Lola y mi tia

Llega a casa mi tia la monja.

Hacía unos dos meses que Lola y yo follábamos, tanto en su casa como en la mía, cuando no estaba mi madre, que últimamente estaba muy atareada con problemas de sus empresas.

Una mañana estábamos comiéndonos los nabos mutuamente, tirados en la cama de mama, y en momento que Lola llenaba mi boca de lefa llamaron a la puerta. Tragué la leche como puede, me vestí con lo primero que pillé y fui a abrir, con mi polla en todo su apogeo, puesto que no había llegado a correrme, un gran bulto se me notaba en el pantalón mal abrochado que me había puesto con prisas.

Abrí la puerta y me encontré mirando a una mujer de unos 40 años, vestida con un vestido que tendría sus buenos 20 años, muy holgado, guapetona pero con un moño en el pelo que no le favorecía nada, su cara me recordaba a alguien, la poca piel que dejaba ver el vestido, su cara y sus manos eran muy blancas. Una pequeña maleta estaba a su lado en el suelo.

Hola Javierito, como has crecido.

Hola. ¿Quién eres?

Isabel, tu tía.

Ostias!!, ufff perdón tita.

Se me acerca y me estampa dos besos en las mejillas. Naturalmente me olía toda la cara a leche, ya me diréis con la mamada y la lechada que me había tragado. Puso una cara un poco rara cuando le llegó el olor pero no dijo nada.

-Pasa, pasa tita.

Al pasar junto a mi mira hacia mi bragueta que seguía bien abultada y mal abrochada y esboza una sonrisita irónica.

-¿Vengo en mal momento Javier?

-Noo, por favor tía. Pasa y siéntate.

En estas sale Lola ya arreglada y dice:

-Bueno Javier, ya te llamo luego.

-Espera Lola, mira esta es mi tía Isabel, la hermana de mi madre.

-Hola Isabel, encantada, yo soy Lola, la vecina.

-Hola Lola, me alegro de conocerte.

-Bueno Javier, ya te llamo.

Cogió el bolso y su fue.

Mi tía me mira con una expresión canchonda y me pregunta:

-¿Tu novia, Javier?

-Noo, una amiga. Además vive en el piso de al lado.

-Ahhh, que bien.

-Bueno cuéntame, ¿a que se debe tu visita?

-No es exactamente una visita. Estaba cansada de estar encerrada en el convento, así que he decidido dejarlo y como este piso la mitad es mío, pues de momento me quedo.

"Joder, otra beata, lo que me faltaba" – pienso.

-Que bien tita, no te preocupes hay sitio de sobra para los tres.

-Pues venga, dime cual será mi habitación.

Esa misma tarde cuando volvió mamá y se recuperó de la sorpresa, nos sentamos los tres y dejó claro que se quedaba con nosotros y quería una asignación a cuenta de las empresas de la familia. Y que pensaba pasar un tiempo sin hacer absolutamente nada.

Para el día siguiente quedamos en que iríamos Lola, ella y yo a comprar ropa, puesto que al no necesitarla en el convento, tenía muy poca, prácticamente ninguna.

Fuimos a un centro comercial donde había varias tiendas de ropa y mientras ellas compraban trapitos yo iba a buscar algo para el PC y compraba unos zapatos para mi. Cuando nos volvimos a encontrar y tomábamos café, mientras mi tía iba al baño, Lola soltó:

-Que monja más rara ha debido ser tu tía.

-Y eso?

-Joder, si vieras la ropa que se ha comprado, y la ropa interior. Además hemos entrado juntas en el probador y se ha puesto en pelotas. Está buenísima. Y lo mejor es que tienes unas tetas preciosas y grandes, ha faltado poco para lanzarme y empezar a comérselas.

-Calla, que ahí vuelve.

-Nos vamos? – preguntó.

-Si.

Esa noche, tumbado en mi cama y pensando en lo que me había dicho Lola sobre mi tía, me pareció escuchar unos golpes y gemidos apagados. Puse más atención y los oí perfectamente.

Me levanté sin hacer ruido y salí al pasillo. Provenían del cuarto de mi tía. Con mucho sigilo me acerqué y vi que la puerta no estaba cerrada completamente, abrí la rendija un poco más y casi se me descuelga la cara cuando distinguí a mi tía.

Estaba en pelotas, la cara como ida, gimiendo como si la estuviera follando el pollón de Lola, los pezones tiesos como pitones coronando unas gordas tetas, el coño completamente pelado y con una especie de látigo con un mango muy grueso azotándose la espalda. La polla se me endureció al instante y no tardé mucho en sacarme el nabo y empezar a pajearme.

Mi tía parecía estar cada vez más cachonda, bajó una mano y empezó a tocarse el coño, se metía tres dedos, los sacaba y chupaba mientras seguía golpeándose la espalda, tiraba de sus pezones hasta que parecía que los iba a arrancar, estaba llegando al clímax pues le costaba acallar sus gemidos, creo que si hubiera estado sola estaría gritando como una perra.

Cuando llegaba al final cogió el mango del látigo y de un golpe se lo incrustó en el culo. Al correrse como una cerda cayó boca abajo en la cama y empezó a patalear, haciendo un inmenso esfuerzo para acallar el grito que estaba deseando soltar. Ya más relajada se volvió boca arriba, jamás había visto unos pezones más tiesos, jadeaba, y cuando me dejó alucinado fue cuando abrió las piernas y la muy guarra empezó a mearse con un gran chorro que con su mano dirigía a sus tetas y a su cara. Yo no podía más y me corrí lanzando la lefa contra la puerta. No puede reprimir unos gemidos y mi tía girando la cabeza susurró: -Javier, Javier, eres tu?.

Salí pitando hacia mi habitación y me lancé a la cama fingiendo que dormía.

A la mañana siguiente, mientras desayunábamos mi tía me miraba de forma rara, con un brillo en los ojos que no le había notado antes.

Por la tarde, al ir a casa de Lola estábamos echados en la cama, ella con un tanguita de encaje negro y las tetas al aire. El pollón le descansaba en un muslo. Empecé a contarle lo de mi tía la noche anterior. Cuando me di cuenta tenia la polla como un garrote, masajeándola y el capullo brillante de liquido preseminal. Se le había transformado la cara. Era una zorra viciosa y caliente. No pude resistirme y empecé a lamer con la punta de la lengua los hilillos que le caían del nabo.

-Así que a la guarra de tu tía le va la marcha, no? Pues se la vamos a dar. Mucha marcha. Anda cabrón trágatela. Y empujándome la nuca hizo que me tragara su pollón hasta los cojones.

Empecé a mamarsela como a ella y a mi nos gustaba. Muy profundo hasta que me faltaba el aire, cuando la sacaba para respirar le dejaba resbalar la saliva a todo lo largo de su tranca y volvía a engullirla otra vez. Cuando notó la corrida la saco un poco para que la leche no cayera directamente en la garganta. Yo ya sabia que quería con eso. Mantuve la lefa en la boca y cuando terminó de eyacular nos morreamos y compartimos la lechada hasta que la tragamos y nos limpiamos las caras con las lenguas.

El siguiente fin de semana mamá lo pasaba en Madrid para unos temas de la empresa. Acordé con Lola que el sábado por la noche yo fingiría acostarme pronto y si mi tía empezaba con su espectáculo yo avisaría a Lola, la espiaríamos y cuando más caliente estuviera entraríamos en su habitación y a ver que ocurría.

Impaciente esperé hasta el sábado y fingiendo que no me encontraba bien, dije a mi tía que me iba a la cama. Me miró con una sonrisa enigmática y me dijo que me tomara un analgésico y descansara. Al poco tiempo escuche que se iba a su habitación y no pasó mucho tiempo para empezar a escuchar los gemidos, esta vez un poco más fuerte que la otra noche. Rápidamente fui a buscar a Lola y sin hacer ruido nos acercamos a la habitación de mi tía. Había dejado la puerta más abierta y me di cuenta que la muy zorra quería que la viéramos.

Allí estaba otra vez en pelota picada, había dejado la luz encendida, lo que me confirmo que sabía que íbamos a verla o por lo menos que yo iba a espiarla. Estaba de espaldas y se le notaban en la espalda las marcas de los latigazos que se daba. Tenia en el muslo algo atado con una correa de cuero. Cuando susurrando le pregunte a Lola que era aquello, me dijo:

-Es un cilicio, lo usan en los conventos para mortificarse y alejar la lujuria y las tentaciones. tiene púas que se clavan en la carne. Pero creo que a tu tía lo que hace es calentarla más.

Cuando se volvió vimos que tenia en los pezones una pinzas dentadas que tendrían que hacerle bastante daño. Estaban unidas por una cadena que bajaba hacia su coño, por lo que deduje que también tendría otra pinza en el clítoris.

-Que guarra es.- le susurré a Lola.

-Mucho, pero me está poniendo muy caliente.

Yo estaba acuclillado mientras Lola estaba de pie junto a mi. Cuando miré hacia arriba vi que su pollón ya estaba amorcillado.

-Que puta eres tu también.- le dije.

-Mucho, ¿no te gusta?

-Me encanta, zorrón.

Giré un poco la cabeza hacia arriba y metí su capullo en mi boca empezando a darle un masaje circular con mi lengua. Mi tía ya había empezado a zurrarse y esta vez no se cortaba con los gemidos. Me fijé en su entrepierna y la vi brillante. Los caldos le resbalaban muslos abajo. Al mismo tiempo que se flagelaba tiraba de la cadena de las pinzas para estirar tanto los pezones como la pipa y de vez en cuando se palmeaba sobre el cilicio para clavárselo más. Cuando se clavaba las púas aullaba como una perra.

-Vamos a follarla- dijo Lola

Me incorporé y vi su pollón señalando al cielo. Entramos en la habitación y mi tía no se inmutó, siguió con su autoflagelación. Tenia los ojos en blanco y babeaba como una cerda. Lola la agarró del pelo, la arrastró hacia la cama, se sentó en ella, inclinó a mi tía y le dijo:

-Trágate mi nabo, cabrona.

Mi tía no lo dudó, se metió el pollón hasta el fondo y empezó a mamar.

-Tu cómele el culo que voy a ensartarla – dijo Lola

Me agaché y empecé a chupar el culo de mi tía. Soltaba caldos por el coño que parecía que se estaba meando. Le abrí bien las nalgas y le metía todo lo que podía la lengua.

Cuando Lola se cansó de la mamada, la giró, la atrajo hacia ella, enfiló su nabo en el ojete y le dijo:

-Empálate tu sola, putón.

Mi tía se dejó caer y se clavó el estoque hasta la empuñadura.

-Aaahhggggg, pórteme en dosssss, maricona de mierda.

-Cómele el coño putita- me dijo Lola

Yo me agaché, abrí el coño de mi tía y efectivamente tenia una pinza mordiéndole la pipa, metí mi lengua en el coño, bien profunda y empecé a lavárselo. No dejaba de soltar jugos, era como una fuente. Lola empezó a bombear en el culo. Mi tía gritaba:

  • Tira de las cadena. Arráncame la pipa y las tetas hijo de putaaaa.

Comencé a tirar de la cadena, ella gritaba que más fuerte, yo temía arrancarle un pezón o un trozo del clítoris, pero ella seguía pidiendo más. Llegó al orgasmo berreando, soltó dos o tres churretazos de jugo que impactaron en mi cara. Dejó de gritar, echó la cabeza sobre el hombro de Lola y sonrió beatíficamente. Lola seguía partiéndole el culo y yo seguía hurgando en su coño.

Noté otro churretazo – joder como se corre la muy puta- le dije a Lola. Pero no estaba corriéndose otra vez. Se estaba meando la muy cerda.

-Lola, esta zorra cada vez que se corre, después se mea.

-Calla y chupa putita.

Le hice caso a mi amor y me amorré otra vez al coño de mi tía. Cayó algo de orina en mi boca. Me gustó, así que abrí la boca y tragué lo que pude, los demás me caía por las comisuras de la boca.

Lola notó que iba a correrse, sacó la polla de culo de mi tía, la arrodilló junto a mi y no echó la lefa en la cara a ambos. Fue una corrida larga, atrapábamos con las bocas lo que podíamos y el resto iba a parar por todo el rostro de ambos. Cuando dejó de echar leche, mi tía y yo juntamos las lenguas y nos restregamos el semen pasándolo de boca en boca. La polla de Lola empezó a encogerse. Nosotros seguíamos enjuagando nuestras bocas con la lefa de Lola, cuando notamos que la muy cabrona había empezado a mearse sobre nosotros, mi tía abrió la boca, empezó a beber la meada, Lola agarró su nabo y comenzó a repartir la meada entre ambos. Cuando terminó se agachó y nos morreamos los tres repartiendo la leche, saliva y meados hasta tragarlo todo.

Continuará...