Lorena y su mundo II
Lorena cansada de estar sola y queriendo ser lo que no era, busca encontrar su mundo, busca crearlo a partir de experiencias vividas.
Me llamo Lorena, soy una mujer de cuarenta y tantos, una mujer que está descubriendo su mundo y lo que ahora quiere en él.
Llevo varias semanas intimando lo que me está permitido con Gabriel, un chico bastante más joven que yo pero que me calienta hasta el punto de hacerme exponerme más de la cuenta. Su juventud da chispa a mi rutina diaria y su mente pervertida, se ha juntado con mis tremendas ganas de cambiar mi mundo.
Gabriel y yo hemos pasado a compartir lecturas y vídeos porno y a llamarnos mientras los vemos para ir comentado y fantaseando al respecto. Confieso que la idea me excitó desde el primer momento, poder oír su voz mientras el ambiente se caldeaba es como tenerlo más cerca. Empezamos viendo porno convencional que aunque pueda parecer aburrido, da mucho juego al principio, porque creado ese vínculo “íntimo-confianza”, puedes entrever los límites y apetencias de tu compañero de juego y había descubierto que Gabriel era salvaje, le gustaba el sexo fuerte y duro y que arriesgaba así que supe que sería fácil enseñarlo... adiestrarlo para mi nueva etapa.
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No se puede decir que haya tenido muchas relaciones, si digo la verdad solo puedo contar con tres a mis espaldas pero he sacado de ellas todo cuanto he descubierto y cada una ha hecho que superase límites y sumara experiencias.
Roberto fue el primero y aunque fue el más largo en el tiempo, ni fue mi primer amor ni el que más cosas más enseñó. Con él perdí la virginidad, descubrí que me encantaba que me comieran muy bien el coño y aprendí el arte de hacer una buena mamada (siempre he sido de devolver favores). Nuestro sexo era mecánico y nuestra relación también. Fue por eso que Miguel entró como un huracán en mi vida ocupando el puesto de gran amor y créanme, follar como cerdos y encima enamorados es follar como dioses.
Miguel era capaz de follarme solo con mirarme. Tenía la mejor polla del mundo y la usaba de lujo. Me enseñó que el verdadero placer está en hacer disfrutar, así que sin pretenderlo inyectó en mí la primera dosis y necesidad de buscar un Amo.
Recuerdo la primera vez que tuve la capacidad de complacerlo; habíamos salido a pasear y hacía tantísimo calor que me puse una falda de vuelo azul marina y un top rosa ancho y corto porque no soportaba ni siquiera que la tela me tocase el cuerpo. Preferí salir sin sujetador y cuando Miguel me vio no dudó en pedirme que me quitara las bragas también y no pude negarme. Hubiese hecho cualquier cosa por aquel hombre.
Nos comíamos un helado por la avenida marítima cuando vimos un grupo de jóvenes haciendo botellón y fue ahí donde se marcó mi destino. A unos diez metros de distancia había un banco orientado al mar, podíamos oír claramente la conversación de aquellos chavales y Miguel, firme, se sentó y desabrochó su pantalón. Me acomodó encima de él y con mucha destreza me empaló. No podía dejar de lamer mi cucurucho al tiempo que me balanceaba sobre él. Miguel coló una mano sin pudor y sin vergüenza alguna por mi camiseta y empezó a manosearme el pecho y a pellizcarme el pezón. Juguetona, mi ritmo de balanceo aumentaba frente a cualquier transeúnte y mi ansiedad pasó de la cremosa y fresca vainilla a su boca. Sentía como su polla se apoderaba de mi coño y como lo rellenaba completamente. Podía notar sus palpitaciones con mi vaivén unido a sus esporádicos golpes de cadera.
-Dios!!! Que buena zorra eres.
Y solo de oírlo me dejé de llevar... Metió una de sus manos por la falda y separó un poco sus piernas haciendo que cayera unos centímetros notando así más profundo su polla. Cogió mi clitoris entre sus dedos y lo retorció y me contraje tanto que su glande se vio estrangulado en el fondo de mi interior y no sé quién de los dos gimió más fuerte, porque clavó sus dientes en mi hombro y entonces se mezcló el placer de tenerlo dentro, de sentir palpitaciones gustosas ahora por el roce de mi clitoris y aquel escalofrío que recorría mi cuerpo causado por sus dientes en mi piel.
Nuestras bocas se follaban ante la atónita mirada de quienes pasaban y mi ritmo paso de ser controlado a ser armonioso.
Mi piel brillaba del sudor y mi escasa camiseta se adhería a mí dibujando perfectamente mis pechos que rebotaban. Me separé unos milímetros de Miguel para pedirle que no dejara nunca de follarme, mis labios estaban prácticamente pegados a los suyos y podía respirarlo entero. Atrapó mi boca y al tiempo me insertó sin aviso previo y sin piedad un dedo en el culo... y no pude hacer otra cosa que caer en un orgasmo loco para deleite de quienes nos observaban. Miguel seguía bombeándome pero su excitación era tal que lejos de correrse cada vez estaba más bruto. Me alzó apenas un segundo para, cogiéndome por las nalgas y separándolas, dejarme caer sobre él embistiéndome de manera certera el trasero. Sentir su polla invadiéndome por detrás me hizo ponerme más puta y con un par de brinquitos conseguí que me rellenara las entrañas con su leche cálida y espesa.
Los jóvenes nos aplaudían y ovacionaban. Yo no podía ni mirar pero él se levantó y a modo de reverencia, saludó a ese público entregado que ya se habían olvidado hasta de beber.
Con Miguel todo era fácil, los límites se convirtieron en retos. Me enseñaba a obedecerle sin castigos sino con premios y supo premiarme sin dejar marcas en mi piel. Era un soñador sexual-sensual y tenía claro que si era suya sería para verlo feliz. Nuestra única condición siempre fue que siempre participáramos ambos en el sexo aunque fuese como un mero espectador.
Por nuestra vida fueron pasando diferentes personajes:
-El Vogeur: tuvimos varios aunque recuerdo que Anna era nuestra preferida. Era una rusa imponente, casi tan alta como Miguel, tenía un cuerpo delicado, femenino, con las curvas justas. Siempre llegaba vestida con un vestido de cuero negro palabra de honor y con una cremallera delantera que lo abría completamente. Siempre su pelo venía recogido en una cola alta y con una trenza que le colgaba hasta la cintura. Siempre su preciosa piel blanca brillaba por un toque de purpurina dorada. Siempre calzaba los mismos botines de tacón de aguja.
Anna siempre fue Anna. Llegaba, saludaba con su voz de princesa y desabrochaba su vestido. Anna se sentaba en aquel sillón totalmente desnuda, dejando ver su perfecta depilación y sus turgentes pechos coronados por unos sonrosados pezones que me provocaba lamértelos hasta a mi. Anna respiraba profundo, abría sus piernas y tras una palmada nos ordenaba comenzar.
Tener sexo con Anna ahí se volvía cada vez más placentero. De algún modo quería que viese lo que me excitaba tenerla cerca. Cuando Miguel bajaba hasta mi entrepierna para degustar el manjar que ahí escondía, yo no hacía más que mirarla a los ojos e imaginarme que era ella quien con su lengua recorría cada pliegue. Imaginaba sus labios cerrándose y atrapando mi jugoso coño para disfrutar de él. Miguel lamía con destreza y me hacía tocar el cielo, pero si Anna estaba ahí no podía hacer otra cosa que no fuera pedir más y más y más. Podía verla mojarse los labios y dibujar círculos en su chochito al tiempo que sus pezones se tornaban más oscuros y duros y yo, entre gemidos, solo soñaba con mordérselos y comérmela mientras Miguel se la follase.
-El tercero: Miguel siempre fue generoso conmigo, quería verme feliz así que siempre dejaba que decidiera yo a quien llamar para unirse. Sabía que si era una hembra sería exclusivamente para el disfrute de él y si escogía a un varón sería para darle el placer de otorgar a quien fuese lo que podía o no hacerme... de ofrecerme como recompensa, pero siempre pensaba en mi placer. Ahí sin duda mi recuerdo es para Hugo, un chico de nuestra edad (por ese entonces rozando los 30), más alto que Miguel, con un muy buen trasero marcado, un cuerpo y una cara de anuncio de DOLCE & GABBANA, un bronceado perpetuo y un rabo desproporcionado.
La primera vez que vi a Hugo quise follármelo. No recuerdo ni la conversación, solo las ganas de que me montara. La primera vez que vi su pollón, supe que jamás, por mucho que me aplicara, podría comérmela entera, la primera vez que me folló; que siguió las indicaciones de Miguel al pie de la letra... supe que aquello era una muestra de amor absoluta.
Hugo me vio completamente desnuda, sin adornos, sin maquillaje, sin perfume... tal y como mi madre me había traído al mundo. A su lado me sentía insignificante con mi metro cincuenta y dos. Su mirada me intimidaba pero cogió mi barbilla y la levantó, se agachó lo suficiente y me dijo:
-Eres preciosa _y me besó los labios_
Miguel le dijo que podía darme placer, tanto que no soportara tener un solo orgasmo más pero que no le permitía penetrarme.
Hugo apretó mi cuerpo con tanta fuerza que casi me dejo sin respiración. Colocó mi pelo tras mis orejas en un gesto que pretendía ser íntimo, agarró su erección con la mano derecha y colocó sobre mi hombro la izquierda. Hugo me susurró que separara las piernas un poco. Noté como me humedecía y más cuando su carne caliente partía en dos mi coñito. Mi respiración se aceleraba al tiempo que mis labios vaginales se separaban y recibían aquella caricia con un deseo descomunal. Hugo tenía ya la punta brillante y emanaba un poco de líquido pegajoso que delataba que para él esa situación era igual de morbosa.
Miguel se preparaba para participar y mientras yo sucumbía a los orgasmos que me ofrecían las manos y la lengua de Hugo, él se tocaba lo justo para tenerla totalmente tiesa. Recuerdo que me colocaron sobre el colchón boca arriba y dejaron mi cabeza colgando por uno de los laterales. Miguel saboreaba con deleite mi chorreante entrepierna mientras Hugo desde el otro lado manoseaba y lamía mis tetas. Sentía pollazos accidéntales en mi cara por la posición y desesperada sacaba mi lengua para saciar mis ganas llegando a saborearla de soslayo. Levanté un poco mi cabeza para mirar a Miguel y ahí estaba, observándome con mis labios dibujando el perfil de su boca y haciéndose hueco para que su lengua llegara más adentro. Ahí estaba, con su
pelo alborotado, sus manos separando mis piernas y flujos chorreantes haciendo brillar sus mejillas. Era como verlo comer un buen tajo de sandía en un día cálido de verano. Cuando acabó su cometido y se llevó de premio un orgasmo bajo las directrices de su lengua, se arrodilló en el catre y dejando escapar un sonoro DIOS, me la clavó hasta que no entraba más. Fue un golpe seco, intenso, sonoro, profundo... desgarrador. Un golpe que siguió acompañado de una fuerte cabalgada que hacía que mis caderas rebotaran. Miguel pidió entre gritos a Hugo que me follara la boca. Me sentía asfixiada y eso que empujaba solo la mitad de ella, la mandíbula me dolía y mis babas se colaban y deslizaban por las mejillas. Sentía arcadas que cada vez mojaban aún más mi coño y la boca, de buenas a primeras se me llenó de leche y sentí a Hugo vibrar dentro de mi dando las últimas sacudidas. Me salía corrida hasta por la nariz y tosía aún con ella dentro. Miguel se agarró fuerte a mis piernas y tras un “mecagoenlaputa” que se le escapó de entre los dientes se dejó ir con tanta presión que pude notar como parte de esa corrida salía rebotada por el pequeño espacio que quedaba entre nuestros sexos.
Hubieron más pero ningunos como Anna o Hugo... o no por el momento.
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Ay Gabriel!!! Que aventuras depararé para ti???
Continuará...