Lolita se llamaba Sara (2)

Segunda parte: la cena.

Raf no dejaba de pensar en su sobrina, se había convertido en una especie de obsesión, y sabía que no pararía hasta que pudiera volver a verla, pero esta vez no esperó a la próxima reunión familiar, que no sabía cuándo se celebraría, y decidió provocar él mismo el encuentro. La opción menos descarada era obvia, invitar a su hermano a comer o cenar a su casa y asegurarse de que vinieran sus hijos. El plan era lo suficientemente inocente para que no levantara sospechas, y así poder ver a su sobrina una vez más, y, si era posible, hablar con ella a solas, aunque sólo fueran cinco minutos.

Todo salió como Raf esperaba y a la semana de la reunión en casa de los abuelos su hermano se presentó en su casa para cenar junto con toda su familia. Su hermano, su mujer, sus dos hijos pequeños y Sara, maravillosa en un vestido de verano de color amarillo con un escote inocente pero muy sugerente, con sandalias planas a juego, el pelo recogido en una coleta, casi sin maquillaje, fresca, jugosa, como fruta de verano madura. En cuanto la miró vio la picardía en sus ojos, y si en algún momento había tenido dudas en las horas previas a la llegada de su hermano, todas se disiparon de golpe. Aquella chica le provocaba una lujuria enorme, y ya no tenía dudas, estaba decidido a llegar hasta el final, fueran cuales fuesen las consecuencias. Al darla dos inocentes besos de bienvenida fue como si descargas de electricidad recorrieran su cuerpo, se apartaron y sus ojos le miraron, sonriendo burlona. Sara parecía comprender perfectamente todo lo que estaba pasando por su cabeza, y todas sus miradas y gestos no hacían otra cosa más que aumentar ese deseo.

La cena discurrió en un ambiente alegre y festivo, todos contando bromas y anécdotas, incluso Sara, que solía ser bastante reacia a este tipo de reuniones familiares, mostró su cara más divertida, contando varias anécdotas muy graciosas. Raf no dejaba de mirarla con disimulo siempre que podía, con cuidado de que nadie notara hacia donde se dirigían sus ojos. Sara disimulaba, sabiéndose observada por su tío, consciente de sus ojos clavados en su cuerpo, su cara, pero lejos de incomodarla, la excitaba saberse deseada, y sólo muy de tarde en tarde le devolvía la mirada a su tío, con toda la intención del mundo, lo que provocaba que el fuego que ardía dentro de su tío amenazara con quemarle por completo.

Tras la cena todos se dirigieron al gran salón para seguir charlando. En un momento de la charla alguien mencionó la colección de monedas extranjeras de Raf, y Sara se sintió muy interesada y con ganas de verla. Como buen anfitrión, Raf se levantó y dijo que sería un placer enseñarle su colección, y los dos se dirigieron al piso de arriba, al despacho de Raf, mientras los demás se quedaban abajo charlando tranquilamente. Raf no se lo podía creer, había estado días enteros pensando una buena excusa para quedarse a solas con su sobrina sin que resultara sospechoso y no había conseguido pensar nada, y Sara, en un segundo, había encontrado la excusa perfecta. Subieron las escaleras que conducían a la segunda planta y entraron en la habitación que servía de despacho para Raf, llena de estanterías atestadas de libros y archivadores, una mesa abarrotada de papeles y un ordenador. Sara se movía coqueta por la habitación, mirándolo todo y haciendo mil preguntas, mientras Raf hacía esfuerzos titánicos para no mirarla con descaro todo el cuerpo, su culo, sus piernas tan largas y torneadas, sus pies, su tetas, para no acercarse a ella, para no tocarla, para no susurrarla al oído lo mucho que le apetecía tirarla al suelo allí mismo y follarla.

Desde el momento en que Sara supo que su tío Raf había invitado a toda su familia a cenar en su casa, empezó a sentir un cosquilleo especial por todo el cuerpo, pues sabía que la verdadera razón de aquella invitación era verla a ella, y estaba dispuesta a jugar con su tío como una gata jugaría con un ratoncillo. La cena fue estupenda, la comida riquísima, todo muy divertido y ameno, y las miradas de su tío, tan excitantes que empezó a acariciar la idea de quedarse a solas con él. Cuando tras la cena alguien mencionó la colección de monedas de su tío, supo que había encontrado la excusa perfecta. A Sara le importaban un pimiento las monedas extranjeras, pero suponían una oportunidad estupenda para estar a solas con él al menos unos minutos. Subió las escaleras detrás de su tío, contemplando con placer su culo y cuando entraron en su despacho se puso en su papel de niña inocente que tan bien se le daba.

Se puso a tocarlo todo y a hacer preguntas, sintiendo la mirada de su tío sobre su cuerpo. Había llegado el momento de llevar las cosas un poco más lejos. Le hizo extender las monedas sobre la mesa y los dos se inclinaron sobre ella, pegándose mucho el uno al otro para contemplarlas. Sara notaba el cuerpo caliente de su tío junto al suyo, tocándose, su mano apoyándose en su hombro; no prestaba atención a las putas monedas, miraba de reojo el cuerpo de su tío y sentía su mirada por encima de ella, mirándola con seguridad el escote desde arriba. Los dos sabían que las monedas eran una excusa, pero ninguno se atrevía a dar un paso más. Sara se giró poniéndose de puntillas y le susurró a su tío que eran unas monedas muy bonitas. Volvió a mirar las monedas y al momento se giró otra vez, esta vez posando los labios ligeramente sobre los de su tío. Sólo un segundo, pero el beso dejó hechizado a Raf. Sara volvió a concentrar su atención sobre las monedas como si no hubiera pasado nada. Raf sabía que era ahora o nunca, se inclinó un poco y la empezó a besar el cuello. Sara no se apartó, pero protestó tímidamente, sin convicción, sonriendo pícara.

-Pero tío, ¿qué haces? – Su voz sonaba inocente y burlona al mismo tiempo lo cual puso en un estado de excitación todavía mayor a Raf.

Sabía que no debía hacerlo, pero Raf fue bajando la mano que tenía sobre su hombro, deslizándola por su espalda hasta posarla con suavidad sobre sus nalgas; notó su culo firme y duro bajo la fina tela del vestido e intuyó las braguitas que llevaría debajo.

-¡Pero tío!, qué pensará mi novio si me ve así… - y sin brusquedad, se separó de su tío, sin dejar de contemplar las monedas. –Y esta tan bonita, ¿de dónde es?

Raf estaba como loco, todo se le estaba yendo de las manos y no sabía cómo controlarlo, y lo peor de todo, se dio cuenta y comprendió en ese momento, que era su sobrina adolescente la que dominaba y controlaba la situación, y él, cerca de 25 años mayor que ella, el que se sentía como un crío en su primera cita queriendo meter mano torpemente a su ligue de discoteca. La situación le había desbordado totalmente, y por primera vez en su vida se sintió un juguete en manos de una mujer.

-Oye, Sara, perdona, no…no sé lo que me ha pasado, no quería molestarte. – Su sobrina se dio la vuelta quedando frente a él, apoyada contra la mesa, pegada a su cuerpo, sonriendo pícara; se arrimó y volvió a rozar sus labios a los de su tío. Se dio la vuelta y escribió algo en un papel.

-Deberíamos bajar, ¿no crees? – Se separó de él y se dirigió a la puerta. Al llegar a ella se giró y preguntó. -¿Tienes WebCam? – Y salió de la habitación. Su tío no tuvo tiempo de responder, ni siquiera de asimilar la pregunta. Miró lo que había escrito su sobrina, y vio una hojita con una dirección de msn y un corazoncito dibujado debajo.

La familia de su hermano se fue pocos minutos después de que bajara él, oyendo a su sobrina comentando lo bonita que era la colección de monedas del tío. Esa noche, antes de acostarse, Raf se encerró en su despacho y escribió la dirección de su sobrina, las manos temblándole mientras tecleaba. Esperó dos horas pero no la vio conectada, y se fue a acostar aún más agitado que la noche tras la reunión familiar, aún con el sabor de sus labios en los suyos y el tacto de su culo en la palma de su mano. Y ya sabía lo primero que haría al día siguiente, ir corriendo a comprarse una WebCam.

Sara se sentía excitada y divertida a la vez, empezaba a darse cuenta que jugar con su tío podía ser lo más excitante y morboso que hubiera hecho en mucho tiempo, y desde luego, era mucho más atractivo que su novio, pese a tener cerca de 40 años. Aún le daría unos días más para que sufriera y después se conectaría al msn a ver cómo iba un chat con su tío.

(continuará)