Londres

Como en esta capital europea disfruté de una Nochebuena demasiado diferente.

Como ya os comenté en anteriores relatos, después de mi ruptura con Mario me fui a Londres. En principio me sentía bastante mal, creía que todas las personas a las que quería en mi vida me terminaban abandonando, y esta vez quería ser yo el que lo abandonase todo, el que se marchase lejos sin mirar atrás, sin pena, sin tristeza. Probablemente si hubiese sido verano, me hubiese marchado a cualquier lugar de las costas españolas, donde nadie pudiese encontrarme, pero al ser otoño avanzado tuve que buscar otras alternativas. Conocí a una empresa que te buscaba trabajo y alojamiento en grandes ciudades de la Unión Europea, la más recurrida era la capital inglesa. Me atrajo bastante la idea, además de encontrarme lejos, podría aprovechar para aumentar mis conocimientos de inglés, que aunque siempre se me dio bastante bien en las clases, no es nada comparado a como lo puedes llevar si lo hablas día a día. Así me puse en marcha y en relativamente poco tiempo ya tenía un trabajo y una habitación en una residencia para trabajadores extranjeros. Hice todas las maletas, prepare todo lo que creí que necesitaría y a pesar de las suplicas de mis padres de que aquello era una locura y de que pasaría las navidades solo, no me acobardé y cogí el taxi que me llevaría al aeropuerto (que aunque no es Barajas si que hay vuelos a Londres).

Pues allí me encontraba, y aunque no es lugar para contar todas mis experiencias en esta gigantesca ciudad si deciros que aquí conocí la libertad completa, la personal y la sexual. Trabajaba y vivía en la orilla derecha del Tamesis, era un restaurante de comida rápida (que conocido por todos no nombraré para no darles publicidad gratuita). He de reconocer que en un principio me encontraba completamente perdido, me costaba mucho entender a las personas, siempre te hablaban tan deprisa que te perdías la mayoría de las palabras, debido a esto empecé a tener una amistad con otro chico que trabajaba allí, era también español y tendría un par de años más que yo. Se llamaba Jose, mediría más o menos como yo, entorno al metro setenta, delgado pero con un cuerpo atlético, de pelo oscuro y unos ojos marrones claros que le hacían verdaderamente atractivo, y su pelo oscuro y su tez morena le destacaban de la mayoría de los ingleses rubios y pálidos. Él se había encontrado en mi misma situación cuando llego, así que se "hizo cargo mío", me enseño la ciudad, me sacaba de marcha para distraerme, me explicaba muchas cosas… era encantador.

Llegaron las navidades y yo como otros muchos las pasaría solo, él estaba en mis mismas circunstancias así que me invito a cenar el día de Nochebuena a su casa, aprovechando que sus dos compañeros de piso estarían fuera. Yo encantado, me arreglé en mi habitación de la residencia, llamé a mis padres para felicitarles las navidades y me marché a su casa. Aunque iba tapado hasta las orejas, hacía un frió helador, la niebla se colaba hasta mis pulmones y cuando llegue a su casa estaba tiritando, él me ayudó a quitarme el abrigo y al ver que tenía frió me paso sus manos a lo largo de mis brazos. Debido a que yo tenía más ropa y no llevaba mis brazos al descubierto no sentí su piel en contacto con la mía, pero me dio igual porque sentí que me quemaba con sus manos, que traspasaba todo y que llegaba hasta mí. Habían pasado unos dos meses desde la última vez que me tocaba un hombre de esta forma, es más dos meses desde que me excitaba un hombre y sentía un tipo de atracción sexual hacía alguien. Me agarro de la mano y me condujo hasta el salón, yo ya me conocía el camino porque ya había estado más veces en su casa, pero en ese momento me encontraba como hipnotizado. Me pidió que me sentase en una silla y el se fue a la cocina y empezó a traer la comida, la verdad que me sorprendió de todo lo que se había molestado, le dije que había sido tonto, que no era necesario que hubiese preparado todo eso, eran mis primeras palabras desde que llegue a su casa.

Comí como un marqués, le ayude a recoger la mesa y nos sentamos en el sofá, empezamos a conversar, yo siempre creí que él sospechaba de mis inclinaciones sexuales, desde que llegue allí no se lo había contado a nadie, conocía a pocas personas que valiesen la pena de verdad y tenía miedo de que no se lo tomasen bien, pero estaba seguro que él lo sabía. Yo también tenía mis dudas, no le había visto con ninguna chica, cuando habíamos salido por la coche siempre había pasado de ligar, siempre estaba tan pendiente de mí, pero hasta oí es cierto que no le había visto de una forma sexual. Entre palabra y palabra se recostó sobre el sofá y colocó sus piernas sobre las mías, me pregunto si me importaba y le dije que no, sin embargo me paso como en el momento anterior, otro escalofrió recorrió mi cuerpo y empecé a tener una erección, intente recolocarme de otra forma, el tenía una pierna sobre mi paquete y sabía que lo iba a notar, así que intenté estirarme un poco pero creo que fue demasiado tarde, su mirada y su leve sonrisa me hicieron dudar sobre si se dio cuenta o no de mi repentina erección. Me puse nervioso y me cogí un cigarro, le iba a prender pero me le quito de los labios, empezamos a jugar a "pelearnos" por el y no se como termine debajo con él encima, yo ahora la tenía durísima, creía que iba a reventar mis pantalones, pero esta vez me dio igual, porque ahora sentí la suya sobre mi vientre. Nos mirábamos a los ojos fijamente hasta que se atrevió a dar el primer paso y me beso, sentir sus cálidos labios sobre los míos y su lengua pugnando por entrar dentro de mi boca y jugar con la mía me encendió completamente. Acariciaba su espalda, llegando hasta sus nalgas, las sentía duras como rocas, tensas.

Mientras él no se quedo atrás, subió mi camiseta chupando mi vientre, jugaba con mi su lengua dentro de mi ombligo, sentir su aliento en mi piel me ponía a mil, subió poco a poco, creía que estaba recorriendo cada milímetro de mi piel, mi pene me dolía, chupaba mis pezones como lo hace un niño, succionaba, pasaba la punta de su lengua por encima, se entretenía con el piercing dándole vueltas. Al rato, cuando mi respiración estaba acelerada, sólo escuchaba mis propios gemidos, descendió y desabrocho mi pantalón, le retiró un poco hacia abajo y acaricio mi paquete, el capullo asomaba por encima del calzoncillo y había una mancha de humedad de liquido preseminal debido a la terrible excitación. Ahora bajo todo mi paso su cálida lengua a lo largo de toda mi verga, estaba excitadísimo y creía que no podría aguantarme y explotaría en cualquier momento, acarició mis huevos, primero con sus dedos, luego se les metió en la boca, primero uno, luego el otro, estaba en el cielo, volvió a mi polla, se metió el glande dentro de la boca y con su lengua limpio la humedad que tenía, acarició por debajo del prepucio y me hizo estremecer, le pedí que la chupase ya por favor, no aguantaba más, aquello parecía que más que placer estaba sufriendo una tortura. Empezó lentamente a subir y a bajar, se ayudaba con una mano para pajearme o para acariciar mis testículos mientras con la otra se había desabrochado el cinturón y el pantalón y se estaba masturbando. Aumento su velocidad, mi respiración cada vez era más acelerada y más entrecortaba, sentía que me iba a correr, quería llegar hasta el final y le dije que me iba a correr, saco mi polla de su boca y me empezó a pajear como una bestia, el placer era extremo y entonces me corrí, me corrí como en mi vida, me contorsione, levante mis caderas por el orgasmo brutal, varios chorros saltaron de mi polla, como una manguera, se estrellaban contra mi pecho, contra mi cara, entrando en mi propia boca. Cerré los ojos para recuperarme, aun respiraba fuerte cuando sentí sus labios contra los míos, nos besamos, esta vez más pausado, más tierno, como con todo el tiempo del mundo, me acariciaba, esparcía mi semen por mi abdomen, por mi pecho. Pero ahora sabía que me tocaba devolverle el favor a mí.

Le pedí que fuésemos a la cama, se levanto y allí nos dirigimos, antes de tumbarnos, le bese, y le desabotonaba la camisa, ahora era yo el llevaba la iniciativa, se la quite y observe su pecho, me excito, tenía un buen cuerpo, trabajado, pero no en espeso, tenía también algo de vello, pero no demasiado, agarré sus pectorales, estaban duros, acaricie sus pezones, pequeños, pero empitonados, los acaricie con las yemas de mis dedos, sentí como se estremecía, saber que le gustaba todo lo que le hacía me volvió a excitar, tenía los ojos cerrados, le tumbé sobre la cama y chupe, mame, succioné sus dos pezones, me gustaba, tenía las tetillas duras como piedras, empecé a descender, besaba, acariciaba cada uno de los centímetros de su vientre, estaba tenso, caliente, sentía el sabor de su sudor salado en mi paladar. Llegue hasta su polla, terminé de sacarle los pantalones y la ropa interior y me dedique por completo a sus dos grandes huevos, contraídos, enormes, calientes, se les lamí, me metí uno en la boca y le acaricié con el calor de mi lengua, me dirigí al otro, aunque intenté era imposible meterme los dos a la vez. Comencé a chuparle la polla lentamente, quería que disfrutara y no hacerle correr demasiado pronto, yo también quería disfrutar de ese mástil de carne entre mis labios, poco a poco me la introduje hasta el fondo, sentí como traspasaba la campanilla y la alojaba en mi garganta. Permanecí así unos segundos, tenía su polla palpitando dentro de mi boca, mi labio inferior estaba en contacto con sus gordos huevos, mi nariz aspiraba el aroma de su vello púbico, una mezcla entre sudor, limpieza y a hombre. Me la saqué, me estaba empezando a dar una arcada así que continué mamandosela, con una mano me ayudaba para hacerle una paja mientras que con la otra acariciaba su perineo, llegue hasta su ano, hacia círculos con mis dedos, hasta que le introduje uno, despacio pero con firmeza, sentí como tenso su cuerpo y como su polla se puso aun más dura, se la mamaba mientras jugaba con mi dedo dentro de él. Cuando empecé a notar su polla palpitar me aviso de que iba a correrse, me la saqué de la boca, le pajee rápido, con todas mis fuerzas hasta que estallo en una catarata de semen que le mancho todo su vientre, llego hasta mi cara, mi pelo, mi cuello.

Nos volvimos a besar, limpio los restos de su corrida con su lengua, y nos fuimos a duchar. Con José tuve muchas experiencias sexuales, y con el empecé a salir por el SOHO (el barrio londinense donde se encuentran muchos bares y discotecas de ambiente). Unas veces terminaba follando con él, otras con otros, otras veces éramos tres, estaba desmadrado. Nunca fue amor, le tuve mucho cariño pero como amigo, como compañero de juegos, se que para él era igual. Yo había terminado terminado una relación y me fui allí para conocer otras cosas, a otras personas, otras experiencias, otras sensaciones… y aun me quedaban muchas cosas por vivir.

Quiero dar las gracias a todos los lectores y agradeceré sus comentarios.