Lorena, Arturo y una maleta

Un dolor de cuello, un masajista no profesional y una maleta...

LORENA , ARTURO Y UNA MALETA

Lorena apuraba su café. La tarde de charla con su amiga Maribel había resultado muy entretenida, pero debía volver a casa. Se frotó ligeramente el cuello por detrás.

-¿te pasa algo, Lorena? Ya has hecho ese gesto varias veces- le dijo Maribel

-No nada. Bueno, me molesta un poco. Será el tiempo –respondió Lorena

-ya,je,je..El tiempo que tienes encima, Lorena. Como yo. Cuarenta y tantos... -respondió maliciosamente Maribel.

-No seas mala. Aunque, si, la verdad, últimamente me encuentro algo cansada, apática –dijo Lorena

Ya. Eso me pasa a mí de vez en cuando. Pero lo he solucionado. He descubierto un remedio maravilloso. Mira, te lo voy a recomendar. Es un masajista. Se llama Arturo. Creo que lo necesitas, Lorena- dijo Maribel, con una expresión todavía más maliciosa que antes.

Quita, quita. No me sobra el dinero, y si encima le digo a mi marido que quiero darme unos masajes... - contestó Lorena negando con la mano.

Pero si eso es lo mejor. Es gratis. Mira, a mí me lo recomendó una amiga. No es un profesional propiamente dicho, lo practica como hobby. Te mezcla no sé que técnicas de masaje tradicional, quiromasajes, tantra y no sé que cuentos, pero, es que te deja nueva. Y como lo hace como hobby, no te cobra nada. Sólo con amigos o recomendados. Y además, tiene unos aparatos eléctricos... -volvió a decir Maribel.

La conversación todavía siguió un poco más, pero el caso es que Lorena, ante el entusiasmo e insistencia de Maribel, dos días después se encontraba ante la puerta del piso del tal Arturo. Había hablado con él por teléfono, le había contado sus síntomas y él se había ofrecido a prestarle sus servicios.

Y Arturo abrió la puerta. Primera sorpresa. Vestía con sólo una camiseta deportiva y unos pantalones de deporte hasta las rodillas, inmaculadamente blancos, al igual que los zuecos que llevaba. Aparentaba sobre unos 45 años, y no se podría decir que fuera guapo. Ni feo. Normal, si, normal era la palabra.

-Hola, Lorena. Pasa-le dijo Arturo.

-Hola-

-Bueno, como ya hemos hablado bastante por teléfono, empezaremos enseguida. Mira, aquella puerta es el salón de masaje. Pasa, y dejas tu ropa en la bandeja que verás. Yo voy inmediatamente- habló pausadamente Arturo. Tenía una voz profunda, con cierta tendencia, parecía a bajar el tono.

-¿la ropa? Bueno. ¿Qué me quito?- acertó a decir Lorena, algo indecisa.

-Todo, a excepción de tus bragas, Lorena. El sujetador también. Pero te pones un camisón que encontrarás allí. No sientas vergüenza. Como comprenderás, no te puedo dar un masaje vestida. Tranquila... está acostumbrado-respondió Arturo

-Bueno... de acuerdo, voy.

Lorena entró en la habitación y cerró la puerta tras ella. Con ligera sorpresa, examinó la habitación. No aparecía por ninguna parte la típica mesa de masaje, sino una cama absolutamente normal, con dos mesillas a los lados, y sin edredón. El colchón, eso sí, estaba recubierto por unas sábanas inmaculadamente blancas, al igual que la almohada.

Enfrente del pie de la cama, al otro lado de la pequeña habitación, un pequeño escritorio, sobre el que se encontraba una maleta cerrada, y una bandeja metálica. Y en la silla del escritorio, un pequeño camisón rosa.

Lorena comenzó a desnudarse junto a esa silla. Algo nerviosa, un poco dubitativa, casi sin darse cuenta, su blusa, su falda, sus pantys y su chaqueta estaban ya en la bandeja perfectamente alineados. Solamente se quedó con sus bragas puestas. Sus bragas blancas, lisas, de algodón. Nada especial para la ocasión. Aprovechó para estudiarse rápidamente en el espejo dela pared. A sus 44 años, no se conservaba del todo mal, aunque evidentemente, el tiempo y dos hijos habían dejado huella. Sus pechos no tenían la firmeza de hace 10 años, pero seguían siendo el centro de atención de muchas miradas masculinas, sobre todo cuando se ponía esas blusas escotadas que tanto le gustaban a su marido. Sus caderas, anchas, daban paso a un rotundo trasero, cada vez más abundante, sí, pero todavía lejos de ser excesivo. Cierto es que le gustaría tener las piernas algo más largas, pero generalmente lo arreglaba con unos tacones discretos, pero que disimulaban eso que a ella no le gustaba. Y ojalá, pensó también, tuviera la piel un poco más morena. Porque Lorena, tenía la piel absolutamente blanca, lo que contrastaba demasiado para su gusto con su melena corta negra. Además, eso sí, su piel estaba muy cuidada. Era muy agradable al tacto. No en vano la había cuidado toda su vida con tanto mimo.

Consciente de su desnudez, rápidamente se puso el camisón. Vaya. Le quedaba por encima de las rodillas, a medio muslo. Se abrochaba por detrás, a la altura del cuello, con dos pequeños cordones. Nada más.

Lorena sentía sus pechos talla 100 libres, y algo sorprendida, notaba un pequeño endurecimiento de sus pezones. Se sonrojó ligeramente. Pero, por favor, que sólo era un masaje, pensó.

Sonaron un par de golpes en la puerta, y sin esperar contestación, Arturo entró.

¿Estás lista, Lorena? , - dijo.

Si, creo que sí..

Bien, relájate. Es normal estar algo tensa al principio. Ya verás que rápido se te pasa y empiezas a sentirte cómoda. Siéntate a un lado de la cama, por favor.- le habló Arturo con absoluta tranquilidad, mientras le indicaba la cama con gesto de la mano y él se dirigía al escritorio, abriendo la maleta.

Uff, bueno... si, ya voy – murmuró Lorena.

Sujetando por su espalda con una mano, ese pequeño camisón que dejaba toda su espalda al descubierto, Lorena se sentó tal y como le había pedido Arturo, sin atreverse a mirar siquiera que estaba buscando en la maleta el masajista. En realidad, ahora mismo, los ojos de Lorena estaban fijos en la alfombra situada ante sus pies, maldiciéndose a sí misma, y maldiciendo a Maribel. Pero, no se atrevía a marcharse.

Tranquila, Lorena. Es normal sentirse un poco violenta al principio- comentó Arturo, como si adivinase sus pensamientos, a la vez que subiendo por el otro lado de la cama, se situó a la espalda de Lorena, de rodillas sobre la cama. Llevaba en sus manos dos pequeñas botellas, acertó haber de reojo Lorena.

Esto te ayudará a relajarte- siguió comentando con voz tranquila Arturo. Y abriendo una de las botellas, esparció un poco del contenido sobre una de sus manos y acto seguido, comenzó a frotar suavemente el cuello de Lorena.

Aquí no hay ninguna técnica especial, Lorena. Simplemente, busco que te relajes con el aroma. Con la sensación del aceite sobre tu piel. ¿Te gusta el olor a lavanda? Es muy relajante. ¿Verdad?- Arturo susurraba, más que hablaba, cerca del oído de Lorena. Esta, no contestaba. Se limitaba ahora a sentir como las dos manos de Arturo acariciaban su cuello, extendían el aceite, pasaban suavemente por debajo sé sus orejas. Inconscientemente, cerró los ojos. Y respiró profundamente, cuando notó como Arturo le desabrochaba los cordones que abrochaban el camisón por detrás de su cuello. Siguió con los ojos cerrados, cuando las manos de Arturo extendieron un poco más hacia abajo los círculos que trazaban. Sintió que Arturo abría ahora la otra botellita, y un nuevo aroma flotaba en el aire.

La lavanda es relajante, Lorena, pero la vainilla... La vainilla estimula la sensibilidad, Lorena, multiplica tus percepciones.. Sentirás que tu piel agradece el aceite, que tus sensaciones se multiplican... - seguía susurrando Arturo, mientras sus manos recorrían ahora toda la espalda de Lorena, de arriba abajo, lentamente, parándose justo cuando llegaban al borde superior de sus braguitas, y volviendo entonces a iniciar una lenta ascensión.

Lorena callaba. Pero su respiración la delataba. Con los ojos cerrados, y sus manos sobre sus muslos, disfrutaba del olor de la vainilla, y disfrutaba sobre todo, de aquellas manos de un desconocido. Aquellas manos, que ahora, sin previo aviso, por debajo de su camisón, extendían el aceite por su vientre. Si, ahora mismo, estaban en su vientre, notaba los dedos de Arturo muy cerca de nuevo del borde superior de sus bragas, pero ahora por delante. Y, como Lorena se temía desde unos minutos atrás ya, sintió como esas braguitas en cualquier momento podían delatar la humedad que sentía ya en su interior. Normal, ella no estaba acostumbrada a estas situaciones. Pero, esto era algo profesional, debía mantenerse tranquila, no comportarse como una timorata.

Dios... y ahora, las manos de Arturo subían. Si, él seguía de rodillas detrás de ella, pero sus manos estaban ya justo debajo de sus pechos, acariciando, palpando... solamente paraban para volver a impregnarse del aceite, y de nuevo, volver a recorrer su piel. Lorena callaba. Era consciente de que ya había pasado el momento de protestar, y de que su respiración, su silencio, la estaban delatando. Y eso la excitaba todavía un poco más.

Arturo ahora, cesó en sus movimientos, y siempre detrás de ella, tiró suavemente de los brazos de Lorena hacia atrás y los colocó entrelazándoles las manos como si ella estuviera esposada. Así, mientras sujetaba las muñecas de ella firmemente con una de sus manos, colocó la otra en la cabeza de Lorena empujándola lentamente hacia delante.

Verás que bien te vienen estos movimientos para tu espalda, Lorena- le volvió a susurrar, mientras empujaba con una mezcla de seguridad y delicadeza...

La cabeza de Lorena descendía lentamente en dirección a sus piernas, y cuando él cesaba en su presión, ella volvía hacia arriba, para de nuevo volver a encontrar esa mano que, de nuevo, presionando su melena corta negra, la empujaba hacia adelante.

Lorena sentía cada vez más la libertad de sus pechos, la dureza creciente de sus pezones, y no podía evitar pensar en otras ocasiones en que su marido, tan pocas, la verdad, en plena excitación la agarraba de su cabeza para dirigirle la para su polla tiesa, haciéndosela chupar como a una auténtica profesional. Joder, se estaba poniendo realmente húmeda... y además, esa voz tan tranquila, tan pausada.

  • ¿verdad que te sientes mejor, Lorena? Estás muy callada. Pero es normal... la relajación, ¿verdad? Y verás ahora, que te van a trabajar un poco los brazos. Te voy a quitar el camisón. Si no, no se puede trabajar bien.- musitaba Arturo, siempre detrás de ella, ahora tan cerca de su oído...

Y aunque Lorena se obligó a sí misma a balbucear un no, que casi no oyó ni ella misma, los brazos de Arturo la habían despojado ya de su camisón, y Lorena fue consciente, imaginándose a sí misma como si observara la escena desde el techo, de su casi absoluta desnudez.

Arturo, siempre hablándola entre susurros, y manteniéndose de rodillas tras ella, había ahora tomado sus brazos y los estiraba. Hacia arriba, luego los bajaba, después se los colocaba en cruz sujetándolos con sus propias manos.

-Déjalos así ahora, Lorena, como si estuvieras castigada a sostener un libro en cada mano. Como si hubieras sido una niña mala, Lorena- murmuró Arturo, mientras aprovechando la situación de ella deslizaba las yemas de sus dedos por el interior de sus brazos extendidos, muy despacio. Sus dedos se detuvieron un momento en las axilas de Lorena, y se escurrieron, como sin querer por sus costados hasta llegar de nuevo a los bordes elásticos de las bragas de Lorena. Pero ahora, esos dedos aprisionaron los elásticos y tiraron de ellos un poquito hacia arriba. Sólo un poquito. Pero lo suficiente para que Lorena no pudiera reprimir un pequeño gemido. Sólo ese pequeño movimiento había sido suficiente para sentir su coñito todavía mas empapado. Lorena no quería ni mirar sus bragas ahora. Estaba segura de que habría una mancha delatora y que sus labios, ya totalmente hinchados, estarían totalmente remarcados en sus bragas.

-Ponte a cuatro patas, Lorena. Vamos a seguir un poco con la espalda- dijo tranquilamente Arturo, mientras se retiraba y se dirigía de nuevo a su maleta.

-¿qué?..¿Cómo dices?- susurró Lorena, aunque realmente estaba deseando que se lo volviera a pedir. Su cara totalmente enrojecida no mentía.

-Ya me has oído, Lorena. Verás como te relajo en esa postura y disfrutas todavía más- respondió Arturo, con algo totalmente nuevo ahora en su mano. Lorena no lo había visto en su vida. ¿Qué era eso? Parecía un helado con una bola de chocolate, o mejor aún, un micrófono con la cabeza totalmente redondeada. Pero, ¿un micrófono?

Que más daba ya. Lorena giró sobre si misma y se colocó obedientemente de cara al cabecero de la cama, inmóvil, esperando. Sus pechos apuntaban a la sábana, con los pezones ya totalmente endurecidos. Y, al sentir tras ella la mirada de Arturo observándola en esa posición, sintió que era casi imposible que sus bragas se mojaran más. Dios. ¿y si Arturo le bajaba las bragas ahora y la follaba por detrás? Su marido nunca lo hacía.

Arturo se acercó por un lateral y con un gesto tranquilo, bajó la cabeza de Lorena hasta situarla sobre la sábana. Lorena volvió a cerrar los ojos, recreándose en la visión fugaz del bulto que había observado en los pantalones cortos de Arturo.

No abrió tampoco los ojos, cuando Arturo, ya tras ella de nuevo en la cama, tras pasar sus manos despacio por sus muslos, le abrió las piernas. Lo único que pudo hacer Lorena fue llevarse ya las manos a la boca. No quería gritar. Y temía empezar a hacerlo de un momento a otro. De hecho, apenas era consciente ya de sus continuos gemidos.

Gemidos que se convirtieron casi en jadeos cuando Arturo, deslizando los dedos por los bordes exteriores de las bragas, tiró primero de nuevo de las braguitas hacia arriba, y luego, las recogió hacia el centro, dejándolas en forma de un tanga minúsculo, que dejaba casi totalmente expuesto su culo, y, ufff... su coño notaba la presión de la tela, su coño pedía más ya.

Las manos de él ahora sujetaban ligeramente esos elásticos, y apoyándose ligeramente en los costados de Lorena, comenzaban a guiar las caderas de ella, obligándola a hacer lentos movimientos. Primero, movimientos lentos adelanten y atrás, obligando al culo de Lorena a acercarse y alejarse del propio vientre de Arturo. Ella, siempre con los ojos cerrados, con su cara pegada a las sábanas y medio oculta por sus manos, se sentía más y más cachonda, sobre todo cuándo sentía su culo rozar el bulto del pantalón de Arturo.

Después, Arturo la obligó a cambiar el sentido del movimiento. Las manos de él, guiaban ahora las caderas de ella, obligándolas a hacer movimientos circulares, un imaginario ocho... Ahora, ya una de las manos de él se había deslizado debajo de las bragas, y tirando de ellas hacia arriba, hacía que las caderas siguiesen el ritmo impuesto por sus movimientos. Lorena gemía ya sin pudor. Su excitación se incrementaba al recrearse en su mente la imagen de la que estaría disfrutando Arturo. Sentía las bragas tan tirantes que evidentemente, aparte de estar moviendo el culo ante su cara como una furcia en un club, Arturo tenía que estar gozando a la fuerza de la vista de la abundante mata de pelo negro que rodeaba su coño sin depilar.

-Ahhh. -Lorena ahora no se contuvo. Arturo ya no solo utilizaba la mano de las braguitas. La otra ahora se había plantado entre sus piernas y oprimía ligeramente su clítoris por encima de la tela, pero sin abandonar una postura totalmente profesional que estaba logrando descolocar totalmente a Lorena, que intentaba a duras penas evitar el abandonarse totalmente al placer que estaba sintiendo.

-¿verdad que te gusta? ¿Qué te relaja, Lorena? ¿Verdad que te olvidas de todo. ?

-Siii. si......

-No te preocupes por tener las bragas tan mojadas. Estoy acostumbrado. Te mojarás más todavía. -susurró Arturo.

-Ahhh... Dios. Sí. Sigue. Por favor..

Las manos de Arturo la abandonaron. Ella quedó inmóvil, sus piernas totalmente abiertas, permanentemente con los ojos cerrados. Se sentía expuesta, ofrecida, cachonda. En ese instante el rumor de una pequeña vibración llegó a sus oídos. Ahh, se había olvidado del "micrófono". Antes de que Arturo hablara, ella ya había intuido...

-Verás como te va a gustará, Lorena.

Al instante Lorena sintió el roce de ese instrumento subiendo por sus muslos, y parándose firmemente la zona de su clítoris, ya totalmente hinchado. A través de la braguita volvió a sentir la vibración firme que transmitía el aparato. Arturo la estaba masturbando con ese vibrador, y ella, a cuatro patas ante él, estaba gozando como no lo había hecho en su vida.

-Ahhhh....Siiii..- Lorena casi gritaba ya. Arturo había subido un grado la vibración del aparato y Lorena estaba a punto de correrse. Sus gemidos eran ya continuados, y sus caderas se movían casi espasmódicamente, presintiendo la cercanía del estallido de un orgasmo que ella presentía brutal.

Te veo muy excitada, Lorena. Eso es bueno, muy bueno. los orgasmos son esenciales para el bienestar general...¿sabes? Quiero que te corras como no lo has hecho en tu vida... Hay un grado más de vibración..¿Lo pongo, Lorena?- habló muy bajo Arturo.

Siiiii.....por Dios..si....me voy a correr..

¿Has dicho sí, Lorena?- volvió a preguntar Arturo, sin cesar en el movimiento del aparato sobre el clítoris de ella, pero sin cambiar el grado de vibración.

Siiiii...súbelo...si....-gritó ella

Bien, Lorena. Tus deseos son órdenes- respondió Arturo. Y sin decir palabra, con movimientos rápidos y ante la sorpresa de Lorena, paró por un momento el vibrador. Agarró la braga de Lorena y se la bajó de un golpe seco hasta las rodillas. Lorena ya estaba a punto de correrse sólo con ver de repente como ofrecía la visión de su culo y de su coño peludo absolutamente empapado a un desconocido, pero al sentir de nuevo el vibrador ahora a tope sobre su clítoris ahora indefenso, estalló en un orgasmo incontenible, que parecía venirle de algún lugar de su cuerpo que ella no conocía.

Ahhhhh, Dioss........- gritaba mientras su culo se movía igual que el de una gatita en celo. Arturo frotaba sin piedad el aparato sobre la rajita de Lorena y se detenía casi con saña sobre el clítoris, haciendo que los gemidos de ella no cesaran, a pesar de que Lorena seguía casi mordiéndose los puños y clavando cada vez más su cabeza en la almohada.

Sin decir palabra, Arturo cesó de pronto en sus movimientos. Siempre situado detrás de ella, le quitó suavemente las bragas deslizándoselas por sus piernas.

-Permanece así unos momentos Lorena..No pienses en nada. Vacía tu mente-volvió a susurrar al oído Arturo.

¿-¿qué no piense en nada? Pero, si estoy a cuatro patas, totalmente desnuda, con las piernas abiertas a más no poder, ofreciéndole todos mis agujeros a un absoluto desconocido que en unos minutos me ha puesto más cachonda de lo que he estado en los últimos diez años. Y además, joder, estoy disfrutando con ello, estoy gozando siendo observada, deseo que me toque, que me folle. Y yo pensaba que venía a un masaje-pensaba Lorena, que evidentemente no estaba consiguiendo el objetivo de dejar la mente en blanco.

Tras unos minutos en los que Lorena permaneció en esa posición, en absoluto silencio, sintiéndose cada vez más cachonda, y con las manos tapándole su cara para que no resultara tan obvio, Arturo la tocó de nuevo en las caderas, y giró a Lorena hasta colocarla ahora tendida boca arriba. Ella se dejaba hacer ya, igual que una muñeca de trapo. Dejó que Arturo la colocara ahora estirándole los brazos hacia arriba y con las piernas abiertas. Lorena no se reconocía a sí misma, totalmente desnuda ante aquel hombre. Aquel hombre que ahora, como si nada hubiera pasado, se volvía ahora a colocar de rodillas, pero en esta ocasión, por detrás de la cabeza de Lorena. Y volvía a hablar tranquilamente.

Los pezones son muy importantes, Lorena. – le decía, mientras tras impregnarse de nuevo las manos con uno de los aceites, iniciaba ahora unos movimientos lentos que se acercaban inexorablemente a los pechos de la mujer. Como anteriormente, las manos iban tranquilas, sin prisas, pero empezaban ya a rodear sus pechos.. Los sobaban lentamente, los juntaban entre sí, los volvían a separar.

Lorena, que seguía sin reconocerse, pero era consciente que en esa posición la polla del hombre chocaba continuamente contra su cabeza, volvía a sentirse totalmente excitada. En realidad, no había dejado de estarlo a pesar del orgasmo que había sentido.

-En los pezones reposan multitud de terminaciones nerviosas. Muchas mujeres no logran disfrutar todo lo que podrían, no llegan a explorar nunca la sensibilidad que tienen. - Arturo le seguía susurrando al oído, pero ahora sus dedos aprisionaban ya los pezones de Lorena. Los apretaban ligeramente, volvían a aflojar. Los apretaban hacia abajo y de repente, de nuevo, los aprisionaban como un garfio y los apretaban sin piedad.

-Mmmm...ahhh..-Lorena volvía a gemir. Sus piernas volvían a moverse a pesar de

Que ahora no eran atendidas por Arturo. Pero, de nuevo, Arturo se levantó y rebuscó algo en la maleta. Pronto volvió con algo que ella no llegó a ver. Y se situó tras ella otra vez, y volvió a masajearle los pezones.

-te voy a dar una sorpresa, Lorena..Quiero que vuelvas a sentir todas tus terminaciones nerviosas...Sigue con los ojos cerrados..

-Mmm...si...si...

Las manos de Arturo, bajaron ahora de los pechos lentamente hacia el pubis de Lorena. Sus dedos recorrieron la raja húmeda y dos de ellos entraron en su coño sin ninguna dificultad. Los movió un poco, solo un poco, dentro de ella.

-Ahhhh....ahhhhh...-Lorena volvía a gritar, llevándose de nuevo una mano a la boca y agarrándose con la otra a un brazo de Arturo.

Si, estas húmeda, lubricada....- Y tras decir esto, sacando sus dedos del coño de Lorena, tomó el juguete que había sacado de la maleta y empezó a deslizarlo lentamente por el exterior húmedo del coño de Lorena.

¿Has tenido alguna vez dentro un huevo de estos, Lorena? Yo creo que no. Pero ahora lo tendrás- y con un movimiento de nuevo rápido y directo introdujo dentro de Lorena un huevo vibrador, que entró inmediatamente y sin ninguna dificultad, deslizándose entre los flujos incesantes que se acumulaban ya en la mata de pelo del coño de Lorena.

Aaaahhhhhh...ahhhhhh- Lorena gritó. Nunca había llevado nada así dentro. En realidad no sabía lo que era. No sabía lo que esperaba todavía. Solamente entendía que sentía absolutamente follada en este momento, con algo dentro que llenaba todo su coño y que aquel desconocido estaba haciendo con ella lo que quería, y que, joder, le encantaba...si, le encantaba.

No grites todavía....Si falta lo mejor..-susurró Arturo, y nada mas decir esto accionó el mando del mando del vibrador, con lo que el huevo empezó a vibrar inmediatamente dentro del coño de Lorena.

Diossss.......Me corro otra vez....- Lorena , que sentía por primera vez los efectos del huevo, y había perdido ya todo pudor, movía incontroladamente su vientre. Alzaba y bajaba su culo, con las piernas abiertas, gritando. Pensaba que no podía haber más placer. Pero Arturo, de repente, abandonó su posición tras ella y situándose a su lado, empuñó de nuevo el vibrador con forma de micrófono, lo encendió y lo aplicó de nuevo sobre el clítoris de ella.

Ahhhhh.....Ahhhhh.....Dios........Ahhhhhh.....siiiiii- Lorena no aguantó más. Una serie de incontenibles orgasmos la atacaron de nuevo. Buscaba con sus manos los brazos de Arturo, para aferrarse a él. Nerviosamente, palpaba con una de sus manos la entrepierna de Arturo, notando la dureza del masajista, y volviéndose más loca todavía. La mezcla del huevo dentro de ella, y el vibrador sobre su clítoris, la había vuelto absolutamente frenética. Sin darse cuenta siquiera, ella misma, mientras movía salvajamente sus caderas, se tocaba los pezones, se tiraba de ellos. Y sin darse cuenta tampoco, vio de repente a su lado, la polla tiesa y desnuda de Arturo, que se había quitado la camiseta y bajado ligeramente los pantalones.

-Dios...te la voy a comer...-se oyó a si misma Lorena decir.....no se oyó más. La introdujo en su boca, y la devoró sin ningún preliminar, mientras el huevo y el vibrador seguían haciendo su labor...

-Me corro. me corro........ahhhhhhh.....-Lorena volvió a gritar mientras un último estremecimiento salvaje recorría todo su cuerpo. Arqueó su vientre hacia arriba, apoyándose en sus talones, quedando prácticamente inmóvil por unos instantes, con la polla de Arturo en su mano, y bajando después lentamente, hasta caer, absolutamente rendida, sobre las sábanas, sin parar de emitir pequeños gemidos..

-sssss, tranquila, sss....- musitó Arturo a su lado. –cierra los ojos, respira... ¿has disfrutado?-

-sii. sii....

-¿eres multiorgásmiga, Lorena?-le preguntó Arturo.

-¿qué? ¿Yo?....no... bueno. no, no creo-tartamudeó Lorena

-Vaya. Veremos. Sigue con los ojos cerrados, Lorena. Vuelvo en un momento-le dijo Arturo, dirigiéndose de nuevo a su maleta, y sacando de nuevo más juguetes.

Lorena se sentía ya como la protagonista de una película. Y a la protagonista de esa película, una mujer de mediana edad, con la piel muy blanca y una abundante mata de pelo negro entre sus piernas, un hombre desnudo ahora también, la estaba atando los pies y las manos a las cuatro patas de la cama con unas finas cuerdas de seda, y le cubría los ojos con un antifaz. El hombre ahora, con un suave tirón extraía del coño de la protagonista una especie de huevo, pero para meter inmediatamente un consolador que era una réplica exacta de una enorme polla negra. La polla entraba sin ninguna dificultad en el coño de la protagonista, la cual, por cierto, comenzaba a dar pequeños grititos cortos, que se acoplaban perfectamente al ritmo que el protagonista imprimía a las penetraciones cada vez más rápidas de ese consolador. Los gritos de la protagonista solamente cesaban cuando el protagonista de la película, extraía el consolador y se lo acercaba a la boca de la mujer madura de la película, la cual sacaba su lengua con verdadero ansia y lamía esa polla negra de arriba abajo. Pero los gritos volvían cuando la polla negra volvía a penetrar en su coño guiada por la mano de ese hombre maduro. Eran gritos de orgasmos continuados, porque si, parecía que la protagonista de la película estaba descubriendo finalmente su capacidad multiorgásmica. Y cuando el hombre maduro quitó el antifaz y desató una mano, solo una, a la protagonista de esa película que estaba viviendo Lorena, ésta, mandando ya a la mierda la película, y siendo plenamente consciente de que ella era la afortunada protagonista agarró la polla de Arturo y la meneó salvajemente hasta que la leche de él se desparramó por encima de sus tetas...

Lorena, que curioso, en esos momentos pensó en una mujer. En su amiga Maribel. Que gran amiga.