López ese tonto.

Serafín no sabía que Lola su amante y Susi su esposa se acostaban con López su fiel o no tanto ayudante. Trató de jugar con fuego y se quemó. Sus mujeres se unieron para amargarle la vida demostrándole que no se puede manipular a todos y salir impune.

López es un tipo de unos cuarenta años que desde hace tres presta sus servicios en la empresa, estas son diversas y muy necesarias, al menos para Serafín su director general y mayor accionista que consisten principalmente en facilitarle la vida; consigue entradas de futbol teatro o cualquier espectáculo en la reventa para obsequiar a los clientes, se encarga del mantenimiento de los coches y también de llevar y recoger algunas prendas irreemplazables a una tintorería exprés, para que pueda regresar a casa con ellas y que su mujer no descubra los furtivos encuentros con alguna de sus amante, en ocasiones, incluso ha de limpiar y poner orden en la casa que tienen en la playa.

Cuando no tiene que hacer nada de eso, ocupa una de las mesas y ayuda a organizar y distribuir los documentos que llegan; algo que generalmente hace una de las becarias.

Esa mañana Serafín le dio una de tantas órdenes que a priori sonaba absurda y que jamás cuestionaba, a la espera que se resolvieran favorablemente como siempre.

— Llévate mi Porche, ve a la casa de la playa y espera en el salón a que te llame; tomate lo que te apetezca pero no deambules por la casa, estate en el salón como te digo.

López recogió las llaves que le ofreció y marcho a cumplir el encargo; aparcó en el jardín y fue directamente al salón, se sirvió un whisky sin hielo y dejó la botella sobre la mesa; puso música suave y encendió uno de los habanos; sin nada mejor que hacer se acomodó en una butaca dispuesto a esperar.

Poco después oyó la llave en la cerradura pero no se movió; el encargo era esperar la llamada y no pensaba desobedecer.

— ¡Hola cariño! ¿Cómo es que me has llamado para vernos por la mañana?

Ante los ojos del sorprendido López apareció la escultural figura de Lola; la amante “fija” de su jefe enfundada en un vestido que parecía pintado sobre su cuerpo.

Lola tiene unos veintiocho años; robustas y torneadas piernas que terminan en un vientre plano y un culo que exige ser zurrado; pechos talla 100 y una mirada de loba en unos ojos preciosos; sus delicadas manos son unas herramientas de precisión acostumbradas a acariciar más que tocar; su forma de andar y hablar son muestra de la lujuria que destila por todos sus poros.

— ¡Hola Juan! ¿Qué haces aquí?

Lola es la única que lo llama así y es que tiempo atrás tuvieron una historia, de hecho fue ella quien lo colocó en la empresa aunque Serafín desconocía y continúa sin conocer ese pequeño detalle.

Los dos quedaron en silencio unos instantes hasta que López dio una respuesta razonada, empleando un tono de voz y desparpajo que nadie en la empresa conocía.

— Me ha enviado el jefe para que espere su llamada; imagino que a ti te habrá hecho creer que os encontraríais aquí y supongo que ya sabes porque.

Lola lo tomó de la mano, se besaron y Juan la abrazó como tiempo atrás pues en esos tres años habían guardado las distancias por aquello de que “ donde tengas la olla... ” y con ese beso derribaron la barrera que respetaron a pesar de que sexualmente se compenetran perfectamente.

Se acomodaron en el sofá y como Lola se animó, López la interrumpió comentando.

— No sabemos lo que tardará doña Susana en aparecer y no nos puede pillar “liados” me encanta todo cuanto haces pero esto debemos hacerlo bien, y si quieres, después vienes a casa y rematamos la faena.

Lola le dio la razón como siempre; ella sabe que Juan ha tenido que pasar por “simplón” en muchas ocasiones, y que sus dos carreras más de una vez en lugar de ventaja han sido un impedimento, pero ha conseguido vivir como ha querido sin doblegarse más que ante aquellos a quienes les ha interesado para su conveniencia.

Lola estuvo jugando con Juan; al oír maniobrar el coche que esperaban y siguiendo lo acordado se separaron ocupando el par de butacas; al entrar en la casa Susana comenzó a llamar a Serafín y al llegar al salón se quedó silenciosa en la puerta observando el panorama; López se puso en pie y con aplomo pronunció solo dos palabras que dejaron a ambas mujeres perplejas.

— Susi ¡Acompáñame!

La tomo de la cintura y pasaron a un pequeño despacho donde se abrazaron antes de besarse intensamente.

— ¿Qué hace está aquí?

— Luego te lo cuento, ahora relájate porque lo necesitas; yo te ayudo princesa.

La acariciaba con mimo y aspiraba el aroma de su cabello; Susi le desabrochó la camisa, apoyó las suaves manos en su pecho y se acurrucó en ese cuerpo que tanto placer le había proporcionado.

López apartó un poco el vestido para poder besar su cuello, depositando suaves besos desde el hombro hasta la oreja que mordisqueó antes de murmurarle lentamente y espaciando las frases que sonaban sinceras.

• Hace días que te esperaba.

• Me enloquece verte y no poder tocarte.

• Te sueño desde la última vez.

• Me encanta tu aroma de perra en celo.

• Pienso follarte hasta que pidas clemencia.

El cuerpo de ella se arqueó acoplándose perfectamente al del hombre que ya calzaba una tremenda erección; alargó la mano le acarició la verga lentamente y mirándolo a los ojos respondió.

— ¡Cumple tus promesas!

López la sentó en el escritorio, abrió su blusa y apartó el sujetador dejando los pechos al descubierto para sorber los pezones por turnos al tiempo que metía la mano bajo la falda y apartaba el tanga a un lado para acariciar su joya con brío; a ella le gusta que la traten con cierta brusquedad aunque no se atreve a pedírselo a Serafín ya que es un salvaje que no tiene medida, pero con López es diferente.

Con la rodilla separó las piernas de la mujer y se dedicó a pasear un par de dedos por los pliegues de sus labios rozando apenas el clítoris en sus idas y venidas provocando que la calentura aumentara y que Susi exigiera.

— ¡Fóllame ya cabrón! No aguanto más.

Acercó su enhiesto falo a la cueva de la mujer que al primer contacto suspiró; con una potente estocada la ensartó abrazándola fuertemente; ella apoyó la cabeza en su hombro soltando un profundo jadeo; el primero del concierto que desde el salón oyó Lola sonriendo; sabía que ella lo disfrutaría más tarde.

Susi rodeó la cintura del hombre con sus piernas y sus caderas se movían en todas direcciones tratando de captar mejor lo que ya la estaba destrozando. El primer orgasmo la golpeó como un mazo, se abrazó a él con tanta fuerza que apenas podía respirar y los espasmos sacudían todo su cuerpo mientras un sordo alarido se alargaba disminuyendo de volumen aunque no de intensidad; al fin Susi pudo mirar al hombre con los ojos velados, y esa sonrisa tonta que suele mostrar y musitó.

— Ahora, ya puedes hacer conmigo lo que quieras.

Estaba claro a que se refería y López no dudó, la dejó caer de espaldas sobre el escritorio y chafándole los pechos se dedicó a darle potentes y espaciados caderázos, recreándose en cada uno de los jadeos que le arrancaban; eso duró hasta que decidió acelerar endemoniadamente sus metidas hasta llenarle las entrañas con sucesivas y abundantes descargas.

Se dejó caer sobre ella y se besaron; al poco, López se levantó y la ayudó a ir al baño donde se enjuagaron un poco y mientras lo hacían preguntó.

— ¿Ahora que estoy relajada me contaras lo que está pasando?

Salieron al salón y a pesar de que no habían comido sirvió unas copas y sentado frente a las dos mujeres comenzó a desgranar la historia según la entendía.

— Como imaginabas Lola es la amante de tu marido; amante de la que hoy pretendía deshacerse con una sucia maniobra; me ha hecho venir a esperar instrucciones y a ella para pasar un rato juntos y a ti te citó para ir a comer; está claro que debías “pillarnos” juntos y con eso nos despedía a los dos y disipaba tus sospechas de que te era infiel; a ella la contrató como ayudante aunque jamás va por el despacho y a mí me paga un salario de mierda pero que me es suficiente ya que no tengo un trabajo penoso.

Lo que él no sabe es que Lola y yo nos conocemos desde hace años ni que tú y yo hemos tenido más que palabras en varias ocasiones; creo que lo que deberíamos hacer es...

Les contó lo que había pensado y ellas aceptaron; antes de salir Susi se abrazó a Lola y con tristeza le dijo.

— Es un cabronazo que nos la quería jugar a las dos pero se va a enterar.

Se separaron y cada cual marcho para hacer lo acordado.

López llamó a Serafín pasadas las seis de la tarde.

— Buenas tardes jefe. ¿Puedo ir a comer?

Serafín se quedó en silencio unos instantes y a continuación preguntó si no tenía nada que contarle; con todo detalle López le contó que a mediodía apareció su señora esposa que le preguntó si había venido solo; al contestarle que así era se quedó esperando un rato y con cara de fastidio marchó; Serafín quiso saber si apareció Lola a lo que López respondió simulando extrañeza que no.

— ¡Sí! Ves a comer algo y trae mi coche.

Estaba sorprendido; enfadado llamó a Lola.

— ¡¿Dónde estás?! Pensé que irías a la casa de la playa como quedamos.

— ¡Y he ido! Por fortuna he tenido un pinchazo y se han demorado mucho en arreglarlo; al llegar he visto junto al tuyo el coche de tu mujer y he dado media vuelta; ahora estoy en casa con mis amigas.

— Bueno ya quedaremos; si mañana puedo escaparme te aviso y nos vemos en el hotel.

— ¿Qué hacia ella allí? Por poco nos pilla.

— Regresaba de ver a una amiga y nos cruzamos en la carretera, dio la vuelta y al verla, se me ocurrió decirle que me había ido a despejarme un poco y que pensaba llamarla para ir a comer juntos, imagine que si veías nuestros coches marcharías como bien hiciste.

Cortaron la comunicación y al llegar a casa la esposa le preguntó apenas entro por la puerta.

— ¿Dónde te has metido? Cuando llegue a la casa de la playa solo encontré a López y me dijo que esperaba tu llamada; me quede un rato pero no quise molestarte por si estabas en una reunión importante.

Serafín pensó deprisa y le ofreció una excusa “creíble” aunque ambos sabían que falsa.

— Tenía una reunión con un cliente muy cerca de nuestra casa y le dije a López que llevara el Porche porque al terminarla pensaba llevarte a comer a un restaurante nuevo y él regresaría con tu coche; siempre dices que quieres conducir el mío y esa era una buena ocasión, pero el cliente tomó dos copas y no quiso conducir, así que regresamos a la ciudad y hemos estado en un bar hasta que al fin lo he acompañado al hotel; ha valido la pena porque ha firmado un buen contrato.

Ambos sonrieron aunque Serafín no sabía porque lo hacia ella.

López pasó la noche con Lola y al día recibió otro de aquellos encargos.

— Tienes que ir al gimnasio de mi mujer y acompañarla donde te diga; se ha doblado un tobillo y le han puesto una férula que no le permite conducir; me dice que ha de hacer unas gestiones, así que le harás de chofer y no te preocupes porque no te necesito para nada más.

A Susi no le pasaba nada; la recogió en el gimnasio y fueron a su casa donde hicieron el amor; después la acompañó a entrevistarse con varias personas y López la esperó en el coche; al terminar el recorrido le dijo sonriente.

— Ya está; mañana echaré a Serafín de la empresa y no os preocupéis, mantendré vuestros empleos mejorando substancialmente tanto el salario como la ocupación; pero tengo una petición. ¿Aunque te veas con Lola continuaré contando con tu amistad?

Él le tomo la mano antes de responderle que sería un honor ser su amiga y le dio un beso, poco más que un pico que fue suficiente para rubricar ese acuerdo y ella le aclaró.

— He tenido mucha suerte; Serafín tiene el cuarenta por ciento de las acciones de la empresa; estas personas suman el treinta y yo el otro treinta, pero les he comprado las suyas y ahora soy la socia mayoritaria; con eso tengo suficiente para despedirlo como gerente y si protesta tengo los datos que me proporcionaste de todo es dinero de la empresa que ha dedicado a pagar sus vicios.

Seguirá recibiendo la parte de los beneficios que le tocan pero con el divorcio pienso sacarle los hígados y si es necesario, tal y como acordamos Lola testificara sobre el romance que han mantenido estos años.

Todo había salido a pedir de boca; fuimos a ver a Lucas el abogado de la empresa al que le dio algunas instrucciones y pasamos a recoger a Lola que nos esperaba frente a la puerta de su casa; fuimos a un restaurante donde lo celebramos a lo grande con una estupenda comida y después las dejé a cada una en su casa, poco antes de terminar la jornada pasé por el despacho donde Serafín me dijo que enviara un ramo de flores a una dirección que me dio en una tarjeta donde constaba el nombre de Úrsula.

Compre el ramo y lo llevé en persona; se trata de una chica de apenas veinte años que al verme se sorprendió y preguntó.

— Hola tito ¿Qué haces aquí?

— ¿Recuerdas que te dije que te apartaras del despacho del director? Ya veo que no lo has hecho y eso me disgusta. ¡Es un cerdo! ¿Ya os habéis acostado o solo te está rondando?

— No tito, solo trata de ser amable, dice que se está divorciando de su esposa que es una bruja que no lo deja vivir, pero pronto será libre y entonces podremos avanzar en nuestra relación; incluso me ha hablado de un apartamento para que deje de compartir piso con mis amigas.

— Sí que se divorciará aunque él aun no lo sabe. ¡Hazme un favor! mañana no vayas a trabajar y desconecta el móvil, no quiero que pueda hablar contigo porque le aguarda uno de los días más amargos de su vida.

La joven aseguró al hermano de su madre que siempre ha velado por ella y que le consiguió ese empleo que así lo haría y después de besarse en las mejillas de despidieron.

Después de una noche tranquila fue al despacho; no quería perderse la escena y además quería estar cerca por si Serafín se ponía violento; no le importaría darle un par de guantazos para evitar que golpeara a una mujer.

Al verlo, Serafín preguntó si había cumplido su encargo y él le aseguró que así era, lo vio llamar y como, con cara de desánimo dejaba un escueto mensaje en el contestador. <Llámame cuando oigas este mensaje.

Poco después llegó Doña Susana que muy resuelta pidió a la secretaria que convocara a los jefes de departamento en la sala de reuniones y cuando estuvieran todos, le pasara aviso a su marido.

Cuando apareció Serafín preguntó sonriente.

— ¿De qué va esta reunión? Suelo ser yo quien las convoca.

Susi sin alterarse respondió.

— Esta es la última a la que acudirás, a partir de hoy asumo la dirección de la empresa; he adquirido el otro treinta por ciento de las acciones de la empresa y te quiero fuera de aquí hoy.

Quería comunicaros un par de cosas más; a partir de ahora López será el gerente de la empresa y las becarias estarán como tal un  solo periodo, a partir de ese tiempo marcharan o pasarán a ser contratadas, en cuanto a todo lo demás no habrá demasiados cambios, solo uno que considero importante; reuniones como estas las habrá con frecuencia; necesito colaboradores y no simples empleados que me den la razón siempre y en todo.

Serafín comenzó a vociferar y Susana le acercó un documento a Lucas, el abogado de la empresa que tras comprobar que era el que redactó el mismo siguiendo las instrucciones y demás documentos aportados por Susi, sentenció mirando a Serafín.

— ¡Todo está en regla! Ella tiene razón; posee el sesenta por ciento de las acciones y por tanto puede y de echo ha asumido el control de la empresa; solo tiene derecho a asistir a las juntas de accionistas que ella convoque y en cuanto a la continuidad como gerente; está muy claro que el consejo de administración, o sea ella ha decidido prescindir de usted; en cuanto a la posible indemnización por el despido si se llega a considerar como tal, es un asunto que no incumbe al resto de empleados.

Susana sonrió a la concurrencia y los despidió con un jovial.

— ¡Hasta luego! Pasaré a saludarles uno por uno más tarde.

Marcharon al despacho, ella seguida de Lucas y detrás Serafín que trató de hablar aunque lo interrumpió Susi.

— Tienes dos opciones; tratar de denunciarme por despido improcedente en cuyo caso habrá una auditoria externa y una demanda por estafa iniciando un proceso criminal o que te marches en silencio, y respecto al divorcio ya te adelanto que lo mejor sería que fuera de mutuo acuerdo; me quedó en la casa de la playa una semana para darte tiempo a que retires lo que consideres tuyo pero recuerda; tanto el piso como la casa eran míos cuando nos casamos; tuyos son algunos CD un par de cuadros y alguna otra tontería.

©PobreCain