Lorenzo y Raúl, mis dos hombres (01)

Esposa primero y madre después.

Soy mujer, viuda de 44 años, y marido cuando murió hace ya cuatro años me dejó en una posición económica inmejorable. Yo trabajaba en una de sus empresas como secretaria y allí le conocí. Cuando quedó viudo de su primera mujer tuvo mariposeando a su alrededor todo tipo de mujeres buscando mejorar su posición económica y porque no decirlo disfrutar con ello, pues era guapo, maduro pero guapo. Por casualidades de la vida yo fui ascendida y pasé a ser su segunda secretaria, pues tenía una que llevaba con él toda la vida y era ella la que preparaba todo lo que realmente necesitaba, tanto profesionalmente como a nivel personal. Yo apoyaba esa labor y poco apoco me empecé a conocer mejor al que entonces era mi jefe. Y el azar intervino de nuevo y su secretaria enfermó gravemente y tuvo que dejar de trabajar, pasando yo a ocupar su lugar como mano derecha del jefe. Esta buena mujer también acabó muriendo y sé que mi difunto marido ayudó a su familia hasta el último día como gratitud de todo lo que había hecho por él. Esta actitud a mis ojos le daba un matiz de persona especial, pero entonces y ahora siempre mi timidez me impedía siquiera levantar la voz más de lo justo.

Yo en aquel entonces tenía 33 años, estaba soltera, era hija sola y vivía con mi padre pues mi madre también había muerto. Con el resto de la familia, toda lejana, casi no teníamos tratos, y no estaba muy sobrada de amigas, de hecho con l@s compañer@s de trabajo tampoco me relacionaba mucho, en parte por mi timidez y en parte por estar separada del resto de compañeros, que tampoco hacía nada por acercarse a mi pues la cercanía del jefe no interesaba a nadie. Por eso salía más bien poco, y los fines de semana únicamente iba al cine con mi padre o bien dábamos un paseo y luego a ver la tele en casa. Una vida de lo más aburrida. De hombres nada, era virgen absoluta, de besos, de caricias, de todo; de hecho nunca me había masturbado, y eso que alguna vez estuve a punto de intentarlo, pero mis temores pudieron más y no lo hice.

Era muy tímida y creo que muy tonta.

Y una tarde de viernes, que jamás olvidaré Lorenzo mi jefe y luego marido me pidió que me quedara hasta organizar unos asuntos profesionales muy importantes, sin dudar le dije que no había problema, entonces me preguntó si no tenía planes para salir. Le dije que no, que solo me esperaba mi padre y que no había problemas. Supongo que intrigado me hizo un pequeño interrogatorio dejándole pensativo la falta total de vida social que yo tenía. Ese viernes acabamos muy tarde y Lorenzo me llevó hasta mi casa, en un modesto barrio de la periferia. Antes y como el asunto no se había cerrado del todo me pidió por favor si podía venir a trabajar ese sábado, es algo que nunca se hacía en la empresa, aunque él como jefe y propietario trabajase casi todos los sábados y más desde que se murió su mujer. Por supuesto dije que no había problema y que lo haría encantada. Ese sábado acabamos casi a las tres de la tarde de preparar los informes para la compra de otra empresa en una operación muy importante. Era hora de comer y me invitó a que le acompañase. Yo me negué diciendo que mi padre me esperaba y entonces dijo que le invitaba también a él. No supe que decir y entonces ante mi silencio llamó a mi casa y presentándose dijo que en media hora pasábamos a recogerle para ir a comer. Mi timidez no me dejó reaccionar, y nos llevó a comer a un buen restaurante que esta en un monte cercano y rodeado de verde, jardines, etc.

Yo estaba un poco incomoda pero Lorenzo estaba muy relajado.

El lunes siguiente me llamó a su despacho y me dio una caja, con un precioso y carísimo collar, me dijo que era en gratitud del trabajo, buen trabajo realizado, y por la perfecta velada del sábado. Quise rechazarlo, pero no me salían las palabras, entonces se acercó a mi y sin dejarme decir nada se puso a mi espalda y lo colocó en mi cuello. Supongo que notaría mi nerviosismo y que toda mi piel se erizó, poniéndose piel de gallina, y cuando toco mi cuello no pude reprimir un pequeño estremecimiento.

Lorenzo era un hombre muy experimentado y en ese momento supo que yo no había sido tocada por nadie, y como me confesó ya casados se hizo el propósito de seducirme, como un juego de diversión más. Para ello empezó a halagarme, a preguntarme cosas cada vez más íntimas, y con mis sonrojos y mis silencios se divertía a mi costa.

Yo era, y soy una mujer guapa, no una top model pero tengo una cara agradable, visto bien y tengo bastante busto, pero una cintura no demasiado grande. Supongo que para Lorenzo fue un divertimento durante el tiempo que me acosó pensando que en pocos días me habría llevado a la cama. No contó que mi timidez, mi inexperiencia en cualquier asunto amoroso me bloqueaba ante cualquiera de sus insinuaciones, y por supuesto jamás entré al trapo. Lorenzo no podía creer que me resistiese tanto y más cuando tenía cola en su puerta de todo tipo de mujeres, hasta alguna casada con alguno de sus amigos, y esto yo lo sabía pues filtraba casi todas las llamadas, hasta que se extendió el uso de los teléfonos móviles, que Lorenzo usaba sobre todo para sus asuntos más personales. Yo estaba al tanto de todos sus devaneos, sus escapadas y todo lo que hacía pues de hecho casi siempre era yo quien reservaba los hoteles, quien encargaba los regalos y todo lo necesario para agasajar a sus amantes. Siempre el lunes me hacía comentarios del fin de semana e invariablemente me hacía proposiciones para que fuese yo la siguiente. Yo siempre roja como un tomate huía como si me persiguiese el diablo, ante sus risas.

Supongo que esta situación podía haber durado para siempre, pero entonces de un ataque al corazón y de repente murió mi padre. Tuve que pedir permiso para todo lo que había que hacer, y por supuesto Lorenzo y todos en la empresa me ayudaron. El día del funeral no asistió del trabajo nada más que un par de compañeras y Lorenzo. Fue un funeral desangelado, al que asistieron una pocas personas mayores, amigos de mis padres, tres familiares lejanos por cumplir y yo estuve absolutamente sola. Lorenzo que ya había pasado por el trance de perder a su mujer, ese día sufrió a mi lado, de la soledad en que me encontraba. Se portó como un caballero, ayudándome y encargándose de casi todo pues yo estaba en una nube flotando.

Pase un par de días en casa sola y lo pase mal. Al volver al trabajo Lorenzo no intento hacerme bromas viendo lo mal que lo estaba pasando, de hecho me sugirió que cogiese unos días de vacaciones y me escapase a algún sitio tranquilo. Tuve que confesar que para estar sola donde mejor estaba era en mi casa, y trabajando.

Desde esos días su actitud ante mi cambio y poco a poco volvimos a la rutina, que coincidió con un montón de trabajo, resultado de la ampliación de la empresa, y yo me volqué en el trabajo, metiendo muchísimas horas, y estando siempre al lado de Lorenzo, que ahora me trataba exquisitamente. Me invitó a comer muchos sábados y era él quien me sacaba de mi cueva. Poco a poco me fui enamorando de él y creo que Lorenzo también empezó a sentir cariño por mi, más allá de sus primeras intenciones de llevarme a la cama. Una tarde que estábamos de paseo y charlando animadamente me preguntó con mucho tacto que si no había salido con ningún hombre. Yo me sinceré y le dije que con el único que había salido si se podía llamar así era él mismo. Pues mi familia se había mudado aquí cuando yo era adolescente y me costó integrarme en un nuevo grupo, además enseguida murió mi madre, teniendo que ser yo quien tomase las riendas de la casa. Que no tenia amigas, solo unas pocas conocidas y que al no tener grupo no me buscaba nadie, además un poco desanimada dije "quien se va a fijar en mi" Lorenzo, se frenó, se puso enfrente de mi, tomó mis manos y mirándome a los ojos me dijo que el se había fijado en mi. Yo saque una mueca, y sin pensar lo que decía contesté que si, pero que lo único que contaba para él era hacer otra muesca más en su innumerable lista de conquistas y de amantes, y que yo de eso no sabía, ni quería tener que pasar por ello. Que el trabajo era mi último refugio y que no quería que nada lo estropease. Siguió apretando mis manos y acercando su cara a la mía, me beso, con mucha delicadeza, un beso casi casto, de amistad, de complicidad, para nada de lujuria.

Yo debí poner una cara muy difícil, de sorpresa, de espanto, de asombro, pues le deje cortado. Cuando reaccioné le pedí que me llevase por favor a casa, Lorenzo calló y me acompañó hasta mi portal y tan solo nos dijimos adiós. Ese Domingo casi ni descansé dándole vueltas y más vueltas a lo que había pasado e intentando negarme a mi misma que me había enamorado como una colegiala de mi jefe. Pero ante todo tuve miedo, mucho miedo, por lo que pudiese pasar.

El lunes en la oficina intente estar como siempre, pero no me salía y estaba esquiva, nerviosa, a ratos irascible, totalmente inestable. Lorenzo tampoco tenía su mejor día y justo antes de comer me llamó al despacho, y poniéndose de pie me pidió perdón por haberse pasado conmigo el sábado. Yo me derrumbé y comencé a llorar como una Magdalena, esto le descolocó del todo, pues no sabía que hacer. Estábamos uno frente al otro y yo llorando a moco tendido, pero se acercó, me abrazó entre sus brazo y yo ya no contuve mi llorera, Lorenzo, abrazándome me decía cosas tranquilizadoras hasta que consiguió que me calmase. Cuando paré de llorar y se hizo inevitable deshacer el abrazo, me separó un poco de él y entonces me besó otra vez. Esa vez no dije nada, no hice nada, solo cerré los ojos y deje que aquel hombre del que me había enamorado ciegamente me besara. Mi torpeza me impidió seguirle en el beso, mi boca parecía cosida, y pese a ello me llenó de besos la cara, los labios, el cuello y consiguió que me estremeciese como nunca lo había hecho y desear algo que nunca antes había deseado, que aquel hombre me acariciase, que se fundiese en mi y me hiciese disfrutar como mujer. Lorenzo vio mi total y absoluta entrega y también mi inexperiencia, por eso dejando de besarme me volvió a abrazar y dijo que si quería acompañarlo a su casa, pero que no habría vuelta atrás. Yo estaba como en una nube, y le dije que no estaba segura de lo que quería, pero no quería volver atrás, tan solo que lo quería a él y que con su permiso prefería que fuésemos a mi casa.

Salimos casi corriendo de la empresa, y un taxi nos dejo en mi portal, el trayecto duró apenas 15 minutos, y desde que salimos del trabajo no habíamos cruzado palabra, solo nuestros ojos se habían encontrado y nuestras manos enlazadas mantenían el momento. Cuando por fin entramos en mi pequeño piso, y de pie de la mano en el salón le confesé que no sabía que hacer, que quedaba en sus manos, pero por favor que no me hiciese daño, y especifiqué que no me refería solo a daño físico sino que por favor no me hiciese sufrir como mujer, que sino no lo aguantaría. Lorenzo calló, pero aproximándose a mi me volvió a besar. Sus besos cada vez eran más audaces y audaces empezaron a ser sus manos que volaban por mis flancos, acariciando sin pudor mi culo por encima del pantalón. También sentí la dureza de su miembro apoyado en mi vientre. Yo no abría los ojos, y llegue a pensar que estaba en otra dimensión, o quizás soñando, no lo sé.

Después de un tiempo indeterminado, Lorenzo me dijo que mejor nos fuésemos a mi cama, para estar mas cómodos. Ahí fui consciente de que a mis 35 años iba a ser mujer, pero no lo dudé y llevándole de la mano fuimos a mi cuarto. Mi cama es pequeña, pero no importó, al poco estábamos los dos casi desnudos tumbados encima dela colcha y sin dejar de besarnos. Lorenzo se cansó de sobarme y de acariciarme sobre todo el pecho, y cuando mis tetas quedaron libres se puso a chupar y a morder mis pezones como desesperado. Sin para de besarme poco a poco me dejo desnuda del todo, como lo estaba ya él. Y fue su mano la primera en llegar a mi pequeña cueva, que para entonces parecía un estanque, cuando el primer y desvergonzado dedo entró en mí y llegó a mi botón del placer, yo ya respiraba muy agitada y vencida en todos mis temores, y fue tocar mi clítoris y yo empezar a gemir y a correrme. Fue algo único, era mi primera vez, la primera vez que obtenía placer y no se lo que pudo durar, sé que cuando acabo la última de mis convulsiones, le pedí que saliese y empecé a llorar, me acurruque junto a él y estuve llorando un rato ante su sorpresa. Lorenzo me tenía totalmente recogida entre sus brazos y su pecho desnudo, y no pude dejar de notar una terrible erección. Era la primera vez que veía un miembro masculino (pues aunque había visto películas eróticas e incluso alguna X , nunca uno al natural y a mi disposición) Volvimos a besarnos pero yo ya estaba de vuelta y tan solo quería sentirlo a mi lado. Lorenzo era un gran hombre, inteligente y sensato y supo que no estaba preparada aún para perder mi virginidad, pero también pensó en su pene erecto. Con delicadeza cogió mi mano y la llevo a su aparato, yo no sabía que hacer, y se lo dije en alto, entonces él me dijo que hiciese lo que hiciese, que lo disfrutase y lo hiciese con cariño, con amor y que entonces llegaría el placer para ambos. El instinto me llevo a agitar su tallo arriba y abajo y entre jadeos Lorenzo se corrió llenándome la mano y parte de su vientre de leche, quedamos los dos abrazados de nuevo y cubriéndonos con la ropa de la cama, pese a su estrechez nos quedamos dormidos. Después de un rato de dormitar despertamos, ya había caído la tarde y la noche se anunciaba en la ventana. Yo me levanté para ir al baño. Cuando volví a la cama, desnuda como estaba me acosté a su lado y le dije que no pensase mal de mi (Que tonta llegaba a ser) que era mi primer hombre y que le pedía respeto. Lorenzo callaba entre divertido y excitado, hasta que me dijo que iba a ser el primero en todo y que nunca me iba a arrepentir de haber dado ese paso. Y volvió a la carga, me besó y me puso loquita de nuevo, y de nuevo sus dedos llegaron a mi cueva, que por supuesto notando las caricias reaccionó adecuadamente y quedó empapada. Cuando volvió a tocar mi pequeño botón mis jadeos se hicieron notar y me dejó al borde de gozar otra vez. Y se paró, entonces acomodándose en la cama bajo su cara por mi pecho, por mi vientre, hasta llegar a la entrada de mi secreto placer y cuando su lengua se posó en mí, fue como una pequeña descarga eléctrica, con sus lamidas enseguida me volvió a llevar a la puerta del placer y de nuevo me corrí, empapando su cara con mis jugos. Cuando se incorporó no me importó besarle y apreciar el ligero sabor salado de mis jugos. Fue una serie de besos intensos, calientes, que me dejaron totalmente entregada a mi hombre. Poco a poco se fue colocando entre mis piernas, yo suponía lo que venía ahora, y me dejé hacer. Cuando su pene se colocó a la entrada de mi virgen vagina di un pequeño grito de susto, Lorenzo paró y no dejo de besarme y decirme cosas agradables que me dejaban anhelante y relajada en sus brazos. Volvió a intentarlo y entró lo justo para que yo sintiese daño, lo notó y se frenó de nuevo, y al rato volvió a intentarlo, yo en esos momentos no sentía placer pero me dejaba ir. Hasta que llegó a mi himen, pero no se frenó y de un empujón seco entró. Ahora si grité, si bien el daño no fue grande si sentí molestia, Su pene seguía dentro de mi y Lorenzo no paró de sobarme, de acariciarme, de morderme donde podía y a la vez empezó un suave baile, entrando y saliendo de mi coño, pero en cada movimiento llegaba un poco más adentro. Y por supuesto entró hasta que sus bolas chocaron en mi entrada. La molestia fue dando paso poco apoco a pequeños síntomas de placer, y no sé como lo hizo pero consiguió que una de sus manos anduviese por la zona, y ya entonces con la doble estimulación de su pene y de sus dedos volví a excitarme. Al arto estaba ensartada, abierta totalmente de piernas, con Lorenzo bombeando como un poseso y yo gozando otra vez, tuve otro pequeño orgasmo, más corto, menos intenso, pero orgasmo al fin de cuentas y entonces sentí que Lorenzo dando uno terribles empujones me clavaba todo y dando un empujón soltó todo su semen en mi coño. Se abandonó entre mis brazos y apoyó su cabeza en mi pecho. Medio tambaleándonos los dos fuimos al baño, con esa complicidad que da estar desnudos en el cuarto de baño y que solo la tienen los buenos amantes, nos aseamos un poco, y mientras le veía vaciar su vejiga frente a mi, pensé que quería envejecer a su lado y sentirle en mi cama todas las noches de mi vida. Pero ni una palabra salió de mi boca. Cuando volvimos al cuarto le dije que si quería preparaba algo para cenar. Accedió y yo me puse una bata y Lorenzo un albornoz mío que escasamente le tapaba y hacía que se sintiese cómico. Preparé lo que pude para cenar con gran agrado de su parte, (reconozco que soy muy buena en la cocina), en la mesa estuvimos hablando de todo y de nada, aunque mi nerviosismo salió otra vez a la luz, él me notaba inquieta y me preguntó que me pasaba. Le tuve que contestar que me había hecho inmensamente feliz, pero que quería que nuestra relación laboral no cambiase, pues de momento el trabajo era mi única unión al mundo real. Lorenzo se rió y dijo que de ninguna forma iba a dejar escapara la secretaria mas eficiente que nunca tuvo, y que además pensaba y lo remarcó, compartir mi cama siempre que pudiese y yo quisiese. Yo sonrojándome le dije que él era mi primer hombre y que lo que me había hecho disfrutar no se olvidaba.

Desde ese día fuimos amantes, nuestra relación laboral no cambió en absoluto, tan solo que todo el mundo notó en mi un cambio y es que la felicidad no se puede esconder.

En el trabajo nunca practicamos sexo, eso lo dejábamos para las noches que se venía a mi casa y sobre todo para los fines de semana, que como dos enamorados pasábamos recorriendo España entera. A su casa intentábamos no ir pues de su primer matrimonio tenía un hijo Raúl, y para mi era muy violento.

Sus antiguas relaciones las fue dejando poco a poco, y eso que yo jamás le pedí nada, ni intente acapararlo, yo era consciente de mi situación y que lo nuestro duraría mientras el quisiese que durase. Al principio siguió acostándose con alguna de sus antiguas amantes, jamás me lo ocultó y me decía que para él yo era la única, pero que no podía abandonar todas las relaciones anteriores, pues alguna de ellas eran también de negocios. As mi me consumían los celos, pero jamás di señales de enfado, o intenté amenazarle, me conformaba con que volviese a mi cada vez que él podía hacerlo.

Un fin de semana que habíamos ido a Madrid y estábamos paseando por Toledo me pidió que me casase con él, me dijo que al principio igual era difícil, que habría gente que no lo entendería, incluido su hijo y el resto de su familia. En principio no accedí pero cuando me lo volvió a pedir dije que si pero con condiciones. Una de las cosas que tenía claras es que quería separación de bienes, que nadie pensase que me casaba con él por su dinero, y que a cambio me asegurase que no sería perjudicada si él moría o nos separábamos. Con su aceptación le deje que lo preparase todo, sobre todo que se encargase de su familia.

La familia incluido su hijo pensaron que iba a agarrarle por su dinero y cuando Lorenzo explicó que íbamos a tener un acuerdo nupcial, se quedaron más tranquilos. Pese a todo Raúl no me aceptó ni de buena ni de mala gana, pasó de mi totalmente.

Yo tímida que he sido siempre, intentaba pasar desapercibida, y el día de la ceremonia fue intenso pero incómodo. Lo peor fue con Raúl, que supongo que por culpa del alcohol me dedico unas palabras demasiado fuertes, y esto molestó a su padre. Yo intercedí y dije que no pasaba nada, y que sería yo quien debería ganarme al chaval a base de darle confianza y cariño. Raúl tenía entonces 22 años, estaba estudiando y su padre tenía mucho planes para que le ayudase en sus empresas. Pero este siempre fue un poco tarambana y con dinero se dedicaba a vivir, sin molestarse demasiado de estudiar o de ayudar a su padre.

Después de casados me traslade con todas mis cosas a la casa de Lorenzo, un inmenso piso en una de las mejores zonas de la ciudad, teníamos una persona que se venía a ratos y se ocupaba de la casa, de lo demás era yo que me encargaba del día a día. La convivencia con Raúl se hacía difícil, pero jamás le puse una mala cara, ni le di desprecio alguno, de hecho tapé muchas de sus escapadas y sin que él me lo pidiese le defendía delante de su padre. Esto poco a poco hizo que su actitud ante mi pasase de franca hostilidad a mas bien indiferencia, con la salvedad de que cuando quería algún favor, dinero, etc recurría a mi, yo le sermoneaba lo justo y le ayudaba. Pasaron unos años y Raúl entró a trabajar en el grupo de empresas de su padre, por expreso deseo de este lo hizo desde abajo, para que fuese conociendo todos los departamentos y como funcionaba todo. Hasta que pasó a ser el brazo derecho de su padre. Por eso tenía que seguir coincidiendo conmigo, pues era yo quien se encargaba de coordinar todos los asuntos de Lorenzo. Al tener que tratar más conmigo su trato par mi cambió del todo, pues pudo comprobar el cariño que los dos nos teníamos y lo compenetrados que estábamos incluso en le trabajo. En esas fecha yo tenía 42 años y Raúl ya había cumplido 28. Y entonces Lorenzo de un ataque al corazón murió. Del funeral y de lo que siguió no recuerdo nada, supongo que me dieron algún tipo de medicamento y no me enteré de nada. Y caí en una depresión terrible, y fue Raúl el que llevó el peso de la empresa y la responsabilidad de todas las personas que trabajaban allí, se le puso todo cuesta arriba, hasta que una noche en casa, me hizo salir de la cama, (porque me pasaba las horas encerrada en mi cuarto llorando sin querer salir) y se puso muy serio conmigo diciendo que si no lo hacía por mi misma que lo hiciese por su padre pero que ahora necesitaban de mi, y que echase una mano sino todo por lo que Lorenzo había luchado se iba a la mierda. Entendí el mensaje y volvía la trabajo, al principio me costó pero poco a poco me volqué en el trabajo y ese fue el sustituto que calmo mis angustias. Ahora debía ser la mono de derecha de Raúl y poco apoco empecé acoger confianza con él. Raúl era, es muy guapo como su padre pero en joven y golfo, muy golfo, su agenda de amigas era interminable, y casi todas las semanas faltaba alguna noche de casa, y por supuesto ningún fin de semana se quedaba conmigo.

Cuando empecé a tener confianza le dije que si quería me podía ir a vivir a mi antiguo piso y así el podría disponer de su casa y tener la intimidad que quisiese sin que yo le interfiriese. Se negó y me dijo que cuando quisiese hacer una escapada ya la haría y si alguna vez tenía una novia más seria, me lo haría saber y me pediría permiso para ir a la casa.

Entonces Raúl también me dijo que entendería que yo me buscase algún amigo, que era joven y era comprensible. Me dio por llorar y le dije que su padre había sido mi primer y único hombre, alguien a quien nunca podría olvidar. Supongo que le deje cortado.