me gustaría ir de tiendas y poder comprar ropa para el verano. Raúl asintió gustoso y nos dedicamos a recorrer un montón de tiendas exclusivas y carísimas, compre varias cosas, algunas clásicas, y otras más atrevidas. Cuando di por acabado el recorrido Raúl pícaro me dijo que si no tenía que renovar mi lencería. Yo sonriendo le dije que no me hacía falta, que no la iba a disfrutar nadie. Sonriendo muy enigmáticamente me dijo que él lo disfrutaba. Con toda mi inocencia le pregunte que como era eso, y me dijo que se fijaba en el colgador y se había dado cuenta que era demasiado antigua, y que así no podía encontrarme un amante. Me puse de mil colores y mi cara se calentó de vergüenza, pero él todo presuroso me agarró del brazo y me hizo entrar en una tienda de lencería. Cuando vino la dependienta, señalándome le dijo que "su mujer" quería renovar su ropa interior, y
Que él quería dar el visto bueno, pues luego lo iba a disfrutar. algo picante, muy picante. Mi vergüenza era proporcional a la sensación de querer huir corriendo, pero supongo que las dependientas han visto de casi todo, y sonriendo dijo que estábamos en el sitio indicado. Empezó a sacar conjuntos de todos los tamaños y colores, Raúl eligió varios, los más mínimos y sexys y me mandó al probador, indicando en voz alta que cuando estuviese lista nos avisase para que diéramos nuestra opinión. Me probé el primero, mis tetas generosas desbordaban el sostén, y el tanga minúsculo dejaba ver la maraña de pelo púbico que rebelde escapaba por los lados. Intente no decir nada, y probarme el segundo, pero entonces Raúl preguntó si estaba lista y a la vez asomó su cabeza por la cortina, al verme en ropa interior, la descorrió y avisó a la dependienta. Esta no dijo nada, y fue Raúl quien dijo que todavía no había comenzado la operación bikini, que la depilación vendría más tarde, y en voz de confidencia le dijo a la dependienta que él lo prefería así. Yo no sabía donde meterme y ellos sonreían. Raúl dio el visto bueno y me mandó probarme el siguiente conjunto. En total me probé cuatro conjuntos uno con liguero y siempre fue Raúl quien dio el visto bueno delante de la dependienta. Cuando salí y pagó Raúl, como el valor de la compra fue considerable la chica muy amable me regalo un tanga abierto en la entrepierna, asegurando que el estimulo ideal para iniciar noches de desenfrenó, Raúl aplaudió gustoso y yo me quería morir de la vergüenza.
Al salir a la calle, y alejados poco lejos de la tienda, me volví a él que era quien llevaba las bolsas y tenía las manos ocupadas y quise pegarle, a la vez que le decía que me había hecho pasar el momento más difícil de mi vida. Entonces soltó las bolsas en el suelo y agarrándome de los brazos me atrajo hacía él y sujetándome fuerte me dio un beso en la boca. Me quedé helada, por mis venas no corría sangre, entonces Raúl se separó y me dijo que volvíamos al hotel a dejar las compras y a descansar un momento y prepararnos porque luego me iba a llevar a cenar a uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Yo estaba aparte de colorada, incomoda pero Raúl se comportaba como si nada. En el hotel cuando iba a entrar a mi habitación, pegada a la suya me dijo que estuviese preparada para las nueve, y sonriendo me dijo que hoy podía ser un buen día para estrenar algo de lo que había comprado. Evidentemente se refería a la lencería que había elegido para mi. Yo avergonzada me metí a todo correr en la habitación. Deje las bolsas en el suelo y me llené la bañera para darme un baño de espuma y relajarme, y pensar en todo lo que había pasado. Cuando me hube bañado, y secado el pelo intenté elegir que ropa ponerme, me decidí por una blusa delas que había comprado, combinada con otra ropa que yo había llevado de casa. Y porque no decirlo me puse uno de los conjuntos de lencería comprados esa tarde, el más discreto, pero aún así me veía rara. Los pelos escapaban por los lados, por lo que con una tijera de manicura fui recortando todo lo que pude, hasta que quedó aceptable. Después de vestida, peinada y maquillada me miré al espejo y vi a una mujer cuarentona, pero de buen ver, todavía estoy lo suficientemente guapa para que haya hombres que se fijen en mi. Mi idea era pasar una velada tranquila con mi ahijado y si cuadraba intentar ligar y volver a sentir los picores del sexo que ya tenía olvidados.
Cuando baje a recepción, Raúl ya estaba esperando, vestía impecable y al verme silbo para demostrar que yo también estaba guapa. Un taxi nos llevó hasta el restaurante, una vez que nos acomodaron en la mesa que había reservado empezamos a charlar, al principio de trabajo y poco a poco de todo un poco, y llegamos a cosas personales. Raúl me pidió perdón por la broma de la tarde y aún y todo recalcó que el afortunado que pudiese disfrutar de la visión de esa lencería se lo iba a agradecer. Yo cabizbaja le dije que él no se había privado de darme un repaso en condiciones y que eso no estaba bien.
Cambiamos de tema y acabamos hablando de la cena anterior con los que habíamos cerrado el negocio, yo le dije que la "señora" estaba claramente pidiéndole guerra, Raúl riendo me dijo que se las había ingeniado para conseguir su móvil personal y que la próxima vez que viniese a Barcelona la iba a dar caña hasta hartarla, que tenía que ser una zorrita insatisfecha y que ese tipo de mujer, desatendida por los maridos era la que el prefería, pues cuando se acaba el rollo, no dan problemas. Luego me dijo que el marido también había estado persuasivo conmigo, y que yo no le había hecho el mínimo caso, ahora me reí yo diciendo que podía esperar de un hombre que teniendo una mujer guapa y por lo visto ansiosa iba buscando a otras y encima delante de sus narices. Que hombres así no me convenían, entonces Raúl me pregunto que hombres me convenían. No supe contestar, y solo acerté a decir, que probablemente y después del que había sido su padre, quizás ninguno. Raúl atreviéndose un poco más me preguntó si no le echaba de menos en la cama, yo totalmente acalorada le tuve que reconocer que mucho, y que era algo a lo que no sabría acostumbrarme. Le confesé no sin vergüenza, que descubrí el sexo muy tarde de la mano de Lorenzo y que cuando lo hice me arrepentí del retraso, pero que su padre además de un gran maestro fue insaciable y el tiempo que pudimos disfrutar juntos fue maravilloso. Luego seguimos hablando de otras cosas mas triviales.
Después de cenar me llevo a un local de moda, pero tranquilo, con zonas para sentarse, poder bailar etc. un sitio en el que los cuarentones no desentonan. Estuvimos tomando una copa y de animada charla, hasta que me dijo que si quería bailar, reconocí que hacía mucho que no lo hacía, pero insistió y me deje llevar. En la pequeña pista sonaba una música que desconozco, pero suave, y Raúl me tomo de los brazos y me fue indicando el ritmo. Pasaron varias canciones y yo estaba como en una nube, los ojos cerrados abrazada, pero con distancia a él. No se cuando pasó una de sus manos por mi cadera y me apretó aún más, como es más alto que yo, mi cabeza quedó apoyada en su pecho, embriagada de su olor masculino. Seguíamos moviendo despacio, al compás de lo que sonaba pero a nuestro ritmo, y sus dos manos acabaron primero en mis caderas y luego totalmente en mi culo. Yo no se porque pero me dejaba llevar del momento. Y fue él quien desde su altura me fue soplando poco a poco en el cuello, haciendo erizar mi vello, estaba relajada, como soñando y fuera de la realidad. Pero a la realidad volví cuando en un movimiento noté como en mi vientre presionaba con mucha dureza su miembro, me quede quieta, sin soltarme levanté los ojos y le interrogué con la mirada. Raúl estaba también un poco avergonzado, y me dio a entender con sus ojos que lo sentía. Deshicimos el abrazo y volvimos a sentarnos. Paso un rato sin hablar, el silencio era bastante incómodo para los dos, hasta que lo rompió Raúl y me pidió perdón, pero me aseguró que hay partes del cuerpo de un hombre que tienen vida propia. Me sonreía y le dije que me parecía inaudito que hubiese sido capaz de reaccionar así por una mujer mayor, que encima era su madrastra y para nada atractiva. Raúl calló pero luego de carrerilla me dijo que era un sueño de mujer, que yo le gustaba, y que estando bailando vinieron a su cabeza imágenes de cuando me había probado la ropa interior y no lo pudo remediar. Yo estaba entre halagada, preocupada y compungida. Decidí cortar cualquier tipo de situación comprometida para ambos. Estuvimos hablando, ó mas bien fui yo la que hablé, pidiéndole respeto, que no podía ser, etc. Raúl solo me miraba con cara de tonto y dejaba que soltase mi monologo, cuando acabé se acercó a mi puso su cara aun palmo de la mia y mirando a los ojos me dijo seco y claro, te deseo como mujer, quiero hacer el amor contigo y poder disfrutar de tu cuerpo, y ten por cuenta que tu también lo deseas. Y entonces me besó. Todos mis esquemas mentales se fundieron con ese beso, olvide todo lo que había dicho minutos antes y devolví y bese a Raúl con ansia, con deseo, con ganas de morirme entre sus brazos. Pasó un tiempo en el que nos besamos, y nos besamos y nos mordimos y nuestras lenguas se recorrieron y ya la mecha estaba encendida. Me pidió bailar de nuevo, pero ahora si que me abrazo pegándose a mi y besándome a la vez que me recorría con sus manos. Yo notaba su instrumento tan tieso pegado contra mi que poco a poco me fui mojando, y tuve que decirle que me estaba matando y que si seguíamos así no podía responder de mi misma. Raúl entonces dijo de volver al hotel. Yo le seguí, en el tiempo en que tardó en venir un taxi seguimos de la mano y besándonos de vez en cuando, mirándonos a los ojos y sin hablar. En el taxi me recosté en él y deje que sus brazo fuertes me apretasen. Al llegar al hotel por convención y por disimular un poco, nos separamos, pero en el ascensor me beso con tal furia que parecía un demente. El trecho del ascensor hasta mi habitación, (era la que más cerca estaba del ascensor) me llevó como en volandas. Fue cerrar la puerta a nuestras espaldas y comenzar un frenético baile de besos, de caricias, de pegarnos el uno al otro, sus ropas y las mías estaban esparcida por el suelo y yo acabé con tan solo el conjunto de lencería recién estrenado. Me miró con admiración y deseo y tan solo me fue empujando hacía la gran cama, caímos los dos a la vez, pero con Raúl encima de mi, su slip poco podía hacer para disimular una erección terrible. Como pudo soltó mi sujetador y se desprendió del slip, quedando su verga pujante a mi completa disposición. Le frené un poco y fui yo misma la que me quité el tanga, para quedar desnuda y ofrecida ante él. Nos besamos pero estábamos tan calientes que no hubo otros juegos, me puso debajo suyo y me la metió, despacio, pero sin detenerse. Cuando lo sentí totalmente dentro de mí di un pequeño grito de alegría. Raúl inició entonces un lento juego de entradas, de salidas de mi coño. Bombeando primero deprisa, luego despacio, luego deprisa otra vez, y luego no se, porque me nublé y me empecé acorrer como ya no recordaba. Tuve un orgasmo intensísimo, y largo, muy largo. No sé lo que hice, pero según Raúl dije todo tipo de incoherencias y le arañé hasta dejarle marcas en su espalda, mientras mis muslos lo apretaban, intentando sentirle entero dentro de mi. Cuando yo estaba recobrándome de mi orgasmo, y con uno de los empujones de Raúl sentí que se corría dentro de mi. Fue el final perfecto para un polvo perfecto. Acabamos tan cansados y sudados que ni hablamos. Quizás fueron diez escasos minutos de desenfreno, pero valen por todo un infinito. Desnudos, cansados, nos metimos en las sábanas y yo me quedé dormida en sus brazos. Por la mañana desperté con su aliento en mi cuello; me tenía abrazad desde atrás y su lengua jugaba con su cuello. Me puso como loca, y más al sentir su rabo pujando en mi espalda. No me repetiré, solo que esa mañana nos amamos hasta cansarnos, disfrute de su verga hasta cansarme y conseguí un montón de orgasmos, de todas las intensidades y sensaciones. No dejamos nada por practicar, ni el sexo anal, que a su padre le encantaba. Raúl me puso a cuatro patas y después de comerme por todas partes y con la ayuda de una crema hidratante de mi neceser me enculó. Como a su padre le encanta bombearme ala vez que ordeña mis tetas colgantes. Se lo dije y me contestó que su padre siempre había tenido muy buen gusto y que el lo había heredado. Practicamos sexo oral, como apremió de nuevas erecciones y cuando quería descansar y que yo me mantuviese excitada. También le pedí que me dejase ser yo la que lo montase, es mi postura favorita pues controlo la penetración hasta que me abandono y le dejo a él que sea el que se mueva. Además como quedan mis tetas a su disposición, acabo gozando como una perra. No salimos a comer, pedimos un pequeño refrigerio en la habitación sin importarnos que supiesen que habíamos compartido cama. Y nos dormimos acurrucados el uno en el otro. La idea era estar en Barcelona hasta el lunes que pronto en la mañana dejar cerrados unos asuntos y volver pronto a casa, pero cambiamos los planes. Raúl llamó a la empresa diciendo que todo había ido correcto pero que quedaban flecos por cerrar y que retrasábamos la llegada un día. Esa tarde de Domingo dimos un breve paseo como dos enamorados, picamos brevemente un par de tapas en un bar y volvimos al hotel con la urgencia de dos amantes desesperados. La juventud de Raúl me brindo otra noche de sexo total y otro montón de orgasmos, y los dos quedamos cansados pero felices. El lunes de madrugada tuvimos un pequeño escarceo antes de levantarnos, y jugando con sus dedos en mi coño desnudo y ofrecido me hizo volver a correr. Compartimos ducha y también caricias, pero sin tiempo para mucho más tuvimos que vestirnos para marchar. Raúl fue a su habitación a recogerlo todo, el poco ratito que estuve a solas no dejé de darle vueltas a lo que había pasado, y empecé a arrepentirme de lo que había pasado. Esa mañana la pasamos cerrando asuntos, sin tiempo para pensar o hablar de lo nuestro. Con todo más o menos cerrado volvimos a casa, comimos en la carretera un simple bocadillo y a última hora de la tarde estábamos en casa. En todo ese tiempo los móviles no pararon de sonar, y estuvimos dando indicaciones a la gente de la empresa de lo que había que ir adelantando para cerrar la operación. Al llegar a casa, Raúl subió las bolsas de viaje, cuando las soltó en la entrada del piso, me dijo que ya tenía ganas de volver a casa. Yo me retiré al dormitorio principal a cambiarme y cuando estaba haciéndolo, llamó a la puerta Raúl, pidiéndome permiso para entrar. Fue un detalle que no rompiese mi intimidad en mi casa, le dije que esperase, y poniéndome una bata le dije que pasase. Se sentó en la cama de matrimonio y muy serio me preguntó que iba a pasar ahora. Si una vez en casa me iba a arrepentir de lo que había ocurrido entre nosotros, porque él no se arrepentía de nada y estaba dispuesto a poner toda la carne en le asador. Yo estaba temblando como un flan. De pie pero sin mirarle le dije que me había hecho una mujer feliz, pero que era su madrastra, muy mayor para él y que por su bien debía buscarse una chica de su edad y formar una familia. Que lo nuestro no lo iba a entender nadie y seríamos el centro de todas las miradas y críticas. Se levantó, me abrazó y poniendo un dedo en mis labios me hizo callar. Entonces me dijo, que como persona me respetaba, que como colaboradora en el trabajo no tenia igual y que en la cama era la mujer que llevaba toda la vida buscando y que no pensaba renunciar a mi por un absurdo convencionalismo social. Entonces me dio un sencillo beso en los labios y me dijo que me vistiese que teníamos que preparar la cena. Me puse mi ropa de casa y para cuando fui a la cocina ya había empezado a preparar cosas. Entre los dos hicimos un poco de todo y cenamos en perfecta cercanía. Estuvimos un poco en el salón viendo la tele, a mi me daba un poco de corte decir que me iba a la cama, pues estaba cansada; y realmente quería irme yo sola para no comprometerle más. Entonces se levantó y me dijo que pensaba compartir mi vida, desde esa misma noche y que por supuesto también mi cama. Intente razonar con él, pero se cerró en banda y solo me dijo que solo desistiría si le decía que no sentía nada especial por mi. Mis lágrimas lo convencieron de sus certezas, así que me obligó a irme de su mano hasta la cama de matrimonio en la que hasta hacía bien poco dormía y disfrutaba con su padre. Me deje ir, y poniéndome el pijama ante él me metí en la cama, Raúl se fue pero sin quitar la luz, para volver también con el pijama puesto y se metió en la cama conmigo. Yo temblaba como una colegiala, pero él me tranquilizó, abrazándome y diciéndome cosas cariñosas. Esa noche no hubo sexo, tampoco en la mañana siguiente, juntos fuimos al trabajo, donde todo se desarrollo como si nada hubiese pasado. En casa como siempre, cena, un poco de televisión y volvió a llevarme a la cama, Volví a dormirme relajada con sus palabras, esa noche tampoco hubo sexo, solo un ligero acercamiento físico que me hizo sentir reconfortada. Durante toda la semana ocurrió lo mismo, trabajo, y en casa tranquilidad, y yo me sentía bien durmiendo a su lado.
El viernes a la tarde me dijo que había quedado con un antiguo amigo y que se tomaba una par de cañas pero volvía a cenar a casa. A mi de repente me entraron celos, pero a su vez sentí alivio porque las cosas volvieran a se como debían.
Pero Raúl cumplió lo dicho y pasadas las diez estaba en casa cenando conmigo, al ser viernes y pese a que la televisión no tiene nada destacable, estuvimos viendo una película hasta media noche. En ese rato hablamos más bien poco, y yo estaba especialmente retraída. Al acabar la película, fuimos la baño par acostarnos. Cuando entre en la habitación Raúl ya estaba dentro de las sábanas y tan solo una luz en la mesilla. Me acosté a su lado como los últimos días, y le di las buenas noches.
Pero Raúl paso su mano por mi cadera, lo que me provocó un estremecimiento y consiguió que me temblase toda. Entonces apoyo su cara en mi nuca y me preguntó si lo iba a rechazar siempre. Yo lloré como una idiota y entonces él me hizo girarme, secó con sus labios mis lagrimas y después de haberme calmado comenzó a comerme la cara a pequeños besos. Yo estaba pasiva, pero cuando su lengua busco entrar en mi boca, el deseo estalló dentro de mi y me abandone a aquel hombre que tan bien me había hecho el amor en Barcelona. Y allí en mi cama, donde había pasado las mejores noches de mi matrimonio Raúl me poseyó y consiguió que gozase como una loca. Me llevó a alcanzar cuatro impresionantes orgasmos y él vació sus testículos en dos ocasiones. Quedamos rotos, cansados, sudados pero satisfechos. Además al ser sábado el día siguiente no teníamos tanta prisa, pese a que solíamos acudir a la empresa. Pero no lo hicimos ese sábado, porque cuando desperté lo hice con sus dedos acariciando mi cosita, me moje entera y cuando notó que estaba preparada me montó otra vez. Esa mañana nos la pasamos jugueteando como dos chiquillos en la cama, cerca del mediodía nos levantamos, en la ducha me ofreció otro gran orgasmo con el agua templada corriendo por mi espalda y apoyada con las dos manos en la pared para no caerme, mientras el me barrenaba sin parar. Me quedé traspuesta y poco a poco resbale hasta quedar sentada en el plato de la ducha. Como Raúl no se había corrido todavía, supongo que tanta actividad le daba resistencia y como yo no reaccionaba, se empezó a masturbar delante de mi cara. Ver su gran falo delante de mis ojos y como se agitaba era todo un espectáculo, y su semen me llenó la cara, los ojos, el pelo, dejando un claro rastro de su placer en mi. Entonces fue él quien se sentó a mi lado y besándome y acariciándome consiguió que saliese de mi sopor. Tuvimos que limpiarnos de nuevo, mientras jugábamos con el agua templada y nos acariciábamos. Estuvimos tanto rato debajo del agua que acabamos arrugados. Medio despejados salimos al cuarto y entre bromas nos vestimos. Raúl abrazándome desde atrás mientras me secaba me pidió que me pusiese una falda corta y mi lencería más sexy, que quería presumir de chica. Para mi fue un halago y me vestí con ropa formal, pero con una falda mas bien corta y como prendas interior elegí el tanga con la entrepierna abierta que nos habían regalado en Barcelona. Fuimos a comer y hablando por el camino le dije que iba a coger frío, que entre la falda corta y el llevar todo al aire, no lo tenía claro. Raúl se río y aprovechando un semáforo en rojo metió su mano entre mi falda y llegó sin problemas hasta mi coñito, que con su visita reaccionó y comenzó a destilar placeres. Cuando Raúl tuvo que sacar la mano la llevo a su boca, oliéndola primero y diciéndome en alto que sabía a gloria, y que si pudiese elegir esa sería la comida que quería y no ir a un restaurante. Durante toda la comida se estuvo entreteniendo en meterme mano, llegó a ponerme al borde del colapso, tanto que cuando acabamos de tomar café le pedí que por favor regresásemos a casa, que necesitaba sentirle dentro de mi. No se hizo de rogar y de camino de vuelta siguió acariciándome, tanto me excité que deje el coche mojado con mis jugos, que ya corría por mis mulos. No me dejó que me coriese, pues cada vez queme veía cerca del orgasmo se paraba para volver a empezar un para de minutos más tarde. En el ascensor de casa y con riesgo de que algún vecino nos pillase me levantó la falda, dejando todo mi culo al aire, cosa que aprovechó para darme un par de cachetes y de paso llegar con su dedo hasta el agujero posterior. Salimos del ascensor disparados, y ya en casa fuimos derechos a la cama, Raúl se denudo en un segundo y yo me quite lo quite todo menos el tanga abierto. Tal cual le hice ponerse de espaldas y fui yo quien lo monté. Me apresuré a subir y bajar por falo, duro como un poste y en escasos minutos me corrí chillando como una cerda. Fue un orgasmo brutal, sin control, tanto que no me enteré y se me escapó hasta la orina, dejando la verga de Raúl mojada de mis secreciones y de la orina que se había escapado. Me deje caer sobre su pecho y cuando reaccioné le di las gracias por darme tanto placer y hacerme tan feliz.
Ese fin de semana hicimos otro maratón de sexo, y salimos lo justo de casa para alimentarnos, volviendo rápidamente para saciar nuestras apetencias de sexo.
Desde entonces seguimos durmiendo juntos, pero muchos días practicamos sexo, realmente casi todos los días, y es en los fines de semana donde si hay oportunidad nos desfogamos del todo.
Ahora estoy embarazada de Raúl, fue una decisión que no tomamos, solo ocurrió. Yo con su padre nunca tome ninguna medida anticonceptiva, pero creo que fue Lorenzo quien después de unos años de enviudar y para evitarse problemas se hizo la vasectomía. Yo con Raúl, ni me lo había pensado, fui un poco ingenua, pero ahora estamos encantados. Su familia no sabe nada de nuestra relación y yo soy ahora el centro de todos los chismes debido a mi estado y todos me tachan de zorra. Y quizás lo sea pero lo he sido sólo para los dos hombres de mi vida.
Como colofón diré que la empresa que heredamos de Lorenzo cada día funciona mejor, tanto que en este momento tenemos una oferta de compra por mucho dinero por parte de un grupo inversor, Raúl más audaz que yo dice que lo vendamos todo y nos vayamos a vivir al sur donde nadie nos conozca y podamos pasar por un matrimonio más, y de hecho espera poder casarse conmigo en un futuro cercano. Que con el dinero montemos otro tipo de negocio que nos permita más tranquilidad y así podamos disfrutar de nuestro retoño y de estar nosotros juntos.
Creo que aceptaré su propuesta y entre tanto sigue haciéndome gozar como una reina, y no se si será cosa del embarazo o porque, pero cada día me gusta más hacer el amor con él y sentirle dentro de mi. Tanto que cuando inevitablemente de a luz echaré en falta todo esto. Pero el tiempo dirá y nos pondrá a cada uno en nuestro sitio.
Nota: Esta historia es la recreación de unos hechos reales de los que he sido participe por motivos que no hacen al caso, los nombres están cambiados y como veis no he dado detalles íntimos para que nadie pueda ubicar a los protagonistas de la historia, que a fecha de hoy viven una vida anónima y después de vender su empresa y con una solidez económica importante montaron varios pequeños negocios en los que siempre les ha acompañado el éxito. Ahora tienen dos hijos una parejita preciosa y ella pese a ser una mujer madura puede presumir de estar guapa como muchas otras mujeres a las que dobla la edad, también sé; y no preguntéis como lo sé; que sus noches son de puro fuego y se aman sin perder la fogosidad de los primeros años.
Están escritos en primera persona, pues para mi, mal escritor es más fácil desarrollar el asunto si me meto en la piel de los protagonistas (y más placentero por cierto).